48.- Sagrado || Parte I

Los preparativos para la caza de Marcelo Montreal están casi listos, claro, yo no participe en ellos ya que Heriberto no me ha permitido salir de la habitación en dos días, ni siquiera para tomar aire y eso me tiene nerviosa, inquieta, si no estoy teniendo ataques de pánico es solo porque el dolor y la rabia nublan mi mente.

Estar alejada de todos en este momento es lo mejor para mí, no quiero desquitarme con nadie, y la verdad es que no tengo porque; desde un principio tenía plena conciencia de la brutalidad de Heriberto, sabía que llegaría un momento en el que no tuviera otra persona con la cuál descargar su rabia por todo lo que está pasando, lo lleve a un límite y ahora tengo que pagar las consecuencias, todas ellas.

Me levanto de la cama para intentar ir al baño, tengo que estar lista para mañana, salimos temprano a la ciudad de México y una vez ahí no se cuánto tiempo voy a tener para moverme y comunicarme con Cristopher, hay que sacar al señor Marcelo de la ciudad, por lo menos ponerlo a salvó y luego buscar la manera de atrapar a mi primo, no importa el costo mañana él debe estar en una celda o en la morgue.

Ese pensamiento me reconforta un poco, verlo muerto es casi todo lo que deseo en este momento, es la meta a la que me ha obligado a aspirar.

Doy dos pasos antes de tropezar, ayer en un vano intento por defenderme le di una patada que me dolió más a mi, me sostengo del dosel de la cama, tengo que guardar mis fuerzas, me dejó caer en la cama de nuevo, solo unos segundos.

La puerta se abre y Heriberto entra, al vernos, noto que los ojos le brillan de una manera rara, es como si estuviera conteniendo las ganas de llorar, abro la boca para preguntarle algo y al final me arrepiento, una punzada de angustia me atraviesa el pecho.

Heriberto se acerca a mi, yo me retiro, ya no quiero que me vuelva a tocar, él no reacciona de manera violenta, solo parece aceptarlo, diría que son sus sentimientos de culpa actuando de nuevo, pero no, hay algo perverso en su mirada, es fría y aterradora, me hace helar la sangre.

-Voy a salir con Renardo está noche -anuncia, su tono de voz denota un dolor profundo e intenso.

-¿Vas a venir por mí mañana? -pregunto sin mirarlo a los ojos.

-No, Alfonso te va a llevar y te dirá que hacer -no me sorprendería que la orden sea empezar la tortura de Marcelo Montreal.

-Esta bien, cuídate por favor.

Vuelve a la puerta y antes de salir se queda alrededor de un minuto esperando, no es normal este comportamiento en él, la duda no es su fuerte, después de todo ha hecho terribles maravillas con su manera de actuar, que ahora dude es una señal evidente de su frustración, de la incapacidad mental a la que lo he orillado.

Cuando sale empiezo a llorar, no es no me falten motivos, pero está fuera de lugar, ahora es cuando más fuerte debo ser y me derrumbó por completo.

Yo no soy así, yo no puedo seguir llorando o me quedaré seca y me volveré loca, no puedo afrontar tantos sentimientos encontrados, tanta irá, tanta aflicción. Me clavo las uñas en las palmas de las manos y está vez al levantarme logro mantenerme en pie, voy hasta el tocador y mi reflejo me devuelve la imagen de cómo me siento, una mujer pálida, débil, sucia, rota...

-Angélica... -el Mocho entra sin tocar, mi primo ya debió irse si se atrevió a entrar así- Lo siento, yo no...

No sé qué le da más pena, si mi semi desnudez o mis lágrimas, él no me había llorar desde hace mucho y nunca fue tanto.

-No te preocupes, ¿Qué pasó? -me limpió la cara y solo lo veo por el reflejo del espejo.

No quiero que me vea así, él me ha dicho que no puedo desmoronarme, sabe tan bien como yo que no tenemos tiempo para eso. Ambos tenemos el tiempo contado para coordinarnos, tanto si atrapan a Heriberto, como si no, debemos tener un plan.

-Ya está todo listo, apenas salgamos mañana espero poder enviar el mensaje.

Eso solo es para alertar a Cristopher, necesito que esté al tanto, y si bien no tendrá tiempo para organizar algo, por lo menos tendremos una oportunidad, la última.

-Bien, ¿ya sabes cómo vas a salir del país?

Eso también es importante, mientras que pueda o no garantizar que lo absuelven de sus crímenes lo mejor es que este lejos, si llega a pisar una cárcel no durará cinco minutos con vida, lo mismo se puede decir de mi.

-Si, todo está listo -por su bien, espero no me mienta. Nos quedamos en silencio un momento, no volteo a verlo pero el si viene hacia mi, se arrodilla a mis pies y me obliga a verle a la cara- ¿Me vas a extrañar? -pregunta meloso.

