Capítulo 17

Aliya no podía parar de reír. La risa brotaba de su pecho como un río desbordado, y en ese momento, todo lo que existía era la vibrante energía de su conexión.

Travis, al volante, tenía una habilidad innata para hacerla reír; sus graciosas anécdotas de la infancia y juventud, sumadas a sus comentarios ingeniosos y sus imitaciones exageradas eran un cóctel perfecto que mantenía la alegría en el aire. El camino a Jersey parecía un suspiro, un viaje de hora y media que se había transformado en un mundo donde solo ellos dos existían, y la gimnasta se estaba dando cuenta de que hacía ya mucho tiempo que no la pasaba tan bien.

–Ahora es tu turno, Ali– le dijo ansioso por escucharla.

Ella se encogió de hombros, intentando contener la risa.

–No soy tan interesante. Yo fui más bien una niña buena. Muy ñoña, de hecho. Siempre me dediqué al deporte y a mis estudios. Era bastante tranquila–

Travis soltó una risa fascinado aún así por escucharla hablar. Estaba más que interesado en saberlo todo de ella.

–¡Oh, vamos! No puedes ser aburrida. Todos tienen un secreto divertido escondido bajo la superficie– insistió él, sus ojos brillando con curiosidad, alternándose para mirarla unos segundos y después volver la atención a la carretera.

Aliya tomó un respiro profundo, sintiendo el calor de su mirada pero sintiéndose en confianza.

–Bueno, quizás... había algunas travesuras infantiles que hacía con las chicas del equipo durante las competiciones fuera de Rusia– su tono cambió, un aire de complicidad surgiendo entre ellos.

–Eso suena muy interesante. Anda cuéntame más– animó Travis, su sonrisa creciendo.

–No eran la gran cosa, pero hacíamos muchas cosas divertidas. Pijamadas en las habitaciones de cada hotel, carreras arriba de los carros transportadores de maletas, tocar las puertas de los huéspedes, y después correr, ah y lo peor que hicimos fue la vez que presionábamos todos los botones del ascensor al mismo tiempo, y nos quedamos atrapadas por una hora. Cuando lograron sacarnos, Aleksander, nuestro entrenador de ese entonces, estaba furioso, quería matarnos y nosotras solo nos moríamos de risa–

–¡Wow! Eso del ascensor sí que fue peligroso– rió Travis con emoción. –¿Lo ves? No eres aburrida, al contrario–

–¡Oh! Tengo otro par de historias... Recuerdo una vez, en una Copa Junior en España– comenzó Aliya, sintiendo que la nostalgia la envolvía. –Después de ganar una de nuestras competencias, decidimos que debíamos celebrar. Así que, en lugar de ir a la cena programada, nos escabullimos por las calles de Madrid. Creo que esa sí fue una locura, considerando que sólo teníamos 14 años–

–¿Y las descubrieron?–

–No, y esa es la mejor parte. Regresamos sin que nadie se enterara– respondió Aliya sintiendo cómo la adrenalina de aquel recuerdo la hacía sonreír.

–¡Qué loco! Y qué suerte que no les ocurrió nada malo– rió Travis mientras seguía conduciendo.

–En otra ocasión, durante nuestra primera competencia en el equipo senior en Austria, se nos ocurrió la maravillosa idea de escabullirnos a la alberca olímpica del recinto y meternos a nadar. Eran las tres de la mañana–

–¡Joder! Sí que tienes un lado salvaje, ¿eh? Siempre lo supe–

Aliya rió y negó.

–La verdad es que yo soy tranquila, pero tengo amigas muy alocadas que me han arrastrado a sus locuras. A Misha en serio le falta un tornillo. Tati es una aventurera y a Ksenia todo le parece buena idea. También están Seda, Gelya y Daria, tampoco están bien de la cabeza– rió.

–Me suena a que me llevaría muy bien con ellas–

–Pienso lo mismo–

Travis sonrió, y Aliya sintió una conexión aún más profunda entre ellos. La risa había sido solo el comienzo. Ninguno era consciente del todo, pero en el fondo estaban compartiendo fragmentos de su alma.

Mientras la ciudad quedaba cada vez más atrás y el paisaje se convertía montañas y carretera, ella se dio cuenta de que su corazón latía con una mezcla de emoción y ternura completamente desconocidos hasta entonces.

Cuando finalmente llegaron, Travis estacionó su camioneta y enseguida la ayudó a bajar. Aliya observó entonces una hermosa casa rupestre justo en medio de una muy verde extensión de pasto con grandes árboles a su alrededor.

Sumado a la impresión por la hermosura del campo, le siguió un nerviosismo inevitable. Ella empezó a sentir entonces cómo el corazón le palpitaba con fuerza mientras Travis la guiaba por un sendero de hojas crujientes, las ramas de los árboles doradas por el otoño parecían murmurar secretos a su paso.

Conforme iban acercándose, la casa parecía más un encantador refugio de campo en Nueva Jersey, se alzaba a lo lejos, una imagen de ensueño con su fachada de madera blanca y ventanas verde olivo. Aún así aquello había pasado a segundo término.

Notando su inquietud, Travis le lanzó una mirada tranquilizadora y una simpática sonrisa.

–No debí haber venido en short de mezclilla y tenis Converse– exclamó ella de repente.

Travis frunció el ceño.

–Nena, estás perfecta. La fiesta de gala fue ayer en Nueva York. Hoy solo vamos a relajarnos en Jersey–

–Sí, pero ¿qué impresión voy a darle a tu madre?–

–Ah, te aseguro que le agradarás. Deja de preocuparte. Ustedes los rusos son demasiado formales– rió con gracia.

Aliya bajó un poco la tensión.

–Somos soviéticos a final de cuentas– bromeó también.

–Así me gusta, que bromees. Todo estará bien, Ali, te juro que nadie en mi familia es un extraterrestre. Son personales normales. Solo sé tú misma. Te van a adorar– su tono era cálido, y a pesar de sus palabras, el eco de su risa parecía ser el único antídoto que Aliya necesitaba. En el fondo, sabía que había algo en él que le hacía querer abrir su corazón, a pesar de las barreras que había levantado tras sus pasadas decepciones.

Al cruzar la puerta, el aroma a galletas recién horneadas y un aire de calidez familiar llenaron el ambiente.

Rick, el anciano en silla de ruedas, los recibió con un gesto que era a la vez afable y provocador.

–¡Pero mira quién ha llegado! ¡Mi nieto el mayor traidor de este planeta!– lo acusó furioso. –¡¿Cómo te atreves a jugar para el equipo enemigo de mis amados Browns, Travis Michael Keith?!–

El ala cerrada de los Rebels no hizo más que cerrar los ojos y reír.

–Aquí vamos de nuevo...– murmuró. –¿Cómo estás, abuelo?–

–¡¿Y cómo debería de estar si mi única descendencia me ha declarado la guerra?!–

–Yo no te he declarado la guerra, y tampoco soy tu único nieto. No te olvides de Jason–

–¿De quién?–

Travis soltó una carcajada. Él jamás se tomaba en serio los reclamos de su abuelo, al contrario, los encontraba divertidos. Además no tenía duda del cariño que le tenía. Luego de la muerte de su padre, él se había ocupado de tomar su lugar, y lo había hecho más que bien.

