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ᵉᵖⁱˢᵒᵈⁱᵒ#3

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《En efecto, en el planeta del principito había, como en todos los planetas, hierbas buenas y hierbas malas. Por consiguiente, de buenas semillas salían buenas hierbas y de las semillas malas, hierbas malas. Pero las semillas son invisibles; duermen en el secreto de la tierra, hasta que un buen día una de ellas tiene la fantasía de despertarse. Entonces se alarga extendiendo hacia el sol, primero tímidamente, una encantadora ramita inofensiva. Si se trata de una ramita de rábano o de rosal, se la puede dejar que crezca como quiera. Pero si se trata de una mala hierba, es preciso arrancarla inmediatamente en cuanto uno ha sabido reconocerla. En el planeta del principito había semillas terribles. Como las semillas del baobab. El suelo del planeta está infestado de ellas. Si un baobab no se arranca a tiempo, no hay manera de desembarazarse de él más tarde; cubre todo el planeta y lo perfora con sus raíces. Y si el planeta es demasiado pequeño y los baobabs son numerosos, lo hacen estallar》.








Es puramente mito conceptuar la depresión como tristeza. Vale, nuestra tristeza es tan honda que es complejo explicarla, pero no es nuestro único calvario. La nube gris sobre nuestras cabezas viene acompañada de cansancio, dificultades cognitivas, trastornos alimenticios, desinterés, culpa, trastornos en el sueño, baja autoestima, impotencia, falta de energía, aislamiento social, falta de concentración, perdida del placer, vacío e ideas de muerte ¿Comprendes como no todo es tristeza?

No es tu culpa si con esa explicación continua escapando de tu comprensión. Tal vez solo una persona que lo ha sufrido es capaz de entenderme ¿Me entiendes, no?

Hay veces, como ahora, me preguntó cómo arribó ella a mi vida. A partir de su aparición no me abandona, se tornó mi fiel compañera. Está ahí conmigo en todo momento, en las buenas y en las malas; y eso que no soportó su compañía ¿Algún día lo razonará y aspirará marcharse?

¿La depresión me dejará ir por una vez?

Beomgyu emerge de la ducha meneándose al compás de una canción en inglés, tarareándola asquerosamente mal e innovando palabras de un idioma inexistente. «Ha cometido homicidio al pobre diccionario de la desventurada lengua inglesa. Perdónalo por favor, Taylor Swift» pensaba sin parar de reír. Sin embargo, para rematar, él muy menso se pegó en la cabeza con la esquina de la cama mientras improvisaba una enmarañada coreografía la cual ni mi padre con su nula habilidad danzaría lograría componer ¡Este chico es muy chistoso! Todo un espectáculo para mi segundo día en el manicomio.

Me estaba riendo a carcajadas, lo juro, disfruté este momento ¿Entonces me creerían si os contara que luego de dar un paso al interior del baño, pararon las risas y me sentía extraño? Tenía esa sensación, ese vacío, ese maldito vacío sin saturar de un pozo infinito ¿Por qué coexisto con esta angustia? ¿Cómo demonios llegó algo a mí lo cual soy incapaz de explicar? No lo concibo, no me comprendo.

A diferencia del paso tranquilo e pausado que utilicé para alistarse al baño fui apto de ejecutar toda una maratón por mi vida luego de terminarme de duchar ¡Había olvidado el agua helada! ¡Esto es un martirio! ¡Es una promesa de hipotermia! Tomé un abrigo con gorro de esos guardados en mi closet de tonalidad oscura, lo pasé por mi cabeza y terminé mi conjunto con tenis azules a juego. Abrigadito y lejos de esa agua me sentía mucho mejor, gracias.

— Vivía en una piña debajo del mar ¡Bob Esponja! —¿Y ahora por qué este tipo se dedica a cantar esto? Perdón Gyu, pero tu cabeza no funciona como debería, ¿será que se golpeó muy fuerte?—. Oh, Hyung, ya terminaste ¿Estás listo?

— ¡Sí, capitán, estamos listos! —Le seguí el juego con el asomo de una sonrisa de labios cerrados.

— ¡Que orgullo! Mi hermano de apellido conoce la canción del hawaiano.

— ¿No es la canción de Bob Esponja? ¿Cómo que hawaiano?

— Vive en una piña debajo del mar, ¿quieres algo más hawaiano?

— Gyu, te golpeaste muy fuerte. —Le di una mirada extraña—. ¿Te sientes bien? ¿Necesitas ir al médico?

— Estoy bien. Tengo dos tornillos flojos, las arandelas me quedan grandes y los cables se cruzaron, pero estoy bien. Me siento bien, Hyung.

