Capítulo 17 - Erik se entera

La nieve llegó tan abruptamente que Christoffer salió de casa bajo un cielo azul y límpido y, un poco antes de llegar a la escuela, todo se nubló y la capital se rodeó de una gruesa capa de nata blanca, haciendo parecer a los edificios como la decoración de una típica casa de galletas navideña.

Ni siquiera en las noticias habían pronosticado la venida de los nevazones tan pronto. La noche anterior solo había nevado un poco y para la mañana ya estaba todo derretido y convertido en posas de agua. Ahora, nadie sabía hasta cuando estarían envueltos en frialdad y paisajes vestidos de blanco.

Bajó del bus casi resbalando y avanzó a duras penas por la calzada, con pasos amortiguados y los dedos de los pies entumecidos, odiándose a sí mismo por haber venido sin guantes, ni gorro ni sus botas para la nieve. Vivía en uno de los países más helados del mundo y todavía no entendía cómo debía abrigarse.

Un remolino de copos blancos germinó de una infinidad cenicienta y casi sumergió en la oscuridad a su escuela, volviendo el mundo silencioso y ralentizando el tránsito hasta ser casi antinatural. Los coches avanzaban con mucha cautela, los transeúntes chillaban y patinaban en las aceras, y las aves se escondían en lo más fosco y profundo de esos setos podados llenos de nieve.

Sintiendo sus mejillas adoloridas por el frío, se cubrió la nariz con la bufanda que tenía alrededor de su cuello y caminó rápidamente hacia la escuela como sus demás compañeros, deseando haberse puesto algo más apropiado para aquella tormenta.

Estaba entrando mientras le castañeaban los dientes, cuando Liv se le cruzó en su camino. Venía peinada con dos horquillas, una a cada lado de su brillante cabello. Llevaba una sonrisa en sus labios y venía maquillada, aunque eso igual no podía esconder lo cansada y adolorida que se hallaba. Había llorado mucho y sus ojos y párpados lo demostraban.

—Christoffer, hola —sus labios temblaron —. Quería hablar contigo acerca de la fiesta.

Miró instintivamente sobre la cabeza de la chica y vio a Magnus a unos metros saliendo del baño junto a Joachim. Ambos se fijaron en la pareja, aunque Magnus con una actitud mucho más de rechazo, poniendo cara de dolencia y alejándose hacia las escaleras con su amigo consolándole.

—No creo que sea buen momento...

—Escucha, será rápido —miró a sus lados, avergonzada —. Intenté hablar con Magnus, pero no se tomó bien lo de nuestro beso, a pesar de que he sido muy enfática con que él no me gusta ni me gustará.

—¿Pero?

Ella se relamió los labios, como si todo aquello hubiese sido inevitable.

—...pero me gustó. La verdad es que me gustas mucho y creo que podríamos salir juntos para conocernos mejor —sonrió, aunque realmente no se veía feliz al decir esas palabras —. Eso sí, en el caso de que sientas lo mismo, habrá que hablar con Magnus de nuevo y no besarnos cuando esté cerca para no dañarlo más. No quiero que nadie salga perjudicado por esto.

Christoffer entrecerró los ojos y se lo pensó un momento. Si la gente se llegaba a enterar que había rechazado a Liv, ocurrirían dos posibles cosas: Primero, dirían que fue un puto al besarla cuando ella estaba bajo los efectos de la embriaguez, y segundo, comenzarían los rumores de que en realidad es homosexual.

Ninguna de las dos opciones lo dejaba contento.

—Hablaré con él —dijo al cabo de uno o dos minutos —. Déjamelo a mí y después... Después veremos eso de salir. Me agradan... ¿las pelis?

—¡A mí igual! —pegó un pequeño brinco y su sonrisa se ensanchó, coqueta —. Entonces, esperaré tu mensaje.

—Está bien.

—Este... ¿Sabes de alguien más aparte de Magnus que podría molestarle nuestra presencia?

El rubio levantó los hombros.

—No que yo sepa. Pero será mejor ser discretos de todas maneras. Te llamaré.

