𝚇𝙸𝙸𝙸↬deѕpυéѕ de ѕer doмeѕтιcado тodo adqυιere ѕenтιdo
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ᵉᵖⁱˢᵒᵈⁱᵒ#13
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《—¡Ah! —dijo el zorro—. Lloraré.
—Tuya es la culpa —le dijo el principito—. Yo no quería hacerte daño, pero tú has querido que te domestique…
—Ciertamente —dijo el zorro.
—¡Y vas a llorar! —dijo el principito.
—¡Seguro!
—No ganas nada.
—Gano —dijo el zorro—. He ganado a causa del color del trigo.》
Ensimisado al ritmo de la voz de Chen mis dedos danzan sosteniendo un lápiz sobre la hoja de la libreta para anotar sus sermones de cada día con la oratoria de un pastor sin una analogía religiosa. Escuchaba cada una de sus palabras, oveja al credo como el resto de mis compañeros. Deseando algún día portar su sapiencia y ayudar a los demás como él me ayudaba a mí. El Martín —tan semejante a mi hermano mayor ausente y quien fue mi mejor amigo cuando más lo necesitaba—, me hacía cuestionarme si también hubiese llegado a estudiar psiquiatría como este enfrente de mí. Sin duda, verlo era mi consuelo: vislumbraba a mi hermano en él si su futuro no hubiese sido arrebatado por el ángel de la muerte. Mi hermano era mi ejemplo a seguir, y hoy, inspirado en las palabras de Chen, quise ser como ambos; ambos eran la misma persona dado unos momentos de disociación.
Sí, hoy estoy desconectado. Precisamente no guardaba sus palabras en la libreta. Mis ojos se levantaban y bajaban a un ritmo moderado. Veía a Kylie. Volvía a dibujar. Kylie. Dibujo. Dibujaba a Kylie mientras está no quitaba los ojos del adulto a su cargo ¿Quizás podría decirse que la castaña se transformó en mi musa? Con esta nueva pintura entre unas tantas más había concluido la libreta. No tenía un teléfono ni una cámara para guardar los momentos con ella ni su radiante belleza natural. Pero aún guardo mi don: el indicado para plasmar su rostro viendo un atardecer, riendo con su mejor amiga, regando las plantas del pasillo, y hasta el brillo de sus ojos cuando leé su rosa o mira a "la nada" que llama "amigo de otro planeta". Tan insólita, ingenua, curiosa, infantil, cariñosa, dulce, a veces porfiada ante la actitud adulta de uno de sus amigos, saltarina, un poco loca, muy rara. Tan pero taaan frágil. A veces me aterraba la idea de algo apagando su benignidad o el candor de sus ojos. La velas hay que cuidarlas o una suave brisa podría apagar su luz.
En medio de toda mi disociación su historia favorita suele llegar a mi cabeza cuando pienso en mi miedo de ver su luz apagada semejante a la llama de dicha vela al frío viento nocturno. El zorro le enseña al Principito que cuando realmente nos tomamos el tiempo en conocer a alguien, nos preocupamos activamente por su bienestar y crecimiento —porque eso es cuidar— y cuando nos hacemos responsable del bienestar y satisfacer las necesidades del otro, es cuando esa persona se hace especial para nosotros. De ahí radica el secreto entre todo: queremos todo rápido y nos impacientamos fácilmente, pero el zorro nos enseñó que esas relaciones significativas que realmente dan sentido a la vida necesitan tiempo, esfuerzo y atención constante. Las relaciones no se sostienen por la intensidad de ciertos momentos sino por la consistencia, por la suma de los rituales particulares de cada relación. Y aunque parezca mucho pedir es realmente esto las que la hacen tan especiales y valiosas.
Mi padre me habló en su última visita de continuar mis estudios en la rama que yo encuentre deseada al ser dado de alta. Es muy tarde para ingresar a una escuela de artes y muy pronto para olvidar perseguir un título universitario. Después de todo, sigo siendo el mismo un adulto creyendo que soñar no sirve de nada. Pero toda está abstracción me ha dejado ideales muy claros:
«Quiero ser como Chen y ayudar a las personas. Quiero cuidar a Kylie».
¿Y si me hago psiquiatra o psicpsicólogo?
