10

—¿Promesa? ¿Cuál promesa? Tengo hambre... —responde acurrucándose, porque, a pesar de todo, sigue muriendo de sueño.

—Si tu deseo se cumplía ibas a ser mi novio. Да.

El estadounidense abre los ojos hasta que parece que se le van a salir. Se estremece y comienza a patalear.

—No. No. No. No. No. No. No. No. No. No. No. No. No. No. Never in this life! —grita. El ruso pone cara triste como niñito regañado.

—¿Por qué no? —pucherito— mentir es malo.

—Emm...puedo enumerar al menos dos mil razones por las cuales ¡No! Es buena idea ser tu novio.

—Oh...—baja la cabeza con tristeza—. Pero lo prometiste— el aferrado.

—¡Las cosas cambian, supéralo!

Iván frunce el ceño con enfado porque detesta, odia y desprecia que le mientan.

Toma al americano con firmeza tirándolo al suelo, en este caso a las escaleras, Alfred grita de dolor, siente las punzadas en su cadera, hombros, cabeza, se retuerce, pero esto solo duele más pues no está sobre una superficie plana. Grita mientras el ruso le observa con los ojos entrecerrados sin pizca de culpa. El dueño de la casa avanza hacia la salida del infame sótano dejando al americano ahí tirado.

Este siente la vibración en las escaleras, le cuesta un poco, pero logra hablar.

—No te vayas... —el ruso le ignora continuando con su andar— ¡íbamos a la ducha!

—Las cosas cambian— le cita.

—Pero...— avanza otro escalón, el americano entra en pánico—. No te irías en serio...—A Iván le importa tres hectáreas de pepino y avanza otro escalón abriendo la trampilla— No serías... — se da cuenta de que el ruso sí es capaz, claro que lo es.

Se arrastra como puede por los escalones hasta tomarle de los talones, el albino le mira con su expresión sin emoción.

—Yo voy a ser... —traga saliva y yo pregunto por su sanidad mental—, tu novio.

El ruso sonríe cargándolo de nuevo, riendo un poquito a lo "Ufufú". Esta vez lo lleva en brazos de mejor manera: al estilo princesa.

Alfred se acurruca de nuevo, ahora con mayor comodidad empezando a quedarse dormido hasta que siente la oleada de luz ya en la sala de estar, sus ojos que no están acostumbrados se abren con dificultad tratando de observar su entorno.

—La casa es de madre —comenta el ruso sin venir al caso.

Alfred por su parte está admirando tanta cosa vieja que tiene el albino pensando que todo seguro vale millones porque se ve muuuuuuuuy viejo, yo digo que alguien ha visto demasiado "El Precio de la Historia", pasan por el recibidor. El americano observa la puerta, observa la libertad escaparse por entre sus dedos.

—Tengo hambre— declara porque se le ha venido a la mente que si cruzara por esa puerta lo primero que haría sería correr hasta un McDonald's y comerse enteras tres cajitas felices...bueno cinco.

—No puedes comer apestando, vomitaras. Да— explicaciones rusas.

—Pero no creo tener fuerzas para lavarme... estuve parado durante...— se da cuenta que perdió seguimiento de los días—, ehhh; varios días y sin comer— le recuerda tratando de apelar a su empatía.

—Yo no te metí en la caja— resalta.

—Eso... ya basta de recordármelo maldito comu...— se detiene a si mismo de terminar la frase por miedo que le abandone de nuevo—. Ya lo sé.

—Yo te saqué de ahí—dato de extrema importancia.

El americano aprieta los ojos, porque eso es verdad.

Se plantea si debería agradecerle mientras se sujeta con la poca fuerza que le queda pues ahora el ruso está subiendo las escaleras.

—Eso... lo sé también, gracias— agradece con la boca pequeña.

Iván solo sonríe.

Llegan al cuarto de baño. Donde efectivamente hay una ducha, Alfred la mira con alivio, extraña ducharse.

—Awesome! — exclama antes de intentar bajar de los brazos del ruso, por supuesto, este se lo impide— ¿Por qué no me dejas ir? ¡Me voy a duchar como tú lo querías!

Cierra la puerta con su pierna bajándole suavemente, Alfred sigue prensado de su cuello diciéndose a sí mismo que es hasta que logre mantenerse de pie con estabilidad. En esos breves instantes el albino aprovecha para cerrar la puerta con seguro.

El rubio alcanza estabilidad. Trata de avanzar, lográndolo a duras penas, pero finalmente está en la ducha. Suspira.

—Gracias por traerme... —agradece unos segundos después, pues el ruso sigue parado en su misma posición mirándole con el mismo rostro de acosador—, emmm...— se aclara la garganta, nervioso— ¿No vas a... irte?

—No.

—Pero me voy a duchar...

— Да — asiente con una sonrisita.

—O sea que me voy a desnudar y etcétera...

— Да — asiente con la misma sonrisita.

—Por ello es... incomodo que estés presente— suelta. El ruso frunce el ceño.

—No lo es— niega con la cabeza, medio en puchero.

—¡Lo es! No quiero que me veas desnudo mientras me estoy duchando— porque para eterna tortura del americano el ruso no tiene cortina ni paredes, seguro el baño es un lio húmedo cuando termina de ducharse.