Alegre, la chica siguió su camino en dirección al baño por el principal corredor cubierto de pisadas de lodo y nieve sucia. Christoffer suspiró, sin atraerle mucho la idea de tener que pasearse por la ciudad con ese frío para salir con alguien que realmente nunca le llegaría a interesar.

En clases, ni siquiera pudo concentrarse. El profesor de danés los dejó escribiendo un texto inmenso para evaluar la ortografía y caligrafía de sus alumnos. Todos estaban en silencio, concentrados en las hojas, solo que él miraba al frente con la barbilla apoyada en su mano, mirando algún rincón sucio de la sala, distraído.

Sentía los ojos de Lian llenos de preocupación sobre su cara, pero no le dirigió ni la mirada ni ninguna palabra. Tenía que pensar algunas cosas antes de volver a actuar con normalidad con todo el mundo.

A pesar de que habían pasado días desde Halloween, Magnus seguía viéndose molesto. Para la hora de almuerzo, él y sus amigos estaban en la cafetería porque su mesa del jardín había quedado cubierta por la nieve y unas ramas caídas. Comía una ensalada, aunque lo único que hacía con ella era dividirla en varias partes. Un sector con tomates, otro con lechuga, otro con pepinos y así. Hablaba de los planes que tenía para la siguiente fiesta, ya que se acercaba el cumpleaños de Torben y estaba seguro de que haría una fiesta masiva en su casa a la que sí o sí debían ir.

—...me han dicho que su casa tiene piscina temperada, o sea bajo techo, y... El año pasado encontraron miles de condones rotos en el baño —Miró a cada una de las caras de repulsión de sus amigos y asintió como si les estuviese contando una historia de terror a las tres de la mañana —. Así es. Condones rotos y usados.

Se encogió de hombros y siguió repartiendo su ensalada.

—Escuché que la madre de Torben casi lo mata por encontrar semen en la alfombra de su salón. Realmente sus fiestas son de otro planeta. Esas sí que son orgías grupales.

—¿Y tú quieres que vayamos? —Joachim mostró más asco que nunca —. ¿Aló? No sé si ustedes quieren perder su virginidad así. Lo digo por experiencia y no lo recomiendo. Y, por cierto, a mí me está yendo bastante bien con la chica que conocí en Tinder.

Armin sonrió de oreja a oreja y le pegó un codazo directo en la costilla, queriendo saber un poco más.

—Bueno, nos hemos juntado dos veces en el Starbucks que queda cerca de mi casa —Asintió, como si realmente el tema no lo motivase tanto como lo hacía —. Es una buena chica. Se llama Emma. Y habla francés, danés, inglés y alemán. ¡Impresiona de solo oírlo!

Magnus comenzó a reír tan fuerte que las mejillas de sus tres amigos se tornaron rojas cuando varios se dieron vuelta a verlo. Era como si quisiera que todo el mundo se percatase de que era feliz otra vez.

—¡Me encanta Tinder! Creo que voy a descargármelo también. Es una gran oportunidad para conocer gente, ¿no? —Los miró a todos. Nadie contestó —. ¿Verdad?

—Magnus, ¿qué haces con tu ensalada?

Los ojos bien abiertos de Magnus se dirigieron a Lian, quien había estado mirando su plato en todo momento.

—Nada, nada. Solo la reparto.

Lian alzó ambas cejas.

—Creo que no puedes repartirla más.

Efectivamente, ya la había sorteado a la perfección. Ofuscado, tomó su tenedor y picó un tomate de mala gana, llevándoselo a la boca y masticando con asco, como si lo hubiesen obligado a comer excrementos.

—¿Cuándo vamos a hablar sobre lo ocurrido en la fiesta de Halloween? —indagó Lian, también tomando su tenedor y picando un poco de lechuga sin ánimos. La había aliñado solo con limón porque Gijs le había prohibido el aceite y la sal por esa semana, ya que le había aparecido una espinilla junto a una de sus patillas y, a pesar de que podía taparla con su cabello, para él resultó ser una tempestad y lo castigó.

—¿Qué vamos a hablar sobre eso?

Armin y Joachim se miraron en silencio, conforme Lian se acomodaba en su silla e inclinaba el pecho hacia Magnus.