Al final una nueva interrogante hostiga mi consciencia: ¿Así de intranquila y paradójica es la mente de todos o soy el único en mi especie? Logro saltar de un tema a otro en la hiperactividad de mi cabeza como un tren desviando rieles para pasar por todas las estaciones gastando tiempo y recursos en vez de seguir un camino fijo hasta llegar al destino final.
Creo que después de tanta meditación tengo una idea concisa de mi nueva decisión. Al menos de algo me sirvió procastinar mis metas de vida hasta ahora. Quiero ser alguien de provecho, ayudar a los demás como Chen lo ha hecho con nosotros, y sobretodo, cuidar a Kylie. "Cuidar" es parte de la domesticación.
— Yeonjun, ¿puedes quedarte cuando salgan todos? —verbaliza Chen, despertándome de mi aturdimiento mental. Ni siquiera noté que su "clase" había concluido y mis amigos recogían sus cosas.
— Sí —contesto algo temeroso de ser reprendendido por la falta de atención. Seguro me vio en los aires toda la mañana.
— Yeonjun te esperamos en el comedor —me recuerda Sofí antes de salir con el resto.
— Hasta luego —despide Ky con un fuerte abrazo, vacilando entre dolor y pérdida en sus ojos marrones ¡Wao! Me hizo sentir como si este fuese un adiós definitivo—. Te extrañaré.
¿Debería preocuparme? Solo espero que ese abrazo no tenga nada que ver con un regaño de Chen por mi desorden mental. Espero que no me eche de aquí por ello.
Me comencé a inquietar. No quería ser amonestado por un error. No obstante, tan pronto mis amigos abandonaron la sala mi ansiedad cayó en caída cual montaña rusa al una sonrisa adornar los labios del mayor y sentir una palmadita en la espalda tan amigable e fraternal como las de mi hermano mayor hace unos años.
— ¿Qué ocurre, señor Martín?
— Nada, cambia esa cara. No tienes de qué preocuparte. Solo quería felitarte, Yeonjun.
— ¿Felicitarme? —pronuncio dudoso, ahora comprendo menos.
— Sí.
— ¿Por qué?
— Porque eres el último en ingresar a este primer nivel y el primero en irse.
— ¿Eh? No comprendo.
— ¡Qué más sino! —celebra levantando los puños al aire, emocionado—. La semana que viene serás dado de alta.
— ¿Qué? ¿Acaso habló de irme de aquí? —mi cabeza hace corto circuito— ¿Seré expulsado?
— ¿Expulsado? —ríe como si fuese un gran chiste— ¡Qué tontería! Estás sano y listo para volver a tu casa.
— Claro. Esa idea me emociona —miento, forzando una sonrisa y saliendo de allí con más ansiedad que la idea de antes.
Sin embargo, esa idea para nada me agrada. En primer lugar, no quiero irme de aquí. No tengo ánimos de volver a casa y dejar a mis amigos, solo estaré condenado a vivir entre discusiones con papá. Mucho menos alejarme de Kylie, no es que necesitó el amor de alguien más para sanar, sino que la nueva forma de ver el mundo que ella me había enseñado fue quien proporcionó esa mejoría. Temo perder todo lo que he ganado en este tiempo. Antes mi lugar seguro era mi casa; hoy, es donde permanezcan mis amigos.
¿Solo me queda una semana aquí? ¡Dios! Parece hasta chistoso que mi primer día sentía aberración a este lugar y temía un empeoramiento de mi estado. Hoy no me quiero ir ni de chiste. Ojalá pudise congelar el tiempo al primer día que vimos el atardecer los cinco en la terraza y comenzó el ritual entre nosotros. Solo eso, no pido más, ¿acaso es egoísta de mi parte? Este es mi lugar feliz, donde hay paz y tengo los mejores amigos del mundo. No necesito nada más.
No fui al comedor, perdí el apetito y no tengo el valor de ver esos ojos marrones de mi Kylie para darle la noticia. Tomé la toalla y un poco de ropa para ir a ducharme al único baño donde hay agua caliente en este psiquiátrico —el unisex que antes nadie se atrevía a usar por miedo a Kylie. Chistoso, hoy es la favorita de todos—. ¿Recuerdan cuando mencioné que ducharme es una manera de relajación para mí? Pues es el momento de ponerlo a prueba otra vez, necesito refrescar y calmar mis neuronas; aún tengo que encontrar las palabras para darle la noticia a la castaña, aún necesito afrontar la realidad: aunque no deseo hacerlo.
