One shot 3
La habitación está oscura, no puedo ver nada alrededor. Tampoco hay ruidos, sin embargo, estoy segura que me están observando. Puedo sentirlo.
Escucho el sonido proveniente de la cerradura de la puerta y me preparo para lo que viene: otro tedioso interrogatorio. En realidad, no estoy nerviosa ni tengo miedo, pero no es bueno que estos idiotas sepan mucho de mí.
Enderezo mi espalda y me siento correctamente. Calculo que llevo sentada más de una hora, por mi cuello y espalda tensos.
La puerta se abre y la luz se enciende.
Cierro los ojos.
-Buenas tardes, señorita...
-Freya. -terminó por él.
Abro los ojos cuando creo que mi vista ya se adaptó y la elevo hacía la fuente de luz: una bombilla colgando en el techo. La luz amarilla no es muy fuerte y me parece ridícula.
Estos tipos se quedaron atrapados en los setenta.
La silla en la que permanezco sentada es de metal, incómoda para doblegar mi orgullo. La mesa es del mismo material y las patas están fijas al piso, para evitar que trate de golpear a alguien con ella. Lo sé por mi último intento de volcarla.
Suspiro resignada.
La escena en este momento es un cliché de película policial.
-¿Por favor? -pido, colocando mis manos esposadas en la mesa. Es realmente incómodo, estoy segura que ya tengo moretones en las muñecas.
El detective me observa unos segundos sin dignarse a acceder a mi petición, después tira sobre la mesa unos papeles. Los miro fugazmente, parecen reportes bancarios, números telefónicos, direcciones...
Sonrío lentamente. No tiene nada. Nunca tienen nada.
-Acabemos con esto. -dice serio.
No, respondo yo internamente. Este juego puede ser interesante. El detective Cho Kyu Hyun, por lo que leo en su pecho, es atractivo... y a tratado de intimidarme. Suena como un reto para mí, lo asumiré gustosa.
Su cabello negro luce como que necesitará un corte en pocos días, pero está bien peinado. Su rostro, de ojos pequeños y boca fina, es bella. Su traje oscuro está impecable. La corbata azul me llama la atención.
Soy una persona supersticiosa y creo que el azul, es mi color de la suerte.
-¿De qué me acusan ahora? -le doy mi mejor mirada inocente, sin embargo mi tono no va acorde. Mi voz sale en un suave susurro, como una caricia.
El detective traga duro.
-Lo mismo de siempre. -responde, un poco tarde. Reprimo un gemido de frustración. Kyuhyun está haciendo las cosas muy fáciles. No me gusta de esa forma. -Ha violado la seguridad de tres bancos internacionales, cinco veces, esta semana.
Una risita se escapa de mi pecho. Él se ve molesto. Da un golpe a la mesa.
Bingo.
He descubierto donde debo presionar.
-¿Tienen pruebas? -pregunto y se enfada más. No las tienen, es la razón por la que me encuentro detenida en la embajada, en vez de en una prisión de máxima seguridad.
Se sienta en la silla frente a mí y vuelve a coger los papeles.
-Tengo nombres, sus conexiones aquí. Transacciones a las cuentas bancarias...
-Nada que lleve mi firma. -refuto secamente. Sé que tengo que mostrarme desinteresada, si lo hago él se molestará más y lo deseo así, dominado por sus emociones. -Me tienen aquí por un par de rumores... Que profesionales. -me burlo.
-No está en su país, señorita. -pronuncia desdeñoso, acercándose un poco. -Esto es Corea. Los crímenes informáticos se castigan severamente.
Retrocedo, no sin antes percibir su aliento mentolado. Me encanta la menta, sobre todo si está mezclada con nicotina, que es lo que al parecer ha hecho. Él toma mi gesto como un avance. -Si me da la información de sus contactos...
-¿Me dejará ir? -interrumpo. Sus ojos se iluminan brevemente.
-Puedo facilitarle las cosas, hacer los trámites más rápido, de lo contrario podrían pasar años hasta que pueda volver a su país.
Niego con la cabeza.
-¿Puedo hablar con su superior? -acarició mis muñecas adoloridas.
Me impertinencia logra enfurecerlo más. Me muerdo el labio para no reír.
-Creo que necesita más tiempo para pensar. -se levanta sin despegar la vista de mis ojos.
