17.- Mi vida en sus manos

Me preguntó que habrán pensado las personas que trabajan en las oficinas en dónde realizaré la entrevista, por el contingente de seguridad que me acompaña seguro pensaran que soy una diva del espectáculo. Está vez León exagero pero he de admitir que yo también tuve un poco de culpa, no tuve mucho cuidado cuando Cristopher me llevo a Tepito, sin embargo creo que todos sabemos que si el rumor hubiese llegado a Heriberto jamás habría salido de ahí, además, después de su último asalto a las estaciones de policía se ha mantenido quieto, seguirá esperando noticias mías solo un poco más.

Quisiera que aún faltarán meses pero estoy solo a tres semanas de irme, el tiempo pasa rápido y sin descanso, ya no puedo seguir retrasando las cosas y tampoco quiero; este plan es volátil, sé que si Heriberto decide buscarme él mismo, me encontrará. Si el día de mañana me levanta por la calle no quiero irme con pendientes y remordimientos.

Subimos a la última planta del edificio, es un estudio de grabación, está casi vacío, solo hay dos camarógrafos y una mujer, quién a juzgar por la cosmetiquera y la peluca es la estilista. No me van a cambiar la imagen, esto es solo por precaución, quiero mantener mi identidad lo más secreta posible, ya que pienso vivir, quiero vivir sin que esto vuelva a perseguirme.

—¿De verdad quieres hacer esto? —pregunta Cristopher por milésima vez.

Él, al contrario de León no se opone pero no le gusta que me ponga mal, sabe que hablar de mi vida es una herida que cala y duele muchísimo, le agradezco la preocupación, sin embargo no puede persuadirme en este asunto.

—Claro, es mi manera de prevalecer, viviré siempre gracias a esto. 

Quizá la gente no vea mi rostro o conozca mi voz pero conocerán mi ser interior, a la niña que sufrió horrores en ese mundo, a quién sus padres no pudieron proteger… Les daré a la niña que hizo todo lo posible por rescatar y preservar la infancia de su hermano, con ello también les daré a la mentirosa, asesina,  traidora y ladrona que Heriberto amaestro como su juguete personal. 

—Usted lo entendió todo señorita Covarrubias —concede una voz acercándose a nosotros, es una mujer de unos veintinueve años, castaña, muy guapa, me sobresalto al verla, ella lo nota, suelta una risita al mismo tiempo que me ofrece su mano—. Melissa Gutiérrez, el parecido es extraordinario, ¿verdad?

—¿Son familia? —pregunto.

Había escuchado que tenemos cierto parecido físico extraordinario con siete personas en el mundo pero nunca lo había visto, está mujer y la licenciada Bustamante se parecen en un extremo insano, son los ojos la mayor diferencia entre ellas, la licenciada Bustamante tiene unos extraordinarios ojos color miel mientras que Melissa los tiene de un café oscuro, sus rasgos ligeramente más finos, suavizados, su sonrisa es cálida y no cruel. En cambio Kate Bustamante podría ser llamada la mujer de hielo por las expresiones desinteresadas que muestra, la única vez que se mostró humana y susceptible fue el día que estuvimos armando la estrategia de mi plan.

—No, solo somos amigas, en realidad soy la madre de la hija del marido de su prima —que complicado, espero eso no les cause algún conflicto—. Es confuso, lo sé, pero así se dieron las cosas, Kate y yo hemos superado mucho juntas, de hecho ella me ayudó con asuntos relacionados a mi hija y ahora me brinda está oportunidad profesional, no me canso de agradecerle y por supuesto se lo agradezco a usted… No hay palabras para describir el honor que me ha hecho.

Podría ponerme a reír de no ser por su expresión, de verdad está feliz por tenerme aquí, por ser la elegida para esto, y eso me desconcierta más que su apariencia.

—¿Honor? ¿Señorita sabe lo que le puede pasar? —pregunta Cristopher muy serio.

Me robó las palabras, sabía que la persona a quién me acercara para esto lo vería como una oportunidad única pero no imaginé que tanto, sé que es joven pero debe conocer el medio y estar bien consiente de los peligros que esto conlleva.

En México los periodistas son perseguidos por querer contar estás historias, tanto los culpables, como el gobierno y la saciedad tratan de mantener esto a raya, creen que si no se dice no existe y eso no es cierto, la gente sigue muriendo aunque no se publique en redes sociales, un periódico o se hable de ello en los noticieros.

