79.- Siempre llega en el peor momento

La crónica oficial de los hechos dice que el siete de septiembre del dos mil veintiuno Heriberto Félix fue detenido después de un operativo de emergencia coordinado por la policía federal. El Comando de Sinaloa resultó herido de gravedad, se encuentra hospitalizado en el hospital militar rodeado de un fuerte contingente de seguridad, mientras que Angélica Félix, la Galereña de Guanajuato, fue abatida por agentes de la policía federal en conjunto con un oficial de la DEA.

Los hechos ocurridos en Chapultepec forman parte del mismo operativo de detención, en este momento el gobierno mexicano y el estadounidense están en pláticas para la extradición de Félix a Washington para su juicio.

Las víctimas mortales ascienden veinte lugartenientes de Félix muertos, veintidós detenidos, cuatro agentes muertos en el asalto a la las instalaciones de la policía en la Ciudad de México y diecisiete agentes heridos durante el operativo; mientras que Melisa Gutiérrez, la reportera que dio a conocer un documental completo sobre la vida de Félix ella se encuentra hospitalizada en el centro de la ciudad, se reporta en estado crítico. 

Mucha gente no lo cree, hasta no ver a Félix con sus propios ojos no creerán, el caso es que es verdad, todo fue cierto. 

No sé que pasó allá, antes de poder ir a ver a Kate me desmaye, luego solo recuerdo el escalofriante sonido de la alerta sísmica, un grito profundo y penetrante, cuando duermo puedo escucharlo, me hiela la sangre.

Hoy día sé que el grito fue de Alan, que hubo un sismo esa noche y un fenómeno llamado triboluminiscencia, que se da cuando la energía liberada por el choque de las placas sísmicas sale disparado al cielo con gran velocidad, algo raro, pero no sobrenatural cómo lo que llegamos a creer las primeras veinticuatro horas.

Aunque sin duda algo pasó ahí, Alan no recuerda nada de lo que hizo después que Angélica lo noqueara, Kate no cree que fuera ella quien inyectara el antídoto, y no podemos saberlo a ciencia cierta, pero parece que Angélica murió y revivió en los mismos tres minutos. 

A una semana de los hechos, todo sigue igual de confuso, hay cosas que no son fáciles de procesar, sucesos que me cuesta aceptar.

—¿Cuándo esperan que despierte? —pregunto a Alan mientras los dos la vemos a través de un cristal.

La herida de Angélica fue inexplicablemente grave, un intestino perforado, una hemorragia que apenas pudo contenerse y que de no tener a donadores universales listos para ayudar, no habría salido del quirófano, y cuando lo hizo, el panorama no pintaba agradable, hoy las cosas siguen sin estar claras. 

—Hoy o mañana, estará bien —responde Alan, toca con las yemas de los dedos el cristal— ¿Qué ha pasado con ese hombre?

Es la primera vez que pregunta, ahora que le han dado más esperanzas de la recuperación de Angélica, imagino que quiere saber que es lo que sigue a continuación, o lo que podemos esperar.

—Está paralizado de medio cuerpo —digo. 

—Esto… Creo que fue lo mejor —voltea a verme.

A él lo dieron de alta dos días después del incidente, sus heridas y hematomas no eran tan graves como las mías, yo salí ayer del hospital solo para encontrarme un desastre, pero Alan lleva días sobreviviéndolo, tratando de ir adelante y ayudar cuánto más pueda a los médicos de Angélica.

—Va a pagar, y aunque tuviera gente ya no vale nada como persona, nadie le seguirá.

Fue duro verlo, no dije nada, ni siquiera pude participar en el interrogatorio, no me veía capaz, porque aunque ahora no sea el hombre que más miedo me dio, sigue habiendo una parte de mi que le teme y que por supuesto quiere rodearle el cuello con la manos hasta que deje de respirar. Mis superiores no verían eso con buenos ojos, menos cuando ya lo tenemos.

Y en este punto me he preguntado mil veces: ¿de qué nos sirve? ¿qué utilidad o como repara que tengamos a ese hombre en una celda? ¿Qué importa ya? El daño está hecho, y nada de lo que pase a continuación lo repara, ya no hay nada que hacer más que encerrarlo para siempre, y trabajar, y seguir trabajando para que no se vuelva a repetir, aunque Dios sabe que con estás cosas nunca hay un verdadero final. 

—Angélica cumplió su misión, por eso descansa tranquila —dice Alan, baja la mirada a mi ropa, no quería que lo hiciera—. Lamento lo de Emilio Soto, no pude ir al funeral.

Pocas personas sabían del funeral, la familia de Soto quería algo muy privado en el momento, saben que su hijo es un héroe, que dio todo y cuánto más tuvo para parar a un mounstro, les duele por supuesto, pero están tranquilos, su hijo no murió en vano, y aunque jamás lo sepan, Angélica lo dio todo para que así fuera. 

—Fue algo sencillo, habrá una ceremonia cuándo León pueda ponerse de pie.

A León van a ascenderlo, al igual que a Frida y a mi, solo que no me siento bien con la idea; la realidad es que no sé cómo continuar con mi vida a partir de aquí, lo que seguía conmigo y con mi hermana, lo que teníamos planeado era regresar a Texas, pero Annelise ya no está, tampoco mis padres, solo me queda Joanna, Angélica y Aarón, no me puedo ir de regreso, no puedo aceptar un trabajo que no voy a realizar bien si todos los que amo no están cerca de mi.

No puedo volver a Estados Unidos, no tengo nada allá que me ate, haré mi trabajo hasta donde más pueda, pero mi hogar está aquí. Aquí me quedaré. 

—Lo hará pronto, todos estarán bien, Cristopher —pone una mano sobre mi hombro, tal como lo hizo al informarme que todos estaban vivos, que todos lograrían sobrevivir, y como en ese momento, hay una parte de mi que aún se resiste a creerlo. No puedo asimilarlo cuando aún veo en mis sueños los ojos sin vida de mis compañeros— Sé que es difícil y que cualquier cosa que diga te parecerá vacía y sin sentido, pero debes seguir adelante, por Joanna, por Angélica y Aarón, siguen siendo tu familia, nuestra familia. 

