Capítulo 16

La risa de Aliya se mezcló con la historia de Travis, y mientras él relataba anécdotas de su infancia, su tristeza parecía desvanecerse, reemplazada por la calidez de la risa compartida y el deleite que estaba siendo aquel cono de chocolate en sus manos.

Se descubrió a sí misma dándose cuenta de que se estaba divirtiendo.

–No me sorprende. Tienes toda la pinta de haber sido muy inquieto y travieso de pequeño–

–Oh, sí– asintió él con orgullo.

La conversación fluía con una naturalidad reconfortante, y Aliya reía a causa de aquel cohete construido con cajas de cartón que había terminado ocasionando un pequeño incendio en el patio.

–¿Es Oleg travieso?– preguntó entonces Travis con mucha curiosidad. Para él no pasó desapercibida el tamaño de su sonrisa y el brillo de sus hermosos ojos marrones que resplandecía cuando hablaba de su hijo.

–Más bien es muy curioso e intrépido, pero no da problemas. Al menos no como tú lo hacías con tu madre. Compadezco a esa mujer–

Travis rió.

–También yo la compadezco. Por eso ahora que puedo, la trato como reina. Es mi manera de disculparme–

Aliya volvió a reír. Con cada risa compartido entre ambos, la distancia se reducía pero no era consciente de eso.

–Eres un buen hijo–

Él se hundió de hombros.

–Espero serlo. Mi madre es una mujer maravillosa–

–Suena a que lo es. Sacar adelante sola a dos niños es admirable–

–También tú eres alguien admirable. No necesito conocerte más para saber que estás haciendo un trabajo estupendo con tu pequeño–

Aliya se sintió conmovida. Algo profundo calentó su corazón.

–Gracias. A veces las mamás necesitamos escuchar eso. A veces estamos cargadas de tantos problemas que no podemos compartir con nuestros hijos–

–Lo sé– asintió Travis. –Recuerdo bien cómo fue para mamá. Aunque ella jamás se quejó. Solo tuvo palabras de amor para Jason y para mí, pero yo la veía. Veía su rostro. Sufrió mucho luego de que papá nos dejara–

–No tienes que hablar de esto si no quieres...–

Él negó y sonrió de lado. Quizás no había conocido a una persona que le inspirara tanta confianza como ella.

–Descuida. Estoy bien. Lo he aceptado y superado. Tomé terapia cuando era adolescente, y lo hice también antes de empezar esta campaña–

–¿Cuántos años tenías cuando esto sucedió?–

–Yo tenía 10. Jason 13–

–Eran niños todavía– a Aliya le dolió el corazón de pensar en dos inocentes sufriendo la muerte de su padre así de trágica.

–Lo éramos– asintió Travis. –Y no me queda duda de cuánto nos amaba papá, pero... Joder, eres la primera persona a la que se lo digo abiertamente... Durante muchos años pensé en que había sido un cobarde por causarnos ese dolor, por dejar sola a mamá y obligarnos a nosotros a crecer sin él. Tranquila– se apresuró a aclararle cuando vio la aflicción en su cara. –Ya no pienso de ese modo. Quiero decir, yo en su lugar, jamás habría optado por esa alternativa. Nunca me habría atrevido a causarles un dolor tan grande a las personas que más amo, pero he entendido que no soy nadie para juzgarlo. En vida él dio lo mejor a su familia, nos hizo muy felices, y... bueno, se equivocó, se equivocó terriblemente pero incluso en ese momento estaba pensando en nosotros–

–La aceptación y el perdón son liberadores, ¿cierto?–

Travis no pudo estar más de acuerdo.

–Realmente lo son. Eso y el deporte. Como atleta no me vas a negar que es excelente terapia–

Aliya no pudo estar más de acuerdo.

–¿Desde cuándo juegas football?–

–Empecé a jugar durante mi primer año en secundaria. Desde entonces quedé fascinado–

–¿Cómo fue que llegaste a la NFL?–

–Convertí la fascinación en disciplina y me lo tomé muy en serio. Seguí jugando en preparatoria y gracias a eso recibí ofertas de algunas universidades, pero yo ya sabía que quería seguir los pasos de mi hermano. Elegí Rutgers y jugué fútbol colegial hasta que los Rebels de Chicago me eligieron a mí–

–Estoy impresionada. Además es un deporte muy difícil. Tienes que ser algo así como un super hombre, ¿no?–

Travis negó.

–Lo que yo hago es salir y matarme a empujones con los del otro equipo por un balón. En cambio lo que tú haces... Lo qué tú haces es arte, muñeca– no mentía, no exageraba, lo decía porque en verdad lo sentía de ese modo.

–Impresionado me dejaste el día que te vi en Los Ángeles haciendo todas esas piruetas imposibles en el aire. Si no lo hubiese visto con mis propios ojos ahora mismo te diría que no puede ser real... ¡Wow! ¿Cómo fue que aprendiste a hacer todo eso?–

Aliya sabía que estaba sonrojada.

–No es tan difícil–

–Para los simples mortales como yo, sí que lo es. Pero tú... luces como si hubieses nacido sabiendo hacerlo. Y mira que he visto muchas de tus competencias en Youtube. Eres una de las mejores del mundo. Eso sí que es impresionante–

–¿Has visto mis competencias en internet?– cuestionó ella sorprendida y halagada.

–Sip, y ahora soy tu gran admirador. Uno de estos días querré que me regales tu fotografía autografiada–

Aliya lo miró, el color regresando a sus mejillas, y aunque su corazón latía con fuerza, no pudo evitar sonreír.

–No sé cómo lo haces pero siempre consigues hacerme reír–

–Lo hago porque me gusta mirarte feliz... Ah, maldición, en serio eres bonita, y lo eres aún más cuando sonríes–

Las mejillas de la gimnasta se tiñeron de nuevo de rubor. No apartó la mirada a pesar de que se sentía de nuevo tímida y avergonzada. Se la sostuvo aunque resultó todo un reto.

–¿De verdad piensas que soy bonita?– había una parte de ella que se negaba a creer que en verdad fuese cierto. Los hombres como él, atractivos e imponentes, con esa aura de peligro que la hacía estremecer, jamás se fijaban en mujeres como ella, bajitas y de belleza... peculiar.

–¡Pero claro que lo creo!– Travis frunció el ceño. –¿Por qué me preguntas eso? ¿Acaso piensas que no eres bonita?– el silencio de Aliya le confirmó lo que estaba pensando, eso lo hizo enfadarse. –Joder... No vuelvas a pensar eso. Eres hermosísima, nena. Eres tan bonita que me duele el pecho– y las bolas, deseó añadir. –cada vez que te miro. Me tienes babeando, ¿es que acaso no lo ves?–

Travis estaba hablando con toda su sinceridad, y mientras lo hacía iba inclinando su cabeza cada vez más cerca. Tan cerca que Aliya creyó que le besaría en cualquier instante. Se quedó muy quieta, porque no podía negarse ya, si él la besaba ella correspondería a aquel beso. Sin embargo algo muy distinto sucedió... Aquel viril e increíble hombre pegó sus labios en la parte superior de su cabeza y así depositó un tierno y significativo beso en su frente.

–Creo que no imaginas cuánto deseo besarte... pero no pienso aprovecharme de tu vulnerabilidad... Aliya, me gustas demasiado, y eso ya lo sabes. Quiero que me des una oportunidad para conquistarte. No tienes que darme una respuesta ahora. Yo sé ser paciente, sobre todo si se trata de algo que vale la pena por completo–

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Travis Keith y Aliya Mustafina: Romance en las Calles de Manhattan...

Nueva York, 3 de Abril de 2022 – En un inesperado giro de los acontecimientos, Travis Keith, el destacado ala cerrada de los Rebels de Chicago, fue visto paseando por las bulliciosas calles de la Gran Manzana en compañía de la famosa y muy hermosa gimnasta rusa Aliya Mustafina. La pareja, que parecía disfrutar de un día soleado en Central Park, no pudo evitar mostrar su complicidad con gestos cariñosos y risas.

