𝙸𝚅↬conѕυelo en laѕ pυeѕтaѕ de ѕol

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ᵉᵖⁱˢᵒᵈⁱᵒ#4

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《Todos los mayores han sido primero niños... pero pocos lo recuerdan》.
















¿Sabes lo que es extrañarte a ti mismo? ¿Te ha pasado? Es semejante a cuando te ves en una antigua fotografía con una sonrisa distinta. No es la misma, no eres el mismo, coexiste bajo un cambio. Entendiendo su despertar en mi mente como el rugido de una prófuga bestia entrañable; la reconocemos, añoramos y cuestionamos su regreso. Querida bestia, ¿algún día volverás?

Oh, vaya. Estoy pensado en ese inocente niño que era un rayito de luz, ¿recuerdas? Ese muchacho se ha esfumado, aún guardo una parte de él en mí, él fue la parte más hermosa. Su sonrisa, nuestra prófuga bestia, ¿también la recuerdas? La extraño demasiado. Esa sonrisa que nunca nadie valoró, y ahora que se fue, es cuando la empiezo estimar.

¿Acaso es parte del ser humano añorar las cosas luego de perderlas, querida bestia?

«Siempre es igual». Me encantaría poder decir eso, pero no es cierto, y sería un engaño; me estaría engañando a mí mismo. Cada vez es peor. He pasado por muchos episodios depresivos, durará unos días o tal vez semanas, luego esfumará y reaparecerá cuando mejor me halle ¡Estoy harto! Un recuerdo tras otro. Una desesperanza continua. La culpa. Impotencia. Vacío ¡Cada vez peor!

Tercer día en el psiquiátrico. Yazco fatal en este nuevo episodio depresivo. Me siento terrible. Todo ha perdido sentido ¡Todo! Incluso mi vida.

¡Oh, Depresión…!
Por ti corren los días como maratones, me siento un poco mejor, creí mejorar, y regresa. Retornan; ese vacío, esa desesperanza, la angustia, las ganas de llorar hecho bolita en la cama por todo y a la vez por nada, solo llorar, experimento el estrés, la culpa, un martirio intangible pero a la vez palpable, mi cabeza duele, mis pasiones y concentración desaparecen. Me destruyo. No lo comprendo. Decae el entendimiento a mí mismo, no puedo explicarlo. Y me rio, soy capaz de ser “feliz” o “divertirme” en un período, pero en el fondo sigue ese vacío, ese vacío sin fondo. El vacío no desaparece. Nunca. Nunca desaparece el vacío.

Beomgyu está en la habitación junto a mí, lee en silencio un libro de romance sentado en la cama y no me ofrece atención. Agradezco eso, no me simpatiza la idea de mi compañero conociendo tal estado de debilidad, me avergüenza; requiero estar en soledad. De ahí a contarle vagamente que saldré un rato a tomar aire, él me pide tener cuidado pues ya casi está siendo de noche y me puedo resfriar, yo solo asiento y me marcho en busca de mi nuevo paradero.

Mi amigo no se equivocó, sí hacía un frío de los mil demonios, no por nada es viejo aquí. El golpe de frialdad al salir de la cálida habitación fue un latigazo con la realidad. Las temperaturas deben estar cerca de los cuatro grado cercios o en disminución ¿Cómo voy a sobrevivir con apenas un pijama? Ni idea, pero eso es lo que menos me importa. La muerte no me asusta, más bien, me tienta. La iluminación de los pasillos era más alta por las vísperas de la noche. La pulcra y palidez del lugar resaltaba cada vez más mientras iba desapareciendo la luz exterior, justo como las estrellitas luminiscentes que pegamos sobre nuestro techo. Esto probablemente se deba gracias a la luz eléctrica rebotando con mayor facilidad sobre las blancas paredes y el eclipsamiento del exterior.

Advertí las escaleras hacia la terraza las cuales tocaron ayer tema de conversación entre mi amigo y yo. No son mala idea, tampoco se me ocurre un lugar mejor para permanecer en soledad. No conozco usualmente nada. Confiaré en la sapiencia de mi amigo sobre su persistencia desolada la mayor parte de tiempo.

