Capítulo 14
Ni siquiera en sueños lo había recordado tan formidable, tan alto, tan atractivo... Tan poderosamente fuerte.
Durante una fracción de segundo, el corazón de Aliya pareció encogerse para después dar un salto de golpe.
Los frenéticos latidos golpetearon uno tras otro, haciéndola bien consciente de lo que ocurría en su interior.
No podía creerse que lo tenía frente a frente.
Habían pasado cinco meses desde la última vez que se habían visto, que también había sido cuando se habían conocido.
Cinco meses en donde a pesar de haber luchado con su propia mente, con sus propios recuerdos, aquel hombre que ahora tenía enfrente había abarcado todos y cada uno de sus pensamientos. No había dejado de pensar en él.
El varón intensamente vital y de penetrante mirada verde.
Lo miró a los ojos, deseando poder recuperarse en medio del impacto provocado por su desbordante aparición.
Los dos estaban notoriamente impresionados. Ninguno de los dos lo había esperado.
–¡Wow! ¡Ali! ¿Qué haces aquí?– Travis fue el primero en hablar. En su rostro estaba dibujada la más grande de las sonrisas. No podía creerse que la tuviese frente a frente. ¿Sería un sueño?
No, no, no. Nada de sueños. La chica era real. Y estaba ahí... ¡Estaba ahí!
Una felicidad inmensa lo llenó.
–Ho...hola– la voz de Aliya apenas y salió de sus labios.
Travis seguía absorto en la sorpresa y su felicidad de verla.
–Es que esto es increíble– exclamó tan contento como parecía. –¿Trabajas para Adidas?–
–Yo...yo... sí– Aliya se obligó a sí misma a concentrarse en lo que decía. Estaba poniéndose colorada solo con pensar en lo tonta que debía lucir balbuceando. –Trabajaré en una campaña sobre salud mental–
–¡¿Bromeas?!– la felicidad de Travis se multiplicó. –¡También yo!–
Aquella nueva información hizo que Aliya diera un respingo sorprendida.
–¿De verdad?–
–Bueno, no seré parte de los portavoces, pero participaré en otra rama relacionada con la misma campaña con una entrevista–
De nuevo Aliya parpadeó.
–¿Tú...tú sufriste de algún tipo de... depresión?–
Lo vio encogerse de hombros en su imponente altura. ¡Cielo santo, ella tenía que alzar el cuello para poder mirarlo!
–Bueno, no como tal. Hablaré más bien del suicidio de mi padre cuando era niño. Grabaré algunos clips y apareceré hablando sobre cómo fue salir adelante después de eso, y blablablá–
¿El padre de Travis se había suicidado en su infancia?
Por alguna razón a la gimnasta le dolió el corazón al saberlo. Imaginarse una situación así era desgarrante.
–Lo lamento mucho, de verdad–
Travis le sonrió para tranquilizarla.
–Oh, está bien. Son cosas de la vida que le forman a uno el carácter–
Evidentemente no era un tema en el que deseaba adentrarse, así que Aliya no insistió más.
Realmente se sentía nerviosa y no sabía qué decir. Estaba realmente impactada de saber que trabajarían para el mismo proyecto.
¿Qué posibilidades habían de que eso ocurriera?
Ella era una atleta rusa. Jamás había trabajado con ninguna marca que no fuesen las nacionales de su país. Ahora se había convertida en embajadora y había firmado un contrato con una de las marcas más importantes no solo de Estados Unidos, sino del mundo entero... ¡Y era justo ahí donde se venía a encontrar con aquel adonis!
¿Estaba alguien jugándole una broma? Se sentía como si fuera así.
–¡Es que es increíble!– Travis estaba encantado con la noticia, y no lo escondía ni hacía nada por disimularlo. –Déjame invitarte a cenar esta noche, por favor– casi le suplicó.
Aliya no se había esperado aquella apresurada invitación. Por fortuna pudo reaccionar al instante.