–Travis...– Aliya lo llamó a su espalda. Parecía incómoda. –Si tú y tu abuelo tienen un problema que resolver, yo puedo esperar en el auto–

Él negó de inmediato.

–¡No! ¿Qué problema vamos a resolver este viejo y yo? Tranquila. Nada es en serio. Ya irás conociendo a este peculiar ser humano– rió.

Aliya estaba sorprendida aún así. Pero se sorprendió aún más cuando lo escuchó hablarle.

–¿Y esta damisela quién es? ¡Ah, debe ser tu novia! ¡Gracias, cielo bendito! ¡Gracias!– el anciano miró hacia las nubes y empezó a agradecer alzando las manos. –Ya me estaba preocupando el hecho de que no trajeras a casa a ninguna mujer, si sabes a lo que me refiero– le guiñó un ojo entonces. –No me preocupaba que fueras gay, sino que te convirtieras en algo mucho peor... ¡En sacerdote!–

La risa de Travis volvió a escucharse con gran fuerza. Aliya continuó observando la escena, confundida.

Ella sintió cómo el calor se apoderaba de su rostro. ¿Novia? Nunca había imaginado que podría ser vista así. Sin embargo, antes de que pudiera articular una respuesta, Travis soltó una risa despreocupada.

–Abuelo, me encantaría decirte que esta preciosura hecha mujer es mi novia, pero...–

–¡Eres un cabrón, Travis Michael!– de un instante para otro, el abuelo interrumpió las palabras de su nieto, y lo empezó a golpear con el bastón. –¡Debiste conseguirte a una novia de tu tamaño! ¡Esta chica es tan menuda como un cervatillo y tú eres un gigante! ¡Eres un aprovechado!–

–¡¿Qué?!– Travis intentó protegerse de los golpes de su abuelo pero no se movió del sitio.

Aliya estaba perpleja ante lo que sucedía.

Por fortuna Donna apareció, su presencia iluminando con su muy conocida calidez maternal.

–¡Pero bueno, basta ya los dos!– exclamó con indignación. –¿Por qué se portan así enfrente de nuestra querida invitada?–

–Mamá, él empezó– argumentó Travis tal y como si fuese un niño pequeño.

–Oh, Aliya, disculpa a mi padre por favor, él suele ser... un poco peculiar. Me presento, yo soy Donna y es un placer conocerte, cariño– la alta mujer rubia de sonrisa bondadosa y acogedora se acercó a ella para intercambiar un beso en la mejilla y darle un abrazo de bienvenida.

–El placer es mío, Donna– contestó la gimnasta sintiéndose ahora mucho más relajada.

–Pasa que estoy molesto porque mi nieto favorito llegó y no me ha dado un abrazo–

–Ah, viejo, sabes que te adoro– Travis se inclinó hacia su abuelo para abrazarlo. –Ali, este es mi abuelo Richard. Abuelo, saluda a mi invitada, es muy especial para mí–

Aliya no se pudo creer que en serio Travis fuese el nieto favorito, a juzgar por la manera en que lo había recibido. Parpadeó todavía con asombro.

–Ya lo creo si no es especial, siendo tan guapa–

Inevitablemente, la joven se sintió sonrojada.

Donna rompió a reír con encanto.

–En eso estoy de acuerdo contigo, papá. Eres hermosa, Aliya–

–Gracias. Usted también es muy linda–

–Oh, no yo estoy anciana ya– negó la simpática mujer. –Pasemos al jardín trasero. He preparado un almuerzo estupendo para ustedes–

El sol brillaba con suavidad, y la mesa estaba adornada con un banquete de alimentos que parecía sacado de una película. Ensaladas frescas, bollos de mantequilla recién horneados, pancakes esponjosos, huevos revueltos, salchichas de pavo a la parrilla, fruta de todo tipo, una jarra de limonada con hielos, y otra más con jugo de naranja.

Mientras almorzaban, la conversación fluyó con facilidad. Donna era una mujer dulce y muy amable. Aliya y ella se agradaron de inmediato.

–Tienes una carrera impresionante, cariño. Además la gimnasia es realmente difícil. Es admirable. Y yo estoy feliz de poder conocer un poco más de este deporte. En esta casa toda la vida ha sido football y más football– sonrió con gracia. –El cielo sabe que siempre quise tener una hija. La habría metido a clases de gimnasia, desde luego–

–Si hubieses tenido una hija, también le habría gustado el football, mamá– bromeó Travis mientras masticaba un bollo. –¡Ah, joder, esto está delicioso!–

–Travis Michael, cuida esa boca. Además estás frente a dos damas–

A Aliya le pareció muy tierno ver la expresión de aquel hombretón de casi dos metros.

–Lo siento, mamá–

–Ta falta un Lo siento, Aliya– Donna se cruzó de brazos mirándolo con seriedad.

–Lo siento, Ali–

–Mucho mejor– sonrió la mujer rubia. –Pero es cierto lo que digo. Desde que Travis y Jason nacieron, todo ha sido una locura. Siempre han estado llenos de energía. Me rompieron un montón de floreros dentro de la casa, hasta que decidí que debían entrenar un deporte. A ellos les fascinó del football, y yo he sido la mamá más orgullosa. Tú también eres madre, ¿cierto, Aliya? Escuché que comentabas algo sobre tu hijo–

–Oh, sí. Se llama Oleg. Cumplirá cinco años en Julio–

–Debe ser una monada–

–Lo es– asintió Aliya con orgullo. Luego decidió que podía mostrarles una fotografía suya de las cientos que tenía en su celular.

–¡Es divino! ¡Muy apuesto!– exclamó Donna encantada.

–Además es muy inteligente– añadió Travis. –Ali me ha contado mucho sobre él. Creo que es el niño más listo que podré conocer alguna vez–

–Pues ojalá algún día podamos conocer a Oleg. Nada me gustaría más. Aquí tendrá un montón de espacio para jugar. ¿Le gusta el campo?– siguió hablando Donna.

–Le fascina el campo– respondió Aliya. –Creo que en otra vida fue campesino– bromeó y todos rieron.

–Pues Oleg y tú serán bienvenidos aquí siempre que quieran–

–Eres muy amable, Donna–

–Lo digo en serio, linda. Quiero que regreses aquí algún día, y que traigas a ese precioso niño contigo–

Aliya suspiró pues no sabía si podría cumplir con aquel deseo. El tiempo siempre transcurría y no se detenía. En algún momento se llegaría el día en que dejara los Estados Unidos para volver a su natal Rusia, y entonces no tendría ya nada que la uniera a Travis, más que el bonito recuerdo de haberlo conocido. No habría ninguna razón para volver... Entonces solo sonrió. Tampoco deseaba romperle el corazón a aquella buena mujer.

