13
La puerta que da al sótano.
La abre rápidamente metiéndose en él en lo que el ruso, satisfecho con el americano, abre la puerta, encontrando un malhumorado señor inglés. El ruso le sonríe, aunque por dentro quisiera azotarle contra la mesa y comenzar a hacer una serie de actos inenarrables que acabarían con el inglés rogando por piedad entre un charco de sangre y fluidos varios, mientras el ruso continua, deleitándose con las delicias del cuerpo británico. En lugar de eso solo le invita a pasar.
—Arthur, es una sorpresa que estés aquí, usualmente avisas cuando vienes.
—Esta vez no vengo por ti, traje a Matthew y la Rana, queremos revisar algo en tu computadora —explica directo.
—¿Qué cosa? —se tensa, sin que pueda ser evidente.
—No vamos a revisar tu porno —sutil—, queremos ver páginas de prostitución y eso.
—Eso se hace solo en casa, Arthur, es perverso venir a hacerlo en mi casa —se tranquiliza al saber que no están aquí porque sospechen algo.
—¡No es para eso grandísimo idiota! Es por Alfred.
Ivan se paraliza un momento. Mirando a los tres rubios parados en su puerta con una mirada asesina. Respira como depredador, lento y clamo, como si asechara una presa, una sonrisa peligrosa aparece en su rostro sin poder evitarlo.
—¿Alfred? ¿Qué tiene que ver él con las páginas de prostitución? —cuestiona inocente, invitando a los tres a pasar, sí, justamente a un lugar donde no pueden escapar, de ser necesario actuar.
—Pues... es que... mejor que Matthew te explique —mira al canadiense en espera de que lo haga, este asiente mientras caminan por el pasillo rumbo a la sala de estar.
Al llegar a ella, Alfred puede escuchar las pisadas, más de cuatro, levanta las cejas ¿más personas? Lástima que no puede escuchar más que murmullos inentendibles.
—Tenemos la sospecha de que el veredicto de la policía está mal. Mi hermano no huyó de casa —el ruso le escucha atento, con tensión, sin sentarse. Avanzando peligrosamente a la chimenea donde un feliz tubo de hierro reposa en espera de ser usado, una tubería, para ser exacto—. Conozco a Alfred, y... por pruebas como... —duda un poco de contarle esos detalles, pues ya le vio con las manos en la tubería además que se debe sospechar hasta de uno mismo—, varias pruebas, de que en realidad es muy tonto que huyera.
—¿Pruebas cómo cuáles? —exige el albino.
—Pruebas.
—¿Cómo cuáles? —insiste, Francis levanta una ceja, porque se parece a una mujer celosa exigiendo que le hables de tus amiguitas, Arthur solo está harto.
—Eso no importa —la insistencia alerta al canadiense—, pero creemos que fue... —no menciona la palabra detonante, porque es muy listo el muchacho—, creemos que puede estar en alguna página de trata de personas.
—Extremo ¿no les parece?
—Estamos desesperados —puntualiza Francis, los otros angloparlantes asienten.
—¿Por qué mi computadora?
—Tu potente antivirus.
—No tengo potente antivirus —miente descarado.
El canadiense levanta una ceja preguntándose qué razón tenía el ruso para mentir.
—Kiku me dijo que te instaló uno —el albino traga saliva queriendo matar a un japonés.
—Era un chiste —se defiende infantilmente—, bien, la computadora esta acá, acompáñenme.
De nuevo el estadounidense escucha pisadas que se desplazan hasta que el sonido se apaga, dejándole de nuevo en su soledad. Respira antes de suspirar, se recarga en la pared dejándose caer pensando.
—¿Por qué demonios no corrí a la puerta principal? —se pregunta en voz alta. Nadie responde.
Ni siquiera se da cuenta que la entrada del sótano no está sellada y que si bien quisiera podría perfectamente salir y escapar, pero no lo hace, su cerebro no maquina si quiera la idea, de hecho, se da cuenta que se siente mejor estando en el sótano escondido. Se siente más seguro, porque, aunque no está el ruso, Alfred sabe que le está protegiendo.
Ese es el problema.
