Capítulo 15
¡Cielo santo!
Aliya sintió un torrente de emociones. Por un lado, la sorpresa de que él estuviera allí, y por otro, la inquietud de la situación.
El corazón le latía con fuerza, atrapada entre el deseo de que ambos hombres se detuvieran.
Cada palabra era un golpe, una clara advertencia que resonaba en el aire frío de la mañana. La mirada del hombre de gran tamaño, se enfocó en Alexey, y la intensidad del momento se volvió casi palpable, el aire denso
Para Travis no solo era el instinto de protección activándose en todo su esplendor lo que lo movía, sino también lo que sentía por ella, ese sentimiento que ahora brotaba de su pecho como un manantial. Maldición, y también los celos. Sabía bien quién era ese imbécil.
–¿Quién mierda eres tú para exigirme que me aleje de la madre de mi hijo? ¿Sabes que estuvimos casados? ¡Tengo más derecho yo que tú a estar cerca de ella!– Alexey dio un paso al frente buscando provocar una reacción. Poco se fijaba en la diferencia de alturas. Su ego inmenso le hacía estar seguro de que en una batalla, podría ganarle.
El rostro de Travis se contrajo inevitablemente. Se sentía tan celoso... ¡Joder! Deseaba despedazar a ese gusano simplemente por escucharlo alardear así.
–Ella no te quiere cerca, cabrón. Déjala en paz si sabes lo que te conviene–
–¿Me estás amenazando, mequetrefe?–
Travis no vaciló.
–Tómalo como quieras. No vuelvas a tocarla, o lo lamentarás. Te arrancaré la cabeza–
Aliya sintió cómo una angustia muy grande se apoderaba de ella al ver a ambos hombres a punto de irse a los golpes. El torbellino de emociones en su interior la consumía.
Alexey y Travis se plantaron frente a frente. El cuerpo del jugador se tensó como un resorte, listo para atacar.
–Yo voy a tocarla todo lo que me venga en gana, ¿lo oyes? Ella es mía, mi mujer y te aseguro que lo seguirá siendo–
La mandíbula de Travis se tensó, sus puños se apretaron. Una ferocidad incontenible lo dominó. Se abalanzó contra Alexey tomándolo de las solapas de su elegante y costoso saco.
Fue un instante eterno en el que el tiempo se detuvo. El bullicio de la ciudad se desvaneció.
–¡Cielo santo, no! ¡Paren esto ya!– ella intentó intervenir. Cerró los ojos esperando la catástrofe, y deseó con todas sus fuerzas que todo desapareciera, que su ex marido no se hubiese presentado ahí, que no la hubiera encontrado, que no se estuviese enfrentando a Travis.
–¡Alto! ¡Alto! ¡Alto! ¡Aquí no es un ring de pelea! Por favor, tranquilicémonos todos–
¡Ah, gracias al cielo!
Aliya agradeció y exhaló aliviada cuando vio a Neil aparecer e intervenir en lo que hubiese sido una pelea catástrofe. El día anterior se lo habían presentado como el asesor de la campaña. Venía acompañado de una guapa mujer afroamericana a la que recordaba como Keyana. Ambos parecían consternados por lo que sucedía.
Neil no parecía ser suficiente para detener a dos hombres que claramente se habían declarado la guerra y estaban muy dispuestos a definirse a puñetazos.
Para fortuna de todos alguien más apareció. Era un hombre vestido de traje que primero observó todo con incredulidad y un segundo más tarde corrió hacia Travis colocándosele enfrente para detenerlo.
–¡No! ¡¿Qué diantres haces?!– era Ben, su agente.
–Pretendo acabar con este hijo de puta– respondió Travis sin dejar de mirar a su oponente. La furia lo carcomía.
–¡Ven aquí e inténtalo, perdedor!–
–Será mejor que se retire, señor. Llamaremos a la policía si no sigue las indicaciones– mientras decía aquello, Neil guardaba el celular que había utilizado segundos antes para solicitar ayuda de los guardias. Estos se acercaban a paso veloz para encargarse de la situación.
–Me iré– asintió Alexey, pues sabía que no le convenía meterse en líos. Su padre se lo había advertido. Aún así estaba decidido a recuperar a su ex esposa, y sobre todo vencer a aquel estúpido que se había atrevido a amenazarlo. Evidentemente no tenía idea de quién era él y del poder que tenía. –Volveré a buscarte, Aliya–
La gimnasta se estremeció. Desvió la mirada sin saber qué demonios decirle. Todavía seguía en shock. No era capaz de hablar.
–¡Ni siquiera lo intentes!– le gritó Travis todavía lleno de ira. Trató de seguirlo, pero su agente lo detuvo haciendo grandes esfuerzos por lograrlo.
–¡Ya basta, Keith!–
Lo siguiente que Ben Siller hizo fue tomar con fuerza al todavía furioso jugador de football. Obligándolo, lo condujo hacia adentro de la agencia, y sin más los dos desaparecieron.
Neil soltó un largo suspiro cuando tanto Travis como Alexey se marcharon.
–¡Ah, por fin paz!– exclamó y después acomodó su impecable saco y también el mechón de sus rizos que caía graciosamente de su frente. –Ahora sí podemos empezar nuestro día de trabajo–
–Neil, yo... yo lo siento mucho– Aliya se sintió con la obligación de disculparse. Después de todo aquella discusión había sido a causa de ella.
El asesor la miró y frunció el ceño.
–¿Por qué pides disculpas, cielo? No es culpa tuya que esos dos sean unos cavernícolas. Y tampoco es culpa tuya que seas tan guapa–
Aliya se sintió confundida por la respuesta.
Keyana, quien era la coordinadora en la agencia publicitaria, rompió a reír.
–Ya lo creo si no– exclamó divertida. –Traes locos a dos sujetos bastante atractivos, pero eso no es sorpresa en lo absoluto. Eres una belleza rusa en toda la extensión de la palabra. Estoy segura de que las fotos quedarán fenomenales–
Fue inevitable para Aliya el sonrojarse. Realmente no estaba acostumbrada a tantos cumplidos de aquel tipo.
Cuando entraron a la agencia, Valentina, quien llevaba puestos sus extravagantes gafas de sol, y un gigantesco frappe de Starbucks en sus manos, se acercó perezosamente.
–¿De qué me perdí?– les preguntó con una sonrisa.
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Aliya se miró en el espejo mientras la maquillista le aplicaba un suave toque de iluminador en los pómulos. El reflejo que le devolvía la mirada era casi irreconocible. Sus rasgos soviéticos, afilados y bien definidos, brillaban bajo las luces cálidas del estudio. Su piel, siempre marcada por el sudor de los entrenamientos, parecía ahora un lienzo perfecto, listo para la cámara. Pero había algo en su interior que seguía en conflicto. Nadie podía entenderlo salvo ella misma.
–¡Maldición!– Keyana que había estado ocupada con otros asuntos se acercó entonces. –¡Sí que te ves estupenda! Tienes un atractivo muy interesante, y en manos de mi gente que es tan profesional... ¡Has quedado espectacular!–
Aliya no pudo evitar ruborizarse.
–Gracias...– murmuró secamente.