No había manera de que le aceptara una invitación a Travis Keith. Definitivamente no había manera.
–Lo lamento pero tengo programados mis entrenamientos y además esta noche me reuniré con mi manager para hablar sobre algunas cosas importantes. De hecho tendré días muy ocupados, apenas y me quedará tiempo para dormir–
Travis no pudo hacer más que exhalar frustrado. Supo bien que acercársele a aquella divina mujer no resultaría fácil para nada. Oh, pero él era terco, bastante terco gracias al cielo. No quitaría el dedo del renglón.
–Admito que me decepciona un poco que me estés rechazando– sonrió encantador aún así. –Pero eso no cambia en nada la felicidad que me ha dado encontrarte aquí–
>Este hombre no tiene filtro. Dice todo lo que piensa< ella misma jamás admitiría que no le desagradaba del todo el reencontrarse con él.
–¿Có...cómo?– Aliya preguntó sin apenas darse cuenta de lo que decía.
–Bueno, no tenía muchas ganas de hacer esta campaña. Ya sabes, me trae recuerdos feos– Travis se hundió de hombros y era totalmente honesto. Incluso había tenido que tomar terapia para poder hacerlo. –Gracias a ti vendré con una sonrisota sólo por saber que veré tu preciosa carita todos los días–
La mirada de él era solemne, alarmantemente directa.
A Aliya le dio un vuelco. Se mordisqueó el labio y observó con atención los duros y oscuros ángulos de la atractiva y masculina cara.
De repente se quedó sin habla.
Por fortuna para ese momento Sergei y Valentina venían de regreso. Ambos discutían por algún asunto insignificante seguramente, así que ninguno se había dado cuenta de que su gimnasta estrella tenía compañía.
Los dos se sorprendieron cuando se toparon con aquel sujeto que parecía una montaña en medio del vestíbulo.
–Buenos días– Valentina fue la primera en hablar.
–Hola– Travis le sonrió amistoso. Solía ser bastante sociable y amigable. Caía bien a todo el mundo.
–¿No vas a presentarnos, Mustafina?–
Aliya que parecía estar dentro de un trance, reaccionó al instante.
–Eh, sí, sí claro– estaba nerviosa. –Valentina Radionenko es mi manager. Sergei es mi entrenador. Este es Travis Keith. Es... es un amigo–
Travis sonrió. No había pasado desapercibido el nerviosismo con el que ella lo había llamado amigo. Se dijo entonces que iba a esforzarse en salir de aquella friendzone donde lo estaba poniendo.
–Valentina, es un gusto– Travis se acercó e inclinó hacia la mujer para saludarla con un beso en la mejilla.
A Sergei le estrechó la mano.
El entrenador lo miró con recelo pero accedió a saludarlo. No entendía nada de lo que pasaba porque estaban llevando la conversación en inglés, así que se mantenía callado.
–Bueno, creo que es hora de irnos, ¿cierto, Valentina? Tenemos un montón de cosas que hacer–
Valentina había estado a punto de negar pero prontamente entendió la movida de su representada. No la entendió teniendo en cuenta el cuero de macho que era aquel, pero decidió no echarla de cabeza.
–Claro, claro, un montón de cosas– asintió.
Aliya le agradeció mentalmente. Exhaló y después le sonrió a Travis.
–Nos vemos luego–
–Mañana, Ali. Nos vemos mañana– respondió, y la miró fijamente.
–Sí...– ella lo sabía bien y ese hecho le aceleraba el pulso.
Por instantes sus miradas permanecieron entrelazadas. Una extraña sensación los recorrió. Travis se sentía todavía extasiado. Aliya no podía describir lo que ocurría en su mente, en su pecho, en su corazón. Enseguida se giró para marcharse sin decir nada más.
Los tres empezaron a alejarse con rumbo a la entrada del edificio.
–¿Quién era ese gigante?– cuestionó Sergei entonces.