Sonrió débilmente y asiento. Se ha convertido en alguien muy importante en mi vida, no habría podido sobrevivir hasta este día sin el, sin su guía y apoyo. Lo quiero mucho, tanto que a veces llega a asustarme.

-Por supuesto, aunque no es un adiós definitivo, en cuanto todo esté bien te voy a visitar.

Siempre voy a necesitarlo y aún tenemos un pendiente más, Ramón y su familia, ellos nos mantendrán unidos, es nuestra obligación velar por su madre y hermanos, guiarlos hasta una vida buena, noble.

-¿Y te bastará con una visita?

Entiendo su pregunta mejor de lo que él cree, nuestros sentimientos ya han llegado a la línea final, estamos a escasos centímetros de dejarnos ir como hilo de media y lo peor es que quiero pasar esa línea, lo necesito y deseo demasiado para mí propio bien.

-No.

Pongo una mano sobre la suya y él sigue el camino hacia arriba hasta llegar a mi cuello, con mucho cuidado, me arrastra hacia su rostro, me dejó llevar hasta que su boca se encuentra con la mía, se unen en un beso que me hace arder hasta el último de los nervios.

Se pone de pie junto conmigo, yo mantengo mis manos sobre su pecho, pero él ya se ha reprimido mucho, baja sus manos hasta mis muslos, sube con la derecha a mi espalda y la izquierda se mete en mi bata para acercarme más a él, yo reacciono por instinto, al igual que mi primera vez con Cristopher solo acaricio su vientre duro, me recreo con sus músculos, quizá estos son menos prominentes que los de mi marido, pero si sigue siendo mucho mejor que el cuerpo viejo y rígido de Heriberto... No debí pensar en él.

-No puedo -musito separándome de él, lo más que me deja, ahora que ya me agarró no pretende soltarme-. Quiero, pero él... No sabes lo que me ha hecho los últimos días.

Volteo a ver la cama, hasta asco me da acordarme y a él también debería, no puede estar conmigo de esta manera.

-Angélica, no me importa -me hace voltear a verlo, acaricia mi mejilla con ternura.

-A mi sí, siento asco cada que me toca, cada que me utiliza a su antojo. Me siento sucia.

Él niega, es sorprendente como a los ojos de quienes nos aman no tenemos ningún defecto.

-Ven conmigo.

Me lleva de la mano hasta el baño, me siento un poco intimidada porque sé lo que va a hacer y lo que pasará después, y me excita de alguna manera, pero también tengo miedo. Es un sentimiento creciente e inhóspito, ¿será que siempre que quiera estar con un hombre por mi propia voluntad debe ser así? ¿Por qué no simplemente puedo bloquear todo y dejarlo ser? ¿Por qué?

Mi amigo abre la llave de la bañera y deja que el agua la llene, yo empiezo a temblar, no puedo moverme.

-El agua no puede llevárselo todo -digo incapaz de darme la vuelta para verlo a la cara.

-Por lo menos su olor sí, de sacártelo de la mente me encargo yo.

Cierro los ojos y después él desabrocha mi bata, la deja caer, no hay nada que me cubra, no hay nada que pensar.

El acto suicida que dio el señor Montreal parece que dio resultado, en las últimas horas se ha estado reportando movimiento entre la gente de Heriberto que hemos mantenido vigilada, también en el tráfico aéreo se detecto cierto movimiento y aunque no hemos tenido ninguna noticia de Angélica podemos asegurar que vienen hacia acá.

Para nuestra buena suerte el señor Montreal decidió salir con su hijo de la ciudad, por lo cuál no tenemos que preocuparnos demasiado por su seguridad, sin embargo tiene un doble que espera tranquilo en la misma casa que vio caer a los Montreal hace dieciocho años. Por supuesto nosotros estamos apostados aquí esperando, apenas veamos movimiento tenemos carta abierta para actuar a nuestro antojo, y aunque no la tuviera, ya llegó el momento de que ese hombre y yo nos veamos las caras. Hoy va a pagar por la muerte de mi hermana y por todo el sufrimiento al que sometió a Angélica.

-¿Por qué no está aquí? Ya se tardaron mucho -murmura Soto.

No sé que tanta razón tiene, no quiero ver el reloj, ni siquiera le avisé a Joanna de este operativo, estoy muy tenso y no puedo dejar divagar mi mente, tengo que concentrarme, primero tengo que apartar a Angélica de ese hombre y luego esperar que todo se de como se planeo hace meses.

-Se le vio llegar pero... -me interrumpo, se escucha claramente el sonido de un motor, vienen por la carretera principal. A los pocos segundos se detiene, no nos movemos. Estamos ocultos entre los árboles del bosque que rodea la casa de los Montreal, si nos movemos un centímetro nos verán y adiós a la discreción- ¿alguien que alcancé a verlos? -pregunto en un susurro.