Keyana la miró entonces con atención.
¿Puedo hacerte una pregunta, Aliya?–
–Claro–
–¿Por qué te sonrojas cada vez que te hacen un cumplido?–
La gimnasta sintió cómo su corazón latía con fuerza.
–Nunca me he sentido... demasiado bonita– confesó.
–¿Es que nadie te lo había dicho nunca?– Keyana pareció muy sorprendida. Para ella no tenía lógica lo que decía.
–Pues... sí, pero...–
Keyana levantó una ceja, y completó lo que estaba por decirles.
–No les crees–
No hizo falta que Aliya asintiera, pero decidió ser honesta.
–No soy el prototipo de europea, o incluso de mujer rusa que los estándares califican como hermosa–
Desde luego hablaba de que no tenía el cabello rubio o rojizo, y además su nariz era bastante particular.
–Debes saber que es exactamente eso lo que te hace tan atractiva. No eres como el resto. De hecho estuvimos investigando bien sobre ti. Tu ascendencia es tártara, lo cual hace que tu belleza sea única, y muy peculiar. Desde luego llamas la atención de las personas, pero creo que no te has dado cuenta–
–La verdad... no. No me he dado cuenta– incluso Aliya estaba sorprendida de ese hecho.
–¿Sabes? Esto me parece increíble. Si no te hubiese leído ya, apostaría a que estás mintiendo, pero sé que no es así. Tienes una mirada que intimida a cualquiera y hace pensar que eres muy segura de ti misma. Oh, y ni se te ocurra negármelo. Eres conocida por eso–
Aliya lo sabía. No pudo evitar reír un poco.
–Bueno, la uso como mecanismo de defensa. En el fondo soy muy insegura–
–No deberías. Eres medallista olímpica, campeona mundial y un montón de cosas más. Chica, estoy segura de que muchas niñas sueñan con ser tú–
–Las que aspiran a ser gimnastas de élite, supongo– comentó haciendo que Keyana riera. Luego soltó un suspiro. –Hace un tiempo... luego de tener a mi hijo y de mi divorcio... Engordé alrededor de veinte kilos. Fue difícil para mí verme al espejo luciendo tan diferente a como había sido siempre. A la gimnasta olímpica que todo el mundo había idolatrado. Pensé que me quedaría ahí sumida en esa depresión y siendo aquella Aliya desconocida. Pero un día, gracias a la presión de mi entrenador– rió. –Pude levantarme y volver a ser yo. Creo que esa experiencia me ha hecho ser más humilde, y sobre todo tener siempre los pies en la tierra–
–Es una historia de superación maravillosa, y por eso estás aquí, reina Mustafina, por lo que eres y lo que representas, pero me gustaría darte un consejo. Eres un ícono en el deporte, algo así como una rockstar si te dedicaras a la música, has logrado un sinfín de éxitos deportivos, tienes seguidores en todas partes, eso también lo investigamos. Y si eso no es suficiente, tienes al jugador de fútbol americano más guapo de toda la NFL, peleándose a golpes por ti. Así que créetela. Eres fabulosa, y también eres hermosa– le guiñó un ojo.
Aliya sonrió, pero pensó en que para Keyana era fácil decirlo. Era una mujer muy amigable y definitivamente extrovertida. Le recordaba a Misha.
Su nueva vida en Nueva York estaba resultando bastante interesante...
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La luz de la mañana se filtraba a través de las grandes ventanas del estudio, creando un halo dorado que envolvía a Aliya en un aura casi mágica. Estaba sentada en un taburete, su figura esbelta vestida con un leotardo rojo de lentejuelas que acentuaba su piel pálida.
Cada click de la cámara del fotógrafo resonaba en el aire, y Aliya podía sentir la energía vibrante que emanaba del equipo.
–¡Perfecto!– exclamó el fotógrafo, con una sonrisa que iluminaba su rostro. – ¡Eres realmente impresionante, Aliya! ¡La cámara te adora, linda!–
La gimnasta no pudo evitar sonrojarse, sintiendo cómo un torrente de confianza y vulnerabilidad la envolvía al mismo tiempo. Antes de empezar la sesión, el espejo le había devuelto una imagen que no había reconocido. La belleza que poseía había sido siempre distante, poco conocida, pero había entendido y había aceptado ya que su esplendor y encanto eran peculiares, una mezcla de rasgos que la hacían única. Sus ojos, de un marrón profundo, parecían contar historias de un mundo que pocos podían comprender. Su cabello, largo y lacio, caía sobre sus hombros como un río oscuro. En ese momento, mientras el fotógrafo la animaba a adoptar nuevas poses, algo dentro de ella comenzaba a despertar. Una nueva versión de ella misma surgía.
El hombre con la cámara, seguía ajustando su lente para capturar cada ángulo, fascinado con la forma en que se movía, el cómo miraba a la cámara con su penetrante mirada... ¡Era algo mágico!
–¡Caramba, es que tienes una energía...! ¡Una luz que ilumina todo el set! No lo digo por presumir, pero estas fotos van a ser algo muy especial–
Aliya respiró hondo, tratando de absorber sus palabras. Por un instante, podía sentirse como si fuese una modelo, pero la realidad es que no lo era. Era una mujer que estaba aprendiendo a aceptarse, una guerrera en su propia batalla.
La sesión fotográfica había durado horas, y aunque había creído que el tiempo se le haría eterno e insoportable, Aliya se sorprendió cuando notó lo rápido que había transcurrido todo, y lo divertido que había sido.
Las indicaciones siguientes fueron precisas. Por la tarde tomarían fotos extra de resguardo, y la siguiente sesión sería en la Villa Olímpica de Los Ángeles, por lo que tendría que estar viajando en los próximos días. Por otro lado, tenía también programadas algunas visitas a distintas escuelas para dar pláticas a los alumnos, y ahí también tomarían fotografías.
Lo primero que Aliya hizo durante su descanso fue correr al camerino que le habían asignado para hacer videollamada con su hijo.
Cuando desbloqueó su celular, se dio cuenta de que tenía un montón de llamadas perdidas de Alexey. Decidió que las ignoraría. Suficiente había tenido con lo acontecido esa mañana.
En Rusia debían ser las diez de la noche aproximadamente. No le gustaba que su hijo se desvelara, pero con tal de verlo en esa ocasión se lo permitió.
Se llevó una inmensa sorpresa al encontrarse con la horrible novedad de que Oleg llevaba el brazo enyesado.
Su primera reacción de madre había sido sentir como si el mundo se le hubiese caído a pedazos. Con calma, Yelena le había explicado lo que había pasado. Oleg había caído de lo alto de un árbol mientras intentaba subir buscando así cortar la naranja más redonda y jugosa para su abuela. No le había avisado a nadie de lo que haría, pues había querido que fuese sorpresa. Lamentablemente había caído y todo había terminado en una fractura. Por fortuna el Centro Médico de Yegórievsk se encontraba cerca y habían podido atenderlo con rapidez. Desde luego el niño había salido encantado de la clínica con su brazo fantasma.