Un acérrimo partidario de la censura es Heriberto, siempre ha mantenido nuestra historia familiar en secreto, nuestros tíos, abuelos, padres, no hay nada de ellos en ningún sitio, borro nuestra historia, ni siquiera conservo fotografías, y de nuestros familiares vivos no podemos hablar, se deslindaron de nosotros, aunque con la boca bien cerrada, ya saben que la sangre compartida no lo detendrá a la hora de jalar el gatillo. 

—Si, a nosotros los periodistas nos ha ido mal con estos temas pero no tengo miedo —espero de verdad que pueda mantenerse así el resto de su vida, porque esto no acabara nunca para ella—. Uno no debe temerle a las oportunidades que se presentan en la vida y esta es la más grande e importante de la mía, no voy a desperdiciarla por miedo, quiero considerarme igual de fuerte y valiente que usted. 

—Yo no me considero una persona valiente —oportunista e inteligente sí.

Lo único que me motiva son las ganas de chingarle la vida, él trato de destruir mi identidad, de hacerme a su modo, me arrebató mi historia, pues bien, yo haré lo contrario, yo le entregaré al mundo lo que él es, todos conocerán su cochino y podrido ser.

—Pero lo es, usted va a desvelar la vida de uno de los narcotraficantes más poderosos y buscados del país y del mundo —eso me vuelve un blanco viviente no una persona con valor—. Se necesita fortaleza para contar una historia, más si es la propia, imagino como fue vivir a su lado y no me veo capaz de soportar, es por eso que creo en su fortaleza, su valentía. 

De nuevo siento un calorcito agradable en el pecho, me estoy acostumbrando a la aprobación y a los cumplidos, me volveré más vanidosa si no dejan de hacerme halagos.

Un hombre se acerca a nosotros, apenas levanta la vista de su Smartphone.

—Melissa, ya estamos listos —anuncia y regresa al lugar de donde salió.

—Entonces hay que empezar, si gusta, agente Smith puede esperar allá.

Le señala una esquina del foro, lejos de mi mirada, mejor para mí. Cristopher asiente no muy convencido y a mi me lleva con la estilista pata colocarme la peluca. Pasa un rato hasta que nos sentamos en la pequeña sala en dónde grabaremos, ya con los micrófonos, cámaras y luces listas ella pide que se aparten un poco, alega que necesitamos un momento a solas.

—Antes de empezar, señorita Covarrubias, quiero que me diga que es exactamente lo que quiere.

—No entiendo —ella debería ser quien pida.

—Verá, usted solicitó una entrevista pero no dijo de que hablaríamos exactamente, ¿me hablará de su vida o solo del Comando? ¿Cómo quiere que use el material que me dé?

—Es que ni siquiera distingo bien entre su historia y la mía, son la misma, lo que él ha hecho definió mi vida antes de nacer. 

Puede que en su historia no represente mucho, después de todo no le he dado a ganar nada, pero él si es todo lo malo que he conocido, nunca tuve una oportunidad, siempre estuve ligada a su vida, aún cuando no me deseaba como mujer.

—Está bien, se espera que me den más material que incluirá a Octavio Escalante, mi intención es hacer un documental, eso para televisión y redes sociales —lo cuál ya es suficiente para mí— pero tengo en mente un proyecto más, quiero realizar una biografía honesta de Heriberto Félix, quiero abarcarlo todo, desde su niñez hasta este momento.

Eso es precisamente lo que quiero, porque sé que las notas periodísticas estarán enfocadas a los crímenes de tráfico, a todo ello por lo que lo van a encarcelar pero lo que yo quiero es que conozcan a la persona, al hombre que ha matado a miles y no le pesa en la conciencia, a quien mató a uno de sus familiares solo porque no quiso ser su amante, a quien me recogió de los escombros de mi casa y me prometió las llaves de su reino.

—Cuente con toda mi ayuda, solo tengo una condición.

—Si es monetaria le aseguro que hay muchos medios, nacionales e internacionales que pagarían una fortuna por esto.

Incluso el gobierno lo haría pero el dinero no es algo que me preocupe, no es que no me haga falta pero tampoco me muero por él, me gustaría trabajar y aprovechar mis conocimientos para el bien, la condición tiene que ver con la seguridad, y fue una orden de León.

—No, el dinero no me importa —se encoge de hombros, tampoco debe importarle mucho eso, la fama que adquirirá compensará cualquier otra cosa—. Le daré todo, su infancia, sus amores, sus socios, sus traiciones, mi vida, con la única condición de que se publique post mortem.