–Un amigo– respondió Aliya tratando de sonar casual, de esconder el temblor en su voz, y lo nerviosa que seguía.
–¿Y tú de dónde conociste a ese amigo?– Sergei no lucía para nada contento. Solía portarse como un padre o un hermano mayor con sus chicas.
–Lo conocí en Los Ángeles–
–¿En Los Ángeles?–
–Sí... ¿Oigan, qué van a querer para la cena?– los cuestionamientos de su entrenador estaban aumentando su nerviosismo. Tenía que desviar el tema. –Tengo muchas ganas de sushi–
–No me cambies el tema, Mustafina– advirtió Sergei.
Aliya suspiró.
–Es futbolista de la NFL... o algo así– ella poco sabía de fútbol y en todo aquel tiempo había resistido el impulso de investigar más sobre ese deporte e incluso de él mismo. Aunque como si su celular leyera su mente, habían empezado a aparecerle un montón de fotos y videos de él en sus propias redes sociales. Eso no iba a mencionarlo claro. –Lo conocí y ya. Nos hemos reencontrado aquí y es todo–
–Pues a mí no me pareció como que en verdad fuese tu amigo– exclamó Sergei todavía de brazos cruzados.
Valentina soltó una carcajada.
–En eso estoy de acuerdo. Yo no creo que ese galán quiera ser solo tu amigo, ¿lo escuchas, Mustafina? Definitivamente es guapísimo, y lo mejor es que no hacía más que comerte con la mirada–
Aliya no pudo evitar ponerse colorada. Más de lo que ya estaba.
–¡¿Qué?! No, no. Creo que vieron mal– negó prontamente. –Lo he visto dos o tres veces solamente– cuatro si contaba la vez en el aeropuerto, cuando se habían besado hasta quedarse los dos sin aliento. De nuevo sintió un vuelco y temió que la verdad quedara evidenciada ante su manager y su entrenador.
–Déjate de tonterías, niña– le dijo entonces Valentina. –Mejor aprovecha esta situación que la vida te ha presentado. Yo en tu lugar lo haría, ya lo que si no. Si tuviera tu edad y el cuerpo que tienes...– sonrió con picardía. –Ah, ser mujer es maravilloso, y explorar ese lado junto a un hombre lo es aún más–
Aliya se puso esta vez de mil colores. Los latidos de su corazón se dispararon.
–Yo ya viví todo eso– mencionó y lo hizo para recordárselo a sí misma. No debía olvidarlo nunca. –No necesito volver a vivirlo de nuevo, gracias–
El hombre al que se había entregado le había fallado y le había roto el corazón en mil pedazos. Le había costado un mundo entero poder recuperarse. En definitiva no podía arriesgarse a volver a vivir algo así.
–No deberías cerrarte. Eres aún muy joven–
Aliya volvió a negar y esperaba realmente cerrar el tema de una buena vez.
–Estoy aquí por trabajo. Por nada más–
●●●●●
Aliya estaba en Nueva York...
Verdaderamente Aliya estaba en Nueva York... ¡Joder! ¡Estaba en Nueva York! ¡Igual de hermosa o más que antes!
Travis se sentía como el bastardo más afortunado del planeta entero.
Después de salir del edificio de Adidas se había subido a su automóvil y una vez adentro había gritado de emoción tras el volante.
Ahora estaba en la terraza de su habitación en el hotel. El cielo estrellado extendiéndose sobre él como un manto oscuro salpicado de destellos brillantes.
Era una noche tranquila, pero en su interior, una tormenta de emociones lo mantenía inquieto.
Meses habían transcurrido desde que conociera a Aliya, la princesa rusa que lo había deslumbrado, y desde ese momento su vida había tomado un giro inesperado. No había pasado un solo día en el que no la recordara; su risa, su forma de moverse con una gracia casi sobrenatural, y los destellos de determinación en sus ojos marrones.
Travis cerró los ojos y dejó que su mente viajara a ese instante en que la había besado con todo su ardor... Dos veces.
