20.- El jardín de mi memoria, el palacio de mis sueños

Cuando creí que lo tiraría todo por la borda salió vestida de diosa para enfrentar a su destino. La persona que hoy va junto a mi no es mi Angélica, es Celeste Villanueva y va a regresar a casa.

La visión me impacto de primera mano, cuando compro el vestido no se veía tan bien pero era la percha, el vestido de terciopelo verde cae liso por su cuerpo y al caminar la abertura de su costado te invita a tener pensamientos de lo más indecorosos, lo completa el pesado y hermoso collar de esmeraldas que le da un toque soberbio.

Heriberto logró lo que quería al final de cuentas, aquí está la mujer que él desea pero jamás le pertenecerá.

Bajamos del auto en la entrada del hotel, las cámaras la enfocan rápidamente, si es alguien importante más vale tenerla y ella se deja, si no funciona el plan más vale que aparezca en alguna revista y la vean, es la única manera en la que llegara a su objetivo sana y salva.

Al terminar de pasar por la hueste de reporteros se relaja un poco, eso no significa que este aliviada, no lo estará hasta que vuelva al lado de su hermano. 

—Esto es excesivo para una gala de caridad —murmura y luego solo se enfoca en las personas que reciben a los demás invitados—. Esa es la hija de Octavio, Marisela Escalante, la esposa de Alberto Quintana.

—Octavio y Heriberto los escogieron bien.

Su vida legal se completa a la perfección con la imagen de ellos dos, nadie podría creer que un monstruo como él tenga una familia así de hermosa y orgullosa, es imposible llegar a la verdad con esa portada tan bella que presenta.

—Lo único con lo que no contaba es que Alberto Quintana tiene el suficiente coraje para luchar. 

En gran parte se lo debe a ella pero comentarlo es seguir llenadola de expectativas, ya no soportaría la presión. 

La guío al salón, antes de entrar se nos acerca un mesero, el teatro todavía no debe empezar. 

—Agente Smith, acompáñeme por favor.

Asentimos y nos dejamos llevar hasta un salón más pequeño y privado, en dónde Fernando Escalante nos espera, también se ve nervioso, sombrío pero lo que más me sorprende es el dolor al ver a Angélica, la aprecia lo suficiente para sentirse culpable. 

—Angélica, ¿estás segura? —asiente caminando hacia él. 

—Lo lograré no se preocupe.

Siempre estaremos preocupados, Angélica ha marcado las vidas de muchas personas, se ha ganado sus corazones. 

—Te juro que no dejaré de trabajar para ayudarte, todos nosotros estamos contigo y si caes no lo harás sola —el licenciado Escalante le toma las manos, quiere asegurarse de que recuerde este momento—. Está noche ya no podré acercarme a y si es la despedida definitiva para alguno de nosotros quiero que sepas que fue un placer conocerte y que pase lo que pase pagarán con todo lo que tienen, aunque solo sean sus vidas. 

Y eso de ninguna manera es suficiente para pagar todo el sufrimiento al que vamos a someterla. Creo que es por eso que me quedo callado, no quiero explotar y decir algo de lo que pueda arrepentirme. Arruinare todo si me dejó llevar por mis sentimientos y no puedo, no podemos permitirnos el lujo de sentir, no cuándo tantas cosas están en juego. 

—Gracias, por todo lo que hizo por mi, no voy a olvidar que me ayudó cuándo no tenía a nadie más.

Su mérito es aún más grande porque destruirá a su familia para hacer justicia.

—Siempre nos has tenido, recuérdalo, aquí ya tienes una familia, que te ama y esperara con ansias tu regreso —le da un beso en la mejilla y un breve abrazo, solo por ella no se suelta a llorar—. Ve, yo aún tengo que ver a unas personas y explicarle a alguien más esto —Angélica y yo asentimos, vamos a la puerta y antes de cruzarla escuchamos a los demás involucrados en esto—. Que hagan pasar a Paola Rocha, apenas lleguen también quiero aquí a Mauricio Valencia y Victoria Caballero.

