24.- Por otro nombre
Mientras veo mi puño a dos centímetros del espejo pienso en la serie de eventos desafortunados que me trajeron hasta aquí, primero el viaje en carretera a Mazatlán, sigue tan bello como lo recordaba pero mi estómago no aguanto y vomité, de ida y vuelta, aún tengo el estómago algo sentido. Luego el montaje de las oficinas, fue tedioso, me astillaron algunos muebles y casi me sofoco con el calor, aunque más bien fue un presentimiento el que me rondaba el pecho, sentía mucha angustia, no podía con ella y por eso deje mis oficinas a la mitad para regresar a Culiacán en dónde mi ayudante ya tenía listo el teléfono que voy a usar para comunicarme, creí que eso me dejaría más tranquila... Que equivocada estaba.
En primera no tenía nada que darles, en segunda apenas cabía de la vergüenza y luego del coraje de hablar con Cristopher y en tercera lo que sentía en el pecho no era real. Aarón está bien, hace su vida en una relativa normalidad y debería tenerme feliz, ya me estoy volviendo paranoica, el maldito sentimiento de angustia en el pecho aún persiste.
Mis nudillos se ven blancos, los huesos empiezan a dolerme por la fuerza con la que aprieto el puño. Razones para romper el espejo no me faltan, me imagino haciéndolo, me gustaría romper todo, quemar todos los malditos lugares en dónde he estado toda la semana; porque les mentí, solo permanecí una noche en Dolores Hidalgo, apenas amaneció me llevo de vuelta a la ciudad, quería información, nombres, direcciones, estaba desesperado e inquieto, y gracias al cielo ahí termino, cuando se dio cuenta de que nadie nos seguía y que no había nada para desconfiar de mi, eso en lugar de mantenerlo quieto le dio renovadas fuerzas y todas las agotó en mi.
Un sollozó se me escapa, solo golpeó la pared ya sin muchas fuerzas, ya no tengo como justificar los golpes, ya no. Recargo mi frente y la palma abierta de mi mano en el espejo y espero, uno, dos, diez segundos, nada pasa. No puedo atravesarlo, yo no soy Alicia. No puedo llegar a ese prometido palacio de los sueños y estar bien, con él.
La presencia de Alan tampoco me abandona, lo veo cada que cierro lo ojos, sí, me estoy volviendo loca.
Escucho un carraspeó a mi espalda, el tiempo se me ha terminado. Hago a un lado la cortina del probador y una bonita chica me espera al otro lado, sonríe y sostiene unos stilettos color crema, se apresura a ayudarme a ponérmelos, está tan feliz con mi regreso que apenas se puede contener. Este día va a recibir la comisión más grande de toda su vida.
Conocí a Denisse hace cinco años, a primera vista me cayó bien, lo hizo aún más cuando estuvo dispuesta a ayudarme a defraudar a Heriberto, no mucho, solo unos cuantos miles de pesos a la vez, me daba las facturas con cantidades ridículas, por supuesto bien justificadas y nos íbamos un ochenta-veinte, ella a juzgar por las dos tallas más de sostén y por los pómulos tan finos que tiene lo ha invertido bien, me alegra que hiciera algo para sentirse mejor y espero también que no sea su única inversión, ya pronto esto se acabará.
Le hablé por la mañana para pedirle de favor que me cerrará la boutique y que tuviera un teléfono listo, por supuesto accedió, siempre he sido una de sus mejores clientas, de no ser por el dinero la consideraría una amiga.
-No sé cada cuando voy a venir pero siempre quiero que tengas esto, preparado -le pasó el teléfono y se lo guarda en la cinturilla de su pantalón. De mi bolsa saco uno de los fajos de billetes que Heriberto me dio ayer, era para el mobiliario y como sobró tengo todo el derecho a darme un gusto o veinte-. Sigue ayudándome y en unos meses podrás abrir tu propia boutique.
No cuenta el dinero, se conforma con saber que son un montón de billetes de quinientos, los ojos le brillan.
-Claro que sí, señora.
Aprieto los labios, no me gusta que me digan así pero hace rato Alfonso le exigió que me tuviera respeto, le indico, solo para fastidiar que ahora soy una mujer hecha y derecha; el desgraciado sabe que me choca que me digan señora.