Su mirada penetrante me hipnotiza. Siento el calor de su furia recorriendo todo mi cuerpo, punto por punto. Empieza en mis dedos y se desliza sin dificultad por mis brazos, piernas y encuentra su destino en mi centro. Golpea fuerte. Es como si la temperatura de mi sangre se hubiera elevado en los últimos cinco segundos.
Junto las piernas antes de cruzarlas. Intento que mi gemido pase desapercibido.
¿Cuánto tardará en ver mis intenciones?
Espero que salga pronto de la sala para refrescarme un poco. El aire está atestado de su perfume. Es varonil. Su olor me está fundiendo las entrañas.
Él no se va. Enarca una ceja, especulativamente.
Lo que sea que haya visto no me gusta. Me siento a su merced.
-Puedo ayudarte. -ofrece.
Asiento con la cabeza, en silencio. Quiero que me ayude, sin embargo sospecho que no estamos hablando de lo mismo.
Saca una pluma del bolsillo de su traje y empieza a escribir en las hojas. Otra vez ha entendido mal mis gestos.
-Volveré a mi país. -profiero, confiada. Él levanta la mirada hacía mí. -Sabes que lo haré.
Me pongo de pie y extiendo las manos. Mi coraje lo toma con la guardia baja.
Me quita las esposas.
-Si me das lo que necesito... -vuelve a insistir.
Me siento en la mesa y lo atraigo hacía mí, de la corbata.
-¿Y qué hay de mis necesidades? -pronuncio, rozando su mentón con mis labios.
Kyuhyun abre los ojos ampliamente, alarmado. Observa a los costados mientras se aleja.
Entonces lo recuerdo, nos están observando. Decido ser buena con él para no meterlo en problemas y que no le quiten mi caso
Me siento otra vez, como niña de casa, y le quito la pluma.
Te daré lo que quieres, pero debes darme lo que quiero antes.
Le muestro lo que acabo de escribir. Él esta espantado, lo sé. No sabe si debería confiar en mí, pero también sabe que no tiene nada.
Jamás me han atrapado y no lo harán. Soy la mejor hacker del mundo.
Su elección es complicada.
Si me deja ir, que lo hará en un par de horas de todas formas, no me volverá a ver nunca más.
Inclino mi cabeza un poco, esperando su respuesta. Él parece atrapado.
Respira profundamente antes de tomar la pluma y guardarla.
-¿Y qué sería eso? -inquiere, intranquilo.
-Tú.
***
Me han traído agua y galletas saladas. He podido solo con el agua.
Me he aburrido horrores contemplando la decoración austera de la sala. Solo un reloj en la pared. Han pasado más de dos horas desde que el detective me dejó sola. También ha dejado la luz encendida y no volvió a esposarme.
Me siento frustrada. Y caliente, estoy muy caliente.
Coloco la cara en el frío metal de la mesa, eso atenúa un poco el calor de mi piel. De pronto, se me ocurre algo para llamar la atención.
Me pongo de pie y me quito la chaqueta. Debajo de esta tengo una blusa fina, blanca; desabrocho un par de botones. Me siento en la mesa y me quito los zapatos de tacón.
No sé a qué hora regresará Kyuhyun, pero no estoy dispuesta a esperarlo más.
Me recuesto en la mesa y la temperatura provoca que arquee mi espalda. El cambio abrupto del calor al frío me excita.
Termino de abrir los botones de mi blusa.
En algún momento, percibo que la puerta se abre pero no le hago caso. El hormigueo en mi punto g es demasiado. Junto las piernas para mantener la sensación.
_ ¿Qué estás haciendo?
Kyuhyun se acerca rápidamente y recoge la chaqueta, para entregármela. -No puedes hacer este tipo de cosas. -continúa, contrariado. Vuelvo a abotonarme la ropa, rechazando la chaqueta. -Es una sala de interrogaciones. Ese espejo de allá, es cristal unidireccional. Pueden ver todo lo que pasa aquí.
-Bueno. -me encojo de hombros. -Quien quiera que haya visto, espero que lo haya disfrutado.
Él estrecha la mirada, mientras toma asiento.
-Ya no hay nadie. -informa.
-¿Y cómo llegaste en el preciso momento...? ¿Estabas observándome? -le ofrezco una sonrisa juguetona.
-Es mi trabajo. -niega. En ese instante reparo en los documentos que trae.
Su expresión cansada me dice lo que quiero oír desde hace horas.
-No hay nada. -él solo baja la mirada sin atreverse a contradecirme. -Y tú te has quedado hasta tarde para terminar el trabajo.
