Dieciocho
La respiración del muchacho era completamente tranquila para cuando abrió los ojos ante la oscuridad que inundaba por completo la habitación, pero no bastó, pues entre la negrura que lo cubría pudo ver el rostro del demonio a pocos centímetros del suyo, sumido por completo en sus sueños. Parecía dócil y débil por primera vez desde que lo conoció, sus labios estaban entreabiertos y el cabello le caía con delicadeza sobre la frente. Instintivamente los delgados dedos del muchacho removieron los cabellos de aquel rostro de escultor, descubriendo su rostro por completo, admirando la belleza de alguien que no era un humano. Bajó la mirada al sentir un apretón en la cintura, notando la mano anillada sosteniéndolo con firmeza, aún durmiendo podía controlar la fuerza de sus extremidades.
Sin saber exactamente qué hacia se llevó los dedos a los labios, recordando esa vez que Jason había robado su primer beso, y aunque todo pareciera tormentoso no lo era totalmente, pues aquel hombre no parecía tan monstruoso como pretendía, era solamente alguien malherido que creía ser insípido y amargado, se ocultaba para que otros no vieran lo débil que estaba.
—¿por qué sigues despierto?— murmuró con la voz ronca y a penas audible. El azul de sus orbes salió a desatarse cuando sus ojos se abrieron tomando al chico por sorpresa con las manos en la masa. Jason sonrió al ver sus ojos abiertos como platos y los dedos tocando su labio inferior—. ¿Que es lo que tanto quieres?— preguntó escondiendo una insinuación impura y un tanto morbosa que el chiquillo obviamente no entendió del todo bien—. ¿Por que te tocas los labios?— volvió a preguntar pero esta vez formulando la pregunta de manera que pudiese entenderlo.
—no, yo, es que, yo no— su rostro parecía estar ardiendo por como había reaccionado, causándole gracia al otro, ¿como es que alguien tan inocente podía estar con Jason Kessler?—. Perdón, amo— se disculpó.
—no te pedí que te disculparas— bromeó ocultando la risa que saldría disparada de sus labios tras la cortinilla de arrogancia.
—¿va a castigarme?— Jason carcajeó recostándose boca arriba frotándose la cara con una sonrisa formada perfectamente en los gruesos y perfectos labios rosados.
—no, no voy a castigarte, pero tampoco voy a premiarte— observó al muchacho de reojo—. Por qué me levantaste.
—¡lo lamento! ¡No volverá a pasar! Dormiré en el suelo si quiere— cuando pretendió bajarse de la cama lo único que consiguió fue el brazo de Jason envolverse en su cintura, jalándolo hasta que su espalda toco el pecho del otro, sintiendo su respiración y los latidos calmados de su corazón.
—¿como es que llegaste a mi?— susurró para si pero ante lo calmado de la situación y afinando su oído, Kyle lo escuchó bastante claro—. Niño, ¿puedo hacerte una pregunta? Contesta solamente si sabes de que te hablo— el menor asintió escuchándolo suspirar—. ¿Como se detiene la amargura de un corazón insípido, cuando su vida se basa solamente en arrepentimiento y vergüenza?— Kyle no dijo nada por un momento pensando en si alguna vez alguien le había preguntado algo parecido, aunque jamás tan triste como Jason.
—supongo que con el tiempo— musitó adquiriendo valor—. Con ayuda de alguien más, admitiendo los errores y aceptándolos para aprender a vivir con ellos, eso es lo que yo creo, amo, por qué un corazón amargo todavía tiene derecho a dejar de serlo— Jason asintió respirando profundamente.
—interpretaré esa respuesta algún día— rió para alejarse del menor, levantándose de la cama llamándole la atención—. Son las dos de la mañana, ¿tienes sueño?— el menor negó abrazándose del cojín—. Tengo al menos dos horas libres para ti, ¿que quieres estudiar primero?
Algo en el corazón de Kyle dio un vuelco de emoción al ver cómo su amo por primera vez le dejaba hacer algo sin reclamarle ni castigarle. Abrió la puerta y el chiquillo salió casi corriendo antes de su amo.
—deja de correr, niño— lo regañó poniendo los ojos en blanco cerrando la puerta detrás de él siguiendo a su pequeño hasta la biblioteca—. ¿Que quieres leer?— le preguntó parándose detrás, notando la clara diferencia de estaturas, debía al menos medir uno noventa contra aquel muchachito de apenas uno setenta y tres.
—usted ya los ha leído todos, ¿cuál es el mejor para mí?— bajo la mirada hacia la de su muchachito más feliz que antes.
—cualquier libro es bueno, niño, solo hay que saber apreciar el contenido— sugirió sentándose en el sofá de la esquina, viéndolo tomar uno de los de pasta oscura—. ¿Quieres leer esto?— preguntó cuando el chico ya iba a sentarse en el regazo de su amo—. Te traduciré lo que recuerde— Kyle asintió acurrucándose contra el pecho del mayor, relajándose al escuchar los latidos de su corazón.
Había escogido un libro en griego, uno sobre los bajos mundos y las criaturas como su amo, aunque tras no saber fue hasta Jason, quién le leería hasta que la vista se le cansase.
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