Inseguridad
Corrió por los jardines del castillo emocionada, luego de que sus sesiones de tutoria hubiesen terminado. Sabía que estaría entre los árboles, jugando con su dragona en esa zona segura que su hermana les había asignado a los Ginetes de Dragones, cuando estos llegaron para formalizar el compromiso entre el líder de Berck y la reina de Arendelle.
Respiraba agitadamente, el dobladillo de su vestido fino vestido verde pastel se estaba manchando de tierra, al igual que sus zapatillas negras. Incluso algunos pequeños mechones de su meticuloso y elegante recogido se habían salido un poco al estar corriendo tanto. Pero todo valió la pena cuando al fin llegó al lugar.
Su corazón latió con fuerzas, así como sus mejillas se sonrojaron y una boba sonrisa se dibujó en sus labios. Ver a la vikinga jugando con su dragona era de las mejores obras de arte para ella, escuchar su sonora y grotesca risa la mejor melodía y su cuerpo... tan femino y tosco, fuerte y protector, lleno de cicatrices y bronceado por el sol... su cuerpo era la mejor escultura jamás creada por dios.
---Princesa Anna, no la ví llegar--- saludó la vikinga, con amabilidad y sorpresa.
Parpadeó un par de veces, dejando atrás todos los pensamientos que alababan por completo a su amada secreta. Sonrió de forma resplandeciente y se acercó a su dragona, Tormenta, acariciando su mentón.
---Ayer te dije que vendría todas las tardes para jugar con Tormenta--- recordó la princesa, sin despegar la vista de la dragona para no sonrojarse más de lo que estaba.
<Excusas, todas excusas, solo quieres verla más> le reprochó una vocecilla en su cabeza, pero simplemente la ignoró, no quería que la voz de su conciencia le arruinará su bien rato con su amada.
---Lo siento, princesa Anna, lo olvidé--- sé disculpó la vikinga, de forma apenada.
Anna sintió que el corazón le daba un vuelco. Astrid jamás se disculpaba con nadie por algo tan mínimo, jamás usaba ese tono de pena con nadie, solo se lo dedicaba a ella y exclusivamente a ella, ¿o solamente estaba idealizado sus acciones para sentirse bien consigo misma y alentar aún más a su enamoramiento prohibido y pecaminoso?
Astrid también se acercó a su dragona, posicionándose al lado de Anna.
---¿Me permite?--- preguntó, extendiendo su mano a la princesa, pidiéndole la suya.
Anna solo sonrió y, al momento en el que sus manos se tocaron, sintió su corazón estallar, con mil y un sentimientos en él, sentía que un día se desmayaria de tantos sentimientos y pensamientos que le provocaban la vikinga, ahora se arrepentía de haberse burlado de que su elegante hermana se hubiese enamorado tan profundamente de un vikingo, se arrepentía de haberse burlado de ella al ver que parecía absurda debido a su amor por alguien tan básico, pero ahora la entendía a la perfección. Aún así, esos sentimientos de gozo y regocijo llegaron a su fin cuando Astrid soltó su mano, detrás de la púas de Tormenta.
---Le encanta que la acaricien acá atrás--- indicó, alejando su mano de la de la princesa.
Anna, sin saber muy bien lo que hacía, queriendo sentir de nuevo las mariposas en su estómago, el ardor en sus mejillas y el estallido de su corazón, tomó de nuevo la mano de la vikinga, alertandola. Ambas se miraron por un momento, sin decir absolutamente nada.
---¿Y a usted dónde le gustaría?--- pensó Anna en voz alta, sonrojandose y soltando la mano de la vikinga de inmediato.
Tapó su boca con ambas manos, con un sobresalto, mientras se regañaba por haber dicho tan abiertamente sus pensamientos privados y prohibidos, los cuales estaban llenos de pecados con la vikinga. A su vez, Astrid abrió los ojos como platos, sorprendida de la osadía de esa princesa, que parecía tan delicada e inocente, quién se preparaba para ser reina y, probablemente, un próximo matrimonio conveniente.
La vikinga se sonrojó hasta que su cara quedó tan roja como un tómate, no sabía cómo reaccionar.
---En la cintura--- respondió luego de un rato de silencio, apretando sus puños, esforzándose al decir aquello.
Anna la miró de inmediato, bajando sus manos de su boca. Sus ojos pasaron inmediato a la delgada cintura de la vikinga, sus manos estaban deseosas de tocarla, abrazarla y acariciarla. Al parecer, Astrid se dio cuenta, porque se acercó tomando sus manos y las guió a su cintura. Ninguna despegó la mirada de la manos de la princesa.
Anna, en un acto que ella denominaba como reverenda estupidez, cortó la distancia entre ambas féminas para depositarle un corto y dulce beso en la labios de la vikinga. Sentir sus labios contra los de ella fue una gloria que solo duró unos cuantos segundos, pero que estaba dispuesta a disfrutar una vez más si era correspondida.
Como si la princesa fuese un imán, Astrid se fue acercando, abrazándola por sus delicadas caderas, depositandole otro beso, uno más duradero y pasional, uno que Anna no tardó en corresponder de forma gustosa, culpandose internamente por haber salido de esa forma. Aún así, Anna dejó de lado todo sentimiento de culpa que pudiese invadirla por esos momentos y simplemente disfrutó del roce de la lengua de Astrid con la suya, simplemente disfrutó de lo que sucedía, enredando sus dedos en los cabellos de la vikinga para profundizar el beso lo más posible, y unir tanto sus cuerpos que no quedara distancia alguna.
