7.- De la mano del pasado
Ahora con el corazón solo un poco más tranquilo al saber que será de mi hermano puedo empezar con la misión a la que me embarque, el propósito aparente de mi vida, ya que pensándolo detenidamente esto tenía que pasar, papá me lo pidió, yo me lo propuse y los agentes que conocí —sorprendentemente uno de ellos mi esposo ahora— me empujaron de lleno a ello.
Y mientras mi flamante esposó llega de dónde quiera que haya ido, yo organizó mi material para explicar todo aquello que sé, León me facilito copias de todos los expedientes de este caso, el mío incluido, junto con la libreta de mi padre entonces podremos armar este caso por completo.
Me tomo la libertad de ignorar a los abogados, de cualquier manera ellos están más ocupados susurrándose cosas mientras que yo pongo manos a la obra, desbarató los expedientes, saco las fotografías y las organizo según lo que les puedo ofrecer por el momento. Aún soy de la idea de dosificar la información, mi plan lo requiere y aunque no les guste haré las cosas a mi manera.
Suspiro al mirar el pizarrón delante de mi, es el de la estrategia de Gutiérrez y está bien pero seguramente solo él le entiende, además sus mapas están mal y faltan muchas cosas importantes, no me sirve pero si lo deshago va a enojarse así que voy por otra pizarra que alguien oportunamente trajo, ahí empieza mi trabajo.
Primero los mapas, delimitó las zonas de distribución que conozco, no puntos específicos si no grandes zonas en el mapa, luego vienen las fotografías, primero la de Heriberto, la veo un largo tiempo, muchos dirían que es un hombre atractivo, de tez trigueña, cabello negro y ojos avellana, pero sus rasgos son duros y crueles, nunca he visto bondad en su rostro, ni siquiera vulnerabilidad, es frío y hosco.
—Angélica, ¿te encuentras bien? —me pregunta la licenciada Bustamante sacándome de mi trance.
Bajo la mirada a mis manos, sin darme cuenta he arrugado un poco la fotografía, no debe volver a pasarme esto.
—Si, me encuentro bien —le respondo sin darle la cara.
No me dice más y yo sigo y sigo ordenando mis ideas, mi plan, por lo menos hasta que León llega con Cristopher y el señor Marcelo, lo saludo y se queda mirando lo que he hecho al igual que Gutiérrez, quién no parece muy contento al ver que yo hice mi propio pizarrón de estrategia, pero no le doy oportunidad de decir nada, es mi turno de hablar.
—Bueno señores, ¿están listos para esto? —todos asienten menos mi maridito.
—¿Tú lo estas? —pregunta algo preocupado.
—Yes darling —esto es lo que se me pidió por mucho tiempo, no se puede echar para atrás ahora, no después del gran sacrificio que hemos hecho—. Empecemos por el principio, Heriberto y sus redes de distribución, empieza en Colombia hasta frontera con Ecuador de ahí hace una escala en las costas de Guerrero, mueven la mercancía avionetas y helicópteros quién van al norte y aterrizan en sus privadas, ya que ahí empieza el trabajo de distribución por tierra o preparan la mercancía para llevarla a la frontera norte o Europa…
—¿En dónde están esas pistas? —interrumpe Gutiérrez.
—Cerca del aeropuerto internacional de la ciudad de Guadalajara… —de nuevo me interrumpe.
—La ubicación exacta.
—A su debido tiempo —respondo tajantemente y luego de mirarnos a los ojos con rabia unos segundos me deja continuar—. Vamos empezar por la red de distribución europea que siempre ha sido más débil y difícil de mantener por la distancia —y porque por alguna razón Heriberto no soporta a los jefes de allá, siempre he temido que tengan algún desacuerdo y nos vengan a matar a todos—. Lo que se exporta a Europa son principalmente son drogas de diseño, éxtasis, ketamina y metanfetaminas que producen en tres laboratorios grandes cerca de las pistas. Mientras que sus plantíos de marihuana y amapola están cerca del triángulo dorado.
Me acerco de nuevo al mapa para dibujar la zona. En el noroeste del país existe el llamado triángulo dorado que comprende la región montañosa de Chihuahua, Sinaloa y Durango. Ir ahí siendo un completo ignorante de la zona solo causaría la muerte, no sólo por lo difícil del camino, si no también por los constantes enfrentamientos entre cárteles, pero solo es la región montañosa está comprometida si no también los pueblos aledaños, solo una vez estuve ahí pero el ambiente pesado y lleno de desesperación es algo que jamás podré olvidar, no importa que Sinaloa sea el lugar de nuestros ancestros, yo no lo tolero, siento que muero poco a poco con la situación ahí.