–Imagino que es difícil tenerlo lejos–

–Difícil y doloroso. No hay momento en que no lo extrañe o en que no esté pensando en él–

Donna observó en la mirada de Aliya, cómo sus ojos iban cristalizándose por las lágrimas. Aquello era algo que solo otra madre podría comprender. Tomó su mano con la suya en señal de comprensión.

La joven gimnasta se encontró entonces sintiendo tanta confianza, que simplemente soltó las palabras como desahogo.

–A veces he llegado a dudar en si soy una buena mamá o no, por haber venido a este país, y dejarlo–

–No digas eso– la interrumpió Donna.

–Sé que no debería pensar así, pero... A veces no puedo evitarlo. Lo extraño demasiado, quisiera estar ahí con él cada día–

–El simple hecho de que te preocupes por ser una buena madre, significa que ya eres una. Grábate bien eso, Aliya, linda. Te aseguro que en un futuro Oleg no recordará tus ausencias en casa, sino el cómo luchaste para sacarlo adelante, tú sola, y te admirará por eso–

Las palabras de Donna hicieron que el corazón de Aliya se llenara de emociones cálidas. Hicieron efecto en su interior.

–Muchas gracias– no pudo hacer más que agradecerle.

La mujer le regaló una sonrisa auténtica y una mirada de completa empatía.

–Ahora vuelvo– un rato después, Donna se puso en pie. –Debo ir a ver si papá terminó su almuerzo. De otro modo lo castigaré sin televisión. Ustedes sigan disfrutando del almuerzo–

Aliya asintió, aunque un ligero nerviosismo le recorrió el cuerpo al quedarse sola con Travis.

Sin saber por qué, el silencio se tornó pesado entre ellos. Miró a su alrededor, buscando algo de qué hablar, pero las palabras parecían fluir lejos de su mente. Se sentía demasiado nerviosa.

Finalmente se atrevió a alzar la mirada para encontrarse con la suya, pero se dio cuenta de que él no hacía sino mirarla fijamente. Sus ojos, de un verde intenso, estaban puestos sobre ella, como si en ese momento no hubiera nada más en el mundo que su presencia.

Un rubor se extendió y sintió una mezcla de felicidad y otra cosa que no supo describir.

–Travis...– intentó llamarlo cuando notó que estaba como ido.

Él no pareció escucharla. Se quedó inmóvil, con una expresión embelesada que la hizo casi reír, aunque el ardor en su rostro no se disipaba.

–¿Travis, te pasa algo?– cuestionó, intentando romper el hechizo que lo mantenía callado. –Tierra llamando a Travis... Tierra llamando a Travis–

De nuevo no obtuvo respuesta. Abrió su palma abierta frente a él, y la movió esperando así regresarlo del trance.

Pero Travis seguía en la misma posición, con el codo apoyado sobre la mesa, y su mano sosteniendo su cara desde su mentón. Los ojos verdes la miraban embelesado y tenía una sonrisa gigantesca.

–Eres preciosa, Ali...– le dijo entonces haciéndola sonrojarse.

El momento fue íntimo y romántico, pero de un segundo a otro, la paz de la mañana se rompió.

Una figura enorme irrumpió en el patio. En un instante, Travis fue embestido por ese hombre robusto, quien lo derribó al suelo en lo que pareció ser un tacleo.

Impresionada, Aliya se llevó las manos a la boca, y se puso en pie. El repentino ataque la dejó atónita, sin embargo se llevó una sorpresa más al darse cuenta de que los dos hombres, echados ahora sobre el pasto, reían a carcajadas.

Con el corazón latiéndole como loco, ella se preguntó...

> ¿Esto es normal?<

–Sigues ejercitándote, ¿eh, Jason?– Travis todavía reía mientras se ponía en pie y trataba de sacudirse la hierba de su ropa.

La gimnasta entendió que se trataba de su hermano, y eso la sorprendió todavía más.

–No he perdido el toque– Jason le guiñó un ojo divertido, él tampoco podía contener la risa. –Pero ven aquí idiota, bésame el trasero–

Completamente feliz de verlo, Travis le dio un abrazo prolongado y muy fraternal. Era evidente el cariño que se tenían.

–Oh, pero mira lo que hiciste, gran zoquete. Asustaste a Ali–

–¿Asustarla? Solo estaba saludando a mi hermano– sonrió el recién llegado. Era alto, pero no tanto como su hermano menor. Su anatomía era muy diferente. Lo contrario de Travis que tenía una apariencia atlética y musculada, Jason no tener mucha musculatura, más bien era muy robusto, pero enorme sin duda. Su energía parecía ser juguetona y desenfadada. Se acercó extendiendo su mano. –Te ofrezco una disculpa. En esta casa somos un poco raros– bromeó. –Me llamo Jason, y es un gusto conocerte–

–Aliya– todavía un tanto aturdida, ella devolvió el saludo de mano. –El gusto es mío Jason–

–Mi hermanito me ha hablado mucho de ti. Espero que la pases genial con nosotros–

–Bueno, eso si no hacemos que salga corriendo de aquí. Por favor, disculpa nuestros juegos, Ali– Travis hizo ademán de súplica pero seguía bromeando. Tenía un sentido del humor que jamás descansaba.

–Tranquilo, no pasa nada– respondió ella ya más relajada. –Solo me asusté un poco. Ustedes los americanos tienen una manera muy extraña de demostrarse cariño–

Los dos rompieron a reír.

–Totalmente– aseguró el mayor. –Pero admito que mi hermano y yo hemos llevado todo a otro nivel–

–Somos el verdadero ejemplo de cómo no hacerlo– secundó Travis burlón.

Aliya soltó un ligero suspiro. De poco en poco fue recuperando la confianza. Jason tenía una sonrisa sincera y amistosa. Decidió que le caía bien, y disfrutó del intercambio entre los hermanos. Había una libertad en sus bromas que la hizo reflexionar sobre lo que le había faltado en su vida.

–¿Tú tienes hermanos, Aliya?– preguntó Jason cuando estuvieron de nuevo sentados en la mesa.

–De sangre no, pero tengo amigas que el tiempo convirtió mis hermanas–

–Te refieres a las chicas de tu equipo de gimnasia, ¿no?– cuestionó Travis.

–Exactamente ellas. Nos conocemos desde niñas, y el vivir juntas, viajar y competir juntas nos ha hecho vivir demasiadas cosas. Compartimos todo tipo de recuerdos–

–Bueno, por todo lo que me contaste de camino aquí, eso me quedó claro– rió Travis recordando las divertidas anécdotas.

Donna regresó en ese instante y pronto visualizó a su primer hijo, quien ya estaba sentado en la mesa y devoraba toda la comida a su alcance.

–Ah, Jason, espero que tú y Travis no hayan asustado a Aliya– por las miradas entre ambos, su progenitora supo que en efecto así había sido. Negó con la cabeza pero no pudo evitar la risa. –Cielo santo, Aliya, por favor disculpa a estos dos. Le gusta actuar como si todavía fuesen niños–

–Tranquila, Donna. Ya he conocido a Jason. Creo que nadie salió herido– la gimnasta empezó a bromear, y eso les gustó.