Ivan no le estaba defendiendo de nada, ni protegiendo ni queriendo, solo le estaba amando de la forma más enferma e insana que alguien tiene para amar.
Pero Alfred ignoraba el hecho, estaba confiando en el ruso tanto como el ruso estaba confiando en él, lo besaba, aceptaba que eran pareja. ¿Dónde estaba su razonamiento?
Alfred se justificaba defendiendo que: Ivan le cuidaba, le quería, le alimentaba, trabajaba para mantenerlo, en ocasiones era muy dulce con él, meloso.
Realmente le amaba ¿Qué razón tenía Alfred para no corresponder esos sentimientos?
Mala persona no era, quizá algo demente.
El estadounidense se relame los labios mientras piensa, lo odia.
Odia a Ivan, pero a la vez se siente contento de verlo. Nadie le ha explicado aún que es por los meses de aislamiento que el contacto humano, aunque sea de tu secuestrador, te alegra.
Ivan le cuidaba, eso significaba que le quería.
Sí, lo había secuestrado, le niega la comida cuando no hace lo que le ordena, lo golpea si se sobrepasa, pero no le ha matado, no le ha violado. Eso debe significar cariño. Piensa el americano.
Sus dedos acarician con delicadeza sus labios sintiendo aún al ruso en ellos.
Sí, extrañaba a Arthur, a su hermano, a Kiku a Gilbert, a todos sus amigos, jugar videojuegos, comer en McDonald's, elegir su ropa, ir al cine, hacer deporte, ser libre. Pero al parecer todos sus amigos y familia estaban mejor sin él. El veneno de mentiras comienza a infectarle el cerebro, logrando que deje de creerse un héroe, que crea que su vida no vale la pena y todo este tiempo fue solo un estorbo para todos.
Después comienza a preguntarse:
¿Quién?
¿Quién sí le extrañaba?
¿Quién sí le quería?
¿De quién mejoraba la vida con su presencia?
Ivan.
La respuesta de todas esas incógnitas era Ivan.
La respuesta a absolutamente todas las incógnitas era Ivan.
Lo único que necesitaba era a Iván.
Ivan podría darle una nueva vida. Si no era el héroe de nadie, estaba seguro que siempre sería el héroe de Ivan. Estaba seguro de que Ivan era el sol y él estaba destinado a girar alrededor de Ivan como un planeta... no, como un girasol, porque siendo un girasol seguro le gusta más al ruso, además que si es un planeta habrá momentos donde le dé la espalda. Siendo un girasol estará mirándole por siempre hasta el día que la flor se marchite.
Abraza sus frías manos, sintiendo dolor, pues tiene los brazos y muñecas llenos de hematomas que le dejan los azotes. Héroe, el héroe de Ivan, Ivan su mundo, el héroe del mundo.
Pobre ingenuo.
—Bloody hell! —exclama un muy enojado señor inglés—. ¿Cuántas páginas ya revisamos?
—Doce.
—Y en ninguna hay ni rastro —a pesar de eso sigue tecleando frenéticamente mientras Francis habla pacíficamente con el albino.
—Ivan, querido. A ti te gustaba Alfred, ¿verdad? —pregunta directo.
El ruso asiente con su sonrisita infantil, se ruboriza ligeramente pensando en que hace apenas unos minutos el americano estaba besándole, aunque pronto recuerda que debe parecer triste, así que hace su mejor cara de niño regañado.
—Lo extraño —suelta de manera sincera.
—Todos le extrañamos... ¿Por qué nunca lo invitaste a salir?
—Tuvimos una cita un día, да —baja la mirada—. Esa tarde fue la más hermosa, nos tomamos de las manos, me besó —señala sus labios con inocencia—, y me dijo que me amaba mucho también.
Ambos angloparlantes voltean a verlo con rostros sorprendidos, se puede decir que el rostro del isleño es hasta horrorizado, el francés solo levanta las cejas.
Es que Ivan no miente, se ha ganado esa reputación, pero esta vez dejó a todos los presentes desconcertados.
—Dios... ¿Todo eso en la primera cita? —lo dice el que llega a la cama en la primera cita.
