64.- Extraordinarias
No recuerdo cuando fue el último día que estuve tranquila en el trabajo, es un día precioso, los niños estuvieron excelente en clases, todo el personal va de maravilla con los proyectos que tenemos en curso, en la última semana han adoptado dos niños y la semana que viene tengo mi cita para escoger un vestido de novia.
Nunca soñé con una boda, eso estaba más allá de mi y la realidad con la que vivía, me veía sola, tengo suficientes niños a mi cargo para compensar los incipientes deseos de ser madre e, incluso, viví la experiencia de un embarazo, y no tengo nada de ganas por repetirlo.
No, mi vida es buena tal y como la llevo, Cristopher tampoco se entusiasma mucho con la idea de formar una familia nuclear, eso hace mucho más fáciles las cosas, claro que todavía no podemos pensar en una vida larga y feliz.
Para eso todavía falta, por ahora sigo sorprendida con lo que pasa a mi alrededor, sobre todo con Angélica, no la había visto desde hace algunas semanas, ahora que la tengo delante de mi, no puedo más que sonreír.
Está parada en el marco de la puerta, luce muchísimo más sana, tiene un rubor leve en las mejillas, parece firme en su lugar, es casi como cuando la conocí. Eso provoca que los pensamientos negativos me asalten; una parte de mi sigue atada al trauma, lo estará siempre, aún así trato de tirar hacia adelante.
-Doctora Carrasco, ¿interrumpo? -pregunta Angélica.
-No, por supuesto que no, Angélica, pasa, por favor -me levanto y le indico el camino, viene diligente, se queda de pie delante de mi escritorio, casi sonrió cuando la veo estrujar su bolsita de mano-. Toma asiento, ¿quieres un café, un te, agua?
-Agua está bien, gracias.
Voy hasta la esquina y lleno un vasito de papel, se lo paso, para luego tomar asiento.
-Dime, ¿qué te trae por aquí?
Ladea un poco la cabeza, dudo que lo olvidará pero los nervios nos suelen jugar malas pasadas, incluso a las personas de acero como ella.
-Primero felicitarla por su compromiso, segundo decirle que a Cristopher y a mí no nos une más que una amistad, una deuda de sangre, que es casi la misma que tengo con usted.
Asiento pensativa, es muy amable al decir esas cosas, al asegurarme el amor de Cristopher. Mentiría al decir que no me alivia, y ese solo pensamiento, aunado a mis sentimientos negativos y los recuerdos, manda una ráfaga de dolor e irá a todo mi cuerpo que me esfuerzo por reprimir. Debo recordarme todos los hechos, ella no tiene la culpa de lo que pasó, y aún si la tuviera, no tendría el corazón para reprocharle, no después de recordar mi mal proceder hacia ella y los horrores que vivió.
-No, Angélica, no me debes la sangre de nadie.
Que yo sepa nunca llegue a anhelarla, no, no puedo, no soy así por más quisiera. Hay métodos y maneras diferentes para que una persona pague, solo basta ser ingenioso y Kate lo es, yo sé que si algún tiene al responsable -intelectual, porque gracias a Angélica el material ya se está pudriendo en una fosa común- de la muerte de mi madre, lo hará sufrir, me lo prometió y yo le creo ciegamente.
-Entienda que para mí es primordial dársela, no voy a estar en paz hasta que lo haga.
Entonces Kate ya tiene quien le ayude a encontrarlo, solo debo aclarar algo.
-No quiero sangre, justicia sí.
Se suele subestimar mucho la ley, entiendo porque, también fui víctima de lo desagradable del sistema, pero sé que no todo es así, no siempre y no lo será con Heriberto Félix.
-Trataré de hacerlo así -murmura Angélica, sigue muy nerviosa-. Ta... También necesito pedirle perdón por lo que pasó el día del atentado, mi comportamiento fue sádico e imperdonable.
Ahora sí bajo la mirada porque recordar ese día me descompone, la sangre, las balas, el llanto y la sensación son mucho para mi, y verla así, tan triste, tan desesperada, me conmueve, y de nuevo me siento una basura al recordar que casi cometo una atrocidad, y no me lo perdonó.
