3. MARCAE
<<Quiero que todo sea una pesadilla>>.
Fue lo primero que pensé al despertar. Me quedé mirando el techo mientras mi borrosa vista se aclaraba. La lámpara plateada que colgaba precariamente era una que me recibía todas las mañanas, estaba en mi cama, en mi habitación.
—Gracias a Dios has despertado. —La voz de Jess me sorprendió, la encontré sentada a mi lado.
—Jess, —murmuré débilmente—. ¿Qué pasó? —mi mente comenzó a bombardearme con imágenes de lo que había pasado en el ascensor. Mi respiración se aceleró al pensar en esos ojos terroríficos y en el dolor.
—Ey, ey, —Jess me calmó—. Respira, vamos, estás a salvo.
—¿Qué pasó?
—Estaba por preguntarte lo mismo, me cansé de llamarte y decidí venir para saber que te estaba tomando tanto tiempo. Te encontré en el suelo frente a tu puerta, me asusté y llamé al 911. Los paramédicos vinieron, te revisaron. Despertaste, hablaste con ellos y les aseguraste que estabas bien.
—¿Qué? Yo no...
<<No recuerdo nada de eso>>.
—Se fueron con la promesa de que irías al medico para una revisión cuando pudieras —Ella suspiró—. Luego, viniste a acostarte, dijiste que estabas muy cansada y me quedé aquí cuidándote.
Ella siguió hablando, pero mi mente se estancó en lo que acababa de escuchar, ¿solo me desmayé? ¿Desperté y hablé con los paramédicos? ¿Qué? ¿Qué pasó con la herida en mi pecho? Inmediatamente, me senté y me mareé un poco. Me sostuve la frente tratando de recuperar mi equilibrio.
—Dios, tómalo con calma, Ann. —Jess sobó mis hombros. Inspeccioné mi pecho, esperando encontrar mi ropa llena de sangre, pero estaba completamente limpia.
—¿Qué diablos? —musité—. ¿Tú me limpiaste?
Jess sacudió la cabeza.
—¿Qué quieres decir?
—¿Qué pasó con la sangre? —la pregunta escapó de mí. Jess arrugó las cejas.
—No había sangre, Ann ¿de qué hablas?
<<¿Me estaba volviendo loca? ¿Me imaginé todo lo que pasó? Tal vez, me desmayé y tuve una pesadilla, una pesadilla muy real>>.
—Ann, ¿qué pasa?
—Nada, solo necesito ir al baño.
—Cuidado, los paramédicos dijeron que estabas débil —explicó, ayudándome a ponerme de pie—, ¿estás comiendo bien?
—Estoy bien.
Una vez dentro del pequeño baño, encendí las luces. La cerámica blanca me dio la bienvenida, calmándome con su familiaridad. Desabroché mi camisa y me quité el sostén, pasé la mano por el espejo para remover la humedad y mi reflejo me dejó perpleja. Había un círculo hecho con tinta negra en la piel entre mis pechos, como un tatuaje, tenía cinco puntos negros en el mismo lugar que ese bastardo enterró sus garras. Era como si él hubiera dejado una marca.
Él... ¿qué era él? No era humano, eso era seguro y tenía que ver con la desaparición de mi hermana.
—¿Qué es lo que estoy pensando? —me cuestioné, ¿me estaba volviendo loca? No había criaturas sobrenaturales en la tierra. Le eché otro vistazo a mi reflejo, la marca seguía allí. Pero entonces, ¿qué diablos estaba pasando? ¿De qué iba todo esto?
—Ángeles.
Un suave susurro detrás de mí me hizo saltar y girarme. Me tapé los pechos de forma instintiva. La cortina escudaba la bañera donde estaba la ducha. Mi corazón se aceleró ligeramente mientras extendía la mano hacia la cortina para echarla a un lado. Me lamí los labios y rogué mentalmente que no hubiera nadie al otro lado.
—Ann, —brinqué del susto— ¡Ann! ¡Abre la puerta! ¿Estás bien? —Jess tenía un hilo de preocupación en su tono. Me sostuve el pecho respirando con dificultad y le abrí la puerta.
—Me asustaste —me quejé. Jess simplemente entró y ojeó mi pecho desnudo.
—¿Ibas a tomar una ducha? —preguntó— ¿Qué es eso? —apuntó hacia mi pecho— ¿Te hiciste un tatuaje?
—Ah, eso...