—Alfred es incapaz de hacer bobadas románticas así —suelta el inglés con cara de asco pensando en el estadounidense como un ogro o algo así que ni sentimientos tiene si no son hacia la comida. Además, sigue tratando de procesar que Alfred haya intentado enredarse con la otra masa psicópata sin sentimientos que es Ivan.
—Mi hermano nunca me habló de sentimientos por ti —"de hecho te detestaba con todas sus fuerzas", agrega para sí mismo, porque este si no le cree ni una palabra de lo que está diciendo.
El ruso se alza de hombros.
—Dijo algo de que los mantenía en secreto porque Arthur se molestaría y la sociedad y quién sabe qué —échale la culpa.
—¡Claro que me iba a enfadar! —protesta Arthur— pero pudo haberme dicho ¡Ni que mordiera!
El canadiense ya empieza a sospechar algo, porque Ivan no miente, pero ya van dos veces que miente esta vez. Aunque no le nota nervioso.
—Si realmente estaba enamorado de ti —especula el americano—, son razones menos para suicidarse.
El ruso por un momento lo mira con mala cara, maldiciéndole con fuerza puesto que eso eleva las probabilidades de secuestro.
—Los americanos... siempre son extraños en el amor —admite Francis—. ¡Ulala! ¿Tienes por fin nuevo aire acondicionado? —inquiere señalando el aparato de sonido que le permite contactar con el sótano—. No lo había notado, entiendo que estés acostumbrado, pero lo sigues teniendo a una temperatura muy baja, Cher.
El albino se tensa, acariciando la tubería para sentirse más tranquilo.
—Es que tenía calor... subo la temperatura en las noches, es mejor que el otro, да.
Matthew mira la instalación y levanta una ceja, porque él sí sabe de tecnología y nota perfectamente que es un instrumento de audio, no parte del aire acondicionado. Tres mentiras.
La cuestión real es ¿Por qué? ¿Por qué mentir sobre un comunicador? De hecho. ¿Por qué instalar uno cuando se vive solo? Tal vez recibe visitas, o renta habitaciones. Hay que descartar posibilidades.
—Francis, une faveur ... —comienza el canadiense en francés a sabiendas que el ruso no puede entender el idioma—. S'il vous plait, demandez-lui s'il reçoit des visites très souvent ou s'il compte vivre avec quelqu'un —el francés levanta las cejas porque "Pregúntale si recibe visitas o si planea vivir con alguien" es una petición muy rara, en el idioma que lo pongas. El ruso no entiende, pero sabe que algo sospechoso esta dicendo—. S'il vous plait, rendez-le décontracté —"Por favor, hazlo de manera casual".
—Aja... —el francés se vuelve al ruso como si no le hubiese entendido al canadiense, hace un gesto al albino indicando que Matthew está loco, Ivan se tranquiliza—. Entonces, ¿no has salido con nadie que no sea Alfred?
—No.
—¿No te interesa nadie? —el ruso niega con la cabeza—. ¿No? ¿Ni tu queridísimo hermano Francis?
—No —niega sonriendo, porque claro que Francis le interesa, es Francis ¿Quién se podría resistir a sus encantos?
—Y yo que quería sentar cabeza con alguien guapo y fuerte como tú —suspira—. Imagina tener sitas en esta enorme casa. ¡Vivir aquí con tu pareja! Nah, sueños, solo son sueños, aunque puedo apostar mi vida a que tienes cientos de invitados.
—No realmente.
—¿No? Al menos reuniones.
—No, nada de eso —mueve su cabecita de lado a lado.
—¿No piensas vivir con nadie? —su insistencia comienza a molestar al ruso.
—No si no es con Alfred, pero como escapó... —resalta el "escapó".
—No hablemos de temas tristes —antes de cambiar de tema, le lanza una mirada a Matthew para asegurarse de que no necesite saber nada más.
El canadiense asiente con agradecimiento, antes de que el sonido de las manos de Arthur chocando contra el escritorio distraiga a todos de sus pensamientos.
—Veintiséis páginas, conversar con proveedores y nadie tiene ni rastro—protesta. El canadiense suspira.
—¿Revisamos los prostíbulos de la ciudad? —sugiere el menor. Arthur bufa.