Nunca olvide que casi reveló la ubicación de Aarón, iba a hacerlo y si ese mounstro no hubiera matado a mi mamá, me habría convertido en alguien como él. Y no soy hipócrita, respecto al asesinato de ese hombre, cuando lo veo desde una perspectiva completamente fría, me doy cuenta, con horror, que solo pienso en ello con alivio, con satisfacción.
-Yo no te juzgo, lo he pensado mucho desde ese día, si hubiera tenido las fuerzas y el valor... Habría hecho exactamente lo mismo -por supuesto que lo más probable es que no fuera capaz de nada-. Nunca se lo había dicho a nadie, a menudo me siento mal ante el pensamiento, pero entiendo porque lo deseabas.
Aclaro porque no quiero que siga sintiéndose culpable, de mi parte está todo zanjado, no lo puedo olvidar, pero si enviarlo al rincón más lejano de mi mente, allá en dónde también está mi estupidez, mis celos y dudas.
Al levantar la mirada veo que Angélica está ausente, mira al vacío, parece tan pérdida e indefensa que el día que la vi llegar a casa de Kate.
-Alfonso había estado llenado mi vaso, gota a gota, fueron muchas cosas, pero cuando me dijo lo de mis padres dejo caer un chorro de agua tan helada y grande sobre mi, que no reaccione hasta mucho tiempo después, lo mismo con la mujer que me tenía encerrada... -se detiene de súbito.
Tiene más culpa, demonios y fantasmas en los que pensar, a los cuales también me siento en el deber de ahuyentar.
-Era un mounstro, los testimonios que leí eran horribles.
Cristopher me pasó los expedientes de algunas chicas que aceptarían quedarse en el refugio del centro, no tuve estómago para terminar de leerlos sin vomitar, luego Cristopher me hablo de las razones por las cuales su hermana se había infiltrado con Félix, ellos querían terminar con el tráfico de blancas en la frontera norte, quizá Annelise no logró su cometido, pero Angélica sí.
No han desaparecido todos los prostíbulos, muchos no tenemos esperanzas que eso pase pronto, sin embargo, se dio un gran paso. La vista está puesta en ese objetivo, y no creo que vayan a soltar ahora, no con el alboroto que hay por el vacío de poder que dejó la muerte de Rebeca Ibarra.
-Y falta el mío... Y lo que yo tengo es decir acerca de esa mujer.
Después de todos los años que he trabajado en la fundación podría hacerme una idea bastante aproximada, pero con Angélica los estándares se rompen, y para poner una mujer en un estado físico y mental como en el que ella llego, no hay imaginación que alcance.
-Puedes hablarlo conmigo -ofrezco.
Angélica me mira un momento muy sería, no creo que esperara este tipo de apoyo de mi, es normal y lo entiendo, me porte bastante antipática con ella.
-Confío en usted, pero no... Es muy difícil y prefiero, por el momento, no comentarlo con nadie, aún así me agradezco muchísimo el ofrecimiento -se detiene y articula una sonrisa despreocupada, intenta con todas sus fuerzas-. Pero hay algo en lo que si puede ayudarme, vine para pedirle permiso para ver a las chicas que estaban conmigo.
Me parece un gesto muy noble que quiera verlas, y no dudo que, dentro de sus posibilidades, ayudarlas.
-Claro, están en el refugio del centro, voy a mandarlas traer.
-Puedo ir allá, no me molesta, pero si a usted sí...
Empiezo a sentirme avergonzada por mis actitudes pasadas, Angélica debería sentirse más cómoda en mi presencia.
-No, no pienses eso -aclaro, mis razones son otras y muy poderosas-. Es una cuestión de seguridad, que tu cara no circule por todo México, no significa que no exista alguien que pueda reconocerte, aquí estarán todas seguras.
Después de salir del hospital me jure que nunca más dejaría a los niños tan indefensos cómo aquel día, así que ahora el orfanato goza de un circuito de seguridad cerrado, además los rondines de la policía de tránsito se extienden hasta acá, conseguimos una línea directa a las estaciones de policía más cercanas; me parece poco comparado a lo mucho que se podría hacer, por el momento debo conformarme con la esperanza que el día de mañana la amenaza sea nula.
-Tiene razón, debería ser más prudente y no pasearme por las calles como si nada.
