14. PROMITTO
Nota de la autora: Sé que ha pasado tiempo así que les doy un breve resumen. Ángeles está en una institución mental porque Dagon la engañó, y Raven, su hermana, la encerró. Madness la ha atormentado y Angeles recordó algo de su niñez con Raven, cuando Dagon le dio unas piruletas. Ángeles ahora está preguntándole a Raven si ella también lo vio porque eso le confirmaría que es real. ¿TODO LISTO? A LEER.
14
ÁNGELES
—¿Lo viste?
Repetí mi pregunta porque tantas cosas dependían de eso. Su respuesta podría cambiarlo todo. Raven hizo una mueca, sus ojos iban de mí a la puerta, nerviosa, mientras jugaba con los dedos nerviosamente.
—Yo...
Alguien abrió la puerta de golpe y mi frustración creció, ¿podrían entender que estaba teniendo una conversación importante con mi hermana? Sin embargo, la persona que asomó la cabeza me sorprendió, era Jess.
—Hola —saludó al entrar en la habitación. Llevaba pantalones vaqueros oscuros y una camiseta blanca suelta, el pelo negro estaba en una cola de caballo y sus ojos oscuros estaban delineados perfectamente. Estaba a punto de abrir la boca para saludarla cuando una segunda figura entró en la habitación.
—¿Adriel?— Pregunté sin disimular mi sorpresa. Él me sonrió, rascándose la nuca nerviosamente.
—Hola —respondió tímidamente. Se veía genial. Su cabello rubio estaba un poco desordenado y sus ojos verdes se veían tan fascinantes en comparación con la blancura de esta habitación. Me alegré de haberme duchado y peinado el pelo. Mis visitantes se veían muy bien mientras yo llevaba nada más que ropa interior de abuelita y una fea bata de hospital. Hubo un silencio incómodo durante unos minutos. Jess y Adriel compartían miradas como si se estuvieran preguntando si iba a decir algo o no.
—Hola. —Me las arregle para romper el silencio. Jess suspiró en alivio y caminó hacia mí.
—¡Estaba tan preocupada por ti! —Exclamó abrazándome. Me levanté lentamente, recibiendo su cariño. Ella se inclinó hacia atrás, sus ojos oscuros estaban llenos de lágrimas sin derramar: —Cuando Raven me llamó y me dijo que estabas aquí, me asusté tanto, ¿estás bien, cariño? —Ella sostuvo mi cara—. Espera, no contestes eso. Es obvio que no estás bien ahora, pero lo estarás en unos días.
—Mmm. —No sabía qué decir.
—¿Por qué no me llamaste, Ann? ¿Por qué no me dijiste que estabas enferma?
—Es... complicado —Mis ojos fueron a Adriel, quien estaba de pie al lado de la puerta. No podía aguantarlo más.
—¿Qué estás haciendo aquí? —pregunté, frunciendo el ceño. No esperaba su visita para nada.
—Bueno, yo... —Se aclaró la garganta—. Sólo quería saber si estabas... bien.
—Su padre lo envió —explicó Jess sin rodeos.
—¡Jess! —exclamó Adriel, avergonzado.
—¿Qué? —Jess se encogió de hombros—: Es la verdad, tu padre quería visitar a su empleada leal, pero no tiene tiempo, así que te envió.
—Está bien, Adriel. —Le di una sonrisa de boca cerrada—. Lo entiendo.
Raven se puso de pie.
—Los dejaré solos para que se pongan al día —dijo mi hermana y salió de la habitación.
—Ann —llamó Jess—. Lamento no haber venido antes. No tenía ni idea—
—Jess. —La agarré de los hombros—. Está bien.
—¿Estás segura?
—Sí, sólo necesitaba... ya sabes, descansar.
—¿En un hospital psiquiátrico?—preguntó Adriel, enarcando una ceja—. ¿Qué diablos te pasó? —Sabía que élhabía estado actuando tímidamente porque Raven estaba aquí, pero ahora que se había ido, parecía relajado y confiado,como de costumbre.
—Supongo.
—¿Qué pasó?— Jess se sentó en la silla que usaba la doctora cuando venía a verme.
—Sí, ¿qué pasó? —Adriel agregó—. Esperaba encontrarte un poco más... ¿loca? Pero para ser honesto, te ves bastante cuerda para mí. Excepto por la bata de hospital, eso si te da un aire extraño.
—Adriel —protestó Jess—. Déjala en paz.
—¿Qué? Estaba siendo honesto.
La enfermera metió la cabeza en la puerta parcialmente abierta.
—Lo siento, pero sólo puede tener una visita a la vez en ese momento —informó seriamente. Jess se puso de pie.
—Estaré en el pasillo. —Le dijo a Adriel—. Te daré diez minutos entonces será mi turno.
—¿Por qué estás aquí?— Los ojos de Adriel cayeron sobre mí y tragué. Él era atractivo, no era un secreto para nadie, pero los rompecorazones como él venían con un gran aviso de peligro. Así que siempre rechacé sus invitaciones. Y comenzaba a arrepentirme, quizás moriría pronto.