—Tenemos que ir al salón principal —le indico cuando se queda paralizada en la puerta.

Nos unimos a los demás invitados, al llegar al salón Joanna Carrasco hace su entrada triunfal, sonríe a las cámaras y mira a todos; quizá solo es una alucinación mía pero al verme siento que su sonrisa se relaja, se ve más sincera.

—Necesito hablar con ella —murmura Angélica.

—Sabes que es peligroso.

—Por favor, necesito saber cómo está Aarón.

Su mirada suplicante es la que me hace moverme rápido, mientras mantengamos la calma nadie tiene que sospechar, además se supone que soy el malo y oportunista, es completamente natural que me acerque a Joanna Carrasco.

Esperamos un momento, primero dejamos que la masa de gente a su alrededor disminuya y después nos acercamos, sonrientes todos, por lo menos mi sonrisa es real. Está noche resplandece, me parece la mujer más bella de esta noche y es ella, a diferencia de otras personas ella utiliza el vestido, no al revés. 

—Buenas noches —nos da la mano como si fuéramos desconocidos, aprovecha la oportunidad para darle la espalda a la cámara, escondiendo su rostro y el de mi esposa—. Angélica, ¿cómo te encuentras? —murmura con pesar.

—Lo que importa aquí es Aarón, ¿cómo está él?

A mí parecer Angélica es demasiado hosca, aunque no podemos exigirle que sea dulce y gentil en estás circunstancias, está sufriendo mucho y ni siquiera puede externarlo. 

—Dentro de lo que cabe está bien, el señor Marcelo se quedó con él —eso relaja solo un poco a ambas—. Hay que darle unos días para que se adapte, no tienes de que preocuparte Angélica, lo cuidaré como si fuera mi propio hermano.  

Mi esposa niega, está completamente segura de que el lugar de Aarón es solo a su lado pero a falta de opciones, Joanna es lo mejor de lo mejor y estoy yo, siempre voy a ver por Aarón.

—Probablemente está sea la última vez que hablamos en mucho tiempo, por eso quiero pedirle que cuando vea que Aarón ya no puede, le diga que nadie más que yo puede llevárselo, repítale hasta el cansancio que volveré.

Joanna asiente seriamente, no debe dudar de ella, yo no lo hago y no sólo es por lo que siento, ella es buena más allá de nuestra imaginación, lo ha demostrado.

—Por supuesto y fuerza Angélica, mucha fuerza —le toma la mano brevemente, aquí delante de todos no puede despedirse como estoy seguro le gustaría—. Vive, vuelve y cumple todas tus promesas.

—Gracias, de verdad se lo agradezco.

Angélica se adelanta unos pasos y contra mi voluntad le vuelvo a dar la mano, tampoco estará sola en esto.

—Pronto iré a verlo, nos vemos, Joanna.

Ella asiente y me suelta la mano para ir con el siguiente invitado, todos tenemos que representar nuestro papel a cabalidad está noche.

Alcanzo Angélica, la tomo por el brazo, ella se detiene, sigo su mirada y encuentro a Alan Medina, le duele y eso significa que le quiere más de lo que está dispuesta admitir. 

—¿No te despedirás de él?

Se podría decir que se han vuelto amigos, la noche que pasaron bailando juntos y todos los días que fuimos al orfanato, bastaron para que su encandilamiento, como ella lo llama, se hiciera más grande. No me puedo quejar cuando estoy en la misma situación que ella, yo también me enamore de quién no debía y en el peor momento posible.

—No tengo la fuerza suficiente para ello.

Me jala hasta que encuentra a León, está noche está aquí paga reforzar la farsa, creemos que Heriberto sabe quién es, eso hará más creíble la mentira a Angélica.

—¿En dónde demonios estaban? —nos regaña León, ni siquiera hoy puede comportarse bien.

—Tenía que despedirme, agradecer y ahora padecer —le espera Angélica furiosa— ¿Ha llegado mi víctima?