Bueno, las excursiones por la ciudad siempre las ha tenido prohibidas, no está a salvó en el exterior, quizá algún día pueda gozar de la libertad que tanto ama sin temor, pero ese día no es hoy, y las personas con las que quiere entrevistarse tampoco se sienten del todo seguras allá afuera.
-Vamos a llamarlas entonces -le sonrió.
Levanto mi teléfono y le pido a Ileana que me comunique, lo hace sin demora, y como de costumbre, Aylín es quien me responde, es natural pero preferiría a una horrible contestadora.
-Joanna, ¿qué se te ofrece? -pregunta con hastío.
-Buenas tardes Aylín, voy a mandar a mi chófer por las sobrevivientes del incendio en Michoacán, por favor que estén listas.
La saludo por cortesía, para demostrar el respeto que debe ir por delante entre las dos, y le ordenó con tacto lo que necesito, no es mi subordinada, trabajamos juntas, pero sigo siendo su superior.
-No me digas que vas a empezar a meterte en dónde no te llaman otra vez, Joanna, no tienes nada para que verlas.
Angélica se encoje al escucharla, no debí dejar el altavoz puesto. Suspiro, trato de relajarme, no voy a ser yo quien pierda los estribos, no le voy a dar ningún motivo para que intente sacarme de aquí.
En los últimos años se ha creado entre nosotras una especie de guerra fría. Aylín sigue sin creer que después de todos mis errores, siga como directora de la fundación, le purga que todo me perdonen y que cada día, así sea sutil, tenga más poder; y no porque lo busque o quiera, es solo que ahora todas y cada una de las campañas y proyectos tienen que ser forzosamente aprobados por mi, y por más dinero que haya de por medio no los acepto todos.
Es una cuestión de ética, no volveré a exponer a los niños a un circo, si alguien quiere hacerse publicidad, que contraté un espectacular en periférico y dejé a los niños en paz.
-Mi chófer estará ahí en media hora, hasta luego Aylín, lindo día -añado y cuelgo.
Al levantar la vista noto que Angélica intenta reprimir la risa, por lo menos ya se va soltando y no quede a sus ojos como una debilucha dejada.
-Creo que es la primera vez que la escucho hablarle así a alguien -ojalá sea la única, mis modales son algo de lo que siempre he querido admirarme-. No es que no se vea como una autoridad, solo que siempre, aunque esté dando una orden, es muy amable y dulce.
No tiene caso ir por la vida con cara de enojada, menos en un entorno en dónde lo más se necesita son sonrisas y calor humano, mis niños siempre merecen lo mejor de mi, no importa que yo me esté muriendo de dolor por dentro, jamás se lo dejaré ver a ellos y ya que somos una institución de beneficencia, tengo que ser amable, accesible, humilde y agradecida con la generosidad de los demás.
-Aylín Montemayor es un dolor de cabeza para mí, no me gusta como hace las cosas.
-¿No ha pensado en despedirla?
Ya no lo oculto como antes, el patronato sabe bien que en cualquier momento voy a reventar, estamos de acuerdo que se está tornando insoportable, y aún así nos aguantamos para evitar un escándalo.
-Sí, pero sería muy difícil, Aylín era política, su carrera no despegó como esperaba, pero estuvo a cargo de la secretaria de cultura un tiempo, también fue parte de una comisión especial para el DIF -por su carita veo que no está entendiendo muy bien, me esfuerzo más en explicarme-. Tiene muchísimos contactos que nos pondrían en aprietos, tanto como si se queda como si se va, la aguanto con la mejor disposición para evitar que la fundación caiga en manos de alguien como ella, que estuvo además en la administración pasada.
-¿Cómo dice que se llama? -pregunta con renovada curiosidad.
-Aylín Montemayor Vignati, ¿por qué?
Ya me demostró alguna vez que siempre sabe más de lo que demuestra, de ser así me encantaría que hablara de una vez.
-Solo curiosidad, ya sabe, yo también estaba en la administración pasada, le diré si recuerdo algo -asiento, voy a darle su espacio para recordar-. Doctora Carrasco, ¿cree que me pueda prestar un salón un rato? Es que traje a mi asistente y necesita espacio para trabajar con las chicas.
-Claro, no sabía que tenías una asistente.