La relación entre estos dos titanes deportivos ha despertado el interés de los medios, quienes han comenzado a especular sobre el innegable inicio de un tórrido romance. Aunque ninguno de los dos ha confirmado oficialmente su relación, las imágenes capturadas por los paparazzi hablan por sí solas.

En un mundo donde el amor a menudo trasciende fronteras, esta unión entre un jugador de fútbol americano y una medallista olímpica se convierte en un tema candente que seguramente seguirá generando titulares en los próximos días. Mientras tanto, los fanáticos de ambos deportistas esperan con ansias más noticias sobre esta inesperada pareja.

Aliya tuvo que releer la nota para asegurarse de que había leído bien en primer instante.

Segundos después, en noticias relacionadas, se encontró con otro título que sin duda la hizo casi irse de espaldas.

Travis Keith tiene nueva novia.

¡Ah, cielo santo! ¿De dónde habían sacado semejante invento? ¿Solamente porque los habían visto paseando por ahí ya decían que estaban viviendo un... tórrido romance?

Además de todo eran tan amarillistas que habían colocado, y a gran escala, la fotografía en dónde Travis depositaba un beso en su frente.

Se le ve muy enamorado al ala cerrada, decía el pie de aquella publicación.

Aliya no supo cómo sentirse. ¿De qué le servía enfadarse? Ya estaba la noticia en todo internet.

Se sintió entonces demasiado frustrada. En ocasiones anteriores había lidiado con notas así de provocativas y sensacionalistas en donde la habían atacado y criticado por sus "actitudes de diva" y su "difícil carácter", sin embargo aquello era distinto. Todo se había reducido siempre a su carrera, y los momentos de enfoque que se habían presentado en mundiales o en Juegos Olímpicos, ahora se estaban metiendo en su vida privada.

Apenas y fue consciente del momento en el que Travis aparecía. Desde luego la había estado buscando. Llevaba en su rostro una expresión de preocupación.

–Lo lamento mucho, Ali– le dijo en cuanto la vio. –Yo no sabía que esto iba a ocurrir. Te lo juro–

Luego de algunos segundos, ella finalmente soltó un suspiro.

–Sé que no es tu culpa, Travis– respondió entonces. –No me encanta ver mi nombre en notas de este tipo, y tampoco estoy feliz por el montón de paparazis que estaban esperándome afuera de la agencia cuando llegué esta mañana, pero... supongo que en algún momento se les tiene que olvidar–

–¿Pero no sería mejor que no se les olvidara?– le dijo muy sonriente mientras tomaba asiento en el sofá dentro del camerino.

La pregunta de Travis la hizo fruncir el ceño.

–¿Por qué? ¿Es que acaso a ti no te molesta que inventen chismes sobre ti?–

–Si se trata de ser tu novio en un mundo paralelo, no, no me molesta ni tantito, al contrario. Y digo que sería mejor que no lo olviden, para que así Alexey entienda de una vez que no piensas regresar con él. Ali, ¿por qué no me dijiste que ayer volvió a buscarte?–

Aliya de nuevo se quedó estática.

–¿Cómo supiste?–

–El guardia de entrada me lo dijo. Le he pedido que le prohíban la entrada. ¿Te hizo algo? ¿Volvió a maltratarte?–

–No. De hecho... el guardia se acercó a pedirle que se retirara, y solo así me dejó en paz–

–Ah, es un gran tipo entonces– sonrió Travis contento con la acción de aquel buen hombre. Había visto la nota esa mañana, y seguro por eso se había acercado a contarle. Le gustaba que creyeran que Aliya era su novia, así otros no se atreverían a acercársele en plan romántico. Era un acto sumamente egoísta de su parte, pero no podía evitar sentirse posesivo con ella. Ansiaba con toda su alma que fuese suya, y lucharía para lograrlo.

Contrario de Aliya, ella todavía pensaba en algo muy diferente.

–¿A qué te referías al decir que... que no te molesta para nada que inventen que somos novios?–

–Dije que no me molestaba, al contrario–

–¿Por qué?–

–Porque quiero que sea realidad, Ali, por eso. Pero tranquila, no quiero asustarte. Tampoco te lo pediré en este momento si es por eso que ahora pareces aterrada. Yo solo... quiero que nos demos el tiempo de conocerte y de que me conozcas. Quiero algún día conquistarte, porque ciertamente me tienes conquistado–

Ante tales revelaciones, Aliya negó y se puso en pie. De pronto parecía muy consternada.

–Tienes que estar loco– le dijo todavía perpleja.

Travis sonrió. Luego de pensárselo asintió.

–Pues sí. Pero eres tú quien me tiene así–

Aliya volvió a negar numerosas veces.

–Yo no estoy en busca de ninguna relación amorosa. Y si lo hiciera... No quiero ofenderte, ¿de acuerdo? Ah cielo santo, ¿cómo lo digo?–

Él frunció el ceño sin comprender.

–¿Por qué me ofenderías? Solo dilo y ya. ¿No soy tu tipo? ¿No te van los altos de ojos verdes? Puedo hacer que te guste...–

–No, no, no, no– muy exasperada, la gimnasta volvió a negar. –No se trata de eso, sino de que... No podría involucrarme con alguien como tú–

–¿Qué quieres decir con alguien como yo?–

–Sabes a lo que me refiero, Travis–

–No. No lo sé. Explícate–

Derrotada, Aliya exhaló.

–No puedo volver a estar con alguien así... atractivo y fiestero, con fama de mujeriego, y que quizás... sólo está en busca de sexo–

Golpe bajo. Travis pensó en que una patada en las bolas le habría dolido menos, sin embargo no podía replicárselo porque hasta cierto punto tenía razón y la entendía. Sin dudas él había sido todo eso que había descrito.

–Veo que estuviste investigándome–

Travis Keith era una estrella de la NFL, pero tenía también su otro lado en donde era conocido como el alma de las fiestas. En las grandes celebraciones de Hollywood, era él siempre el centro de atención. Su fama no solo se limitaba a sus habilidades deportivas; su estilo de vida desenfrenado y su atractivo irresistible lo convertían en una figura bastante popular para el medio, por eso era que los reporteros habían estado tan interesados en su nueva novia. Los rumores sobre sus conquistas eran tan comunes como las noticias de sus touchdowns, y su actitud despreocupada lo mantenía siempre en el ojo del huracán. Le gustaba disfrutar del momento, bailar bajo las luces brillantes de la ciudad, o a compartir un trago con las actrices más hermosas, y ni qué hablar de las modelos. Además se le veía siempre dejando las fiestas, acompañado de esas bellezas, para enseguida marcharse a algún hotel...

–Perdón, pero solo lo digo porque es verdad–

–Pues sí– lo admitió Travis sin más. –Quizás soy sociable... Bueno, muy sociable. Me gusta divertirme y pasarla bien, me invitan a muchas fiestas y rara vez falto a alguna. No creo que eso sea un delito, aún así es importante que sepas que no soy un esclavo de ese estilo de vida. En cuanto al asunto sobre que soy un mujeriego... No soy un patán, ¿de acuerdo? Tuve mi época de... Bueno, salí con muchas mujeres, no voy a negarlo. Nunca he buscado nada serio, y siempre he sido honesto con ellas, pero te juro, Ali, que contigo es distinto. Sí, lo admito, te deseo... he soñado con tenerte entre mis brazos, es natural. Soy hombre y tú eres preciosa, pero no pretendo que seas una más–

Aliya no pudo creerse que él lo hubiese dicho tan abiertamente, que no sintiera pena alguna al hablar sobre la atracción sexual. No pudo evitar sonrojarse.

–Alexey es exactamente como lo eres tú... El alma de la fiesta

A Travis le causó rabia que lo estuviese comparando con aquel hijo de puta. De inmediato se puso en pie.

–Yo no soy como él... Joder, yo nunca te lastimaría, nena–

La gimnasta negó, estaba al borde del llanto.

–Lo mismo me dijo Alexey–

Travis no pudo seguir conteniendo su enojo, el cual se disipó precisamente en cuanto notó que un par de lágrimas aparecían.

–De eso se trata todo, ¿no?– la voz sonó seca. Estaba furioso. –Lo sigues queriendo– ah y le dolió. Le dolió muchísimo, mucho más de lo que hubiera imaginado.