Ah, y lo recordaba bien. Recordaba cada detalle de cómo había sido sostenerla entre sus brazos, suave y delicada, mientras él anclaba sus manos a la estrecha cintura, besando sus deliciosos labios que lo habían vuelto loco de deseo, y... maldición, aún lo hacían.
La deseaba, pero la sensación era mucho más que algo físico. Lo sabía, lo había entendido desde antes. Quería conocerla más a fondo, quería pasar tiempo con ella y verla sonreír, ser él el causante de esa sonrisa.
Para su mala suerte Aliya parecía negada a querer tenerlo cerca. Lo había notado esa tarde. Había estado ansiosa por alejarse.
Eso lo hacía sentirse triste, lo admitía.
Aún así nunca había sido un hombre que se rendía fácilmente. Al contrario. Siempre había luchado por todo lo que se proponía. Y lo que tenía ahora se lo había ganado a pulso. Estaba dispuesto a luchar por esa preciosa gimnasta. Pensaba que valdría la pena. Desde luego que sí.
En su corazón, sabía que había algo especial en ella, algo que desafiaba la lógica.
Durante todo ese tiempo no había conseguido sacarla de su mente, y en muchas ocasiones había estado a punto de cometer una locura como lo era comprar un boleto de avión que lo llevara directo a Rusia. El cielo estaba de testigo. Había estado muy cerca de hacerlo, pero después se detenía. Iba a llegar a aquel país desconocido, ¿y luego qué? La buscaría, trataría de contactarla, ¿y entonces qué le diría? Seguro la habría espantado si hubiese hecho algo así, pero eso no quitaba en nada las ganas que había tenido de hacerlo.
Por momentos había tratado de convencerse de que todo había sido pasajero, pero conforme pasaban los días sentía que su obsesión había ido en aumento y entonces había decidido poner medidas. Se había limitado a buscar información suya en internet. No había mucha, debía decir, pero incluso cuando se había encontrado en su búsqueda algunos artículos sobre sus competencias de gimnasia, los latidos se le habían acelerado. Ah, y también su parte más viril, eso no podía negarlo.
Todavía sintiéndose de aquel modo, Travis no pudo evitar recordar las palabras de su propia madre. Aquella sabia mujer que siempre tenía las palabras adecuadas en cualquier circunstancia, le había dicho que si el destino volvía a juntarlos... significaría que era amor. O que podría serlo.
El amor cuando está destinado a ser, será.
A Travis se le sacudió todo en su interior. Cerró los ojos de nueva cuenta y su cuerpo vibró al evocarla otra vez. Los recuerdos eran como una ola imparable.
Aliya Mustafina. Una artista en su disciplina que lo había dejado sin aliento. Una mujer hermosa a la que había besado con toda su pasión. Una hermosa mujer, repitió, en la que había visto un destello de vulnerabilidad que lo había hecho querer protegerla desesperadamente, conocer y comprender sus miedos, ser su apoyo, su soporte.
No podía creerse que realmente estuviera pensando algo así, pero realmente lo sentía de ese modo, le había nacido del alma.
Quizás podía ser muy pronto para decir que ella era el amor de su vida, sin embargo la idea de que lo fuera no le disgustaba... ¡Ah, maldita fuera! ¡Le fascinaba!
–Aliya...– murmuraron sus labios entonces.
Luego de la última vez que se habían visto en el aeropuerto, había tardado mucho, mucho tiempo en interesarse en cualquier otra mujer. Y aunque había salido un par de veces, al final siempre había terminado viéndola a ella, deseando que fuese ella... Desde entonces no lo había vuelto a intentar siquiera. Llevaba exactamente sesenta días sin que le apeteciese salir con nadie. Ahora se daba cuenta de que esa espera había valido la pena completamente.
