36.- Solo su dolor

Recuerdo perfectamente lo que se sentía ver las fiestas desde la ventana, el miedo, la incertidumbre, e incluso, la envidia, sí, porque a mí me gustan mucho las celebraciones, es el momento en el que toda la plebada se convierte en familia, aunque para que me hago tonta, yo siempre he sido la apestada siempre fui yo.

Al principio por ser una niña, luego por ser la hija del patrón, luego la futura señora del otro patrón, así que durante algún tiempo le perdí el gusto.

No fue hasta una noche hace algunos meses que recupere mi alegría, mi voz y mi ritmo en brazos de un hombre de ensueño, él me reconcilió con la joven que aún baila, que canta a todo pulmón, la que pide que truenen la tambora, la que echa desmadre con toda la banda y que zapatea hasta que los pies no le dan más, con la sinaloense que vive en mi.

No solo le canto a los caminos de mi querido Guanajuato, también añoro y celebro las ciudades de mi querido Sinaloa, quién me ha visto crecer y me abraza con su música y alegría en mi cumpleaños veinticinco.

Sé que en mi situación tendría que estar más preocupada por otras cosas, no debería prestarme para esto pero no puedo evitar festejar, aunque sea Heriberto quien me este haciendo la fiesta, no puedo resistirme a lo que soy. Porque él sabe quién soy, lo que me gusta y me disgusta, los dos tenemos los mismos gustos, adquiridos a lo largo de los años y a través de la sangre.

He disfrutado de la fiesta que empezó desde la mañana cuando Heriberto me llevo al pie de mi balcón un mariachi para cantarme las mañanitas, desde ese momento no he parado de bailar y cantar, de reír, lo cual es más malo aún, porque sé que no está bien y me falta lo más importante para ser realmente feliz, necesito a Aarón.

No tenerlo conmigo es lo que me llena de este sentimiento de culpa y tan es así que me obligue a meterme a la casa alegando un cansancio inexistente, yo jamás podría cansarme de mi norteño y mi banda.

Nuevamente veo la fiesta y a todos desde la ventana anhelando salir, lo haré porque me vendrá a buscar y porque de cualquier manera, al final de la fiesta, yaceré entre sus brazos.

Mientras pienso en el feo e inevitable final de la noche uno de los guardias llega conmigo a la sala, me sonríe, lo cual es nuevo, y me da mi encargó.

-Gracias por traerlos -le indico cuando me entrega una bolsita de plástico.

-Lo que guste, patrona, felicidades.

No espera a que vuelva a responder, sale de nuevo cuando escucha la puerta trasera abrirse, volteo en esa dirección y la persona que me encuentro casi me saca un susto, me dijeron que no estaría aquí.

-Esos dulces son tan corrientes como tú -murmura al ver mi bolsita.

Es cierto que mis dulces son baratos pero de ninguna manera corrientes. Soy una persona de eternos antojos y en diciembre siempre me agarra un ansia bárbara de comer colación, que no son más que dulces de salvado rellenos de ralladura de naranja. Son dulces típicos de todo el país, y por lo general, se dan en las bolsitas de aguinaldo de los niños en las posadas. Claro que Irma jamás podría apreciar algo tan simple, nada más hay que verla, con sus vestidos de diseñador y su montón de alhajas que brillan más que los foquitos de mi árbol de navidad.

-Mira nada más, al final decidiste venir a torturarte con esto -Heriberto está vez si le echo ganas, quiere volver a mi cama y eso todos lo saben-. De verdad que me das mucha lastima, ¿crees que por comer los alimentos más caro, los dulces mas finos, vestir de sedas y traer colgados esos diamantes tienes más clase que yo? No querida, se nace así y se aprende, viene en la educación, en el respeto... -esboza una sonrisa burlona, ahorita se la desaparezco- Pero que vas a saber de eso sí no eres más que una traidora.

-Yo siempre le he sido leal a Heriberto -replica muy orgullosa.

Ahí si me permito reírme, ni siquiera entiende de lo que le estoy hablando.

-Si, al él si, pero, ¿qué hay del juramento que hiciste antes? -niega- Si la patria lo reclama, cumplirá con la misión hasta alcanzar la victoria o perder la vida.

