25
Hace un frío del infierno, seguro hay lugares más fríos en la tierra pero ninguno de ellos es capaz de congelar tu sangre como la brisa helada que experimentan aquellos por la morada de Ivan.
Un camino poco transitado, apenas visible conecta la casa con la carretera. Apenas visible desde ella, cubierta por árboles de imponente altura.
Comienzas a caminar por el precario sendero apenas cuidado, sintiendo un frío por el cuerpo, notando como la helada sombra de los árboles te abraza.
Una luz llama tu atención, avanzando entre los arbustos a pocos pasos notas una casa grande, pintada de blanco, pero casi no se nota ante el poco cuidado de la madera, algunos leños en ella ya de han prodido.
Puedes oler las cenizas, vuelan desde la chimenea, se escapan de la casa para volar libres por las extensas hectáreas de bosque.
Los árboles no poseen hojas, solo un velo de nieve que esconde las imperfecciones de las ramas.
En la entrada de esa vieja casa, no por edad si no por apariencia, se encuentran tres personas.
Arthur, Francis y Kiku. Ellos esperan a que Matthew salga o en su defecto que les deje entrar para que todos se reencuentren con Alfred.
-Debimos entrar con él -repite por octava vez el inglés.
-Ya me harté de que digas eso -admite Francis-. Si tanto quieres entrar ve y hazlo -anima.
Kiku mira a ambos con nervios sin saber que hacer, parece una situación demasiado social.
Enojado, el inglés se levanta de la roca que usaba de asiento levantándose, andando con paso firme hasta la imponente puerta de madera desgastada con la mano en puño dispuesto a aporrear la puerta.
A escasos centímetros de lograrlo es que desde adentro se nota la madera ser golpeada.
Da un paso hacia atrás extrañado ante ese movimiento misterioso.
Kiku lo nota levantando una ceja.
Arthur acerca la mano de nuevo, regio sin querer dejarse intimidar por lo que a todas luces y definitivamente es un fantasma.
El golpeteo no lo deja mi acercar los nudillos, comienza de nuevo y ahora más desesperado.
No entiende que diablos está pasando hasta que escucha medianamente un grito aterrado de Matthew.
Kiku se levanta rápido al notar que los golpes no se detienen, apenas puede avanzar por la espesa nieve.
Francis no es ajeno a esto y también de dirige a la puerta, Arthur intenta abrir inútilmente desde afuera.
-¿Qué pasa? -pregunta acelerado el francés.
-Matthew, ¡Necesita ayuda! -apoya su pie sobre la puerta jalando para poder abrirla de manera tonta y poco útil.
Francis es capaz de escuchar a su querido Matt gritar desesperado por auxilio.
Antes de que cualquiera de los tres pueda si quiera rayar parte del cerrojo los gritos y el acelerado forcejeo se detienen.
Los tres hombres se quedan pasmados.
Los silenciosos segundos que siguen hacen que las miradas se crucen, es obvio que Matthew ya no está del otro lado de la puerta.
Arthur inmediatamente corre para rodear la casa, con evidente intención de entrar por el patio trasero.
-¡Arthur ! -alude Francis al notarle correr con tal ímpetu.
Kiku no tiene más opción que seguirlos a paso algo torpe por la alfombra de fría nieve que mide más de lo que es cómodo para caminar.
Aún con esto el inglés se las arregla para llegar hasta la cerca que separa el bosque del jardín del ruso.
-¿Qué demonios Arthur? -grita el francés al notar a su amigo en una movida para saltar la cerca.
-¿Acaso no escuchaste? ¡Matthew está en peligro y muy probablemente Alfred también! -explica muy alterado.
-¡Eso lo sé! -exclama en su idioma natal por los nervios-. Lo que quiero decir es que Matthew entró a esa casa sin un plan y solo ¡Y mira lo que pasó! De nada sirve terminar como él, así que para ayudarle hay que hacer lo que él no hizo -se da a entender a la par que Kiku se hace presente en la parte trasera del hogar.
-Odio que tengas la más mínima razón -se separa de la cerca, mirando esta con odio-. ¿Y qué propones?
-Llamar a la policía -propone con los brazos cruzados. En ese momento Kiku saca su teléfono marcando inmediatamente el número de emergencia porque eso es lo que se debe hacer cuando un posible crimen está ocurriendo, haya pruebas o no, nunca se sabe.
