1 | Tenebris | ѱ
❝Puede que el infierno, sea mucho más fiel que su cielo❞
. . .
Cuando mis ojos por fin se abrieron, lo único que pude ver fue la oscuridad. Y no la de una típica noche oscura de Centralia, sino la de mi habitación porque me habían cortado la luz.
Respiré con calma.
Si ya me habían cortado el gas y el agua, que más daba. Si los cavernícolas sobrevivieron en aquella época. ¿Por qué yo no lo haría? Con un par de cerillos y pescados del rio más cercano, me bastará.
— ¡Cariño, te han cortado la luz!
Si, las paredes de nuestros apartamentos eran tan livianas, que se escuchaban hasta los ligeros cortes de luz y nuestras camas chirriar.
Y ahí estaba la señora Elsa, tan insufrible y metiche. Una viejecilla que le encantaba opinar y sembrar discordia entre los vecinos porque a uno de ellos, le ayudaba a diario a su mujer a arreglar la coladera.
Aunque bueno, esa coladera gemía como si estuviese invocando a satanás.
— ¡Gracias, señora Elsa! ¡Si es por usted, no me doy cuenta!
— ¡De nada, cariño!
Y ahí volvió a gritar. Pasándose mi sarcasmo, por la dentadura que no tenía.
Me lancé de espaldas a la cama, queriendo que entre los resortes y plumas, hubiese una boca gigante que me tragara. ¡Maldito y mugroso pueblo! Todo el mundo se conocía, todo el mundo cuchicheaba y siempre estabas en el ojo del huracán.
Sin embargo, después de un instante, me comencé a relajar. No se escuchaba más que mi respiración y el leve latido de mi corazón. En ese pequeño instante, amé que fuese noche de halloween y todos estuviesen fuera de la residencia.
Claro que no fue por mucho tiempo, porque el impacto de los fuertes golpecillos sobre la puerta, me hizo refutar.
Me hubiese encantado absorberme en silencio y fingir que no estaba.
— Sé que estas allí. Así que abre la maldita puerta porque me estoy congelando el culo. —Esa era la sutileza de Liv, mi mejor amiga de la infancia.
Se escuchó el irritante crujir de la puerta cuando tiré del pomo y ahí estaba ella. Estaba embutida en una túnica roja hasta los tobillos, con la capucha sobre su cabeza, cubriendo su cabello cobrizo. Tenía los ojos delineados de negro, resaltando poderosamente el de sus joyas verdes, de ese mismo modo, el color de sus labios hacia juego con aquel delineado.
— ¿Qué demonios Liv? —Fingí horror—. ¿Vas a crucificar a Edward Cullen?
— ¡Definitivamente! Lo de ahora son los ángeles caídos. —No pudo evitar abanicar sus pestañas y sonreír con picardía.
Se adentró a la habitación y se detuvo dos pasos después.
— ¡Por favor no lo digas! No tengo un maldito dólar.
Hubo un instante de silencio, sus ojos y su expresión se suavizaron.
—Sabes que si necesitas...
—Me las arreglaré. —La interrumpí. De alguna forma tenía que hacerlo, lo de los cavernícolas no iba en serio.
Lo cierto era que los padres de Liv eran una de las pocas familias mejores acomodadas del pueblo. Su padre, el médico de la zona, hace poco más de once años, recibió una pequeña herencia de algún pariente lejano que los dejó bien acomodados.
—Con los chicos de la escuela vamos a merodear por las calles para asustar a los niños con estos disfraces. ¿Te nos unes? —Alzo otra túnica que sostenía en su mano—. Traje una para ti.
—Sabes que no me gustan esas cosas. —Le recordé. Ella lo sabía bastante bien—. Además, quedé en llevarle algunas cosas al padre Cristóbal.
— Por favor, solo por este año. —Hizo esa mueca con los labios que tanto aborrecía.
—Liv... —Le advertí.
— ¡Bien! —Levantó sus manos al aire—. Ve a hacer tu caridad a la iglesia.
— ¡Liv!
—De acuerdo, lo siento. —Supe que lo decía en serio—. Te veré de regreso a clases.
Después de eso, se despidió con un abrazo y salió por la puerta.
La verdad estaba en que ya no me gustaba visitar a la iglesia, y no porque no creyera en ella. Pasé casi toda mi vida en esas rancias y viejas paredes cuando mis padres fallecieron en aquella tragedia y yo no tenía en donde caerme muerta. El padre Cristóbal cuidó de mi durante todo este tiempo y a otros niños que junto a mi crecieron y, cuando cumplí los diecisiete y vi la oportunidad de valerme por mi misma, no titubeé en tomarla. Sin embargo, mientras crecía y a través de los años, la sensación de pesadez dentro de aquella iglesia, me era absorbente.