–Entonces debes conocer también a Kylie. Es la esposa de este niñote–

Una rubia menuda y de expresión simpática apareció entonces. Al verla, Jason se puso en pie y fue a su lado para tomarla de la mano y depositar un beso en su dorso.

La miraba con ojos enamorados, y para Aliya fue algo muy lindo verlos. No quedaba duda de cuánto amaba Jason a su hermosa mujer.

–Es un gusto, Kylie–

–Tienes que ser Aliya– la rubia le sonrió y enseguida la abrazó como si fuesen grandes amigas que hacía años no se veían. –Eres tan guapa como Travis nos contó– Kylie le guiñó un ojo a su cuñado, y él sonrió sin pena alguna.

–Yo les dije que era divina, y ya vieron que no mentí–

Aliya no hizo más que sonreír, aunque aún sentía demasiada vergüenza cuando escuchaba a las personas elogiar su físico.

Lo siguiente que ocurrió fue que todos tomaron asiento y continuaron con el delicioso almuerzo.

A medida que los minutos transcurrían, Aliya había empezado a sentirse afortunada de ser parte de ese momento. Había algo en aquella bonita familia, en sus bromas, sus interacciones que la hacían desear experimentar más.

La mañana continuó envuelta en risas y en un ambiente de familiaridad acogedor.

Mientras hablaban, Aliya no pudo evitar recordar su propia infancia. Su familia había sido pequeña, y aunque había tenido amistades cercanas y una comunidad en Lake Round que la apoyaba, le había faltado ese sentido de pertenencia que ahora parecía tan palpable en la casa de los Keith.

Siempre había deseado algo así para Oleg, y el cielo sabía que lo había intentado durante el tiempo que estuvo casada con Alexey. Había soñado con tener una familia numerosa y hermosa. Lamentablemente el sueño había terminado.

Unos segundos después, volvió de su trance al darse cuenta de que Kylie le había hecho un requerimiento.

–Por favor cuéntanos qué se sintió estar en Juegos Olímpicos y ganar todas esas medallas–

–Creo que fue... lo más aterrorizante de mi vida– respondió Aliya pero sonreía.

Desde luego su respuesta los hizo reír.

–No puedes hablar en serio– exclamó Travis incrédulo.

–Claro que sí– aseguró la gimnasta. –Jamás en mi vida había estado tan nerviosa, ni siquiera en un Mundial o en una Copa del Mundo–

–Me imagino que es algo muy similar a cuándo en la NFL jugamos un Super Bowl– opinó Jason.

–Si es así, entonces estoy de acuerdo con lo que dices. Es aterrorizante– asintió Travis, quien ya había jugado más de un par de veces en aquel gran evento.

–Yo recuerdo haberte visto en los Juegos de Londres y después en los de Río. Realmente pusiste a temblar a Alexandra Raisman y a Simone Biles. Todo el mundo te conoció por eso–

–Oh, y todo el mundo insistió en crear una rivalidad entre nosotras, cuando la realidad es que nos hicimos muy buenas amigas. Son increíbles–

–Wow, y esa es una parte que los televidentes no vemos. Yo no me perdí ni una competencia. Apoyaba al cien al equipo estadounidense, pero verte en acción fue una locura. Ahora no puedo creer que estemos sentadas en la misma mesa–

Aliya sonrió halagada. Kylie era encantadora.

Travis se puso en pie de un momento a otro.

–Bueno, Kylie ha resultado ser tu gran admiradora, pero me temo que tendré que robarte de su lado– comentó con despreocupación. –Vamos, Ali, quiero mostrarte a mi caballo. Se llama Max–

–¿Tienes un caballo?–

–Tenemos algunos, pero Max es como un gran amigo y fiel confidente. ¿Deseas conocerlo?–

–¡Sí!– respondió ella con emoción. –Sí quiero–

Travis sentía una sensación hermosa en el pecho cada vez que la veía sonreír o emocionarse. Lo llenaba de sentimientos que hasta entonces habían sido desconocidos para él. Era consciente de lo muy enamorado que estaba.

–Pues andando–

Travis le sonrió a su hermano y a su cuñada. Ellos le devolvieron la sonrisa deseándole mucha suerte.

●●●●●

Por la tarde, luego de pasar momentos divertidos y familiares en la acogedora casa Keith, Travis decidió llevar a Aliya a un lugar con demasiado significado para él... el antiguo estadio donde había jugado un montón de veces junto con Jason y otros chicos del condado.

La emoción iluminó su rostro al hablarle entonces de aquellos días.

–Este lugar guarda demasiados recuerdos– le dijo mientras conducía. –Aquí pasamos horas riendo y jugando, ya sabes, soñando con el futuro. Cada que vengo me tomo mi tiempo para visitarlo–

Al llegar, el aroma del césped recién cortado y el eco de las risas de los niños jugando en el campo les dieron la bienvenida.

Aliya sintió una mezcla de nostalgia y felicidad al ver el lugar, tan lleno de vida, y de sueños sin duda.

Mientras Travis era detenido por algunos conocidos que corrieron a saludarlo, ella se disculpó alejándose un poco para realizar una llamada.

–¿Cómo estás, mi amor?– Aliya sonrió al ver aparecer a su pequeño en la pantalla del celular. –¿Te duele tu bracito?–

Oleg respondió a su sonrisa. Le mostró su yeso ahora decorado con dibujos hechos a crayola por él mismo.

–No, mami. Bazo no duele–

–Me tranquiliza mucho saber eso, mi corazón– Aliya sabía que el hecho de tener el brazo enyesado le había dado mucha popularidad entre los niños del parque. Eso la había hecho reír. –Te extraño muchísimo. ¿Tú me extrañas?–

–¡Sí, mami, mucho! ¡Mucho!– le dijo entre risas. –Mami, ¿endone etás?– para Oleg fue extraño ver el fondo en donde su madre se encontraba. Usualmente lo llamaba desde la sala de estar del penthouse o su habitación, y en otras ocasiones desde el camerino. Ahora veía árboles y el cielo azul en todo su esplendor.

–Oh, mira– Aliya movió su celular para que su pequeño pudiese ver. –Es un estadio de football. Hay muchos niños jugando y divirtiéndose–

–¿Me vas a llevad un día?– preguntó Oleg emocionado.

Aliya sintió un nudo en su garganta. No sabía si eso podría ser posible. Volvió a pensar en la invitación que Donna le había hecho más temprano, pero de nuevo se dijo que era poco probable. Nada probable a decir verdad.

–Quizás algún día, mi amor–

Pero no se lo prometió. No podía prometer a su hijo algo que no cumpliría.

Minutos más tarde, Aliya regresó con Travis, sintiéndose revitalizada.

Lo encontró tomándose algunas fotografías con viejos amigos y seguidores.

En cuanto la vio volver, se despidió de las personas que lo rodeaban y avanzó hacia ella. Sin embargo, antes de poder llegar, un pequeño niño de aproximadamente siete u ocho años se le acercó.