A Aliya la había tranquilizado muchísimo ver que Oleg sonreía y contaba emocionado cómo había ido la consulta con el doctor, quien al final le había obsequiado una paleta de cereza por haber sido valiente y resistido bien.
Se había despedido de ellos luego de un buen rato, y había permanecido en calma, aún así su corazón maternal experimentó el deseo fundamental de estar con su pequeño, abrazarlo, llenarlo de besos y de muchos mimos.
Echó fuera un suspiro y entonces se preparó para ir en busca de Valentina. Habían quedado de verse para comer juntas y charlas unos cuantos asuntos.
Abrió la puerta y se sorprendió un montón al ver a Travis ahí mismo.
Él también se sobresaltó un poco pues había pensado que tendría que tocar y esperar a que le abriera.
Le sonrió de inmediato para suavizar sus facciones. Parecía genuinamente preocupado.
–Hola, Ali...–
–Hola–
–Vine para disculparme por...– comenzó con voz baja y sincera. –Por lo de esta mañana. No es mi intención causarte problemas, es sólo que... me enojó mucho ver que ese... sujeto te estaba maltratando–
–Es mi ex marido–
–Lo sé–
–Tranquilo. No causaste más problemas. Al menos no más de los que ya hay. Pero no tienen nada que ver contigo– Aliya no deseaba profundizar en lo ocurrido.
–No sé de qué iba su discusión pero... bueno, quiero que sepas que si vuelve a tratarte así enfrente de mí... no me voy a contener. Le romperé el cráneo y así aprenderá a tenerte respeto–
La gimnasta no pudo evitar estremecerse ante sus palabras. Le sorprendía y fascinaba a partes iguales el que ese hombre de increíble fuerza y gran valentía estuviese tan dispuesto a defenderla.
–N...no, no es necesario. De verdad. Puedo defenderme sola–
Travis tensó la mandíbula deseando hacerle saber que no estaba sola, que él estaba ahí para romper en dos a cualquiera que se atreviera a mirarla mal, incluso.
–No puedo prometerte que no me entrometeré– después de esa declaración le siguió un silencio que por increíble que sonase, a ninguno de los dos incomodó. Travis resopló y entonces soltó la pregunta que ha. –¿Qué... qué tipo de relación tienen?–
Aliya sintió que su estómago se retorcía. No quería hablar de Alexey, pero sabía que debía aclarar las cosas. No entendía por qué pero sentía la necesidad de que Travis supiera cómo eran las cosas.
–Estamos divorciados– dijo manteniendo la mirada fija en el suelo.
–Sí, pero...– Travis ni siquiera sabía cómo debía preguntar lo que tanto deseaba saber. –¿Todavía sientes algo por él?–
Ella tardó en responder. Fueron segundos que para Travis fueron eternos, horripilantes. Tensó la mandíbula.
–No– la escuchó decir por fin.
–¿Qué hace en Nueva York? ¿Vino a buscarte?–
–Él vive aquí desde hace algún tiempo–
–¿Por qué discutían, Aliya?– Travis se sentía cada vez más tenso. –¿Por su hijo?–
La mirada oscura y femenina fue descendiendo hasta el suelo. Su expresión fue abarcada por la tristeza, por decepción. Por emociones que lo hicieron sentirse desesperado de algún modo.
–Alexey no se interesa por Oleg. Nunca lo ha hecho–
–Lo lamento. Lamento que la situación sea así para ti– Travis hablaba con sinceridad. Lamentaba verla así, saber que había sufrido y que había sufrido en el pasado, pero otra parte de él sentía alegría. Sonaba quizás egoísta, y quizás lo era, pero si las cosas hubiesen sido distintas, no tendría la oportunidad de conquistarla, de probar sus besos, de intentar construir algo, lo que fuera.
–Más lamento yo haber elegido mal al padre de mi hijo– la voz de Aliya fue apenas un susurro. Absorbió unas cuantas lágrimas para no derramarlas.
Esta vez Travis la miró intensamente, y su expresión se endureció como cada vez que recordaba el rostro de aquel cabrón. De nuevo deseó romperle el cráneo.
–No eres culpable de nada. Toda la culpa es de él. Fue él quien decidió ser una mierda como papá. Y también como hombre– no hacía falta adivinar el motivo por el que se habían divorciado. –Te prometo que si lo vuelvo a ver cerca de ti, lo lamentará. No permitiré que vuelva a molestarte–
Aliya no pudo evitar reír. Por primera vez estaba sintiéndose en confianza con aquel famoso jugador de football.
–¿Entonces piensas renunciar a tu equipo y ser mi nuevo guardaespaldas?–
Ella bromeaba desde luego, pero a Travis le encantó la idea. Su pecho se aceleró con emoción.
¡Maldición! Era increíblemente bonita cuando sonreía.
–Desde luego que sí. Es más justo ahora llamaré a mi agente para informarle de mis nuevos planes– sacó su celular y Aliya se sorprendió bastante al ver que en verdad estaba llamando a alguien.
–Cielo santo, no, no lo hagas– empezó a reír y con sus manos hizo que bajara el celular y desistiera de la llamada. –Yo sólo bromeaba–
–Yo no estaba bromeando, Ali–
De algún modo u otro las palabras la hicieron estremecerse una vez más. Para cuando Aliya se dio cuenta, habían quedado muy cerca el uno del otro.
Por un instante se quedó sin respiración, y lo observó respirar con mayor fuerza.
–Yo... yo tengo que irme– ella trató entonces de marcharse.
Tuvo que rodearlo para poder hacerlo, pero entonces él la detuvo colocando sus manos alrededor de su cintura.
–Espera, espera– casi le rogó.
Los dos se miraron fijamente. Un choque eléctrico se sintió en el ambiente.
Ninguno se atrevió a moverse, por lo que Travis continuó sosteniéndola.
–Tengo que irme– repitió Aliya ahora sin aliento.
Pero él todavía no había terminado de saciar sus dudas.
–¿Por qué no respondiste el mensaje que te dejé anoche?–
La gimnasta sintió un hormigueo recorrer su cuerpo, un nerviosismo ahora totalmente esperado. Su corazón dio un vuelco.
Negó con la cabeza, y de nuevo trató de huir, deshaciéndose de su cálido agarre, sin embargo cuando lo intentaba, estuvo a punto de tropezar, y en un instante se encontró cayendo contra el inmenso y fuerte pecho.
Sus miradas volvieron a encontrarse, la chispa entre ellos tan palpable que podían casi tocarla.
Todo pareció detenerse. Sus labios a un susurro de un beso... Ese mismo beso con el que los dos soñaban. El beso que los dos deseaban que ocurriera.
Travis ansiaba devorarla, y Aliya supo que no podía esconderlo más. Ella deseaba ser devorada.
Fue solo un segundo de lucidez, lo que la hizo volver en sí. Salir del trance, del hechizo. Horrorizada se alejó un paso, después dos más.
Negó numerosas veces.
–Lo lamento– le dijo con voz temblorosa.
Después bajó la mirada, y corrió a su lado, casi empujándolo para poder marcharse.
Aliya se fue de ahí, sintiendo que el peso de su decisión la oprimía. La lucha entre su deseo y su miedo la dejaba tambaleándose. Todo lo que había querido era sentir algo de nuevo, pero el temor a repetir el pasado la mantenía cautiva.