Estas escaleras contaban con cerca de veinte escalones antes de dar con la parte elevada, aquí la iluminación era más tenue en comparación con el pasillo y las barandas de hierro eran frías como los cubitos de hielo cuando las palpabas para subir. No eran muy vistosas, más bien longevas e abandonadas, ni siquiera placían de pintura blanca en años. Sin demora las terminé, y una puerta de hierro quedó frente a mí. Residía oxidada; dibujada al parecer con crayones de un niño hace años, difícil de distinguir. No me tomé más tiempo y pase por ella escuchando un maquiavélico crujir distinguido al empujarlas un poco.

Con apenas una ojeada me revelé en la tranquila soledad, sin nadie alrededor, sereno. Todo lo cual necesitaba. Arrastré mi espalda contra la pared de piedra que daba con la puerta, deslizándome hasta quedar reposando sobre el suelo. No levanté más la mirada. Estar tan abatido me despojaba de cualquier energía ¡Soy tan miserable! ¿Qué cosas esperar de mi actual estado? Ya las sabrán.
Mis dedos se escurrieron dentro de los bolsillos del pantalón, sintieron el frio de un metal y se apropiaron de la pequeña cuchilla para sacar punta al lápiz. Con una mano la mantuve frente a mis ojos, observándola detalladamente, recayendo en el filo de la misma. No era la primera vez que me voy a infligir algo como esto, pero sí la primera en mucho tiempo y fuera de mi lugar seguro en mi habitación de la casa. Exhalé. Y efectué la cortada sobre la muñeca.

Inhalé. La sangre floreció a través de la herida con brillante color rojizo, escurridiza, destacando sobre la paliducha piel. Suspiré aliviado al instante. Es increíble como este dolor físico apacigua mi dolor emocional. Torna a otra cortada sobre mi ensangrentada piel, otorgándome un poco de desahogo y la libertad del silencio a mi cabeza fatigada con la voz de mi mente. No se preocupen, no pienso matarme ni morir desangrado. Solo una cortada más y listo.

— ¿No sientes dolor?

— ¡Joder!

La cuchilla se despeña de mis manos previamente de la última herida, haciendo un sonido débil contra el suelo y con eco dado un repentino silencio. Tuerzo mi cabeza violentamente hacia la voz; descubriendo esos ojos achocolatados que no paran de toparse mi radar, están frente a mí otra vez, tan cerca como el primer día donde casi rozábamos pieles. Lucen muy abiertos, turbados e impresionados mientras juega al contrario su carita, un poco comprimida y expresando una mueca de dolor.

— ¿Eso no te dolió? — Retornó la pregunta, arrugando sus cejas.

No me siento seguro de responder ante tal interrogación dada por sus ojos. Siempre me siento nervioso ante su mirada de chiquillo curioso, la situación se agrava. Seguro ahora sale de aquí y le cuenta a su papá lo que hice, o quizás, en el mejor de los casos, me regañe e me tache de loco. Kylie no me hablará más en la vida luego de esto. Para la mayoría de las personas si nos cortamos estamos desquiciados, no entienden por qué lo hacemos ni cómo nos sentimos, solo encuentran algo mal hecho y ya tienen para donde arrojar su veneno. Siempre es igual. Odio pensar que perdí una oportunidad de amistad con ella.

— ¿No te duele?

— ¿No piensas parar de preguntar hasta obtener una respuesta, no?

Mis recientes palabras no fueron más que un escudo para ponerme a la defensiva antes de un ataque enemigo. Agarré con mi mano la muñeca sangrante, cubriéndola de su vista. Kylie, en respuesta, se sentó junto a mí, viendo fijamente mi muñeca, Dios, ni tan siquiera parpadea. Eso solo consigue aflorar mis inseguridades y activar mi personalidad vulnerable ante cualquier estimulo. Buena jugada, chica rara.