-Negativo, se han detenido antes de... -la comunicación por radio se corta.

-¿López? Responde -insisto.

Nada llega, empiezo a sentir la tensión en el ambiente, a mi alrededor, mi equipo se mueve inquieto, casi dan un paso atrás hasta que los disparos llegan a nuestra espalda.

Todos los agentes se dan la vuelta, han lanzado una bomba de humo, no se ve absolutamente nada, pensé que la fauna a nuestro alrededor nos ayudaría, pero no vi venir que a ellos también.

-Mantengan sus posiciones -ordena León, él está del otro lado de la casa, tardará para llegar a nuestro encuentro.

El silencio regresa, todos están atentos al más mínimo movimiento y ahí es cuando lanzan las bombas, cuatro detonan cerca de mi equipo, veo a mis compañeros volar por los aires mientras que los hombres de Félix avanzan hacia la casa.

Ellos no nos prestan atención, su objetivo está más adelante, corren hacia la casa y a dos metros de la entrada, los francotiradores empiezan su trabajo, caen uno a uno y ahí es cuando sus refuerzos y los nuestros entran.

Luchando contra el aturdimiento me pongo de pie y corro hacia delante junto con los que quedan, el fuerte viento que se desata, hace que el humo se disperse, ahora la única niebla que me impide concentrarme es la que hay en mi mente, por el audífono escucho muchas órdenes cruzadas, no importa lo que diga cada uno de los encargados, lo que necesito es ir al frente, necesito encontrar a Félix. Corro hacia la casa, ahí los agentes ya están bajando, y la gente de Heriberto comienza a huir.

Trato de verlos bien, no tienen ningún orden, lo cual es demasiado raro, por lo general Félix siempre dirige bien a su gente, la misma Angélica salvó a muchos en los Ángeles y en Isla mujeres por la grandiosa organización que tenían.

Los veo correr en dirección al bosque, seguramente van por las camionetas que dejaron atrás, definitivamente no planearon bien esto, o lo que es peor, no están tomando el pelo, son una distracción, ya que el Comando no huye.

Corro hasta el garaje de la entrada y tomo una de las camionetas del señor Montreal, todo estaba preparado para este operativo, no hay quien me detenga y tampoco podrían, conduzco cómo loco por el camino principal, sé que no se irán, hay agentes en todas las carreteras circundantes, los pocos que no detengan aquí no podrán ir muy lejos, no debería tener está urgencia por alcanzarlos es solo que no puedo evitarlo.

Cuando llegó a la desembocadura del camino que da a la carretera alertó por radio a los demás agentes y bloqueo el camino con la camioneta, a mi espalda empiezan a llegar las patrullas, todos bloquean las salidas y apuntan a las camionetas que empiezan a salir de entre los árboles.

Me cubro para disparar, de aquí no me van a quitar, van a pasar únicamente por sobre mi cadáver.

Pronto estamos en un enfrentamiento cara a cara, los disparos del contrario son certeros, dos agentes de mi lado caen y luego los tiros llega de detrás de ellos, los agentes que estaban en la casa nos han alcanzado y ahora no les queda más que rendirse.

-¡Bajen las armas están rodeados! -les ordena Soto.

Me sorprende verlo tan feroz, como quisiera que los altos mandos lo pudieran ver, así no subestimaran sus habilidades como agente de campo. Uno a uno comienzan a resignarse, levantan las manos y cuando parece que ninguno va a hacer una estupidez, me adelantó aún empuñando mi arma, tomo al primer hombre que tengo más cerca y le apunto a la cabeza. Sé que está mal y que si lo mató tendré que responder por ello, pero necesito respuestas.

-¡¿En dónde está el Comando?! -dejo mi arma a un lado y le doy un puñetazo en la mandíbula, el hombre cae y sin dale oportunidad de que responda lo levanto del suelo jalándolo por la camisa- Dímelo o aquí mismo te mueres.

-¡Smith, déjalo! -me grita Soto llegando a mi lado.

Me obliga a soltar al hombre, él no entiende, algo malo está pasando, debe saberlo tan bien como yo, Félix debía estar aquí, todos asumimos que vendría por Marcelo y solo hay dos razones para desviarse de su plan y ninguna es buena.

Aparto a Soto y vuelvo a tomar al hombre por la camisa, lo veo a los ojos y en ellos brilla la rabia y además está sonriendo.

-¿En dónde están Heriberto y Angélica Félix?

-Mi patrón se los va a chingar a todos cuando recupere al niño.

Mis manos empiezan a temblar, eso no suena para nada bien.

-¿De que estás hablando? -pregunta Soto cuando yo no logro reaccionar- ¿A dónde fue ese cabrón?

-Que te lo diga Angélica, ¿o también prefieres llamarla Celeste?