Octavio Escalante, el objetivo del día de hoy, el medio para llegar al fin.

—Si, vamos a dónde pueda vernos.

Se va por delante de nosotros a dónde ya están sus superiores, ellos nos ayudarán si algo llegará a salir mal está noche, pero no lo creo, el dolor es el mayor motivador de Angélica.

—Necesito que me toques con más brusquedad —me pide en un susurro—, que en todo momento parezca que me estás forzando, sé que no disfrutaras con ella  pero es necesario. 

Resignado le suelto la mano y la tomo por la muñeca, me he convertido en su verdugo, la llevo directamente al inicio de su pesadilla. 

Pensé que seducir a un hombre era mucho más fácil, sobre todo si es uno como Octavio Escalante, pero nunca conté con qué en este lugar hay un montón de bellezas, si no es Kate Bustamante, es la acompañante del licenciado Escalante o una mujer espectacular de vestido blanco, cara de diva y curvas interminables, ¡vaya!, creo que ha visto más a la doctora Carrasco que a mí, por eso tuvimos que pasar al plan B, montar un espectáculo, he obligado a Cristopher a besuquearme toda la cara, a tomarme de una manera muy indecente, ya solo falta que me meta mano enfrente de todos.

—La gente nos empieza a mirar —murmura avergonzado.

Eso es un milagro, han comentado que la acompañante de aquel es una vulgar, que si está opaco el vestido de la otra, que si aquellos fueron amantes en el pasado, que la si la campesina se adapta a la alta sociedad, que si esos jóvenes de por allá están desequilibrados, hablan de todo menos de mí.

—No importa, ellos son lo de menos pero no te preocupes, creo que ya captamos su atención.

Lo miro de reojo, está bebiendo de su copa y me sonríe abiertamente, creo que es momento, nuestros acompañantes también lo notan y sonríen en respuesta, ya estamos a la mitad del plan. 

«—Antes de ir necesito que me sostengas fuertemente el brazo y tienes que darme un beso, tómame con fuerza del mentón y no dejen de reírse señores. 

Cristopher niega, ya no quiere hacer esto pero falta solo un poco, una vez que vuelva todo estará hecho y habrá terminado.

—Esta bien, Covarrubias, está es tu misión —me dice León y proseguimos con el teatro.

Mi marido hace justo lo que le pido, incluso me sostiene con más fuerza de la necesaria. Cuando me suelta observo a mi alrededor y noto que tenía razón, la gente nos mira, seguramente piensan que yo también soy una mujer vulgar.

Voy con la mirada en suelo, claro que me da pena que todos me vean dando ese espectáculo tan bochornoso y atroz, si algo me consuela es que ni el licenciado Escalante ni el señor Quintana me han visto, por lo que se murmura por ahí ambos están sumamente ocupados. 

Volteo a mi espalda y veo que viene, le sonrió y hago un breve gesto con la cabeza, no hace nada en respuesta, casi podría suspirar de alivio pero lo que viene es mi sentencia de muerte, una parte de mí definitivamente morirá en el momento en que vuelva con Heriberto. 

Voy a la misma habitación en dónde hablamos hace un rato con el licenciado Escalante, está vacía y es perfecta. No espero mucho, Octavio Escalante entra con una sonrisa perversa. 

—Pareces perdida querida, ¿necesitas ayuda? —me permito sonreírle y camino tímidamente hasta él.

—Siempre y cuando sea usted quien me la preste —a un paso de él es cuándo me estrecha por la cintura y va directamente a mi cuello, tenerlo tan cerca me da muchísimo asco y cuándo busca mi boca sé que hora de seguir adelante—. No le recomiendo hacer eso —me mira furioso, es evidente lo que desea pero jamás lo tendrá—. Créanme cuando le digo que le estoy evitando un problema más grande, señor. 