Kate menciono que la habían estado ayudando, también salió algo acerca de su seguridad, me sorprendió fuera gente como la que la acompañaba en el pasado, imagino porque lo hace, debe sentirse a gusto entré los suyos, bien que mal la mayoría vivía para protegerla, aunque no la quisieran.
-Es complicado, Denisse es mi persona de confianza, me ayudaba a desviar fondos para mí causa y era mi... ¿diseñadora de imagen? -se mira y luego a mi, incluso recarga los codos sobre mi escritorio, ya se soltó- Me compraba la ropa y combinaba, ¿ya vio que hoy vengo bien vestida y maquillada? Es ella quien lo hace.
Algo así me imaginaba, no es Angélica tenga mal gusto, siempre anda bien vestida, pero el día de hoy luce diferente, más adulta y cómoda con lo que lleva puesto, todo es de su talla y la hace ver más sana e imponente, me trae recuerdos.
-¿Ella tuvo la idea del traje rojo? -pregunto con una sonrisa, casi me siento como cuando hablo con Marian de cualquier tontería.
-En nuestra defensa nada de eso fue planeado, solo se dio -fue un acierto. Lo que pasó allá en los túneles no es algo que deba celebrarse, pero fue uno de sus mejores días, ahí se dio a conocer y se supo que el narco mexicano tenía a una nueva señora, peligrosa y hábil como las que la precedieron-. La traje para que viera a las demás, compramos algunas cosas para ellas, quiero que se sientan mejor y también quiero ayudarlas con un proyecto que me encantaría que usted nos ayude a impulsar, quizá sirva para ayudar a muchas más personas.
Al igual que ella no se nada de moda, me visto como veo a Kate y a los maniquíes de los lugares en donde compro, pero de proyectos de beneficencia sé mucho, me he dedicado a sacar adelante infinidad de ellos con el propósito de ayudar.
-¿Qué tienes pensado? -imito su postura y la escucho con atención.
Sangre, gritos, dolor, odio. Solo eso puedo recordar estando en este lugar.
Trato de verme indiferente, finjo no recordar que aquí lo perdí todo y cuando no puedo, empiezo a llorar silenciosamente, mordiéndome la parte interna de la mejilla para ahogar los sollozos y gemidos, no quiero que Denisse me escuche.
No puedo seguir llorándole, Pedro no merece que lo recuerde en medio de lágrimas, él me dio más que eso, tengo que honrar su memoria y lo que me hizo sentir. Voy luchar, voy a matar a ese hijo de la chingada y voy a ayudar a cuánta gente me sea posible con el dinero que le saque a Heriberto.
No sé cómo se me ocurrió la idea, tal vez fue en el momento que recordé a Miranda y al señor Marcelo, ellos han dejado en mi una huella profunda, me enseñaron a no dejarme morir y no lo haré.
No fue difícil conseguir una cita con ellas, la doctora Carrasco se mostró muy atenta conmigo y hasta risueña, empieza a sentirse mejor alrededor de mi y eso me alegra, me sirve porque no conozco a otra persona con la paciencia y conocimientos que necesito para llevar a cabo mi idea, que es simple, pero bien hecha puede sacar adelante a muchas personas, las primeras tres ya están aquí.
Estos salones tienen paredes delgaditas, se escucha todo y de no ser porque corrí las cortinas apenas entre -tengo un horrendo dolor de cabeza que empeorará si estoy en el rayo del sol- ya me habrían visto, y eso no sé si es bueno. Denisse levanta la mirada solo un momento al escuchar las voces, se apresura a seguir sacando frasquitos de su escuché de maquillaje, yo me pongo de pie y me aliso el vestido, estoy muy nerviosa.
-...todavía no nos queda claro para que nos llamo -termina una de las chicas, se le escucha bastante confundida.
-Lo sabrán en un segundo -indica Joanna y abre la puerta.
Ellas no me ven inmediatamente, es hasta después de echar una ojeada por todo el salón que lo hacen, y sigue sin pasar nada, no me reconocen, por lo menos no el primer minuto de silencio, al segundo es cuando se escucha un grito ahogado, las tres empiezan a verme con curiosidad, cuadrando en su mente la imagen.
Cecilia es la primera en venir conmigo, corre como si la vida le fuera en ello, se estampa contra mi y me aferro con toda mi fuerza a ella, la siento llorar sobre mi hombro.