Sorprendentemente descubrí que a diferencia del resto en cada cuarto personal, este baño tenía un gran espejo sobre el lavamanos. Era la primera vez en muchísimo tiempo que admiraba mi reflejo. Y me sorprendí a mí mismo. Las ojeras sobre mí paliducha piel habían desaparecido, otorgando más limpieza y alegría en mi rostro. También gané un par de libras, ya no parecía una vara de pescar ni un saco de huesos; el uniforme criseaseo era rellenado por mi cuerpo y una ventisca no podría pretender llevarme como un papalote en pleno vuelo. El estrés había desaparecido de mi faz e unido a él mi rostro brillaba sin acné y suavidad, incluso mi rostro tenía una expresión más relajada y radiante. Los pómulos habían vuelto a adquirir su sonrojo natural, dando más viveza a la palidez de muerto con la que había ingresado. Flipo, ¡¿quién iba a creer que un padecimiento mental influyera tanto en mí!? Es real ese dicho «la mente influye en todo», lo acabo de confirmar. Lo único desalineado en aquel reflejo era mi cabello: descansando sobre mis hombros; gracias a las raíces naturales de mi color real habían empujado el rubio hasta los bordes sin siquiera yo prever alternar el cambio de rubio a pelinegro. Esta nueva imagen me agradaba. Era un Yeonjun diferente. Era uno en paz.
El tiempo corrió a medida que rehuía de mis amigos cuanto pude. El baño sí me ayudó a relajarme, pero no me dio el valor ¡Joder, ¿cómo puedo darle esa noticia a Kylie?! Ni yo mismo quería pensar en alejarme. Salir al mundo exterior en estos momentos me estresaba, quizás deba atribuirlo al tiempo que llevo sin sentir tanta presión en mis hombros ¿Estoy exagerando? No lo creo, a muchas personas le suele pasar cuando no quieren probar cosas nuevas ¡Solo deseo quedarme y ser feliz! Pero la voz un poco racional de mi cabeza me dice que llevo mucho tiempo ajeno al mundo real; tengo que enfrentarlo si mi meta es ayudar a los demás y cuidar a Kylie. Si me quedo aquí mi padre podría volver a cambiar de idea e obligarme a seguir el trabajo familiar. Sí, siento seguridad de si llegase a quedarme jamás conseguiría la fuerza de cumplir mis metas, de cuidar a Kylie ¡Demonios, es difícil dejar a mis amigos y este lugar! Los necesito. Mi pecho se oprime con la idea de crecer lejos de aquí, de ellos. No quiero seguir creciendo. No quiero convertirme en adulto. Solamente quiero quedarme y ser feliz.
¡Instantes duren más!
¡Tiempo pasa más lento!
El ritual de juntarnos a ver el atardecer sobre la terraza comenzó. Sentarme junto a Kylie, sentir su cabecita en mi hombro y el calor corporal desprendido de su cuerpo en unísmo al aroma dulce del chocolate de su champú; me estremeció cada fibra del cuerpo. Aparté los ojos de la danza de colores rojizos por unos instantes. La magia del momento Kylie ya me había enseñado a buscarla en lo invisible, en el ritual. El hechizo no estaba en la combinación de tonos en el paisaje, sino en la compañía de mis amigos; y me sentí dichoso de estar hoy aquí junto a todos ellos como cada tarde ¡Oh, qué nostálgico! En una semana esto me faltaría. Ellos me faltarían ¿Y qué será de mí? ¿Quién será mi divertido compañero de habitación que me levantará con sus pésimos bailes sin sentido? ¿Quién será mi amiga pelirroja a la cual llamar Weasley y se la pasará nombrándome Malfoy? ¿Quién hará caras gracias y se pondrá celoso cuando interactuemos con las chicas Beom y yo? ¿Quién me abrazará cada cinco minutos y me hará preguntas de cosas que no comprenderá? ¿Qué es un atardecer sin ellos? ¿Qué es un hogar donde no vivan ellos? ¿Qué será de mi sin ellos?
— Yeonjun, ¿puedes quedarte un rato más a solas conmigo cuando vayan a irse?
La interrogante de Kylie tan repentina justo cuando el sol acababa de ocultarse tras las montañas irrumpe el silencio del instante. La castaña toma mi mano entre las suyas y me mira suplicante. El marrón de sus ojos vuelven a estar turbados como está mañana cuando se despidió para dejarme a solas con Chen. Sus labios forman un puchereo y no duda en acariciar la pulsera que me obsequio con sus dedos.
