Él
Él quería festejar su cumpleaños con una gran fiesta, una que todo mundo recordara. Le había encargado a su amigo que se ocupara de los detalles.
- Invita a quien quieras, - le dijo - quiero que venga mucha gente.
Pero ambos sabían que invitarla a ella era un tema delicado. A él le había costado mucho separarse de ella, y después de casi un año todavía tenía sentimientos encontrados, quería verla, pero no quería verla.
Ella recordaba perfectamente la fecha a celebrarse, la dirección donde él vivía. Esto es algo que ni él ni su amigo pensaron. Hasta la fecha no habían pasado ningún cumpleaños uno sin el otro, y aunque hubieran terminado mal, era seguro que ella llamaría. Así era ella, muy atenta, amable, comprometida - aunque al día siguiente te odia - diría él.
Ante la posibilidad inminente de que ella llamara, al mismo tiempo otra cosa sería inevitable, que si ella tomaba el teléfono para felicitarlo, él la invitaría a la fiesta. Así era él. Un romántico completamente incurable – aunque también muy testarudo – diría ella - te guardaría resentimiento toda una semana, o incluso todo un mes, pero se pondría contento al verte. Él aún la extrañaba, cuando mencionaban su nombre torcía la boca, como si se le atorara algo entre los dientes. En las mañana, aún a veces le tomaba un segundo abrir el refrigerador, se quedaba inmóvil, mirando su foto, y quería verla, sí, aunque no visitarla; quería escucharla, pero no quería llamarle.
El móvil sonó, y su imagen se mostró en la pantalla, era ella, está por demás decir que aún tenía su nombre en sus contactos.
- Hola? Dijo él.
- Feliz cumpleaños - respondió ella, con una voz juguetona.
- Hola, gracias! Qué milagro! - la voz de él dejaba ver cierto nerviosismo. - ¿Cómo estás?
- Muy bien ¿Y tú? ¿Cómo van los festejos?
- Pues todo tranquilo, pero en la noche será otra historia, habrá fiesta en mi casa, por supuesto que estás invitada.
- Pues sólo llamaba para desearte lo mejor y que la pases muy bien en tu día.
- Oye pero en serio ven a la fiesta, hace mucho que no te veo.
- Lo voy a pensar ¿va? Pásala bonito.
Lo inevitable era inevitable. Incluso cuando él le contó a su amigo que ella había llamado, dijo lo mismo, no quedaba de otra- no creo que venga - dijo él. La cuestión es que su amigo veía esa posibilidad con preocupación, a diferencia de él, a quien la misma posibilidad de verla le emocionaba.
Lo que sucedería en la noche era incierto. Era más certero calcular cuánto tiempo duraría la cerveza, quién terminaría borracho y quién se iría primero de la fiesta, cuál vecino pediría que bajaran el volumen de la música, incluso a qué hora acabaría todo. Pero ella era impredecible. Nadie podía asegurar que vendría. Algunos especulaban que ella volvería a llamar - sólo para decir que no podrá venir - decían. Otros pronosticaban que sí pasaría a saludar - cinco minutos y se irá, con el pretexto de otro compromiso -. Alguien por ahí quería ponerle más emoción a la situación y hacer una quiniela, apostando si vendría o no, sola o acompañada, y cuánto tiempo se quedaría, pero se quedó como un murmuro en el aire, sobre todo por que él todavía la extrañaba, y eso todos lo aseguraban. Ya adentrada la fiesta no había nadie que mencionara el tema, incluso él en algún momento se olvidó de esa posibilidad, de la llamada y de ella, hasta que, por supuesto, ella apareció tocando la puerta.
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