—Pero ya te he visto desnudo— se lo piensa un instante— Me gustas también desnudo. Да.

—¡Ese no es el punto! ¡Y no digas esas cosas! — se marea gritándole y entiende que no tiene realmente otra opción, suspira derrotado—. Está bien, quédate ahí. Pero al menos date la vuelta...

El ruso se lo piensa.

—No— decide.

—¡Date la vuelta!

—Debo vigilarte.

—Pero no como un acosador maniaco y depravado sexual.

El ruso lo piensa por unos instantes masajeando su barbilla.

—No lo hago como eso que dices, lo hago como yo— explicación universal.

—¡Tú eres un acosador maniaco y depravado sexual! —ups se le salió.

Iván frunce el ceño, ya no en un puchero, ahora verdaderamente enfurecido acercándose al americano con un paso que hace temblar el suelo y una mirada que hace llorar hasta a las muñecas de porcelana.

Alfred tiembla pegándose a la pared, entrando en pánico al topar con ella pues solo es el recordatorio de que está atrapado.

El europeo le abofetea fuertemente logrando tirarlo al piso donde se retuerce en la fría baldosa sintiendo dolor hasta en huesos que no sabía que tenía. Ya en el piso el ruso le patea la cadera. Alfred grita, chilla como animal de matadero más bien.

—¡No soy un maniaco— golpe en las piernas— ¡No soy un depravado! —patada al estómago, se le escapan lágrimas de sufrimiento al americano.

—¡Eres peor que eso! — grita como única defensa, desgarrando su garganta, perdiendo el aire, Iván recuera a su madre, como le gritaba los mismos insultos a su padre. Lo toma del cabello levantándole la cara solo para darle un puñetazo en ella partiéndole el labio.

—¡No lo soy! — vuelve a levantarle de los cabellos— ¡Dilo! ¡Di que no lo soy! — comienza a arrancarle la ropa con bestialidad mientras abre explícitamente el agua fría logrando que el americano se retuerza de frio también, le azota la cara contra el suelo al momento que su torso está absolutamente expuesto. Alfred llora, siente como su pantalón es poco a poco separado de su cuerpo y siente que se lo arrancan de la piel mientras berrea arañando las baldosas en busca de apoyo para escapar sin importarle que se está revolcando en el agua mugrienta.

—Stop! Stop! —es lo único que puede gritar. A Iván le importan poco esas palabras y termina por sacarle todo hasta que este está desnudo, le suelta y aunque la cabeza se le azota contra el piso, Alfred hace lo posible por huir de ahí arrastrándose como puede hasta la puerta donde trata de abrirla con desesperación pero la perilla parece no funcionar, se desespera tanto que comienza a golpear la puerta hasta que cae de agotamiento llorando, sin tener fuerzas cubriendo lo mejor que puede su cuerpo que ahora que no posee ninguna censura se pueden apreciar todos los moretones y rasguños en ella.

El ruso lo admira relamiéndose los labios, se acerca hasta él con mirada de predador, mordiendo sus propios labios, estampándole contra la puerta sosteniéndole de las muñecas, abriendo sus piernas para posicionarse entre ellas.

Le mira de nuevo, un acorde de violín desafinado suena en el aire, el sonido del agua fluyendo pasa a segundo plano hasta que se hace silencio, un silencio doloroso que penetra en los oídos a fin de destruir la mente, en medio de ese silencio está la mirada del ruso, la insana mirada que no se despega del americano, por fin avanza hasta plantarle un beso, el americano llora estremeciéndose, sintiendo que se le va el aire, moviendo la cara de manera violenta, gritando. Se libera un segundo tomando todo el aire que puede mientras el ruso aprovecha esa boca abierta para introducir su lengua. La sangre en los labios del americano ahora escurre por la barbilla del albino.

Alfred solloza con desenfreno, deja de forcejear con el rostro, ahora mueve el cuerpo cual lombriz de tierra esperando que esto le ayude a liberarse, Iván solo siente unos suplicantes movimientos de cadera.

No es hasta que la cálida, temblorosa y lastimera lágrima del americano se funde con la mejilla del ruso, que este reacciona, abriendo los ojos asustado de sí mismo, separándose de forma abrupta del americano, se levanta mirándole horrorizado. Escucha la risa de su padre al fondo de la habitación tapándose los oídos para no escucharla.

Alfred recupera su respiración, lo mira confundido.

Iván aprieta los dientes al borde del llanto, saca la llave de su mojado abrigo abriendo veloz la puerta, empujando al americano para que no se escape, cierra la puerta y la cierra por afuera, se coloca en posición fetal susurrando "Извините" repetidas veces.

—¡Dúchate solo! — le ordena.

El americano traga saliva confundido, le escucha susurrar sin saber qué, pero no va a desperdiciar la oportunidad, abre la que cree es el agua caliente, sale tibia, eso basta, se ducha con nervios, manteniéndose de pie como puede. Nervioso por no escuchar el tic tac de su querido reloj, o amigo "Tony".  Al terminar toca la puerta.

—Eh... ya he acabado.

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Esta es la parte en la que me matan por no poner lemon.

¡Gracias por leer! 

y lamento lo que sufre el pobre América, me dolió escribirlo, ¡pero espero que a usted le haya tenido al filo del asiento!


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