Se había centrado en descansar y había pasado gran parte de su tiempo en Nueva Jersey, disfrutando de días cálidos y familiares junto a su madre, junto al abuelo Rick y junto a Jason y Kylie que recién se habían mudado a unas cuantas casas contiguas a la suya. Durante aquellas semanas se había dedicado a desintoxicarse de todo lo negativo que atraía el hecho de ser un jugador de tanta fama y con tanto dinero como lo era él. Y encima tan guapo, bromeaba mucho sobre eso.
También se había preparado muchísimo mentalmente para todo lo que vendría con la campaña. Había ido a terapia y había buscado ayuda profesional, pues a pesar de creer que había sanado aquella parte de su vida, había sido plenamente consciente de que el no haberse permitido derrumbarse cuando su mamá y su hermano sí lo habían hecho, había ocasionado que el pobre niño que había sido cargara con un enorme peso sobre sus hombros desde aquel entonces. Mantener la sonrisa y sus ocurrentes bromas para que en casa no faltaran las risas, había sido desde luego agotador, pero nunca lo había hablado con nadie. Sacarlo con la psicóloga había sido renovador.
Travis se sentía renovado y con muchas ganas de vivir su vida. Ahora sabía que era perfectamente capaz de ofrecerle algo bueno a una mujer, comprometerse.
La cosa ahí era que él no quería a ninguna si no era Aliya.
No sabía si era amor, repetía, pero ciertamente lo último que haría setía lastimarla.
¡Santa mierda! Lo último en lo que pensaba era en lastimarla. Prefería masticar vidrios antes de hacerlo. No había manera.
Sería honesto con ella. Y no tendría problema alguno porque aquella mujer le inspiraba toda la confianza.
Travis volvió a sonreír.
Ya quería que las horas transcurrieran, porque ya estaba ansiando verla.
¡Se moría de ganas por volver a verla!
●●●●●
Aliya no estaba dando una en su entrenamiento.
¡Maldición!
Tenía una hora ya ahí en el centro de entrenamiento, un espacio reluciente, moderno y bien equipado que Adidas le había concedido solo para ella.
Luego de aquel día en el que había firmado contratos y revisado junto a Valentina cada uno de los puntos a considerar sobre la campaña que iniciaría al día siguiente.
–Andando, tenemos trabajo que hacer– le había dicho.
–¿Qué? Pero si todo fue un invento para que Travis no insistiera con la idea de salir–
–Exacto, fue un invento, pero gracias a eso me diste la brillante idea, así que manos a la obra–
Valentina era malvada cuando se lo proponía.
Aún así había tenido tiempo para dormir y recuperarse un poco del cansancio que había significado viajar de un continente a otro.
Había pensado que se había repuesto lo suficiente para comenzar a entrenar esa misma tarde, pero ahora se arrepentía realmente.
Se estaba esforzando, verdaderamente lo estaba haciendo, y no era el cansancio físico lo que la estaba imposibilitando, sino algo más. Su mente que se encontraba en otra parte.
Los ecos de su respiración se entrelazaban con el suave murmullo de la música motivacional. Las luces del lugar reflejaban su figura, esculpida por horas de trabajo y dedicación, pero su mente, inquieta y distraída, no podía dejar de vagar.
Su corazón se debatía en un torbellino de emociones.
>Concéntrate, Aliya, vamos concéntrate<
De fondo escuchaba la voz de Sergei dándole instrucciones, pero ella apenas y era capaz de escucharlo a través del espacio.
Tomó entonces una profunda bocanada de aire, intentando ahogar los pensamientos que la asaltaban.
Travis...
Sus ojos verdes, la risa que parecía bailar en el aire, el calor de sus brazos que había sentido solo una vez pero que aún ardía en su memoria.
Nunca pensó que volvería a encontrarse con él después de aquel fugaz encuentro en Los Ángeles, donde la conexión había sido instantánea, eléctrica, como un relámpago cruzando un cielo despejado. Pero las responsabilidades, el destino, la habían llevado por caminos diferentes, y ahora, aquí estaba, luchando contra la fuerza de su propio corazón.