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Aliya bajó las escaleras del vestíbulo, su mente enredada en el eco de lo que había sucedido momentos antes. El recuerdo de la mirada de Travis, intensamente profunda y llena de un anhelo que la seguía como una sombra. Aquel instante en que estuvieron a punto de besarse se repetía en su mente, aturdiéndola a cada instante. Huir había sido su única defensa, su instinto gritando que el amor era un terreno peligroso, lleno de espinas y cicatrices. Su divorcio la había dejado marcada, un recordatorio constante de la fragilidad de los sentimientos y la capacidad de los hombres para herir.
Sabía que se sentía de aquel modo porque Travis le gustaba, le gustaba muchísimo, y estaba despertando en ella sentimientos y emociones que había creído muertas ya.
> No caigas, Aliya, por favor no caigas<
Entonces decidió que lo mejor que podía hacer era mantenerse alejada de él. No permitirse tenerlo cerca.
Con el pecho apretado y un nudo en la garganta, buscó a Valentina entre la multitud de empleados que se movían como sombras en el lugar iluminado.
–Disculpa, ¿has visto a Valentina?– le preguntó entonces al asistente de Keyana.
–Se marchó antes de que lo hicieran Keyana y Neil. Comentó algo de un malestar estomacal–
–Oh. Gracias–
Aliya se sintió entonces un poco mortificada. Se suponía que Valentina la ayudaría con esa aplicación para autos que había instalado en su celular. Por la mañana había sido fácil encontrar un taxi de los convencionales al bajar de su edificio, esperaba que a esa hora de la noche, ahí en zona céntrica también lo fuera.
Mientras se giraba para salir, el aire fresco de la tarde se coló por las puertas automáticas.
Una vez que estuvo a las afueras, observó hacia ambos lados de la calle, pero fue entonces cuando él apareció. Conducía un auto deportivo bastante lujoso. Desde luego no podía ser de otro modo, siendo que se trataba de Travis Keith.
Su corazón se detuvo por un instante. Él sonrió, un gesto que iluminó su rostro, y Aliya sintió que el mundo se encogía a su alrededor.
–¿Dónde está tu auto?– le preguntó con seriedad, al verla de pie sobre la acera.
–Le di el día a mi chofer–
–¿Cómo que le diste el día a tu chofer? ¿En tu primer día de trabajo?–
–Sí– ella no pensaba darle más explicaciones.
–De acuerdo. Yo te llevaré– Travis no le estaba preguntando. No era una pregunta, sino una sentencia. Inmediatamente se bajó del auto para abrirle la puerta como el caballero que era.
–No, gracias. No es necesario– respondió Aliya tratando de sonar firme, pero su voz tembló ligeramente por tenerlo frente a frente.
Él frunció el ceño, la preocupación cruzando sus rasgos.
–No creo que sea buena idea que camines sola. Esto no es Times Square. Además ya es de noche. Permite que te lleve–
El insistente brillo en aquellos ojos verdes la desarmaba.
–De verdad, Travis. Estoy bien– repitió, con más fuerza esta vez, aunque el eco de su propio miedo sonaba en su mente. –Ya debo marcharme– dijo, y dio un paso atrás, resistiendo la tentación de dejarse llevar por la atracción que brotaba entre ellos.
La realidad era que no había sido opción volver al departamento caminando, pero sabía que él no la dejaría en paz, y no quería que la viera lidiando con una aplicación que no entendía.
Otra opción hubiese sido volver a la Agencia y pedirle a alguno de los empleados el favor de que llamaran a algún taxi, pero ya era tarde para eso. Empezó a caminar y alejarse.
Travis soltó una maldición por lo bajo y se volvió al auto. Consiguió estacionarlo en tres movimientos y luego de apagar el motor bajó de él y cerró la puerta para luego colocarle los seguros a la distancia mientras empezaba a correr para alcanzarla. Gracias a sus largas piernas lo logró solo en cuestión de segundos.
Cuando Aliya se dio cuenta de que el insistente jugador de football pensaba caminar con ella, se sorprendió pero también se sintió irritada. Aún así su corazón comenzó a latir con gran fuerza.
–No deseo compañía– le dijo en tono seco.
Travis alzó las manos en señal de paz. No quería que entraran en discusión.
–De acuerdo. Caminaré por detrás de ti. No tienes que verme ni hablarme. Sólo me aseguraré de que llegues sana y salva a tu departamento–
Aliya se quedó paralizada y lo miró con fijeza. no se pudo creer que esa fuese la respuesta de Travis. Su corazón ardió por un motivo sumamente importante. Comprendió entonces que la estaba cuidando.
¿Por qué? ¿Por qué la vida le ponía enfrente a un hombre como él? ¿Por qué la había defendido de Alexey? ¿Por qué estaba ahora tan renuente a dejarla marchar sola?
Una angustia muy grande la llenó. Ella negó con la cabeza, y después se giró para alejarse.
De un instante a otro había pasado de estar de pie, a estar en el suelo. Una grieta levantada había sido la culpable. Se había tropezado así sin más.
Antes de que pudiera reaccionar, sintió el calor de unos brazos firmes que la ayudaban a levantarse. Travis estaba allí, su figura imponente inclinándose hacia ella. Era un hombre grande, de hombros anchos y una altura que la hacía sentir diminuta. En un movimiento decidido, la levantó como si no pesara ni un gramo, su fuerza resultando abrumadora y, a la vez, reconfortante. La cercanía de su cuerpo la hizo sentir un torbellino de emociones que había estado tratando de reprimir.
–¿Estás bien?– le preguntó con profunda preocupación.
–Cre...creo que sí– respondió ella todavía atónita. –Bájame. Estoy bien–
A pesar de que le encantó la sensación de tenerla en brazos, cálida, delicada y deliciosamente femenina, y a pesar de las ganas que tenía de abrazarla contra su pecho y devorarle los labios en un beso que a los dos los dejara sin aliento, Travis atendió a lo que ella pedía.
Cuando trató de bajarla, se dieron cuenta de que se había lastimado el tobillo.
Aliya gimió de dolor en cuanto tocó el suelo.
Fascinado por la oportunidad de seguir tocándola, Travis volvió a alzarla.
–Bueno, creo que ya no tienes otra opción, Ali– dijo, su voz mezclando preocupación y diversión. –Te llevaré en brazos hasta tu departamento–
–¿Estás loco?– exclamó ella con impresión y consternación.
Él soltó una carcajada larga, haciendo su cuello hacia atrás.
–Sólo bromeó, nena. Me refiero a que soy perfectamente capaz de hacerlo, ¿sí ves que soy un fortachón? Y tú no pesas más que una pluma. Pero quiero que descanses lo más pronto posible, así que te llevaré en mi auto–
Aliya sintió cómo las mejillas le ardían, no solo por la caída, sino por el contacto cercano con él. La inseguridad se mezclaba con una chispa de alegría, y el pánico que había sentido momentos antes se disipaba lentamente. No podía evitar preguntarse si esto era lo que se sentía al dejarse llevar, al permitir que alguien, específicamente ese hombre, se le acercara.