— Sí, sí, quédense, quédense —Gyu empuja al resto rápidamente, con voz insinuante y me guiña un ojo—. Nos vemos luego.
¡Malpensados!
Increíblemente nos dejaron a solas sin siquiera escuchar mi respuesta. Ellos deben pensar en algún evento romántico y por eso reaccionaron así. Y yo aquí consibiendo que tal vez es el mejor momento para darle la noticia a Kylie, merece ser la primera en saberlo.
— Lo sé —dice ella sin preámbulos—. Te darán el alta la semana que viene, lo sé desde antes que tú. Chen me lo dijo desde que lo comenzó a considerar.
¡Joder! Llevo todo el día ansioso y huyendo de mis amigos. Debí percibir el conocimiento de Ky esta mañana cuando se aferró tan fuerte a mí. He sido descubierto, pero no me siento mejor. Sigo asustado, triste y nostálgico. Quizás más que asustarme la idea de contarle a Kylie lo realmente inquietante para mí era asumirlo. No quiero. No quiero ¡No quiero irme!
— Kylie... —murmuro, bajando la cabeza a sus manos sosteniendo la mía con cariño.
— Estoy feliz por ti —salta a mis brazos y hunde su cabecita en mi pecho, solo la levanta para darme una tierna sonrisa con ojos afligidos tras el otoño de su mirada—. ¡Ah, lo siento! Estoy alegre en serio pero tengo deseos de llorar.
— Hemos sido domesticados. Nos hemos domesticados el uno al otro entre los rituales.
— Sí y por eso te voy a extrañar demasiado, Yeonjun. Estaré bien, lo prometo. Te extrañaré y lloraré porque te quiero pero seré feliz por ti —la miro apesadumbrado, vacilando entre llorar y no llorar como ella—. Ven a verme cuando puedas y escríbeme todos los fines de semana.
Basta con fijar la vista en esos ojos marrones, en esos que me dieron la bienvenida y también la futura despedida. Esos que me han robado el aliento y también regalado. Los veo y caigo sin paracaídas en el ensueño de su hechicería ¿Cómo sería el mundo sin sus ojitos marrones?
— ¿Por qué? —murmuro con voz rota. Lo menos que quiero es que esos ojitos marrones lluevan lágrimas de melancolía por mi culpa.
— Siempre supe que esto iba a pasar: viviré aquí toda la vida y tú estabas destinado a volver a tu planeta como mi amigo el principito por su rosa.
— Tú eres mi rosa, la pequeña princesa de otro planeta, Kylie.
— Y tú mi zorro, Yeyo.
La castaña rompe a llorar mientras sonríe con amor. Entierra su cabecita en mi pecho como siempre, la comienza a frotar, derramando los diamantes escurridizos de sus ojos y empapando la camisa grisácea de mi uniforme.
Destrozado. Firmemente la envuelvo en mis brazos; pidiéndole a cualquier deidad desde el fondo de mis pensamientos por ella, por mi rosa. Ahora comprendo lo que es amar a una rosa.
— ¿Sabés? —pronuncio con voz suave, descansando mi rostro contra su cabecita, inhalando y enterrando la nariz en el perfume del shampú de mi hada con ojitos marrones de chocolate—. No me importa llorar. Estoy feliz por ser domesticado por mi rosa.
— ¿Por qué me dejaste domesticarte si sabías que ibamos a llorar? —solloza acurrucada más a mí.
— La tristeza es solo un pequeño precio para que la belleza de los atardeceres, una estrella, el chocolate, el otoño, un libro y una rosa me recuerde a ti.
La enseñanza es amar a pesar de que el adiós dolerá, y aunque suene triste, esto es lo que hace que cada abrazo, cada risa compartida y cada momento unidos valga tanto. Sino hubiese despedida, ¿cómo sabríamos lo importante que son las personas para nosotros? La certeza implícita de que no durará para siempre. Toda adquiere significado y sentido. Cosas simples como una rosa, una estrella, un libro de cuentos infantil, el atardecer y el chocolate cobran un precio distinto; uno importante.
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Perdón el atraso, cada vez se me dificulta más actualizar cuando estoy de guardia en el sm.
Se les quiere mucho. Gracias por tenerme paciencia 😭
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