— Yeonjun —pinchó mi abrigo para llamar mi atención, ignorando mis palabras de antes. Se veía muy obstinada en la respuesta—, ¿eso no te duele ni un poquito?

— Ash —maldije en voz baja, derrotado por su impertinencia—. No, Kylie, no me duele.

No habló más, mejor así. Ladeé mi cabeza hacia el suelo como si fuese una obra del gran Picasso, incómodo ¿Qué se supone que haga ahora? ¿Ya me irá a regañar? ¿Se irá a contarle a Chen? Esta espera es peor que una tragedia. Kylie es muy rara y nunca tendré idea de cómo reaccionará.

— ¡Ay!

Un alarido me devuelve a la realidad. Era la castaña, estaba lloriqueando y sujetando... ¿su muñeca ensangrentada? ¡¿Qué demonios?!

— ¿¡Kylie qué has hecho?!

Entre impresionado y espantado agarró su manita, ella se queja, chilla y se retuerce mientras hago presión para evitar el sangrado. Le duele mucho. No concibo por qué lo hizo ¡¿Por qué demonios hizo algo como eso?! ¡¿Se volvió loca o qué?!

— Yeonjun, me duele —lloriquea puchereando.

— Lo sé, tenemos que ir a la enfermería para que te vean la herida.

— ¡No! —Clama con voz temblorosa ya sea por el miedo o el dolor—. Appa me regañará si se entera.

— Pero te cortaste, eso es peligroso y no puedes estar aquí soportando el dolor.

— ¡No, no quiero que appa me regañe! —aúlla, encogiéndose en su sitio, percibiéndose aún más pequeña de lo que es. Si otro adulto pasará por aquí la confundiría con una niña pequeña. Siempre parece una cría de diez años, su cuerpo desarrollado es quien la expone un poco como alguien muy infantil ¿Sabrá que los demás la ven de esa forma? Yo, muy a la contraria del resto, la concibo de forma tierna ¿Acaso soy el único que la ve tan tiernamente?— Si le digo porqué lo hice se molestará.

— ¿Y por qué lo hiciste, Kylie? —reñí con tono de papá regañón.

El chocolate de sus ojos se muestra azorado con mi pregunta, comienza a dibujar círculos sobre su pantalón, tímida, sonrosada, acongojada; infla sus mejillas y masculla la respuesta bajísimo, ni siquiera pude escucharlo estando pegado a ella ¿Por qué reaccionaba de esa forma? Esto estimula más mi curiosidad.

— ¿Por qué lo hiciste, Kylie? —cuestioné reiteradamente, justo como ella hizo conmigo minutos antes. No me pienso contener hasta apoderarme de su respuesta.

— Para probar si no dolía como constate, ¡y si duele! ¡Mucho! ¡Duele muchísimo! ¡Me mentiste, Yeonjun!

Solté una risilla ¿Ese berrinche iba destinado a mí, o más importante, se cortó solo para probar si no le dolía? ¿Qué clase de chica es Kylie? Una cosa es ser raro, otra es ser rarísimo. Esto me pareció curioso, entretenido, gracioso ¿Cuántas veces conoces a una chica como ella? Kylie, muy al contrario de su físico común, es única en su especie. No podía asemejarla a alguien conocido sin importar cuanto lo intentaba. Si la mirabas a los ojos encontrabas la inocencia e ilusión de un niño tras esa mirada de un dulce muy popular; pero seguía teniendo ese “algo”, ese que nadie tiene, nunca visto, como si solo albergara algo en ella que nadie posee ¡Tan extraña! La idealizo igual a un chocolate que solo existe uno en el mundo porque alguien cometió un error en su proceso y ya no sabe similar al resto, por eso no hay nadie igual. Ese chocolate te lo presentan físicamente como cualquier otro dulce, pero ves su diferencia cuando degustas el sabor. Kylie es ese extraño chocolate.

— Tonta —pellizco una de sus mejillas con mis manos, riendo bajito—, yo no te mandé a hacerte daño. Y a mí no me duele, no te estaba mintiendo.