—Francis ¿Lo has visto en algún prostíbulo de acá? —pregunta el de ojos verdes.
—¿Por qué iba yo a estar en un prostíbulo? —pregunta indignado.
—Te la pasas ahí, apuesto que eres hasta V.I.P.
—¡Mentiras!
—¿Lo has visto o no lo has visto? —pregunta harto.
—Hace mucho que no voy por ahí, además no me paro en los que tratan personas.
—Bien, esta noche tú y yo revisaremos, hasta los de los barrios más bajos —el ruso sonríe porque sabe que solo irán a perder su tiempo.
—¿Puedo acompañarlos? —pregunta la tenue voz canadiense.
—No, tú tienes que cuidar tu reputación, Francis es un golfo y yo no conozco a nadie de esos barrios —miente—, así que no tengo problema en ir con esta rana golfa.
El ruso profundiza su sonrisa, escuchándoles conversar y pelear, hasta que por fin toman una decisión y le dejan tranquilo en su casa, en cuanto nota que el auto está muy lejos sale corriendo al sótano.
—Iván estaba raro —menciona Matthew
—¿Tú crees? ¿No será que también está afectado por lo de Alfred? —especula Francis.
—No, estaba mintiendo.
—Sólo lo hizo una vez y fue porque hizo un chiste buenísimo —puntualiza el inglés, Matthew niega desde el asiento trasero.
—Fueron tres... bueno no estoy del todo seguro de una, pero dos puedo asegurarlas. No era un chiste, no nos quería en su casa o tal vez no quería que usáramos su computadora.
—¿Estará en las drogas? —el francés con su acento francés.
—No, yo lo hubiese notado si así fuera —asegura el inglés.
—Quizá... vive con alguien y no desea decirnos— suelta su teoría el canadiense.
—¿Por qué lo piensas?
—Eso no era un aire acondicionado, era un comunicador, sirve para instalarlo en diferentes habitaciones dentro de una casa y hablar sin tener que ir hasta la habitación, como un teléfono, pero más interno, sin tanta señal —nerd—. Viviendo solo, sin visitas, no suena lógico instalar uno de esos.
—¿Y si ya lo tenía? Casi no me fijo en su casa.
—No, el modelo es del año, el último modelo que ha salido.
-xOx-
El ruso abre la puerta que lleva al sótano y cierto americano le salta encima.
—Alfred —se sorprende, sujetándole las muñecas por si acaso.
—Te extrañé —acepta el americano.
—¿En serio? —sonrisa de niño en la mañana de navidad.
El estadounidense prefiere no contestar y decide que la mejor respuesta que puede darle.
Ivan responde el beso más que contento, abrazándolo a la desesperada, Alfred recorre con sus manos el pecho del ruso solo para meterlas debajo de la bufanda acariciando esa zona tan sensible, el ruso tiene un escalofrío, pues nadie le ha acariciado el cuello yo creo que jamás.
—Corriste a Arthur para poder tener tiempo a solas conmigo, ¿verdad, pervertido? —parece que le acusa, pero solo le está coqueteando.
—No, se fue solito —honesto para lo que le conviene.
—Nos interrumpió en algo importante ¿No crees? —el de ojos violeta asiente—. ¿Te gustaría retomar lo que estábamos haciendo? En la habitación esta vez.
—Да —sin preguntarse nada, sin preguntar nada.
—Awesome! Mientras llegamos hasta allá, ¿por qué no me explicas lo del viaje a Arapaho?—pregunta el rubio sonriendo y abrazando al ruso, si no lo hace se marea.
—Nos vamos en tres días.
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Tal como lo prometí, Gracias por leer.
¿Qué les ha parecido?
Al buen Alfredo se le botó la canica.
¿Se nota mucho que mi OTP es America x Hamburger y no RusAme?
¿Ya votaste? ¿Ya comentaste? ¿Ya le dijiste a todos tus compañeros "¡ACTUALIZARON INQUEBRANTABLE, VAYAN A LEERLO!"? ¿Ya pasaste a leer mis otras historias? ¿qué estás esperando para hacerlo?
¿Por qué hay tantas preguntas y pocas respuestas?
LOS AMO.
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