–¿Puedes firmar mi camiseta de Rebels?–

Travis sonrió de oreja a oreja al mirarlo. Aunque siempre era bien recibido y aclamado ahí en Jersey que lo había visto crecer, era un lugar que apoyaba sin lugar a dudas al equipo neoyorkino. Aún así existía un buen séquito de seguidores de Rabels y suyos, y otro de Eagles y Jason.

–Claro que sí campeón– tomó la prenda y el marcador Sharpie que le ofrecía. La firmó sin problema alguno y cuando se la entregó se colocó en cuclillas para estar a su altura. –¿Cómo te llamas?–

–Ronnie– respondió él con voz baja. Estaba nervioso evidentemente.

–Oh, pues es un gusto conocerte, Ronnie. ¿Eres muy fan de los Rebels?–

–En realidad es admirador suyo, señor Keith– le dijo un hombre mayor que se acercó. –Mi nieto se haría seguidor del Real Madrid si usted decidiera cambiarse a aquel equipo y jugar soccer–

Travis rió por la manera tan graciosa que tuvo de explicarlo.

–Pues tomemos una foto para que siempre la recuerdes, Ronnie–

–Desde luego–

El abuelo del pequeño sacó su celular para capturar el momento. Travis sonrió hacia la cámara y Ronnie permaneció muy quieto a su lado.

La fotografía fue capturada de inmediato.

–Bueno, Ronnie, me ha encantado conocerte, pero ya debo irme. Aquella preciosa chica está esperando por mí– le señaló entonces a Aliya. –¿Verdad que sí es hermosa?–

El niño enrojeció pero asintió. Travis le mostró la palma para que chocara los cinco. Después se enderezó y se despidió para volver junto a la chica de la que hablaba.

Aliya había observado la escena desde donde estaba. Aquella no era la primera vez que notaba lo amable que él era siempre con todas las personas. Se daba siempre el tiempo de saludar y de tomarse fotografías mostrando la mejor de sus sonrisas, incluso charlaba con sus fans. Era sin duda un deportista muy humano.

–¿Cómo está Oleg? ¿Cómo va su brazo?– le preguntó en cuanto llegó junto a ella.

–Él está perfecto. Y sigue encantado con su brazo fantasma. Creo que le dará una seria depresión cuando se llegue el momento de retirarle el yeso– Aliya rió porque en serio creía que era así.

Travis también rió y después la guió por las gradas para que pudiesen sentarse y disfrutar así del partido de liga infantil que se estaba desarrollando frente a ellos.

La atmósfera estaba cargada de entusiasmo deportivo. Los niños corrían por el campo, riendo y gritando.

–Es una pena que Jason y Kylie tuvieran que irse por la boda de su prima–

Aliya pensó lo mismo. La habían estado pasando tan bien, que le había decepcionado un poco saber que se marcharían por aquel compromiso familiar.

–Imagino que a Jason también le gusta mucho venir aquí–

–Claro, siempre que podemos venimos. Jason incluso tiene muchos mas fans que yo. Lo aman en Jersey– aseguró.

Ambos continuaron riendo, la conversación fluyendo mientras seguían el juego con atención.

La gimnasta no pudo evitar pensar en que Travis sería un gran padre el día en que la vida decidiera obsequiarle un hijo, pero el pensamiento no fue más allá. Antes de que llegaran otras cosas a su mente, como imaginarlo casado o con alguna atractiva mujer a su lado, decidió cambiar el tema.

Estaba a punto de preguntar algo especifico sobre el football, a sabiendas de que solo Travis podría explicárselo, pero en ese momento el niño de la camiseta de los Rebels se acercó.

–¿Qué pasa, Ronnie? ¿Está todo bien?– le preguntó Travis un tanto confundido.

Ronnie, que claramente era de pocas palabras, no mencionó nada, pero en sus manos llevaba una rosa roja cortada de alguna jardinera. Con su tierna manita la extendió hasta Aliya, sorprendiéndola y sacándole una genuina sonrisa.

–Oh, cielo santo, muchas gracias– exclamó sintiéndose adulada y agradecida. –Eres muy tierno, ven aquí...– sin dudárselo, ella se inclinó un poco hacia el frente y depositó un beso en la mejillita del pequeño.

Más sonrojado aún, Ronnie se despidió agitando su mano, y se marchó corriendo.

Travis rió pero frunció el ceño también.

–Es increíble...– dijo en tono celoso y juguetón. –No puedo creer que después de todo este día, ese niño que acabamos de conocer se ganó ya un beso tuyo, y yo ninguno–

Aliya rió por el encanto con que lo había dicho. Realmente Travis Keith tenía un lado tierno y muy dulce. Ella estaba fascinada por poder conocerlo.

No fue consciente de sus propias acciones, sino solo de sus pensamientos, de sus emociones y de lo que estaba sintiendo. Se acercó a él con lentitud, alzó sus dos manos tomándolo de la cara, sintiendo en sus palmas la asperidad de su crecida barba. Sin más depositó un suave beso en la piel de su mejilla.

Travis se quedó sin aliento después del contacto con sus labios. Todo su cuerpo se tensó, y en su interior todo se sacudió. No pudo evitarlo más, pero tampoco quiso hacerlo. Giró la gorra que llevaba en su cabeza haciendo que la visera quedara a su espalda. Su mirada se encontró con la suya, y ambos se fundieron en la magia. Después se inclinó hacia ella para robarle un beso. Su boca capturó la suya, y se besaron con anhelo, con mil emociones sellando la unión.

El beso fue corto, pero los hizo soñar despiertos. Se miraron con sorpresa, pero antes de que alguno de los dos pudiese decir algo, los altavoces llamaron al ala cerrada de los Rebels.

–¡Travis Keith se encuentra en casa! ¡Travis, ven a saludar a tu gente, por favor! ¡Los aficionados te aclamamos! ¡No seas, penoso, Travis!–

El jugador no pudo evitar reír. No dejó de mirar a Aliya aún así.

–Creo que me llaman–

–Sí– asintió ella.

–Voy a tener que ir– le dijo. –¿Me esperas aquí?–

–Aquí te espero, Travis–

Él resistió el deseo de besarla de nueva cuenta, pero solo echó fuera un suspiro. Se dirigió entonces al medio del campo. A su paso iba saludando a personas e incluso dándose unos segundos para fotografiarse junto a ellos.

Aliya lo miró desde su lugar, y una emoción nueva brotó desde el fondo de su corazón.

De pronto, para ella aquel sujeto de gran tamaño, de sonrisa pícara y hermosos ojos verdes se había convertido en el hombre más maravilloso que hubiese podido conocer.

●●●●●

Más tarde cuando estuvieron de vuelta en casa, se encontraron a Donna que charlaba con el abuelo.

El abuelo parecía un poco molesto.