Escucharlo decir su nombre manda oleadas de rabia por todo mi cuerpo y no me reconozco ni tengo control de mi cuándo lo empiezo a golpear, lo tiró al suelo, le doy patadas, un golpe tras otro, una y otra vez, no consigo el control de mi cuerpo, no siquiera cuando me toman por los brazos, me obligan, me gritan y me piden que pare, y solo lo logro cuándo Soto me mete puñetazo en la cara.

-¡Cristopher, cálmate! Esta gente va a utilizar todo lo que tengan en tu contra.

Es que lo sé, estoy transgrediendo sus derechos y el procedimiento por el cual se les debe detener, es solo que hay mucho en juego en este momento. Me suelto de los agentes que me sostienen y doy una paso hacia Soto.

-Tienes que avisarle a León que descubrieron a Angélica, debemos localizarla antes de que salgan de la ciudad, después será imposible rescatarla -mientras él saca y prende su teléfono me doy la vuelta para empezar con los preparativos, ahora no soy la persona más tranquila pero sé perfectamente lo que tengo que hacer-. Alfares contacta con la oficina, necesitamos encontrarlo antes de que algo más grave pase... -el teléfono de Soto emite un pitido demasiado familiar para mí, uno que no quería ni escuchar en mis pesadillas- ¿qué pasa? -preguntó cuando el sé queda congelado con el teléfono en las manos.

-La alerta se disparó en el orfanato -deja el teléfono y empieza comunicarse por el radio, ya no hay tiempo para la privacidad.

Me siento muy lejano en este momento, la sangre se me hiela, es como estar cayendo, la vida me da vueltas y todo empeora cuando el hombre al que golpeé se levanta sobre sus codos, su risa estruendosa llama la atención de todos.

-Los van a encontrar a todos muertos -dice.

Su carcajada le provoca un ataque de tos y Soto tiene la prudencia de ponerse en medio antes de que yo vuelva a agarrarlo.

-¡Cállate cabrón sino quieres que sea yo quien te de una madriza! -le grita Soto para luego indicarle con un gesto a alguien que se lo lleve- No responden, ni en la cabina ni en los radios.

Al dispararse la alarma ellos tuvieron que empezar el protocolo de encierro, Joanna lo practico algunas veces, no le será difícil encerrar a los niños, lo que me preocupa es que ahora no hay suficientes agentes para proteger a todos los niños. Tontos de nosotros creímos que al no estar Aarón ahí no había peligro. Nos equivocamos con todo.

-Alfares, encárgate de todo aquí, que no se les escape ninguno de ellos -no es de mi agrado dar órdenes, sin embargo no nos queda de otra en este momento, me giro a los agentes que cubren la salida, no hay tiempo para llamar a nadie- Ustedes prepárense para ir al orfanato, llamen a todas las unidades disponibles en la zona, el Comando se dirige hacia allá.

-Smith, no tienes autorización para movilizar a nadie -me responde Alfares-. Vamos ni siquiera sabes que va para allá, primero...

Maldita burocracia, yo sé hasta donde llega mi autoridad pero esto es distinto, no pueden dejarme solo con esto.

-La vida de más setenta personas está en peligro, la mayoría de ellos son niños, no me voy a quedar aquí esperando una puta autorización -le respondo, da dos pasos atrás, lo último que necesitaba es que me tuviera miedo, voy a intentar serenarme un poco-. Escúchenme, podrían ser sus hijos, esos niños no tienen a nadie.

Alfares y los demás se quedan mirándose entre sí, hay mucho en juego, aun suponiendo que el operativo salga bien y que ninguno muera, habría consecuencias graves, pero todo eso palidecerá si agarramos a Félix, a nadie le importara la insubordinación.

-Cristopher, pierdes tiempo -me anuncia Soto, su expresión sombría no me gusta-. El agente Gutiérrez está herido, por lo tanto él operativo queda en mis manos y tengo la jurisdicción para ordenar un operativo de emergencia, ¡así que muévete Alfares! Moviliza a esos hombres, ¡pero ya!

Empiezan a moverse y a repartir órdenes, en dos minutos Soto y yo ya estamos en una camioneta rumbo al orfanato, él maneja por supuesto, yo no tengo control de mis músculos.

-¿Cómo está León? -pregunto tanto por preocupación como para no pensar en lo que pueda y va pasar.

-En perfecta salud, nos matará cuando lo veamos de nuevo -no creí que fuera a mentir así por mi, se lo agradezco y ya veremos cómo lo solucionamos-. Más le vale a Covarrubias seguir con vida.

-Ella resistirá, Joanna también, ambas tienen que hacerlo.

Yo no puedo seguir sin ninguna de las dos, no soportaría saber que Félix acabo con otra de las mujeres que amo.