Me lee la mente, o solo es que siente lo mismo que yo, con una única diferencia que no haré notar, mi dolor es mío, no lo voy a compartir por el momento con nadie más, no hasta que Angélica esté caminando de nuevo, hasta el momento en el que le pueda dar la libertad que tanto le he prometido. Será en ese momento cuando me permitiré llorar, caerme, sabiendo que mi familia, la gente que me quiere estará ahí para levantarme al final de todo.

—¿Cómo está Kate? ¿El bebé?

Desvió el tema, no a uno más agradable, pero que sigue siendo importante. Es la primera vez que pregunto por ella, Joanna me dijo que estaba bien, pero no más, y me temo que no ha compartido con nadie más lo que pasó, lo que Félix le hizo.

—Se aferra a la vida —Alan suspira aliviado, ninguno de nosotros creímos que iba a lograrlo—. Kate es una guerrera y si tiene que pasar los seis meses que le quedan en cama lo hará con tal de traer ese niño al mundo.

Me lo imagino, no aguanto el infierno para perderlo al final, su instinto maternal es demasiado fuerte, creció en ella aún cuando nadie se dio cuenta. 

—¿Cómo lo está tomando Marian?

Joanna me lo explicaría mejor, conoce partes de ellas a las nadie más tiene acceso, pero ir y preguntarle esto es algo que no puedo hacer, no quiero ponerle más a la carga de Joanna, no cuando necesita estar entera para ayudar a sus hermanas, a todos nosotros. 

—Acá entre nos, cree que Kate dará a luz al anticristo —esboza una tenue sonrisa que se va casi al instante—. Cristopher, Kate me pidió que te dijera algo… —asiento, ya sé a donde va— Hasta el momento solo Adam, tu y yo, sabemos lo que Heriberto le hizo, y así quiere que se mantenga.

—¿Por qué? Kate siempre ha animado a otras a hablar, que ahora…

Alan niega, tal vez entiende mejor de lo que yo lo hago, o es solo que quiero asegurarme que ese hombre pague al precio que sea, y está mal, no puedo exigir nada sin que Kate lo haga primero.

—Sí, pero comprende, Kate antes no entendía bien, hablaba desde su experiencia como abogada… —la voz se le corta, recuerda los gritos, la expresión que tenía Kate al regresar con nosotros— Ahora, como víctima… Es difícil. Créeme, sabe la importancia de hablar, lo hará a su debido tiempo, en este momento quiere paz, calma, quiere superarlo, a solas, con Adam.

En su derecho está, creo que aunque nunca lo hable con las autoridades sabrá buscarse la justicia que merece, la ayudaré con ello, se lo debo por salvarnos la vida, por sacrificarse de esa manera para distraerlo de nosotros. 

—Dile que me mantendré callado y listo para cuando quiera hablarlo.

Ya estamos todos unidos de manera permanente, ya es como mi hermana, la considero de las misma manera que Angélica, y si pudiera las pondría en un pedestal, no solo por lo que han hecho por mi, sino por su infinita valentía, por lo que aprendieron y como se superaron a ellas mismas para salir con vida de esos lugares horribles a dónde las hicieron sufrir. 

—Ella ya lo sabe —murmura Alan—. Mejor vamos a verla, le agradará verte de pie. 

Ninguno de los dos quiere despegarse de Angélica, pero ella no despertará hoy, lo sé, tanto como Alan lo sabe, está descansando, un día más quizá, una semana talvez, pero volverá a nosotros, siempre sabe hacerlo. Siempre consigue lo que quiere no importa el dolor o lo que tenga que perder, aquí está su mundo, están las personas que ama, el ancla que la mantiene unida a la tierra.

No sé si creer o no en aquellas luces que vi en el cielo como una lucha divina, en el movimiento de la tierra como un presagio de algo más importante, o en la fuerte lluvia que nos baño aquella noche como un reclamo celestial. No, no está en mi creer en esas cosas. En lo único que creo, es Angélica como un ser humano inigualable que tiene derecho a vivir, que se lo ha ganado como nadie, y que no va a depender de alguien más para despertar.

Cuándo cierro los ojos aún puedo verlos sangrando, escucho los gritos y la alerta sísmica recorriendo mi sistema, nunca había tenido tanto miedo a un sismo.

Las cosas aún son confusas, han explicado con bases científicas las luces en el cielo, pero yo retaría a qué alguien me diga que demonios paso con Kate, Alan y Angélica, porque al llegar al hospital tenía tantas llamadas perdidas de Victoria y Vanessa, quienes aseguran que vieron y sintieron que algo se les iba, que me suplicaron les dijera que paso con Angélica, pero no podía, no entendía sus palabras ni lo que sentían. Adam fue quién terminó por responder a sus preguntas, fue quién se mantuvo estoico mientras todo eso pasaba, y ni siquiera nos dejó darle un abrazo, o consolarlo, no quería. Sigue sin quererlo.

Está soportando lo indecible, no está aquí en este momento solo porque lo obligaron a dormir, Kate se lo suplico, y las palabras de ella para Adam son ley, ahora más que nunca.

Nunca me imagine a Kate como mamá, ella no lo quería, lo dijo muchas veces, hoy la veo con la mano sobre el vientre, feliz porque no perdió a su bebé, porque dentro de lo cabe está sano y tiene una oportunidad, me sorprende lo feroz de ese amor que surgió de la nada, me conforta, e incluso, para mí sorpresa, Marian lo tomo todo a bien, sin hacer ningún reclamo a la vida porque Kate tiene la oportunidad que a ella se le negó. Está tranquila y parece inmensamente feliz de acompañar a su prima en este momento tan crucial e importante.

Y por eso, sé que todo estará bien, pase lo que pase el día de mañana. 

—No deberías comer eso —dice la madre de Kate.

—Mamá exageras, es una gelatina de leche.

Mi amiga pone los ojos en blanco y para hacer enfadar más a su madre toma una gran cucharada de gelatina de crema, se la traje de contrabando; sé que no está bien, pero tenía antojo y al preguntar, de forma hipotética a una enfermera, me dijo que no habría problema y elegí creer, además a Kate no se le había visto tan feliz desde hace una semana, se merece esa golosina. 

—Igual no está en tu dieta, no te la dieron aquí —replica la madre de Kate.

La señora Mariana es una de las que más afectadas se ha visto emocionalmente por esto, no se saca de la mente a su hermana Pilar, el resentimiento, la culpa.