— Estas loco. —Reí su ocurrencia.

— Las mejores personas lo están, Hyung.

— Díselo a tus “amiguitos” del segundo nivel —mofé, agarrando mi libreta de anotaciones justo como él, listos para tomar rumbo al salón.

— ¡Hyung, no juegues con eso! —brama asustadizo simulando un escalofrió— ¡Me entran escalofríos de solo conmemorarlos bajo nuestro mismo techo!

— No te pases.

Riendo transcurrieron los escasos minutos mientras recorríamos camino al salón. Esta vez presté más atención. Aparte de toda la palidez de las paredes y el suelo; vistosas plantas sin flores adornaban el largo pasillo, familiarizándolo, adoptando un ambiente más grato. A nuestra derecha teníamos los muros con puertas a diferentes salones; en la izquierda, un ventanal de vidrio que abordaba toda la pared. Este último exteriorizaba parte del umbrío pueblecillo al cual las escasas estelas solares conseguían arribar. No era la gran cosa, un poco ostentoso e luctuoso. No se veían personas transitando sus calles ni carros en los alrededores, debía tener pocos habitantes, o quizás, es horio laboral y todo el mundo estaba encerrado en su trabajo o el colegio. Pero si era desolador y muy silencioso, no resonaban la algarabía de una sociedad, ni la trajinosa vida pueblerina, solo un desgarrador silencio que lo absorbía todo. Sobre este húmedo lugar se levantaba una espesa capa de neblina, permitiendo apenas la vista del paraje, exclusivamente las calles más cercanas y las edificaciones más altas. Sinceramente no me daba buena espina, no me acaba de simpatizar este territorio. Siguiendo por el camino, avizoré las escaleras al siguiente nivel, no pude evitar curiosear con mi amigo si daban al segundo nivel con los pacientes peligrosos. Gyu lo negó, contestó que eran las escaleras a las terrazas de ese nivel pero jamás se acercaba dónde residían recluidos, siempre permanecían desiertas, de hecho, manifestó que la única persona que solía usarlas era mi insólita amiga Kylie, para según él, meditar su falta de juicio. Y como no quiero discutir con el buen amigo que he hecho preferí chasquear la lengua con desaprobación visible ¿Qué conseguiría con ello ahora? Ya tendría suficiente tiempo para decirle «te lo dije» cuando le demuestre lo contrario.

En el calentito salón vislumbramos a nuestros compañeros en totalidad. Jay, el chico de la primera mesa; nos ignoró aun cuando Gyu le saludó, ladeó finamente su cabeza hacia la libreta de anotaciones, ondeando su cabellera radiante con su mano cual diva mujer, ignorándonos descaradamente. Mi “hermano de apellido” hizo una mueca y siguió recto hacia su amiga pelirroja susurrándole «Hasta lo saludé, ¿viste? No es mi culpa si tu “amiguito” es un antipático». Sofía, en réplica, le pegó un fuerte golpe en el hombro murmurando «Él es buen chico, solo tienes que esforzarte un poco más». Yo me limité a oprimir los labios hasta hacerlos una línea. Ya no creo que lo de Beomgyu sean celos, ese muchacho Jay es todo un estirado.

— Holi, chica Weasley —saludé agradable a la chica de cabello flameante.

Conmemoré en mi mente como pasamos la tarde juntos los tres y hablando de sagas hasta la caída de ayer a la noche, descubriendo nuestra pasión por Harry Potter y poniéndonos apodos de los personajes. He de admitir que es muy agradable, al principio tímida, respondiendo solo si me dirigía hacia ella directamente en la conversación, luego afable al tomar confianza. Estamos forjando una amistad. Creo que siento hasta cierta familiaridad conmigo al verla, no solo en gustos, sino en la manera de pensar o actuar. Nos parecemos bastante.

— Buenos días, Malfoy —contestó simpática.

— ¿En serio te parezco un rubio oxigenado? —llevé la palma al corazón dramatizando una ofensa.

— ¿De verdad quieres que te lo responda? —ratificó risueña.

— Nopiti, nop.

Negando con la cabeza mientras me reía de su afirmación y mi temor a escucharla, pasé de largo hasta posarme como polilla en mi lugar, justo al lado de la única persona que falta por saludar, la castaña de lindos ojos marrones.

— Buen día, Kyl—

— ¡Buen día, Yeonjun!