—¿Por el hombre de afuera? No te hagas la interesante, a leguas se nota que su contacto te repugna —eso nunca, lo que me da asco es el haberlo obligado a hacer eso—. No voy a perder mi tiempo contigo, por muy buena que estés no voy a tolerar tus jueguitos. 

Una carcajada sincera me sale del alma, claro que lo haría, nadie más allá afuera va a hacerle caso.

—No necesito que me soporte, lo que quiero es que llame a la persona que le encargó esto —me apartó el cabello del cuello, no necesito más para que se acerque y jale la delicada cadena de oro blanco que sostiene las esmeraldas, me mira a los ojos desconcertado—. Dígale que venga por mi, es urgente que vuelva a su lado, ¿me entiende?

—Celeste Villanueva.

Suspiró de alivio, que sepa quién soy facilita en gran medida las cosas. Hago que me suelte y doy unos pasos atrás, ya no es necesaria la cercanía ni fingir que me agrada, además le conviene estar muy lejos de mi, a Heriberto no le hace gracia que alguien más toque lo que es suyo, aunque lo harán, de mi cuenta corre.

—La misma que viste y calza —murmuro tapando el collar de nuevo, no necesito llamar la atención de nadie más—. Llámelo, mañana a las siete de la mañana lo estaré esperando en Bellas Artes. 

Ni siquiera sé porque escogí ese lugar, quizá quiero ver una última vez la belleza de la ciudad antes de que las luces se apaguen para mí. 

—¡¿Es que eres imbécil?! —pensé que el coraje se le había bajado— ¿Cómo se te ocurre venir a buscarme aquí? Además estás acompañada de oficiales de la procuraduría y de la policía federal. 

Por supuesto que le preocupa su propia integridad, es tan sensible y cobarde que ya ha empezado a mirar por todas las malditas esquinas de la habitación.

—Sobrevivir —respondo tajante—. Mire si esto fuera una trampa hace rato que usted estaría en la cárcel, sabe bien que conozco la situación de las empresas Montoya y la transportadora Montreal, llevo meses protegiéndolos, si decide dejarme abandonada lo pagará muy caro. Soy el tesoro más grande con el que se ha topado, entiendo que Heriberto no se lo haya dicho pero si es un poco perspicaz se dará cuenta de que tenerme de su lado es lo mejor para él. 

—¿Me estás amenazando?

—Su vida está en mis manos, Octavio, no tengo necesidad de amenazar. —empieza a hiperventilar, solo espero que no le de un maldito infarto— ¡Haga lo que le pedí! 

—Siendo así, señorita Villanueva, la voy a llevar de una buena vez a dónde pertenece.

Hace el intento por acercarse a mi pero lo detengo poniendo mi mano en su pecho, el único idiota aquí es él, no concibo el como Heriberto puede trabajar con alguien así. 

—Si desaparezco ahora podrían dar con usted y no nos podemos arriesgar, ya soporte mucho… —a mi mente traigo la imagen de mi hermano llorando, hace que la voz se me corté y la actuación de una chica ansiosa por ir a casa salga perfecta— Una noche más no me hará problema.  

—Está bien muñeca, más te vale que no sea una trampa porque si no seré yo quien te mate.

Vuelvo a reír a carcajadas, esta más que claro que no tiene el valor, mucho menos el permiso o la habilidad, estando como ahora no dudo que yo le gane, lastima que por ahora la misión no requiera que termine con él.

—Está vez le pasaré la amenaza por alto, pero la próxima le juro que va a lamentarlo —le doy dos palmadas en el pecho y me alejó de él—. Salga primero —asiente, no estoy segura de haberle causado miedo pero si una impresión que no sacará nunca de la mente. Se encamina a la puerta y la abre—. Nos veremos pronto, Octavio.   

Con suerte la próxima ya seré la mano derecha de Heriberto, tendré en mis manos el imperio que han construido y me daré el lujo de destrozarlo delante de sus ojos. 