-¡Magnífico! —protesta sarcástico el inglés—. Hay que quedarnos aquí como imbéciles esperando a la policía mientras ¡Ese maldito psicópata asesina un inocente!
Francis aprieta los ojos porque eso es verdad.
No hay tiempo que perder.
—Iré contigo, tú eres un desnutrido, no podrás solo si Ivan te ataca —declara el francés.
Arthur hace los ojos en blanco ante eso.
—¿Y qué harás tú? ¿Rendirte en cuanto amenace con golpearte? —reolica venenoso.
Antes de que comience una pelea de nunca acabar, Kiku se ofrece a acompañar a Arthur, quien acepta enseguida.
—¡Bien! —indignado—. Me quedaré a esperar a la policía —se cruza de brazos pensando improperios en francés.
—Excelente —muy altivo el inglés—. Dale tu teléfono a Kiku —ordena—. Y si puedes ponerlo en silencio sería lindo.
—¿Por qué debo hacer eso? —cuestiona.
—La policía tiene el teléfono de Kiku, puedes llamarlos por ahí y sabrán que es urgente y lo del silencio es porque si hay sonido y alguien llama el psicópata ahí dentro nos puede escuchar —explica su lógica.
De mala gana se intercambian los teléfonos mientras Arthur silencia el suyo.
Ayuda a Kiku para saltar la cerca de madera. Se prepara para saltarla él mismo cuando siente una presión en su Hombro que lo hace voltear, encontrando la mirada preocupada de Francis.
—Llámame ante cualquier peligro —pide el francés.
El inglés asiente, algo tocado por ese comentario.
Se despide con la mano antes de saltar para quedar del otro lado de la cerca, ya en la casa del ruso.
Es un jardín triste, pero enorme, parece que alguna vez fue magistral. Las flores marchitas que albergan telarañas viejas son prueba.
Parecen ser girasoles, tan pálidos como la nieve sobre ellos, sobre la tierra infértil resaltan raíces secas de lo que alguna vez fue hermoso pasto.
Unos árboles secos decoran los alrededores.
Solo hay un pino triste, pero no muerto, torcido y no muy alto. Pero es el único árbol vivo en ese jardín horrible.
Kiku y Arthur se miran a los ojos.
—No se sobreesfuerce por favor, Arthur-san —pide el japonés llendo delante de su amigo para abrir la puerta con lentitud evitando hacerte sonido alguno.
—Lo mismo digo —sigue detrás de él agudizando sus sentidos.
Ambos avanzan, la puerta del jardín trasero da a la cocina. Así que ahí es donde se encuentran ambos.
Arthur aspira fuertemente tratando de identificar todos los aromas.
—¿Qué hace, Arthur-san? —inquiere un extrañado japonés.
—Trato de oler —explica—. Es un demente, es capaz de tener por aquí un cadáver o algo, eso debe poder olerse —Confiesa su teoría.
Kiku hace el esfuerzo por olfatear y notar cualquier aroma extraño. No capta nada.
Es entonces cuando un grito ahogado llama la atención de los dos.
—¿Eso fue...? —trata de dilucidar el asiático.
—¡Matthew! —reconoce el europeo comenzando a correr hasta donde el sonido proviene.
Inmediatamente es seguido por Kiku.
Ambos hombres llegan hasta la puerta de entrada, el rubio la examina escuchando aún los terribles alaridos lastimeros de Matthew.
Revisan todo sin encontrar nada.
Entran a la sala de estar notando que ahí los gritos son más intensos. Además de que se oye una segunda voz, similar, casi idéntica pero más aguada.
—¡Alfred! —razona el inglés. Se queda helado, los gritos son traumáticos.
No se detienen.
Lo ponen nervioso.
Corre por toda la habitación en la búsqueda del cautivo pero naturalmente no encuentra nada, ya que no es en esa habitación en la que se encuentran.
Kiku tampoco soporta los gritos, pero tiene la mente más fría, suficiente para notar que los gritos vienen desde abajo, mientras su compañero busca desesperado entre los muebles, el japonés revisa debajo de la alfombra. Es entonces cuando encuentra una trampilla.
La puerta hacia el sótano.
∆•∆•∆
Este capítulo es corto porque ya se viene lo chido (?
¿Les está gustando?
Recuerden que compartir esta historia es lo mejor para apoyar.
Gracias por leer.
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