No creo que tenga culpa de nada, Pilar eligió, ella hizo todo, dejó un desastre que lamentablemente otras personas tuvieron que recoger, hasta el día de hoy a nadie se le pasa por la mente que ella o su hermana tengan la culpa, ni siquiera culpan al papá de Kate, ¿por qué habrían de hacerlo? ¿por no soportar la indiferencia de Pilar, o no someterse a sus caprichos y manipulaciones? Por supuesto que no, menos cuando gracias a ellos tenemos aquí a Kate, a esta brillante mujer que ayudo aún cuando no debía hacerlo. 

—El salmón ahumado si está y tampoco me lo dan aquí —replica Kate con un sonrisa irónica—. Mamá, ve a tomarte un café, así no eres cómplice en el delito, anda te hace falta aire.

Es la manera más fácil de sacarla de la habitación, el ambiente se envicia demasiado a prisa.  

—Quiere ayudar —le recuerdo cuando su madre sale dejando la puerta abierta.

—Lo sé. Es solo que estoy harta de estar aquí, ya me quiero ir. 

Sonrió, ahora ya sabe lo que se siente estar apresado en un hospital, claro que no le deseo nada de lo que yo pase cuando estaba embarazada de Ángel, eso fue un infierno en vida, demasiado triste y es un milagro que mi estado de ánimo no le haya afectado para nada al niño, claro que en este momento el niño siente mucha incomodidad, realmente estaba chípil. 

Un carraspeo llama nuestra atención, Alan hace acto de presencia en la puerta junto a Cristopher, Kate sonríe de inmediato al verlos, los busca de una manera inconsciente, se siente segura a su lado. 

—Si sigue comiendo esas gelatinas no podrá, licenciada Bustamante —bromea Alan.

Asiente en mi dirección, yo me pongo de pie para ir con Cristopher. El funeral debió ser complicado para él, está muy triste y me temo que no mejorará en algún tiempo, pero cuando su mirada se topa con la de Kate trata de erguirse, le sonríe con dulzura.

No me han dicho bien a bien lo que pasó en la bodega, me esquivan, no es necesario, algo dentro de mi lo sabe, lo puede ver por los años de experiencia, y sé que será difícil para los tres recuperarse, pero están juntos, me tienen a mi, a Angélica, a Adam para sacarlos y estarán bien. Tienen que estar bien, porque la vida sigue, gracias al cielo están vivos, Kate tiene una vida más que se ha jurado proteger y por ella es que sé que se podrá reponer de lo que ese maldito le haya hecho. 

—Que chistoso —Kate remueve el contenido de su vaso nerviosa—. Hola Cristopher, ¿cómo va todo? ¿cómo está Angélica?

Mi prometido se encoge de hombros, sabe que no le puede dar información de más, en este momento la tienen un poco relegada del caso, le decimos lo estrictamente necesario, Fernando incluso le dio una baja de un año pagada, claro que no la aceptó, quiere volver y hacer polvo a Heriberto Félix por si misma.

—Está todo bien, Kate, no hay de que preocuparse —asegura Cristopher, Kate asiente, sabe que él no le mentiría—. Y Angélica está bien, ¿verdad, Alan?

Él asiente, toma la bitácora de la pared, checa los registros y datos de los últimos análisis, sé que está bien, la enfermera nos lo dijo, pero que Alan tenga la expresión tan muerta me hace latir el corazón más a prisa, no debería, así es él como médico, no muestra mucha emoción.

—Estable, recuperándose —contesta categórico—. Mañana la pasan a un cuarto. 

Entonces va de maravilla, si la van a sacar de terapia intensiva es que pronto despertara, es una lastima que aún no podamos decir lo mismo de Melissa; la indujeron a coma hace dos días, según Jonathan no habrá necesidad de más cirugías, aunque no está sanando como debería —los golpes que le dieron fueron brutales—,  cuando ella despierte decidirá que hacer con su rostro, la nariz la tiene desviada, habrá que darle prótesis dentales y tratamiento para las cicatrices que le dejaron en el rostro, terapia para las manos y ver hasta donde llega el daño en la retina, pero por lo menos, no hubo daños irreversibles en la columna o cerebro.

Melissa tiene que agradecer estar viva, ya que sabe tanto como yo qué a Annelise Smith le dieron el mismo castigo y ella ya no está, así que deberá hacer a un lado las cuestiones estéticas, eso puede arreglarse, y aunque no pudiera, aún tiene mucho por lo que vivir, muchas historias que contar, una hija por la cuál velar.

Lo que le pasó la convierte en algo más que una víctima de Félix, es una de las pocas supervivientes que se han atrevido a decir la verdad de un hombre como ese en el país. Ya sentó un precedente, allá afuera muchos de sus compañeros periodistas la ven como alguien de increíble fuerza y la esperan para que lideré la lucha para cambiar la situación de los periodistas en el país, quieren que sea el estandarte que los guíe para protegerse y que él día de mañana, ser periodista de investigación en México no implique una sentencia de muerte. Melissa Gutiérrez ahora es la cara de la libertad de expresión, tiene que honrar su trayectoria, su sufrimiento y convertirlo en una ley que los proteja a todos.

—¿Podremos entrar a verla? —pregunto.

Hasta el momento solo hemos podido verla a través de un cristal y por poco tiempo, hay guardias apostados las veinticuatro horas del día para protegerla, los controles son bastante estrictos y solo Alan, sus médicos y enfermeras, pueden entrar de manera constante a verla.

—Esta en veremos —Alan suspira, baja la bitácora y la ve a los ojos—. A ver Kate, ya cheque todos tus estudios, y probablemente, si no hay ningún inconveniente, saldrás en tres días, con las condiciones que te di.

Suspiro de alivio, a mi lado Cristopher se recarga en la pared, ya no puede sostenerse en pie, en cuanto llegue Marian me lo voy a llevar a la casa a descansar, no quiero verlo nunca más en una cama de hospital. No me hago ilusiones, esa es la verdad, aunque no me guste sé que en su vida profesional nunca estará realmente seguro, debería acostumbrarme, no puedo. Es muy difícil hacerme a la idea de una vida así, pero lo amo, lo conocí haciendo esto y ahora no puedo pedirle que lo abandone, ¿con que derecho? Si gracias a su trabajo muchos pueden salvarse, y yo he consagrado mi vida al mismo deber. 

—Sí, nada de emociones fuertes ni cargar pesado ni excesos ni sal, nada divertido —murmura Kate—. Por tu culpa Fernando y Paola se están llevando toda la diversión.