Espero dos minutos para salir de la habitación, primero veo a los lados, una sombra se mueve en el fondo, si alguien nos vio se puede joder todo y no voy a permitir eso, salgo como si nada, espero pacientemente hasta que los pasos se escuchan claramente y al darme la vuelta primero le suelto un puñetazo y luego tomo por la camisa aventándolo a la pared, pongo mi antebrazo en su cuello y al alzar la vista me paralizo de miedo y me alejó de él. Es la última persona a la que quería ver esta noche.

—Tiene una buena derecha, agente —murmura mientras se sostiene la mandíbula— ¿Porqué entraste a esa habitación con Octavio Escalante?

Parpadeó varias veces intentando calmarme y no volver a soltarle un puñetazo, la manera en la que me habló y en la que me está viendo me lastiman.

—Doctor Medina, no tengo porque darle explicaciones, basta decir que con el señor Escalante discutí asuntos estrictamente confidenciales.

—No te creo.

—No me importa, ¿Quién demonios se cree? ¿porqué tengo que darle explicaciones?

—No tiene… Es que cuando ví… Me has ignorado toda la noche, pensé que era por tu marido, la manera en la que te tocaba y te veía… Me calentó la sangre —si, eso lo noté hace mucho, siempre que se trata de mi parece convertirse en un imbécil incapaz de decir las cosas claramente—, ¿por qué permites que te toque de esa manera en público? ¿qué se burle de ti cuando te das la vuelta?

—No lo entiendes, Cristopher… —no tengo nada que decir sin sonar como una víctima de maltrato. 

Nunca me he parado a pensar en como los demás ven mi matrimonio, imagino que piensan que somos muy apegados porque casi nunca nos soltamos las manos mientras estamos con otras personas y sin embargo siempre me trataba con respeto, es atento y él mismo lo ha podido comprobar, si Cristopher fuera el mounstro que se está imaginando jamás me hubiera dejado bailar —completamente pegada a él— toda una noche.  

—¿Vas a justificarlo? —inquiere incrédulo— No te mereces eso, Angélica, si me dejas… —se acerca a tomar mi mano, no lo dejo, no soportaría su contacto, me dejaría llevar y no, no con él, nunca con él o no podría largarme a morir por la mañana.

—No se meta en mi matrimonio ni en mi trabajo, por su bien espero que se guarde lo que vio o tendrá serios problemas con mi agencia.

La vida de muchas personas depende de mi habilidad actoral, de mi frialdad al momento de actuar, con él fui todo menos fría, me permití sentir y eso estuvo mal, voy a tener que pagarlo bien caro,

—¿Acaso no los tenemos ya? —pregunta furioso— Puede que yo no sea parte de lo que quiera que estén haciendo pero… Si hay algo en lo que pueda ayudar… —esta vez no me toca pero se acerca a una distancia muy corta de mi rostro, estoy loca porque aún en estás circunstancias, a pesar de peligro que representa solo quiero que me bese, solo eso— Angélica… ¿Por qué me haces esto?

—¿Hacer qué?

—Volverme loco.

Está vez, como si fuera puro magnetismo lo beso, a labios cerrados, sin ningún movimiento más pero es suficiente, basta para saciar la desesperación de mi corazón, si mi destino es morir mañana por lo menos hoy cumplí uno de mis sueños.

—Lo siento, ojalá nos hubiéramos conocido… —¿en que momento he tenido la oportunidad de quererlo sin miedo? Nunca, nací impuesta a esto, jamás tuve una oportunidad— Esto es solo una ilusión… Es incorrecto y no podemos, no puedo, no aquí, no a la vista de…

Vuelve a besarme, está vez si respondo y ese beso enciende algo en mi interior que amenaza con salir y quemarlo todo, abrasar el mundo con tal de quedarme así toda la vida.

—No tienes porque ser esa niña atrapada en la oscuridad, déjame buscarte en el país de las maravillas —dice pasando las yemas de sus dedos contra mis labios—. Estarás siempre en los jardines de mi memoria, en el palacio de mis sueños, allí es donde en dónde esto estará seguro, hasta que me dejes luchar por ti. 