No pude terminar de platicar cuando me encontré siendo apretujado por sus brazos ¿Por qué le gustaba tanto abrazarme? Eso es raro. Nunca suelo abrazar a nadie, no tengo memoria de un momento específico que haya tenido la dicha de abrazar a mi padre o un amigo. Tal vez por eso me siento raro ante tales muestras de cariño. Es incómodo.
Tampoco quiero subsistir ecuánime como la vez pasada y no devolvérselo; más cuando la mirada de las restantes personitas en la sala posaba atemorizada ante nosotros —no quiero proveerles más razones para temer a la chica—. Preferí acariciar su cabeza como un cachorro, amigable, dubitativo, enmarañando su las hebras del cabello achocolatado con mis dedos, sintiendo lo sedoso del mismo y un ligero aroma dulce.

Ella pareció disfrutar la acaricia, plasmando una afectiva sonrisa a la par que me concedía el espacio personal. Ya me sentía menos incómodo. Kylie parecía feliz, todas las personas a mi alrededor lo eran aún con sus problemas.

¿Por qué yo no?

El pensamiento inundó mi mente como un crecido río arrastra vorazmente los árboles de sus costeras. El vacío que siempre coexiste en mí volvió, haciéndome sentir miserable, solo, angustiado, ansioso ¿Dónde se detenían mis esperanzas? ¿Qué necesito para ser feliz?

¿Acaso lo lograré después de la muerte?

Y volvían esos pensamientos insanos, pesimistas y la muerte como única salida ¿Es alguna clase de cruz lo que hay sobre mis hombros?

Entonces bajé la mirada al suelo, acongojado, culpable por no ser capaz de sentir felicidad como el resto de mis amigos. Y sin pensarlo, ni siquiera deteniéndome a analizarlo, ataqué con una pregunta a la muchacha de mi lado.

— Kylie, ¿cómo eres tan feliz?

— ¿Eh? —No lo captó a la primera— ¿Qué quieres decir?

Vacilé si debía retornar la interrogación, analizando mejor la situación. Tal vez no era la más indicada pero tampoco tenía a nadie más para preguntar a mi lado. Levanté la vista directamente hacia esos dulces ojos de chocolate disfrazados por la estación de la caída de las hojas antes del invierno. Evocaban precisamente al momento exacto donde saltas sobre una pila de hojas vistiendo la inocencia del emocionado e ilusionado niño en una travesura. Ternura. Inocencia. Benignidad. Ilusión. Eran parte de las cosas del letargo que irradiaban. Un ensueño apacible distante a cualquier pesadilla.

— ¿Cómo haces para ser siempre positiva y feliz?

La faz de su rostro se iluminó, entusiasmada. Sus rojizos belfos ensancharon una sonrisa tras relamerlos. Y se acomodó en su lugar, listísima para la explicación, escondiendo uno de sus castaños mechones tras la oreja para evitar interrupciones. Por alguna razón le apasionaba mi interrogante.

— Es muy sencilla la fórmula que buscas para la felicidad —declaró negando tranquilamente con la cabeza sin quitar aquella gentil sonrisa de labios cerrados.

— ¡¿En serio?! —expresé impresionado, optimista.

— Uh-hum —insinuó alzando el índice al aire— Solo tienes que hacer una cosa.

— ¡¿Cuál?! —exclamé.

— No dejar crecer los Baobabs —juntó sus manos, sonriendo aún más.

— ¿Qué?

No interpreté nada de lo que mencionó ¿Los Baobabs? Era algo lejano de mi conocimiento, me sonaba a algo, despertaba un recuerdo que nunca rebasó mi memoria ¿Qué significaba? ¿Qué relación tenían con impedir la felicidad?

— Kylie, ¿qué quisiste decir?

La castaña abrió ligeramente la boquita, dispuesta a dar una minuciosa explicación sobre ese tema que le parecía deleitar; no obstante, la masculina y paternal voz de Chen, la interrumpió, despertándonos a la realidad ¡Dios! ¿Cuánto tiempo llevaban escuchándonos todos?

— De hecho, Yeonjun, ese es un buen tema para dialogar en la sección de hoy ¿Te parece, Kylie?

— ¡Sí! —chilla emocionada.

— ¿Les gustaría escuchar un poco sobre esa maravillosa pócima para la felicidad, chicos? Si bien no nos otorgará el placer de tener siempre la felicidad tomada de la mano, es un inicio.

Bien, habían escuchado todo desde un inicio ¡Qué vergüenza!

Al no haber objeción por el resto de mis compañeros, el director Martin sentó tras el escritorio cercano a la pizarra, y con una sonrisa demasiado parecida a la de Kylie, finalmente empezó a explicar dicha fórmula.

