Once
Kyle despertó solo y con los ojos hinchados, buscando a Jason por toda la habitación oscura, pero era inútil, él era el único en la habitación, y las voces venían de afuera, del gran salón.
—su alma está un poco ennegrecida pero con gusto podría complacerte, sabe bien cómo hacerlo— tembló al escuchar esa voz de nuevo, el mismo hombre que no paraba de mirarle la noche anterior. La curiosidad de Kyle no se quedo detrás y se asomó por la puerta apenas viendo un pedazo de la imagen, un chico pelirrojo usando un collar con cadena, como un perro. Instintivamente se llevó las manos al cuello agradeciendo que al menos su amo no le pusiera cosas tan vergonzosas.
Poco a poco salió de la habitación escabulléndose para ver mejor lo que pasaba en el salón. Jason estaba sentado en el sofá, luciendo la expresión más fastidiosa que pudiera conocer, miró al pelirrojo sin convencerse del todo, pues las almas pecaminosas no siempre sabían tan bien como se los prometían.
—huélelo, querrás más a este— insistió el otro tirando de la cadena del menor, aunque con el tamaño que tenían sus brazos, la fuerza era terrible. El ojiazul asintió tirando de la mano del menor sentándolo en su regazo, oliéndole del cuello hasta la clavícula de su torso desnudo—. ¿Que tal?
—¿que pretendes haciendo esto? Este muchacho no es de calidad, su alma está casi podrida— sentenció alejando su nariz del enrojecido muchacho que no dejaba de mirar el hermoso rostro del demonio.
—no pretendo nada, Jason, solo quiero que se solucione nuestro problema de anoche— resolvió pasándose la mano por el cabello corto, casi desordenándoselo por completo—. Además, a este le gustas, mira nada más como te mira.
—mocoso— apretó sus mejillas solamente usando una mano—. No le permito a nadie que me mire, mucho menos a un perro como tú— lo soltó mirando cómo el niño bajaba la mirada con pena—. No lo quiero, ya tengo al mío— se levantó dejando que el muchacho cayera de bruces al suelo.
—diablos, solo escucha— lo detuvo robándole más tiempo del que tenía permitido—. Ese chico que tú tienes valdría millones de almas más, tú me lo das y yo te mantengo alimentado por lo que te reste de vida— Jason miró hacia el techo con una sonrisa divertida, casi al grado de burlarse en su cara.
—¿enserio crees que con esto puedes alimentarme otro milenio? Te he dicho que no— contestó.
—pero piensa, si tú le pones una mano encima al muchachito, la pureza esa de la que tanto presumes se iría al carajo, y ambos sabemos que ya lo pensabas.
—Hubert, ¿por qué no mejor te vas mientras todavía tengas dientes?— habló otro tomándole de los hombros, aquel hombre tenía un aspecto igual de aterrador que el de Jason, solo que el era castaño y de ojos verdes como el jade—. No retes a tus mayores— guiño con una sonrisa, haciendo resoplar al rubio.
—¿que quieres, Gabriel?— se cruzó de brazos sobre el pecho denotando los músculos de sus brazos bajo la camiseta blanca que se ajustaba a su cuerpo de dios griego—. ¿Ahora que es lo que quieres venir a decirme?
—oh, nada viejo amigo, quería venir a verte, a decirte lo bien que luces después de tanto— glorifico empujando a Hubert lejos de su plática—. Por qué mírate, por donde sea que te mire pareces de veinti tantos— Jason puso los ojos en blanco.
—si, puedes quedarte un rato— bufó rendido ahora poniendo la mirada en Hubert—. Y tú, llévate lo que trajiste y salgan de mi casa— chasqueo ahuyentando al par que salió despavorido y con la cabeza casi entre las piernas—. Tienes mi atención— fingió una sonrisa tumbándose en el sofá.
—bueno, quería que vinieras a la fiesta esta noche, alguien decidió que era momento de volver a un humano uno de nosotros— habló con un tono cansado, como si lo que estuviera diciendo ya hasta les fastidiara la paciencia—. ¿Que dices? Puedes llevar a tu muchacho pero tienes que marcarlo si no quieres que alguien como Hubert quiera quitártelo durante la fiesta.
—eso ya lo sé— asintió peinándose el cabello—. Llegaré tarde pero iré.
—muy bien, te espero ahí con el resto, ya sabes, las bromas de los viejos— rió pegándole en el brazo al otro haciéndolo reír, acción que provocó un brillo genuino en los ojos de Kyle, si su amo era lo suficientemente bien parecido con cara de asesino, entonces cuando sonreía prácticamente era un hombre perfecto. Se despidió desviando la mirada hacia dónde se encontraba su muchacho sentado, quien no tenía ni idea de que ya sabía que estaba ahí, ¿como iba a saberlo?
—ven acá— llamó con la voz ronca y una pequeña sonrisa cruzándole los labios de manera que robaba el aliento. Kyle sin nada que decir fue hasta su amo sentándose a su lado, para pronto quedar debajo de el y con su cintura aprisionada por las manos de aquel demonio—. No te muevas— ordenó mirándole a los ojos.
Tendría que hacerlo o habría problemas.
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