—Bueno, Christoffer y Liv se besaron.

—¿Y?

Magnus intentaba con todas sus fuerzas no verse como que aquello le dolía.

—Entonces, ¿no sigues sintiéndote mal al respecto?

Armin, sentado al lado de Lian, le dio un pequeño tope con su zapato en la pantorrilla, pero Lian no se detuvo. Quería hablar sobre eso y que su amigo superase de una vez por todas a Liv, quien había sido clara desde el día uno con respecto a sus sentimientos hacia él.

—No, claro que no, Lian. Esa fiesta estaba hecha para enrollarse con gente como todas las fiestas que hace ese grupo de amigos. Christoffer y Liv no fueron los únicos que casi tiraron esa noche.

Comió otro tomate y de nuevo colocó esa cara de querer vomitar.

—Erik y Milena follaron esa noche. ¡Y en la pieza de sus padres! Menudo asco —tragó saliva y su cara se arrugó como si los tomates fuesen agrios —. Ruth se enrolló con uno de segundo año. Olivia hizo un trío antes de vomitar... ¡Oh! Sin olvidar lo de Christoffer y Milena. ¿Lo ves? Todos con todos.

—Sin olvidar que, según un rumor, también se habría metido con un hombre —agregó Armin, con la boca llena.

Lian parpadeó y se sintió incómodo enseguida. Trató de no moverse mucho en la silla y no fijar sus ojos en ninguno de los integrantes del grupo para que no notaran que mentía. La verdad, no estaba seguro si ese hombre era él. No habían hecho nada malo.

—Hum, ¿con quién? —preguntó, mirando la pantalla de su celular, como si no le interesase.

Magnus se rascó el puente de la nariz, justo cuando un grupo de chicas pasaba por su lado chillando y riendo de alguna broma y se ponían a la larga fila para comprar café y entrar en calor.

—No lo sé. Yo también escuché que supuestamente lo hizo con un hombre —se encogió de hombros —. Tal vez hizo un trío con Milena.

—Y... ¿quién te lo dijo?

Armin miró a Lian y se encogió de hombros.

—Yo se lo escuché a unos chicos en las gradas.

Magnus puso cara de pensar.

—Yo escuché a Liv hablando de ello hace poquito. Aunque ya lo sabía. Armin nos lo había contado, ¿no recuerdas?

Lian asintió y dijo algo sobre haberlo olvidado. Su agenda estaba tan llena que solo se acordaba de sus tareas con su entrenador. No obstante, Magnus apretó los labios, sin creerle nada. Poco a poco, se volvió una sonrisa pícara.

—¿Te gusta Milena, Vaughan-Zhang?

—¿Qué? ¡No!

—Oh, Lian, sería muy perfecto que tú salieses con Milena y yo con Liv.

Joachim volcó los ojos y se mostró abatido con el tema ya.

—Magnus, ¿es en serio?

Lian asintió y lo apuntó con su tenedor.

—No hay un Milena y yo ni un Liv y tú. Y no puedes seguir caminando por allí creyendo que va a suceder, Magnus. Para.

—Hey, no tienes que ser tan borde. ¿Por qué me dices que pare?

—Es que deberías parar con todo este rollo de Liv. ¿En serio te compensa?

Magnus arrugó la nariz, verdaderamente abatido.

—No te entiendo.

—Esto. De pasarte casi toda la secundaria detrás de una chica que no te hace caso.

Joachim asintió mientras masticaba unas zanahorias, añadiendo:

—Es que es verdad lo que te dice Lian, compañero. Estás al borde de lo patético. Te lo decimos con todo el cariño y la comprensión del mundo. Todos hemos sido rechazados alguna vez —Al ver que Magnus se estaba poniendo rojo de furia, intentó desviar la atención a historias pasadas: —Armin, por ejemplo, no le resultó con la capitana del equipo de basquetbol porque ella era más alta y no le gustaban los chiquitos, ¿te acuerdas, Armin? Y bueno yo me he liado, sí, pero casi siempre me resulta cuando voy super borracho, lo cual no es ninguna gracia. Y... Lian... pues... Pues él rechaza a todo el mundo, ¿no?