Es el lema de los infantes de marina, un credo y un estilo de vida. Ella solía saber lo que era el amor por su país, el gusto de hacer el bien y todo lo perdió, olvidó quién era para convertirse en lo que un hombre quería, esperó y esperó, transformándose cada día, y todo fue en vano; tan lo sabe que ya perdió la sonrisa, que se comporta como un animal herido intentando dar una última mordida.

-¡Cállate, no sabes de lo que estás hablando! -no dolería tanto de ser así- ¡¿Con que derecho hablas cuando tú utilizas tus bellas playas y a tu gente para lavar dinero? Quieres fingir que aún eres buena, que eres una víctima más pero es mentira, tú tienes las manos igual de manchadas que nosotros y aún peor, te casaste con la gente que quiere la cabeza de Heriberto, de la gente que siempre persiguió y perseguirá a tu familia. Tú si eres una traidora.

Asiento, no como reto, yo lo admito y no voy a mentir, no tiene caso y así como doy voy a recibir, me metí con algo sagrado para ella y tiene todo el derecho a contraatacar.

-Lo sé, yo vivo mis culpas, no las omito ni justifico detrás de una excusa tan pobre como el amor -no voy a negar que muchas veces trate de esconderme detrás de Aarón pero ya abrí lo ojos, ya entendí lo que traigo dentro, lo acepto y puede que también lo destruya, o no, y al final eso sólo me corresponde a mí-. Irma, yo no puedo hacer nada por la gente que está en medio de nuestro camino, son daños colaterales y también tienen buen grado de culpa, yo no le pongo la pistola a nadie en la cabeza para comprar, vender y consumir, vienen solitos y mi gente se la pasa de poca madre en mis hoteles, en cuanto a mi matrimonio no fue por gusto, hice lo que hice para sobrevivir, igual que cualquiera.

-Que te la compre quien no te conozca -dice, pensé que me daría más batalla e insistiría en que antes de ceder era mejor morir-. Disfruta esto, será la única vez que lo tengas.

Se da la vuelta muy digna para llegar a la puerta y me veo tentada a dejarla ir, lastima que no tenga la suficiente bondad y control sobre mi boca.

-Tal vez, pero recuerda Irma, que si muero, su alma, el poco corazón que le queda, su sangre, su vida y odio me los llevo conmigo a la tumba, jamás será tuyo.

Aprieta los puños, debe estarse clavando las uñas, casi puedo oír como sus dientes chirrean, pero es lista y prefiere salir, hoy es mi día y si me ataca no se lo van a perdonar, no importa quien sea, en ese momento yo soy prioridad y sangre, ahí está la clave de todo.

Antes de que Heriberto se desequilibrara yo ya era su consentida, me trataba de la misma manera que a Gerardo, jamás hizo distinción entre uno y otro. Así debió ser todo, él y yo juntos pudimos tener a este país en la palma de nuestras manos, pero las cosas no nos salieron, lo perdí, perdí a mis padres y Heriberto perdió su razón, y sí, tenemos a este país a nuestros pies pero esa idea ya no me gusta, ya entendí y viví en carne propia el dolor al que sometemos a los demás.

De mala gana me meto uno de mis dulces a la boca, hay gente que dice que comer después de un coraje la comida les sabe rara pero a mí no me pasa, todo me sabe bien.

-Angélica, te buscan en la entrada -anuncia el Mocho con una expresión que no me gusta para nada.

-¿Quién?

-Erandi Félix, tu tía -con razón la cara de fuchi.

-Que pase, fíjate que nadie esté cerca y si Heriberto intenta venir tu entra primero -asiente y va a por ella.

Si mi tía se arriesgo a venir hasta aquí en una noche como está debe ser importante o quizá no, pero no me voy a arriesgar a qué le hagan daño.

Me saco el dulce de la boca, ya más tarde me atasco de ellos, apenas lo estoy dejando sobre la mesa cuando entra.

Los años le han pasado factura, sin embargo eso no importa, su rostro para mí siempre es igual de perfecto que siempre, ella guarda consigo el rostro de todos los Félix, como la quiero, aunque me vea cómo su fuera una hierba mala.
-Mucho cuidado patrona, estamos aquí cerca cualquier cosa -anuncia el Mocho antes de retirarse a la puerta.

-No hay necesidad de ello, haz lo que te pedí.

Mi tía no cambia su expresión, solo levanta ligeramente la comisura de sus labios, le divierte saber que le tienen miedo, la ignorancia y superstición son lo que provoca eso, la juzgan porque jamás llegarán a entender su trabajo, su don.