-Lo logró -murmura débilmente.
Levanto la mirada hacia Valeria y Miranda, ellas no son cercanas a mi, siguen atónitas y perdidas. Cuando le pregunte a Cristopher sobre las chicas que estaban conmigo allá en Michoacán, me explico muy tranquilo que la mayoría regresaron con sus familiares, las que no, solo querían alejarse lo más posible y solo tres aceptaron la ayuda de la fundación: Valeria, Cecilia y Miranda, quién a pesar de tener a sus padres, quiso quedarse con Cecilia hasta que estuviera bien.
Me apartó un poco de Cecilia y limpio sus lágrimas como lo hizo mi tía conmigo, me alegra ver qué en su precioso rostro ya no hay marcas por los golpes a los que la sometieron la última noche de nuestro infierno, lastimosamente aún está muy delgada y pálida, no creo que sea porque no la alimenten bien, quizá todavía no sale del shock, no es fácil olvidar.
-¿Sorprendidas? -me atrevo a preguntar.
-No deberíamos estarlo -responde Miranda-. Luce justo como antes.
Noto un deje de resentimiento en su voz, claro que debe ser así, por más bonita o agradable que sea a la vista a ella no le importa y tampoco a Valeria, para ellas ahora vuelvo a ser su carcelera.
-No me siento así, pero de eso se trata ¿no? -me acerco un poco a ella, Cecilia se cuelga de mi mano, sigue pareciendo una niña asustada- Aprender, ser mejor y más fuerte, quiero ser mi milagro y ayudarles a ustedes para que lo sean.
Mis palabras le calan a Miranda, no va a confiar en mi de buenas a primeras en mi y está bien, en este mundo son pocas las personas buenas, yo no lo soy, pero ya no corren ningún peligro a mi lado.
-¿Ayudarles? Va a cambiarles la vida, patrona -menciona Denisse, también se acerca para imponer su presencia.
Mi recién autonombrada asistente se siente un poco celosa y suele ser impertinente, creí que la plática que tuve con ella mientras veníamos de camino sería suficiente para hacerla comportarse, me equivoqué.
-Denisse ya hablamos de esto, por favor, cálmate -pienso en recordarle su lugar a mi lado, pero no puedo, no a ella que me sirvió de soporte y salvavidas para llegar con bien junto a la gente que me quiere-. Chicas, les presento a Denisse es una amiga muy talentosa, les ayudará a sentirse un poco mejor.
-¿Cómo? -pregunta Valeria, es la primera vez que me habla viéndome a la cara, también noto que Joanna desapareció, debe tener mucho trabajo.
-Vamos a arreglarlas y después me van a acompañar a una comida muy importante.
El señor Marcelo se mostró encantado con la idea que tuve, me ofreció todo su apoyo y algo más importante, a su hijo y su nombre para respaldarme ante el mundo.
-¿Nos vemos tan mal? -pregunta Cecilia.
Ellas son muy hermosas, por esa razón las secuestraron, pero son más que una cara bonita, solo que no pueden verlo ahora. Les cuesta trabajo, así como a mi, y es que volver a la realidad después de una pesadilla como la que vivimos es bien difícil, todo el tiempo creo que voy a despertar en el mismo lugar que antes.
-No, claro que no, yo me veía peor que ustedes, y mírenme ahora -lo hacen y casi me sonrojo, es incómoda la adoración que Cecilia siente hacia mi, se llevará bien con Denisse una vez que se conozcan-. Sé que les parecerá banal, pero el como nos vemos también influye en como nos sentimos, a mi me sirvió mucho, tal vez a ustedes también, por eso traje a Denisse.
Siempre le di mucha importancia a mi imagen, me gustaba verme bonita, no para nadie en especial, ciertamente no para Heriberto, era para mí, para darme confianza, era como una armadura que podía utilizar para defenderme y ahora sé que no la necesito. No iba vestida de reina de belleza cuando mate a Alfonso o a Leonzio, tampoco cuando me salí con vida de las bodegas de los Ángeles, cuando escape de Michoacán o cuando casi me matan en Zitácuaro, pero me sirve cuando tengo que presentarme en algún lugar en dónde mis habilidades físicas no me funcionan.