—¿Hola? —Adriel agitó su mano frente a mí—. ¿Estás ahí?
—Sí, lo siento.
—Entonces, ¿por qué estás aquí?
—Honestamente no lo sé, Raven...— Dudé—. Ella piensa que estoy enferma, ya sabes, mentalmente enferma —expliqué con vergüenza.
—Me importa un bledo lo que piense tu hermana —dijo Adriel mirándome a los ojos—. Quiero saber lo que tú piensas, ¿estás mal?
—No lo sé. —Sacudí la cabeza y bajé la mirada. Adriel sostuvo mi barbilla con delicadeza y no tuve otra opción más que mirarlo.
—¿Estás aquí en contra de tu voluntad? —Me mordí el labio inferior, asintiendo con la cabeza—. ¿Quieres que te saqué de aquí?
—Adriel, no creo que puedas-—
—¿Quieres que te saqué de aquí? —Repitió. La calidez en su mirada era tan refrescante después de tanto dolor, tanto frío.
—No sé... No sé qué hacer, sólo quiero estar a salvo.
—Ven conmigo. —Me ofreció de repente.
—Adriel, no estoy segura de que estoy bien.
—¿Quieres estar aquí? —Preguntó, sosteniendo mi cara. Sus palmas se sentían bien contra mis mejillas y casi cerré los ojos disfrutando de su suave tacto.
—No, no lo sé —murmuré con franqueza—. Pero no quiero que nadie salga lastimado por mi culpa, no estoy loca, pero definitivamente no estoy bien —admití, poniendo mis manos sobre las suyas.
—Puedes decírmelo.
—No puedo explicarlo.
—Inténtalo.
—¿Por qué estás haciendo esto? Estás actuando como—
—¿Como si me importaras? —Terminó por mí y dejó que sus manos cayeran a los lados—. No sé cómo explicarlo... Sólo siento esta necesidad de protegerte...
—Adriel, sólo soy una conquista frustrada para ti, no tienes que hacer esto.
—¿Estás ciega, Ángeles? Eso no es lo que eres para mí, eres mi amiga. Te he visto todos los días durante los últimos dos años. Hemos hablado, nos hemos divertido y hemos compartido momentos vergonzosos. Creo que, en este punto, puedo decir que eres mi amiga, y quiero ayudarte. Se supone que los amigos se ayudan cuando las cosas se ponen feas así que aquí esto.
—Ese fue un discurso largo sin ningún coqueteo en él, estoy impresionada.
Adriel me sonrió.
—Sí, me estoy convirtiendo en una mejor persona. —Me guiñó un ojo. Rodé los ojos.
—Gracias... Nunca pensé que me consideras tu amiga.
—Bueno, sí, tengo debilidad por las recepcionistas.
Le di una mirada helada así que él su puso serio:
—Entonces, ¿quieres salir de aquí?
—¿Cómo?
—Confía en mí.
Recordé la cara de Madness mientras se arrastraba sobre mí hace unas horas, sus manos tocando mi cuerpo. No iba a quedarme aquí para ser su juguete.
—Quiero irme —dije con firmeza.
—Muy bien, voy a arreglar algunas cosas para sacarte de aquí. Espérame —dijo mientras se dirigía a la puerta—. No le digas nada a Jess.
Y se fue. Me quedé sola con las paredes blancas que parecían apretarse a mi alrededor. Me sostuve la cabeza y dejé salir un largo suspiro. Quería salir de este lugar. De alguna manera, sabía que la doctora no me iba a ayudar, pero ¿adónde iría después? No podría volver a mi apartamento, ¿verdad? Ese sería el primer lugar que Raven revisaría. Me senté en la cama y algo me pinchó. Busqué el objeto y arrugué las cejas cuando vi una piruleta de uva.
Es de uva, tu favorita.
Dagon...
Inmediatamente, ese recuerdo de mi infancia invadió mi mente de nuevo. Me había dado dos piruletas y aparentemente me curó la rodilla. ¿Por qué haría eso? Era un demonio que se suponía era malvado, ¿verdad? Dar piruletas a un par de chicas huérfanas no era una gran maldad.
Jess nunca regresó a mi habitación, así que supongo que estaba ayudando a Adriel con todo lo de sacarme.
—Ángeles —susurró Adriel en un tono bajo.
Me volteé y lo miré. Estaba al lado de la puerta y me hizo un gesto con la mano para que lo siguiera.
—¿Qué? ¿Estás seguro?
—Sí, Jess está en el baño y Raven está hablando con el doctor.
—¿Y los guardias?
—Sólo mueve tu trasero —dijo con impaciencia. Me puse de pie y me dirigí hacia la puerta. Estaba un poco mareada y todavía débil como el infierno, Madness me había quitado mucha energía. Traté de caminar en línea recta, pero fue difícil—. Rápido—exigió cuando salimos al pasillo, que estaba espeluznantemente solo. Las lámparas blancas de techo parpadeaban cada cinco segundos.