Cuando era niña me gustaba mucho ir a su casa, ver cómo sanaba a la gente, aprender de sus hiervas y sus tradiciones, imaginaba que podría ser como ella y luego crecí y los juguetes y mañas de mi padre se me pegaron, aprendí a matar en vez de sanar.

-Desempeñas bien el papel de patrona, ¿sabes quién más era así? -niego, casi bajo la cabeza ante su tono severo y de reproche- Flor, se desvivía por el negocio, lo dio todo por él... Al igual que tú -ya entiendo para donde va esto, ya sabe todo- ¿cómo te atreves a andar de pu... puerca con Heriberto y todavía sentirte orgullosa por eso? ¿en dónde quedaron los valores que te dieron tus padres? Deben estar revolcándose en su tumba al ver cómo has terminado.

Lo sé, pero ya no espero que nadie lo entienda, desde la primera vez que me tuvo todo dejo de importar, ya perdí y nada más vivo esperando que valga la pena el sacrificio.

El caso es que soy mecha corta y no me gusta que me hablen de esa manera, más cuando no tienen el derecho.

-Termine en el lugar en que me pusieron -replico, aún no me atrevo a mirarla a los ojos-. Papá era un sicario que mataba sin ningún tipo de remordimiento y mi mamá era traficante.

Suena feo pero ellos no eran santos y lo sabían, tanto que nunca intentaron justificarse y sé muy bien que de poco se arrepentirán si estuvieran aquí.

-¡Irrespetuosa! -me grita y casi se acerca, si su intención es pegarme no se lo voy a permitir- No te hagas, bien que sabes que veían por la familia, tu naciste en medio de privilegios, pero nosotros apenas teníamos para comer.

-Si los entiende a ellos, entonces, ¿por qué no puede entenderme a mi?

El hambre no puede ser una justificación, por todo el mundo hay gente muriendo de hambre y aún así no entran en esto, siempre, siempre es elección de uno, ella misma eligió separarse de la familia antes que ensuciarse más.

-No hay manera de justificarte Angélica, te acuestas con tu primo, cruzaste un límite sagrado -ya he cruzado tantos, mate, herí, abandone... De todos el mal que he cometido este parece ser el que más le quema a los demás-. Tráeme a tu hermano, me lo voy a llevar de aquí.

Niego, eso la enfurece, a mi también y si no me pongo a llorar es porque no le voy a traer problemas, ya es suficiente con que este aquí, le puede costar la vida si Heriberto viene y me ve mal.

-Ya es tarde, le recuerdo que nos dejó a nuestra suerte y gracias a eso Aarón no está más conmigo.

-¿Qué le hizo? -parece asustada de verdad, el brillo de sus ojos bien podrían ser lágrimas.

-¿Creé que estaría tan fresca aquí si Heriberto hubiera dañado a Aarón? -casi asiente- No, pasaron muchas cosas y me lo quitaron, estoy haciendo lo que hago por él, para traerlo de vuelta a mi, porque yo soy la única que si se preocupa por él -no puedo evitar reprocharle-. Miré tía, esto es cansado para mí, mis padres murieron, usted me dejó, la opinión de Heriberto no me importa como parece, así que no le debo cuentas a nadie, y si solo vino para echarme en cara que soy una cualquiera no pierda el tiempo, ya sé que lo soy.

Está vez si se acerca hasta quedar a dos pasos de mi, levanta su mano para tomarme de la barbilla y acercarme a su rostro, podría soltarme un cabezazo o cualquier cosa, y aún así, lo único que hay en sus ojos es dolor, tanta tristeza que apenas la soporto.

-Es por el niño que te rebajaste, toda esa fuerza, valor y carácter no podrían desperdiciarse en una cobarde sin escrúpulos -casi me siento aliviada al escucharla-. Eres muchas cosas mi niña, pero jamás te conformarías con ser su amante, no tienes el estómago y el punto no es ese, ¿qué has estado haciendo?

-¿De qué o qué? -pregunto soltándome de ella, su mirada es muy pesada para mí.

-Desde hace unos meses cada día te sueño.

-Lo hace desde que soy niña -replico sin mucha fuerza-. Escuché que se lo decía a mi mamá, a ella le daba miedo lo que veía, nunca me lo dijo pero si está pasando de nuevo es justo que sepa de se trata.

