16

Una vez todos sentados en la sala, Alfred más feliz con su chocolate y con una pizza en camino Arthur se atreve a preguntar.

—¿Por qué demonios te fuiste? —en un evidente tono agresivo.

—Arthur —le riñe Francis—no seas tan duro con el muchacho, lo importante es que ya está aquí.

—me alegra eso —resalta el mayor de los americanos—. Pero sí me gustaría saber por qué es que te fuiste, todos estábamos preocupados.

Alfred intenta contestar pero es  interrumpido de forma brusca.

—Alfred se sentía... Se siente mal, siente que ustedes no le valoran, no le comprenden —explica Ivan apretando la mano de el cautivo apretándola con más fuerza de la que es aceptable.

—Calla Ivan, deja que Alfred se explique —le ladra Arthur.

El cautivo vacila, termina por asentir levemente.

—Sí, todo lo que dice es cierto, esa es la razón —murmura, sin corazón para repetir lo que ha dicho el ruso, el cuál por cierto sonríe con maldad.

Arthur mira, con el corazón roto porque entonces, si que fue su culpa en gran parte, Matthew no se la termina de creer.

—Creo que no estás bien, hermano —el canadiense se levanta—. Quizá después de dormir y comer una buena pizza logres estar más calmado y ordenar mejor tus ideas.

Le sonríe con cariño, ayudádole a levantarse para acompañarlo a su habitación, pero la mano del ruso se posa en el hombro de su presa.

—Alfred no dormirá aquí —sentencia con tono infantil.

Alfred le mira suplicante, mas, no es capaz de articular palabra.

—¿Por qué no? Esta es su casa, nuestra casa.

—Ahora somos pareja —explica muy contento—. Es normal que queramos vivir juntos.

—Esa es una decisión que se toma después de meses ¡Años de noviazgo! —realta Arthur.

—Nosotros no, nosotros sabemos que funcionamos muy bien juntos —replica de inmediato el ruso.

—¡Ya cállate Ivan! ¡Deja que hable Alfred! —le ruega, más bien le exige el inglés al ruso.

Matthew sigue sin poder procesarlo, tratando de pensar en una respuesta más lógica. Pero no la encuentra, no quiere alejarse de su hermano ahora.

Francis nota la preocupación del menor y corre a abrazarle mientras Arthur sigue tratando que Alfred hable.

Ciertamente, Alfred quería quedarse con su hermano, pero tenía miedo el castigo que Ivan pudiese proporcionarle después de eso.

—quiero ir con Ivan —les anuncia con la voz tenue, insegura.

—No... —Matthew se separa del abrazo, avanza hacia su hermano y le toma de la mano—, tus cosas están aquí, yo, tu familia está aquí —le explica con cariño y absoluta preocupación.

—Pero yo le amo —explica, triste, pero más sincero de lo que le hubiese gustado admitir.

Está vez el que de levanta es Arthur, sin querer oír más, sintiéndose absolutamente culpable. Toma su portafolio sin ver ni despedirse de nadie sale por la puerta.

El francés hace los ojos en blanco saliendo tras de él para calmarlo o algo, despidiéndose con prisa, mirando a Alfred por última vez con tristeza antes de salir tras Arthur.

—Oh, parece que la reunión ha terminado —comenta el ruso con un tono de niño.

Toma la mano de Alfred, se levanta y se dirige a la salida.

—¡No te lo lleves! —pide Matthew, con la voz más firme que ha usado en su vida.

—Vendremos mañana a recoger sus cosas ¿Sí?

Matthew le mira, a ambos, a uno con odio y a otro con demasiado amor, no le quiere dejar ir. De hecho ni siquiera le ha soltado la mano.

Alfred le sonríe, con dulzura y algo de tristeza también.

—No es un adiós para siempre, Matthie —le recuerda con cariño—, nos veremos mañana —intenta sonreírle.

Matthew le suelta, sin ganas, pensando que no le han dicho a qué hora vienen, sólo ve la silueta de su hermano cruzar la puerta.

En cuanto se siente solo, comienza a llorar como no le han permitido hacerlo las visitas. Llora desconsolado, llora aliviado de que ahora sabe a dónde está  su hermano y llora de nervios al dejarle en manos de la bestia que considera, es Ivan, llora pues sabe que algo anda mal en todo eso, en lo flaco que está su hermano, en que Ivan no le deje hablar.

Llora un buen rato hasta que el timbre de su casa suena, levanta la vista ¿Será Alfred?
Corre a ella pero cuando la abre no encuentra a la persona que esperaba.

