27
La luz de la esperanza se cuela de los bordes de la trampilla.
Matthew respira con calma sabiendo quien se aproxima.
Ivan por su parte, pierde la erección, su corazón late más rápido de lo normal por la adrenalina.
La trampilla suena mientras intentan abrirla, los ojos azules no quitan su atenta mirada de dicha. Matthew grita para indicar que están ahí. Nadie le hace callar, nota el estadounidense.
Nadie... Da miradas furtivas al sótano, no ve a Ivan por ningún lado, inmediatamente sabe porque.
—Es una trampa —masculla.
Arthur abre la trampilla por fin.
—¡Matthew! —alude al notar el cuerpo mal trecho del canadiense.
—Arthur —le llama con sorpresa el estadounidense.
Los ojos del inglés comienzan a llenarse de lágrimas, le perturba el hecho de que está desnudo, encadenado y cubiertos de semen, baja las escaleras con velocidad para ir a socorrerle, Kiku, detrás de él, baja también en búsqueda de ayudar a ambos americanos.
Alfred se mueve con brusquedad.
—¡Vete! —ruega al notar como se acerca el inglés.
—¡Sabía que era algo sospechoso! ¡Te lavó el cerebro y te encerró aquí! —protesta el europeo mientras busca en sus alrededores la llave que pueda liberar a Alfred.
Kiku intenta levantar a Matthew cuando una sombra siniestra se hace presente. Voltea rápidamente para dilucidar de quién se trata, a penas tiene tiempo para reaccionar.
Los gritos del asiático y Alfred se combinan en uno justo al instante que Ivan levanta el tubo con la intención de golpear a matar a Arthur.
Este logra hacerse a un lado, tan solo le golpea el brazo, le rompe la camisa y le deja un raspón. La espiración de todos los presentes se vuelve errática.
—Bloody hello! —grita con adrenalina el europeo.
Los orbes violeta observan con asesina lujuria al de ojos verdes.
Este corre hasta las escaleras que dan a la sala de estar, justo donde toma muñeca de Kiku, jalándole para salir de ahí lo más pronto posible.
—No podemos dejarlos —exclama Kiku tratando de soltarse.
Ivan no corre, camina con calma hacia ambos.
—Salven a Alfred —ruega Matthew en el momento.
—si nos mata no podremos ayudarles —razona el inglés. Kiku mira con pena a ambos americanos antes de correr escaleras arriba.
El ruso mira al estadounidense.
—Esperame aquí, cariño —incita con una sonrisa. Sale del sótano en búsqueda de los intrusos.
Ambos corren hacia la puerta principal, porque es la más cercana. Pero al llegar la notan cerrada. Arthur la patea y golpea con intenciones de escapar.
No lo logran, Ivan ya está en el otro lado del recibidor, con la tubería en mano.
—¡Eres un salvaje! —le grita Arthur al verse acorralado.
El rostro ruso se torna triste.
—No me gusta que me llames de esa manera —le recuerda a la par que camina hacia ellos sin borrar su rostro afligido.
—¡Entonces no hagas cosas de salvaje! —reclama, toma la mano de Kiku y la aprieta dos veces. El japonés capta la señal.
Ivan cruza la estancia con intenciones asesinas, es cuando Kiku corre en dirección izquierda, segundos después Arthur se mueve con velocidad hacia la derecha. Ambos se detienen en un extremo de la habitación.
Ivan mira a uno y a otro volteando la cabeza. Le lanza una mirada traviesa al inglés antes de moverse hacia el japonés. Arthur saca el teléfono móvil marcando el primer contacto, Francis, pone el altavoz.
Los pasos del gigante se detienen al escuchar los sonidos del aparato. Voltea hacia su origen.
Francis contesta con el corazón en la mano, pero antes que pueda confirmar que escucha el inglés grita al altavoz;
—Llama a la policía ¡Ivan está loco! ¡Tiene secuestrado a Al...! —es interrumpido por un puñetazo ruso que le hace caer y por ende tirar el celular.
El eslavo se encarga de hacer añicos el apartado con un par de golpes de su grifo. Adolorido el isleño trata de reincorporarse pero la pesada bota del albino se lo impide.
Kiku aprovecha para escapar hacia donde Francis y con él armar un mejor plan y llamar una ambulancia, pues ha visto el estado de Matthew.
El ruso baja su cuerpo, posando su mano en el cuello del inglés y conteniendo cualquier movimiento del mismo con su pesado cuerpo.
—No debiste venir —recalca el mayor.
—¡No debiste secuestrar a Alfred! —le responde moviéndose bruscamente—. Estaba desnudo ¡No necesitas secuestrar gente para tener sexo!
—No es solo por eso, lo amo —aunque no parezca, esto es sincero, realmente ama al estadounidense, pero es un amor enfermo, tóxico, viscoso, pútrido, como veneno que hace arder el corazón hasta que el mismo explota en un dolor punzante y horrible.
—Eso no es amor, es dolor —se aferra al ruso con sus dedos libres.
—Arthur... —su rostro es triste.
—Ivan, déjalos ir —pide en un tono severo, pero calmado. El eslavo niega con la cabeza infantilmente—. Me quedaré en su lugar, solo déjalos ir —Negocia.
Los orbes esmeralda conectan con los violeta.
Ivan le acaricia el rostro con melancolía.
—Eres lindo —declara antes de besarle, Arthur le responde el beso, pues cree que ha aceptado el trato de dejar a los americanos libres, confiado de que la policía vendrá pronto en cualquier caso.
Dicho intercambio dura bastante, más de lo necesario, más de lo que es sano, pero menos de lo que ambos desean. Sin embargo, Arthur ha olvidado algo importante; la mano de Ivan continúa su cuello. Pronto lo recuerda en cuanto está comienza a apretar. Antes de lo que le gustaría se queda sin aliento.
—Alfred es mi verdadero amor, no lo cambiaré por nadie, no dejaré que nadie me lo quite —declara, apretando sus pulgares en la yugular ajena.
Arthur se retuerce, lucha, pero esto solo le quita el oxígeno más rápido.
Poco a poco va perdiendo la fuerza al grado que pierde el conocimiento. Sus manos caen estrepitosamente al suelo y su cabeza ahora no se sostiene, todo su cuerpo es ahora una muñeca de trapo, sin movimiento.
Ivan no se molesta en revisar si aún posee vida, se levanta y, por extraño que parezca, avanza hacia su habitación, sin revisar si quiera a su cautivo, con sus pasos pesados, haciendo crujir la madera bajo sus pies.
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Estamos así 👌 de terminar esta historia.
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¡Adoro cuando mandan sus teorías de esta historia! Mándenlas al privado o comenten, siempre las respondo.
Gracias por leer.
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