Ninguno de los presentes lo llamaría exactamente así. 

—El caso será largo, probablemente dure un par de años, algo te tocará —le recuerda Alan—. Vamos a hacerte ultrasonido en diez minutos, ¿de acuerdo?

No me gusta la idea de alargar esto dos años más, para mí sería suficiente con que metan ese hombre a una celda y pierdan la llave, pero las cosas no son fáciles, hay procesos para absolutamente todo y esto no puede ser la excepción, de otra manera ese maldito podría escapar de entré nuestras manos y eso sí terminaría con nosotros de manera definitiva.

—Sí, doctor —responde Kate como si fuera una niña, nos hace reír. 

Alan nos hace salir en lo que preparan a Kate para el ultrasonido, llamo a su madre para que la acompañe, también mandó un mensaje a Marian para darle las buenas noticias y me llevo a Cristopher a comer a unas cuadras del hospital, regresaremos para despedirnos y luego lo llevaré directo a dormir y ayudarle a preparar las maletas, tiene que ir a Washington el fin de semana, ninguno de los dos tiene idea de cuando volverá.

—Todos te vamos a extrañar —aseguro mientras caminamos por la calle.

El clima de hoy es bonito, el sol brilla con intensidad y casi no ha llovido, por lo menos no como antes, las tormentas en esta época son comunes. 

—¿Alguien en especial? —pregunta con una media sonrisa triste.

Me detengo con él a mitad de la calle, no es muy transitada.

—Quizá yo —sonrió, me acerco a darle un beso en los labios—. Si me sale tiempo voy a visitarte.

Eso es lo único que puedo hacer, ya he estado faltando mucho a mi trabajo, Alan no se diga, no podemos dejar todo desatendido. 

—No Joanna, mejor termina los preparativos, la boda es en diciembre.

Me sobresalto, el tema de la boda es de lo último que quiero hablar, me da un poco de pesar; estaba bastante ilusionada, quería que fuera hermosa y ahora ni siquiera me veo con las fuerzas para organizar una fiesta, ni siquiera la ceremonia por más sencilla que está vaya a ser.

—Vamos a posponerla, tu luto…

Niega repetidamente, toma mi mano y la besa en el dorso, todo sin dejarme de ver a los ojos. 

—Ese se lleva en el corazón y es eterno —responde tranquilo—. Emilio Soto era como mi hermano, así lo quise, y en dónde quiera que esté, sé que nos preferiría felices, juntos… —la voz se le quiebra, carraspea y vuelve a la vista atrás, en donde se alcanza a ver los pisos superiores del hospital— A todos nosotros.

Parece que piensa de una manera parecida a Marian, dijo que lo mejor que podíamos hacer era seguir adelante, esperar y confiar en que todo saldría bien, y sí esto es lo que Cristopher quiere, lo que lo hará sentir mejor está bien, lo único que quiero es que tenga consuelo. 

—Está bien, en diciembre será —le sonrió y luego me tenso, mis planes se siguen torciendo—. Me va a costar acostumbrarme a qué mi marido este fuera y lejos.

Cristopher parece entrar en el mismo dilema que yo, no hemos hablado como vamos a organizarnos en ese aspecto, creí que tendríamos más tiempo para resolverlo, ahora tiene que regresar a Texas, quizá pase una temporada larga en Washington para el juicio y yo en este momento no puedo abandonar mi trabajo, no quiero tampoco.

—Me voy a transferir para acá, trabajaré para la policía federal —me dice casi en un susurró, uno muy firme—. La misión que me unía a la DEA termino, y lo mismo puedo hacer desde aquí —se encoge de hombros, no le importa—. Encontré mi hogar, tengo a una familia, es todo lo que puedo pedirle a la vida. 

Me sorprende, la verdad es que yo ya me imaginaba sacando la residencia. 

Estaba dispuesta a hacer el sacrificio por Cristopher, porque lo amo y quiero que funcione, pero ahora él está aquí, y me dice que quiere hacerlo, no me pide que cambie nada, y lo agradezco muchísimo, ni siquiera lo puedo creer.

—¿A pesar de todo? —pregunto insegura. 

Ha pasado por mucho, aquí perdió a su hermana, casi lo matan varias veces, perdió amigos, tiene bastantes enemigos, este no es lugar para él, aún así lo acepta.

—Si, a pesar de todo. Te conocí, a mis amigos, a Angélica y Aarón, no los perdería por casi nada en el mundo, Joanna —la excepción es Annelise, siempre será ella, la razón el motivo, el punto. Fue ella quien me lo trajo y lo agradezco infinitamente, no puedo hacer nada para traerla, pero haré lo que sea necesario para compensarla, su hermano será feliz y así ella no habrá muerto en vano. Cristopher me abraza, se siente tan bien y me siento tranquila y optimista, todo estará bien—. Vamos por la gelatina de Kate, o… ¿cómo dicen? ¿El niño va a salir con cara de gelatina?

Ese bebé será igual de hermoso que sus padres y ya es muy afortunado, tiene a gente a su alrededor que ya lo ama, es completamente deseado y querido, ¿hay algo mejor para un niño? No lo creo.

Tomo la mano de Cristopher y vamos juntos, caminamos por la calle tranquilos, casi felices. 

Recorro un camino oscuro guiada solo por un punto de luz en la distancia.

No sé en dónde estoy, no siquiera si sigo viva, solo quiero llegar al otro lado no importa lo que me encuentre.

Camino por lo que parece una eternidad, en algunas ocasiones el punto de luz parece alejarse adrede, cómo si no me quisiera acoger en el, y no me frustra, aquí no siento ni dolor ni pena, solo ansias, quiero llegar al otro lado.

Sigo mi camino, ando a paso lento, ya no existe la necesidad de correr, aquí el camino no me hiere, si llorara mis lágrimas tampoco se desvanecerían, aquí soy libre de expresar cada una de mis emociones, el caso es que están contenidas y solo hay paz.

El punto de luz empieza a hacerse más grande, sonrió y empiezo a tomar velocidad, sin cansarme, sin resoplar, sin embargo cuando por fin cruzo el umbral, el aliento escapa de mis pulmones por la visión del otro lado.

Estoy de nuevo frente a la cueva de Cincalco, pero no es la misma rodeada por la gravilla y las bancas del audiorama, aquí solo hay vegetación que se extiende a lo largo de muchos kilómetros de distancia, escucho un poco de agua correr a la distancia y los rayos del sol me calientan el rostro.