—¿Y sus contactos en Colombia? —pregunta Gutiérrez, que bueno que no noto mis escalofríos.
—A eso voy —esta es una parte más difícil por lo mucho que conlleva, no sólo es Heriberto a quien van a provocar si no a la gente con la que trabaja y esos tampoco son dulces palomas—. Con ellos tiene acuerdos y contacto frecuente, transportan una cantidad trimestral, algo relativamente pequeño
—¿Cuánto es pequeño? —pregunta con una sonrisa la licenciada Bustamante, pensé que ella solo se limitaría a escuchar.
—Dos toneladas para distribuir de aquí a la frontera —siempre me ha parecido interesante como Heriberto mueve toneladas hasta aquí y luego las va repartiendo poco a poco, en ese aspecto siempre me ha parecido que trabajan como hormigas—. El embarque del que les hable es exclusivamente para los Ángeles.
—¿Por qué? —me pregunta Cristopher.
—I don’t know.
Nunca lo comprendí, papá tampoco tiene nada en la libreta, el porque tiene un protocolo especial para los Ángeles es un misterio, uno que me interesa mucho desenmarañar.
—¿Y que sabes?
—Solo que siempre se envía a través de la transportadora Montreal.
—¿Usted sabe por qué? —pregunta Gutiérrez al señor Marcelo.
—Claro —responde muy tranquilo—. Las bodegas a dónde llegan los camiones con la mercancía están en las aduanas, pasa todo ahí y supongo que sí tienen algún contacto los dejan ir sin más.
Eso suena lógico, Heriberto tiene gente en todos lados y con una empresa, aparentemente sólida como lo es la transportadora Montreal debe ser más fácil, sobre todo después de que muriera la familia Montreal, se supone que la corrupción acabo con sus muertes, pero no hay nada más falso, Marcelo Montreal y sus padres eran inocentes.
—Las armadoras también tienen un acuerdo con las aduanas —añade el licenciado Escalante—. Nadie puede abrir las cajas con las piezas hasta que lleguen a las bodegas, sobre todo si son faros o piezas frágiles.
—¿Cómo fue posible que les dieran ese tipo de permisos? —cuestiona la licenciada Bustamante, de verdad se ve intrigada.
—Son acuerdos de años, era una época difícil para la economía, la manufactura en nuestro país siempre ha sido barata y la exportación segura siempre era bienvenida —eso continúa hasta la fecha, pero lo curioso aquí es que esos acuerdos sigan vigentes, deben de desembolsar millones para que eso siempre sea así—. Por eso las empresas Montoya y la transportadora Montreal eran como una sola, por eso existe una fusión entre ellas y el consorcio Escalante. Yo mismo he supervisado la renovación de algunos contratos, nunca me detuve a pensar en si era bueno o no, ¿porqué habría de cuestionarlo?
Uno no cuestiona, yo por ejemplo, nunca le pregunté a papá por la sangre en sus manos, simplemente no quería creer en lo que él era, en lo que yo me convertí, Aarón tampoco pregunta, solo asume y sigue de largo. La sangre compartida hace que uno pase por alto ciertas conductas, más cuándo no es solo la sangre si no también el amor. Desde la primera vez que vi a Fernando Escalante supe que amaba a su tío y ahora, con el paso de los días y con las pruebas reunidas ha perdido el brillo en sus ojos, ha perdido la fe en él y la ha colocado en mi y Marcelo Montreal.
Viéndolo tan triste y atormentado me preguntó, si mi padre estuviera vivo y yo en manos de Heriberto, ¿lo entregaría para salvarme? La respuesta es sí. Es duro, no sé si podría admitirlo en voz alta, me siento mal de solo pensarlo pero yo nunca te querido la vida en la que nací.
—Continúa Angélica, ¿cuáles son las carreteras que usa? —me insta Cristopher, creo que sabe que a nadie le hace bien continuar por dónde íbamos.
Suspiró y vuelvo a mirar el mapa, en este las autopistas están marcadas con azul y por eso remarcó las que están en rojo, solo unas cuantas.
—Las de terracería principalmente, casi nunca utiliza las autopistas pero el transporte por tierra solo es para los estados centro y de la península —mucho de lo qué trafica va al extranjero, otros son los que se encargan de envenenar a nuestra gente—. Para los estados del norte están aviones, helicópteros, autos y túneles que salen a distintas zonas en el desierto y cuando están muy desesperados también las pasan nadando por el río.
