Final• Las penitencias
Arte. @ am4ci on Twitter
Miraculous Ladybug no es de mi propiedad al igual que el arte aquí utilizada.
Actualidad
Cuando llegó al segundo piso de la Torre Eiffel todo parecía tan solitario, tan irreal que dudó por un segundo de la veracidad de todo ello.
Hawk Moth no podía haber vuelto, ella misma había visto su cuerpo comenzar a consumirse poco a poco cuando Adrien se lo llevó, incluso él mismo le había contado la otra noche cómo había abandonado su polvoriento ser junto al Sena, pero, ¿Y si el lucky charm en serio había arreglado todo? ¿Y si Gabriel Agreste seguía con vida y era quien había estado aterrorizando la ciudad los últimos meses.
Jadeó cuando escuchó los pasos pesados sobre el metal, virando cómo el hombre enmascarado hacía acto de presencia en el lugar.
Había algo extraño en él, su cuerpo era musculado cuando en el pasado había sido bastante fino, y para su edad se veía bastante...
—Al fin llegas, Ladybug— murmuró el varón y un escalofrío le recorrió hasta la médula.
—Ha sido usted todo éste tiempo, ¿No es así, señor Agreste— soltó agresiva intentando ponerse en postura de pelea.
El hombre chasqueó los dedos y la tormenta de mariposas llegó dejando tres personas sobre las vigas. Marinette tembló por el miedo de que alguien hubiese resultado herido. La pequeña Sophie temblaba del terror, Hugo no parecía poder comprender del todo lo que pasaba, ambos amordazados, y Luka hervía en furia.
Intentó encaminarse hacia su familia, pero una ráfaga nueva le hizo caer sobre su trasero.
Hawk Moth se acercó a ella y apuntó a su rostro con el báculo que llevaba. Su voz era diferente, su cuerpo, su mirada, era como si se enfrentara a otra persona.
—Puede amenazarme lo que guste, Chat Noir llegará pronto, y lo venceremos nuevamente— apuntó.
Él comenzó en ascenso una risa turbia y profunda, tan burlona y dolorosa que Marinette no sabía siquiera cómo reaccionar.
—Tal vez no te has dado cuenta, pero Chat Noir lleva años muerto, dulce Marinette— murmuró lanzando el anillo de la destrucción a dónde ella estaba— diez años muerto...
Marinette tomó entre sus dedos la joya.
—¿Qué le has hecho?— cuestionó aterrorizada.
—¿Yo? ¿Qué le has hecho tú? Lo hiciste desfallecer día con día, te llevaste su alma y la lanzaste junto a sus recuerdos. Estábamos destinados a estar juntos, Marinette, pero tú preferiste seguir viviendo una vida que no te correspondía, junto a él— finalizó con dirección al Couffaine.
—Maldito, deja en paz a mi esposa y a mis hijos o te juro que te voy a matar...
—¿Me vas a matar? ¿Cómo vas a matarme?— Inició levantando la mano. Apuntó hacia el de cabello teñido y una traviesa mariposa revoloteó cerca de su frente, para luego entrar desde ella, provocando alaridos de dolor y que el cuerpo del músico cayera sin más después de haber sido atravesado por el insecto que emprendió vuelo lejano, manchado en sangre ajena— Si tú ya estás muerto...
El sonido de su cuerpo al impactar contra la viga le provocó un quiebre inexplicable en su interior.
Sus ojos quedaron abiertos como un par de ventanas que dan a la lluvia oscura del final de verano.
No tenían más brillo, no habitaba en ellos la paz singular.
Luka Couffaine había muerto en manos del peor villano de París.
La cólera comenzó a correrle, acompañada de impotencia y desesperanza.
Sus hijos miraban con lágrimas en los ojos y gritos ahogados por el agarre que acallaba bestial sus bocas.
Él soltó una bofetada a la mujer, encorvándose a su altura y contemplándole de la manera más amarga que podía.
—Todo ésto es culpa tuya, Marinette. Si tan sólo no hubieras tentado al destino, si hubieras seguido tu camino junto a mí en lugar de desviarte de la mano de ese maldito imbécil... Todo sería más fácil.
La bofetada y las palabras como dagas cortaron en la cabeza de Marinette. Viró una vez más el cadáver de su esposo y cómo de él emergía una mariposa negra que al volver con el contingente se tornaba a blanca de nuevo.
—T-tú... Tú eres...