–Es que esa familia de Kylie... No debieron haber ido a esa dichosa boda. Esas personas siempre están metiéndose con ella, y molestándose por el asunto de los hijos. Son unos desconsiderados–

–Ya, papá, tranquilo. Kylie y Jason saben tratarlos– respondió Donna un tanto preocupada pues en el fondo sabía que lo que decía su padre era cierto. Observó cómo la enfermera se lo llevaba a su habitación y exhaló. Al girarse notó que su hijo menor y su linda acompañante habían regresado, y una gran sonrisa iluminó su rostro. –Oh, están de regreso– exclamó contenta. –¿Cómo estuvo el partido de la liga infantil?–

–Cardiaca, mamá. Esos pequeños jugadores son unas bestias– respondió Travis aún con emoción. Era muy notorio que le encantaban los niños, lo cual lo hacía ser mucho más adorable.

Aliya seguía con el nudo en su pecho, tratando de reprimir todo lo que estaba sintiendo por él. Corrección, lo que ya sentía.

Podía ser incluso más fuerte que ella, y eso era lo que tanto había estado temiéndose.

Consiguió sonreír aún así.

–La verdad es que fue un buen juego. No entendí mucho pero Travis me explicó–

–Eso es fenomenal. Ahora por favor acompáñenme a merendar. Aliya, he preparado té de arándanos con galletas caseras. Desde ayer le pregunté a Alexa si en Rusia preferían té o café, espero que no se haya equivocado–

–Es cierto, nos encanta el té– asintió agradecida por el detalle.

Los tres se sentaron entonces a la mesa mientras seguían charlando del partido infantil, y degustaban de las deliciosas galletas en compañía del té.

Travis recibió una llamada que irrumpió la convivencia. Se trataba de su agente, y aunque no quería alejarse de ahí, tuvo que atender pues se trataba de algo importante.

–Ahora regreso– se disculpó y salió del comedor.

Donna y Aliya se quedaron solas. Ambas estaban disfrutando de la mutua compañía.

–Su casa es muy hermosa, Donna, me gusta que está llena de fotografías y de recuerdos–

La madre de los Keith sonrió ante el comentario, y miró entonces hacia el rincón en donde estaba fija la mirada de Aliya.

–Esas fotos son de cuando vivíamos en Cleveland. Esta precisamente...– tomó una foto de Travis cuando tenía cinco años. –... fue en un Halloween. Travis decidió vestirse de jugador de football, sin imaginarse que años después jugaría este deporte profesionalmente–

Aliya sintió mucha ternura de ver a Travis en aquella tierna edad. La misma edad de Oleg. Había sido un niño hermoso. Su mirada traviesa y la sonrisa encantadora. Precisamente igual que ahora. El corazón le latió con fuerza.

–Extraña su vida en Cleveland, ¿no es así?– después de preguntarle, se arrepintió pues pensó que quizás dicha pregunta podría ponerla triste.

Donna sonrió en lugar de eso.

–Lo que extraño es cómo era mi vida ahí, cuando Edward aún vivía, pero todo lo que pasó después no hace sino traerme malos recuerdos. Mudarnos a Jersey fue la mejor elección. Hemos sido muy felices aquí–

–Lamento mucho haberla hecho recordar– Aliya se sintió apenada.

La mujer negó para despreocuparla.

–Tranquila, linda. No pasa nada. Además recordar cómo fue pasar por todo aquello, es como la reafirmación de que siempre podremos superar cualquier circunstancia, por más horrible que sea. Por los hijos siempre será así–

La gimnasta no pudo estar más de acuerdo.

–No me queda duda– sonrió mientras pensaba en su pequeño angelito que la vida le había dado.

–Voy a contarte algo muy especial– le dijo Donna con voz entrecortada. –Así como ves a mi hijo, de ocurrente, despreocupado y siempre en su papel de bromista, fue él quien nos sacó de la profunda depresión en la que estábamos, a Jason y a mí. Con su forma de ver la vida y su único sentido del humor, se encargó de hacernos los días más felices y llenos de risas. De poco en poco fue sanando nuestro corazón y su alegría nos contagió. Siempre salía con algo nuevo. Recuerdo que me inscribí a clases de baile para ocupar mi tiempo y mis pensamientos, pero al inicio no me dijeron que necesitaba llevar una pareja. Travis decidió ir conmigo. Gracias a eso ahora es un gran bailarín– rió grácilmente.

Aliya limpió las lágrimas que habían fluido de sus ojos como dos ríos, sintiéndose tan conmovida que de pronto mil sentimientos recorrían cada parte de su alma. Sentía una conexión profunda, una especie de entendimiento que iba más allá de las palabras, que la tenían con las emociones a flor de piel.

Imaginar al Travis pequeño haciendo de todo para que su madre y su hermano rieran, le robó sin duda el corazón, e hizo que lo quisiera un poquito más. ¡Porque lo quería! No podía seguir negándolo. Había desarrollado algo muy intenso por él, y ya no podía negarlo.

–Los niños son increíblemente resilientes. Tendríamos que aprender mucho más de ellos– dijo entonces cuando por fin fue capaz de hablar.

Donna seguía mostrando aquella sonrisa que embellecía su rostro ahora con arrugas.

–Tú empiezas este largo recorrido junto a Oleg. Nunca dudes de tu capacidad y de lo fuerte que eres. Siempre podrás con todo solo porque tu pequeño te dará esa fuerza que necesitas–

–Le aseguro que no volveré a dudar nunca– Aliya sonreía también, continuó limpiando la humedad de su rostro. –Gracias por esto, Donna. Debo decirle que la admiro mucho–

La agradable mujer negó.

–Cariño si debes admirar a alguien, es a ti misma. Voltea hacia atrás y ve todo lo que has logrado, todas las pruebas que has superado, y el lugar oscuro en donde estabas y de donde pudiste salir. Adidas no solo te llamó por tu gran agilidad e increíble talento, sino por todo el trasfondo de lo que eres. La admiración es para ti–

Al regresar Travis, tomó asiento en medio de ellas, y continuaron la charla en donde la habían dejado.

Transcurrieron un par de horas cuando se llegó la hora de marcharse.

–Oh, linda, realmente estoy muy feliz de haberte conocido–

–También yo, Donna. Es usted una muy grata compañía. La pasé increíble en su casa. Muchas gracias por todas las atenciones–

Ambas mujeres compartieron un cariñoso abrazo.

Donna se giró hacia su hijo entonces.

–Travis, prométeme que traerás a Aliya de nuevo– le pidió un tanto triste por tener que despedirse de ellos.

Travis miró a la gimnasta y evocó una sonrisa. Ella no era capaz de decir nada, porque se sentía confundida. Había llegado ahí pensando en que sólo estaría de visita por única ocasión, pero en esos momentos se sentía como si no se quisiera ir nunca.

–Te lo prometo, mamá– aseguró.

–¿No piensas despedirte de tu abuelo?–

Richard avanzaba hacia el pórtico en su silla de ruedas, acompañado de su enfermera, quien se mantuvo a una distancia prudente.

–Oh, viejo. Estaba por ir a tu habitación. Jamás me iría sin darte un abrazo– el hombre de grandes proporciones que era Travis, hizo todo su esfuerzo por inclinarse hacia la silla, y abrazar a su abuelo. –Te quiero mucho, aunque estés realmente loco– le dijo mientras todavía se mantenían abrazados.