Comenzaron a reírse los tres, pero el estado de ánimo de Magnus solo empeoró. Cuando menos lo esperaban, apretó los labios entonces y golpeó la mesa con ambas palmas de sus manos, sin ser fuerte, pero lo suficiente como para que Lian le alzase una ceja ante ese comportamiento.

—¿Qué sabes tú si Liv me hace caso o no? A ver, quiero oírte, señor Sherlock Holmes.

El mencionado volteó ambos ojos, jadeando.

—A ver... ¿Liv te llama? ¿te escribe? ¿se digna siquiera a saludarte cuando pasas frente a ella? No. Lo único que ha hecho es demostrarte que no le gustas y que ahora le gusta Christoffer Herman Dahl. Es que no hay más, Magnus. Tienes que olvidarla.

Magnus hizo casi un puchero. Un mohín de puro desagrado y pena. Lian sintió compasión por él y colocó su mano sobre su brazo.

—Vales muchísimo más que cualquiera. Vales más que Liv. Ella simplemente no te merece.

—Sí, claro. Solo me lo dices para no decir que me rechazó por algo mejor.

Lian sonrió y negó con la cabeza, haciéndole un pequeño cariño con su mano sobre su camisa.

—Christoffer no es ni la mitad de guapo de lo que se cree. O sea, ni un cuarto.

Joachim y Armin se miraron, tratando de pasar desapercibidos mientras masticaban silenciosamente sus almuerzos. Entonces, Armin recordó algo y le pegó un codazo a Magnus.

—Eh, oye, que mi mamá de toda la vida me ha dicho que un clavo saca otro clavo. En cuanto encuentres a otra chica que llame tu atención, te olvidarás de Liv Clausen para siempre. Es un hecho.

Lian se encogió de hombros.

—Bueno, chicos, yo me viro. Tengo que juntarme con Gijs antes de que termine este recreo. ¡Hasta luego!

Dicho aquello, tomó su bolso y salió de la alborotada cafetería, dejando a sus tres amigos atrás. Magnus hizo un puchero y no quiso mirar a Armin y Joachim que cuchicheaban sobre él como si también se hubiese largado. Sabía que estaba perdiendo toda su integridad. Sus tres amigos se lo habían hecho saber con todas las formas y colores, pero, aun así, sentía que no era que ella no lo merecía, sino que ella no merecía estar con un tipo feo, bajo y gordo como él, sin ninguna gracia, a diferencia de Christoffer Dahl.

-xxx-

Cuando la jornada escolar había terminado aquel jueves, el sol había comenzado a salir otra vez. Todos los alumnos se encontraban en el patio frontal en sus grupos de amigos disfrutando los rayos cálidos o bien caminando de la mano con sus parejas del momento rumbo a sus casas o la parada de autobuses.

—Tal vez deberíamos juntarnos a hacer algo los cuatro. —dijo Armin, mirando sus botas cubiertas de nieve. —¿Qué tal hoy a la noche?

Lian negó enseguida.

—No puedo. Trabajo y entreno hoy.

—Ah, verdad que ya estamos hablando con el único adulto responsable del grupo.

Lian trabajaba de mesero de vez en cuanto en un restaurante de comida china. Cuando lo contrataron, solo se fijaron en cómo lucía, ya que el dueño quería mantener la sensación de estar en Asia en todos los aspectos, por lo que no le importó su inexperiencia laboral ni los limitados horarios que tenía el joven para laburar. Solo le importaba su cara de asiático.

—Entonces, Magnus, ¿cómo te sientes sobre lo de Liv?

La nieve brillaba alrededor de ellos, inmóvil y hermosa. No importaba cuánto frío hiciese, todos seguían con sus rutinas por delante.

—Sí, estoy bien. Supongo que me sentiré mejor con el tiempo, por lo que intento no pensar en ello.

Armin sonrió con su respuesta y lo abrazó con uno de sus brazos, envuelto y envuelto en capas de ropa.

—Así me gusta. Yo digo que esa bastarda no está a tu altura.

—Sí, bueno, ella se lo pierde. Además, ya nadie habla de mí. Ahora todos hablan de Erik Fisker.

