Capítulo 29 ☠️
Derek
Reviso el mapa sobre la mesa de la cabina del capitán, mientras este se asusta viendo como de debajo de mi parche cae una catarata de líquido negro. Suena como si de una tormenta se tratara con cada gota que cae en el piso y la tabla. Aun así, es buena señal, significa que estamos cerca.
―Prepara esa ancla, Freíd, creo que llegamos a nuestro destino.
Me alejo de aquella mesa redonda, luego me retiro de la cabina. Avanzo por el barco, entonces en un pasillo, vislumbro a Iván y a Alex, besándose. Ignoro el asunto, aunque duela, para poder centrarme en lo importante. El capitán obedece mi orden a pesar de que no hay nada a la vista, después subo un escalón al borde de la proa. Salto al vacío, por lo tanto, los piratas chillan asombrados al ver que se forma un camino.
―¡Derek! ―grita Alexia, corriendo al borde.
La ignoro, entonces sigo dando mis pasos, así que la isla deja de estar oculta a la vista, pero hay una especie de campo de fuerza que no puedo pasar. Supongo que hasta aquí llego yo. Me siento en el suelo a aguardar mi destino que está en las manos de unos calenturientos.
Alexia llega por mi camino.
―¡¿Se puede saber qué haces?! ―ella se queja―. ¡¿No podías esperar o mostrarme el sitio?!
―Lo que sea ―digo, tranquilo―. Solo entra y busca lo que tienes que encontrar, yo dormiré.
―¡¿En serio?!
Apoyo la cabeza en el suelo, sintiendo la fiebre.
―Sí.
―¿Estás bien? ―Se me acerca, nerviosa.
―Soy un brujo maldito, nunca estoy bien.
―No digas eso... y..., ¿y qué debo hacer? ―cuestiona.
―Ya te dije. ―Cierro el ojo.
―¿Así de fácil? ―Hace una pausa―. ¿No será una trampa otra vez?
Bufo.
―Fácil es para ti... lo que sea, no puede ser una trampa, no saben que robamos el mapa, puedo ver que es seguro. ―Siento la magia hablando.
―Eh... de acuerdo, confiaré.
Cruza el portal, entonces visualizo venir al otro calenturiento detrás.
―¡¡Alex!! ―grita el teniente y se choca con el campo de fuerza, así que me río―. ¡¿De qué te burlas, maldito oráculo?!
―No tienes una marca, no puedes pasar.
―¿Viste el golpe? ―cuestiona, ya que sigo con el ojo cerrado―. Supongo que lo hiciste sin verlo.
―Claro, capitán obvio.
―¿Te puedo empujar y que te ahogues? ―ofrece.
―Claro, aunque Alexito te odiaría, lo harías perder la oportunidad de recuperar al bebé.
Siento su frustración y sus celos.
―Lo sabes por ser oráculo, no te jactes tanto.
Me río.
―Ya te dije, yo sé más de esa personita que tú, pero no sufras, tú confías más en ese pequeño ser que yo, punto para ti.
―¿Por qué me dices eso? ―Queda confundido.
Abro mi ojo.
―¿Por qué no? Estoy condenado, así que no importa que tan fuerte sea, tengo el destino sellado y hay una pequeña personita caminando en el limbo.
―Estás loco. ―Me observa, desconcertado.
―Todos los malditos lo estamos.
Ojalá poder liberar a Thomas, pero la meta se siente muy lejana. Antes no me importaba nada. Supongo que ser padre te cambia el cerebro. Nada más quería ser libre y lo olvidé todo, no pensé en las consecuencias. Olvidé por completo quien era y permití que otro brujo maldito naciera. Fui un inconsciente, lo dejé existir, para que el mundo se aprovechara. Arruiné su alma con mi herencia maldita, ahora está condenado a servir. Me hace sentir egoísta, por pensar que por un momento podía ser normal.
Dime, Alexia, ¿puedes encontrarle el camino a su libre albedrío? Quizás pueda soñar con ello y olvidar.
Alexia
Avanzo por la extraña isla, parece que el agua flota aquí. Es idéntica al señuelo, pero todo se ve como suspendido. Me adentro en el volcán, la lava también flota, así que mantengo distancia, y me sorprendo cuando veo que, en la roca, hay un enorme símbolo dibujado. Supongo que debo llegar ahí.
Recuerdo que Derek caminó en la nada y se formó un sendero, así que me arriesgo, pongo un pie, entonces, como imaginé, se crea un escalón.
Debo confiar.
Avanzo mientras los escalones se van generando, entonces oigo rayos a mi alrededor. Suspiro, acto seguido, con mis dedos temblando, toco la roca que tiene un tono negro y rojo brilloso, del color de la lava. El dibujo en mi mano hace más chispas, después el símbolo se introduce en mí y grito, agachándome. El dolor es más fuerte que cuando hice el trato con Derek, pero como empezó también desaparece. Además, la imagen ya no está en la pared.
Todo se derrumba.
―¡Ay, mamá! ―Salgo corriendo.
¡La obtuve, al fin tengo la marca de Derek!
Próxima parada, salvar mi pellejo y que las rocas no me den en la cabeza. Luego sí, el siguiente destino es mi bebé. Aunque la cuestión es, ¿cómo hago que Derek confíe en mí? Tengo que convencerlo a toda costa.
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