–Esa chica...– empezó entonces a hablar Richard. –Cuídala mucho. No la dejes ir. Es buena–

Travis estuvo más que de acuerdo.

–Te aseguro que la haré volver aquí, y entonces quizás tendremos para ti una gran noticia– le guiñó el ojo travieso.

Aliya se acercó también para despedirse de él.

Luego de los últimos abrazos familiares, Travis abrió la puerta de su camioneta para ayudar caballerosamente a que la hermosa rusa pudiera entrar.

Estuvo a punto de entrar al asiento del conductor cuando su madre lo llamó.

–¡Cariño, ven conmigo a la cocina! ¡Por poco olvido las galletas que les empaqué para el camino!–

Travis obedeció y siguió a su madre al interior de la casa.

Donna le entregó un recipiente de plástico que albergaba las deliciosas galletas.

Él le agradeció y depositó un beso en su mejilla, pero antes de volver a su vehículo, le hizo un cuestionamiento más.

–¿Verdad que Ali es maravillosa?–

–Sí lo es– Donna no lo dudó ni un instante. –Es una chica muy especial–

–La amo, mamá–

–Oh, de eso estoy segura, Travis. En efecto la amas– ella acarició la mejilla de su amado hijo, conmovida de verlo así de enamorado por primera vez.

–No quiero presionarla, aunque a veces siento que tengo la batalla perdida. Sufrió mucho por culpa de su ex marido–

–Puedo imaginar eso, pero no te rindas, mi amor. Aliya también te quiere. Los ojos no mienten, mi cielo. Ahora tienes que ser lo que ella necesita que seas. No te olvides de esto que te he dicho–

Travis asintió esperanzado. Luego depositó un beso en su mejilla.

–¡Gracias, mamá, eres la mejor!– le gritó.

–¡Claro que lo soy!– fue la simpática respuesta de Donna. –¡Ah, y no creas que no me di cuenta de la cicatriz que tienes en el cuello, Travis Michael!–

Todavía entre risas, y bastante entusiasmado Travis volvió a su camioneta en donde Aliya lo esperaba.

Donna volvió a la entrada para verlos marcharse. Agitó la mano en señal de despedida cuando vio que el vehículo salía de la vivienda para emprender camino.

●●●●●

El camino de regreso a Nueva York fue diferente al de ida. Eran cerca de las diez de la noche, por lo que solo había oscuridad y no los bellos paisajes de los que habían disfrutado por la mañana.

Travis conducía su camioneta siendo precavido en todo momento. La intención principal era llevar sana y salva a Aliya porque ella era lo más importante para él.

Tardaron poco más de hora y media en llegar a Nueva York.

Luego de unos cuantos minutos más, estacionó la camioneta frente al hotel en donde ella se hospedaba.

No salieron de inmediato del vehículo, pues Travis tenía algo que decirle.

–Hace un rato llamo mi agente. Tenía noticias sobre... el imbécil tenista–

Aliya abrió los ojos con sorpresa pues no había recordado nada de lo ocurrido con aquel individuo durante todo el día. La había pasado tan bien en la casa Keith, que cualquier problema había sido olvidado durante su estancia. Se mostró entonces consternada.

–¿Qué...qué te dijo sobre él?–

–Más temprano publicó en sus redes sociales una disculpa dirigida hacia ti, y otra dirigida hacia mí. Siller me dijo que Adidas lo ha despedido y que la agencia publicitaria a la que pertenece lo obligó a disculparse. Tengo entendido que también el ATP lo sancionará. Es importante que sepas que la noticia ya se dio a conocer por los medios–

–¿Qué es lo que saben?–

–Que este cabrón se pasó de copas, fue grosero e impertinente contigo, que... yo intervine, y después él me rompió un vaso de vidrio en el cuello. Publicaron también que tú atendiste mi herida en uno de los salones y que nos fuimos juntos del evento. Lamento que de nuevo estes envuelta en este tipo de noticias. No te lo quise decir antes para no arruinarte el día. ¿Cómo te sientes con respecto a todo?–

Aliya se lo pensó durante unos instantes. De pronto experimentó la angustia de la noche pasada, pero pronto la mandó lejos. Después se hundió de hombros.

–Prefiero ignorar que eso pasó, ignorar a ese... sujeto, y también cualquier cosa relacionada a él. No daré ninguna declaración al respecto–

Travis exhaló aliviado de que ella hubiese reaccionado tranquila y despreocupada.

–Así se habla, nena. No es un tema relevante. Te faltaron al respeto y no debe volver a suceder. El idiota ya se ha disculpado y yo le haré saber que si se vuelve a acercar a ti, lo lamentará–

–No es necesario. Por favor, no te metas en más problemas. Estoy segura de que él tampoco quiere complicar más la situación y no se me acercará de nuevo nunca–

–Aún así tiene que saberlo. Te prometo que no haré ningún escándalo, será solo algo como... precaución. Ali, tú eres muy importante para mí, y cualquiera que pretenda meterse contigo, tendrá que vérselas primero conmigo–

–Travis...– para la gimnasta todavía era nueva la sensación de sentirse protegida por aquel hombre tan fuerte y tan valiente. No podía negarse a sí misma que le encantaba sentirse así, pequeña y apoyada, pero sobre todo valorada.

–También debo decirte algo más... El lunes tendré que regresar a Chicago. He terminado mi parte con Adidas. Te juro que no deseo marcharme–

Aliya sintió algo ocurriendo en su corazón. La decepción y la tristeza la embargaron.

–¿Te irás?– la pregunta salió de sus labios. Su voz ronca y entrecortada. Ella sabía que en Chicago estaba su vida, su equipo. Era lo más lógico pero no pudo evitar esos sentimientos que dolían.

–Los entrenamientos para la pretemporada están por comenzar, maldición pero no quiero dejar de verte. Hasta he pensado en ir a las oficinas de Adidas y pedirles trabajo de intendencia, lavar los baños, lo que sea con tal de seguir viendo tu preciosa carita todos los días– él giró para mirarla, sus ojos reflejando un brillo de anhelo. –Sé que prometí que no te molestaría con este tema, pero... tengo que ser sincero. Es mi naturaleza. Me tienes loco, Ali, y pensar en tenerte lejos... hace que mi corazón se rompa en mil pedazos–

–El beso que nos dimos esta tarde...– Aliya habló pero después se calló abruptamente.

–Lo sé, nena. Lo lamento. Te juré que nada de eso pasaría, pero no pude evitarlo... ¡Ah, joder! Quizás sí sea lo mejor que me vaya. Dejar de verte por un tiempo. Así quizás... se baje un poco esta locura que siento en mi cabeza. Solo te pido que respondas mis mensajes, y que de vez en cuando me dejes llamarte. Te lo suplico, preciosa. Es todo lo que te pido– Travis se preguntó si ella podría ver más allá de su propia inseguridad, si podría entender que él estaba dispuesto a esperar, a luchar por su corazón, por su confianza, pero que entendía que era primordial alejarse y darle su espacio.