-Caminas descalza por un camino de piedras preciosas, te hieren los pies y cada paso te duele más que el anterior, sufres, te caes y de tanto que lloras te pareces al Ahuehuete de Ocuilan -lo recuerdo, solo he estado ahí una vez pero hay tanta agua ahí, pasa a través de un gran árbol y no lo menciona por azar, hay algo más aquí que no me está diciendo-. Y aún así siempre, siempre sigues andando, adelante, una y otra vez, te guía el canto de un quetzal,

Lo escuché en el fondo de mi mente la primera que nos encontramos hace meses y cuando sueño con Alan, antes de caer por el agujero ahí está, caigo rodeada de sus plumas.

-¿Sabe a dónde llego o por qué me canta?

El quetzal es un ave sagrada, si está conmigo, si las dos lo hemos escuchado es importante, por lo menos para mí. Alguna vez admití al padre que solo tengo fe en las personas pero también en las creencias de mi tía, en sus dioses y su historia.

-Eso sólo lo sabes tú, así como quién te sigue pegado a tu espalda.

-Debe ser mi hermano.

No hay nadie más a quien yo le importe, no lo suficiente para que lo vea en un sueño de ese tipo.

-No, tu vida está ligada por sangre a Aarón, pero quién te sigue es alguien distinto... Es parte de tu viaje, al igual que quiénes están a tu lado.

¿Quién podría estar a mi lado? Lo único que se me ocurre, si la clave está en mis sueños, son las personas de las imágenes que veo mientras caigo por el túnel, son muy claras pero nunca veo sus rostros, no con exactitud, si distingo algo son el color de sus ojos, su tristeza, el llanto, ¿por qué solo veo su dolor?

-No entiendo -pienso en voz alta.

En mis recorridos por el país he visitado muchos lugares sagrados, pirámides, ruinas, centros ceremoniales, también he leído códices, libros, textos sagrados, lo que ella misma escribía para sus rituales pero no hay mucho de los sueños, todo lo que los pueblos prehispánicos tenían de ello se perdió, ya que los españoles les hacían creer que soñaban con el diablo, si había códices o algo lo destruyeron como era su maldita costumbre.

-Algún día lo harás -me responde mi tía, hay algo de lastima en su rostro, lo cual solo sirve para ponerme los pelos de punta-. La persona que está detrás de ti ya te ha encontrado, puede que incluso esté en tus sueños, tu alma y la suya nacieron del mismo fuego, y el lazo está bendito, al igual que tú.

Yo tengo todo menos una bendición de los dioses, sean cuáles sean, no han sido benévolos conmigo y tampoco con la persona que está siguiéndome, que no puede ser otra más que Alan, a él siempre lo he reconocido ahí. Lo que sea que una muestras almas nos condeno a los dos a morir.

-¿Cómo rompo ese lazo? -pregunto cuando tiene intenciones de irse. Mi tía niega, no está de acuerdo con lo que pretendo- Te lo suplico, si es quien creó su vida no puede estar ligada a mi.

-No es tu elección, ya está hecho.

Un dios o fuerza sobrenatural no va a elegir sobre mi vida, no lo permito y si ella no es capaz de ayudarme lo haré sola.

-Hay un ritual con velas, si lo hago, ¿funcionará?

Aunque lo mejor es no empezar a sugestionarme, mi madre me lo decía, ella misma me alejo de eso... Y yo no sé si sean dioses o solo nuestra imaginación desbocada pero tengo que hacer algo, así me meta en los terrenos de la brujería y me lastimé y a Alan en el proceso.

-No, pero a lo mejor llegas a entender y dejas de resistirte -es que cuando se trata de Alan no puedo perder el control o si pasarán cosas malas-. Angélica no te dejes morir, pase lo que pase, haga lo que te haga, no te dejes morir.

Se acerca como que no queriendo y me da un beso en la frente antes de salir corriendo, yo debería seguirla, suplicarle que me explique, que me ayude a entender porque de pronto está soñando con esas cosas, porque me pide que no me rinda, porque parece que sabe que voy a morir.

Me pongo más nerviosa de lo habitual, si no es por el retumbar de las ventanas hasta olvidaría que hay una fiesta afuera y que me están esperando, es mejor que salga de una vez, que me siga distrayendo o mejor me voy a poner una peda, eso mañana me va a molestar pero por lo menos así está noche voy a poder dormir.

