Capítulo 30 ☠️

Alexia

Las rocas caen, cerrando la cueva, entonces vuelvo con Derek y me encuentro con Iván. En el camino de regreso hay puro silencio, pero una vez que estamos en el barco, las risas de Freíd no se hacen esperar. Está contento porque los problemas con el rey se acabaron, ya que no los encontrarán, pues ahora yo tengo el control del brujo maldito. Yo no cantaría victoria todavía, pero él es el capitán, él sabe lo que hace. No importa que me moleste su tono contra los derechos humanos, dado que, obviamente, ahora Derek es como si fuera mi esclavo. Lo que tengo que hacer ahora, es encontrar una manera en la que pueda depositar su confianza en mí, entonces habré recuperado a mi bebé.

Decido recurrir a mi objeto mágico. Voy a la popa, reviso que no haya nadie y me agacho a hablarle al medallón.

―No sé si posees vida o no, pero, últimamente, me escuchas. Por favor, si tienes una señal que darme o mostrarme un camino, ayúdame a que Derek confíe en mí.

Nada ocurre, así que suspiro, guardo la medalla y me levanto. Camino, molesta, entonces observo las olas en el océano. Entrecierro los ojos para entender lo que ocurre. Algo flota en el agua. Corro a agarrarme del borde al reconocerlo.

Es un osito de peluche... ¡Es el oso que le compré a Thomas! Imposible. ¿Será? El recuerdo de que compré el peluche en unas vacaciones en la playa resurge en mí. Cayó al agua, detuve a Derek de ir a buscarlo, se veía nervioso de entrar, ahora entiendo que quizás el rey podría hallarlo si ingresaba en el mar, entonces con determinación le dije que confiara en mí, que yo iría por el peluche. Al inicio se negó, era una mujer embarazada y el juguete cada vez se iba más a lo profundo, entonces fui a por el osito.

Con la determinación de aquella vez, salto del barco y nado contra la corriente para agarrarlo.

―¡¿Alex?! ―grita Iván desde el barco, pues ve que me fui nadando―. ¡¿Qué crees que estás haciendo?! ¡¡Estás loco, regresa aquí!!

Tengo que recordarle a Derek que puede confiar en mí, no me voy a detener por las órdenes de mi teniente, estoy determinada.

Tomo el juguete, luego me giro a notar que el barco se encuentra lejos, pero tampoco veo a Iván en el borde. De repente, visualizo una soga volando. Parece mágica, podría decir que infinita. Como si nada me rodea, me levanta, y salgo volando en dirección al navío. Mi trasero choca con la madera, entonces quedo adolorida.

―Auch ―me quejo.

Diviso que Cleyton corta la soga de su cinturón, pero yo sigo rodeada con varias de estas cuerdas. Al parecer todos tienen armas extrañas y mágicas en este barco. Iván le da palmadas al pirata como manera de agradecimiento y se despide de este mientras sigo atrapada entre las ligas.

El teniente me mira, enfadado.

―Te vas a la celda ―aclara.

―¡¿Qué?! ―chillo―. ¡¿Por qué?!

―¡¡Estabas escapando!! Ya obtuviste lo que querías, así que te marchabas. Aunque eres idiota, porque te ibas a morir en el camino. Tengo que controlar tu cabeza de nuez.

―¡¡Oye!! ―me quejo―. ¡¡Solo fui a buscar el peluche!!

Observa el oso.

―Por un muñeco... ―Hace una pausa―. Estás muy mal de la cabeza.

―¡¡Ay!! ―chillo cuando me arrastra con la soga―. ¡¡Teniente, por favor, tengo que ir a hablar con Derek!!

―Ahora con menos razón te liberaré.

―¡¡Teniente, no sea caprichoso, solo fui por un osito!!

―¡¡Me diste un susto de muerte!! ―me recrimina. Bajamos las escaleras y me encierra en la celda―. ¡¡Reflexiona sobre tus acciones!! ―me reprende.

Lo observo de mala manera, nos mantenemos las miradas y luego de un momento, termina marchándose. Lanzo mi espalda al suelo, cansada, pero no suelto el muñeco de mi mano. Bufo por la fatiga, luego recuerdo que estoy en papada y me altero, sin embargo, no creo que se haya fijado en mi ropa.

El teniente es demasiado ciego.

Las horas pasan y me sobresalto al ver a Derek. Enarca una ceja al encontrarse conmigo, entonces me siento y sonrío, pero él es el que habla primero.

―¿Ya te metiste en problemas otra vez? ―pregunta con ese semblante serio―. Curioso, ¿por qué no me llamaste? Soy tu siervo, te hubiera sacado. De hecho, ahora tienes más poder que todos aquí y lo estás desperdiciando al no utilizarme ―recomienda.

Frunzo el ceño.

―No voy a hacer nada que te haga sentir como esclavo, sabes que soy asistente social, estudié esa carrera porque abogo por los derechos humanos.

―No soy humano ―me recuerda―. Y nuestro hijo tampoco, estamos condenados.

―Son vidas, fin ―digo determinada, luego sonrío―. Pero ya que tanto quieres obedecer, desátame. ―La soga brilla, entonces se suelta en un giro rápido. Salto al levantarme y con emoción declaro―: Gracias.

―No lo hagas, solo obedecía tus órdenes.

―Oye, no sé cómo funciona, pero toma. ―Cruzo la mano a través de los barrotes y le acerco el osito―. ¿Lo recuerdas?

Su mano tiembla y lo agarra, despacio.

―Esto estaba en la cuna de Thomas ―afirma.

―¿Recuerdas el día de la playa?

Alza la vista a mirarme.

―Sí.

―¿Puedes recordar que confiaste en mí? ―Trago saliva.

Hace una leve risa.

―No me quedó otra, tocar el agua hubiera sido mi fin.

―Pero puedes comprobarlo, ¿cierto? ―Hago una pausa―. Soy capaz de lo que sea por Thomas, como tú. No importa lo que sea... ―Me agarro de los barrotes y me aproximo lo más posible a él―. Yo quiero ayudar, deseo proteger a mi hijo y, si es lograble, a ti también. Por favor, dame una oportunidad, dime en dónde está.

Vuelve a mirar el peluche.

―¿Recuerdas que el capitán dijo que no volveríamos a cruzarnos con el rey nunca más?

―Sí... ¿Qué sucede con eso?

―La entrada de la dragona está en su isla.

―¿La dragona?

―No podía irme lejos de mi dueño, así que creé un portal allí, ahí le pedí a un ser divino que cuidara de Thomas. ―Alza la vista hacia mí―. Ahí está nuestro hijo, allí posees la oportunidad de arrebatarme a Thomas y, si lo sacas de ese lugar sagrado, quizás hasta consigas condenarlo.

―Derek...

―Su aislamiento es imprescindible ―me cuenta.

―¿No puedo tocarlo?

―Supongo que tú sí. ―Desvía la mirada―. Yo soy el contaminado.

―Yo... ¿Él tiene la opción de salvarse?

Suspira.

―Es capaz de evitarlo, pero no cambiará lo que es. Significa que hay que mantener a toda costa que nadie sepa de su origen y que jamás se acerque a la magia. Si sucede, todo lo que hice para que viva siendo normal, será en vano.

―Siento como si estuviera perdiéndolo otra vez. ―Mis ojos se humedecen―. ¿Qué debo hacer?

Alza la vista a mirarme fijo.

―Puedes hacer lo que quieras, ahora su destino está en tus manos, porque acabo de confiar en ti, no me decepciones.

―Juro que no lo haré.

Esta última escena es tan emotiva ❤️

Saludos, Vivi.

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