Al bajar del avión, veo mucho movimiento en la pista, nuestra gente va y viene, se arman, meten varias cosas a las camionetas, pero hay algo mal, lo he sentido desde ayer en la noche, cuando mi recién estrenado amante tuvo que dejarme, y ahora que no hay nadie para recibirme, lo confirmo.

-¿En dónde está Heriberto? -pregunto a Alfonso.

Hoy está extrañamente tranquilo, me preocupa tanta calma y frialdad de su parte, no es como que sea muy amigable conmigo, pero para los demás siempre tiene ánimos y confianza ciega en que todo va a salir bien, siempre confía en que vamos a salir libres e ilesos.

-No sé, vámonos -me jala de mi brazo sano hasta una de las camionetas. Me sube a una y cuando el Mocho, que hoy ha optado por mantenerse a una distancia considerable de mi, intenta subirse, Alfonso se pone en medio, no lo deja pasar-. Vete adelante.

-Yo tengo que ir con mi patrona -protesta indignado, él es mi escolta personal, no se le permite perderme se vista, Alfonso le dio la orden en primer lugar.

-Hoy yo la voy a cuidar, vete con los demás -el Mocho se adelanta para reclamar algo pero yo niego, no podemos llamar la atención en este momento.

Al final, mi amigo se adelanta a la siguiente camioneta, yo también tengo que prepararme mentalmente y si lo tengo cerca quizá no sea capaz de pensar con claridad, ahora, tan cerca de mi libertad definitivamente tengo que mantenerme tranquila, serena, adoptar la misma actitud fría que Alfonso, sobre todo enfocarme en él y saber a dónde exactamente me estoy metiendo.

-Quiero hablar con Heriberto, dame tu teléfono -le ordenó.

-Heriberto está ocupado.

Siempre, y aún así, cuando se trata de mi no para de llamar a quien tenga a mi alrededor para que le comunique lo que estoy haciendo, además, no me ha dicho a dónde voy a llegar, necesito instrucciones para manejar la situación. No me gusta nada lo que está pasando, ni lo que estoy sintiendo.

-¿A dónde lo llevo Renardo?

Me preocupa lo que pueda pasar, siempre está en riesgo andando solo con Barbieri y no me lo puede quitar en este momento, Heriberto es mío, para encarcelarlo, matarlo o desaparecerlo.

-Ya lo sabrás -murmura, me ve apenas por el retrovisor y luego ve a nuestro chófer-. Métele recio, tenemos el tiempo contado.

La camioneta avanza y de las siete que hay, solo dos nos siguen, tomamos la autopista directo hacia la Ajusco, vamos a una velocidad moderada, aquí las camionetas van separadas por una distancia considerable, no es bueno llamar la atención de la policía de tránsito, mucho menos si lo que queremos es ir a matar a un hombre, pasamos dos casetas de cobro y luego, antes de tomar la tercera, el chófer se desvía.

Volteo a ver a todos lados, comprobando las señalizaciones, viendo que nos hemos desviado muchísimo. En la ciudad aprendí a guiarme por Cristopher y estos caminos sobre todo, me los sé de memoria.

-Tomaste la dirección equivocada -advierto a Alfonso.

Nuestro chofer lo mira con la expresión titubeante pero no se detiene, sigue por el mismo camino que debió indicársele desde antes que me subieran a la camioneta.

-Tú y yo vamos a otro lado, del aparecido se va a encargar Heriberto.

¡Mierda! Eso es lo único que me faltaba, si no estoy en ese maldito operativo y lo agarran me va a ser muy difícil salir y sacar a las pocas personas dignas de salvarse, hoy más que nunca quiero sacarlos de esta vida.

-Entonces... ¿a dónde vamos? -no sueno despreocupada, toda mi voz denota ansiedad.

-Por tu hermano.

El alma se me cae a los pies, todo gira demasiado rápido, por fin entiendo el cambio de ruta y porque los demás no nos siguieron.

-Pero... Él va por Montreal y yo quiero estar ahí.

Voltea a verme, esto contradice todas mis acciones, he suplicado una y otra vez por mi hermano, y ahora que por fin me dan la oportunidad, lo que quiero es ir a matar a un hombre inocente.

-Pues decídete de una vez, ¿O vas por ese hombre o por tu hermanito?

Me es difícil mantenerme quieta, estoy en medio de una encrucijada, por un lado tengo a un ser humano muy noble, que no ha hecho más que apoyarme y en el otro está mi hermano, que si bien lo último que supe es que ya no estaba ahí, nunca es seguro, mi ausencia pudo cambiar las cosas para él, no me puedo arriesgar, lo siento por el señor Marcelo, me lamentare profundamente si algo le pasa, pero mi prioridad está en otro lado.

-Voy por Aarón.