Una ráfaga de aire me indica que el paso a la cueva está abierto, tengo que tomar una decisión, puedo quedarme aquí o ir de una vez al Mictlán, afrontar las pruebas que me llevarán al descanso eterno.

Volteó a mi espalda, no veo el camino que me trajo aquí, solo hay dos opciones.

«No, tienes una más.»

Responde una voz femenina, mi corazón se hincha de alegría al escucharla, no sé porque o quién es quien me habla, pero reconforta a mi corazón herido.

«¿A dónde más podría ir?

Cuestionó en un pensamiento, oigo la hermosa risa de la mujer, es como un sorbo de agua fresca en el oasis, río sin poder evitarlo. 

«Con aquellos que amas. Siguen esperando por ti.»

Ladeó mi cabeza casi sin comprender, y para no perder la costumbre, aquella mujer proyecta en mi mente imágenes de mi vida.

Mi rostro se moja rápidamente, una vida amor es lo que he tenido, mucho amor en medio de toda la oscuridad y el dolor, y yo quería que el dolor se terminará, aquí ya no puedo sentirlo, aquí no hay más que paz, pero, ¿acaso no vamos al mundo a sufrir? De eso, en gran medida, se trata ser humano. De sentir, de vivir todas y cada una de las complicadas facetas del ser humano. 

Y sí, me cansé del dolor, pero, ¿cómo podría quedarme aquí después de ver sus rostros? ¿De experimentar lo apabullante de su amor? No, si he de sufrir más que así sea, pero que no me los quiten a ellos, no podría sin ellos.

«Ya nadie más que la muerte te separaría de ellos, y cuando llegue, podrán encontrarse de nuevo. Estarán juntos para lo que reste de eternidad.»

Me dice, puede leer mis pensamientos, incluso creo que puede compartirlos. 

«¿Y tú?»

Puedo sentir su vacilación, es raro. 

«Yo ya soy eterna, también me volverás a encontrar. Nimitsilnamiki. Yo te recuerdo»

Una parte de mi le cree, es feliz con la idea, la otra teme, por Ella, porque realmente sé que nada es seguro, aún así, toda mi vida se ha basado en el esfuerzo, la lucha, la fe, la esperanza, debo tener esa esa esperanza conservarla hasta que vuelva aquí de nuevo.

«Ni mitz yolmajtok. Mi corazón te siente. Ya no estás aquí, pero siempre estás conmigo.»

Es una certeza más allá del amor que siento hacia esa voz y figura misteriosa, hay algo en mi que siempre recordara este momento, así como yo sé que Ella me lleva consigo a dónde quiera que vaya. 

La luz empapa toda mi visión, me devuelve a mi con una cálida sensación de alivio, y antes de despertar lo escucho una vez más, el quetzal siempre me acompañará.

Al caer la noche, cómo su fuera una petición expresa, el pasillo de las habitaciones donde se encuentra Angélica se queda silencioso, ni los guardias de afuera, ni las enfermeras, ni siquiera las máquinas conectadas a su cuerpo hacen mucho ruido, todo está tan tranquilo que me asusta, claro que me asustaría más que hubiera un caos.

He dejado abierta la cortina de la habitación, hay una luna llena impresionante, le gustaría verla si se despierta, y lo que a mí me gustaría es ver sus ojos una vez más, no me puedo quedar con la última imagen de ellos, llenos de lágrimas y de dolor. No lo soportaría. 

Levanto la mirada cuando alguien entra a la habitación, es Adam, al igual que yo trae puesto un traje de circulación, viene a sacarme de aquí como todas las noches, e igual que todas ellas voy a negarme, no quiero dejarla sola en la oscuridad. 

—Alan, vete a dormir, yo me quedaré un rato con ella.

Es su nueva estrategia, ya la uso ayer, no funcionó, menos ahora. 

Puedo sentir una agitación en el ambiente, algo que me eriza el vello de la nuca y me pone la piel de gallina.  

—No puedo, me da miedo —respondo en un susurro.

—Angélica está fuera de peligro —me recuerda.

Yo sé, el doctor Vega no tiene porqué mentirme, es solo que no quiero dejarla, algo se rompió entre nosotros, que no recuerde nada no significa que no sepa que pasó, mi cuerpo y mente saben que Angélica murió ese día, es lo único claro que tengo de ese periodo de quince minutos en los que se dio el enfrentamiento, cuando supuestamente disparé, mientras tome a Angélica en mis brazos y cuando ya estaba en una ambulancia. 

—No la siento como antes y aunque está bien, no puedo sacarme de la cabeza que no respiraba… Y las voces… —hay tantos fragmentos de audio desconocidos en mi mente, susurros, llanto, gritos— Vi cosas, las oí también. 

De nuevo mi mente no los procesa, están ahí, pero son solo borrones de imágenes tan rápidos que me hacen doler la cabeza y llorar, ¡cómo he llorado estos días! Sin razón aparente me encuentro de un momento a otro con el rostro mojado, viendo a la infinita nada, dicen que es como si estuviera esperando algo, y talvez lo estoy. 

—Alan, por favor, no empieces —me regaña Adam.

Me levanto del lado de Angélica, Adam niega, está tan cansado como yo, a él también lo obligan a ir a dormir pero solo da vueltas alrededor de su consultorio esperando que pase un tiempo adecuado para ir a ver a Kate de nuevo.

Si su esposa es en este momento la imagen de la dulce espera maternidad, él es la contraparte, no es que no lo quiera, simplemente no lo cree, no lo acepta, porque aunque siempre quiso ser padre, no está dispuesto a perder a Kate. 

—¿Por qué no me crees? —pregunto bajito.

Es más escéptico que de costumbre, nunca le gustaron estás cosas, pero por lo menos trataba de reírse de ellas, ahora no quiere que nadie se los mencione. Le da miedo, él estuvo ahí, vio las luces, se topo de frente con la profecía que me habían hecho, está atónito y no da crédito, yo tampoco lo haría de no vivir todo lo que pasó esa noche.

—Porque también tengo miedo —murmura, derrama una lágrima, la primera, al fin empezó a procesarlo. Me acerco a darle un abrazo, nos sostenemos con fuerza—. Mi esposa fue víctima de un abuso, mi bebé puede morirse en cualquier momento, no importa lo que hagamos y sumarle algo místico no lo hace mejor.