Tomo el dulce, me lo meto a la boca y salgo, a lo lejos veo al Mocho vigilando la puerta, asegurándose que mi tía no va a regresar.

Camino al jardín ignorando a la gente que se me cruza en el camino, la mayoría ya se están cayendo de borrachos, otros están buscando un cuarto y el último me está buscando a mi.

-¡¿En dónde está?! -me grita Heriberto.

Por supuesto que sí le avisaron, veo que si hace rato el alcohol empezaba a hacerle efecto ya se le bajó, como si le hubieran dejado caer una cubeta de agua fría.

-Ya se fue -respondo tranquila, trato de restarle importancia-. Dijo pura babosada, hablo de sueños huaguiros y no sé qué tanta cosa, cada vez se vuelve más loca.

Pretendía decirle que me había insultado o algo como eso pero no quiero ponerlo aún más en su contra, sobre todo porque la necesito, quiero saber todo.

-No quiero que la veas, a la próxima ni siquiera la dejes pasar.

Normalmente eso vendría seguido de unos cuántos zarandeos, me sorprende qué ni siquiera tenga el impulsó de amenazarme con algo más grave.

-Si, es solo que pensé que sería diferente, ella es lo último y más parecido a una madre que me queda.

La idea de la familia feliz y de que él pueda dármela lo enloquece y obsesiona, puede que si presionó lo suficiente la pueda traer a mi lado, él sabe que nuestra tía es capaz de resolver todas las heridas que a menudo nos causan, ella le habría curado el brazo en apenas unos cuantos minutos.

-No la necesitas -responde tomándome la mano-. Ven conmigo.

Me guía de nuevo dentro de la casa, vamos hasta su habitación, bueno la nuestra, ya entré aquí, dudo que vuelva a salir inmaculada. Me hace sentar en la cama y desde su vestidor viene arrastrando un baúl, no me puedo quedar sentada una vez que lo veo, corro hacia él y quitando sus manos de encima lo abro.

Vuelvo de nuevo a mis siete años, cuando saco con mucho cuidado una muñeca de porcelana envuelta en terciopelo blanco, estoy maravillada porque la muñeca sigue igual de bonita que cuando mi padre me la puso en las manos, su trajecito de escaramuza es tan bonito, incluso buscando en la bolsita de terciopelo está su sombrero y su ruana, además echando un vistazo puedo ver más y más bolsitas, aquí están todas.

-Son mis muñecas, ¿de dónde las sacaste? -pregunto sin mirarlo.

La verdad es que nunca las busque, siempre tuve la idea de que algún saqueador las había robado, después de todo son trabajos artesanales caros, cada muñeca está vestida con el traje típico de un estado de la República y algunos cuántos accesorios están hechos de plata y oro.

-Después de sacarte de tu casa nos llevamos unas cuantas cosas y las guardamos en una bodega, ahí estaban -claro, el dinero, las armas, la pocas obras de arte y todo lo que tuviera un potencial valor o lo incriminara-. Lo recordé después de tu aparición en los noticieros y de ahí saque el regalo perfecto para ti.

Va de nuevo al vestidor y me trae otra bolsa de terciopelo, me la entrega y de ahí saco otra muñeca, está vez vestida con un zagalejo, que es una falda de manta, sobre está viene la falda de franela con triángulos verdes en la cintura y en la parte de la bastilla, el resto dela falda es roja, también tiene su blusita blanca tejida con flores y su rebozo de bolita, su pañoleta y está peinada con una corona de flores, tiene sus aretes largos de oro y lo mismo con los brazaletes, en la bolsa solo está el accesorio que le falta, su sombrero de palta. Es una pequeña Galereña.

«-Originalmente tú padre te la daría en tu fiesta de quince años.

Lo sé, prometió darme una en cada cumpleaños hasta tener una colección de treinta y dos muñecas, para mí desgracia solo alcanzó a darme catorce. En dónde quiera que esté debe estar sonriendo por la ironía del apodo que ahora ostentó, quizá estaría feliz por eso.

Siento subir por mi garganta un sollozó que apenas alcanzo a reprimir mordiendo la parte interna de mi mejilla, no quiero que me vea llorar por esto y entiendo porque creyó que este sería un buen regalo. Lo único que logro con esto es recordarme el porque ya debería estar muerto.