—¿Dónde están los guardias?
—Sigue caminando —dijo Adriel, poniendo su mano sobre la parte pequeña de mi espalda para empujarme hacia adelante. Me estaba costando mucho caminar bien, así que terminé zigzagueando como una borracha. Antes de que pudiera registrar lo que estaba sucediendo, Adriel me levantó y me cargó en sus brazos para llevarme—. ¿Qué haces?
—Sólo quédate tranquila —ordenó al salir del edificio.
La brisa fría de diciembre nos recibió, estaba helado. Había una gran luna llena en el cielo. Adriel abrió su coche y me colocó gentilmente en el asiento del copiloto. Corrió hacia su puerta y saltó dentro, arrancando el motor y girando el volante para irnos rápidamente, observé cómo la institución mental se quedaba.
Había escapado, lo habíamos logrado. Por alguna razón, me sentí a salvo al lado de Adriel. Me estremecí por el frío, la bata del psiquiátrico no era la mejor opción para el clima. Adriel lo notó:
—Hay una chaqueta en el asiento trasero. —Ofreció y extendí mi mano para conseguirla y luego me cubrí con ella. La chaqueta olía muy bien, a él—Ponte el cinturón de seguridad.
—¿Adónde me llevas?
—Al rancho de mi abuelo.
—Adriel, no creo que eso sea una buena idea.
—Ambos sabemos que no puedes volver a tu apartamento. —Me miró, y por esos segundos, lo vi: lo atractivo que era y como me había salvado. Sin embargo, sacudí esos pensamientos porque no era el momento. Sus ojos volvieron a la carretera. Sabía que tenía razón, pero aún así no quería molestar a su abuelo. Me puse cómoda en el asiento. Era la primera vez en días, que en realidad estaba viviendo un momento normal. Mis párpados se volvieron pesados al ver árboles pasar por las ventanas. Estaba tan oscuro afuera.
—Gracias, Adriel —susurré, y sentí su mirada sobre mí, pero igual me quedé dormida.
Un viento violento me movía el pelo a los lados, estaba en un campo oscuro, la luz de la luna era lo único que lo iluminaba. Miré hacía abajo y fruncí el ceño cuando me di cuenta de que llevaba un vestido blanco largo. Podía sentir el pasto suave bajo mis pies descalzos. ¿Dónde estaba? Mis ojos vagaban por el lugar y los entrecerré cuando vi algunas ruinas a pocos metros de distancia. Caminé lentamente hacia ellas, el viento aún atacandome.
—Ángeles —murmuró una voz.
Me detuve en seco y escaneé mi entorno. Sólo podía ver los bosques oscuros que rodean el campo. Mi corazón comenzó a latir como loco y sostuve mi pecho, tratando de aliviar el dolor. Seguí caminando dentro de las ruinas donde me encontré una cama blanca y alguien sentado en ella.
—¿Raven?
Ella estaba completamente desnuda, su cabello castaño se había vuelto negro, y le cubría los pechos. Mis ojos se ensancharon cuando vi A Madness de pie a un lado de la cama, una sustancia negra emergía de él y le rodeaba como un aura negra y tenebrosa.
—¡Raven!
Al otro lado de la cama, apareció Pierre, mi exnovio, y chillé horrizada al ver que no tenía ojos, solo dos agujeros negros y sus mejillas estaban llenas de sangre.
Me giré para huir, pero una gran pared negra salió de la tierra y me bloqueó, tres paredes más surgieron efectivamente encerrándome aquí. Al voltearme hacia la cama, el miedo me consumió porque ya no estaban.
Solo él... Madness.
El crujido de las paredes me sorprendió, alcé la mirada para ver como las grietas oscuras empezaban en la pared detrás de él y subían hasta el techo, polvo y residuos comenzaron a caer. El miedo me paralizó mientras él ladeaba la cabeza y sonreía, levantando la mano. De pronto, el piso tembló y retrocedí, todo a mi alrededor destruyendose.
—No estás hablando con un sirviente, Ángeles... —Él cerró el puño y todo se desboronó. Chillé, esperando el impacto, cubriendome la cabeza por instinto. Cuando no pasó nada, me atreví a mirar las ruinas, y seguían igual, pero él ya no estaba al otro lado, estaba justo detrás de mí, podía sentirlo y grité en agonia cuando me clavó una daga que me atravesó. En horror, vi como la punta emergía de mi estomago y escupí sangre—. Soy el maldito rey de la locura, no lo olvides nunca. Y tú eres mía.
Y con ese dolor, me desperté.
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NOTA DE LA AUTORA: Yo actualizando hoy:
Pido perdón, ustedes saben lo caótica que está mi vida. Los entiendo si se tienen que leer todo otra vez por perder el flow. Los entiendo si se cansan de esperar T.T Valoro mucho su tiempo y su apoyo.
Los quiero mucho,
Ariana G.
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