Travis le sonrió entonces, y ella no pudo evitar pensar en lo guapo que era. Sus ojos esmeralda brillaban con una mezcla de complicidad y determinación, haciéndola sentir cómo su corazón latía más rápido, casi como si la adrenalina del momento la estuviera envolviendo en un manto de posibilidad.
Mientras él la sostenía, sintió que el mundo se desvanecía a su alrededor. Era como si cada preocupación, cada dolor del pasado, se deslizara lejos de ella, dejándola en un espacio de pura conexión. La forma en que sus robustos y musculados brazos la envolvían la hacía sentir segura, protegida como nunca antes nadie la había hecho sentir. Los latidos de su corazón parecían sincronizarse con los de su salvador de esa noche, y por un instante, el miedo se desvaneció.
La gimnasta se rindió a la corriente de emociones que la envolvían, sin embargo, su mente ocupó de pronto otros pensamientos. El pánico la llenó.
¡Su pie!
–¡Cielo santo, mi tobillo está dañado!– exclamó al borde de las lágrimas.
Travis mantuvo la calma.
–Lo sé, nena. Por eso te llevo cargada–
Aliya negó desesperada.
–¡No, no, no! ¡Es que no entiendes!– ella misma trató de tranquilizarse aunque no lo logró del todo. –Necesito entrenar. No puedo dejar pasar ni un solo día... ¡Sergei me va a matar!–
–Déjame ver...– Travis abrió la puerta de su lujoso Camaro negro, y después la colocó en el asiento del copiloto, con las piernas hacia afuera. Se puso en cuclillas y tomó el pequeño y femenino pie para quitarle el zapato tipo Vans y después analizarlo. –No parece ser grave–
–¿Cómo puedes estar tan seguro?–
–No estoy seguro al cien, pero he tenido un montón de lesiones por el football. Créeme, mucho peores que esta, y la he librado bien al día siguiente. Por favor no te angusties, esto es lo que haremos, llamaré a mi fisio para que te atienda, o si lo crees necesario, te llevaré al hospital–
–Prefiero la primera opción– argumentó ella.
Travis prontamente se colocó tras el volante y emprendió el camino.
–¿En dónde está tu departamento?–
–En Queens–
–¿Tu manager y tu entrenador viven contigo?–
–No–
Travis frunció el ceño.
–¿Viven en el mismo edificio?–
–No–
–¿En la misma zona al menos?–
–Ellos están en el Four Seasons cerca de Manhattan–
Aquella nueva información hizo que Travis rompiera en cólera.
–¡¿Pero cómo te mandan sola a vivir en Queens?! ¡¿Es que son idiotas?!–
¡Definitivamente lo eran!
Aliya parpadeó sorprendida de escucharlo hablar así con respecto a aquel distrito neoyorquino.
–¿Es muy peligroso?–
–Si te refieres a peligroso como el Bronx, pues no, no lo es. Pero pongámoslo así... Eres extranjera y te mandan a vivir sola. Traes a dos acompañantes y los instalan al otro lado de la ciudad. Además de noche, todo Nueva York es inseguro. Creo que no debiste haber aceptado ese condominio–
Aliya se hundió de hombros.
–Bueno, me hubiese encantado hospedarme con Valentina y Sergei, ya que esta es una ciudad desconocida para mí, pero el departamento está bien. Es muy bonito y elegante–
–Aja, pero Adidas tiene un montón de departamentos bonitos y elegantes en lugares más céntricos–
Aliya se dio cuenta de que Travis estaba verdaderamente enojado. No quiso decir más al respecto porque no deseaba decirle que era penosa en extremo y que nunca se hubiese atrevido a rechazar el departamento y exigirles algo más.
Permanecieron en silencio hasta que Travis le pidió que le enviara la ubicación por celular.
Cuando llegaron, Travis se bajó y fue directo a ella para sacarla del auto en brazos. De nuevo ella tuvo que rodearlo del cuello para no perder el equilibrio ni hacer que él lo perdiera.
Los dos se mantuvieron en silencio, y el momento fue plenamente tenso para ambos. Aún así Travis pensaba en lo agradable que era sostenerla así, en lo malditamente bien que olía... Lo estaba hechizando, no tenía ninguna duda, y él estaba encantado con el hechizo. ¿Por qué negarlo?
Contrario de él, Aliya se sentía nerviosa y deseaba que el camino terminara pronto. La cercanía de ese hombre estaba haciendo estragos en ella. Las reacciones físicas que estaba experimentando no eran totalmente desconocidas. ¿Se había sentido así alguna vez con Alexey? No, ni cerca. ¡Por todos los cielos! Solo la estaba llevando cargada. No la estaba acariciando, no la estaba besando... ¿Pero entonces por qué sentía ese nudo de emoción? Empezó a exasperarse. Empezó a sentirse verdaderamente acalorada y sonrojada.
Cerró los ojos un segundo, sintiendo el abismo entre lo que deseaba y lo que temía. Pero al abrirlos, vio su atractiva y masculina cara de nuevo, y el anhelo se convirtió en un rayo de luz que atravesó su oscuridad. Sin embargo, no podía, no debía. Trató entonces de ahogar el tumulto de emociones que la asediaban.
Por fortuna, y gracias a que existían los elevadores, llegaron con rapidez al departamento.
La gimnasta tomó su bolso y sacó la llave que lo abría.
Al entrar, ella lo guió para que pudiese dejarla en el sofá.
Perder el contacto para Travis fue desolador, pero supo disimularlo.
–Bien. Llamaré a mi fisio. ¿De acuerdo? Pero antes... ¿Todavía te duele mucho?–
Aliya le echó un vistazo al tobillo. Por fortuna no se había hinchado aún.
–Algo...–
Travis asintió y pronto empezó a marcar. Se alejó un poco para mantener la conversación, pensando en que si tenía a la hermosa rusa enfrente, seguro lo distraería.
Unos cuantos minutos más tarde, regresó.
–Según lo que me dijo, no será grave y mañana estará todo bien. Ahora te duele pero quedará como nuevo si aplicamos un poco de hielo, y... ¿tienes botiquín?–
–Debe estar en la cocina–
Él asintió y con rapidez se encaminó a la cocina. Abrió el botiquín encontrando un montón de medicamentos y productos para lesiones deportivas. Al menos Adidas había hecho algo bien. Tomó un par de analgésicos que también eran antiinflamatorios y un spray en enfriamiento, y regresó.
–Esto servirá– le entregó las pastillas y se colocó en cuclillas para rosearle el spray. –Ahora te traeré agua para que te pases las píldoras, y buscaré en tu nevera algo que pueda servirnos como hielo. Después te llevaré a tu cama y podrás descansar, ¿está bien?–
Aliya asintió. Travis volvió a la cocina y abrió la nevera. Sacó un paquete de pescado congelado y luego buscó en la parte de abajo una botella de agua.