El aire entre ellos se tornó pesado con la incertidumbre. Aliya sintió una oleada de ternura por él. Su vulnerabilidad la tocaba de una manera que no podía ignorar. La sinceridad con la que hablaba le estaba llegando al alma.

–¿Te gustaría... tomar algo?– su voz temblaba levemente. –Yo...yo no bebo, pero en el penthouse tengo algo de vino–

>¡No! ¡¿Qué haces?!< le recriminó su voz interior, pero ya era tarde para retractarse.

Aliya no imaginaba que en el interior de Travis estaba desatándose su propio conflicto consigo mismo.

Él se decía que no era buena idea estar ahí solo con ella. Se lo repetía su mente una y otra vez. Ah, tendría que haber dicho que no, pero eso solo habría sucedido si hubiese sido un estúpido.

Se aclaró la garganta.

–Me encantaría– respondió y enseguida apagó la camioneta.

Los dos se adentraron en el hotel caminando en silencio. A Aliya le latía fuertemente el corazón. Travis sentía un torbellino de emociones recorriendo sus venas. Los segundos que estuvieron en el elevador no hicieron sino aumentar la tensión entre los dos.

Una vez que llegaron al penthouse en el último piso, la gimnasta se encargó de abrir e invitarlo a pasar, pero el jugador de football insistió en que ella entrara primero.

Así, cerraron la puerta detrás de ellos.

–El lugar está genial– exclamó Travis mientras miraba a su alrededor. –Quizás el departamento en Queens estaba más amplio, pero este lo tiene todo, además la vista es mucho mejor– opinó al acercarse al balcón que regalaba la imagen perfecta de la vida nocturna en Manhattan. –Fue muy buena idea por parte del equipo el trasladarte aquí–

Aliya no pudo evitar sonreír, pensando todavía en lo dulce y tierno que ese hombretón era.

–Sé que fue gracias a ti. Neil me lo contó todo– le dijo riendo levemente.

–Ah, mierda, Neil es un bocón– respondió Travis apenado, pero riendo junto con ella.

La observó entonces ir hacia la barra y servirle una copa de vino tinto. Misma que le ofreció cuando se acercó de nuevo a él.

–Gracias por eso, Travis. Gracias por este hermoso día en Jersey, y... gracias por todo lo que has hecho por mí–

Durante unos instantes él no hizo más que mirarla embelesado, mientras sostenía la copa en sus manos. Tragó saliva. Se sentía desesperado, ansioso, nervioso. Empezó a sudar.

De un solo tragó se bebió el vino, y después dejó la copa sobre la barra.

–No tienes nada que agradecer, Ali. Y, bueno... yo... eh... Ya debo marcharme– declaró con voz tensa. –No sé si volveré a verte pronto, pero... espero que así sea–

El silencio se hizo denso entre ellos, cargado de promesas no dichas. Se miraron, cada uno en su propio mundo, antes de que la distancia se rompiera cuando ambos se acercaron lentamente.

–Hasta luego, Travis...– fue la respuesta de ella.

Intentaron abrazarse pero sus brazos chocaron, después trataron de darse la mano para despedirse así con un apretón pero tampoco funcionó. Volvieron a mirarse, los dos avergonzados, y finalmente Travis se atrevió a acercarse inclinándose sobre ella. Pareció que iba a besarla, pero en lugar de eso depositó un suave beso en su cara, muy cerca de sus labios.

Aliya sintió una corriente eléctrica recorrer su piel, dejándola temblorosa y con una sensación de fervor en su sangre.

Sin aliento, lo miró con fijeza, observando cómo él se dirigía hacia la puerta, experimentando el fuerte deseo de suplicarle que no se fuera, que regresara y la tomara entre sus brazos, que la besara hasta que los dos se perdieran en las sensaciones. Pero no dijo ni una sola palabra.

Tampoco Travis. En cuanto tomó con su mano el pomo de la puerta, se quedó muy quieto, paralizado durante lo que pareció ser una eternidad.

A Aliya le dio un vuelco cuando se giró y sus ojos se encontraron. Los de él ardientes de deseo, los de ella anhelantes. El aire se volvió espeso cargado de algo palpable y muy intenso. El tiempo se detuvo.

No pasó mucho tiempo cuando Travis, a paso firme y decidido se acercó porque no podía seguir conteniéndose. El instinto fue mucho más fuerte, lo dominó en ese instante. La tomó de la cintura y la atrajo hacia él. Su boca se posó sobre la suya con una pasión que los dejó a los dos sin aliento.

La besó apasionadamente, y Aliya respondió con la misma intensidad sintiéndose envuelta por su calor, su fuerza y su pasión. Sus labios moviéndose al unísono, sus manos acariciando, explorando sus curvas. Todo en la habitación desapareció y solo existieron ellos dos, perdidos en el mismo abismo de deseo.

Al sentir la erección presionando contra su vientre, el cuerpo de Aliya respondió con un estremecimiento de deseo que le traspasó el corazón haciéndola consciente de una conclusión aterradora... Él y ella debían fusionarse en un solo ser.

Aquella noche, en medio de la confusión y el ardor, la conexión que habían forjado la envolvió como una manta, y se dio cuenta de que estaba dispuesta a permitirle más, a permitirse más solo porque había algo en ese hombre que la hacía querer arriesgarse, incluso con todas las dudas que todavía la perseguían.

¡Ah, cielo santo! Lo deseaba ardientemente y ansiaba conocer lo que sería entregársele por completo al menos por esa noche que les aguardaba. Sin miedos, sin responsabilidades, sin que nada importara.

Aquel seductor pensamiento le rondó en la cabeza como una droga adictiva y aterradora.

Un segundo más tarde, cualquier cosa que hubiese atravesado por su mente se disolvió. Se sintió perdida en un abismo de pasión, su mente nublada por la emoción, las sensaciones.

Travis la besaba con dureza y dulzura mezcladas, la dejaba sin respiración, su boca y sus manos en su cuerpo, exigentes, atrayéndola aún más. Él la consumía, la hacían sentirse viva.

–Travis...– susurró, su voz apenas audible.

–No me rechaces más, Ali...– suplicó él casi desolado. –Necesito sentirte, preciosa... Te necesito tanto...–

Aliya no fue capaz de decir nada. Sus bocas volvieron a unirse en aquella suplica silenciosa. Los labios de Travis recorrieron después su cuello, depositando un sinfín de besos en la frágil y delicada piel. Ella se arqueó hacia él, diciéndole así de mil formas que era bienvenido, que anhelaba exactamente lo mismo.

Deseaba que la cubriera con su enorme cuerpo, que siguiera besándola y que la acariciara, que eliminaran sus ropas y estuviesen piel contra piel, que cada centímetro de la hombría que abultaba sus vaqueros se hundiera profundamente en su interior...

Travis la tomó en sus brazos levantándola en vilo, sintiéndola ligera y frágil. No dejó de besarla ni por un instante. La pasión estaba desbordante en todo su pecho, se sentía famélico.

El mensaje había sido claro para él. No pensó en nada más que no fuera hacer suya a esa preciosa damisela rusa. Oh, y lo haría ya mismo... Desde luego que lo haría. 

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