–No– respondió ella casi de inmediato.

Aliya lo estaba negando, pero aún así para Travis fue tarde. Lo había visto en su cara.

–No lo creo, Ali. Más bien pienso que todavía sientes algo por él– le dijo mientras sentía un estado de frustración y celos que hasta entonces no había conocido.

–¡No!– Aliya se sintió desesperada por aclararlo. –Yo ya no siento nada por Alexey–

Lo decía porque lo sentía. Ahora sabía que en realidad nunca lo había amado, pero aún así se sentía confusa. ¿Entonces qué era el amor? ¿Seguía siendo todavía desconocido para ella?

Travis le dio la espalda por unos cuantos instantes, pero después se volvió para mirarla. Evidentemente estaba enfadado.

–Escucha...– le dijo haciendo que lo mirara también mientras se iba acercando un paso y después dos. –No sé si seas sincera o no, si todavía ames a... a ese imbécil, pero yo siento que tengo una oportunidad contigo... Llámame loco, pero... algo me dice que... que estás sintiendo lo mismo que yo. Tengo una pequeña esperanza y me estoy aferrando a ella–

–Travis...– Aliya estaba ahora sin aliento. No le daban las palabras para hablar. Tampoco era que supiera lo que debía decir. De pronto se sentía diminuta a su lado. ¿O era que cada vez se estaba acercando más?

–Lo veo en tus ojos, Ali... Quizás... sigas amando a ese imbécil, pero existe otra parte en donde estoy entrando yo... Un lugar donde él nunca ha podido llegar... Maldición... Dime que es así... Dime que no he enloquecido...–

Los dos se miraron fijamente. Travis soltó un gruñido justo al tiempo en que iba por ella. No lo soportó ni un instante más. Su sangre estaba hirviendo. Atrajo su cintura y la pegó a su torso. Era tan grande que Aliya se sintió envuelta, se quedó sin respiración. Se sintió más vulnerable que nunca simplemente porque no podía evitar reaccionar a él, a su fuerza y a su pasión, a su mirada y a su esencia.

Por un instante ninguno se movió, después fue él quien la besó, desbordante y apasionadamente.

No fue un beso suave, sino voraz, ávido, cargado de algo primitivo y elemental. Encendió la hoguera.

Aliya gimió y sus labios se abrieron aceptándole, y Travis deslizó su lengua dentro de ella, incrementando aún más la intensidad, fundiendo sus bocas. La sujetó con más fuerza, mientras palpitaba de anhelo.

Las manos masculinas aferraron sus caderas, y en él se propagó un ansia de tocarla que fue más allá de cualquier autocontrol.

Sus grandes y callosas manos fueron hambrientas por su espalda hasta rodear cada uno de sus brazos y pegarla más a su pecho, para después bajar de nuevo a su cintura y estrecharla con más fuerza.

Travis no podía creerse con qué intensidad la deseaba, cuánto la anhelaba. El fuego líquido ardía en sus venas.

Todavía prendado de sus labios, se negó a dejarla ir, estaba famélico por ella. Emitió un gruñido de placer justo un segundo antes de arrastrarla hasta la pared y acorralarla.

Aliya se dio cuenta de que jadeaba desesperada pero no por coger aire, sino por los besos robados de aquel masculino ser, por el calor que emanaba y que la cubría. Ella respondía fervientemente, le devolvía la misma pasión, alzaba el cuello para que la besara y la siguiera besando, se ponía en puntas para poder alcanzarlo. Había perdido ya la cabeza y se encontraba perdida en las sensaciones.

Y en medio de todo aquello, un suave y apenas perceptible grito la asaltó cuando lo sintió cargarla. Metió su mano en su nuca y con la otra la mantuvo alzada, gruñendo de nuevo por lo delicioso que era besarla y tocarla así.

Para el jugador de football no hubo ya sensatez. La acarició con descaro, con la palma de su mano abarcó sus pechos, uno y después el otro, luego avanzó y la metió a su cuello para besarla con más ímpetu.

Por fin estaba haciendo lo que tanto había deseado hacerle desde el momento en que volvió a verla... Se la estaba comiendo a besos.

¡Joder! En sus brazos, la gimnasta era sencillamente exquisita.

El ambiente se encendió y las llamas los rodearon.

Aliya lo rodeó con sus brazos y siguieron besándose ardientemente, con mayor profundidad, si aquello era posible. Acarició entonces su rostro, fascinada con el tacto de su áspera barba, adentrando enseguida los dedos en su corto pelo acercándole con urgencia.

Él era gigantesco, cálido y sólido, su fuerza la hizo gemir mientras le provocaba nuevos placeres.

Travis Keith le había robado mucho más que el aliento y unos cuantos besos, la había cautivado, la hacía derretirse lentamente, había encendido una llamarada de deseo que la tenía ardiendo y se extendía por todo su cuerpo.

Ola tras ola de sensaciones, tan dulces que eran casi dolorosas, la recorrían completa. La necesidad de su interior se iba extendiendo, como los rayos de calor que irradian desde el centro del sol, era tan fuerte que jadeó bajo los besos que todavía cerraban sus labios.

Si no la hubiese estado cargando, no habría podido sostenerse en pie.

Había perdido ya su sentido común, su cordura.

Tenía que ser un sueño... Se dijo. Tenía que serlo. Pero sabía que no estaba soñando, que estaba sucediendo.

Entonces abrió los ojos, horrorizada por su propio actuar, completamente agitada. Desprendió sus labios de los suyos bruscamente y al mismo tiempo lo empujó por los hombros.

–¡Bájame!– le exigió. –¡Maldita sea, bájame!–

Travis tardó un par de segundos en reaccionar. Lo hizo justo después de que ella consiguiera tocar el suelo por sí misma, y alejarse. Él la miró confundido, sin comprender por qué había estado besándola segundos atrás, y ahora ya no era así.

–Yo...–

Ella negó.

–No digas nada– fue más una súplica.

–Pero, Ali...–

–¡Que no digas nada!– repitió y esta vez estaba ya furiosa. Le urgía dejar de verlo, le urgía que desapareciera para no seguir mirándolo y resistiendo el impulso de volver a sus brazos. –Ya estás satisfecho por haber probado que estabas en lo cierto, ahora sí márchate. Vete de mi camerino–

–Lo único que yo quería probar aquí eran tus labios, lo quería hacer desde el momento en que nos reencontramos... Nena, me tienes loco por ti... Y sí, comprobé que no te soy indiferente. Solo por eso no me rendiré– declaró con la oscura intensidad de una pasión que lo atormentaba y endurecía sus facciones. El movimiento de su pecho fue tosco la miró, y ella le miraba también, con los ojos muy abiertos, dilatados y la respiración entre cortada.

No añadió nada más, y entonces se marchó. Aliya se quedó en el camerino lleno ahora de quietud, siendo muy consciente de aquella fría y despiadada soledad que la atacó en ese instante.

●●●●●

La noche se extendía tranquila sobre Nueva York, con un cielo despejado y un aire fresco que invitaba a los pensamientos a vagar. Travis, con una cerveza en la mano, se hundió en el sofá de su departamento, sumido en un torbellino de emociones. Las luces de la ciudad brillaban a través de la ventana, pero su mente estaba atrapada en otra parte, en una persona... una mujer... Preciosa mujer. En el brillo de sus ojos y en la sonrisa que había desatado en él un mundo de emociones.

El beso que se habían dado esa misma tarde...

Ah, sólo con evocarlo una emoción cargada hacía estragos en su pecho, y en otras partes. La había besado con excesiva pasión, porque así lo había deseado hacer. Ella había respondido a su beso y a su ardor. Y aún así el rechazo había golpeado su corazón como una tormenta imprevista. Aliya había hablado con una sinceridad que lo había dejado paralizado, pero lo que había roto su corazón había sido el descubrimiento de que aún quería a su exmarido. El recuerdo de su expresión cuando la cuestionó, todavía lo atormentaba, lo sentía desgarrador y pesado.

Él había sentido una potente ansia de hacerle el amor, y probablemente lo habría hecho de no haber sido detenido. La había tenido cargada contra la pared, prácticamente metido entre sus piernas. Había hecho falta desabrocharse los pantalones y...

