La puerta



Cuando ella subía por las escaleras aun no sabía cuánto tiempo se iba a quedar en la fiesta. - 5 minutos y me voy - se decía a sí misma. Cuando se rompe con alguien, no se rompe sólo con la persona, se rompe también con todo un universo. Se rompe con comidas favoritas, lugares, incluso caminatas por el parque. Es aún peor si se tiene el miedo de encontrarse a la otra persona, ya no se puede ir al café de siempre, en el que podían pasar horas sin hablar, ella leyendo, él escuchando música, fumando, dibujando en servilletas. - La servilleta de papel es el mejor invento del hombre - siempre decía, y esta era una de las cosas que fascinaban a todos, su forma de encontrar algo espectacular en los objetos más ordinarios.

- Las servilletas de papel han venido al mundo en ayuda de las personas con mala memoria, aquellas que deben anotar algo rápido si no se pierde para siempre. Han ayudado a genios, poetas, escritores. ¿Cuántas parejas se hubieran perdido para siempre si no existiera una servilleta de papel de por medio? Ahí se anotan números telefónicos, versos improvisados y muchas otras cosas. Los mas osados hasta hacen figuritas con ellas "esculturas efímeras". Son el mejor pasatiempo del mundo - él decía.

Quizá no lo era, pero dibujar en servilletas si era su pasatiempo favorito. La primera vez que él salió de viaje, le trajo de regalo un puñado de servilletas. Algunas con rayones, otras con dibujos de aviones, nubes, árboles. En algunas otras, dos palabras, tres. Un regalo insignificante para algunos, pero para ella eran todos los cafés que no habían compartido juntos, todos esos momentos en que él había estado pensando en ella.

Cuando se rompe con alguien, se rompe también con todo eso. Se rompe además con amigos, personas que será cada vez más difícil ver. Se rompe con la señora de la tiendita de la esquina, quien siempre la recibía con una gran sonrisa. Ahí estaba ella, detrás de la puerta. Entrar no sólo significaba volver a verlo a él, sino entrar de nuevo en ese universo de historias, de rostros perdidos.

Antes de tocar, escuchó que ya estaban cantando las mañanitas - el feliz cumpleaños mexicano, ahora tendré que esperar, no puedo interrumpir esto - pensaba. El tiempo que pasó detrás de la puerta no fue tanto, pero fue los suficiente para darse cuenta que haber asistido había sido un error. Ella ya no pertenecía a ese mundo y no tenía caso volver a entrar en él para luego de cinco minutos retirarse otra vez. Por un momento, casi agradece al genio que inventó las puertas - eso es algo que él diría - hablaba consigo misma. Era verdad, gracias a la puerta, nadie la había visto. Así que se dio media vuelta y empezó a bajar las escaleras.

Apenas empezaba a sentirse más tranquila y conforme con su decisión cuando escuchó que más personas venían subiendo las escaleras. Ahora todo estaba perdido. Ir y no entrar, era peor que no haber ido, y ahora había testigos de que ella había estado ahí. Sin pensarlo, volvió a dar media vuelta, llegó hasta la puerta y tocó.


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