Al principio, comencé con drásticos sueños donde todo se prendía en fuego. Por su parte, el padre Cristóbal me consolaba y me hacía olvidar por ligeros instantes que yo presencie aquella tragedia. Era una niña, demasiado pequeña para recordar. Lo peor vino después, cuando cumplí quince; las secuelas de aquellos sueños se sentían cada vez más real. Me asfixiaban, me corroían la garganta, me hacían huir de allí a mitad de la noche a refugiarme en el bosque, a mitad de la espesa niebla.
Lo cierta era que, cada vez que cruzaba aquel pórtico de madera añeja, algo por dentro me quemaba. —Literalmente quemaba—.
No tenía recuerdos frescos de aquella noche, tal vez solo unos pocos que me revelaban mis sueños, sin embargo, las vagas y brumosas imágenes siempre se hacían presente.
»Inicia con mis padres y yo en el jardín de mi casa. De pronto, creo ver otra figura de mi misma estatura, nunca su rostro se aclara. Todo es diversión y risas, hasta que sucede. El humo y el fuego se abrazan con las ramas secas de los árboles, no hay escapatoria, crece y crece. Luego viene el caos, los gritos y los llantos. El fuego se ha extendido y ha arrasado con todo a su paso, en ese instante, las únicas tres figuras que en ese sueño desaparecen, se confunden entre las llamas y la espesa niebla que lo abraza. Quedo sola, desde ese momento, he quedado absoluta y completamente sola. «
Entonces, salí de mi propio ensimismamiento y antes de percatarme, ya el frió helado de la calle me golpeaba con violencia y el bullicio y risillas de personas en el barrio se hacía presente.
La penumbra ya se asomaba y, el viento que se escabullía a través del suelo, paseaba consigo unos cuantos envoltorios de caramelo que poco después, se perdían en la bruma espesa de la neblina.
Adultos iban y venían, niños correteaban con disfraces por el parque y jóvenes, quienes lucían el mismo disfraz absurdo de Liv, los hacían chillar del susto, algunos robaban sus golosinas y caramelos para divertirse con el llanto de los más pequeños.
Apresuré mis pasos a través de las calles oscuras de Centralia; la iglesia del padre Cristóbal, se encontraba al otro lado del bosque, sin embargo, yo opte por el camino largo. Más valía viva, que cuerpo al rio por lamentar.
Poco después, las escaleras rocosas que daban entrada a la iglesia, se asomaron en la lejanía. Achiné los ojos a través de la neblina y, por un instante, creí ver una figura que con velocidad se movía.
Si no hubiese sentido aquella sensación de vértigo y no se me hubiese puesto la piel de gallina, tal vez—solo tal vez—, hubiese creído que se trataba de un espejismo. Últimamente, con las pastillas para conciliar el sueño, había tenido muchas.
Cerré mis ojos con fuerza y, tome una inspiración profunda, haciendo paso duro a través de la neblina. Con la cercanía, la sensación vertiginosa me arraigó en las venas, un ligero toque de fuego me hizo detenerme de súbito y, cada vez las escaleras se veían más lejos.
Seguí andando en la penumbra que ya se había cernido sobre Centralia, seguí andando a paso rápido y sigiloso, solo escuchando los leves latidos de mi corazón y los de las ramas secas crujir bajo mis zapatos.
El destello de algo nebuloso moviéndose a la velocidad de lo inhumano, me provocó un susto, deteniendo mis pasos en un acto brusco, mi corazón se detuvo una fracción cuando las ramas, aún seguían quebrándose bajo algunos zapatos que no eran los míos.
De soslayo y con nerviosismo, comienzo a observar hacia todos lados y, solo me encontraba rodeaba de árboles, una noche oscura y neblina. Fue ahí cuando me percaté que estaba en medio del bosque y, ni siquiera era completamente consciente de como había entrado allí.
Después de mi último incidente, no era el lugar más indicado para estar. Temía que estuviese sucediendo otra vez. Temía muchísimo—demasiado tal vez—, aparecer en lugares extraños, en lugares donde ni siquiera debía haber estado.
»Sal de aquí, sal de aquí. ¡Sal de aquí, ya!«
Muchas veces hablaba conmigo misma. Muchas veces mi fuero interno me gritaba un sinfín de cosas. Pero esta vez, no soy quien me habla. Esta vez, escucho una voz dentro de mi cabeza que no es la mía y, si no había comenzado a aterrarme lo suficiente, era momento de que lo hiciera.