– Con que salmón, ¿eh? Sí que tienes una dieta estricta–
–Debo mantener mi peso sí o sí. Comer sano no es una elección en este deporte–
–Vaya, pues yo estoy en el paraíso porque en el mío mientras más hamburguesas comamos, nos pondremos más grandotes para vencer a nuestros oponentes– desde luego Travis bromeaba, y consiguió el objetivo, pues la hizo reír. Ah, y estaba obsesionado con verla riendo. Se veía preciosa. –Vamos, te llevaré a tu habitación– volvió a tomarla en brazos, y de nuevo se sintió el bastardo más afortunado del universo simplemente por el regalo que era el tacto de su piel y el dulce aroma que desprendían sus cabellos.
De nuevo Aliya lo guió para llegar a su habitación. El departamento era realmente grande, y también muy lujoso. Debía ser uno de los mejores de Nueva York.
–Debo decir que este lugar es imponente, pero... por más bonito y elegante que sea, no deja de estar en una zona poco concurrida. El sitio ideal para cualquier delincuente. Ni siquiera hay seguridad en el edificio– comentó Travis mientras la depositaba con cuidado sobre el colchón. –No entiendo por qué te han alejado de tu gente aún sabiendo que eres extranjera. Deberías pedir, o mejor dicho exigir un cambio–
Aliya negó.
–No quiero verme como una diva exigiendo cosas. Yo no soy así–
Travis exhaló porque no pensaba igual que ella. Su seguridad debía ser lo más importante. Exhaló.
–Bueno, supongo que debo marcharme– aunque daría un brazo con tal de poder quedarse ahí con ella.
–Te agradezco mucho tu ayuda. No sé cómo podré pagarte–
Él negó.
–No me debes nada. Yo soy el más feliz de poder ayudarte. Por favor llámame si necesitas algo. No importa que sea de madrugada, vendré volando, ¿ok?– afortunadamente habían intercambiado números cuando iban de camino.
Ella le sonrió.
–No necesitaré nada. Solo dormiré, y como dices, amaneceré como nueva–
–Aún así, no está de más decírtelo. Siempre puedes contar conmigo, ¿de acuerdo?–
Travis le ofreció una última sonrisa. Después agitó su mano en señal de despedida, y sin decir nada más, se marchó.
Mientras salía del edificio cayó en cuenta de una cosa...
Al parecer la gimnasta lo tenía loco. ¡Vaya novedad!
●●●●●
Por la mañana, Aliya se dio cuenta de que su pie estaba perfectamente. Se sentía maravillada de la efectividad y los buenos consejos que le había dado su fisioterapeuta.
Estaba muy contenta por ello, pero aún así le pediría a Sergei que por hoy tuvieran un entrenamiento de bajo impacto.
Cuando salió de su habitación, el ama de llaves que había llegado más temprano le dio los buenos días.
–Su desayuno está listo, señorita Aliya. Me han pasado su dieta por correo y me esmeraré en seguirla al pie de la letra–
–Es usted muy amable, Gladys–
–Estoy para servirle–
Luego de desayuna, Aliya se preparó para marcharse a la agencia. Todavía no habían terminado con las fotografías.
Le alegró mucho ver a Fred esperándola abajo del edificio.
–Buenos días, señorita Mustafina–
–Buenos días, Fred. Oh, y felicidades por su nieto. Se ve usted muy feliz–
El hombre mayor le abrió la puerta del vehículo invitándola a entrar. Se colocó detrás del volante y entonces dio marcha.
–Lo estoy. Estoy muy, muy feliz. Mi Shailenne tuvo a un varoncito regordete y muy sano. Es la adoración de la familia–
–Ya lo imagino– Aliya se sintió muy conmovida, y contenta de saber que después de la desgracia, la familia de Fred tenía ahora una inmensa alegría.
Al llegar a la agencia, Aliya ahogó un grito de terror cuando sintió una mano que la jalaba del brazo.
–¡Ahora sí vas a explicarme quién demonios era el gorila imbécil que estaba contigo ayer!–
Era Alexey...
●●●●●
Travis empujó la puerta de la oficina sin aviso alguno y empujándola. El sonido de la madera golpeando contra el marco resonó en el silencio.
Neil levantó la vista de su computadora, atónito, mientras su café humeante se tambaleaba peligrosamente en la mesa.
–¿Pero qué rayos...?– no terminó de hablar, pues el jugador de football lo interrumpió.
Llegó hasta su escritorio y colocó una mano en la planicie de mármol.
–Cambia a Aliya Mustafina de condominio– contrario a cómo había entrado, su voz fue totalmente tranquila.
–¿Que la cambie? ¿Por qué? Le dimos uno de los mejores departamentos que tenemos, para ella sola. Tiene jacuzzi, un balcón con vista impresionante, está cerca de la playa, y en edificio hay gimnasio y piscina. ¿Cuál es la queja de todo eso? ¿Acaso te dijo que no está contenta ahí?–
–Ella no me dijo nada, y dudo que te diga algo a ti. El problema es que mandaron a su entrenador y a su manager al otro extremo de la ciudad–
–Sí, pero queríamos que se sintiera cómoda en su propio espacio. Además le asignamos un chofer y a una ama de llaves para todo lo que pueda necesitar–
Travis se sintió un tanto irritado al ver que Neil no había entendido su punto.
–Maldita sea, es una mujer extranjera, está sola, ¿y la mandas al distrito más alejado? ¡Cámbiala!– la urgencia con la que hablaba, dejó a Neil bastante sorprendido.
Él tomó un sorbo de café, evaluando la situación. Había algo en el tono del ala cerrada, un matiz que le hacía sospechar que había más detrás de su insistencia.
–¿Qué sugieres?– preguntó abierto. Intentó contener una sonrisa. –Pido tu opinión porque es evidente que ya la has conocido mejor que yo, y sabes más sobre sus necesidades–
La tensión en los hombros de Travis, apenas disimulada, fue bajando notoriamente.
–Pues... no lo sé– respondió titubeando pero al segundo tuvo una respuesta ideal. –Dale un penthouse en el Four Seasons–
La curiosidad de Neil estaba completamente despierta ahora.
–Bien. Atenderemos tu... petición y moveremos a miss Mustafina al Four Seasons. Pero antes, ¿puedo hacerte una pregunta?–
–Adelante– asintió Travis.
–¿Por qué tienes tanto interés? Y no vayas a decirme que de pronto te has convertido en el salvador de las extranjeras solas en Nueva York. Te gusta, ¿cierto?–
Los ojos de Travis se encontraron con los de Neil. La defensiva que había construido se desmoronó, dejando al descubierto una vulnerabilidad inesperada.
La confesión flotó entre ellos, y el asesor no pudo evitar sonreír. La situación se tornaba cada vez más interesante.
–Pues sí– admitió. –¡Me encanta! Y mientras pueda voy a procurar que ella esté bien, ¿queda claro?–
Neil soltó una risa larga.
–¡Wow!– exclamó emocionado mientras se ponía en pie. –¡Esto sí que es un gran giro! ¡El ala cerrada de los Rebels de Chicago enamorado de la gimnasta rusa! ¡Será una gran novela!–
–Pues espero que sea una con final feliz– Travis hablaba en serio.
Neil se hundió de hombros un tanto inseguro con respecto a eso.