No había necesidad de formular palabra alguna, el amor que se profetizaban ya estaba ahí, ya sé sabia entre ambas sin necesidad de decir algo. Pero eso no lo hacía menor prohibido, y aunque Astrid intentó explicarle a Anna que ambas estaban bien, que no había nada de malo, que su amor era tan válido como el de su hermana por Hiccup, Anna no pudo evitar sentirse culpable. Había decepcionado la memoria de sus padres con haberse enamorado de una chica, según el mundo, ella estaba enferma, mal de la cabeza. ¿Qué diría su amada hermana?
-Entonces huyamos, vayamos a un lugar que si nos acepte tal cuál. Escuché a Hiccup hablar sobre Grecia, dijo que ahí esto está bien- había dicho Astrid, de forma desesperada, luego de ver a su amada autodespresiarse a sí misma -. Te esperaré mañana al amanecer, si aquí estás, nos iremos y viviremos como se nos plazca, sino... espero que seas feliz con tu decisión.
Las lágrimas de Anna eran imparables, mientras ella estaba recostada junto a la ventana, abrazando sus piernas, sintiéndose como una basura. Desde que su enamoramiento había comenzado se sentía así, y pasaba las noches les mismo modo, pidiéndole a dios que la perdonara.
Intentó parar su llanto cuando su hermana tocó la puerta y, sin esperar respuesta, irrumpió en su habitación. Se preocupó al verla llorar y caminó rápidamente a donde estaba Anna, abrazándola de inmediato, esto solo ocasionó más llanto en la pobre princesa.
---¿Anna, qué sucede?--- preguntó la reina, preocupada por su hermana.
La princesa pensó seriamente si decirle a su hermana. Tenía miedo que ella dejara de amarla por lo que le pasaba, tenía miedo de que llamara al psiquiatra o le dijera que había tomado el camino de los demonios. Pero ya no podía guardarselo más, quería decírselo cada vez que Elsa le preguntaba qué le pasaba y, ahora que lloraba por sus penas, no había ningún tapón en su garganta que le impidiese contar su más profundo secreto.
---Me he enamorado, Elsa--- exclamó junto a un fuerte sollozo ---. Soy una pecadora, hermana, me he enamorado de Astrid Hofferson--- balbuceó, muy atenta a la reacción de su hermana.
Elsa dejó se abrazarla, su mirada se había ensombrecido, sintió miedo al verla así.
Por otro lado, Elsa no podía creer lo que sus oídos escuchaban, al demonio si su hermana amaba una mujer, le preocupaba más que la gente la acosaria y maltratarian si se enteraban que la próxima reina amaba a las mujeres.
La mirada de la reina se suavizó, notando el miedo se su hermana. Sonrió levemente y se sentó a su lado.
---Sé cómo te sientes, aunque no lo creas--- expresó con suavidad, no queriendo espantarla o hacerla sentir peor de lo que ya estaba ---. El estar con un vikingo está mal visto, pero realmente amo a Hiccup y él a mí, y miranos, dentro de poco iremos a Berck para casarnos y yo ser la nueva jefa de Berck--- tomó delicadamente las manos de su hermana, mientras ella la miraba atenta ---. A lo que quiero llegar, el amor es una cosa maravillosa, independiente de quién lo sientas y cómo sea (romántico, fraternal), no importa, mientras seas feliz.
---Pero... debo estar mal--- replicó Anna, incapaz de creer que su hermana, tan apegada a las normas, le hubiese dicho aquello.
---Estas bien. ¿Acaso has matado a alguien? ¿Has robado? ¿Has golpeado a alguien? ¿Estafado?--- Anna negó a todas las preguntas de su hermana. Elsa sonrió dulcemente ---. Sólo te has enamorado, y eso jamás estará mal, jamás será un pecado.
---Astrid me esperará mañana para huir juntas--- informó Anna, esperando ansiosa un consejo de su hermana.
Elsa solo amplió su sonrisa.
---Entonces ve con ella--- susurró.
---Pero... Kristoff aún es muy pequeño, solo tiene diez años, no puede tomar el puesto de rey en mi ausencia... y ya no lo veré más, ni a ti--- Anna expresó su preocupación referente a su hermanito menor, no quería dejarlo solo.
---Él algún día lo entenderá, lo he criado yo--- Elsa le guiñó un ojo a su hermana ---. Mientras él crezca, Adam (el consejero real) tomará el puesto de rey y se ocupará del reino. Sabes que él es competente y buen hombre. E Hiccup me ha dicho que en Berck no hay problemas con estas cosas, recuerda que estamos hablando de un lugar donde las mujeres pueden portar una espada.
Todas las preocupaciones de Anna se disiparon. Esa noche no pudo dormir, y escribió un extensa nota a su hermanito explicándole la situación, sabía que él entendería, él la amaba tanto como Elsa e iba a aceptarla tal y como era, aunque le costase al inicio. Sabía que Elsa se encargaría que nadie aparte de Kristoff leyera la nota. No pudo pegar el ojo el resto de la noche, aunque estuviese en su cómoda cama y, apenas los primeros rayos del sol de hicieron presentes, tomó su chal y corrió a los jardines del castillo.
Llegó al mismo punto de encuentro que la tarde anterior y se emocionó al verla ahí, esperándola. Apenas sus miradas se cruzaron se abalanzaron a la otra, dándose un ansioso beso. Rápidamente, se subieron de la dragona y salieron del reino por siempre y para siempre, con la excusa de un paseo temporal.
Anna se aferró al cuerpo de Astrid, mientras el viento le daba en la cara. Al fin se sentía libre, al fin entendia por qué su hermana había huido cuando supieron de sus poderes, al fin entendió que lo que sentía no estaba mal, que simplemente era una persona amando profundamente a otra.
Qué tal? Les gustó?
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