Lian frunció las cejas. Sus mejillas estaban azuladas.

—¿Erik? ¿Por qué?

—Porque Milena se metió con Christoffer y a la mañana siguiente Erik le pidió ser su novia, ¿no te acuerdas? Bueno, la cosa es que Erik se enteró hace poco y se volvió loco. Han dicho que Milena ha estado llorando en el baño toda la tarde.

Joachim asintió, aclarando que él había escuchado lo mismo.

—Milena misma se lo confesó todo. Dijeron que vieron a Erik hecho un psicópata después del almuerzo —Levantó la barbilla y la nariz de repente —. Y hablando del rey de Roma...

Lian miró a su alrededor, viendo que Christoffer Dahl se les estaba acercando, abatido. Tenía las mejillas rojas al igual que la nariz y las orejas. Tenía tanto frío por estar mal abrigado que respiraba innatamente por la boca, dejando escapar nubes pálidas cada cierto tiempo. Su labio inferior estaba totalmente partido.

—Hola —dijo al llegar, creyendo que desfallecería —. Venía a hablar con Magnus.

El aludido se cruzó los brazos sobre el pecho y se giró hacia él con actitud caprichosa.

—¿De qué sería?

—A solas...

—No. Lo que sea que tengas que decir, quiero que mis amigos sean testigos.

El rubio volcó los ojos. Tenía copos de nieve sobre su cabello y pestañas. Lian no podía dejar de mirarlo, sin saber qué sería capaz de decir en esos momentos. ¿Y si destruía la autoestima de Magnus por vez consecutiva?

—Bien, iré directo al grano entonces. Liv me pidió que comenzáramos a ir a citas los dos.

Los labios de Magnus se entreabrieron y sus brazos cayeron sin peso. No quiso verles la cara a sus amigos. Sabía que estaban tan sorprendidos como él. Sorprendidos para mal.

—Así que te pido que respetes nuestra decisión de empezar una relación formal.

Los ojos verdes de Christoffer, confundidos y apagados, parpadearon y miraron por un instante a Lian, quien apartó la mirada enseguida a sus botines, donde el barro había intentado escalar a través de ellos.

—Bueno, no sé cuánto vaya a durar su envidiable relación.—dijo Magnus con sarcasmo y una sonrisa del mismo estilo. Christoffer achinó bastante los ojos al no entenderle y porque también el sol brillante le daba justo encima.

—¿Qué dices?

—Eso, no sé cuánto vayan a durar. Tal vez hasta que se entere que te enrollaste con su amiga minutos antes de enrollarte con ella en Halloween.

Christoffer miró las caras de todos los presentes. Había sido descubierto y se le notaba el pánico en los ojos.

—¿Qué? Yo no...

—No nos mientas o seguiré lanzando verdades. ¿También lo hiciste con un hombre? ¿No? Qué bajo has caído.

Los ojos de Christoffer volvieron a mirar a Lian y luego a Armin y Joachim. Los tres se mordisqueaban los labios y miraban en otras direcciones.

—Eso no es así. Dejen de esparcir rumores. Todos ustedes.

Aclaró la garganta y adquirió una actitud a la ofensiva.

—¿Y qué tendría de malo? Sea mujer u hombre, uno o mil, es cosa mía. Nadie pidió tu opinión —Lo recorrió con unos ojos desaprobadores —. Y tampoco es como si fuera una opinión que andes insultando gratis a la gente por lo que hacen con sus vidas sexuales o no.

Magnus intentó hablar, pero el rubio continuó:

—Así que les pediré que por favor dejen de darle demasiada importancia a mi existencia. ¿Qué tan aburridos tienen que estar para inventar cosas así?

Joachim dio un paso al frente entonces y se puso a la altura de Magnus. Era mucho más alto.

—No sigas, Dahl. Milena se lo ha confesado todo a Erik hoy.

—¿A Erik? —Negó con la cabeza sistemáticamente. Realmente lucía extrañado —. ¿Qué cosa tendría que decirle?

—Escuché que te vieron con ella en el corredor de las habitaciones —le contestó el pelirrojo sin tapujos.

—¿En el corredor?