El calor otra vez me invade. Subo a la mesa y lo atraigo hacía mi de las solapas de su saco. Él no retrocede, me queda mirando un poco atontado.
-Eres una criminal. -dice. Está asustado.
-No soy mala. -acaricio su mejilla con mi dedo índice. -¿Quieres que te muestre lo buena que puedo ser?
No responde, en su lugar, toma mis piernas y las lleva a su cintura, entrelazándolas tras él. Mi falda sube casi hasta el nacimiento de mis muslos y él clava sus dedos en ellos, como si tratara de estampar sus huellas digitales.
Voy por su boca.
Sus labios temblorosos, son suaves y tiernos. Lo beso despacio, disfrutando del sabor. El ritmo suave se mantiene un rato hasta que no tenemos más aire.
-Es una locura. -su respiración está agitada. No lo dejo pensar, mi segundo movimiento me lleva su cuello.
Lamo y mordisqueo el arco de su cuello, mientras sus manos exploran los bordes de mi brassier.
El detective me acerca más a su cuerpo, de golpe. El bulto prominente entre sus piernas está duro. Quiero sentirlo más.
Arranca mi blusa de un solo tirón, algunos botones saltan al suelo. Su rostro desaparece en medio de mi escote.
La sala está caliente, el aire no parece ser suficiente. Abro la boca para respirar.
Sus manos están por todos lados. Las siento acariciando mis pechos, masajeando mis piernas, tocando mi rostro; al igual que sus labios.
Su camisa está abierta, revelando su torso. Paso la punta de la lengua desde su manzana de adán hasta la mitad de su pecho. Mis dedos están enterrados en el pelo de su nuca.
La sensación es poderosa. Él me sostiene con fuerza, sin embargo es dulce.
Sus besos son delicados, pero de vez en cuando me muerde haciendo que suelte un gemido en su boca. Cada vez que esto pasa me aprieta más a él.
Nos fundiremos en el cuerpo del otro en cualquier momento.
Estoy húmeda. Su dedo recorre mi entrada y me retuerzo de placer. Lo deseo. Quiero tenerlo en mí.
No me deja esperando más tiempo.
Con una mano acaricia mi rostro, mientras la otra baja el cierre de su pantalón. Lo ayudo.
Y está dentro de mí.
Se siente bien.
Sus embestidas son lentas, profundas.
Me enloquece.
Empiezo a moverme. Eso lo enloquece, también.
Lo empujo a la silla para que se siente. En cuanto lo hace, me subo sobre él.
Estoy llena de él. Deja caer su cabeza hacía atrás, cierra los ojos y respira hondo.
No le doy tregua, empiezo a cabalgar duro. Trata de detenerme cogiendo mis muslos con fuerza, pero no puedo parar.
El sudor está resbalando por sus sienes. Cojo su rostro y presiono mis labios en los suyos, con fuerza.
Está desfalleciendo y yo con él.
Me siento en la cima, como si estuviera a punto de caer. Atrapada en una llamarada, tengo que liberarme...
Cierro los ojos y dejo caer mi cabeza atrás. Él recuesta la suya sobre mi pecho y nos dejamos ir en esa posición.
***
Llevo una sonrisa en el rostro y no hago ningún intento para ocultarla. Le he dejado un buen recuerdo al detective Cho, y una buena lección también: con las latinas no se juega... o sí...
Nunca debió tratar de intimidarme.
Reviso mi celular mientras espero mi taxi.
Tengo tres llamadas perdidas de Andrea y un mensaje de texto que dice: Necesito tu ayuda.
Ruedo los ojos. Mi hermanita metida en problemas. Vaya novedad.
Debería enojarme con ella por meterse en problemas cuando estamos muy lejos de nuestro hogar, pero mi buen humor esta al tope y decido devolver la llamada.
Responde al cuarto timbre.
-Que necesitas. -me salto el saludo habitual y voy al grano. No obtengo respuesta. -¿Hola?
-¿Hola? -responde, pero su respuesta me ha sonado más a quejido.
-Digo que qué era...
Mmm.
El sonido al otro lado de la línea me distrae.
-¿Andrea...?
-¿Sí? -vuelve a hablar pero su voz es igual que al principio.
Reconozco ese ruido. No son quejidos, son gemidos. Y sé exactamente qué es lo que está haciendo.
-Maldita, Andrea.
Cuelgo la llamada.
Continuará...
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