-¿Por qué hiciste está fiesta? ¿Por qué me das tantos detalles? -no puedo evitar preguntar.

-Por tu cumpleaños -sonrió amargamente.

Es increíble como hace menos de media hora me sentía alegre, llena de vida y ahora estoy de rodillas en suelo con una muñeca sintiéndome miserable y enfurecida.

Ya no entiendo nada de lo que está pasando, mis sentimientos están rebasándome, mi tía probablemente sabe cómo voy a morir, este hombre sigue intentando congraciarse conmigo, mi hermano está lejos y ni en mis sueños voy a descansar.

Y así son las cosas lo único que me queda es sacar ventaja, como siempre.

-No, todo esto es por culpa, por lo que me hiciste después de verme en los noticieros.

Ninguno de los dos va a decirle por su nombre, ya es lo suficientemente espantoso el hecho como para repetirlo.

-Eres mi mujer, yo puedo hacer contigo lo que se me venga en gana -aún siendo mi sangre no le pertenezco ni a él ni a nadie.

Yo sé que Heriberto es una persona horrible pero no es del tipo de forzar las cosas, por lo menos conmigo siempre espero, no paciente, no célibe pero se retiraba cuándo veía que no iba a dejar que me tocará, y por eso nunca imaginé que me trataría tan mal y tampoco esperaba que para expiar sus culpas se viera tan espléndido.

Hubiera preferido que nunca me hiciera daño pero ya lo hizo y yo no soy tonta, me voy a aprovechar de ello, porque ya espere suficiente. He cimentado mi camino, me gane a todos los que me fue posible y, aunque mis semillas de la discordia no han germinado como esperaba, puedo acabar con él con las armas qué tengo ahora.

-Sabes que no, por eso no me has tocado -dejo la muñeca en el baúl y extiendo mi mano para que me ayude a ponerme en pie, aprovecha para acercarme a él, así me gusta, que actúe como el animal que es, solo así puedo domarlo-. Heriberto yo ya lo deje pasar, y nada de lo que has hecho es necesario, lo único que me gustaría, lo único que deseo es que me prometas que por más enojado que estés conmigo no me volverás a forzar, no tienes porque hacerlo, estoy aquí, soy tuya.

Me besa con ferocidad, con tanta desesperación que me cuesta trabajo seguirle el ritmo y fingir que estoy tan ansiosa como él, así que para que perder más tiempo, lo arrastro hasta el suelo, las capas de tul de mi vestido y la alfombra harán un poco más cómodo esto, claro si él no fuera tan brusco al entrar en mí y moverse, gimo de verdad, de puro dolor.

-Siempre consigues lo que quieres de mi, siempre -pasa su lengua por mi cuello deteniéndose en el nacimiento de mi escote- por eso te odian todos, por lo que haces conmigo.

Bueno, eso no es novedad pero la realidad es distinta, no me odian todos, Irma, Alfonso y sus allegados sí. Me reconocen como una amenaza, lo soy por como podría influir en cualquier decisión que se tome y porque más temprano que tarde me empezará a tocar una tajada de cada negocio que hagamos.

-No te he pedido nada que no merezca -o que no sea mío por derecho.

-Pídelo ahora. Te cumpliré el deseo que quieras.

Tentador. Lo que siempre he hecho es aprovecharme de su calentura pero está vez no, además no suele cumplir las promesas importantes, debo pensarlo bien, y creo que ya lo tengo.

-Déjame convencer a mi tía Erandi de estar de nuestra parte -susurro provocadora.

-¿Para que? -se queda por completo quieto, algo no me gusta en su mirada.

-Ya te lo dije, la extraño, y si ella está por aquí también nos ayudará con Aarón cuando me lo traigas.

Ya le di una excusa que también le conviene a sus propios intereses, ya puede justificar de alguna manera su debilidad conmigo.

-Tienes mi permiso, con una condición -asiento apretando las piernas alrededor de él, un gemido bajo sale de su garganta antes de responderme-. No le llamarás tía.

-A sus órdenes, comandante.

Voy a trabajarlo a él está noche, a mi tía en algún momento apenas lleguemos del gabacho, ya estuve mucho tiempo estática y triste, asustada, es hora de levantarse y volar lejos de él.

Gracias por seguir leyendo.

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