El clima de hoy es extrañamente seco, no hay viento, pero si mucho sol, siento bochorno, principalmente porque la ropa en esta etapa de mi embarazo ya es diferente, los vestidos que me he comprado no se adaptan de buena manera a mi, están demasiado sueltos para mí gusto y por sí fuera poco me siento mal, extraña, es una sensación que me acecha y me pone a temblar.

Me pongo de pie para salir un rato al jardín, a ver si con un poco de aire fresco me repongo, tomo mi teléfono y en eso, suena la alarma. Esta vez mis latidos se disparan de manera frenética y olvidando todo lo demás, bajo de prisa por la escalera trasera hasta llegar a la sala de seguridad, al entrar veo a los agentes histéricos tomando sus armas, se preparan para salir.

-¿Qué está pasando?

No se detienen para mirarme, siguen cargando sus armas, ya traen puestos los chalecos antibalas.

-La policía de tránsito acaba de mandar una alerta, varias camionetas con hombres armados se acercan -me señala a una pantalla de una cámara, están a muy pocos minutos de aquí- y aún no recibimos noticias del operativo de detención de Félix.

-¿Qué operativo?

Nadie me dijo nada a mi de un operativo, Cristopher no me lo ocultaría, a menos, por supuesto que fuera algo inesperado, debe ser eso. Aunque lo que no entiendo con exactitud es porque vienen hacia aquí ahora.

Sin embargo si hay un motivo, Kate me dijo que la presentación de Marcelo Montreal a los medios haría que Félix asomara la cabeza, era la estrategia solo que eso fue hace dos días, pensé que llevaría más tiempo, y sigue sin tener sentido que vengan hacia acá, Angélica sabe que Aarón no está aquí, solo que puede que no sea ella quién venga a buscarlo.

-No hay tiempo para explicarle doctora Carrasco, tiene que ir adentro con los niños.

Solo espero que ellos ya estén viniendo hacia acá, todos los maestros y personal administrativo saben que cuando suena la alarma tienen que reunirse lo más pronto posible en el patio central, es imprescindible que estén en las galerías interiores antes de cerrar todas las puertas.

-¿Y ustedes?

-Tenemos que protegerlos hasta que lleguen los refuerzos.

Los agentes se ven a los ojos un momento, niegan, saben que no tienen oportunidad, yo también; lamentablemente cuándo trasladamos a Aarón la seguridad se redujo, aquí solo hay diez agentes, ocho de ellos custodian el perímetro y dos más se quedan aquí en la sala con las cámaras. No sabemos cuántos vienen pero sé que la gente de Félix es letal, no los dejarán con vida y entonces, estaremos desprotegidos.

-No pueden, lo mejor es que entren con nosotros -serán una barrera, la ayuda no llegara pronto pero no nos encontrarán de inmediato, y ya que la mayoría de cerraduras fueron reemplazadas les costará trabajo llegar a nosotros, eso sí no se pierden en los pasillos, tenemos una ventaja-. Por lo menos en lo que la ayuda llega.

Se lo piensan un segundo, no tenemos más tiempo, aún así no me responden, solo me empujan a la salida.

-Ya veremos, no tenemos mucho tiempo para agrupar a los niños.

Al salir al patio ya están todos esperando, hablo brevemente con el personal e inmediatamente empiezan a entrar, todos los agentes también ya están aquí, pronto aceptan lo que les sugerí, saben que es mejor así, nos estamos prácticamente enterrando pero es mejor eso que sufrir masacrados.

El tiempo se agota y cuando ellos llegan ya solo faltan algunos niños, no puedo permitir que nada les pase, son mi responsabilidad y acepté morir por ellos desde un inicio, por eso cuando, todos están dentro, aviento al agente que me está esperando y cierro las puertas, ellos tienen un repuesto pero no lo hallarán pronto, se las di a la única persona que ama a estos niños tanto como yo.

Le advertí a Ileana que no le diera las llaves a nadie hasta que Kate estuviera ahí, solo ella puede sacar a los niños de esas habitaciones.

Corro de nuevo a la sala de vigilancia, busco un arma que por supuesto no encuentro, todo lo que tenían aquí se lo llevaron y ni modo, me tocará enfrentar esto sola. Con los nervios a flor de piel salgo, a lo lejos escucho voces, vidrios rompiéndose y balas, decenas de ellas, un grito casi se me sale cuando los veo venir por la esquina, vuelvo a correr, ni siquiera sé a donde, ya no tengo a dónde ir.

Giro en la esquina equivocada, ellos me ven, cuatro hombres aparecen delante de mi y me apuntan con sus armas.

-¿Qué es lo que quieren aquí? -pregunto con hilito de voz.

Se acercan poco a poco a mi, no me muevo ni un milímetro, cualquier movimiento podría ser el último, además soy la distracción, los niños son lo único que importa.