—Heriberto Félix no es un hombre tan viejo —bien podría vivir el doble de la edad que tiene ahora— y un material como este no se puede almacenar por tanto tiempo o podría perder relevancia.

Ambas, lamentablemente sabemos, que el narcotráfico no es un tema que pierda reflectores en esté país.

—No la suya.

—Usted también es una mujer muy joven.

Pero mi esperanza de vida disminuirá a medida que destruya el cartel, incluso antes, si no convenzo a Heriberto en nuestro reencuentro me matará sin sentir alguna pena.

—Lo sé pero aunque me ponga una peluca, me cambié la voz y no me pase el rostro sabrá que fui yo —no hay otro familiar tan estúpido para compartir toda la información que se requiere para una biografía—. Seré una agente infiltrada, si usted pública ese documental mientras yo esté a su lado pondrá en peligro toda la misión.

Las consecuencias para ella no serán menores, la DEA y la policía federal no se tomarán a bien mi muerte por un simple documental y un montón de páginas.

—Pero usted va a volver.

Me encanta su optimismo pero nadie sabe si va a amanecer el día de mañana, la muerte es lo único seguro que tenemos en la vida.

—Eso espero, pero si no lo hago puede publicarlo de inmediato —claro que mi esposo y el despacho Escalante tienen que aprobarlo antes pero dudo que le pongan alguna traba.

—Está bien, igualmente podría esperarla —empiezo a creer que me aprecia, nadie había insistido tanto en mi regreso—. Solo imaginé como sería narrar los últimos meses del cartel del Comando, la caída de ese imperio.

Primero tendré que asegurarme de no quedar en medio de los escombros.

—Sería muy bueno, me gustaría, sí —sonríe y aplaude emocionada, si está tomando esto como el proyecto de su vida y eso es todo lo que necesitaba para dar el siguiente paso—. Melissa, le daré algo y espero que lo guarde con su vida —de mi bolsa saco la libreta de mi padre y se la extiendo, la resguardará bien—. Esa libreta contiene toda la información que le he dado a la policía, direcciones, nombres.., y he agregado mis memorias, las atrocidades que presencié, como llegue aquí y lo que tuve que hacer para sobrevivir.

Lo toma, ni siquiera la abre solo la sostiene con mucho cuidado, como si le hubiera entregado el tesoro más preciado de su vida y no una vieja libreta que se está cayendo a pedazos. 

—Angélica, muchas gracias por confiar en mi, te juro que aprovecharé esto.

Quizá no esté ahí para verlo, a decir verdad solo hay una persona a la que me interesa realmente que le llegué el mensaje.

—Mi vida está en sus manos, si no lo logró, haga de ella un infierno para Heriberto —el único remordimiento con el que me podría ir de este mundo es el no ver cómo Heriberto se retuerce de rabia—. Y un favor más, cuando ya no le sirva, entrégasela a mi hermano, hay un mensaje ahí para él.

Es por eso que no se la entregué a Cristopher, no quiero que sepa que no tengo tantas esperanzas, se asustaría al leer el mensaje, puede que haga una tontería por miedo, no lo sé, quizá solo es que no quiero que sufra más por mi.

—Lo haré, pero apuesto todo a qué volverá y se encargará usted misma.

En ese caso el mensaje sería completamente diferente, no sería una despedida si no un inicio, y esa idea es precisamente la que me hace aguantar toda la entrevista.

Heriberto nació en la bella Sinaloa, en un pueblo cerca de Guamúchil, Nuestros abuelos eran hermanos, él fue el quinto nieto de su lado, mientras que mi madre, Natalia y su hermana, Flor, fueron de las últimas dos de las cinco hijas e hijos de mi abuelo, con él se llevaban unos seis años de edad, lo que los hizo creer prácticamente como hermanos.

Mamá siempre recordaba su infancia con algo de dolor y nostalgia, la primera asesina de nuestra familia fue la pobreza y el hambre, algunos tíos perecieron por la falta de alimento, medicinas, de una vida digna y los que sobrevivieron le buscaban por dónde podían hasta que Heriberto termino en la academia de policía, se graduó obtuvo un puesto muy bueno por sus habilidad e inteligencia, fue un comandante joven y ahí empezó todo. 