Yo también me volvería loco de estar en sus zapatos, trataría de darle la espalda, pero eso es imposible, dejando de lado el asunto místico, lo que pasó en las bodegas tiene implicaciones muy serias, por una vez el gobierno ganó, logró capturar a Félix y ahora lo tienen medio muerto a la espera de una extradición, se vendrá un juicio larguísimo, puede que nosotros terminemos siendo llamados a declarar, Kate no se perderá un momento de ese juicio y a la más mínima noticia grave, ella puede perder a su hijo.

Estoy al tanto de todo eso, que ese hombre este detenido no significa que la tormenta termino, no. Aún estamos atrapados dentro, pero la salida ya es visible, lucharemos contra la corriente, todos nosotros, incluida la vida que con tanto ahínco Kate trata de preservar. 

—Tu bebé vivirá, te lo juro —digo.

Aún tengo un poco de poder, aún siento esas cosas, y uno de mis momentos de más llanto fue cuando escuchamos el corazón de su bebé, estaba ahí, firme y fuerte, latiendo a manera de saludó hacia su madre, que con todo y la frialdad que es parte de ella, no dejo llorar y escucha a su bebé desde su teléfono cada que puede. 

—¿Cómo lo sabes? —pregunta cómo si fuera imposible.

Somos médicos, no creemos en los milagros como las demás personas, pero ha visto muchos de ellos, fue testigo de cómo personas tristes y rotas han entrado a su consultorio y poco a poco han salido de ahí con más fuerzas, con ganas verdaderas de intentar y vivir sin importar nada; vivimos a base de sorpresas, la vida no se planea porque tanto lo bueno como lo malo puede llegar en el peor momento para ese destino que nos aferramos a cambiar o escribir. 

—Porque soy uno de los mejores en mi campo y Kate… Lo sabes mejor que yo, es excepcional —su mujer tiene un gran mérito en esta misión—. Saldrá adelante sin importar nada. Es fuerte.

Adam me suelta, sigue en negación, no quiere hacerse falsas ilusiones, también ha visto este tipo de situación muy de cerca.

—Marian también es una mujer fuerte y mira lo que le ha pasado.

Marian no es muy diferente a Kate, en ella también brilla una fuerza enorme, tenía muchas ganas de ser madre, pero a veces nuestro cuerpo no está listo, simplemente no puede ser.

—Cada caso es diferente —explico—, Marian, cómo se lo dije muchas veces, estaba muy estresada, forzó mucho su cuerpo y tardaba en darse cuenta de los embarazos, Kate lo supo a tiempo, ¿por qué crees que se hizo un supuesto chequeo de rutina? Se cuida muy bien, y estamos todos atentos —a últimas fechas venia al hospital casi diario, tenia una excusa, ver a su marido, pero era más que eso, tiene un control de su embarazo casi obsesivo, y si no vino conmigo desde un inicio fue porque mi puesto en la fundación me absorbía mucho—. Su bebé vendrá al mundo, es tan cierto como que mientras la vida se le escapaba, el cielo se ilumino al chocar la tierra.

Adam sigue negando y por un segundo, solo uno, el suelo cimbra, ambos volteamos a todos lados, pienso en que es una alucinación, de otra manera habría sonado la alerta sísmica, Adam va a fijarse al pasillo, el guardia debe seguir en su lugar porque de inmediato regresa, abre la boca para hablar, pero la voz que escucho no es la suya. 

—Aarón…

Ambos volteamos a verla, tiene los ojos cerrados, pero sus manos ya están buscando quitarse la máscara de oxígeno.

—Llama al doctor Vega, ¡rápido! —le grito Adam, sale corriendo de la habitación mientras yo toco el botón para llamar a las enfermeras, me dejó caer de rodillas de nuevo— Angélica, mi amor, ¿cómo estás?

Angélica abre poco a poco los ojos, ve hacia la ventana, la luna parece asustarla y busca con más ahínco quitarse la máscara, tomo sus manos con la mayor delicadeza que puedo, tiene que mantenerse quieta.

—Aarón… —murmura una vez más.

Los latidos de su corazón empiezan a ir más rápido, tiene que calmarse. 

—Está bien, mi vida, también tu tía —me ve a los ojos y una energía brutal me recorre todo el cuerpo, me sostengo de sus manos para no caer, inhaló y respondo—. Todos están bien.

—¿Heriberto? —el corazón se me hunde al escucharla preguntar por él, no creí que quisiera saber más— El veneno… ¿Qué… Qué… Paso?

Por un momento considero ignorar su pregunta, debería hacerlo, pero ella no estará tranquila con eso, tiene que saberlo, aunque sea a medias.

—Está vivo, te lo explicaré después, ¿sí? —asiente, sus manitas siguen luchando para ir hacia la máscara, en eso varias enfermeras y el doctor Vega entrar al cuarto, me pongo de pie sin soltar sus manos— Acaba de despertar, doctor Vega.

—Salga de aquí, Medina —me ordena de manera fría. 

—Pero…

Una enfermera me toma por el brazo, me lleva hasta la salida, todas las demás rodean a Angélica, no me van a dejar acercarme, no importa si puedo ayudar, está es su paciente y tienen todo el derecho, en su lugar haría exactamente lo mismo. 

—Por favor, su presencia la altera —me indica la enfermera, me deja afuera y cierra las puertas de cristal. 

Doy dos pasos más atrás, me tambaleó y termino por caer al suelo, me siento muy aturdido, puede ser la falta de alimento y sueño lo que me tiene así, no importa, despertó.

—¡Alan! —grita Adam.

Viene a mi lado junto con uno de los guardias de seguridad, me levantan y me recargan contra la pared.

—Estoy bien, estoy bien —murmuro, me llevo una mano al pecho, mi corazón debe mantenerse ahí y funcionando un rato más—. Avísale a los demás, menos a Kate, le diremos mañana si todo sigue bien.

En este momento ya debería estar durmiendo, así lo indique, hoy que termine de descansar y mañana con muchísimo tacto le informaré todo lo que guste.

Adam asiente y me deja, el guardia también se va a su esquina y yo voy trastabillando por el pasillo, me meto a una de las habitaciones vacías y me dejó caer contra la puerta. Empiezo a llorar sin más, está vez de pura alegría, está bien, estará bien. Mi pecho sube y baja de manera violenta, con el dorso de mi mano me limpio las lágrimas y me apresuró a sacar el teléfono, está noticia debo transmitirla cuánto antes.