-Por supuesto vine por un niño -esa voz llega de detrás de mi, me envalentona lo suficiente para darme la vuelta y encontrarme con Angélica, viene seguida de tres personas más, me apunta con un arma y luce un rostro sombrío. Camina a pasó lento hacia mi, baja el arma y aunque confío en ella no paro de temblar-. Mire, sé de buena fuente que hace unos meses unos agentes de la DEA le entregaron a un niño, ahora quiero que me lo entregue.

Imagino que sigue actuando, se le da maravilla, casi le creo, sé que tengo que seguirle el juego pero yo no tengo su habilidad, solo me queda hacerme la loca, es lo que más me conviene, y si me creen, quizá me dejen en paz, claro que no dejarán de buscar a los niños pero les daré toda la ventaja posible, los minutos que logré conseguir serán muy valiosos, le darán tiempo a Cristopher de llegar, porque él viene, estoy segura.

-No sé de qué me habla.

Angélica sonríe de medio lado, se ve muy peligrosa, es peligrosa y tan lo sé, que una vez que está a dos pasos de mi, retrocedo y grito cuando me alcanza, me agarra por la parte trasera del cuello, no ejerce presión para lastimarme, solo finge que lo hace.

-No me mientas hija de la chingada, o te va a pesar.

Empieza a ejercer fuerza, me arrastra hacia abajo y toma unos cuantos de los cabellitos de la nuca, mis expresiones de dolor tienen que ser reales.

-Le juro que no... Por favor, yo no sé nada -digo y empiezo a llorar.

Mi llanto es de puro miedo, conozco su manera de ayudar a la gente, a Cristopher y León les disparó, no espero que me vaya mejor a mi, ni siquiera por el bebé que llevo en el vientre.

-No te creo, ¡¿en dónde están todos los niños?! -me grita de manera brusca, definitivamente está enojada, no puede fingir tanta desesperación y coraje- ¿No vas a hablar? Bueno, creo que mi gente va a tener que jugar a las escondidas.

Me suelta y voltea a su espalda, asiente en dirección a un hombre, es él más terrorífico que he visto en mi vida, es fuerte, hosco y tiene la mirada de loco, estoy segura que lo he visto en fotografías en los expedientes del caso, solo que no puedo recordar que hacía.

-Tráiganla y busquen a todos los mocosos, maten a cualquiera que intente meterse... -ordena el hombre.

Angélica parece no entender del todo la orden, pero yo captó lo suficiente como para soltarme de ella y ponerme a llorar con más fuerza.

-¡No! Los niños no tienen la culpa, por favor, no les hagas daño -tomo las manos de Angélica, no sé qué pretenda, el caso es que si tiene un plan tiene que ejecutarlo ahora-. Te lo suplico.

-Hazlo de rodillas -me ordena.

El hielo en su voz me hace quedarme paralizada, la miro intentando moverme pero mis extremidades no me responden.

-¡Te ordenaron algo! -me grita el hombre cuando todos los demás se van.

Al no tener respuesta de mi, se acerca, Angélica sigue sin moverse y parece que nada la hará moverse de la posición que ha adoptado, apenas parpadea cuando ese hombre me da una bofetada que me manda al suelo y luego me jala por los cabellos para levantarme y quedé de rodillas.

El dolor me hace volver en mí, sigo llorando, no de dolor, el pánico me controla. Siempre pensé que era más fuerte, que ante una situación de estás me encontraría impasible, que sería razonable como siempre, me equivoqué, no puedo controlarme.

-Deje a los niños, yo le juro que no está aquí, a ese niño se lo llevaron hace mucho tiempo -digo.

No levanto la mirada a Angélica, solo me resignó a la situación, tengo que hacer lo que sea para seguir siendo una distracción.

-¿Quién? -pregunta Angélica, sigue firme.

-El mismo hombre que lo trajo.

-Su nombre -esta vez si levanto la mirada, no puede llevar las cosas tan lejos.

-Yo no... -ella niega, y se agacha para tomarme por la barbilla, no parece querer retroceder.

-Su nombre, ¡dímelo!

Nos vemos a los ojos por unos segundos que parecen infinitos, veo todos los sentimientos pasar por esa mirada, por esos dos túneles sin fondo, al final solo asiente de manera casi imperceptible, el mensaje me llegó.

-Cristopher Smith -suelto y a su vez ella deja de sostenerme, caigo sin fuerzas al suelo.

Sollozo sin control y sin importarme el drama que hago, yo no quería decir su nombre, sonó a sentencia de muerte, si algo le pasa a Cristopher no lo voy a resistir y tampoco se lo voy a perdonar.

Angélica sigue con su juego, se aleja de mi unos pasos, resopla como si estuviera desesperada, incluso se pasa la cara por la mano, está exhausta. Él hombre regresa conmigo, vuelve a jalarme por el cabello.

-¿A dónde lo llevaron? -no contesto, solo alcanzó a cubrirme con los antebrazos cuando deja caer una patada sobre mi, no me puede alcanzar el vientre- ¡Contesta!

