El café

Miró su reloj, ya habían pasado dos horas sin darse cuenta. Había caído tan fácil en el engaño de disfrutar de ese universo al cual ya no pertenecía. Pensó en irse de la fiesta en ese momento, pero eso significaba despedirse de todos los que se habían acercado a saludarla, todos los que parecía que eran sinceros cuando expresaron que les daba gusto verla, que había pasado mucho tiempo, que se veía contenta. Tal vez podría escabullirse, sin que nadie se diera cuenta. En ese momento el camino hacia la puerta estaba libre, si pasaba rápido seguro lo lograría. Pero sucede que, ella no era así. A ella le gustaba despedirse de todos, mirarlos a los ojos, sonreír, y todo lo demás le parecía una grosería. Al mismo tiempo, ella era muy susceptible al típico "no te vayas", "porqué te vas tan pronto", "hace mucho no nos vemos", eso que se dice en todas las fiestas, y aunque algunas personas lo dicen en automático, casi por una mera cortesía, eso era algo que ella que no podía soportar y siempre se quedaba. No quedaba otra más que un acto Houdini, o un escapismo al máximo nivel o quedarse más tiempo. Se mordió los labios. En ese momento sonó su celular.

- Venimos a rescatarte -. Decía la voz de una de sus amigas del otro lado del teléfono móvil.

- ¿Cómo? ¿Dónde están? - respondió.

- Estamos abajo, en el coche. Sabíamos que seguirías aquí así que venimos a rescatarte. Pero antes queremos usar el baño.

- ¿Qué? ¿Están tomando?

- Sí, pero pasamos al baño y nos vamos, ¿va?

- Suban.

Era obvio que la estrategia no iba a funcionar. Ella se dio cuenta al instante. Es ese momento en que dos amigas con la fiesta encima entran, en donde hay amigos, , música y más alcohol. - Feliz Cumpleaaaños!! - las escuchó gritar. – Estoy perdida - pensó - gracias por el rescate -. Al ver el fracaso, o quizá las intenciones ocultas de sus amigas, decidió relajarse y pasarla lo mejor posible.

Luego de varias conversaciones sin rumbo, muchos "cómo has estado" y otros tantos "me dio gusto saludarte"; luego de bailar más de las veces permitidas la misma canción con sus amigas; luego de varias copas, decidió sentarse en el sofá. Afortunadamente en estos tiempos existen los smartphone, una ventana para ignorar el momento y perderse un rato.

- ¿Quieres un café? - Le dijo él.

El café tenía un significado especial para ellos, lo disfrutaban tanto como otros disfrutan mirar televisión. A veces lo tomaban en silencio, por las tardes, ella recostada sobre sus piernas, quizá leyendo, o conversando de cualquier tontería. Para él, las cosas más simples y cotidianas eran un gran tema de conversación, a ella le encantaba reír. Él a veces se apasionaba tanto que tenía que ponerse de pie para exponer sus argumentos, sobre las servilletas de papel, o el esmalte para pintar las uñas. Podía formular una teoría conspirativa de los cortaúñas, un mecanismo de control – decía, - nos quieren dóciles, sin garras – se te ven horribles – decía ella. El café siempre estaba de por medio, inundando sus conversaciones de ese aroma irresistible. Por eso cuando ya quedaban pocos invitados, él no dudó en ofrecerle una taza. Ella sabía lo que él le estaba ofreciendo, no era la taza sino todo lo demás. Por eso la primera vez se negó.

- Es mi cumpleaños - le dijo, como implorando una excepción.

Ella no dijo nada, pero aceptó con la mirada. Una mirada de nostalgia, dispuesta a hacer una excepción porque ella también extrañaba el café, también lo extrañaba a él.

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