-¿Empaquetaste todo?
-Si, ya lo subieron a la camioneta.
-Perfecto, nos vemos Denisse.
Le doy un beso en la mejilla y salgo del vestidor, Alfonso y los demás están alrededor de la tienda dando vueltas, esperando y esperando, así será mientras insista en ser mi sombra.
-¿Ya terminaste de perder el tiempo, Celeste? -cuestiona seriamente.
-El que lo pierde eres tú, yo lo he aprovechado muy bien, ¿no te gusta como me veo?
Me ve de pies a cabeza, se detiene en el escote bajo de mi vestido blanco, sé que le gusto, se reprime porque de otra manera va a acabar muerto, y lo hará, me encargaré de que sea Heriberto quien lo mate por ponerme las manos encima. Conozco los riegos de tentar al diablo, solo espero que la obsesión de mi primo sea más fuerte que el cariño fraternal que le tiene a Alfonso.
-Vámonos -me ordena y no habiendo de otra lo sigo.
Al salir nos vamos directo a la finca, Heriberto ya llegó de dónde quiera que estuviera y me está esperando, aceleran todo lo que pueden, por supuesto eso solo hace que me mareé nuevamente, no dejará de pasar hasta que cambien el maldito aromatizante de manzana canela.
En el último tramo de camino empieza a ponerme nerviosa, la gente está informada, conocen la historia, saben que soy la mujer de Heriberto, que me rendí aún cuándo jure que no lo haría, y tengo que fingir que estoy conforme, que disfruto de la maldita vida que me espera.
En estos momentos es en los que más desearía que mis padres estuvieran vivos, con ellos ahí no tendría que fingir nada, sería mi hogar, mi gente sin más, después de todo siempre han estado ahí.
Al llegar a la finca veo que nada ha cambiado nada, hay cinco hombres con sus armas largas en la entrada, otros tres más del otro lado de la puerta principal y al entrar veo que todos están llegando, es hora de trabajar.
La residencia tiene dos casas, la principal y más grande es donde siempre me he quedado, ahí están mis habitaciones y las de Heriberto, la otra es la que usan nuestros trabajadores, ambas son de dos pisos, blancas y con los acabados color terracota. Cuando estacionamos Alfonso da la orden para que bajen mis cosas, yo me quedo mirando el lago artificial, no sé porque pero siempre le ha gustado mucho a mi primo, cruzándolo se llega a las caballerizas que al igual que el cuerpo de agua solo es para presumir, nunca se nos ha dado bien montar.
-¡¿Qué es esto?! -exclama una mujer a mi espalda.
Inhaló y exhaló para entrar en papel, está es una de las partes más difíciles de esta maldita puesta en escena.
-Mi guardarropa -le respondo dándome la vuelta, su gesto sigue siendo agrio, desde que la conocí es así, hoy está especialmente irritada por mi regreso, y así se va mantener hasta que decida si quiero que vaya a una celda o la mato con mis propias manos. Sonrió y le pasó una de las bolsas que tengo en la mano-. Te traje esto, es de todo tu estilo -la toma y se apresura a sacar la camisa que le compré, es de estampado de gallos en colores metálicos, una cosa espantosa, sus mejillas se colorean, aprieta la mandíbula y se apresura a rodearme el cuello con la mano, no aplica la suficiente fuerza, siempre es así, su única intención es amedrentarme pero si no le funcionó cuando era una niña menos ahora-. No te atrevas -murmuro apuntándole al estómago con la pequeña arma que ya tenía preparada, no iba a coger desprevenida.
-¿Quién le dio un arma a esta...? -se ve interrumpida por mi querido primo.
-¡Irma, suéltala! -ordena exasperado, por supuesto le hace caso, me suelta, bajo el arma y me alejó de ella para ir a dónde me corresponde, me refugio a un lado de Heriberto-. Te he dicho mil veces que no te metas con ella, entiende de una vez por todas que también tiene su parte en esto -Irma no dice nada más, avienta su regalo al agua y entra a la casa-. Tu deja de picarle las costillas, no siempre voy a poder salvarte.