La castaña hinchó las mejillas, forjando un pequeño puchero con los labios; sutilmente enfadada. Esa reacción me pareció más divertida y le pellizqué ambas mejillas, estirándolas y encogiéndolas, repitiendo la acción hasta que sus belfos curvaron una sonrisa. Ya estando lejos de cualquier enfado o nervio, la libero sonriendo burlón, acomodándome contra la pared y haciendo presión en la herida sangrante de su mano. Kylie entrecerró sus ojitos marrones y me miró fijamente lista para empezar a exponer su alegato de autodefensa.

— Tienes que ser más específico, nunca lo hubiese imaginado.

— Te pasa por ser distraída y metiche. No me culpes de tus errores, Ky.

Abre la boca, ultrajada, lista para decir algo más y defenderse; más no encuentra palabras y la vuelve a cerrar. Se queda un rato en silencio, pensando cómo justificarse, y por supuesto, como es y siempre será la infantil e extraña Kylie, decide sacarme la lengua porque ciertamente es la “mejor” forma de vencer esta disputa.

— Eres muy infantil —me burlo.

— Y tú un tipo muy serio, comportándote como cualquier adulto extraño.

— ¡Pero si la extraña eres tú!

Kylie me ignora, volteando su mirada hacia el frente ¿Ya dije que es muy infantil? Bueno, le voy a agregar también mala perdedora.

— ¿Ya no piensas hablarme solo porque tengo la razón en todo? —declaro sonriendo triunfante.

— ¡Ya comenzó! —Kylie chilla de la nada todavía con la vista al frente, pegándome un ligero susto por su cambio de humor tan repentino.

La chica chocolate abre los ojitos y la boca con expresión maravillada, puedo ver sus ojitos brillando, destellando felices y otorgándole ilusión al matiz de su mirada. No tuve momentáneamente la intención de ver hacía el frente para saber qué la puso así, estaba ocupado degustando cada instante pasando por sus ojos, viviendo en cámara lenta el recorrido de las manecillas del reloj; desde su pupila dilatada, el revoloteo de sus pestañas y el café tornándose empalagoso en su mirada.

— ¡Corre, vamos a verlo! —tira de mí, despertándome del ensueño que me sumí por unos segundos y haciéndome recobrar el oxígeno en mis pulmones.

¿En qué momento dejé de respirar?

— ¡Apúrate, tienes que verlo! —insistió.

Me puse de pie aún atolondrado. Recuperé el aliento gradualmente. Cedí a que me propulsara de la mano sana hasta llevarme donde le apeteciera ¿No me he drogado, cierto? ¿Entonces cuál es la razón de estar así?
Kylie se detuvo a unos metros de nuestro lugar original, frente al barandal blanco de hierro el cual ubicaba el final de la terraza por toda su longitud. Aún sonreía y sus ojitos gritaban mi atención, más parpadeé antes de quedar lelo mirándolos como siempre.

— ¡Mira, Yeonjun! —se abrazó a uno de mis codos y apuntó hacia el frente con su mano libre— ¡¿A qué es hermoso?!

Miré hacía el frente y no pude estar más de acuerdo con la castaña. El exterior era asombrosamente encantador. Tan verde, selvático, frondoso, exaltado por las doradas estelas del astro mayor mientras se ocultaba por el alpino paisaje que salpicaba montañas cual granos de arroz por el suelo. Un par de simétricas montañas son tan parecidas que si no forzabas la visión igualaban una; el sol, seductor, arrogante, rasgaba la abertura de ambas  y simulaba ser quien fraccionaba una sola en la mitad. Una cascada se deslizaba dócilmente con sus aguas cristalinas por la abertura, llegando a descansar al final a los pies de una montaña. Sus aguas claras cual cielo despejado, cuando salpicaban con las rocas y jugueteaban con los rayos del crepúsculo, integraban un arcoíris entre las cordilleras. Un hechizador paisaje que escapaba de los más exquisitos artistas o fotógrafos.

