7

Iván bajó emocionado para ver a su cautivo.
No podía hacerlo rápido, lo que cargaba se lo impedía, abrió la puerta de golpe asustando al americano, este lo miró con asombro, la caja de madera que cargaba le estaba dificultando la entrada al sótano.

—¿Necesitas ayuda con eso?— Preguntó temeroso mientras se levantaba para apurarse a socorrerlo si se lo ordenaba.

—No, está bien, es obsequio para ti después de todo.—

¿Una caja un obsequio?
No dijo nada, quizá tenía algo adentro, le podría servir para dormir, era mejor que el piso después de todo.
El mayor logro meter la caja al sótano, bajo las escaleras con ella, Alfred observaba con detalle los movimientos de ruso así como la caja, notó que No era del todo un prisma rectangular,  tenía un pequeño triángulo en  una de las caras, tal como una rampa, no tenía logos ni nada por el estilo.

—¿De dónde la sacaste?— Preguntó sin separar los ojos de aquel objeto.

—Del basurero, la vi y pensé que podría servirte de silla o de cama así que la traje cargando hasta aquí. ¿Te das cuenta de lo mucho que estoy trabajado para tenerte a gusto?—

Asintió avergonzado, no estaba a gusto en lo absoluto ¿Entonces por qué le apenaba que Iván hiciese cosas por él?
El ruso dejó la caja en el suelo.

—Podemos estrenarla si la usamos como mesa.—

Se dirigió de nuevo a las escaleras subiendo rápido no sin cerrar la puerta, sabía que Alfred aún tenía ganas de escapar.
El cautivo caminó hasta su "obsequio". Lo tocó con miedo, como si no fuera correcto, notó un pequeño agujero en la base que estaba levantada por ese triángulo, se dispuso a mirar por ahí para ver si algo se encontraba dentro, estaba demasiado oscuro como para ver algo. Le desconserto el hecho de que tenía un caitivante olor a madera nueva como para ser del basurero.
No podía ser de otra manera, fue construida por Iván. La historia del basurero fue una mentira en realidad tenía otros planes para usarla que una simple mesa.

Alfred se sobresaltó al escuchar el sonido de la puerta. Iván había vuelto con una gran cena, aunque el estadounidense no tenía la menor idea del nombre de los platillos rusos que se alojaban en la charola pero eso no evitaría que los comería hasta sentir que vomitaba. No era usual que le trajera tanta comida no dejaría pasar su oportunidad.

Comía de forma ruidosa, Iván apenas y tocó su ración, incluso accedió a darle lo que sobró a su cautivo.

—Alfred.— Le llamó provocando que dejará de comer para ponerle toda su atención. El ruso le sonrió dulcemente.— Alfred ¿Aún no olvidas que te quiero? ¿Lo tienes presente, cierto?—

Arqueó una ceja con desprecio, torturarle de esta manera era la peor forma en la que podía demostrarle su cariño. No dudaba que lo apreciaba, después de todo lo estaba cuidando, si no le quisiera ya lo hubiese dejado morir. Sin embargo esa no era la idea que tenía Alfred del cariño.
Ya había aprendido que no debía llevarle la contra. Por ello decidió responder de forma afirmativa.

—Sí, lo mantengo presente...—

—Soy el único que te quiere Alfred. Nadie se ha tomado la molestia de buscarte, los policías lo anotaron como abandono de morada ¡Eso fue más que suficiente para que todos se olvidaran de ti! ¡Deberías ver lo feliz que llevan su vida ahora sin ti! —

Eso logró que el estómago se le revolviera. Deseaba no haber comido tanto, no haber comido nada así en poco tiempo podría morir de hambre. ¿A alguien le importaría realmente?

—Pero yo soy diferente. En verdad te aprecio, no deberías tener duda de ello. Sin ti...Sin ti no podría continuar.—

Su corazón dio un brinco desesperado, por un momento se detuvo para tomar impulso y latir desbocado. ¡Maldita sea! Las palabras de malnacido ruso le habían puesto feliz... Porque las creía.
Estaba desconsolado, después de todo nadie se estaba preocupando por él en otro sitio. Pensó en lo bien que estaría Matthew sin su escándalo por toda la casa.

Miró al ruso. Lo miró como mocoso que acababa de perder a su madre pero frente a él estaba su padre para consolarle. No tenía duda alguna, Iván le quería, Iván le quería, Iván le quería, Iván le quería...