–Mierda...– Travis siseó con tensión.

Todo se sentía ahora como un espejismo. Cada sorbo de su cerveza era un intento vano de ahogar lo que se acumulaba en su interior.

Se recostó entonces, mirando hacia el techo, buscando respuestas en el vacío. La angustia le apretaba el corazón y la incertidumbre lo atrapaba, mientras la imagen de la preciosa rusa seguía apareciendo en su mente, iluminando su soledad.

Todavía tenía una esperanza. Era mínima pero la tenía, y no pensaba renunciar a ella. Quizás al día siguiente podría pensar en una forma para ganar terreno, para convencerla de que no era malo, de que se diera la oportunidad de conocerlo, sin embargo por ese instante, solo podía sumergirse en la melancolía de una noche que prometía más preguntas que respuestas, mientras el eco de lo que podría ser, resonaba en su corazón.

El sonido de una llamada entrante en su celular lo sacó abruptamente de sus pensamientos. En la pantalla observó que era su hermano quien llamaba. De inmediato atendió.

–Hola, zopenco–

–¿Qué tal va todo, cabeza de chorlito?–

Ambos hermanos rieron complacidos con los insultos compartidos.

–Disculpa que no te devolviera la llamada hace un rato. Estaba en una junta con los ejecutivos–

–Ya, entiendo. Sólo quería charlar. No puede ser que estoy por terminar las grabaciones, y estando en la misma ciudad no ha habido un solo día en que podamos vernos–

–Lo sé, Trav. La verdad es que he estado yendo y viniendo de Jersey todos los días–

–¿Por qué? ¿Le ocurrió algo a mamá? ¿A Kylie o al abuelo?–

–Tranquilo, viejo, no ha pasado nada malo, si es a lo que te refieres. La verdad es que simplemente en cuanto termina mi jornada en el canal, tomo mi auto y corro junto a mi esposa. Ella... bueno, ha estado bastante emotiva, ¿sabes? Por eso no quiero dejarla sola–

–Claro. Tu deber es ver por tu mujer. Haces bien, hermano. Mi cuñada te necesita más que nunca–

–Lo sé...– Jason exhaló al otro lado de la línea. –Oye, pero tú a mí no me engañas. Algo te ocurre. ¿Por qué estás triste?–

Travis suspiró y tomó su tiempo para poder responder.

–Por eso llamaba precisamente... No sé qué hacer, Jason–

–¿Sobre qué? ¿Sobre tu nueva novia?–

–¿Leíste sobre eso?–

Jason soltó una carcajada.

–Bueno, tuve un día de locos, así que apenas y tuve tiempo de revisar las últimas noticias de la farándula, pero aquí en el canal no han hablado de otra cosa. Le rompiste el corazón a un montón de secretarias de ESPN– bromeó.

Travis negó porque él no podía bromear en momentos como ese.

–Estoy hablando en serio–

–También yo– pero Jason seguía riendo. Así era la relación entre ellos. Se adoraban y confiaban el uno en el otro. –De verdad quiero conocer a mi cuñadita nueva. Se escucha tan extraño decirlo... Pensé que nunca tendría una–

–Jason...–

–Ya, ya, está bien– el mayor de los hermanos se puso serio por fin. –Bueno, ¿me dirás quién es ella?–

–Se llama Aliya–

–Lo sé, Aliya Mustafina. Gimnasta de élite en su país, medallista olímpica varías veces. Ya es bastante famosa ahora. Y bueno, ¿es verdad lo que dice la prensa? ¿Es tu novia o una de tus conquistas?–

Travis frunció el ceño.

–No es ninguna de mis conquistas. Quiero dejar eso en claro– habló seriamente. –No es una más del montón. Ella es diferente para mí–

Jason sopesó sus palabras.

–Wow... Te gusta en serio, ¿no?– cuestionó. –¿Travis, estás enamorado?–

El menor tardó en responder pero finalmente lo hizo.

–Sí... Creo que sí... Bueno, estoy casi seguro de que sí–

Y como había esperado, las carcajadas de Jason se escucharon al instante.

–¿Por qué dices que estás casi seguro? ¿Lo estás o no?–

–Nunca antes me había enamorado. ¿Cómo puedo saberlo?–

–Es que no se trata de saberlo, sino de sentirlo. ¿Qué te dice tu corazón?–

Su corazón...

Ah su corazón le decía que aquella mujer era la criatura más hermosa y delicada que hubiese pisado la tierra jamás, que necesitaba ser protegida, y él deseaba ser quien la protegiera. Le decía que la tomara entre sus brazos, que la besara y la hiciera suya hasta que no hubiera un mañana. ¿Era eso estar enamorado?

¡Joder!

–¿Es posible amar a alguien a quien tengo poco tiempo de conocer?–

Jason se lo pensó un poco. Él había conocido a Kylie en la universidad. Habían bastado un par de semanas para saber que sería la mujer de su vida.

–Es muy posible– respondió.

–Entonces sí. Estoy loco y la amo, Jason–

A su declaración le siguió un prolongado silencio.

–Pues ahí lo tienes, Einstein. Bienvenido al club– rió.

–Es que ese no es el problema–

–¿Y cuál es?– preguntó Jason ahora confundido.

–Ella me rechaza. No quiere una relación conmigo, y después de lo que publicaron esos sitios de internet, creo que ni siquiera aceptará mi amistad–

–¿Por qué no? ¿Qué la detiene? Por lo que dices, es una mujer libre–

–Legalmente lo es, pero... pienso que todavía siente algo por su ex marido. Lo peor es que ese imbécil la sigue molestando, y yo me muero de rabia de solo pensar en que se le acerque. Ella dice que soy igual que él–

–¿Y por qué dice eso?–

–¿Pues por qué va a ser? Conoce la fama que tengo de amar la fiesta y ser un mujeriego. Jamás pensé que eso iría a jugar en mi contra en una situación como esta– Travis se sentía verdaderamente frustrado. –Necesito demostrarle que eso es parte de mi pasado, que he cambiado y lo he hecho por ella–

De nuevo Jason se quedó en silencio un momento. Sabía lo que significaba el amor, y la lucha interna de su hermano resonaba con él.

–¿Has pensado en que quizás necesita tiempo? Superar un matrimonio fallido no es fácil–

–Lo sé, pero esto es más fuerte que yo, Jason. Quiero que vea quién soy realmente. No quiero que me vea como un peligro. Quiero que me vea a mí, y que se dé cuenta de que no quiero dañarla–

–¿Hay posibilidades de que regrese con su ex marido? Me refiero a... bueno, dices que todavía siente algo por él–

La sola idea hizo que el interior de Travis se sacudiera con violencia. No fue consciente de la fuerza con la que apretó los puños pero sí de las ganas que tenía de asestárselos en la cara a aquel hijo de puta.

–Si puedo evitarlo, eso no ocurrirá– ah maldición, y tenía que encontrar la forma o de otra forma moriría de agonía. –Sé que... también está sintiendo algo por mí–

–¿Cómo sabes eso?–

–Porque hoy la besé... Sus labios no pueden mentirme–

–Travis, tienes que pensar con la cabeza. ¡La de arriba, hombre!– bromeó pero estaba hablando en serio. –Tienes que ser realista. A veces nos cegamos porque queremos ver las cosas de un solo modo, y no vemos la realidad–

Para Travis fue como un golpe escuchar a su hermano, pero sabía que tenía razón.

–Mierda...– siseó tristemente. –Es cierto lo que dices. Me estoy obsesionando tanto con Aliya que... quizás estoy viendo las cosas como yo quiero verlas. Cuando la beso... ah, joder, siento algo tan intenso que no concibo la idea de que ella no sienta lo mismo. ¡Maldita sea!–

El nuevo descubrimiento de Travis lo dejó desolado.

–Hey, pero no te pongas triste. Si ha permitido que la beses es porque de algún modo debes gustarle. No todo está perdido, simplemente dale su espacio. Verás cómo el tiempo lo acomoda todo. Si todavía siente cosas por el ex marido, terminará por olvidarlo–

–¿Y si no lo hace?–

–Por más duro que sea, significará que esa mujer no es para ti, Trav, y seguirás con tu vida–

A Travis le dolió el pecho solo con pensarlo. Él quería que fuera Aliya la mujer de su vida. No otra.

