Siete

Sollozó sin moverse del suelo, mirando su pierna de dónde podía verse el hueso y la sangre que salía a chorros empapando el suelo. No quería morir, no así, no tan joven, quería vivir pero ser libre, no tener que vivir con miedo, aunque indudablemente lo tendría, toda su vida.

Cerró los ojos con fuerza deslizando las palabras de sus labios como si le cortaran la garganta al pasar—. Amo— se mordió el labio tumbándose en el suelo sin poder más con la respiración, estaba perdiendo demasiada sangre, se le nublaba el juicio. Fue hasta que parpadeó que lo vio agachado con una sonrisa burlona.

—quieres vivir— afirmó ladeando la cabeza—. Te ayudaré solo por qué tu alma vale la pena, de cualquier otra manera te hubiera decapitado— bufo.

Dio vuelta al cuerpo inerte de Kyle acercando sus labios peligrosamente hasta el grado de rozarlos, soplando levemente para después alejarse y ver al chico retorcerse sin gritar. Sacudiendose por el dolor que invadía su cuerpo y torcía su pierna acomodándole el hueso en su lugar.

—ahora puedo golpearte hasta cansarme y eso pasara con tu cuerpo, siempre y cuando estés en la casa, allá afuera podría matarte— amenazó—. Levanta y limpia tu porqueria, no quiero ver eso en mi casa— hizo una mueca de asco retirándose del salón, dejado a Kyle tirado en el suelo con la mano en el pecho, asegurándose de que aún tenía pulso. Estaría destinado a sufrir por lo que estuviera en esa casa, aunque de cualquier manera la puerta siempre estaba cerrada por dentro, pero cuando el otro entraba le era normal. Se reincorporó sintiendo el charco de sangre sobre el que estaba, tenía que fregar si no quería que le molieran a golpes otra vez.

Mientras limpiaba se vio a si mismo teniéndose lastima, ya no podría volver a verse como antes, ya no podría sonreír, ni divertirse, mucho menos tener conversaciones con gente que te deja hablar y no por ello te meten una ostia. Frunció el ceño al ver cómo el agua del balde se caía a sus pies.

—limpia de nuevo— resopló el demonio mirando el menudo cuerpo estético del jovencito mientras se inclinaba hacia delante para tallar con sus propias manos usando solamente una esponja y un trapo. Se quedo ahí, viéndolo con toda su atención, evaluando cada movimiento que hacia. Pero eso se convirtió en pensamientos diferentes, pensamientos de morbo que lo hicieron redireccionar la mirada—. ¿Tienes novia?— le preguntó mirando como Kyle subía su mirada a la de él para luego bajarla al suelo.

—no, amo— siseó con vergüenza.

—¿sabes lo que es siquiera?— insistió cruzándose de brazos mientras el chiquillo asentía sin saber a dónde lo llevaría tanta pregunta—. ¿Ya has dado esa mierda a la que llaman ustedes "primer beso"?— negó de nuevo ocultando sus mejillas ardientes o sería objeto de burla por un buen rato—. Todo en ti es virginal, ¿no?— Kyle ignoro sus palabras concentrándose en su trabajo. Resopló pasándose la mano por los cabellos, recorriéndolos de su rostro permitiendo que el muchacho le echara un vistazo a esos ojos que tanto llamaban su atención, pero por si no fuera poco, recibió otra buena bofetada obligándolo a mirar al suelo—. No te tomes confianzas conmigo, inútil, las reglas siguen siendo reglas— rebuznó de mala gana acomodándose los anillos brillantes que se le veían en la pálida piel de su mano.

—amo— llamó Kyle pasando saliva—. ¿Podría cambiarme de ropa después de limpiar?— de cualquier manera no conseguiría que el mocoso se desvistiera enfrente suyo. El demonio asintió.

—hay ropa en mi habitación, ya que andas en esas quiero que la laves, por cada mancha ya sabes que pasara, cuenta los huesos de tu cuerpo— ante tal amenaza sus manos temblaron, él lo aterraba, su mirada, el porte, y sobre todo la tremenda fuerza que tenía, todo eso volvía a Jason Kessler un hombre temible—. Y no te tardes, me pones de nervios— rodó los ojos encaminándose a su habitación, imaginándose al chico envuelto en sus sabanas, un pensamiento que le venía cada que la esencia de Kyle entraba en su nariz.

Una vez en su habitación sentado al borde la cama, se relajó, dejando salir un suspiro largo que vacío sus pulmones obligándole a dar otra bocanada. Desabotonó su camisa llevándose las manos a la cara, frotándose los ojos con vehemencia, mirando ese reflejo en el espejo delante de su cama, ladeó mirándose cada detalle, aún sin arrugas, sin marcas ni cicatrices, solo un lienzo pálido y perfecto, la apariencia del angel de la muerte en la tierra, una hermosa mentira. El color azul de sus ojos resaltaba como nunca, un par de orbes hipnóticas a juego con una piel tersa y envidiable, la belleza externa era lo único que florecía, por qué para el cada día era sentir un latido de un corazón podrido, resonando en sus oídos con una fuerza que lo molestaba.

¿Hasta cuando dejaría de latir ese pedazo inerte de corazón?

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