—Eso es imposible, la policía migratoria… —interrumpo a mi esposo, sé lo que quiere decir pero sus compatriotas no son tampoco del todo honestos.
—Él los compra, a veces incluso hacen la finta de que lo decomisan y luego lo cambian por pastillas de colores, orégano y harina —si ellos supieran cuánto disfruta mofándose de ello estarían rojos de coraje por eso mejor paso rápidamente a lo siguiente, mi plan—. Lo que propongo es lo siguiente: vamos primero por la red de distribución europea. Desmantelen los laboratorios, ya qué además de que están muy poco escondidos no le importan mucho, apenas los echara en falta —los veo uno a uno esperando sus reacciones, él único que demuestra algo es León y no está feliz—. No me pongas esa cara, sé que quieres que le duela pero…
—Esto no es personal Angélica —replica rápidamente—. No es que quiera que le duela, es que es necesario detenerlo.
No soy estúpida, está claro que lo entiendo pero ya le dije que me tiene que tener paciencia, las cosas no son tan fáciles como él las cree, aún teniéndome como infiltrada muchas veces no sabré en dónde estoy y Heriberto no me dejará entrar a sus reuniones, tampoco escuchar sus llamadas, necesito su confianza antes de entregarlo, porque yo si quiero que le duela, quiero que se arrepientan de hasta de haber nacido.
—Mira Gutiérrez, aunque el piso sea plano hay niveles —como en todo, aquí por ejemplo el manda y se ganó eso con esfuerzo y trabajo, lo mismo pasará cuándo llegué allá—. Veamos la organización como un árbol —es así justamente como he organizado mi estrategia—. Sé que ustedes me pueden ayudar a llegar la cima, pero ¿y después? Nadie puede bajar de un árbol que no subió por si solo, por eso deben dejarme hacerlo a mi manera, si te digo que empieces por los laboratorios es porque tengo mi propio plan.
El plan de la amante de Heriberto solo sirve para tenerme ahí como adorno en su cuarto y eso no le sirvió a Annelise, ella se arriesgaba mucho cuando se metía a investigar en lugares a los que tenía prohibido entrar, a los que yo tengo prohibido entrar pero a diferencia de ella yo me ganaré el entrar.
Nunca lo admitiré pero ellos tienen razón, esto funcionará conmigo porque yo soy la única a la que dejara inmiscuirse en negocios, me haré indispensable.
—¿Y se puede saber cuál es? —sonrió momentáneamente.
—Por supuesto, vamos a inculpar a alguien, no hace falta saber quién aún pero cuándo Heriberto me encuentre voy a hacerme la víctima —tengo dos nombres por ahí, Heriberto no es él único mounstro del que escape. Veo fijamente a Cristopher, él es fundamental en la mentira que León diseño por mí—. Voy a fingir que me entregaron y después me quitaron a mi hermano, que lo llevaste a quién sabe dónde y me dijiste que la única manera de recuperarlo era casándome contigo, que todo fue una venganza, que te ordenaron hacerlo solo para lastimarle.
—¿Piensas que va a creer eso? —al parecer no le gusta ser el malo de mi cuento.
—Si, porque ustedes no harán nada mientras yo continúe aquí —por eso sólo marco zonas grandes, jamás les daré más información de la necesaria o esto se irá a la basura—. Todo esto es para que preparen a su gente, para que hagan operativos funcionales y seguros, no para que se avienten de cabeza una vez que salgamos de aquí.
He visto los ojos de Gutiérrez y los de Cristopher, ambos brillan de impaciencia y venganza, la tendrán pero a su debido tiempo, él día que ya no me encuentre en peligro.
—Para eso falta algún tiempo, no podemos esperar tanto —insiste León.
—Tendrás que hacerlo, prometiste que se haría bajo sus condiciones —replica mi marido, estoy orgullosa de que no rompa esa promesa y yo tengo que corresponder eso con argumentos y un plan no tan suicida.
—Vamos a hacer esto de la manera correcta, desmantelaremos está organización pedazo a pedazo, pero necesito tiempo y que ustedes hagan lo mismo aquí —volteo a ver al licenciado Escalante—. Su tío tiene que caer, Octavio Escalante será la carnada para el gran final.
Lamentablemente no todo el trabajo es con Heriberto, yo haré lo mío pero necesito que lo debiliten por todos lados, no debe existir nadie con el suficiente poder para sacarlo del hoyo en dónde pretendan meterlo.
—¿Cómo piensas que puedo hacer eso?