Exhaló. Todo estaba resultando más difícil de lo que había pensado. Se sintió demasiado deprimido.

Más noche cuando estuvo en la cama sin poder dormir, en medio de la oscuridad y mirando al techo se preguntó si ella también estaría pensando en él y en el asombroso beso que se habían dado. Era demasiado egocéntrico pensar que era así. Quizás el motivo del insomnio de Aliya tenía nombre y apellido, y no precisamente el suyo, sino Alexey Zaytsev, aquel maldito cabrón.

●●●●●

Aliya sintió que el tiempo se detenía.

Tomó aire, y volvió a evocar aquellos días oscuros. Soltó un suspiro y sonrió de lado. Levantó el rostro y miró hacia la cámara que la grababa sentada frente a aquella pantalla negra.

–Hubo un tiempo en que me sentía atrapada en un túnel sin salida...– comenzó, su voz firme pero llena de emoción. –Todo se volvió abrumador–

–¿Qué te motivó a seguir adelante?–

Aliya sonrió levemente, recordando la preciosa carita de Oleg.

–Mi más grande motivación fue...– una enorme sonrisa abarcó su rostro. –Saber que no estaba sola. Que había alguien que me miraba como si fuese una superheroína. Y yo quería serlo de verdad para él. Para mi hijo–

Con cada palabra, el equipo a su alrededor se sumía en un profundo silencio, escuchando con atención. La luz de la cámara parecía capturar no solo su imagen, sino también su esencia.

–La ayuda de mi madre, de mi entrenador, de mis amigas y de toda la gente que nunca dejó de creer en mí fue primordial. No tengan miedo de pedir ayuda. A veces, la carga se siente demasiado pesada para llevarla solos. No tiene porqué ser así–

Cuando el director anunció el corte, la videocámara paró de grabar. Aliya exhaló aliviada de haber terminado. Limpió las lágrimas que habían humedecido sus ojos previamente. El equipo estalló en aplausos, llenando el aire con energía positiva.

–Increíble... Gracias por esto, Aliya– Neil fue el primero en acercarse para felicitarla y darle un abrazo.

–Cielo santo, y además qué inglés tan perfecto– añadió Keyana quien también se unió al nuevo club de admiradores de la gimnasta rusa.

–Gracias– Aliya les sonrió, todavía sintiéndose vulnerable pero con un nuevo sentimiento de valentía y seguridad.

–Tu historia es inspiradora–

Mientras el equipo comenzaba a desarmar el set, Aliya sintió que su corazón latía más rápido. Era la primera vez que compartía su viaje con tanto orgullo.

–Espero que pueda ayudar a otras personas que estén pasando por una situación similar– dijo, con la voz firme y decidida.

–Lo harás– afirmó el productor.

En ese momento, ella supo que su lucha no solo era suya, sino también una luz para aquellos que todavía estaban en la sombra. El eco de sus palabras resonó en su mente, y se sintió de pronto más fuerte, más capaz de enfrentar los desafíos que aún estaban por venir, incluidos los próximos Juegos Olímpicos en Tokio.

Había personas que habían nacido vinculados al deporte. Aliya Mustafina era una de ellas. En su entorno el deporte era siempre el hilo conductor de su vida.

Llenas de orgullo a todo Rusia, querida– Valentina se acercó. –El gobierno debería considerarte patrimonio nacional. Lo digo en serio

Aliya rió por lo exagerada que era su manager, se acercó entonces a Neil y a Keyana para despedirse.

–Te esperamos esta noche en la cena de gala, Aliya. No puedes faltar. El presidente y los socios de Adidas están muy interesados en convivir contigo, y claro con los demás atletas embajadores de esta campaña–

Claro, la cena... Aliya no lo había olvidado pero no hasta el momento no había comentado nada sobre asistir porque realmente ni siquiera lo había considerado.

Conozco esa cara. No quieres ir a la cena, ¿cierto?

Pues me conoces bien– asintió Aliya mientras ambas caminaban hacia la entrada.

Estás loca, tienes que ir. Aunque no lo digan abiertamente, eres la cara principal de esta campaña. ¿No oíste lo que dijeron allá? Y no vayas a decir que yo te dije, pero hay una silla con tu nombre en la mesa del presidente

¿Qué? No. Con mayor razón desisto de ir. ¿Qué voy a hacer yo en la mesa del presidente de Adidas?

Valentina rodó los ojos y echó fuera un suspiro.

A ver... Es el presidente de una compañía multinacional de equipamiento deportivo. Oh, y tú eres una deportista. ¿Qué pueden tener en común?

Valentina, por favor no me obligues...– le rogó.

Pero su manager no pensaba darle opción. Sonrió.

Pero si yo no pienso obligarte. Tú eres una mujer inteligente. Irás a la boutique Luxury que está en el hotel y comprarás un vestido despampanante. Te recogerás el cabello sofisticadamente y te maquillarás de manera exquisita. Asistirás a esa cena por voluntad propia y la pasarás genial. Ah, y si te estás preguntando si tu Hércules americano estará ahí, la respuesta es sí, lo cual resulta maravilloso, pues te dará la oportunidad de conocerlo un poco mejor, con suerte y terminarán la noche mesclando sus salivas– le guiñó un ojo divertida.

¡Valentina!– exclamó Aliya muy apenada. Valentina ni siquiera se imaginaba que ya habían compartido saliva en distintas ocasiones. Jamás se lo diría, desde luego.

Mira, cielo, mi consejo es que dejes de perder el tiempo y seas rápida. Esta noche es la ideal. Escuché por ahí que Travis ha terminado su parte del trabajo en la campaña. Sabes que solo grabó unos cuantos clips para esto de la prevención del suicidio. Lo más seguro es que se regrese a Chicago cuanto antes, y tú no puedes quedarte sin aprovechar esta oportunidad que la vida te presentó

Para Aliya fue una sorpresa saber que Travis había terminado lo que le correspondía. No pudo evitar decepcionarse al pensar en que no lo vería más. Sin embargo enseguida se dijo que era lo mejor. Sí, lo era. Tenía que olvidarse de él, y dejar de verlo sería lo ideal. Además, después de todo lo que le había dicho el día anterior, era poco probable que siquiera quisiese acercársele.

Me importa un bledo si se regresa a Chicago. Por mi puede irse a Alaska, si le da la gana– trató de fingir que no le importaba.

Te daré otro consejo que no me has pedido. No sigas castigándote por algo que el poco hombre de tu ex hizo. El daño te lo haces a ti misma. Ya basta de eso. Vuelve a ser mujer otra vez, y disfruta. El hecho de que un hombre como Keith haya puesto los ojos en ti significa que eres guapísima y además muy especial, piensa bien en eso

Travis tiene a un montón de mujeres a sus pies. Terminará por olvidarse de mí

Valentina frunció el ceño.

¿Cuáles mujeres? Yo no veo a ninguna con él. Sí, es amable con sus fans, pero el pobre no puede ni mirar a otra porque todo el tiempo tiene la mirada fija en ti y no me digas que no lo has notado. Te devora con los ojos cada vez que te ve

Bueno, mira, cambiemos de tema, ¿sí? Iré a la dichosa cena, pero tú no te separarás de mí

Pues eso no se va a poder, porque esta noche volaré a Moscú y estaré allá todo el fin de semana. Mi hermana se casa, ya sabes, tiene cincuenta años y acaba de encontrar al amor de su vida... por cuarta vez

Aliya se mostró angustiada pero enseguida encontró una rápida solución.

Bien, Sergei irá conmigo

Valentina soltó una carcajada.

Ya claro, ese hombre se duerme a las ocho de la noche y odia engentarse. No creo que lo convenzas de ir, mejor olvídate de llevar compañía. Ponte sexy, llega sola y haz que a la estrellita de la NFL se le salga la lengua en cuanto te vea

Ay dios mío...– Aliya cerró los ojos con fastidio.