La tía de Angélica y yo hemos mantenido llamadas toda está semana, una por la mañana y otra más por la noche, hace menos de una hora que me llamo, espero no se asusté al ver mi nombre en su teléfono. 

—Gracias… —murmuro al techo de la habitación mientras marco el número, me lo llevo a la oreja y al primer timbrazo me responden— Señora Erandi, Angélica despertó.

No tengo porque decir más, con eso es suficiente para escucharla suspirar de alivio, casi puedo jurar que también dejo caer todo el peso de su cuerpo, espero que estuviera sentada.

—Vamos para allá.

Me encantaría que estuviera aquí mañana, a Angélica le alegraría mucho, pero también sé que también que preferiría tenerla a salvo hasta que esto termine de manera definitiva, o hasta que ella misma pueda defenderla de cualquier cosa que intenté dañarla, así que haciendo uso, de una autoridad que no tengo como supuesto novio de Angélica, voy a hacer que se quede en dónde está.

—No hasta que ella lo autorice —respondo algo tembloroso—. No podemos arriesgarnos en este punto, por favor. Solo dele la buena noticia a Aarón.

Con él no he podido hablar en esta semana, no he tenido ni las fuerzas ni el valor para explicarle el estado de su hermana era difícil decirle que habían muy pocos avances, que todavía existía una posibilidad de que no despertara, y no podía hacerlo. Siempre antes de pedir hablar con el recordaba el día que acompañe a Cristopher y Kate para decirle que su hermana estaba perdida, y no, no soportaría escuchar su voz rota por el dolor; Aarón tiene que ser fuerte por Vivianne, él es quien la está apoyando en todo, esa chiquilla es quien lo necesita, de Angélica me puedo encargar yo, o Cristopher, o Marcelo, o Fernando, o Alberto, o Joanna, cualquiera de nosotros está dispuesto a velar por ella todas las noches hasta que salga de aquí. 

—Está bien, joven —responde Erandi, que bueno que no me discutió porque no sabría cómo reaccionar—. Dígale que estamos bien, que ya todo está bien. 

Todavía no me atrevería a asegurar que todo está bien pero confío en que lo estará, a Angélica solo le queda firmar documentos, grabar sus testimonios, mandarlos, dar la información necesaria para que su juicio sea contundente y rápido, o por lo menos lo más rápido que se pueda en este tipo de casos, además, tiene que reponerse para comenzar los trámites de cambio de identidad.

Por lo menos podrá hacerlo sin miedo sabiendo que el veneno que le inyectó a Félix le provocó una parálisis cerebral que le impide mover la parte izquierda de su cuerpo, ni siquiera puede hablar sin babear. Fue Kate quien nos dijo que ese era precisamente el propósito, Angélica quería dejarlo paralizado de por vida, ahora por más que Félix quiera, o por más dinero o gente que tenga, le costará el doble intentar zafarse de esta, aunque no creo que ni siquiera lo intente.

La última gran hazaña de Heriberto no fue para matarnos a todos y seguir con su reinado del terror, lo que quería era terminar con todo, quería matar Angélica, entonces apareció Kate como caída del cielo para él, como su regalo, solo que venía con trampa, la policía apareció y ya nada importó, se convirtió en una misión suicida, quería matar a Angélica, quería que lo matarán a él y los enterramos juntos.  

No pretendo negar que me dio un poco de lástima, la sigo sintiendo muy a mi pesar, y con todo eso, no puedo perdonar ninguna de las atrocidades que cometió, no puedo. Nadie podría, se merece todo lo que le va a pasar.

Así como yo me merezco el dolor que estoy sintiendo, el que sentiré a lo largo de mi vida, porque aunque nadie mencionó nada no quita el hecho que le dispare a un hombre, no lo mate como lo creímos al principio, pero tampoco me he preocupado por averiguar su actual estado de salud, no quiero saberlo y no me arrepiento de nada, dispararía mil veces más para evitar dispararle a Cristopher, para sobrevivir, para ayudar a Angélica y no me interesan las consecuencias.

—Lo haré, nos vemos —me despido y cuelgo.

Una hora completa pasa hasta que el doctor Vega termina de examinar Angélica, veo a las enfermeras entrar y salir, siguen haciendo un muro con sus cuerpos para que yo no pueda verla, y sé que no es la intención, están trabajando y no pueda estorbarles, por eso no insisto en entrar. Antes de que lo hagan o antes de que pueda preguntar alguna cosa, las enfermeras empiezan a despejar la habitación, al salir algunas me sonríen, parecen tan agotadas como las demás, hace mucho no hacía una guardia nocturna, había olvidado lo pesado que es.

Al final el doctor Vega tarda veinte minutos más en salir, lo hace con una expresión tranquila, parece casi complacido con el avance de Angélica, lo que me da más fuerzas para sobrellevar lo que queda del resto de la noche; no me hago ilusiones de irme a dormir pronto, lo que sí es que en algún momento tendré que comer o no le seré útil Angélica en lo absoluto.

—Es igual de terca que tú Alan, pasa —me dice, en un gesto casi paternal, pone una mano sobre mi hombro, me sonríe—. Quiere verte.

No esperaba que no se diera cuenta del amor que le tengo a Angélica, es evidente a simple vista y me la he pasado aquí toda la semana como fantasma, soy el primero en pedir noticias —aunque para eso Cristopher, quién aún figura como su esposo, tuvo que dar la autorización— y el último también, pero sin duda, me gustaría más discreción al respecto.

Es un secreto que ella está aquí, a sus enfermeras, al doctor Vega y a unos cuantos más les hicieron firmar una carta de confidencialidad, Fernando y el procurador no dejaron nada a la suerte mientras garantizaban su seguridad, e incluso la del gobierno mismo que está feliz al anunciando la muerte de Angélica Covarrubias Félix, la Galereña de Guanajuato.   

—¿Cómo está? —pregunto mirando a la habitación, por cómo está acostada parece que de nuevo está dormida.

—Como si solo hubiera sufrido un rasguño, alguien la cuida en el cielo.

Sonrió sin poder evitarlo, hace unos días no me daba esperanza alguna, y hoy está aquí, bromeando conmigo, dándome consuelo.