—El culpable, sí. Yo maté a mi padre, akumaticé a Nathalie, a Fu, a Luka. Claro que él tenía ya por sí solo sus propios demonios. Eso no evitó que me siguiera estorbando.
— Adrien...─ susurró con sorpresa.
El rubio sonrió ladinamente, no podía quitarse la máscara, sin embargo sabía que ella lo reconocía, fue cuando sus zafiros destellaron y temblaron en dolor que él tomó su mentón con brusquedad, gruñendo entre dientes.
─Me fui y no dudaste ni un segundo en correr a los brazos de otro─ susurró dando otra bofetada. Ésta vez logró sacarle sangre que quedó como marca en el anillo de su padre, aquél que había usurpado de sus pertenencias.
Se reincorporó acercándose al cuerpo de Luka. Sus ojos estaban abiertos, sin embargo, el ritmo que marcaba su respiración había cesado y de su frente escurría sangre procedente de la hendidura que había creado. Sonrió complacido una vez más. Con el bastón removió un poco el cuerpo, siendo distraído por el jadeo de uno de los niños aún expectantes.
Miró con quietud a la pequeña Sophie quien desconsolada se removía entre las ataduras, dejando capturar las lágrimas sucias en la tela que le apresaba. Hugo, por su parte, tenía pequeñas lesiones por la fuerza que seguro llevaba rato ejerciendo.
─A ellos déjalos en paz, Adrien... por favor─ rogó la heroína.
─¿Por qué habría de hacerlo? Ellos son sólo el recordatorio de que te he perdido, Marinette. ¿Sabes?
Miraba las estrellas todas las noches, sintiendo la luna menguar, esperando que tú la vieras igual y que me esperaras, porque algún día iba a volver contigo, para ser felices.
—Te fuiste, ¿Qué me aseguraba que volverías?— mostró enojo la mujer. Adrien giraba el bastón entre sus dedos mirando a los niños—Te dieron por muerto.
— Pero no morí, por lo menos no mi cuerpo. Cuando papá falleció finalmente entre mis brazos, me hizo saber que sin un villano al cuál perseguir lo nuestro estaba acabado. Mi corazón se encontraba delirando y debatiendo si tú me seguirías amando después de todo, si me esperarías en tu balcón con tu corazón intacto y aún conmigo como su dueño— tomó el bastón entre ambas manos, apretando con fuerza mientras sus guantes y éste formaban un rechinido odioso — Pero no, tenías que meterte con él, tenías que meterte con Couffaine.
—¿Qué se supone que debía hacer? Tan sólo mira hasta cuándo has vuelto. Te fuiste esa noche, no debiste hacerlo, no debiste abandonarme cuando más te necesitaba, cuando más te necesitábamos.
—Estabas casada, maldita sea.
—Eso no te importó los últimos meses.
—Tenías un hijo con él ¿Crees que no fue difícil para mí también?
—No, no sólo tenía un hijo con él— murmuró mirando a su pequeño Hugo quien atónito seguía todo aquello— Tenía un hijo contigo...
—No, eso es lo que creí por mucho tiempo, pero entonces llegué aquí, y él...
—Algunas veces... Hacemos cosas por amor...
El rubio soltó a los niños. Sophie se desmayó del cansancio mientras el menor de gemas verdes apenas podía sostener la respiración y los ojos medio abiertos.
— Estaba casi seguro de que él era mi hijo, que podría venir aquí y recuperarlos, pero entonces vi cómo él lo admiraba, y cómo Luka lo adoraba. Era su héroe, yo no podría competir contra eso jamás.
—Hugo también te admiraba a ti, Adrien, ésto se puede solucionar...
—¡No puede, Marinette!— gritó colérico— Tú lo dijiste la otra noche, has dejado de quererme, me olvidaste cuando marché al Sena— Mencionó dando pasos hacia atrás, alejándose de ella.
—No, Adrien, yo no te olvidé, nunca dejé de amarte...— sollozó.
Los quejidos de la moteada hacían retumbar con fuerza algo dentro de Adrien. Su cuerpo se entumecía poco a poco y ver al pequeño niño acercarse asustado a su madre le quebró desde dentro.
—Aunque me hubiera quedado, me habrías dejado, él lo dijo— susurró Adrien cuando el llanto comenzó a florecer desde el dolor de su pecho. Dejó caer el báculo y con desespero llevó una mano a su cuello, arrancándose el prendedor de su padre. Nooroo salió disparado y casi inconsciente.