No tenía palabras, Iván le quería, se sentía tan triste porque nadie estuviera angustiado o preguntara si quiera su paradero, Iván le quería, sus ojos azules buscaban consuelo en los amatista. Le sonrió levemente ¿Qué importaba si Arthur o Francis no le querían? Eso siempre lo había sabido. Iván le quería y eso es todo lo que le importaba en ese instante, es lo único que sentía; qué Iván le quería. Su sentido común estaba muy dañado como para explicarle al pobre americano que ese tal Iván que tanto le quiere en realidad es su secuestrador, su torturador y probablemente del depravado que quiere abusar de él.

—Tampoco podría continuar sin ti.— El pobre Alfred debería buscar por todo el piso la dignidad que se le acaba de caer. Sin embargo tenía razón, cuando el ruso le dejaba su mente simplemente se descarrilaba, no podía permanecer en esas condiciones mucho tiempo sin pensar en matarse. Pero cuando llegaba el amante del vodka todo cambiaba, se sentia feliz de verlo, acompañado, cuerdo.

Por otra parte el corazón de Iván iba a mil por hora. Sus mejillas incluso habían tomado un precioso color Rosa. Sus manos temblaban de alegría.
"¡Demonios! ¡Maldición! ¡Alfred es tan  atractivo!" Pensaba. Aquellas palabras, ese sentimiento de que el americano dependía de él era simplemente maravilloso, hasta exitante. No pudo evitar sonreír como tarado, estaba perdido, perdidamente enamorado.

Es una lástima que su amor sea tan enfermo.

Se sentía culpable por lo que haría, viendo esa hermosa sonrisa no quería que su cautivo hiciese algo más. Sólo le quería ver sonriendo. Por desgracia su plan estaba comenzando. Él único que tenía el poder de frenarlo era Alfred. Iván juró que si Alfred le abrazaba no pondría en marcha su plan.

Se levantó ordenando al Americano que hiciera lo mismo. Obedeció.
Iván abrió los brazos ladeando su cabeza, mostrando su mejor sonrisa indicándole a Alfred que debía abrazarlo.

Iván le quería pero caminar a la boca del lobo era una estupidez, el estadounidense no le abrazaria, seguía sintiéndose un asco cada vez que lo llegaba a tocar. Sólo se quedo ahí, mirando el suelo esperando que esto no le causará una dolorosa reprimenda. Oh Alfred... Lo que te espera, como el ruso diría "Y Todo por tu culpa".

El más alto entendió, asintió con la cabeza, tomó la charola con los platos vacíos. Su expresión mientras miraba fijamente la charola era una mezcla entre enojo y tristeza. Levantó su rostro con una falsa e inocente sonrisa.

—Bien, entonces nos vemos mañana, debo irme, mucho trabajo. Recuerda decirme buenas noches cuando te vayas a dormir ¿Da?—

Alfred se limitó a asentir. Iván salió de ahí, cerrando la puerta finalmente dejó libertad a su rostro para mostrar una mueca de desprecio total. Pondría su plan en marcha sin importarle nada.

Unas horas más tarde el rubio decidió que era buena hora para intentar dormir. Se acercó al parlante, apretó el botón haciendo que el teléfono en la superficie comenzara a sonar, no había podido recrear el sonido de un teléfono real, era más como un chillido desgarrante.  El ruso se aproximó hasta el para contestar.

—¿Qué pasa Alfred?— Pregunta en su tono más inocente, pensar en el plan le había tranquilizado.

—Iré a dormir.—

—Bien ¿Cómo se dice?—

—Buenas noches Iván...— Lo decía olvidado, casi escupiendo las palabras. Iván lo percibía, eso sólo le daban más ganas de colgar para comenzar el plan de una vez.

—Buenas noches Alfred, te quiero.— Como si el rubio se fuera a creer eso.

Colgó el teléfono.

Fue a buscar esa vieja tubería que tenía guardada en algún sitio de su casa.

Mientras tanto el rubio de ojos azules se acomodada lo mejor que podía entre sus cobijas, decidió usar la caja como cama, aunque estuviese muy inclinada, estaba bien, pudo albergar platos sin que se fueran de lado, podría sostenerse por la noche.

Iván abrió lentamente la trampilla al sótano, no quería despertar al rubio quien de cansancio y por tanta comida ya había caído rendido a Morfeo.
Iván lo observó unos instantes, pensando lo adorable que era antes de golpearle fuertemente en la cabeza.
No para matarle, simplemente lo dejó inconsciente. Lo retiró de la caja dejando Lo sobre el piso. Agregó otro pedazo de rampa a la caja, dejando la aún más inclinada esta vez cualquier plato que fuese colocado sobre ella caería. Abrió una de sus tapas, sin el menor aparente esfuerzo metió al americano dentro. Se aseguró que sus pies estuviesen bien acomodados en la otra base de la caja. Después de hacerlo puso de nuevo la tapa dejando aún más cautivo al secuestrado, ahora recluido a esa caja.