●●●●●

Aliya ajustó su vestido de seda justo después de salir del auto con la ayuda de Fred quien le había abierto la puerta cortésmente. La luz de la luna se reflejaba en el elegante y muy conocido salón de eventos donde se celebraría la cena de gala. Su corazón latía con una mezcla de emoción y nerviosismo.

Justo cuando iba a dar el primer paso hacia el bullicio de los reporteros, su celular vibró en el bolso.

¡Musti!– la voz de Mariya resonó al otro lado de la línea, llena de energía. –¡¿Por qué no me habías dicho que Travis Keith es tu novio?!

Aliya rió, sintiendo cómo la tensión se desvanecía. Micha siempre tenía la habilidad de iluminar cualquier situación.

No es mi novio– le aclaró de inmediato.

A medida que caminaba, se acercaba cada vez más a los flashes de las cámaras que iluminaban la entrada. A pesar del glamour que ahora la rodeaba, el chisporroteo de su divertida e imprudente amiga siempre lograba traerla de vuelta a lo que realmente importaba. La distancia no importaba.

¡Pero claro que es tu novio! ¡Ya vi sus fotos paseando en Central Park! ¡Y ese beso en la frente, amiga! ¡¿Por qué no me lo dijiste antes?!–

Misha, no somos novios, no somos nada y no ha pasado nada. Salimos a pasear y fue todo. No te hagas novelas en la cabeza por favor. Él y yo nunca podremos tener nada

Pero Musti... ¡Hacen una pareja hermosa! Te ves diminuta a su lado, pero aún así pienso que son el uno para el otro, los tamaños no importan

Aliya volvió a reír.

Creo que te lo he dicho un montón de veces, pero lo volveré a decir... ¡Misha, estás loca!

Bueno, pero dime por qué Travis Keith y tú no podrían tener nada

Por mil razones, pero ahora no tengo tiempo de decírtelas. Voy a una cena organizada por Adidas

¿Y Travis Keith estará en esa cena?

Sí, Misha, sí estará en la cena

Bueno, entonces dejémosle todo al universo. Él se encargará. ¿Cómo vas vestida? Eres mala, no has subido ni una sola historia a tu Instagram

Llevo vestido rojo y tacones plateados. Te prometo que en un rato más subiré una selfie al menos– le dijo riendo todavía.

Más te vale. Pásala genial

Sabes que prefiero estar en casa leyendo un libro

Sí, pero yo más bien pienso que la vida te está juntando con ese jugador de fútbol por una buena razón. Así que estás en el lugar correcto querida Ali

Aliya no perdió más tiempo y se despidió de su amiga, ignorando por supuesto todas sus ocurrencias y comentarios sin sentido. Guardó el celular en el bolso y se preparó entonces para la parte difícil. Enfrentar a los reporteros que ya la esperaban.

La atmósfera estaba cargada de expectación, y los flashes de las cámaras centellaban como estrellas en una noche oscura. Respiró hondo y con un leve temblor de nervios, se acercó a la entrada, sintiendo el roce del satén de su vestido, que abrazaba su figura con elegancia.

–¡Aliya!– gritaron los reporteros al unísono, sus caras iluminándose con sonrisas entusiastas.

–¡Qué bien te ves esta noche!–

–¡Aliya, unas palabras por favor!–

–¡¿De dónde es tu vestido?! ¡Luces fabulosa!–

Su corazón se aceleró. Ella sonrió, dejando que la seguridad se apoderara de ella mientras respondía con un tono despreocupado.

–Oh, gracias, es de la tienda del hotel–

Los murmullos se intensificaron, y entre ellos se escucharon risas por la graciosa pero sincera respuesta.

Un reportero se inclinó hacia ella, curioso.

–Tu inglés es perfecto, ¿cuándo fue que lo perfeccionaste?–

Aliya se sintió halagada por el cumplido.

–Bueno, tuve mi tiempo de práctica con profesores en línea hace algunos años, pero sin duda mi estancia me ha ayudado muchísimo. Me siento con más confianza y fluidez– respondió, sintiendo ahora el calor de las miradas que la escrutaban.

Las preguntas continuaron fluyendo, rápidas y brillantes como los destellos de las cámaras.

–¿Cómo te sientes siendo embajadora de Adidas?– preguntó una mujer que le acercaba una grabadora manual.

–Es un honor enorme– dijo, su voz llena de sinceridad. –Admiro su compromiso con el deporte y la innovación, pero sobre todo con esta parte tan humana con la que me siento más que identificada. Estoy muy feliz de pertenecer ahora a esta familia–

–Y, ¿qué hay de tu hijo? Debes extrañarlo mucho–

–A cada segundo lo extraño, pero tengo la confianza de que está en buenas manos al cuidado de mi madre. Hago videollamada con él todos los días–

–¿Te gustaría que siguiera tus pasos como atleta y llegara a convertirse en medallista olímpico algún día?– inquirió otro reportero, captando su atención.

Aliya sonrió suavemente, sintiendo la calidez que emanaba de su corazón.

–Solo quiero que sea feliz– respondió reflejando todo su amor de madre, logrando así conmover a todos los que estaban ahí.

A pesar de la lluvia de preguntas, Aliya se sintió en confianza. Gracias al cielo ninguno le había preguntado sobre Travis Keith, al parecer Neil había cumplido con su parte cuando le pidió eso de favor. Ninguno tenía permitido hacer ese tipo de cuestionamientos.

Desde una distancia prudente, Travis observaba, su mirada fija en Aliya. El ambiente se desvanecía a su alrededor; solo existía ella. Cada palabra que intercambiaba con los reporteros, cada risa, lo dejaba embobado. La deseaba y la anhelaba más que nunca.

Su corazón se encogió. No había compartido ni una palabra con ella en todo el día. Evidentemente lo había estado evitando, y él no había hecho nada por buscarla.

No quería presionarla más de lo que ya lo había hecho, y debido a eso se sentía desesperado.

Era imposible dejar de mirarla, imposible no maravillarse con lo hermosa que se veía esa noche. Era tan bonita... Tenía tantas ganas de besarla, de volver a probar su sabor, y conocer ahora el tacto de su piel. Quería estar en otra parte, no ahí, quería estar desnudo con ella igual de desnuda, quería hacerle cosas que solo con pensarlas se excitaba.

No le valía ya ninguna otra mujer que no fuera ella. Definitivamente había quedado inservible para las demás.

La siguió con la mirada mientras Aliya cruzaba el lugar para llegar con el presidente de Adidas quien ya la esperaba en compañía de su esposa.

Cada rayo de luz que iluminaba su rostro acentuaba su belleza, y la risa que brotaba de sus labios era como un eco que resonaba en el pecho de Travis. Sin embargo, el abismo entre ellos se sentía más profundo que nunca. Frustración y anhelo se entrelazaban en su interior; cada vez que pensaba en acercarse, una voz en su mente le recordaba que ella no lo quería cerca.

–¿Qué pasa, Keith? Te ves muy desanimado– Neil quien lo había observado desde momentos antes, le ofreció una bebida.

Travis la aceptó.

–Me veo así, porque así es cómo me estoy sintiendo–

Neil siguió la dirección de la mirada del jugador de football cayendo en cuenta de que miraba a Aliya. Entonces lo entendió todo.

–Te ha bateado, ¿no?–

–De una manera cruel y despiadada– Travis sonrió sin ganas.

–Auch– exclamó Neil. –Pero si no es ella, ya será otra, amigo. Deja esa cara triste–

Travis negó, sus pensamientos nublándose por la tormenta de emociones que lo atormentaban.

–Pero la quiero a ella– respondió en voz alta lo que había estado pensando hacia algunos instantes.

El asesor arqueó una ceja, tratando de interpretar la profundidad de su amigo.

–¿Y si, digamos, logras llevártela a la cama, qué ocurrirá después? ¿Te aburrirías de ella? Es eso quizás lo que Aliya se está temiendo. Ya debe conocer tu fama de mujeriego–

La pregunta hizo que Travis se tensara. Las palabras de Neil resonaban, pero las negó con firmeza.

