V

Durmió poco, solo una hora, y no sintió para nada que su cuerpo estuviera descansado; al contrario, estaba más agotado que nunca.

Los turnos en la noche nunca fueron así, por lo menos eran ligeros antes de la muerte del forense y el descubrimiento de Kim Taehyung. Quería saber qué le pasó, una extraña curiosidad lo motivaba a no detenerse, como si había algo más que debía saber de ese chico que estaba muerto hace ya treinta años.

Se sentó en la cama, vio la hora y eran las cuatro de la tarde, aún había tiempo para seguir investigando algo más. Sin más rodeos, encendió su computadora y comenzó a leer más periódicos antiguos, había impreso algunos antes de tomar una siesta para llevárselos y analizarlos mejor en el trabajo y colocarlos en la pizarra como para unir cada punto junto a la investigación actual que involucraba al forense y familia.

En su vida leyó muchas cosas, pero nunca como en estas ocasiones en que leía y comparaba noticias de tres pestañas de internet diferentes. En esas lecturas, encontró un nombre nuevo de alguien que confirmaba ser el único amigo de Taehyung en la universidad, un tal Park Jimin. Leyó más y dio con que iban en diferentes facultades, pero que siempre andaban juntos. No importaba dónde, bajo más y leyó la declaración previa al hallazgo del cuerpo de Taehyung, entre el chico y una policía.

—Sí, es mi amigo, de hecho... mi mejor amigo. Lo conozco desde el instituto y sé que jamás hubiera escapado de casa. Él no es así. Lo conozco más que sus compañeros de clases que no saben nada. 

—¿Su amigo tenía un amorío con su profesor de artes visuales?

—Claro que no... Al contrario, el profesor estaba obsesionado con Tae, de una manera enferma. Me contó que lo seguía, lo observaba en cada hora de receso, le dejaba notas haciéndose pasar por un chico cualquiera de la universidad que mostraba interés en él. Taehyung creyó que era un muchacho, se ilusionó tanto que hasta pensó conocerlo.

—¿Cuándo supo que no era un chico de la universidad?

—Yo... asumo que ese día que desaprecio... No lo sé... No sé qué pasó...

—¿Cree que el profesor siguió a Taehyung y le hizo algo?

—Lo creo y sé que es así. Ese maestro... estaba enfermo, era un psicópata... Tenía una esposa y él contaba que esperaban un hijo... ¿Qué clase de ser humano hostiga a un chico cuando tiene una familia y profesa la fe?”

Al leer algo así, lo había acongojado. Yoongi jamás pensó leer una declaración así, menos en aquellos años en que la orientación sexual era un tema tabú que nadie soportaba. Min leyó solo esa, la única que circulaba en redes. Taehyung no debió haber sido como describían otros en los foros donde lo difamaban, sino que era ese tal profesor de artes visuales que lo acosaba constantemente. 

Investigo solo un poco más sobre el acoso que había recibido, pero aquello jamás apareció, solo una noticia que ponía como titular, “presunto” acoso hacia el chico, nada confirmado por los reporteros, como si buscaran taparlo, no decirlo y seguir dejando a Taehyung como el que se lo merecía solo porque le gustaban los hombres... 

—Malditos hijos de perra... —susurró Yoongi presionando el lápiz.

Min comenzó a comprender que no quería satisfacer el deseo de saber qué pasó, por mera curiosidad, sino que entendió que quizás debía ayudarlo. Saber qué le pasó dejaría que Taehyung entendiera y abriera sus ojos, quizás que recuerde algo. Revelar la verdad y buscar el modo de que el asesino se pudiera aún más en la cárcel. De ese modo, empezó a sentir culpa por haberlo obligado a que hablara, si tan solo hubiera buscado otro poco más.

Mientras buscaba información del paradero de Park Jimin, a su mente vino solo Namjoon. Tomo el teléfono y le marco enseguida. Sonó unos segundos hasta que atendió.

Llamas justo cuando tenía una buena noticia. 

—¿Cuál? —preguntó de inmediato.

Mañana mi compañera me cubrirá para bajar y ayudarte a ver el cuerpo del congelador. Cambiaremos de área, justo ella estaría contigo haciendo de guardia, espero que te sirva, más no puedo hacer. —Explicó Namjoon. Min sintió alivio.