Entonces, los ojos de Joachim se abrieron más y observó a algo o alguien más allá de su presencia, caminando hacia Christoffer. Los ojos de Magnus se abrieron con pavor y Lian y Armin se quedaron perplejos y boquiabiertos, justo cuando el rubio decidía darse la vuelta y, antes de poder procesar que Erik estaba detrás de él, le llegó un combo en el pómulo que lo dejó aturdido y lo hizo perder el equilibrio hacia atrás, dejándose caer sobre el pecho de Joachim, quien se encontraba justo detrás de él y logró detener una posible caída.

Erik venía acompañado de sus dos amigos de toda la vida y los tres fueron contra Christoffer para patearlo o paralizarlo a cachetadas. Magnus gritaba sonoramente, alejándose de la turba, mientras Lian, Joachim y Armin ponían opresión para detener la pelea, recibiendo de vez en cuando patadas o combos que iban dirigidos a Christoffer, quien intentaba patalear y cubrirse la cara para no recibir los arañazos de un Erik que jamás había conocido. Estaba furioso de pies a cabeza y nadie podría detenerlo.

—¡¿Qué coño haces liándote con mi novia, maldito canero?! —Trataba de soltarse de los agarres —. ¡Suéltenme! ¡Déjenme darle su merecido a este puto de cuarta!

Magnus gritaba como urraca. Armin golpeó numerosas veces en la espalda al agresivo de Torben con su mochila para que dejara de torturar a Dahl. Joachim trataba de darle combos de vuelta a Nikolai, por lucir como el más débil de los tres, mientras Lian se interponía entre Erik y Christoffer, intentando detener su ataque. Groserías se escuchaban al aire. Golpes, manotazos, empujones, rasguños, los zapatos resbalándose en la nieve, el eco.

Entonces, bajo la mirada de muchos estudiantes curiosos y espantados con la escena, algunos se unieron para separar a los peleadores principales, logrando en pocos minutos contener el enfrentamiento. Christoffer logró colocarse de pie, sintiendo el pómulo hinchado, como si tuviese vida propia, mientras Erik se movía bruscamente para que lo soltaran.

En uno de esos jaleos, intentó volver a acercarse a Christoffer, quien levantó los brazos, todavía sin saber cómo reaccionar.

—¡Vete a la mierda, Dahl! —Escuchó que le gritó, mientras Nikolai le jalaba un brazo.

Logró soltarse y casi se lanzó a golpearlo otra vez, pero Lian se interpuso y lo empujó con ambas manos hacia atrás.

Más gritos y caos. Nikolai dijo algo sobre que el director podía suspenderlos si llegaban a enterarse. Las clases habían terminado, pero seguían dentro de los perímetros del centro educativo.

—¡Eres un plasta! —gritó Erik.

—¡Cállate! —berreó Joachim de vuelta, poniéndose frente al rubio platinado.

Por fin lograron separar a ambos grupos a una distancia prudente. Seguían vociferándose cosas, pero al menos ya no se golpeaban.

Así, teniendo solamente un rasguño en el labio que había comenzado a sangrar y el cabello completamente desordenado, con lágrimas en los ojos por la rabia contenida, pegó un manotazo para que Torben le soltara el brazo y le lanzó una mirada de completo odio y rechazo a quien solía ser su amigo, quien ahora con suerte lograba mantener su respiración en un rango normal.

—Púdrete en el infierno, maldito puto desgraciado.

Dicho aquello se dio la vuelta y caminó hacia la salida, cubierto de barro y nieve en todo el uniforme, tocándose el labio herido de vez en cuando mientras Torben y Nikolai lo contenían. Christoffer suspiró, agotado como si hubiese corrido la maratón nacional, rodeado de esos cuatro nerds que todavía estaban petrificados.

Aquello había salido peor de lo que había planeado nunca. Menos cuando en realidad había sido Milena quien se le había tirado encima. Cuando él la quitó porque no tenía intención de besarla, ella, con una expresión rara en la cara—también estaba ebria—, había dicho textualmente: Liv no besa a nadie sin que yo los bese primero.

Y tras eso, vomitó en el pasillo a dos pasos de distancia.

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