El rubio no sabía qué más hacer, estaba a punto de estallarle la cabeza. Con ambas manos se sujeto fuertemente la misma mientras con su vista desorientada intentaba manejar todo — Me habrías dejado, me habrías abandonado porque yo era un asesino, porque lo maté, porque maté a mi padre, Marinette, maté a mi papá— jadeó con un llanto amargo y una mueca de sufrimiento y ardor que no parecía disminuir.
Ella intentó gatear hacia él, buscando alcanzarlo y reconfortarlo, pero él se alejaba cada vez más.
—No, yo nunca te habría dejado, porque te amaba, porque te amo con toda mi alma— gimió con angustia. Se levantó en su sitio ahora caminando hacia él— Lo solucionarenos, somos un equipo imparable, ¿Lo recuerdas, gatito?.
El zagal atormentado negaba con la cabeza, intentando sacar el tormento que tanto le taladraba. La mujer extendió su mano hacia él, como pidiendo que se tranquilizara, que regresara a su lado, juntos en un lugar seguro.
Pero él volvió a negar.
—Lo lamento tanto, Marinette.
Cuando Agreste dio los próximos tres pasos hacia atrás, la reacción de Marinette fue tan lenta que apenas pudo respirar.
Vio su cuerpo dejarse llevar por la corriente helada de esa noche, y reaccionar a la gravedad que clamaba por su alma. Su brazo era ya muy corto para lograr tomarlo, lanzó su yoyo pero no funcionó, no hizo más que atrapar el aire y su recuerdo. El chirrido fue frustrante.
Adrien sólo miró las estrellas una última vez y a su vieja cómplice que parecía explotar por el llanto al perderlo. El dolor se iba dispersando, y con él aquél miedo y la culpa que con cizaña lo destruía.
Escuchó el grito, y su nombre una última vez salir de sus labios.
— ¿Y si tengo aún más defectos que virtudes? ¿Y si dentro de mí, no hay más que cosas malas?¿Me seguirás amando, Marinette?—cuestionó al fin mirándola.
—Te prometo, que mientras tú me ames como me amas e incluso más allá, yo te amaré y mi corazón será tuyo aún si mi cuerpo ya no está.
Habría hecho lo que fuera por quedarse con ella...lo que fuera.
Cerró los ojos, consciente de que todo aquello había terminado. Sentía cómo sus extremidades se negaban a reaccionar, sabía que aquello tenía que suceder. Su corazón latió frenético una última vez cuando la percibió acercarse, pero era tarde. Las cartas habían sido puestas sobre la mesa, su alma estaba en paz, podía respirar y ser consciente de que al final del día, ella había cumplido su promesa.
Marinette aterrizó en tierra firme, justo junto al cuerpo sin vida de Adrien Agreste. Se dejó caer sobre su torso, ante aquél charco de sangre y lágrimas que se había formado a su alrededor. Plagg yacía ahí flotando, mirando estupefacto a lo que la desesperanza había llevado. Una mariposilla negra salió del lado izquierdo de su pecho y ella la atrapó con ayuda de su arma.
—Y-yo... Te libero del mal— mencionó con la voz rota y el pulso apenas aceptable.
—Su padre le hizo eso antes de morir, hace diez años— informó Plagg a la de traje carmín— Él... mató a mucha gente porque creía que sólo así podrían estar juntos otra vez, incluso encerró al guardián en la mansión Agreste, de eso hace un par de meses— murmuró.
— Él sabía... Sobre Hugo¿Verdad?
—Lo sabía, él quería volver lo antes posible, pero entonces supo que ya no estabas sola... Su corazón se pudrió aún más y se volvió completamente loco.
— Lamento no haberme dado cuenta antes, Plagg, no puede salvarte, ni a él, ni a nadie — mencionó llorando finalmente desconsolada, no pudiendo controlar sus quejidos .
—No es tu culpa, incluso él no se daba cuenta muchas veces, e intentaba librarse... nunca dejó de amarte, Ladybug, pero el dolor que llevaba dentro por haber perdido todo siempre fue más fuerte.
—Yo tampoco dejé de amarlo...
Próxima capítulo
—Epílogo• En el interior—
Hola, wenas noshes, sólo vengo a decirles que no estoy muerta jajajaja Adrien y Luka sí :v(lol, perdón)
Bueno, he tenido días muy pesados de enfermedad, desconsuelo y bueno, aquí su final. Yo creo que saco ésta misma noche el epílogo.
Nos leemos pronto ❤️ Promesa❤️
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