El Taxi
Se puso los jeans tan rápido como pudo, lo que menos quería era darle tiempo para que saliera de la recámara y empezar una conversación que no se sabía dónde iba a terminar. Salió sin ganas de regresar. Al bajar las escaleras y salir por la puerta de la entrada del edificio se dio cuenta que había un problema, no tenía cómo irse a su casa.
- Si es preciso me voy caminando - pensó. La situación no era tan complicada en realidad. Unas cuadras calle abajo pasaba el transporte público que la dejaría cerca de su casa. Caminando, podría llegar a su casa en media hora, 20 minutos si se camina aprisa. Pero con la resaca por haber bebido la noche anterior, y la ansiedad por salir huyendo de ahí, no podía pensar en ninguna solución. Para su suerte, en la esquina estaba una señora con bolsas del supermercado bajando de un taxi. El escape perfecto - the getaway car. Sintió nostalgia por la forma en que se estaba separando de él otra vez. La última ocasión que se vieron tampoco fue la mejor despedida. Quizá eso no existe, las despedidas siempre son atroces, pero eso era algo que a ella le aquejaba, haberse ido así, y ahora, no supo decir otra cosa que "luego hablamos". Sintió ganas de llorar, y quizá alguna lágrima resbaló por sus mejillas. Era una sensación de frustración, combinada con arrepentimiento y un toque de nostalgia.
- A la colonia del parque por favor, detrás de la terminal de autobuses - le dijo al chofer del taxi.
Parecía que ya no había nada que hacer, las cosas estaban ahora peor que nunca. Pensó que no debió llamarle en su cumpleaños, aunque ella no fuera así; pensó que nunca debió ir a la fiesta, pues ese fue el momento en que más se confundió; pensó, que fue un error haber pasado la noche con él, aunque fue lindo; y pensó también que era muy desagradable haber salido huyendo de esa manera, pues ella no era así, pero eso fue lo que más la sorprendió, que sí, sí lo era.
- Espere aquí por favor - le dijo al taxista.
Subió corriendo a su departamento. Coincidió que el vecino, en ese momento, también iba llegando, quien le dijo algo, buenos días o por el estilo, no escuchó bien y prefirió ignorarlo. En la entrada, ya estaba lista una maleta pequeña. La tomó junto con otras cosas más y cerró la puerta para regresar al taxi.
- A la terminal de autobuses -.
Regresaron por la misma avenida por donde habían venido y tuvieron que esperar un par de semáforos en rojo. Ella miraba por la ventana, como aún dormida, pensativa. En eso, al otro extremo de la avenida, en sentido contrario al que ella circulaba, vio a un chico en bicicleta, era él, iba rumbo al departamento, seguramente a alcanzarla. Colocó su mano sobre la ventana, como tratando de hablarle, de advertirle que no estaba allá, pero pasó en un segundo. Buscó el móvil en su bolso y miró que tenía dos llamadas perdidas de él y sólo el 10% de batería. Sintió náusea, sed, ganas de llorar. Le pidió al taxista apagar la radio, no era momento de cantar, ni de enterarse de nada, mucho menos escuchar a la pitonisa recitando lo que predecía su horóscopo para ese día, pues eso ella ya lo sabía, toda una jornada de sentimientos encontrados, arrepentimiento y nostalgia. Bajó la ventanilla del auto para tomar aire. A la distancia se podía ver ya su lugar de destino.
- Llegamos - le dijo el taxista.
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