Capítulo 8: Soy mujer

Alexia

No sé qué pasa, no me han vuelto a encerrar, pero que Hunter me vigila eso es seguro. Limpio como de costumbre toda la cubierta y cuando estoy a punto de terminar, miro como está anocheciendo otra vez, pero el barco no se ha ido de la isla. Giro la vista y visualizo al capitán acercárseme. Nunca había venido hasta mí y eso me preocupa.

Me mira de arriba abajo.

―Niño, ¿cuántos años tienes?

―Eh... ―¿Debería inventar una edad o digo la verdadera?―. Yo...

―Da igual. ―Rueda los ojos cuando me interrumpe y luego sonríe―. Has trabajado duro, te daré una recompensa.

¿Eh? Esto es muy extraño.

―Hermano, no hace falta. ―Veo al teniente acercarse y se me acelera el corazón, recordando que estuve en su cama.

―¿Qué cosa? ―pregunto confundida.

―Iván, no te metas, ya llegará tu turno. ―Lo mira Freíd y luego vuelve a mí―. Hoy nos iremos a una fiesta y tú vendrás ―exclama animado y luego frunce el ceño―. Más te vale que no intentes nada raro.

Como escapar, supongo.

―¿Y qué quiere que haga allí? ―continúo cuestionando y me empiezo a poner nerviosa.

Espero que no quiera cortarme el cuello o algo por el estilo.

―Es una sorpresa, que te encantará.

No me gusta cómo suena eso. La hora pasa y el momento llega. Bajamos del barco y camino al lado del capitán como me ordena. Al ir al lugar, cada vez estoy menos convencida de seguir avanzando.

Muchos borrachos, un sitio cerrado, mujeres con escotes pronunciados, alcohol por todas partes y un ambiente de mala muerte.

Definitivamente, quiero irme, ¡pero ya!

―Hermosas, ¿cierto? ―acota el capitán cuando apenas me siento y empiezo a adivinar de qué va esto―. Tengo una especial para ti.

Escupo el vino que acabo de tomar y comienzo a toser.

―¡¿Qué?! ―expreso nerviosa.

―¿Estás bien? ―pregunta Iván del otro lado de la mesa.

Asiento y el teniente no dice nada más, porque su hermano lo fulmina con la mirada. Luego hace una señal a una chica, la cual se acerca rápidamente.

―Oye, Bree, ven para aquí ―Freíd ordena y la rubia se sienta sobre él―. Te pagaré el doble hoy, si me haces un favor. ―Agarra su mentón y ella sonríe.

―Lo que quieras ―le contesta y lo abraza por el cuello.

―¿Ves este muchacho de aquí? ―Me señala―. Necesito hacerlo hombre, ¿podrás?

Se muerde el labio inferior.

―Es pequeño, y no tan fuerte como tú, pero por ti... ―Lo besa aún con esa barba rojiza que tiene―. Cualquier cosa. ―Se levanta de sobre él y me ofrece su mano―. Ven, te mostraré dónde están mis aposentos.

Niego con la cabeza. Luego miro al teniente buscando ayuda, pero él intenta ignorarme. Ni siquiera me observa, se mantiene concentrado en su vaso. Mi secreto será descubierto, maldición.

No me queda otra que acompañarla.

Entramos al cuarto y trago saliva. Tengo que pensar una solución y rápido o estaré totalmente perdida. Se nota que la mujer tiene confianza con el capitán, se lo contaría, debo detenerla.

Me sobresalto cuando comienza a sacarse el moño de su vestido prominente. Trago saliva y bufo.

―No... no hace falta.

―¿Quieres hacerlo tú? ―Hace una risita graciosa.

―No, es que no... ―balbuceo, se me acerca y pone sus manos en mis hombros―. Yo... eh...

Ay, Dios.

Me empuja sobre la cama y caigo.

―Tranquilo, soy una experta. ―Apoya su pierna sobre el colchón, moviéndose el vestido―. En un momento quedarás fascinado.

Y tú sorprendida.

Se quita el ostentoso vestido y solo queda en esa ropa íntima que se usaba antes. Este mundo es tan extraño, pero sé perfectamente distinguir una situación pervertida.

Ay, no, me van a descubrir y me quieren besar. ¿Esto no puede ser más lésbico, verdad? Bueno, en cierta forma no lo es, ¡porque no lo sabe!

Cuando agarra mi chaqueta me alarmo. Debo decirle, no me queda de otra, no quiero que me desnuden, esto es patético. Quizás me entienda.

―¡No, no, espera, espera! ―grito repitiendo las palabras.

―¿Qué ocurre? ―Hace puchero―. ¿No te parezco atractiva? ―Se mueve sobre mí, intentando seducirme, lo que a mí solo me provoca arcadas.

Juro que no tengo nada contra las lesbianas, pero yo no soy una.

―No es que no seas linda, a un hombre seguro le encantarías... ―Y quizás a una mujer también, pero esa no soy yo―. Es que... tengo un inconveniente.

―¿Y cuál es ese? ―Se acerca a mis labios, lo que provoca que grite, por la desesperación de huir.

―¡Soy mujer!

Cierro los ojos y escucho un "¿Qué?"

Estoy perdida, pero ya lo dije, ahora que pase lo que tenga que pasar. Solo espero que sea algo bueno, por favor.

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