—¡Oh, por Dios! ¡Lo hiciste! —Ella pausó para tomar una respiración profunda—. Ann, ¿un tatuaje? ¿En serio? Ni siquiera sabía que te gustaban.
<<Y no me gustan>>. Pensé.
—Deja de enloquecer ¿sí? No es un tatuaje, —expliqué. Desabroché mis pantalones, ya había estado en ropa interior frente a Jess muchas veces.
—¿Qué no es un tatuaje? Entonces ¿qué diablos es?
Ella arrugó sus cejas y una parte de mí quería contarle, quería decirle todo lo que estaba pasando, pero sabía que pensaría que estaba loca, porque hasta yo estaba considerando que lo estaba.
—Uh... es... un...—solté aire de manera cansina, rindiéndome—. Bueno, sí es un tatuaje.
—Pero dijiste—
—Es un tatuaje temporal, de esos que duran algunos meses.
—Oh, eso tiene sentido.
Le sonreí y me giré hacia la ducha, mi cuerpo se tensó cuando agarré la cortina.
—¿Qué estás esperando? —Jess puso su mano sobre la mía y jaló la cortina a un lado para que yo entrara. La bañera estaba vacía, solté un suspiro de alivio— ¿Estás segura de que estás bien, Ann?
—Sí.
—Bueno, estaré en la habitación. Si necesitas algo me avisas, ¿de acuerdo?
—Vete, deja de preocuparte por mí. Estoy bien. —entré y moví la cortina de vuelta a su lugar.
Jess se fue y cerró la puerta detrás de ella. Agua caliente empezó a caer sobre mí, relajándome. Cerré los ojos por unos segundos.
Tus miedos, tu dolor, tu vida, todo lo que eres y todo lo que serás me pertenece.
Sus palabras merodeaban dentro de mi cabeza. ¿Quería matarme? Si ese era su objetivo, ¿por qué no lo hizo en el ascensor? Y lo peor de todo, es que mientras más pensaba las cosas, menos sentido tenían, ¿me estaba volviendo loca? No, tenía una marca en el pecho que confirmaba que algo había pasado. No lo imaginé y no lo soñé. Jess también vio la marca, era real. Dos personas no podían imaginar lo mismo. Suspiré.
<<Esto es demasiado extraño>>.
Me lavé el cabello y al masajearme la cabeza escuché un ruido al otro lado de la cortina. Me congelé, exprimí mi cabello y por unos segundos, no abrí los ojos. Sonaba como si alguien estuviera al otro lado.
—¿Jess?
Nada.
Seguí con mi ducha hasta que olfateé un olor extremadamente dulce, me olí las manos y no era el champú ni nada que estuviera usando. ¿De dónde venía ese olor? De pronto, escuché una risita, casi infantil. Los pelos se me pusieron de punta y esta vez cerré el agua y abrí los ojos: Todo seguía igual. Silencio absoluto, con la excepción de las gotas restantes que salían de la regadera hasta que paró por completo. Traté de ver a través de la cortina, pude ver lo que había del otro lado de manera borrosa. Mi mirada pasó por la silueta del lavamanos, luego la taza del baño y finalmente el estante donde estaban las toallas. Sin embargo, había una sombra al lado del estante. Me cubrí la boca con la mano, intentando calmarme. La sombra se deslizó a un lado, a la otra esquina del baño, la misma risita resonando en el espacio tan cerrado.
No sabía que hacer, quería gritar, pero me sentía completamente aterrada. Algo me golpeó la cabeza y chillé, pegando mi cuerpo a la pared detrás de mí. Temblando, ojeé lo que había caído y ahora estaba en el piso de la ducha, vi un caramelo envuelto de color morado. Por alguna razón, ese sabor de caramelo me parecía familiar.
—Tu favorito —dijo una voz juguetona.
Cuando alcé la mirada, la sombra estaba justo frente a la cortina.
—¡Ah!
Me presioné aún más contra la pared.
—No, miedo, no, Ángeles —Mi respiración se quedó estancada en mis pulmones—. Respira.
No era la misma voz que había escuchado en el elevador, pero mi cuerpo no se relajó en lo absoluto.
—Relájate, en serio, no estoy aquí para herirte. Soy un buen chico —terminó con una risita juguetona que me parecía espeluznante.
—Como si fuera a creer eso, —repliqué.
—No soy como él.
—¿Él?