» ¡Sal del bosque! ¡Corre lejos! ¡Hazlo ya!
¿Qué está pasando? ¡¿Qué demonios está pasando?! Debí cuestionármelo, sin embargo, lo haría en un lugar muy lejos de aquí. Y si lo que sea que estuviese hablando dentro de mi cabeza me pedía que corriera, yo lo haría.
Comencé correr. También, comencé a ver una figura moverse a través de la penumbra, comencé a verla tomar forma y deshacerse, comencé a ver algo que realmente no tenía que ver.
La neblina se hizo un amplio hueco dentro de sí misma y, a través de ella, la sombra de algo—alguien—, comenzó a materializarse en el aire. Por un instante, no hubo rostros ni extremidades que reconocer, pero al cabo de un fracción de segundo después, todo en el comenzó a dibujarse y a solidificarse.
La tierra fría tembló cuando la figura cayó de pie sobre ella. Me mantuve quieta, muy inmersa. Después de unos instantes, pude vislumbrar la figura humana que, todo este tiempo hubiese deseado que se tratara de un animal salvaje, sin embargo, no supe reconocer de lo que aquello se trataba, cuando unas pupilas ambarinas me atravesaron. Casi, pude sentirlas absorberme. Casi, por un doloroso intervalo, las sentí querer arrancarme algo con tanta vehemencia.
No me moví y, lo que sea que era aquello, si lo hizo.
¡Muévete!
Esta vez, era yo quien me gritaba. Esta vez, era mi fuero interno que me exigía que hiciera algo y que no me quedara como una completa estúpida a que aquello me destrozara. Pese a ello, mi cuerpo no respondía a mis órdenes. No se movía, no hacia absolutamente nada.
Cuando la figura que venía desde el otro lado de la neblina se acercó lo suficiente, pude distinguir facciones irrevocablemente perversas y ardientes.
Sus ojos parecían brasas y, se enaltecían a mitad de la penumbra, algo que me caló hasta los huesos. Las comisuras de sus labios se curvaron hacia arriba, provocándole un aire perturbador.
— ¿Quién eres? —Supe que estaba aterrada hasta la médula, pero el temblorcillo que emanó de mi voz, me lo dejó en confirmación.
—Soy tu infierno personal, Six. —Sus pupilas brillaron efervescentes—. Y vengo a reclamarte algo que me pertenece.
Todo dentro de mi cuerpo se estremeció, por un momento, quise devolver el estómago cuando su voz me atravesó.
—Esto no es real. —Me dije, cerrando los ojos con mucha fuerza—. Estoy soñando, solo estoy soñando...
—Que humano tan necio. —La vacilación bailaba en su voz —. Soy tan real como tu miedo, soy tan real como el fuego que ahora mismo emana de tu cuerpo.
Entonces, abrí los ojos. Entonces, todo a mí alrededor estaba envuelto en llamas y lo peor de aquello, era que no quemaba.
Sentí una punzada de pánico y me comencé a zarandear. Entre segundo a segundo, el fuego se dispersó. Entre segundo a segundo, el caos se desató.
La figura se abalanzó sobre mí, empujándome con tanta fuerza que caí a algunos metros de distancia contra la tierra y las ramas secas. Casi, pude escuchar el crujir de mis vertebras, casi, me perdí en la somnolencia.
Mi visión se nubló y la figura que, una vez más venia en mi busca, retrocedió. Una nueva silueta en la penumbra se dibujó.
—Te divierte aterrorizar a los más inocentes. —Se escuchó la ronca y profundidad de una voz—. ¿No es así Abaddon?
Esa voz, era la que se escuchaba en mi cabeza.
Ese nombre, Abaddon...
En medio del silencio, se sacudió una risa que carecía de humor.
—Ustedes los humanos son tan repugnantes.
—Te recuerdo que alguna vez quisiste ser uno. —La sonrisa ladeada de la nueva figura que se había unido, fue lo que alcancé a vislumbrar.
Todo me comenzó a dar vueltas. Todo a mí alrededor se convirtió en una nube muy espesa de agobio. Y, cuando perdí el conocimiento, abrí los ojos.
Estaba sudando en mi habitación, estaba jadeando—luchando—, por aire.
❁❁❁
¡Aquí vamos! ¿Quien habrá venido a reclamar que cosa?
¡Espero les haya gustado muchisimo! Para mi, este es un genero que lo debo tratar con mucho tacto, así que espero mi esfuerzo valga la pena. No olviden dejarme sus estrellitas y comentarios, porque la estaré continuando después de los 50 votos y 50 comentarios.
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