Al principio solo se haría de la vista gorda al dejar pasar camiones llenos de droga y otras mercancías, ayudaría a los que resultaran detenidos y cosas así, simple y sin muchas complicaciones, nada que le hiciera problema, después de todo hacía buen dinero, la familia estaba agradecida, ya había para comer, empezaban a progresar, él se casó con Briseida Campos, tuvieron un niño, Gerardo Félix, ella muere al dar a luz, la vida le quita a su mujer pero le otorga una oportunidad que supo aprovechar.

El capo que le empleo murió abatido por la policía, eso al contrario de meterle algún miedo, le dio más valor y empuje de lo que podía imaginar, aprovecho el vacío de poder, los conocimientos que había adquirido, tomo a toda la gente que se quedó atrás y fundó su cartel, todo antes de los treinta años.

Rápidamente creciendo en poder, pues no tenía reparos en su manera de hacer las cosas y contaba con mucha gente, con su familia siempre a su lado, pero uno no puede confiar en la vida, menos en un negocio tan peligroso como el nuestro.

En ese periodo de tiempo es en el que mi padre llegaría de Guanajuato a Sonora buscando cruzar la frontera, busco un pollero, pero la vida curiosamente lo llevo a casa de mi madre una adulta demasiado tiernita, se casó a los dieciocho y me tuvo a los veinte, mientras que mi tía Flor siguió soltera, enfocada solamente en la supervivencia de nuestra familia, aunque no hubiera nada que hacer, ciertamente nunca tuvo oportunidad de salvarnos. 

Es increíble pero yo recuerdo el día que Gerardo murió, tenía diez años, a partir de ahí todo cambio, los meses siguientes mi madre, su hermana y yo nos quedamos en nuestra casa en Dolores Hidalgo, mientras que en el resto del país se inició una persecución sangrienta, mato a mucha gente hasta que encontró al asesino de su hijo, no sin antes torturarlo, las imágenes de ese hecho aún me persiguen, incluso puedo asegurar que la sonrisa de papá volvió a ser la misma. 

Hay un periodo de tiempo en el que la familia empezó a perecer repentinamente, era su culpa, él nos metió en eso pero ya poco le importaba, conoció a sus socios, empezaron el plan para desbancar tres grandes empresas, Montreal, Quintana y Montoya, por supuesto se hizo con ellas y empezó un periodo de muerte, dolor, destrucción, más y más veneno que hasta el día de hoy no se ha podido detener.

Nuestra familia se perdió, mis padres y tía fueron lo único que quedó, pero sé que fue el nacimiento de Aarón el que cambió absolutamente todo, fue lo que reabrió las heridas de Heriberto, estaba enojado, celoso de mi hermano, un niño sano y fuerte, lleno de posibilidades y vida, él quería lo mismo y entonces puso sus ojos en Flor, ¿las razones? Ella era la que estaba más cerca, fue su apoyo todos esos años, estaba soltera y era todo lo contrario a Briseida, por si fuera poco creía que un hijo de ellos resistiría cualquier cosa, reforzaría nuestra sangre pero ella no cedió. Se hizo dos abortos, se negó a darle un hijo, lo dejo tan claro que la mato, ahí empezó el asedio por mi madre, sin embargó ella era diferente, la necesitaba y a mi padre también, ya que aunque tuviera a Alfonso y a la recién llegada Irma, mi padre era especial, tanto que siempre vivimos en una persecución constante, eso poco a poco hizo mella en él, hasta que no lo soporto, se quebró, lo mataron y quedé yo.

La historia que viene después es la visión de una niña de ese mundo, ví la muerte en primera fila, fui el objetivo de muchos, los convertí en mi objetivo después, cualquiera que intentará atentar contra mí, moriría y no lo lamentaría. Me convertí en Celeste, heredera del grupo Villanueva, dedicado a invertir y desarrollar proyectos turísticos y habitacionales durante mucho tiempo me prepare para hacer desfalcos millonarios, para adueñarme de este país y cuando menos lo espere me llegó un vestido y un collar de esmeraldas, el anuncio de mi nueva vida, solo que no me rendí ante él, nunca sin luchar.

Cuando termino mi relato general vienen las preguntas Melissa quiere todos los detalles, estamos así por horas, Cristopher interviene solo cuándo rompo a llorar —fue a causa de Ramón, el mayor remordimiento de mi vida—, continúa con los detalles por mi, también habla un poco acerca de la muerte de Annelise. Cuando todo termina, mi marido me envuelve en un abrazo, me retiran la peluca y salgo del foro con la promesa de más.