Ellas no son como yo, pero la experiencia que vivimos nos dejó inseguras de nosotras mismas, puedo hablar por mi y decir que no me siento tan valiosa como antes, ni tan fuerte o bonita, sin embargo cuando me ocupo de mi, me siento mejor, porque sé que si hay alguien a quien le importo, a mi misma y es más que suficiente para empezar.
-Gracias, pero no es necesario -asegura Miranda.
Empiezo a prepararme para explicarle y en eso, Denisse se adelanta a mi.
-No pueden despreciarla -replica con dureza.
-¡Denisse! -la regaño, no le importa, sigue adelante, encara a Miranda.
-Ustedes no la vieron pero yo si, he visto durante años como se esfuerza para hacer lo mejor para los demás, ¿creen que antes de que la agarraran se la pasaba bien? -Valeria casi asiente y tengo que soltar a Cecilia para sostener a Denisse y que no se le aviente- ¡No es así! Siempre la han maltratado, no tienen idea del infierno que fue su vida y que sigue siendo.
-Denisse tu tampoco sabes lo que estás niñas vivieron, guarda silencio -no le gritó, la voz no me da, pero mi tono es tan frío y amenazante que la veo encogerse, a las demás también. Denisse retrocede hasta quedar a una lado de mi, Cecilia corre a esconderse detrás de Miranda. Suelto a Denisse, me le quedó mirando a los ojos-. No voy a permitir que las hieras de ninguna manera.
No importa lo que haya hecho por mí, ni siquiera que la estime como si fuera mi hermana, no puedo permitir que haga esto, que me ponga por encima de estas chicas que son superiores a mi, más fuertes y valientes que yo. Ellas jamás sucumbieron ante ninguna droga, no reñían, soportaban todo con estoicismo y siempre tuvieron la esperanza bien puesta, yo no. No resistí, me quebré y me dormí, no viví como ellas, no soporte como ellas y si alguien tiene mérito por mi fuga son ellas.
-Discúlpeme, es solo que no me gusta que le hagan daño, aunque solo sea un desaire -me responde Denisse bajando la cabeza.
Tengo poder sobre ella, sobre Cecilia e incluso sobre Miranda y Valeria, no sé porque, no entiendo que hice bien para que al final siempre respondan a mi voz, pero tiene que terminar porque si algo no soporto es que las mujeres que están a mi alrededor, sobre todo las que quiero, se rindan, menos ante mi. Deben levantar la cabeza, si es necesario disculparse, pero nunca por medio de una humillación, eso no lo merece nadie.
-No me están haciendo nada -le aclaro.
-Si lo hicimos, por años la culpamos y nunca hicimos nada para ayudarla -responde Miranda.
La veo sorprendida, ella y las demás seguramente se sienten culpables por no ayudarme, yo no las culpo. En ese lugar no teníamos opciones y, ayudarme, de cualquier forma, podía costarles la vida, además lo que dicen no es del todo cierto.
-Claro sí, ¿verdad, Cecilia? -volteo a verla, así tan pequeña y frágil fue la única que desafío todo y me arropo cuando tenía frío, me dio de comer cuando no podía moverme y me sostuvo la mano cuando lloraba. Es por Cecilia que nunca deje de tener fe en la humanidad, y es por las demás que aún estoy aquí- Al final fueron ustedes quienes me animaron a salir de ahí, me salvaron la vida y eso no hay como pagarlo.
Sin embargo haré todo lo que esté en mis manos para ayudar, les daré todo y cuánto más necesiten para salir adelante, y si me lo permiten estaré a su lado, velando por ellas y cuidando que nadie más intenté lastimarlas.
-Estamos a mano, usted también nos salvó, claro que aceptamos su ayuda -acepta Miranda.
-¿Con quién empezamos, Denisse?
La mira esperando que ya comprenda y asimile lo que acaba de pasar, necesito que entienda de una buena vez por todas que no soy una santa ni una especie de heroína, soy solo una mujer que siempre ha tenido ayuda, que gracias al cielo siempre se vio rodeada de seres humanos tan buenos que no me dejaron morir. Aquí, ella, Cecilia, Valeria y las demás, sin quiénes merecen el trato especial y las oportunidades, ellas si son extraordinarias.
-Con la más tímida -dice, jala a Cecilia por el brazo y empieza hacer su magia.
Gracias por seguir leyendo.
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