—No, Ella está aquí en la tierra —respondo, eso tampoco lo pude evitar.  

—¿Perdón? —pregunta mi colega algo extrañado.  

Tengo por regla general no hablar de las cosas que veo o siento con otras personas que sean mis amigos más cercanos, pero hay ocasiones en las que no puedo evitarlo, las palabras me salen como si no las dijera, ni siquiera las pienso, solo salen.

—Que aquí la vamos a cuidar bien —reculo, no hace falta que parezca más loco a sus ojos—. Le aviso cualquier cosa, doctor Vega. 

Yo también estoy a entera y única disposición de Angélica, sé que eso me costará después muchas horas más de trabajo, pero estoy dispuesto a hacer el sacrificio, quiero estar el tiempo que sea necesario para cuidarla, para asegurarme que está bien, que va a mejorar, después podremos hablar de lo que dejamos pendiente.

La plática que venga será con las cartas enteras sobre la mesa, tenemos que ver si vamos a ir por el mismo camino o tendremos que separarnos, y si llegáramos a hacerlo la puedo dejar ir tranquilo. Ya me siento capaz de separarme de ella sabiendo que estará bien. 

—Sé que lo harás, que no se esfuerce mucho, tiene que descansar —me advierte Vega.

Me da bastantes más indicaciones de las que esperaba, luego me ayuda a ponerme un nuevo traje de circulación y me acompaña al cuarto Angélica, ahí se despide de mi y me deja.

Al entrar, noto que dejaron la cortina abierta, la luz de la luna le ilumina directamente el rostro, parece tan frágil, y no lo es, para nada es la muñeca de porcelana que imaginarían, está hecha de un material inquebrantable.

Jalo una silla y me coloco al lado de su cama, le tomo la mano, todo mientras me mira con sus grandes y hermosos ojos castaños.

—¿Cómo está Melissa? Y quiero la verdad, Alan.

Me sorprende un poco que esa sea su primera pregunta.

Me gustaría poder decir algo agradable, darle alguna esperanza, no puedo, las cosas con Melisa son muy diferentes a como las son con ella. 

—En coma, muy mal.

Su proceso de recuperación será muy largo, eso sí despierta del coma, con ella las esperanzas si son mínimas, además de las repercusiones, su vida diaria va a cambiar de manera drástica. 

—¿Se va a morir? —pregunta en un hilito de voz.

Tomo su mano con más fuerza, no debe empezar a culparse, ni sentir lastima, Melissa la necesita fuerte. 

—Están haciendo todo lo posible para no permitirlo.

—Hagan lo imposible —replica con más resolución.

—Se hará, Angélica —le doy un beso en la mano, me preparo para lo demás—, ¿recuerdas lo que pasó?

No sé si estuvo consciente al momento del sismo, del juego de luces, el camino en la ambulancia o antes de su operación, necesitamos construir el rompecabezas de esa hora fatídica.

—Hasta que me caí desmayada, luego tengo flashes de información, luz, mucha luz… —aprieta mi mano y me ve a los ojos— ¿Morí, Alan?

—Creo que sí, por unos segundos no sentí tus latidos.

No puedo asegurarlo, Joanna me dijo que cuando ella se fue Angélica todavía tenía latidos, lo que recuerdo es muy poco, esos tres minutos son los que van y vienen de mi mente sin explicación alguna; Adam cree que es mi cerebro intentando reprimir el trauma, pero yo no puedo decir que sí. No puedo. Sé que hay algo más ahí. 

—Alan, perdimos algo —asegura mirando al vacío—. La angustia, sí pero también su presencia, creo que la ahuyente, le dije que no podía seguir luchando por ella.

Por un momento un tipo de extraña comprensión me llega y veo en mi mente la imagen de una mujer con cabello negro y vestido blanco con un tocado de plumas, se va de la misma manera fugaz, trato de recordarlo nuevamente y no puedo. Parece que la he visto antes, varias veces, siempre corriendo, siempre yéndose lejos de mí y dos veces me ha llevado directo a Angélica. 

«—Me estaba volviendo loca y solo quería sacar todo de mi mente, y no sé… Antes de llegar ahí salí del auto, grite al cielo, dije que estaba harta y que no podía más… —vuelve a mirarme a la cara— Por unos segundos sentí solo una calidez hermosa en mi pecho y luego se desató una tormenta eléctrica, cómo si alguien se enojara por mis palabras, pero no me mato. Ningún rayo cayó lo suficientemente cerca para terminar conmigo.

Recuerdo la tormenta eléctrica, fue cuando me estaba asfixiando, sentí lo mismo que él día que desapareció, me sentía enfermo, quería vomitar. Recuerdo vagamente la cara de Cristopher, estaba muy asustado, también estaba Kate murmurando la canción Angélica, todo al mismo tiempo.

Claro que no es una coincidencia, me vale que no me crean, al final de todo, yo sé que fue eso; Angélica dejó ir algo, lo aceptaron y lo que vino después fue un reclamo, no importa de quién, porque esa mujer o entidad que nos habla y nos dio estás sensaciones y recuerdos, es la misma que me la devolvió. 

—Creo que Ella te libero, salvó y protegió.

—También lo creo —sonríe, algunas lágrimas se le escapan—. Parecemos locos.

A muchos de mis colegas les encantaría tener un caso de estos, daría mucho que hablar dentro de la comunidad científica.

—Sí, quizá lo estamos —ya me resigne a eso. Me acerco a darle un beso en la frente, acomodo sus almohadas y veo los monitores, todo es normal, perfectamente normal—. Duerme un poco más, mañana por la mañana podremos hablar de todo.

Asiente, me pide que me recueste a su lado, me niego en varias ocasiones, no estamos para dormir juntos en la misma cama, la podría herir y no me dejarían entrar a verla nunca, solo me quedo sentado a su lado con sus manos entre las mías.

—Alan, quiero ver al doctor Linares y al padre Villegas —me dice mientras el sueño empieza a acosarla.

—Está bien, voy a localizarlos para que estén aquí lo antes posible —Linares estará aquí por la mañana, también ha estado pendiente de su estado y Cristopher ya sabe cómo localizar a su confesor—. Descansa.

Cierra sus ojos, la veo dormir en paz un rato e inevitablemente el sueño me alcanza a mi también, está no tengo ninguna pesadilla. 


Gracias por seguir leyendo.

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