—Bien... eso es bueno, pero necesito otro favor, aún más grande.

Me van a despedir por tu culpa, ¿sabes? —El moreno rio en la otra línea. —Ya que... Dime qué necesitas.

—Busca a Park Jimin.

✶⊶⊷⊶⊷❍ ⛥ ❍⊶⊷⊶⊷✶

Yoongi refunfuño molesto y susurraba groserías. Su molestia se debía a que su jefe dijo que se tomara la noche libre, pues Jungkook, el chico del laboratorio, informó que lo vio mal y bastante cansado. 

Esa noche, por primera vez, no vería a Taehyung.

Fue rara la sensación que le invadió ante aquel pensamiento. Quería ayudarlo, en serio que sí, y el hecho de no poder verlo en su turno esta vez lo deprimió un poco. Min aceptaba que ese joven le causaba intriga. Estaba muerto y tenía una historia que contar; sin embargo, Taehyung actuaba como si parte de aquella historia estuviera difusa. Quizás solo recuerda al hombre que le arrebató la vida, que seguro fue ese tal profesor. 

Fue armado un mapa mental en una hoja de cuaderno, arriba iba el nombre de Taehyung y entre paréntesis su fecha de fallecimiento. Aun la coincidencia lo tenía sorprendido, pero bueno, así como gente moría, más gente nacía y hasta el doble. Estaba el punto más importante que no era nadie más que Park Jimin. Él debe saber muchas cosas: sobre los padres de Taehyung, del asesino, cómo fue la búsqueda de Taehyung, etcétera. 

Jimin era ese baúl de secretos y de verdad sobre la desaparición, muerte y autopsia del azabache.

De malas ganas, lanzó su mochila al sofá y se dejó caer sobre este. Miró el techo y comenzó a contar hasta cinco. El conteo lo relajaba y lo centraba un poco en la realidad. 

—¿Qué hago ahora? —Se preguntó sacando el teléfono del bolsillo. 

Arrugó la frente al ver mensajes, alrededor de veinte, de su madre. Sin más, los abrió y comenzó a leer. Había preguntas sobre cómo estaba y qué tal iba el trabajo. Luego cambiaba de tema, poniendo perdón por lo de las pastillas y, por último, le decía que no quería que se alejara de ella ni de Dios. Min rodó los ojos. 

Jamás creyó ese Dios que su madre adoraba y rezaba pidiéndole algún milagro. Antes lo hacía, como todo niño inocente que debía creer en algo, pero todo cambió cuando su madre comenzó a comportarse obsesiva. Lo obligaba a leer la biblia, a rezar, a ir a la iglesia. Yoongi ya no lo veía como algo que le nacía hacer, sino como un castigo. Pues a eso de los seis años, su madre implementó el castigo de encerrarlo en el cuarto debajo de las escaleras. En su momento fue bodega, pero se convirtió en una sala llena de crucifijos con una mesa de café, baja. En el centro estaba la biblia y un rosario.

Lo recuerda tan bien que las pesadillas son vividas. 

Lloraba desconsolado, rogando que lo sacara, hasta incluso a Dios le pedía. Nunca se detuvo hasta que Min se le reveló a los catorce. Lo encerró, pero el joven azotaba la puerta con patas y puñetazos, hasta que logró abrirla. Su madre lo siguió hasta la puerta y lo zarandeó suplicando una respuesta.

“¡¿Por qué eres como él?” “¡¿Por qué?!”

Min desapareció de su casa, un par de días, preguntándose a qué se refería, al final asumió que a su padre. Ese hombre desconocido que nunca en su vida conoció, no había fotos de él, videos o algún recuerdo. Su madre aborrecía a tal hombre.

Yoongi, después de aquel acontecimiento, cambió, y del cielo a la tierra. Se volvió solitario, apartado de todo lo que tuviera que ver con sociabilizar. No quería pareja, un matrimonio o hijos, y no le quitaba el sueño lograr las metas genéricas de todos. Luego estuvo en la universidad, que igualmente la pasaba siempre solo, sin amigos o alguna novia o novio por quien centrarse o distraerse. Aquello provocó que muchos los vieran como un sociopata, pero a Yoongi nunca le importaba. La opinión de la gente le dejó importar hace años y le iba a seguir dando igual. Así era él.