No, la lucha es solo mía, todo esto ha sido por mi, por mi tranquilidad, por mi hermano, ¿por amor? Eso aún está por verse, y así fuera, no será con él, no tiene porque esperar y porque creer que hay oportunidad, no la hay, lo quiero a él pero necesito a una persona nueva, a alguien que no forme parte de este capítulo tan sórdido en mi vida, no quiero nada que me recuerde el pasado. 

Con mucha dificultad, en medio de empujones y lágrimas me lo quito de encima y está vez, sin ser yo le doy la última advertencia, la que lo mantendrá con vida y lejos de mi.

—Olvídate de mi, esto no paso, yo no existo. En mi vida no significas ni significaras nada. 

Me doy la vuelta y me obligo a caminar firme, me limpio las lágrimas, me yergo y entro de nuevo al salón, delante de mi unos jóvenes están sonriendo para una fotografía, solo que uno de ellos tiene escalofríos y sus ojos, algo le duele y tiene miedo, una punzada me hace llevarme las manos al corazón, es lo mismo que con Aarón por la mañana, siento angustia y desesperanza.

—Angélica —es Cristopher a mi espalda, al darme la vuelta solo me aferró a él.

—Vámonos Cristopher, esta hecho.

Asiente preocupado, habla por el auricular para que la escolta este preparada y yo espero, sigo viendo al niño que observa atentamente a una mujer de vestido rosa, ella también tiene la misma actitud y aunque le sonríe a su pareja puedo ver la incomodidad en su gesto, el miedo marcado y profundo en sus ojos. 

Cristopher me toma de la mano rumbo a la salida y como al inicio ahí esta el anfitrión de la noche.

—Señor Quintana —Cristopher le da la mano al llegar con él.

Al igual que la doctora Carrasco el finge una extraordinaria sonrisa.

—Dime, ¿necesitas algo?

—Nos retiramos, puede que no tenga noticias nuestras en un tiempo pero la investigación seguirá su curso —el mantenernos alejados es por su bien, ahora que su suegro ha visto a mi esposo todo ha cambiado, ya no tenemos el anonimato de nuestro lado—. Suerte y no haga algo por desesperación, nos llevará tiempo pero algún día, ojala no muy lejano podamos festejar de verdad. 

Lo dice por todos los rumores que escuchamos está noche, fue revelador saber todo lo que perdió a causa de Octavio, una persona que lo ha perdido todo y ahora es consiente de ello es peligrosa. 

—Eso espero, por favor Angélica mucho cuidado y vuelve con vida, sé que es una carga pero nuestras familias dependen de ti —asiento.

—Haré lo mejor que pueda, llevo un tiempo preparándome pero quería pedirle un favor personal, señor Quintana… —carraspeo y siento que las fuerzas me abandonan, Cristopher me rodea por la cintura para que pueda mantener la postura— ya sé que están trabajando para que al final mi hermano este conmigo pero si algo me pasa… Asegúrese de que tenga una buena familia. Solo quiero una vida distinta para él.

—Todo estará bien, y sí, yo me asegurare de que nunca le falte nada a Aarón y te juro por mis hijos que si te llega a pasar algo yo me encargaré de él. Siempre. 

—Muchas gracias señor Quintana —las lágrimas se asoman en mis ojos empeñando mi visión—, así podré irme en paz.

—Vas a regresar te lo prometo —me asegura Cristopher besando mi mano, el último acto de esta noche—, ahora por favor se fuerte solo nos queda pasar frente a las cámaras una vez más y estará hecho.

Lo hago, me suelta la cintura y camino lo más firme que puedo, ya no tengo que sonreír ni fingir una felicidad que nunca he sentido, los flashes de las cámaras ya no me aturden. La ciudad se extiende grande ante mis ojos, el dolor de muerte persiste en mi corazón, pero la voz de mi mente me dice que estoy lista.

«Ahora viene mi revancha.»


Gracias por seguir leyendo.

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