Ni lo necesito, Irma ladra mucho siendo así no me morderá, por lo menos no pronto; en este momento ambas estamos en el mismo escalón, ella lleva años ahí, ya no subirá, yo si, pretendo ponerme por encima de todo el mundo, cuando eso pase ya no le dará tiempo a nadie de atacarme, una vez que Heriberto me entregué las lleves de su reino todo habrá acabado.
-Puedo hacerlo solita.
Le doy un beso en la barbilla, una sonrisa coqueta y dejo que me guíe dentro de la casa, no quiero seguir llamando la atención, vamos juntos hasta el despacho en dónde Irma nos espera, Heriberto me hace entrar, me siento en la orilla del escritorio y ahí me quedo toda la reunión.
Hablan del último envío, nada que no supera desde antes o algo que pueda evitar, todo está hecho y el momento de actuar aún no es propicio, sigue siendo fuerte, a mi parecer y aunque le de mil golpes él seguirá teniendo una manera de regresar, por eso es tan importante que los demás me ayuden, Heriberto no está solo, ha hecho que la mayoría de personas en este negocio entiendan que la única manera de sobrevivir es haciendo un frente común; ojalá hubiera pensado en ello antes de que matarán a mis padres.
-Las avionetas acaban de salir, si todo sigue normal -Alfonso hace énfasis en eso, no puede evitar mirarme, Irma sonríe. No sé que les da tanta risa, está semana que pasó fue su oportunidad de delatarme, no pudieron y ahora usarán mi situación para molestarme; piensan que Cristopher esta detrás de mi cuál perro sarnoso- llegaran en una semana, Anastasio se encargará de lo demás, el dinero va a caer en las cuentas del grupo.
-¿Qué quieres que haga con eso? -pregunto a Heriberto.
-Retira la mitad, la mandaremos a las casas de cambio y luego a Hidalgo.
Al fin algo interesante, ya una vez me había pedido que supervisará lo del oro pero había cuidado no decirme a dónde iría después. Hidalgo estaba entre mis apuestas, más que nada por cuestiones de tiempo, de las horas en las que le decían a Heriberto que saldría y el tiempo en el que tardaban para decirle que ya estaba en el lugar, tarde mucho en tener mis opciones pero tan perdida no estaba.
-¿Por qué ahí? -inquiero despreocupada.
-A la bóveda niña, siempre es así -me regaña Irma, seguro me tacha de estúpida pero ella me ha confirmado una información valiosísima.
-Está bien, ¿a quién le mando el oro?
Enfoco la vista en Heriberto, el ladea la cabeza y al final no dice nada, alguien aquí siempre le cuida las espaldas.
-Eso lo hago yo, cielito, no te preocupes -responde Alfonso.
-Cómo quieras, ¿la otra mitad la distribuyó en los hoteles para blanquearlo?
-Si, ya con las oficinas te será más fácil empezar con tu trabajo, quiero que ganes todos las licitaciones, al precio que sea -asiento. Heriberto empieza a subir su mano por mi pierna, por debajo del vestido hasta llegar a mi muslo, solo bajo la cabeza, no le gusta eso así que posa su mano en mi barbilla y me obliga a levantar la mirada -. Demuéstrame que todo el dinero que invertí en ti valió la pena, necesito saber que eres buena en todos los sentidos.
Tampoco es que haya pagado mucho, la mayoría de mis maestros venían amenazados, estaban tan preocupados por su bienestar y el de sus familias que dudo mucho que hayan tenido mucho en cuenta el dinero que se les dio al final. Si lo que trata es de bajarme el orgullo de esta manera tampoco lo va a lograr, ambos estamos conscientes de mis habilidades, ya se las he demostrado en otras ocasiones, hace un año ganó una muy buena lana cuándo apostamos en el hipódromo.
-Lo soy, ¿qué es lo que quieres que haga?
-Mueve dinero en la bolsa, si triplicas lo que te dé será tuyo, además del viñedo colindante en tu casa -me aprieta el muslo, de repente siento una repentinas ganas patearle las pelotas, creo que hasta lo dejaría impotente- pero si lo pierdes... Olvídate definitivamente de Aarón.