–¡Mustafina!–
Aliya se detuvo y con ambas manos estrujó su rostro.
–Lo lamento, Sergei, no he podido concentrarme–
–Pues inténtalo de nuevo. Y si no funciona, vuélvelo a intentar hasta que lo logres–
Firme como un ancla, Sergei era un profesional dedicado, experto en desentrañar el potencial oculto de sus atletas. Para Aliya era alguien importantísimo en su vida. Era su mentor, su roca, pero también su crítico más duro. Sabía que no hubiese llegado tan lejos si no lo hubiera tenido a él a su lado. Su especialidad era sin duda presionarla cuando no tenía ganas, cuando no podía más, y sólo así conseguía que ella diera siempre el último empujón, el extra de su rendimiento. Eso se lo agradecería siempre.
Ahora, él estaba comprometido en su totalidad a guiarla en su preparación para Juegos Olímpicos, por lo tanto, se pondría incluso más exigente.
–Si no logras concentrarte no conseguiremos nada– sus palabras fueron como un cuchillo afilado. –No importa cuánto entrenemos, sino estás concentrada. Necesitas estar presente en el aquí y el ahora. Eso lo sabes perfectamente–
Aliya inhaló y exhaló para recuperar aire en sus pulmones, mientras asentía con ambas manos colocadas en su cintura. Su mente seguía aferrada a aquel instante en su memoria. A la manera en que Travis la había mirado, cómo se había sorprendido de verla ahí, y aún más de saber que trabajarían en el mismo proyecto. La sonrisa en su rostro había sido gigantesca, y además se había portado encantador con ella. Además la había invitado a salir...
Era un recuerdo dulce y doloroso a la vez.
>¿Por qué tenía que ser tan complicado?< se preguntó deseando que la fuerza de su atracción no fuera una distracción, que no le importara en lo más mínimo, pero lo hacía, le importaba. Era más de lo que podía manejar.
Se preparó para la siguiente serie de ejercicios, sintiendo el sudor deslizarse por su frente, la adrenalina surgiendo a medida que su cuerpo comenzaba a moverse. Cada repetición debía ser una batalla ganada, un paso más cerca. Sin embargo, incluso con la música retumbando en sus oídos y la determinación alimentando sus músculos, no podía evitar que la imagen de aquel hombre interfiriera en su concentración.
Sergei, observando su lucha interna, se acercó, su voz más suave, casi comprensiva.
–Canaliza tus emociones, Aliya. Convierte eso que tienes en la mente en motivación, en energía para impulsarte. ¡Vamos puedes hacerlo! ¡Sabes que puedes! Recuerda la razón por la que estás aquí. Por la que has dejado tu país, a tu hijo... ¡Recuerda que eres una campeona y has venido a demostrarlo!–
Las palabras resonaron en la gimnasta. Sintió un nudo en el estómago, y con un nuevo propósito, se lanzó al siguiente conjunto de movimientos, dejando que el eco de sus pensamientos fluyera junto con el sudor. Cada repetición se volvió un mantra, cada respiración una declaración de intenciones. Y aunque su corazón aún latía por razones todavía desconocidas, esta vez encontró la manera de transformarlo en una fuerza. En cada levantamiento, en cada paso, se prometió que su historia no terminaría con un simple encuentro, sino que estaba lista para escribir un capítulo nuevo, uno donde su pasión, tanto por el deporte como por el amor, se entrelazaran en una danza perfecta.
–No fue un gran entrenamiento, pero lo diste todo, Mustafina. Eso es lo que hacen las profesionales, y tú eres una. No lo olvides. Espero que mañana las cosas vayan mejor–
–Te prometo que será así– respondió ella todavía haciendo esfuerzos por regular su respiración. Cuando lo consiguió tomó su botella de agua y empezó a beber para hidratarse.
Sentía la piel caliente y sus músculos ardían por el cansancio.