Si podía llegar a morir solo, lo iba a hacer; no resistiría. El miedo a la muerte jamás fue lo suyo.

El teléfono volvió a vibrar, dando paso a una llamada de un número desconocido. Lo pensó, pero quizás era Jungkook quien lo llamaba.

—¿Hola? ¿Jungkook? —Hubo estática. —¿Quién es? ¿Es una maldita broma o qué carajos? —preguntó hostil.

Hola... ¿Por qué no viniste?

Era Taehyung. Su sangre se heló por completo.

—¿Acaso me quieres ahí para atormentarme? 

Claro que no. Solo es raro no verte ahí dentro revisando un cadáver. Eres entrañable, Yoonie...

Frunció el ceño.

—¿Qué quieres? —Le preguntó. —Tengo cosas que hacer...

—¿Cómo qué? ¿Seguir metiéndote en donde nadie te necesita? ¿Seguir buscando respuestas donde no las hay? ¡¿Molestarme y hacerme sentir peor?! ¡¿Estar insistiendo en algo que ya pasó?! —Min sintió un pitido en el teléfono alejándolo de su oído. Luego puso altavoz. —¡Deja de meterte! 

—Solo quiero ayudarte, Tae... —Fue sincero esta vez.

—¡No quiero que me ayuden! ¡Nadie! ¡Estoy bien aquí abajo! —dijo el azabache. —Es frío... muy frío, pero cómodo a la vez. A veces lo odio, esta soledad... ¿Sabes a qué le gustaría estar solo aquí abajo?

—N-No...

A ti. —Yoongi se quedó mudo. —Te gusta estar solo, encerrarte en tu casa, creyendo que alguien llegara por ti. ¿Quién? ¿Tu padre? ¿El hombre que te dejó como el bastardo de una mojigata mentirosa e hipócrita? 

—Cállate... No me conoces.

Lo mejor de estar aquí, muerto, es que... conoces a los demonios que te rodean, Yoonie... —Explicó con una voz sombría. —Tus pesadillas, las veo... Sufres cada vez que duermes, sufres cuando te despiertas y vives el día a día. No eres nadie, eres como un cascarón vacío que anda por la vida haciendo los mismos de ayer y que hará mañana. No vales nada...

—¡Cállate, maldita sea!

De pronto la estática regresó. Yoongi estaba temblando de nuevo, sus manos estaban inquietas y frías. Lanzo el teléfono a la mesa, y posteriormente abrazo sus piernas. 

Antes de que Taehyung volviera a hablar, una voz familiar sonó a través de la línea.

Eres como él... Eres como él... —Esa voz era de madre que repetía una y mil veces aquella oración. 

Yoongi se tapó los odios.

—¡Ya basta! ¡Déjame en paz!

Deberías volver... De algún modo, te extraño. 

Min agarró el teléfono y lo lanzó contra la pared, haciendo un fuerte estruendo.

—¡Ya cállate! —Vociferó. —Mierda... —Cayó arrodillado sobre la alfombra. —Basta... Basta, por favor... —Comenzó a sollozar sin soltar su cabeza. Le dolía tanto que no sabía cómo apaciguar aquella molestia. —¿Qué me está pasando? ¿Qué pasa... qué pasa conmigo? —Se preguntaba a sí mismo. —No. No estoy loco, ¿verdad? —Min se secó las pocas lágrimas y comenzó a hablar con él mismo. —No, todo está bien, todo lo está...

No podía entenderlo y eso lo mataba por dentro. Su cabeza era un embrollo, le molestaba el solo hecho de pensar de más. Deseaba que todo acabara de una vez, pero no podía. Algo había que no lo dejaba detenerse y le urgía por saber más. 

Se recostó sobre la alfombra felpuda de tono grisáceo y se abrazó a sí mismo. Otra vez solo, su única compañía era la profunda oscuridad de su propia casa, más la conocida soledad que lo abrumaba.