Nada más no me río porque me está lastimando la pierna. La casa y lo que hay alrededor ya es mío, que él no lo sepa es diferente, eso como primer punto, el segundo es que ya no me puede amenazar con mi hermano. Inhaló, tengo que mantener la calma para no caer en la locura, si así quiere las cosas así las tendrá, voy a considerar ese dinero como un bono por todo lo que me está haciendo pasar.
-Entiendo -respondo fingiendo miedo-. Si hemos acabado quiero ir al pueblo un rato.
-No -me da un pellizco y después me suelta, me aferró con las uñas al maldito escritorio, golpearlo no me hará ningún bien-. No hay quien te lleve, Alfonso no es tu chófer -claro como esto no le conviene yo me chingo.
-Puedo ir sola -replico.
-¿Tan rápido quieres informarles? -inquiere Irma limpiándose las uñas.
Evitó voltear a verla, si me puse de espaldas es porque siento que Heriberto es más fácil de engañar, a él lo puedo contentar, a ella no y siempre está pendiente de mis gestos, me delataría bajo su mirada penetrante y juiciosa.
-Voy a misa, Irma, le diré al padre que rece por tu alma, no quiero terminar contigo en el infierno -eso si sería una verdadera tortura, me levanto del escritorio-, ¿podemos hablar a solas? -le pido a mi primo de brazos cruzados, el asiente y le hace una seña a sus compinches para que salgan, Alfonso se va sin más, Irma me hace una seña grosera antes de salir lo cual me obliga a ir a sentarme en las piernas de Heriberto-. Por favor, déjame ir, puedes mandarme con quién quieras o déjame escoger a mi gente, algún día tendré que hacerlo.
A diferencia de él aún puedo salir a las calles, se supone para eso fue el cambio de identidad, además si quiere que empiece a ganar dinero debe dejarme sola, como lo dijo, Alfonso tiene mucho que hacer e Irma me mataría.
-Aún es muy pronto, si te están buscando... -me adelanto a darle un beso en los labios, solo así voy a convencerlo.
-Si aparecen nos harían un favor, quiero matarlos a todos.
Eso lo hace sonreír, me recuerda un poco a mi madre por eso cierro los ojos y me abrazo a él, no quiero seguir viéndole la cara, lo bueno que yo me parezco a mi padre o todo esto sería el doble de difícil.
-Te llevará el Mocho, solo al pueblo y de vuelta -susurra en mi oído.
Sube sus manos por la tela vaporosa de mi vestido hasta la cremallera, va a hacer que le pague el favor ahora mismo.
El pueblo sigue igual de pintoresco e inteligente, no sé interponen en mi camino, tampoco me ven, supongo que empezaran a murmurar hasta que me vaya.
Todos aquí saben de dónde vengo, en dónde está la finca y aún así nunca le han dicho a la policía, por supuesto la autoridad local tiene mucho que ver, ellos prefieren hacerse de la vista gorda que lidiar con nosotros.
Mi nuevo chófer estaciona en silencio delante de la iglesia, no hablo conmigo en todo el camino, hay varias razones y todas llegan al mismo lugar, Ramón. Pedro, o el Mocho, como le llamamos era amigo de Ramón en la infancia, él lo metió en este negocio, ambos nos culpamos el uno al otro por el final tan trágico que tuvo nuestro amigo, también sé que siente lastima por mi situación, estoy en dónde no quería y lejos de mi hermano, vivo un infierno hecho a mi medida; espero que eso sea suficiente para ganarme su lealtad.
Me ayuda a bajar de la camioneta y camina conmigo hasta la entrada de la iglesia, él se detiene para persignarse, me le quedó mirando un momento, cuando veo que da un paso más es que me decido a hablar.
-Voy a confesarme, espera aquí, por favor -asiente sin ánimo, le ordenaron vigilarme de cerca, si me pierde se muere y con el toda su parentela.
Suspiro, sigo caminando, evitó mirar a mi alrededor, siento que entraré en combustión en cualquier momento, no hay nada distinto aquí, bueno, ahora lo siento más pequeño, pero así es con las cosas cuando creces, es inevitable. Me acerco al confesionario y cuando compruebo que el padre está dentro y no hay nadie cerca me siento, evito mirar al padre, ya no puedo darle la cara.
-Ave María purísima -empieza, esbozó una pequeña sonrisa.
-Sin pecado concebida -respondo mirando a través de la pared que mos divide.