Gilbert está en la puerta. Le saluda mirando al frente de la casa en busca de su amigo Alfred.

Matthew se limpia los ojos y se maldice a sí mismo por no llamarle para cancelar.

—¿Y Alfred? —pregunta una vez inspeccionada la sala de estar, Matthew llora un poco en respuesta —. ¿Qué te pasa?

—Ivan... —intenta limpiarse el desastre en su cara —. Lo tiene Ivan, Gilbert, estoy seguro de que algo malo le pasa a mi hermano y es por culpa de ese sicópata.

Gilbert le mira con los ojos muy abiertos, desvía la mirada pensando.

—¿Le has dicho esto a alguien más? —le cuestiona tomándole de los hombros.

—Eh... Sí, le expliqué mis sospechas a Francis y Arthur pero creo que no los termino de convencer.

—Yo te creo —asegura—. Conozco a Ivan desde que su familia y él llegaron a la ciudad, siempre me pareció un ser de otro mundo, raro, apostaría que ha matado a más de uno.

—¿Crees qué mate a Alfred? —le pregunta asustado, sujetando la camisa ajena con preocupación.

—No... No lo sé, es extraño que se lo lleve así como así ¿Por qué lo dejaron? ¿Qué excusa tiene? —le cuestiona.

—Que ahora son pareja.

—¡Kesesesese! —se ríe con fuerza—. ¿Y le creíste? ¡Por favor! Él es un sicópata, evidentemente no puede sentir nada.

—¿Lo crees? —le pregunta esperanzado. El alemán se queda callado, deja de reír para poner una cara de incomodidad, su pálida piel no deja lugar a duda; está ruborizado.

Asiente un poco con la cabeza. Matthew le mira extrañado.

—Mira mocoso, te contaré algo de lo que todos se acuerdan pero prefieren no comentar y eso es porque si lo comentan el asombroso yo les rompe la cara, así que lo mejor será que tú tampoco lo comentes ¿Entendido? —Matthew asiente mirándole a los ojos—. Bien, tú irías en la escuela elemental, pero yo ya estaba en mi asombroso primer año de universidad. Era el galán de mi generación, absolutamente, junto a Francis y Antonio. Pero entonces le conocí. Ivan. Él ya estaba en el último año de la carrera de psicología. Obviamente no se pudo resistir a los encantos del asombroso Gilbert —en realidad, fué él quien terminó cayendo ante el misterio que emanaba el ruso—. Después de súplicas eternas por fin le dije que sí —Gilbert fue quien suplicó—. Llegó a ser pareja de el maravilloso yo.

Matthew le mira con los ojos muy abiertos, Francis siempre se burla, con bromas que insinúan algo entre Gilbert e Ivan, pero nunca nadie le mencionó que es porque realmente hubo algo entre ellos.

—Escucha niño, todos creen que rompimos porque el asombroso yo ya estaba harto del nada asombroso Ivan, pero... Creo que a ti te serviría saber la verdadera historia.

Gilbert se sienta, pues se lo ha contado a tan pocas personas, le cuesta tanto hacerlo.

Matthew toma asiento a su lado, mirándolo intrigado. El alemán traga saliva antes de comenzar con un suspiro.

—Él me golpeaba. Me maltrataba, nunca quiso tener sexo conmigo y cuando yo le insistía, parecía que solo le exitaba si estaba sangrando, si podía lastimarme en el proceso.

El canadiense aprieta los ojos pensando que es demasiada información, pero a la vez es información útil, siente preocupación por su hermano.

—Incluso cuando solo teníamos citas, parecía que él disfrutaba con golpearme, no solo eso, le gustaba hacerme sufrir de manera psicológica, de hecho, hizo que me alejara bastante de mi familia, de mi padre y de mi hermano. Me quería solo para él, de una manera muy posesiva, muy tóxica.

—¿por qué permitidas qué te hiciese eso? ¿Por qué no lo denunciarte o...? —le cuestiona con preocupación, Gilbert le interrumpe.

—Porque me hizo creer que lo amaba. Porque fuí lo suficientemente estúpido como para creerle.

—¿Y cómo pudiste terminar con él?

—Su hermana... ella, ellas, tiene dos. Ellas me ayudaron a darme cuenta de que me hacía mucho daño. Vivían con él en ese tiempo y pude ver la realidad gracias a sus palabras.

—¿Crees que le esté haciendo lo mismo a mi hermano? —le pregunta con tristeza y angustia.