— Primeramente es importante enfatizar que los Baobabs a los que Kylie se refiere son una curiosa especie de árbol aludido en El Principito de Antoine Saint-Exupery.

Tras esa afirmación comprendí dos cosas: el porque me sonaba el nombre, y la razón de la emoción de la castaña. No deducía a qué querían referirse los Martin ¿Olvidé esa parte del libro? No sería improbable que mi mente depresiva arrinconara uno de mis libros de la infancia al olvido.
Admiré a Kylie un segundo mientras ella observaba a su padre. Había agarrado su libro, abrazándolo contra el pecho, excitada, risueña, ilusionada como una K-poper al presentar su banda favorita en TV. Se veía tierna.

— Como se imaginaran si leyeron la historia de Exupery, el Principito vive en el Asteroide B-612 —continua el adulto—. Su mundo es muy pequeñito como una casa, allí habitan hierbas buenas y hierbas malas, semillas buenas y semillas malas. Él por cuestión de disciplina lo primero que hace luego de arreglarse es hacer limpieza en su planeta, arrancando las malas plantas como los Baobabs, los cuales son tan grandes e numerosos que sus raíces podrían perforar el planeta, haciéndolo estallar.

» Los Baobabs pueden interpretarse de la siguiente manera: supongamos que sus mentes es el mundo del Principito donde crecen semillas buenas y malas. Los Baobabs pueden representar los pensamientos o emociones potencialmente destructivas como el resentimiento, la desesperanza o la tristeza; pueden ser pequeños como las semillas de Baobabs pero si no le prestamos la debida atención se expanden afectando como vemos al mundo y a nosotros mismos. Y como el Principito arranca los Baobabs para cuidar su mundo, nosotros también debemos cuidar nuestra mente de esos pensamientos destructivos. Enfrentarse a esos Baobabs requiere mantenerse alerta y trabajar continuamente en conocernos mejor, reflexionando cuando sea necesario, buscar ayuda para manejar esos pensamientos o emociones difíciles. Porque es realmente muy importante lo que dejamos crecer en nuestras mentes, nuestros planetas.

El encuentro instructivo con Chen había concluido después de dos horas. Me pareció increíble como un libro infantil puede guardar tal enseña incomprensible para un infante. A mí, que lo leí siendo pequeño y logré grabarme algunas frases, no recordaba los Baobabs, al menos, no el significado pues para ese entonces no era algo que me preocupaba.

— ¡Hasta mañana, Yeonjun! —se despidió la castaña mientras ceñía mi anatomía con las manos, otra vez—. Me retiro que mi amigo me está esperando.

¿Kylie tiene amigos? Pensé que siempre estaba sola porque nadie se le acercaba. Digo, le temen todos nuestros conocidos.

— ¿Pasa a buscarte? —curioseé.

— Uh-hum, mi mejor amigo es el Principito y viene de visita a verme muy seguido. —Seguidamente corrió velozmente a la salida, sonriendo, abrazando su libro cual joya, hablando con la nada frente una pared deshabita. Así fue alejándose hasta perderse de nuestra vista.

¡Wow! Kylie no solo ama la historia ni el libro. Su esquizofrenia le permite platicar, percibir e compartir con el niño de cabellos dorados. Sí, es asombroso; es lo más tierno que pude alcanzar a imaginar. Su positividad junto a esa satisfaciente energía habían vencido todo temor que podría aprovechar su padecimiento, aventajándose, usando su enfermedad, dominándola, empleándola a su favor. Eso era raro, pero muy, muy dulce. Lo más tierno que he visto.

Kylie es una chica sorprendente la cual siempre termina asombrándome.

Y esa última idea me hizo sonreír. Sin duda, ella es alguien la cual tiene muchos por enseñarnos. Toda una guerrera. Un ejemplo a seguir.

— Hyung, ¿vienes? Queremos ir a la cafetería del pueblo.

— ¿Eso se puede hacer?

— ¡Claro! —contestó ahora la pelirroja—. Siempre que pidamos permiso y regresemos a la hora confiada.

— Esa idea me agrada, me apunto.