-¿Angélica?
Alcanzo a distinguir su sonrisa, está aliviado, después de todo este tiempo seguro creyó que estaba muerta, como es de esperarse Heriberto no le informaría de mi situación, pensándolo bien es mejor, le haría daño.
-Celeste -lo corrijo por su bien.
-Yo te bautice como Angélica -quizá por eso no me queme al entrar.
-Si, y curiosamente, Angélica no cree en Dios.
-Entonces, ¿por qué siempre vienes aquí?
-Porque un loquero me denunciaría y confío en usted.
No vengo aquí buscando el perdón de nadie, ni siquiera la redención de mi alma, soy así, me tocó esto y arrepentirme ahora es una perdida de tiempo, solo sufriría con todos esos demonios, si he insistido en venir aquí desde los quince años es porque me recuerda a mi familia, porque encuentro un poco de consuelo al hablar con el padre, siendo un hombre sabio y espiritual me ayuda a ver las cosas desde otro punto, a veces me ayuda a salir adelante, lo necesito ahora. Ya no puedo seguir tragándome mi dolor, ya no lo aguanto. Ambos dejamos de lado el protocolos religioso y me pongo a hablar, trato de explicarle a detalle mis razones, todo lo que hice y a quien conocí, le hablo de mi marido, de lo bueno que es, de lo poco que llegue a sentir por él y también por los demás, el licenciado Escalante, el señor Marcelo, la doctora Carrasco, Alan, todos, las descripciones de carácter que le doy son suficientes para acallar la angustia que siente por mi hermano, confía en mis instintos, sabe que si creyera que ellos le harían daño jamás lo hubiera dejado, pese al peligro lo hubiese traído conmigo porque es preferible malo conocido que bueno por conocer. El padre no está tan de acuerdo conmigo, se muestra intranquilo, no le gusta que sea yo quién asuma la responsabilidad de una misión como está.
-Hija, aún estás a tiempo de irte, te ayudaré a salir de aquí si es necesario, no tienes porque seguir derramando sangre y lágrimas -ofrece una vez más.
Por el cariño que le tenía a mis padres es que se toma tantas molestias y también es por ese cariño que no le tomo la palabra, voy a dejar que Heriberto lo mate por mi culpa, este pueblo ya está condenado, no pienso quitarles a la única persona que tiene un poco de bondad y paciencia para intentar redimirlos.
-Padre yo no quiero matar a Heriberto, solo quiero un poco de justicia, dejar de huir y está es la mejor oportunidad, todo es más fácil ahora qué sé que Aarón está bien y con gente buena que lo va a procurar -aún así no moriría tranquila, le habré fallado y roto mis promesas-. Lo que me preocupa en este punto es mi propio ser... Nunca he negado que me gusta el poder, el dinero en cierta parte y ahora que lo tengo todo al alcance de mis manos poco pienso en la sangre que viene detrás, lo veo todo y solo pienso en las oportunidades.
Nací para esta vida,, considero que tengo muy pocos escrúpulos ya que no me pongo límite a la hora de actuar, siempre lo he dicho, haré cualquier cosa por Aarón y claro, por mi también. Mi lealtad solo está conmigo, así como ahora estoy dándole la espalda a Heriberto se la puedo dar a Cristopher.
Hoy día ese pensamiento me pesa mucho, por eso vine aquí, para decir sin miedo a comprometerme con alguien lo que siento, todo ese miedo, dolor y amor mezclados y confundiéndose me matan poco a poco, si a eso le agrego el asco y la rabia que siento hacia mi misma por dejar que me utilicen voy a acabar muerta antes de que acabe el primer mes.
-Angélica, ¿por qué estás aquí realmente? ¿qué buscas cada que vienes?
-Salvarme.
Sí, yo no creo en Dios y su perdón. Creo en las personas, en sus actos, me embarque en esta misión por ello, por la gente que conocí, que me ayudó, por mi. Quiero ser más de lo que nací siendo, no llegaré a ser una santa o una mártir, y tampoco me conformo con ser está persona que mata sin parpadear; lo único que quiero es ser una persona decente, poder salir adelante sin dinero sucio, sin negocios chuecos, sin sangre en mis manos.