–Bueno, eso lo veremos. La princesa soviética parece tan distante e inalcanzable para cualquier varón que se le acerca. Pero te deseo toda la suerte del mundo, mi tigre–
Travis era consciente de lo difícil que sería conquistar a tan hermosa y perfecta mujer, pero estaba dispuesto a intentarlo todo.
–Aliya me gusta demasiado. Te aseguro que lucharé para que al menos me voltee a ver. No pienso morir sin haberlo intentado–
El asesor seguía sonriendo fascinado.
–No cabe duda que volverán loca a la prensa. El ala cerrada de los Rebels de Chicago con la gimnasta rusa...– repitió. La emoción volvió a embargarlo.
●●●●●
La furia ardía en el pecho de Alexey mientras avanzaba hacia su escritorio. Sus ojos destilaban rabia, desafío, orgullo herido.
Tomó su celular y comenzó a marcar con determinación.
–¡¿Qué demonios quieres, Alexey?!– se escuchó la voz enfadada de Viktoria al otro lado de la línea. –¡Es medianoche!–
–¡Aja, pero yo no estoy en Moscú, me importa un bledo sí es medianoche!–
–¡Pero yo sí, imbécil! ¡Necesito descansar! ¡¿Qué es lo que quieres?!–
–¿Por qué Aliya está en Nueva York?– demandó, su voz como un cuchillo afilado, cortante.
–¡¿Y cómo demonios yo voy a saber eso?! ¿Quieres que te refresque la memoria? ¡Ella y yo nunca hemos sido amigas!– en la infancia quizás durante algún tiempo, pero desde luego no ahora.
Alexey frunció el ceño, su paciencia desgastándose rápidamente.
–Pues está aquí haciendo algo importante para Adidas–
–¿Adidas?–
–Sí, Viktoria, Adidas, no vayas a morirte de la envidia–
–¡Yo no le tengo envidia a esa estúpida! Seguro la contrataron para limpiar los baños o algo así–
En otras circunstancias, Alexey hubiese disfrutado de tirar veneno en contra de su prima, pero no podía perder el tiempo. Debía centrarse en las cosas importantes.
–Pues para lo que haya sido, pero necesito saberlo. Y también necesito saber en dónde dejó a mi hijo–
–¡Ay por favor, tu hijo nunca te ha importado!–
–Pues ahora sí me importa. Pretendo que volvamos a ser una familia. El maldito problema es que hay un hombre merodeándola–
–Debe ser el imbécil de Sergei, su entrenador–
–Sé quién es Sergei, y no se trata de él. Es otro idiota que se cree con derechos sobre ella. Pero no le voy a dejar el camino libre. Aliya es mía–
La risa de Viktoria se escuchó.
–¿Ah sí? ¿Y puedo saber por qué de pronto te ha resurgido la llama del amor? No vayas a decirme que es porque ya no es una ballena y por fin se puso a dieta– le dijo con desdén.
–Eso no te importa–
–Pues sí me importa porque siempre terminas involucrándome. Además fui yo quien te la presentó–
–¿Cómo olvidar que fue tu maravillosa idea? Gracias a ti el pequeño Oleg existe–
–A mí Aliya y tu mocoso me importan un carajo. Tampoco me interesa lo que tú hagas, pero algo aquí me huele raro, y pienso descubrir qué es. Has sido un maestro en manipular a todos, pero a veces el juego se sale de control–
–Vete al infierno, Viktoria–
–Allá te veo, primito...
La llamada terminó.
Alexey lanzó el celular al escritorio, y soltó un largo suspiro.
La sed de control volvió a apoderarse de Alexey. Una sonrisa torcida se dibujó en su rostro. La batalla estaba solo comenzando, y pensaba ganarla.
El brillo en sus ojos reflejaba su determinación. No iba a permitir que Aliya se escapara de sus garras nuevamente, y si eso significaba hacerla sentir vulnerable, lo haría sin dudarlo, pero antes debía idear un plan.
●●●●●
En silencio, y sigiloso, Travis entró al estudio, quedándose de pie en la entrada y haciendo esfuerzo por no llamar la atención y tampoco interrumpir.
La luz suave iluminaba el espacio de una manera que parecía crear una atmósfera mágica. El aire estaba impregnado de la fragancia de los productos de belleza y el murmullo suave de las instrucciones del fotógrafo resonaron en sus oídos, pero toda su atención fue completamente absorbida por la figura de la hermosa gimnasta.
Aliya estaba en el centro del escenario, una diosa en medio de un mundo de luces y cámaras. Con el cabello recogido en un moño deshecho que caía con gracia sobre su cuello, sus ojos brillaban como dos luceros en un cielo nocturno.
Cuando le pidieron que girara y sonriera, Travis sintió que su corazón se detenía por un instante. La forma en que ella se movía era un delicado ballet, cada pose era una obra de arte que la hacía aún más bonita.
Su piel, radiante bajo la luz, parecía brillar con un halo etéreo. Había algo casi hipnótico en su sonrisa, un destello de vulnerabilidad que contrastaba con su fuerza interior. Cada vez que la cámara capturaba su esencia, él se perdía más en su mundo, como si todas las preocupaciones del exterior se desvanecieran.
No podía apartar la mirada. Ahí estaba ella, brillando con una luz que era solo suya, un testimonio de resiliencia y fuerza.
No se había dado cuenta de que alguien lo había estado mirando a él, hasta que escuchó la voz que lo irrumpió en sus pensamientos.
–Bueno, muchacho, pero cierra la boca. Estás escurriendo saliva– le dijo riendo.
Travis no se sintió avergonzado en lo absoluto. Terminó riendo también porque era verdad lo que ella decía.
–Es que es...– volvió su mirada a la magnífica modelo y las palabras se atascaron en su garganta. –...es preciosísima–
Aliya se giró, su mirada casualmente se encontró con la de él. Un instante de conexión, un hilo invisible que parecía unirlos a pesar de la distancia. Su sonrisa se ensanchó y, por un segundo, Travis sintió que el mundo a su alrededor desaparecía. Su aliento se cortó mientras su corazón latía con fuerza. Había algo en ella que lo atraía de manera irrevocable, algo que le hacía desear dárselo todo.
El disparo de la cámara rompió la burbuja en la que se encontraba, y Aliya volvió a enfocarse en el trabajo. Sin embargo, la chispa que había compartido con él permaneció, vibrando en el aire como un eco. Travis sabía que no podía dejar que ese momento se desvaneciera. Se prometió a sí mismo que no solo sería un espectador en su vida, sino que se convertiría en parte de su historia, en el refugio que ella tanto necesitaba.
–Veo que mi chica te gusta mucho– continuó Valentina.
Él no pensaba negarlo.
–Creo que me ha hechizado– no había otra explicación para las intensas emociones que despertaba en su pecho.
La risa de la mánager se escuchó de inmediato.
–Pues te deseo toda la suerte del mundo. La vas a necesitar–
Él lo sabía. Sabía que no iba a ser nada sencillo conseguir que Aliya Mustafina le permitiera entrar en su vida y en su corazón. Pero pensaba luchar con todas sus fuerzas.
–¿Tanto daño le hizo su... ex marido?– cuestionó entonces, sintiendo cómo la rabia le hervía en las venas.