✶⊶⊷⊶⊷❍ ⛥ ❍⊶⊷⊶⊷✶

Se removió adolorida; sin embargo, no abrió los ojos.

No sigas...

Se despertó de golpe, sentándose sobre la alfombra, pero a su vez una punzada de dolor en la espalda le sacó un quejido. Se trató de levantar y ver la hora. 

Según el reloj de la cocina, eran las nueve de la mañana. Durmió toda la noche afortunadamente y de cierto modo se lo agradecía a él mismo. Al salir de la cocina con algo de desayuno, solo un simple cereal con leche, vio su teléfono en el guardapolvo de la pared, se agachó y lo tomó, viendo que la pantalla estaba trizada. 

—No, carajo... —Se desesperó un poco, le asustaba que no encendiera. Presiono el botón que encendí la pantalla y respiro tranquilo al ver que esta prendía y andaba con normalidad. Agradecía que, a pesar del azote que recibió el aparato, este funcionaba. 

Yoongi se sentó en el sofá, recordando todo lo de anoche. Se metió en las llamadas y para su sorpresa, el número por el cual Taehyung le habló no aparecía por uno ni lado registrado, tampoco aparecía como una llamada que fue recibida y atendida. Sin darle más vueltas, el asunto acabó de comer tranquilo. Lo tomaba como ya algo normal, desde que Taehyung apareció en su vida, nada era normal y ya intentaba que nada lo sorprendiera. 

Mientras que acababa de comer, su teléfono vibró y se puso en alerta enseguida. Lo tomó y vio que era un audio de Namjoon. Respiro calmado para poder abrir el mensaje.

Subió el volumen y comenzó a escuchar.

Oye, espero que estés bien, supe que no viniste... En fin. Sobre lo que me pediste, Park Jimin vive en Busan, en un apartamento en una villa cercana a la zona costera. Su apartamento es el “A-12”. Por lo que investigué, él sí vivió en Daegu, pero se mudó por el noventa y cuatro. Pensaba acompañarte, pero debo trabajar y conseguir la llave del congelador. No llegues tarde hoy. Adiós y suerte.

El de tez pálida, se levantó enseguida de la mesa y comenzó a alistarse para ir a Busan. Tomaría el tren, era más rápido que en autobús o en taxi. Arregló su mochila metiendo y asegurando que su billetera fuera dentro, además debía regresar temprano para trabajar, sobre todo ir al congelador. 

Le dio igual la advertencia de Taehyung, debía hallar el modo y sacar toda la información que más pudiese respetar al caso del chico y poder ayudarlo. Kim podría haberle asustado a su modo, pero Yoongi era alguien que no se rendía fácil. 

En cuanto salió de su casa, dejando todo bien cerrado bajo llaves, emprendió viaje hasta la estación de trenes de Daegu. Tomo hasta la estación un taxi, mientras iba de camino, aprovechó de agregar a Jungkook y preguntarles respecto a los resultados de la muestra de cabello que sacó del forense. Apenas mandó el mensaje, Jeon respondió a eso de veinte minutos después. Min ya se había bajado del taxi, pagando y dirigiéndose a comprar un boleto de tren.

En la fila para comprar, abrió el mensaje y Jungkook respondió:

“Aún sigo en ello, está algo difícil”. “De aquí a la noche lo tendré para ti”.

Con eso le bastaba, tampoco quería molestar a Jungkook en su trabajo. No por nada era el primero en tener muestras de ADN en casos importantes; el jefe lo estimaba por ser un muchacho joven y aplicado. 

Por otro lado, Yoongi se limitó a mandar un simple “gracias”, pues, su turno llegó y entregó dinero para pagar.

—Un boleto para Busan y que sea en el tren que esté más próximo a salir... Por favor.

—En diez minutos sale el próximo, ¿le parece...?

—Sí, ese por favor. —Le respondió enseguida. 

Una vez el boleto en sus manos, se armó de fuerzas y caminó hasta donde debía esperar.

A pesar de tener que viajar una hora hasta la ciudad de Busan, aquella era la única manera de saber qué fue lo que le pasó a Kim Taehyung.

✶⊶⊷⊶⊷❍ ⛥ ❍⊶⊷⊶⊷✶

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