»-Hay cosas que se pudren en el alma si uno no las dice y yo tenía que decirle esto, es la única persona que me perdonaría por considerar quedarme al lado de Heriberto.
-¿Perdonarte, hija? Eres un ser humano, cometes errores, tienes instinto de supervivencia y una vida más a tu cuidado, por supuesto que lo ibas a considerar, nadie puede juzgarte por buscar tu bienestar -sin duda condenarían las maneras-. Sino cediste en el pasado no lo harás ahora. Dios nos da con lo que podemos, sabe que tu sacrificio es para acabar con esto, el mal te va a tentar pero eres fuerte, la niña que juro cuidar de su hermano, la que cuándo veía a otras personas en la calle me daba dinero para ellas, ¿a cuántos no salvaste de Heriberto? ¿La familia de Ramón acaso no te debe la vida? -niego.
No suelo pensar en mis supuestas buenas acciones, la mayoría fueron por lastima, porque necesitaba gente de mi lado cuando llegara el momento y la familia de Ramón no merecía pagar por mi error.
«-No eres como él, hablas de oportunidades pero no para ti si no para tu gente, y sí, el dinero les hace falta pero tienen que aprender a trabajar y salir delante de manera honesta, tu también necesitas aprenderlo hija, el dinero y el poder de los que hablas no son más que una ilusión que terminará tarde o temprano, Heriberto algún día caerá, ya sea por ti, la policía o alguien más -con la suerte que se carga vivirá más que todos nosotros-. La respuesta a tus dudas solo vive en ti y en quien eres realmente, aunque él y todo el mundo te llamen por otro nombre, eres Angélica Covarrubias.
Me lo repito en mi cabeza, tanto que duele y por supuesto al salir cumplo con la penitencia que me dio, rezo aunque no sirva. Salgo de la iglesia y ya está anocheciendo, todo el día me la pasé de aquí para allá, espero que Heriberto si me crea que tengo dolor de cabeza y que me deje en paz aunque sea está noche. Me despido del padre prometiendo que vendré pronto, le ayudaré a quien pueda en este tiempo, sobre todo a los niños del orfanato, quiero que ellos tengan algo parecido a lo que tiene mi hermano, pienso que algún padre decirle a la doctora Carrasco de ellos, buscaría la manera de ayudarlos.
Antes de subir veo a una mujer pasar en la calle de adelante me llama la atención por dos cosas, una no se persigna y dos la sensación, la familiaridad. Camino hacia ella ignorando al Mocho, cruzo la calle sin ver y la alcanzó antes de que entre al mercado.
-Tía Erandi.
La tomo por el brazo y una leve punzada en el corazón me obliga a cerrar los ojos, escucho en el fondo de mi mente el canto de un quetzal. No es la primera vez que me pasa, en Tepito al ver a una mujer sentí lo mismo, una especie de energía que fluía dentro de mi, poderosa, era la vida en su más pura esencia. Abro los ojos, ella sigue delante de mi confundida y enojada, sigue sin querer verme a pesar de que no he hecho nada.
«-Tía, por favor -suplico, antes de poder tocarla el Mocho me jala por el brazo para poder llevarme de regreso.
-Sabe que no puede acercarse a ella, lo tiene prohibido -me regaña una vez que me sube a la camioneta.
-Es mi tía -replico sin muchas fuerzas.
-También la del patrón y nos los quiere a ninguno de los dos -duele que me lo tengan que recordar todo el tiempo-. Ya sabe es que es bruja y le puede echar mal de ojo.
Mi tía Erandi es la razón por la que conozco la cultura azteca, me enseñó las costumbres de nuestro pueblo, ella si es especial, no hace daño, solo sana, pero como todo lo distinto siempre la han juzgado por sus dones, y si Heriberto me prohíbe verla es porque le tiene miedo, la amenazo para que me dejara a mi suerte.
-Mi tía no es bruja, es chamana -conoce perfecto la diferencia-. Solo llévame a casa, ya tuve suficiente por hoy.
Gruñe y murmura algo en respuesta, luego por supuesto toma el escapulario en su pecho y se persigna, trato de ignorarlo, cierro los ojos, nuevamente escucho el canto del quetzal en mi mente y con eso me quedo dormida.
Gracias por seguir leyendo.
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