Almorzamos en el psiquiátrico, pedimos permiso al director, cambiamos a una ropa casual y zarpamos lejos de la institución. Era agradable salir a tomar el sol de nuevo aunque no puedo decir lo mismo del pueblecillo. Sigue sin gustarme. A pleno mediodía continuaba haciendo un frío terrible, no quiero ni imaginarme en temporada fría cómo yacerá. La densa neblina acosaba surcando las cercanías para hacerlas invisibles, impidiendo la luz solar. El sol apenas era perceptible en el nublado lugar. Y los árboles eran tan altos que rasgaban el viento con sus ramas, cosquillando los esponjosos nubarrones sobre nuestro trio de cabecitas. Acá suele llover con demasía. Las calles húmedas lo evidenciaban. Las edificaciones eran rudimentarias pero vistosas, con fachadas que daban mucho por hablar y sin adornos de ningún tipo. No era muy encantador, más bien, el lugar más lamentable al cual mis ojos han percibido ¿Ya he dicho que lo detesto?

— No me cae bien —murmura Gyu rechinando los dientes—. Ese tipo es un degenerado.

— Yo también quiero golpearlo —gruñí.

— Chicos, por favor, no monten un escenario aquí —suplica Sofí, disgusta notablemente por la situación—. No quiero estar en problemas. Déjenlo pasar. Es un estúpido.

— Ok, solo porque tú lo dices —declaró mi amigo, haciendo puños sus palmas sobre la mesa—. Pero juro que como te vuelva a molestar va a perder los dientes.

— Gracias —suspira ella, aliviada, frotando nerviosamente sus guantes rosas en las manos— Mejor no pidamos nada y vamos a otro lugar.

A mí tampoco me agradaba el mesero. Desde el momento cero el cual llegamos al local este no dejaba de ver descaradamente a Sofía y hasta le soltó una obscenidad, juro que me estoy conteniendo tanto como Beomgyu de golpearlo. No aguanto estas cosas, menos dirigida a mi amiga ¡En verdad lo quiero golpear!

— ¿Desea algo, señorita? —insinuó el susodicho, acercándose a Sofí e ignorando al resto del trio descaradamente ¿¡Cómo se atreve a seguir incordiándola!?

— Solo un vaso de agua —respondió temeraria.

— ¿Mineral o gas? ¿Con hielo? ¿Cubitos o picado? ¿en vaso o—

— ¡Agua normal en un vaso normal, gracias! —intervino Gyu, pasando el brazo por encima de los femeninos hombros, protegiéndola y marcando territorio.

¡Ese es mi chico!

— Probablemente sea muy estúpido y tomé agua de arcoíris —sugerí burlón.

— O la del gato de su madre —siguió mi amigo incordiando al muchacho.

— ¿Sabes qué? ¡Ya nos vamos! ¡Olvídalo!

La chica de cabello hermoso estaba acongojada, su clara tez florecía adoptando vigorosamente la tonalidad del cabello, tímida, nerviosa. Parte de sus pecas se hacían menos perceptibles ante el cambio de color. Los ojos se movían ansiosos mientras tomaba un poco de distancia con Beomgyu ¿Y eso? De un saltó se colocó de pie, arrastrándonos a la salida y dejando al cabeza de chorlito del camarero con la palabra en la boca.

— ¿Sofí te encuentras bien? —inquirí.

— ¿En serio? —prosiguió el azabache.

Ella afirmó doble vez, descendiendo la mirada para ocultar el sonrosado rostro gracias al cabello que caía como cascadas escarlatas por sus hombros. Planchó inquieta la falda de su vestido, admirando la punta de su dedo como la mayor obra de la historia ¿Qué demonios la puso tan nerviosa?

— ¿Quieren cambiar de tema? —fueron sus palabras.

— Okey, ¿propones algo? —pregunté directamente a mi amigo que no parecía notar el cambio raro de la chica.

— De hecho, sí —admitió ahora adoptando una mirada penosa en sus ojitos castaños—. Tenías razón con Kylie, lo descubrí esta mañana en el salón. Lo siento, nos equivocamos con ella.

— Te lo dije —sonreí orondo, inflando el pecho orgulloso.

— Prometo que nos disculparemos con ella, ¿cierto, Sofí? —La chica asintió, ahora más relajada y atreviéndose a mirarnos nuevamente— ¡Qué vergüenza! ¡No puedo creer como la tratamos de mal!

— Beom tiene razón. Yo también estoy avergonzada por ello —confirmó la muchacha, atreviéndose a hablar— No puedo creer como dejamos crecer esos necios pensamientos.

— Tranquilos, solo dejaron crecer Baobabs en sus mentes.

Mi afirmación les arrancó unas sonrisas. El ambiente volvió a ser ameno entre amigos, buenos amigos ¿Quién lo diría? Estar en los rincones del mundo, en un manicomio de umbrío pueblo montañoso, me proporcionaría los mejores amigos de mi vida. Quizás soy un tipo bienaventurado después de todo.
















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Tachaaan!😁🙌🏻

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