—¿Estás cansada? —me pregunta Cristopher mientras esperamos la camioneta que nos llevará a casa.

—Lo estoy, nunca había hablado tanto en mi vida.

Fue esclarecedor, no lo justificó ni entiendo sus motivos pero si sé cómo llegarle al alma, le recordaré todo lo que ya ha perdido y porque me escogió a mi, no podrá matarme.

—Te has quitado un peso de encima, esa historia te estaba matando.

Ni siquiera me había dado cuenta de ello, ahora siento que mis pies no se anclan al suelo, si me suelta volare muy lejos.

—Me siento ligera pero no durará, tengo que ir a cargar el peso de la historia que está por venir, será duro pero ya no estoy sola.

No es que mi hermano sea insuficiente pero es un niño, no puede entender aún lo que nos estamos jugando, él no puede ayudarme a destruir a Heriberto, los demás si, a ellos me encomiendo. Me acerco más al pecho de Cristopher, su calor me mantendrá con vida hasta que llegue a casa, hasta que pueda dormir abrazada de mi hermano, hasta que despierte.

«Ninguna pesadilla es eterna ni puede contigo, lo único que necesitas para que se detenga es despertar.»

Fueron las palabras de Alan, ese hombre me ha trastornado más de lo que creí posible, en la mañana me encontré con el teléfono en una mano y su tarjeta en la otra, casi marco su número, hubiera querido oír su voz, quiero tanto de él que me odio a mi misma por ello.

No puedo quererlo, no puedo involucrarlo en esto, se alejaría de mi al saber quién soy, al entender que yo quitó las vidas que él salva.

Sin querer de mis labios se escapa un pequeño gemido de dolor, Cristopher me busca el rostro, gesto se ensombrece cuándo sus ojos dan con los míos, afortunadamente no alcanza a hacer ninguna pregunta, unos tacones sobre el asfalto nos hacen girar la cabeza y ver a Melissa correr hacia nosotros.

—Aún están aquí, que bueno que los alcance —dice profundamente aliviada—. Acabo de hablar con Kate y me dijo… es que no sé cómo… —se detiene para ordenar sus ideas— Está bien, vamos a ir a cenar todos juntos la semana que viene, reservaron un salón en un restaurant del centro y pensé en invitarlos, pueden llevar a tu hermano y también pueden invitar a quien quieran.

—¿El quince de septiembre? —pregunto para confirmar.

Es una fecha de celebración y a mi me gusta mucho, nunca lo he celebrado como he querido, esperaba poder convencer a Cristopher de que me dejara salir con Aarón, quería llevarlo al Zócalo, no soy fan de nuestro mandamás pero la ceremonia del grito es especial.

—Si, sé que probablemente tienen planes para ese día pero me encantaría que nos acompañará.

Mala idea no es pero nunca me he considerado buena compañía.

—No es eso, que conocemos a nadie, ¿qué tal si les incómoda nuestra presencia?

—Para nada, además conocen a Kate y a Adam, también está Joanna, mi hija, su padre, Jonathan y su esposa Marian…

—La recuerdo —interrumpe Cristopher tomándonos por sorpresa—, estaba ayudando a la doctora Carrasco con las finanzas —me aclara rápidamente.

—Si y me parece que también estará Alan Medina, es… —la interrumpo.

—Doctor en la fundación —asiente y a mi el corazón se me va a salir del pecho,

—Por favor piénselo y en serio pueden llevar a quien gusten.

Tampoco es que tengamos muchos amigos a quien invitar o un mejor plan.

—¿Quieres ir? —pregunta Cristopher.

Su rostro no me dice nada, no sé si quiera ir o no, yo sé que no es correcto pero los deseos de mi corazón se imponen a la razón y responden por mi.

—Si, me encantaría, pero, ¿es seguro que Aarón esté ahí?

—Por supuesto, mi hija tiene casi la misma edad que él, no hay problema, será familiar lo prometo.

Al decir eso parece un poco desesperada, no entiendo los motivos, me pone un poco de nervios pero tampoco quiero pensarlo, nada nos va a pasar por convivir con gente normal una noche, deseo mucho una fiesta en la que no tenga que preocuparme por el final, en si alguien entrara o no a mí habitación, por una vez y antes de perderlo todo, me voy a dejar llevar.

—Será un gusto acompañarlos.


Gracias por seguir leyendo.

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