Iván sonrió satisfecho y cansado. Tanto esfuerzo físico merecía  vodka así como un buen descanso. Dejó ahí al estadounidense mientras iba por su recompensa, manteniendo una sonrisa demasiado maliciosa en sus labios. Ni siquiera se preocupó por cerrar de nuevo la trampilla del sótano. Alfred no despertaría en un buen rato y si lo hacia no era como si pudiese escapar de esa caja.

~~~

Los azules ojos comenzaron a abrirse lentamente. Todo estaba más oscuro de lo normal, sólo esperaba que el foco del techo no se hubiere fundido, no deseaba más oscuridad ni molestar a Iván.

Estaba de pie, pero al mismo tiempo su espalda se estaba recargando en algo, no tan frío como el piso...era madera, la madera de la caja, también frente a el había madera, sobre lo que estaba parado era madera.

Estaba rodeado de madera. Estaba dentro de la caja. Alarmado realizó un movimiento brusco para revisar la parte de arriba de la caja en busca de una salida pero terminó golpeandose con la misma caja. Sólo alcanzando a ver un pequeño agujero que ni si mano podría caber por ahí. Tampoco era como si pudiera comprobarlo. La caja estaba tan estrecha que no podía levantar los brazos, no podía doblar las piernas, la cabeza le estaba matando, dolía como el mismísimo infierno.

Infierno que Alfred estaba apunto de conocer.

El estadounidense golpeaba con todo su cuerpo la caja esperando voltearla o romperla. Gritaba desesperadamente por la angustia del momento.

¿Iván le había metido ahí?

Sin darse cuenta comenzó a gritar el nombre del ruso a todo pulmón.

Iván lo escuchaba, había dejado el teléfono falso descolgado con toda intención. Incluso había pasado su trabajo a un lugar cerca de la instalación para poder escuchar con lujo de detalle el momento en que su querido americano despertase. Con toda la calma del mundo dejó su papeleo de lado emprendiendo el camino hacia el sótano.

Abrió la trampilla, tomó una fuerte bocanada de aire y corrió, en verdad corrió hasta donde estaba la caja con el cautivo.

—¡Alfred! ¿Qué demonios?— Gritó intentando sonar lo más alarmado posible.

—¡Eso es lo que quería preguntarte, Fucking bastard! ¡Qué demonios intentas metiendome en cajas!— Gritaba con genuina desesperación y un ferviente enojo, sin dejar de mover su cuerpo.

—Pero Alfred... Yo no te metí en ninguna caja, anoche te di tanto cenar porque iba a salir y volver hasta la tarde del día siguiente y no podría darte el desayuno. He estado fuera de la casa desde anoche. Acabo de llegar hace unos minutos.— Miente.

Esa historia tiene tantas inconsistencias, pierde el sentido muy rápido. Pero el pobre rubio no puede procesar u atar los cabos y se la cree completa.

—¿Entonces ya son "buena a tardes"? — Parece que eso es lo que le preocupa.

—Buenas noches, son las siete de la la noche.— Miente de nuevo, a penas son las 12:45 del medio día.

—¡¿Tanto dormí!?— Pregunta aún más histérico.

—Eso parece, debe ser porque cuando uno come mucho duerme más.—

—Yo entre sólo en esto...— Deduce siendo la única opción que queda en su mente.

—Así parece, Alfred ¿Qué intentabas con eso?— Pregunta aún cuando sabe que no hay respuesta.

—¡NO LO SÉ!— Responde en una histeria total.— ¡Ni siquiera sé what the fuck estaba pensando! ¡Ni que quería obtener! ¡Pero no quiero estar aquí! ¡Sácame!  ¡Sácame! ¡Sácame! ¡Iván sácame ya!

—¡Sí! ¡Sí! ¡Lo haré, Alfred!— Miente. Miente, todo lo que suelta son mentiras de las más viles.

Comenzó a golpear la caja sin querer romperla, lo que quería era que al moverse la caja quien se encontraba adentro. Alfred gemía de dolor, sientiendo la madera golpear su cuerpo.

—¡Para! ¡Busca otro modo, me haces daño!—

Así lo hizo. Se detuvo y sonriendo corrió hasta las escaleras.

—Está bien, ya vuelvo, iré a buscar algo para sacarte de aquí.—

Salió del sótano sin cerrar la trampilla, estaba más que seguro que el americano no podría salir de esa caja.

El cautivo había dejado de forcejear, respiró más lento mientras amargas y desesperadas lágrimas de impotencia acariciaban sus mejillas.

¿Por qué? ¿Por qué me pasa esto a mí?

Se preguntaba sin siquiera imaginar la tortura que se le venía encima.

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Gracias por leer.
Adoro y aprecio en demasía sus votos y comentarios.

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