—Sabe bien como debe hacerlo —conmigo no es necesario fingir demencia, todos queremos lo mismo y no es el único—. Sobre todo usted señor Montreal, Octavio Escalante se ha ocupado de acabar con su vida, ¿no quiere regresarle el golpe? ¿no desea recuperar lo que ha perdido?
Todos somos seres rotos por las mismas manos. Marcelo Montreal y yo lo entendemos mejor que otros porque lo perdimos todo, y con eso no me refiero a dinero, poder o influencia. Hablo de derechos fundamentales como la identidad, la libertad, el tener un hogar, la amistad, la familia, el amor, la felicidad. Quiero eso, aún creo que me lo merezco y voy a luchar por ello hasta mi último aliento y Marcelo Montreal me convenció haciéndome creer que podía convertirme en mi propio milagro y espero lo mismo de él, quiero que luche.
—Si Angélica, quiero mi vida de vuelta —afirma con convicción, me deja los resquicios del hombre seguro, fuerte y poderoso que será— y de hecho tengo algo que podría ser de ayuda.
—¿Y que es? —pregunta Cristopher llamando nuestra atención.
—¿Saben cómo supuestamente atraparon a mi padre traficando drogas?
—Por supuesto, enviaron unas piezas de cerámica a los Ángeles y ahí los atraparon porque estaban repletas de cocaína —responde el licenciado Escalante.
—Sí, pero papá no fue, él solo hizo lo que tú tío pidió —el licenciado Escalante ya lo había escuchado antes pero parece seguir doliéndole—. Hay documentos que lo comprueban, en ellos consta que Octavio fue quién autorizó y avaló el envío de esas piezas.
—Quiero ver esos documentos —exige rápidamente.
—No los tengo yo… Amber.
Fernando Escalante niega y es la primera vez que parece por completo desesperado, quién quiera que sea no debe ser una persona fácil o muy querida.
—No puede ser Marcelo, ¿sabes en dónde está ella ahora?
—¿Quién es Amber? —pregunto por curiosidad casi infantil.
—Mi… —la voz se le corta de inmediato y al ver su rostro percibo un dolor agónico en él, sus ojos se han llenado de lágrimas y no puede seguir con ello— era mi… ella y yo.
—Ya les quedó claro, no tienes que decirlo —se adelanta el licenciado Escalante—. Me encargaré de eso, ¿hay algo más en lo que creas que pueda ayudar?
Desvía el tema pero apenas tenga oportunidad preguntaré de nuevo por Amber, quiero saber porque el dolor de muerte. Veo de nuevo los expedientes delante de mi y las notas rojas son lo más importante, de esas solo hay dos en las que me ayudará.
—Hay una persona que no es socio pero algunas veces ha ayudado a hacer los movimientos bancarios para poder adquirir propiedades, Lorenzo Valencia.
Marcelo y Fernando comparten momentáneamente una mirada, solo son tres segundos pero parece que van cargados de recuerdos, de vivencias compartidas, ya deben saber de qué les hablo pero aún así lo voy a especificar.
«—Ese hombre podría ayudarlos a saber que movimientos se han hecho a lo largo de estos años —no acuden a él a menudo pero imagino que ha de tener bastantes trapitos sucios—. Esto es como dividirse en equipos, yo me encargo de Heriberto, ustedes de Octavio Escalante y la policía los va recogiendo una vez que caigan.
Suena simple pero necesitaremos una sincronización increíble y quizá también algo de suerte y mano dura para que quien tiene que hablar lo haga.
—Bien, dejen que yo me ocupe de Lorenzo Valencia tiene un hijo, Mauricio, él me ayudara —asegura Marcelo, suspira muy nostálgico de repente—. En años no había querido pensar en todo lo que perdí, en los amigos que se fueron, en quiénes perdimos y desde que te conocí es… tú los has traído a todos de vuelta.
Ni siquiera sé de quiénes me habla. Lo único que tengo claro es que nada es una casualidad, las personas de las que me habla solo se han visto arrastrados por la vida, por los delgados hilos de poder que unen, estuvieron en el principio y nos encontraremos para el final. Así no nos conozcamos tenemos una historia en común y nadie puede rechazarla.
«—Le abriste la puerta al pasado, ¿estás segura que puedes con ello?
«He caminado de la mano de mi pasado toda la vida —pienso—. La respuesta es simple. Sí, mil veces sí.»
—¿Ustedes están listos? —como respuesta es buena ya que no responden, no con palabras.
Sus ojos dicen que no, hay mucho que les duele pero no pueden hacerse aun lado, ya lo tenemos más opción que terminar esto.
Gracias por seguir leyendo.
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