–El Travis Keith mujeriego que todos conocieron ha muerto ya. Este Travis está loco por Aliya Mustafina... ¡Maldición! Desde que la conozco no he vuelto a desear a otra, y dudo que eso cambie–

Neil lo observó con una mezcla de sorpresa y preocupación. Después sonrió.

–¿Y entonces qué haces aquí? No puedes seguir deseándola desde lejos. Acércate, dile algo, invítala a bailar–

Travis se llevó una mano al cabello, sintiendo cómo la frustración se acumulaba en su pecho. Sabía que, por más que lo intentara, Aliya se mantendría cerrada. Su corazón se retorcía ante la idea de no ser suficiente para romper esa barrera que ella había levantado.

–No me quiere cerca– dijo desolado.

Neil negó.

–¿Y eso qué? Yo creo que tienes que arriesgarte. Si no lo haces jamás ganarás. Ya sabes lo que dicen, este mundo es de los arriesgados

Travis sintió el peso de las palabras, pero su inseguridad lo mantenía en la sombra. Miró de nuevo a Aliya, tan radiante y ajena a su tormento. Con cada risa, con cada gesto, se sentía más perdido. Era un hombre que había conquistado muchas cosas, pero nunca había luchado por el amor. Había vencido a un montón de enemigos en la cancha de football, pero jamás imaginó que el adversario más difícil sería una preciosa rusa de ojos marrones.

–¿Y si me arriesgo y pierdo?–

Neil se hundió de hombros.

–Si no te arriesgas nunca sabrás si tenías alguna oportunidad. Al menos lo habrás intentado–

Travis sintió el ardor de la determinación, pero la inseguridad seguía agazapada en su interior. Aliya no solo era hermosa; era todo lo que él había deseado. Pero sin valor para cruzar esa distancia, se sentía prisionero de su propio deseo. Sin embargo, el eco de las palabras de Neil lo instaba a actuar. ¿Podría encontrar la forma de atravesar la muralla que ella había levantado? Era un dilema que lo consumiría si no se atrevía a enfrentar su verdad.

Todavía pensaba en eso cuando se dio cuenta de algo que hizo que la sangre le hirviera...

A Aliya estaba ahora charlando con un tenista que también tenía fama de conquistador.

Maldijo en silencio y su mirada destelló con rabia.

De inmediato fingió ir hacia la barra de bebidas para poder acercarse y escuchar lo que charlaban. Ni siquiera se despidió de Neil, pero el asesor entendió bien lo que ocurría. No pudo hacer más que reír y volver con sus amistades en la mesa.

–¿Es cierto que Travis Keith y tú son pareja?–

La pregunta del tenista, hecha con tanta brusquedad e indiscreción hizo que Aliya parpadeara sorprendida.

–Disculpe, ¿lo conozco?–

–Claro que me conoces. Todo el mundo me conoce. Soy Rott Stephen y he Ganado el Grand Slam cuatro veces–

–Pues... felicidades– Aliya dio un paso hacia atrás, señal inequívoca del rechazo que aquel desconocido le estaba provocando. No sabía qué más debía decirle. Esperaba que se fuera pronto, pero él no lo hizo.

–Entonces, ¿follan o no? Porque yo estoy deseando invitarte un trago, pero no pienso meterme en el terreno de ese simio–

Travis se sintió demasiado frustrado de no poder escuchar nada, pero el lenguaje corporal de Aliya le estaba diciendo que ella no quería estar ahí con aquel imbécil perdiendo el tiempo. Estaba a punto de ir hacia ellos y ocuparse de mandar al princeso del tenis a ver si ya había puesto la marrana, pero una parte de él lo mantenía a raya. No podía comportarse como un cavernícola o entonces sí perdería cualquier oportunidad de acercársele.

Una sonrisa se dibujó en su rostro cuando vio que Aliya le decía algo con evidente enfado y después se marchaba, dejándolo como el idiota que era.

¡Gracias al cielo se había alejado!

Eso lo hizo sentirse tranquilo, pero se dijo que no iba a quitarle la mirada de encima en toda la noche. Tenía que asegurarse de que ese gusano no volviera a acercársele.

Luego de unos segundos, Travis no pudo evitar pensar en que quizás no había mucha diferencia entre él y aquel cabrón. Se sintió de nuevo deprimido.

La noche iba a ser larga... Muy larga.

●●●●●

Michael Phelps, Cathy Freeman corredora australiana, Gianluigi Buffon futbolista italiano, Boris Becker tenista alemán, Yao Ming, basquetbolista de la NBA de origen chino, Naomi Osaka tenista japonesa, Moses Kiptanui karateca sudafricano, y un montón de atletas más, estaban siendo la cara oficial de la actual campaña de Adidas.

La cena de gala había avanzado en un vaivén de risas y murmullos, pero Aliya se sentía como si estuviera en el centro de un escenario iluminado por focos brillantes. Cada mirada se posaba sobre ella, cada conversación parecía girar a su alrededor. Era una sensación extraña, una mezcla de emoción y vulnerabilidad.

Ella agradeció con una sonrisa, sintiendo cómo las palabras resonaban en su interior. Aquel reconocimiento la envolvía en un halo de confianza que nunca había experimentado. Los ejecutivos, a su alrededor, compartían anécdotas sobre sus propios caminos, pero siempre volvían a ella, a su historia, a su lucha por hacerse un nombre en un mundo dominado por expectativas.

Sin embargo, en medio de la euforia, mantenía siempre aquella certeza de que la admiración era efímera, que los halagos no significaban nada.

El eco de la risa y la conversación se desvaneció en el fondo cuando su mirada se encontró con la de Travis, que observaba desde una distancia prudente. El intenso anhelo en sus ojos le hizo sentir un escalofrío, y la calidez de la atención de los demás se desvaneció en comparación con lo que él despertaba en ella. La atracción era innegable, pero también lo era el temor que lo acompañaba.

Un grupo de ejecutivos comenzó a hablar sobre los próximos proyectos, y Aliya se sintió arrastrada de nuevo al centro de atención. Mientras compartían ideas, ella se esforzaba por mantener la compostura, aunque su mente seguía divagando hacia aquel hombre de ojos verdes. La tensión en el aire era palpable, y su corazón latía desbocado.

Al final de la mesa, el presidente hizo un comentario sobre la importancia de tener a alguien como Aliya en el equipo. La ovación que siguió la hizo sentir una mezcla de orgullo y melancolía, pero sabía bien que al final de la noche, la soledad volvería a envolverla.

Mientras la conversación continuaba, no pudo evitar evocar a Travis de nueva cuenta, a pesar de que se negaba a volver a fijar miradas.

Era imposible ocultar ese sentimiento que sólo él había logrado encender en su interior.

La noche avanzaba, y con cada segundo, la incertidumbre y la esperanza luchaban por dominar su corazón.

Pidió disculpas para ir al tocador, y fue entonces cuando Travis se dijo que no lo soportaba más. Fue directo hacia ella.

–Te juro que he estado haciendo hasta lo imposible por no acercarme a ti, pero ya no puedo contenerme más– le dijo con voz angustiada. Su belleza era tan abrumadora que le resultaba difícil creer que pudiera corresponder a lo que él sentía.

Aliya abrió los ojos con sorpresa y se paró en seco mientras lo miraba. Para ella fue impresionante darse cuenta de que incluso con tacones no lograba emparejar su gran altura. Era realmente alto, grande y muy fuerte.

No pudo evitar sentirse culpable de verlo así. Se veía sumido en una tristeza muy profunda. No parecía ser el Travis divertido y bromista que ella conocía. Era presuntuoso pensarlo, pero sabía que era ella la causante.

Las palabras de Valentina resonaron en su mente.

Ya no podía seguir negando que le gustaba ese hombre. Le gustaba muchísimo y también lo que le hacía sentir. Aquella parte plenamente femenina de Aliya había muerto tiempo atrás luego de descubrir las múltiples infidelidades de Alexey, pero Travis había conseguido despertarla en todos los sentidos, y eso le había quedado más que demostrado.

¿Por qué la había acusado entonces de seguir amando a su ex marido? ¿Es que era tonto y no podía ver que él ya no significaba nada? ¿Por qué estaba ella tan preocupada por hacérselo saber?