—Sí, el que dejó esa marca en tu pecho —explicó casualmente como si nada.
—¿Marca?
<<¿Por qué estoy hablando con una persona desconocida? ¿Ya he enloquecido? Debería gritar por ayuda. Tal vez el miedo me ha paralizado. ¿Puedo moverme? Trato de mover mi mano, y no responde. Sí, estoy paralizada y lo que sale de mi boca es el producto de mis nervios>>.
—Así es —él sonaba... ¿normal? Pero no había nada normal respecto a esta situación.
De repente, la sombra se movió y volvió a la esquina del baño. Las luces parpadearon antes de apagarse por completo. Me armé de valor para preguntar:
—¿Quién eres?
Él no respondió y pude moverme un poco. Tomé la cortina, la hice a un lado y me cubrí con ella presionándomela contra el pecho. La anticipación y el miedo me helaban la sangre. No podía gritar, no podía moverme mucho, era como si el aire en el baño se hubiera vuelto pesado y asfixiante. La luz tenue que entraba por la pequeña ventana del baño iluminaba la figura oscura que estaba de pie en la esquina. Podía ver la silueta y la luz solo hacia visible la parte baja de su cara y su cuello. Sus ojos rojos brillantes me observaban en silencio. Él me sonrió, sus dientes puntiagudos sobresalían en la oscuridad.
—¿Quién eres? —pregunté.
—¿Por qué no lo adivinas?
—No lo sé, no sé lo que estaba pasando, —pausé—. ¿Realmente estás aquí? ¿Vas a matarme? ¿Me estoy volviendo loca?
—No voy a hacerte nada, solo soy su sirviente, tu vida le pertenece a él, y solo a él.
—¿Quién? ¿El que me marcó? —Su silencio fue la respuesta—. ¿Por qué? ¿Quién eres tú? ¿Dónde está mi hermana?
—Las preguntas son aburridas, Ángeles, nos gustan los juegos. ¿Por qué no intentas adivinarlo?
—¿Qué está pasando?
Silencio. Bien, él no se me había acercado y había dicho que no me haría daño, y aunque no le creía, parecía querer hablar más que el monstruo que me atacó en el elevador.
—Ustedes tienen que ver con la desaparición de mi hermana, y lo que sea que le pasó, también va a ocurrirme a mí.
—Din. Din. —hizo el sonido como si quisiera decir que estaba acertando—. ¿Qué quieres de premio?
—Que respondas una de mis preguntas.
Él ladeó la cabeza.
—Inteligente, nos llevaremos bien —dijo—. Pregunta.
—¿Dónde está mi hermana?
—Tú lo sabes.
—Esa no es una respuesta.
—Estoy diciendo la verdad, tú sabes exactamente donde está, es solo que no lo recuerdas.
Eso me confundió aún más.
—No entiendo, yo—
—¿Por qué no has recibido mi dulce? —su tono de voz cambió, perdió todo aire juguetón—. He sido amable, ¿por qué no lo has tomado?
Tragué con dificultad.
—No me gustan los dulces.
—Mentirosa, no estás siendo buena, Ángeles.
De la parte baja de su sombra, comenzaron a emerger figuras oscuras que se deslizaban sobre el suelo y se dirigían hacia mí. Me ahogué en un grito, pero de inmediato, me incliné y recogí el caramelo.
—Lo tengo, lo tengo —repetí hasta que las figuras se detuvieron.
Él sonrió, de alguna forma su sonrisa era igual de espeluznante que la del monstruo del ascensor.
—Sabía que eras una buena chica.
—Gracias —me forcé a decir porque provocarlo no parecía ser una buena idea.
—Debo irme, solo fui enviado a revisar que tu marca estuviera sanando de forma correcta. Nos veremos pronto y no te preocupes, no estarás sola. Él te visitará a medianoche.
Con esa última declaración se fue, las luces volviendo a encender con normalidad, dejándome en pura confusión y desconcierto.
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Nota de la autora: Buenas, cheketxs. ¿Cómo están este sábado de Insania? Yo estoy un poco enferma del estomago así que no tengo mucho que decir. Me gozaré sus comentarios para distraerme.
¿Qué les parece nuestro nuevo invitado? Jijiji él es uno de mis favoritos (Ojo: eso no quiere decir que sea bueno o malo) Pero siempre tuve un lado blandito para él, con su locura y todo.
MEME TIME:
muakatela,
Ariana Enfermita out.
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