–Más de lo que imaginas– contestó.
La revelación caló hondo en él. Se dio cuenta de que su actitud cerrada no era solo una fachada, sino un escudo construido a raíz de un dolor que la había marcado profundamente. Por eso lo rechazaba cada que se le acercaba, pero aún así... ¡Ah, joder! Aún así él presentía que estaba haciéndola sentir cosas, las miradas no podían mentir. Aliya tenía que sentir algo. Lo que él sentía era tan intenso que no podía imaginarse que estuviese solo en eso.
Soltó un suspiro.
Valentina se marchó entonces.
La sesión continuó, pero para Travis, cada rayo de luz que caía sobre Aliya lo hacía sentir más embelesado, más decidido.
La imagen de la gimnasta, en todo su esplendor, quedó grabada en su mente, un faro que iluminaba el camino hacia un futuro que quería explorar a su lado.
Sabía que, pasara lo que pasara, él estaba listo para luchar por ella.
Cuando terminó el trabajo del día, el fotógrafo se acercó con Aliya para mostrarle algunas fotografías. Luego de muchos minutos, Neil y Keyana hablaron con ella, animadamente sobre todo lo que depararía el día siguiente. Después se acercó a las maquillistas y al equipo para agradecerles. Era tan dulce... Y finalmente llegó junto a Valentina que estaba a unos cuantos metros de Travis. La gimnasta ni siquiera lo miró porque sentía demasiada vergüenza.
–¿Podemos irnos?– le preguntó usando el idioma nativo de ambas. Habían acordado que se marcharían juntas. Además Aliya le había dicho a Fred que podía irse temprano para estar con su nieto.
La mánager negó y respondió en inglés.
–Lo lamento mucho, querida, me ha surgido un inconveniente, pero no te preocupes. Te he conseguido un chofer nuevo– Valentina se acercó a Travis y lo presionó por la espalda para que diera un par de pasos al frente.
Él lució sorprendido en primer instante, pero después sonrió encantado.
–Claro que sí, Ali. Yo te llevaré sana y salva– aseguró.
Valentina fue rápida. No dejó siquiera que Aliya replicara. Tomó su bolso y se preparó para marcharse, pero antes de hacerlo, compartió una mirada de complicidad con el hombresote que era Travis. Él trató de hacerle saber lo agradecido que estaba. Ella solo rió y se fue de una vez.
–No tienes que molestarte en llevarme– le dijo Aliya entonces.
–No es molestia para mí. Ah, y no aceptaré un no. Le prometí a tu mánager que te llevaría hasta la puerta de tu departamento, así que andando. Ya me he memorizado bien el camino–
–De hecho...– empezó Aliya a hablar. –No sé qué fue lo que ocurrió pero ya no viviré en ese departamento. Me han dicho que a partir de hoy estaré en el hotel St. Regis–
–¿En serio?– Travis fingió sorpresa, pero no pudo ocultar lo complacido que estaba ante ese hecho.
–Sí. La verdad fui muy feliz cuando Neil me dijo que empacara mis cosas. Trataron de ponerme en el Four Seasons con Valentina y Sergei pero no había habitaciones disponibles. De todas maneras el St. Regis está en la misma avenida, así que ya no me sentiré tan sola–
–Eso es genial, Ali. Me da mucho gusto–
A Travis le latía fuertemente el corazón con la sola idea de llevarla nuevamente.
–Veo que tu tobillo está perfecto– le dijo mientras caminaban.
–Lo está– asintió contenta. –Aún así Sergei me dijo que descansara el día de hoy. Mañana regresaré a entrenar–
–Eso es bueno. Sergei tomó una buena decisión–
–Por cierto... no te agradecí por ayudarme ayer, y me refiero a ambas veces. Con lo del tobillo y... con mi ex marido–
–No tienes nada que agradecer, Ali–
Cuando estuvieron dentro del auto, Travis se acomodó en el asiento tras el volante.
Dio marcha, y entonces notó que ella parecía distante, incluso triste. No había hablado en los últimos minutos. Su carita reflejaba una mezcla de tristeza con melancolía.
–Extrañas estar en Rusia, ¿cierto?– la voz baja, cálida y como un abrigo en una noche fría.
Aliya se tomó un momento antes de responder.
–No voy a negártelo. Extraño todo de mi país, pero más extraño a mi hijo. Hace días se cayó de un árbol y se fracturó el bracito–
Mientras conducía, Travis sintió cómo su corazón se apretaba al escucharla. La preocupación y el amor que había en su voz lo conmovieron. Supo que era una madre estupenda. Aquel niño era realmente afortunado de tenerla.
–Lo siento mucho. Imagino lo difícil que es para ti no poder estar cerca de él–
–Muy difícil– asintió Aliya. –Estoy tranquila porque sé que mi madre lo ama y lo cuida como si fuese yo, pero no puedo evitar sentir esta angustia–
–Creo que una madre siempre se sentirá así. Especialmente si es madre de un varoncito. Los hombres acostumbramos emprender la aventura y coleccionar cicatrices–
–¿Tú coleccionas cicatrices?– Aliya se mostró interesada.
Travis asintió.
–Tengo cientos, y te aseguro que ninguna es por el football. Fui un niño tremendo– su sonrisa se amplió, y en ese instante, Aliya soltó una risa, una melodía que iluminó el ambiente. Era como un canto de campanas, alegre y deslumbrante.
Travis se rió también, disfrutando de la conexión del momento, y de lo increíblemente hermosa que se veía riendo, y aún mejor, ser el causante de esa risa.
–Déjame invitarte a cenar...– el impulso lo hizo soltar las palabras. –Por favor, Aliya...–
La gimnasta no podía creer que Travis siguiera insistiendo. No importaba cuántas veces lo hubiera mandado a freír espárragos, no parecía dispuesto a rendirse.
El meollo del asunto ahí era que le asustaba mucho lo que sentía cuando estaba con él, aunque todavía no lo entendía. Su corazón latía de una forma nueva y extraña. Se le agitaba la sangre.
–Yo... no tengo apetito–
Travis no se sintió desanimado. Miró hacia la ventana del auto. Hacía una tarde hermosa.
–¿Qué te parece un helado? Podemos recorrer un poco Nueva York mientras disfrutamos de un cono de tu sabor favorito–
A Aliya se le aceleró el corazón. No quería rechazarlo más, al menos no si solo se trataba de un simple helado.
–Bueno... hace mucho que no como azúcar...–
–Has sido muy estricta con tu dieta. Creo que te mereces algo chocolatoso por hoy–
–Si Sergei se entera me matará–
–Ah, pero nadie le dirá a Sergei. Yo seré una tumba– Travis sintió que un rayo de esperanza lo iluminada. Hizo el ademán de cerrar su boca con llave.
–De acuerdo– accedió ella.
El jugador de football no pudo esconder la alegría que sintió en ese instante.
–¡Yes! ¡Yes!– exclamó contento.
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Si es que hay algún o alguna lectora por ahí, me encantaría saberlo :( dejame un comentario para saber si les está gustando esta historia. Gracias, todo el amor para ustedes...
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