–Buenas noches, Travis–

–Buenas noches, Ali. Te ves preciosa. He estado deseando decírtelo toda la noche–

Aliya luchó por no ruborizarse. Lo consiguió pero sabía que el rojo en su mejillas seguro la había delatado ya.

–Gracias– contestó.

Los dos se miraron fijamente pero ninguno de los dos mencionó nada al respecto.

Un torrente de emociones se atascó entonces en el pecho de la gimnasta. La sinceridad de sus ojos verdosos pareció impresionarla y llenarla de tristeza. No entendió la razón pero de pronto sentía demasiadas ganas de llorar. No comprendía por qué. Estaba experimentando demasiadas emociones juntas.

Quizás aquel era una especie de reencuentro consigo misma.

Travis que malinterpretó todo pensando que era él el causante de sus lágrimas, la miró consternado.

–Ah, joder, no. Lo siento, lo siento, de verdad lo siento. No quería hacerte llorar, te juro que no...–

Aliya negó y se apresuró a sacarlo de su error.

–No, no. No has sido tú. Es... es otra cosa– mintió.

Él no dejó de mirarla con preocupación aún así.

–¿Te sientes mal?–

–Solo estoy cansada. Creo que llamaré a mi chofer para que pase a recogerme–

–Déjame llevarte, por favor. Yo tampoco tengo ganas de quedarme–

Por increíble que pareciera, Aliya aceptó el ofrecimiento.

Caminaron juntos hasta la salida del evento. Ninguno de los dos esperó la reaparición de Rott Stephen que los irrumpió en su camino.

–Ah, no. No puedes irte ahora, señorita Mustafina– el tenista estaba ahora bastante pasado de copas. –He apostado cinco mil dólares a que no te irás de aquí sin que antes te robe un beso, así que ven aquí, primor... ¡Con lo que me encantan las ucranianas! ¡Uff!–

Rott intentó abalanzarse sobre ella, pero de ninguna manera Travis iba a permitir que la tocara. No fue difícil en absoluto detenerlo. Lo asió de las solapas de su saco y lo acercó amenazante.

–Jamás te atrevas a apostar sobre esta mujer que ves aquí, ¿te queda claro? Te aniquilaré si te le acercas de nuevo. Ahora deja de decir estupideces y desaparece– era claro que le estaba dando una oportunidad, aunque en el fondo lo que deseaba era romperle la cara.

Lo soltó pensando que la advertencia sería suficiente, y trató de continuar caminando junto a Aliya, sin embargo lo que sucedió después fue tan impresionante como preocupante.

Rott había tomado un vaso de vidrio de algún lado, y había tardado solo segundos en arrojarlo contra su nuevo enemigo, consiguiendo darle en el cuello.

–¡Maldito simio! ¡Acabaré contigo!–

Aliya gimió de angustia. Los invitados se quedaron anonadados ante lo que sucedía. Travis se paralizó y después llevó una mano a la zona afectada notando la humedad de la sangre que

ahora brotaba.

El impertinente tenista había cruzado la línea, así que fue hacia él y le propinó un puñetazo que lo hizo tambalearse y después desplomarse.

El jugador de football no se detuvo ahí. Lo levantó y volvió a asestar ambos puños en su cara, dejándosela totalmente ensangrentada debido a su gran fuerza.

Totalmente consternada, Aliya corrió hacia él para evitar que lo golpeara más.

–¡Travis, por favor, para esto!– le suplicó, pero no hizo falta tal suplica.

–Tranquila, Ali. Solo le puse un estate quieto. Esto terminó aquí– aseguró.

Pero ella negó casi al borde de las lágrimas.

–Tenemos que ir a un hospital. Tienes una herida en el cuello y no deja de sangrarte–

Él negó con la cabeza, su mirada aún fija en el tenista. Mentalmente se dijo que ya lo buscaría cuando estuviera sobrio. Necesitaba dejarle unas cuantas cosas muy en claro con respecto a Aliya.

–No es necesario. No quiero hacerlo más grande– dijo, intentando calmarla, pero la escuchó insistir, su voz temblorosa, suave y urgente.

–Estás perdiendo demasiada sangre. Por favor...–

Un empleado se acercó entonces, llevaba en sus manos un botiquín de primeros auxilios. Aliya lo tomó de inmediato y le dijo que ella se ocuparía

Pronto fueron conducidos hasta uno de los salones VIP vacíos del lugar.

En aquella privacidad, Aliya soltó un suspiro, hizo esfuerzos grandes por tranquilizarse, y sin más, se encargó de limpiarle la herida.

Travis saltó emitiendo un jadeo de dolor ante el ardor que sintió. Oh, pero después se relajó por completo. El tacto de aquellas manos delicadas y femeninas eran como una caricia en su piel. Le estaban enviando escalofríos por su espalda. La sensación era maravillosa, y él deseaba que nunca terminara.

Agradeció entonces a aquel jodido imbécil por haber hecho lo que hizo.

–Lamento mucho lo que ese sujeto te hizo–

Él negó.

–Yo lamento el mal momento que te obligó a pasar. No debió acercarse a ti, ni decirte toda esa sarta de babosadas. Es un idiota–

Le siguió su silencio pero no se prolongó del todo.

–Gracias por defenderme– susurró Aliya, su mirada encontrándose con la de Travis, llena de gratitud y de algunas otras emociones. Sus ojos brillando con algo mucho más profundo.

Sin dejar de mirarla él negó.

–Frente a mí, nadie te tocará ni un solo pelo– sí, era una promesa. –Estoy dispuesto a todo para protegerte, Ali, y más vale que todos se enteren de eso–

Las mejillas de la hermosa rusa enrojecieron.

El silencio entre ellos era eléctrico. Sus ojos seguían conectados.

–Yo... te debo una. Bueno, te debo varias–

–No me debes nada. Yo solo quiero que estés bien–

La proximidad los envolvía en una burbuja de intimidad. La respiración de Travis se aceleró. Las manos de Aliya seguían en su piel, enviando oleadas de deseo.

La mirada masculina se hundió en la de ella, como si buscara algo más allá de las palabras. Su corazón latía con fuerza, todo su ser ardía. Tenerla tan cerca hacía que la sangre se le disparara.

Ella se sentía del mismo modo.

–¿Te irás pronto a Chicago?– no pudo evitar preguntarle.

El cuestionamiento lo hizo fruncir el ceño. ¿Por qué le preguntaba eso?

Sí, era cierto que su trabajo con Adidas había terminado de momento, pero no había pensado para nada en volver a casa todavía. No mientras ella estuviera en Nueva York.

–Mañana viajaré a Jersey a visitar a mi madre, pero después estaré de regreso–

Aquella información hizo que el corazón de Aliya saltara. No iba a irse... Travis se quedaría más tiempo ahí. Eso la emocionó muchísimo, aunque no lo demostró.

–Oh, eso suena bien. Yo tendré un fin de semana viendo películas supongo. Valentina va en camino a Moscú, y Sergei tendrá una reunión improvisada con el Comité Olímpico–

Travis no pudo evitar pensar en que quizás ella estaría atravesando por alguna depresión ya fuese por su hijo, o incluso por su maldito ex marido. Además el amargo trago que acababa de pasar en la que se suponía debía ser una gran noche, no iba a ser de mucha ayuda. Entonces simplemente las palabras salieron de su boca.

–Ven a Jersey conmigo. Te prometo que no te molestaré ni seré insistente sobre... ya sabes, lo que siento. Conocerás a mi mamá y te caerá muy bien, estoy seguro. Anda anímate– estaba seguro de que rechazaría la invitación, pero no perdía nada con intentarlo.

Sorpresivamente Aliya aceptó luego de pensárselo por varios segundos.

–Bueno... ¿Por qué no?–

Travis no se lo pudo creer. Se olvidó incluso del ardor en su cuello. Se sintió feliz... ¡Tremendamente feliz!

¿Estaría soñando?

¡No!

Aliya había aceptado ir a casa con él. Estaba confiando en él.

¡Ah, una felicidad inmensa lo llenó!

Deseó que las horas avanzaran rápido. Estaba ansiado lo que les depararía el mañana.

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