— Wou —murmuré hechizado.

— ¡Sí, súper wou! —chilla Kylie, me ladeo hacia ella y la encuentro con una sonrisa tierna—. Todos los días es así de… wou.

— ¿Cuánto hace desde que lo descubriste?

— Desde muy pequeña, apenas unos días después de ser atendida acá ¡Nunca me canso de verlo desde entonces!

— ¿Vienes todos los días, Ky?

— Cada día, cada tarde, a la misma hora —sonríe dulcemente, se aleja unos pasos y toma lugar sobre un pequeño banco de madera viejo, dándome una señal para descansar junto a ella—. ¿Sabes? —verbaliza sonriendo al cielo cuando me siento junto a ella—, Nunca nadie se había sentado a ver los atardeceres conmigo…

En ese momento pensé en El Principito, y la recordé a ella. Siempre tan sola, viviendo en su pequeño mundo, distanciada del resto; descubriendo consuelo en la suavidad de las puestas de sol. Entonces recordé el libro cuando el piloto luego de una conversación con el principito hablando de su vida melancólica descubrió que el niño encontraba refugio en los ocasos cuando estaba triste ¿Kylie podría ser igual?

— Nunca nadie tampoco se había sentado conmigo a cortarse las venas —dije risueño, ganando el obsequió de una suave sonrisa de labios cerrados— ¿Ves? Hay una primera vez para todo en la vida.

— Hablando de eso —Kylie toma mi mano cortada entre las suyas—, ¿no te molestan que vean tus heridas?

— De hecho sí; tenía pulseras para ocultar las cicatrices —me caigo de hombros—, pero me las quitaron al llegar.

Los ojos chocolates me perciben turbados ante mi respuesta. La chica haciendo silencio profundo,  se saca una de sus dos brazaletes y lo estaciona en mi mano.

— ¿Y esto? —inquirí.

— Para ti, ¿no te gusta? —pucherea.

— Claro, es muy mono pero, ¿por qué me lo regalas?

— No es un regalo —comienza a decir en voz baja por timidez, sonrosada—, tendrás que venir a ver todos los días las puestas de sol conmigo.

— Oh, ya entendí. —Vuelvo a compararlo con el libro que tanto le gusta—. ¿Quieres establecerlo como un ritual entre nosotros?

Kylie finalmente asiente levantando la mirada hasta la mía, sonriendo emocionada pues lo capté a la primera; ya no está tímida, luce feliz y emocionada. Me siento bien conmigo mismo por conseguirlo y agarro sus mejillas para volverlas a estirar. Es a mis ojos una niña la cual me está urgiendo cuidar.

— ¿Por qué me haces esto? —habla como puede por mi jugueteo con sus mejillas, paro y sonrió comenzando a acariciar su cabeza como cachorro.

— Porque eres tierna como una niña pequeña… y también tienes las mejillas rechonchas.

Kylie siendo Kylie, la chica más madura que conozco, se defiende con el carácter de una persona adulta ¿Qué es lo qué hace? Sacarme la lengua. Ajá, todo era ironía menos su acción.

— ¿Aún crees que eres una niña y por eso actúas como una chiquilla? —inquirí divertido.

La respuesta de Kylie mientras sigue sonriendo aunque inocente y tierna me recordó una particularidad de la vida. Una que casi todo el mundo olvida y descuida al hacerse mayor…

— Todos los mayores han sido niños… pero pocos lo recuerdan.

…ella hablaba de nuestro niño interior. Ese que yo tenía más que descuidado, ese que ya nadie recuerda. Esa partecita tan importante para que nuestra vida sea plena. Esa. Sí, esa misma. Esa que todos al crecer dejamos de lado.










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Perdón el atraso con la actualización, estoy pasando el servicio militar y me resulta complicado encontrar tiempo para escribir, pero les aseguro que tendrán pronto más seguidas.
Gracias por leer ^^!!

Aquí os dejó una foto del paisaje que vieron Kylie y Yeonjun...

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