-Yo no lo sé, por favor no me haga daño, estoy embarazada, por favor...

Me hago bolita en el suelo, ya no tengo fuerzas para continuar con esto, los niños seguro ya deben estar encerrados y sin la llave no podrán llegar a tiempo a ellos.

-Eso ya lo sé -responde el hombre.

Su afirmación me hace levantar la cara, veo a Angélica que está consternada, no sé qué noticia le ha caído peor.

-¿Qué? -pregunta ella confundida, al igual que yo no esperaba nada de esto.

-Viví en el campo, sé reconocer a una vaca preñada -responde el hombre con una sonrisa tétrica y burlona, a lo cual Angélica solo responde con una mueca de hastío e indignación-. Pensé que te gustaban esos juegos.

-¿Qué más sabes de esta vieja? -exige acercándose a nosotros.

-Qué es la puta de tu marido y el bastardo que lleva en el vientre es de él.

Angélica parece empezar a temblar de coraje, creo que esto ya dejó de ser una maldita actuación, todas sus reacciones son naturales y no le gusta para nada lo que ese hombre ha dicho.

-¡No! ¡No es de él! ¡Lo juro! -digo intentando llamar su atención, necesito que me crea.

-Entonces habla, ¿en dónde está el niño? -insiste el hombre, Angélica sigue callada y temblando- Te lo ganaste.

Vuelve la vista al frente, en dónde los hombres que venían al principio con él, regresan, son solo dos y traen a alguien atado de manos y con una bolsa negra cubriéndole la cabeza, es una persona bajita, su ropa no me dice nada acerca de su género, tampoco me fijo mucho en ello, un sentimiento de profunda desesperación me embarga, solo atino a ponerme de pie antes de que el hombre me meta a empujones a una de las aulas, detrás de nosotros viene Angélica con sus secuaces y el rehén.

-Déjenos a solas, sigan buscando a los niños -ordena Angélica, el hombre me suelta y empuja contra el escritorio, Angélica se adelanta antes de que se vuelva a lanzar contra mi, se pone en medio de los dos-. Alfonso ya basta de pendejadas, dime todo lo que sepas de esto, ¿y a quien chingados secuestraste?

Me asusto más cuando asimilo que el hombre que me ha estado maltratando es la mano derecha del Comando, ahí entiendo que es imposible que salga de aquí con vida, y eso pasa a segundo plano cuando le quita la capucha al rehén, está vez mis doloridas piernas ya no me sostienen.

-¡Mamá! -sollozo. No la había visto en meses y tenerla aquí, en esta situación, me quiebra por completo, tenemos que salir de aquí. Me arrastro hasta Angélica, está vez no necesita pedirme que me humille, lo haré, haré cualquier cosa para que mi madre esté bien- Por favor no le hagas daño, te lo suplico, por favor, por...

Angélica apenas me mira, está pensando, lamento tener que ponerla en esta posición pero no puedo permitir que le hagan daño a mi madre.

-¿Por qué trajiste a esta mujer aquí? -Angélica encara a Alfonso, quién parece querer usar a mi madre de escudo, la coloca en medio de los dos- Nosotros no nos metemos con las familias de nadie.

-Mi cielo, ellos se metieron con la tuya, Heriberto dijo que tenían que pagar -Angélica aprieta los puños a sus costados, no tiene nada con que debatir ese argumento, no sin ponerse en evidencia. Alfonso saca un arma pequeña, la apunta a la sien de mi madre- Es la última vez que te pregunto, ¿en dónde está el niño?

La vida es demasiado cruel, no tenían porque ponerme en esta encrucijada, ¿cómo voy a elegir? ¿Salvó a mi madre o a la hermana del niño que jure proteger con mi vida? La respuesta es obvia, no debería ni pensarlo.

-Yo... Él está... -la voz se me quiebra, no puedo hacerlo.

Intento tomar aliento para responder. Alfonso lo hace primero que yo.

-Se te acabo el tiempo.

Escucho el disparo, la sangre me cae en el rostro y mi madre se desploma sobre mi.

-¡Mamá!

Grito, lloro, gimo y arañó el suelo.

Todas las pesadillas que había tenido palidecen en comparación a esto, y todos mis dolores anteriores, la rabia y el rencor, todo lo malo se desvanece, quedando solo dentro de mi un inmenso vacío, una profunda tristeza.

«La verdad Joanna es que tú necesitas amor, o lo que más se le parezca y por eso siempre terminas por regresar.»

Eso dijo mi madre la última vez que hablo conmigo, y era cierto porque, por sobre todas las cosas, pensaba y sabía que me amaba, quizá no como debió, pero lo hacía, y ahora, ya no tengo a dónde ir.

Mi madre ha muerto.

Gracias por seguir leyendo.

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