—Podría, apuesto que está haciendo justo eso. Pero tengo una asombrosa idea, sé quién puede convencerle de dejar a Alfred en paz.

∆•∆•∆

Ivan estaciona su camioneta. Ayuda a su amado a salir de ella.
Alfred sale emocionado de poder ver a su hermano otra vez.

Toca el timbre sonriéndole a Ivan, este le devuelve la sonrisa.

Matthew abre la puerta abrazando a su hermano menor, dejándolos pasar, Ivan se detiene abruptamente en la sala al ver a una mujer, de cabello corto y rubio pálido, con senos grandes y una vestimenta humilde.

Los ojos tristes de la mujer se alzan e iluminan en cuanto ve a Ivan.

—Vanya... —le llama con cariño la dama.

Alfred mira la escena algo desconcertado. La fémina se levanta a acariciar las mejillas de su hermanito pequeño.

—¿Se conocen? —pregunta Alfred señalando a ambos.

—Ella es Yekaterina, mi hermana mayor —le explica el ruso a su pareja—. ¿Qué estás haciendo aquí?

—Vine a entregar un encargo de verduras y este jovencito me invitó un chocolate caliente, no tenía idea de que vendrías ¿Tú que haces aquí?

—Vinimos a recoger las cosas de mi novio —comienza a explicarle con una orgullosa sonrisa y un tono más infantil de lo habitual.

—¿Novio? —Alfred saluda desde atrás del ruso, algo atontado por los pechos de la dama. Ella le mira con tristeza, misma mirada que le devuelve a su hermano —. ¿Por qué quieres sus cosas?

—vendrá a vivir conmigo —anucia emocionado, ella le observa preocupada.

Su mirada se posa en el canadiense, quien no ha perdido detalle de cada acción.

—Sé que ya he importunado demasiado, jovencito, pero sería grato que nos prestes un momentito tu sala, quisiera hablar con mi querido hermanito —pide la señorita.

Matthew asiente con la cabeza.

—Claro,  tomen su tiempo. Mientras, Alfred ¿Te parece si empacados tus cosas?

Ivan y Alfred se miran, Ivan le amenaza con la mirada, pero una caricia de su hermana en el pelo le hace ablandarse, asintiendo al final, Alfred sonríe y corre hacia su hermano.

Este me hace entrar al cuarto que compartían y cierra la puerta.

Corre hacia el menor y le abraza.

—Él no puede escucharte aquí, no puede escucharnos —le recuerda mirándole a los ojos. Alfred traga saliva —. Te quiero Alfred, dime ¿Alguien te está haciendo algo malo? ¿Por qué te fuiste? ¿Realmente te fuiste o te...? Dime, dímelo todo.

—Yo... —toma aire antes de mentirle a su hermano—. Me fuí, por mi propia cuenta, pero no fue tu culpa.

Afirma, acariciando un poco el hombro de su hermano.

—¿Por qué entonces?

—Estaba .... Emm... Harto de todo. Sí eso. Y yo pues... Solo necesitaba tiempo para mí —intenta sonreír, logrando una mueca forzada.

—pude dártelo, no tenías que irte sin decir nada. Estaba tan preocupado.

—sí, lo siento...

—No, ya estás aquí, eso es lo que importa —le sonríe amable—. Pero en serio, necesito saber la verdad, Alfred, ¿Por qué estás con Ivan?

El de ojos azules parpadea confundido. Se lo piensa un momento.

—Bueno pues porqué... Él me cuida. Me quiere, me procura, me prepara de comer —comienza a enumerar—, hace bromas bastante divertidas, es calientito, me escucha, me baña.

—¿Te baña...? —interrumpe con una pregunta, muy confundido ante esa afirmación.

—Eh... ¿Qué? Hahaha... Yo nunca dije que me bañara, sería muy extraño ¿Por qué lo haría?

El canadiense alza una ceja, pensando. Procesando todo.

—¿Hizo todo eso en el hotel? —pregunta pensando que es raro que, estando en un hotel, el ruso le haya cocinado.

—¿Ah? ¡Ah! Sí, sí, en el hotel.

—Por todo lo que dices, parece más que Ivan te tuvo secuest... —bromea, pero se detiene en cuanto se da cuenta que, de ser cierto, todos los hilos sueltos  encuentran sitio.

∆•∆•∆

Chan chan chan

No olvides pasar por mis otras historias, apuesto que te encantan, los amo

Gracias por leer.

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