–¿Estás bien?– le preguntó entonces preocupado.
–Sí. Es solo que... hoy hay mucho en mi mente–
–Lo sé. Te conozco–
Ninguno de los dos mencionó nada más al respecto. Prepararon sus cosas para marcharse y entonces salieron del centro de entrenamiento.
–¿Quieres un aventón al hotel?–
Sergei que se encontraba cerrando con llave, negó.
–Quiero caminar. Hace años que no estaba en Nueva York. Me gustaría evocar viejos recuerdos–
Aliya lo entendió. Su entrenador tenía alma de bohemio.
–Valentina debe estar ya descansando, ¿no?–
Sergei soltó una risa socarrona.
–Esa mujer no descansa ni de noche. Dijo que iría a uno de esos centros comerciales inmensos. Debe andar de lo más alegre gastándose el dinero que acaba de ganar. Tú deberías hacer lo mismo, ahora que eres casi millonaria– bromeó.
Aliya negó y rió. El dinero que estaba ahora en su cuenta bancaria era para la seguridad de ella y de Oleg. El saber que podrían vivir despreocupados a partir de entonces no tenía precio alguno.
–Me pone un poco triste saber que no viviremos juntos. Me he acostumbrado a cómo eran las cosas en Lake Round–
Sergei y Valentina estarían hospedados en una cómoda habitación del Four Seasons. A ella en cambio le habían otorgado un piso en un lujoso edificio de la ciudad.
–El fin de semana podemos hacer algo los tres. Puedes invitarnos a cenar en tu bonito departamento–
A Aliya le agradó la idea. Poca gente sabía que amaba cocinar.
–Suena muy bien–
–Llevaré vino caro y Radionenko puede ocuparse del postre–
A Aliya le emocionó mucho. Realmente estaba necesitando de algo cálido y familiar. Solo había transcurrido un día y ella ya sentía que extrañaba su hogar, y aún más a su familia.
–Bien. Ya me han enviado tu calendario de trabajo y en base a eso, programaré los entrenamientos. Habrán días donde nos veremos de madrugada y otros por las tardes. Mañana empezarás algo así como una sesión de fotos en la agencia publicitaria, así que por única ocasión, y debo recalcar, U.N.I.C.A, porque ellos así lo prometieron, mañana no tendremos entrenamiento–
Aliya terminó sonriendo. Ella mejor que nadie sabía cuánto Sergei odiaba cancelar. Debieron haber sido muy persuasivos con él para que accediera.
–Entendido–
–¡Ah, maldición! Háblame en ruso, por favor. Nunca entenderé nada de inglés–
–Puedes aprender. De hecho es muy fácil–
–¡Olvídalo! Tengo mejores cosas que hacer–
Sin duda alguna Sergei era todo un descendiente de soviéticos y la hacía reír muchísimo.
Se despidieron prontamente y enseguida Aliya entró al bonito Mercedes que la esperaba justo a unos cuantos metros.
Saludó cortésmente al chofer, a quien le habían presentado como Fred. Era un hombre de avanzada edad y parecía muy amable. Era callado y educado.
Mientras avanzaban por las calles de Nueva York, Aliya no pudo evitar pensar en su hijo. Lo extrañaba muchísimo. Tenía muchas ganas de llamarlo por video pero en Yegórievsk debían ser las cuatro de la mañana aproximadamente. Debía esperar un poco más.
Miró por la ventana, la gran ciudad se había teñido con la oscuridad de la noche, aunque los enormes anuncios, marquesinas y luces espectaculares daban tanta luz como si fuese de día.
Suspiró y pensó entonces en todos aquellos desafíos que tenía por delante. La promesa del futuro que le aguardaba.
Sería un largo camino, y aquella una larga noche. Su primera noche fuera de casa, de su país, a millones de kilómetros.
–Es muy bonito Nueva York, ¿cierto?– Aliya se dijo que podía practicar su inglés con el chofer.
–Oh, vaya si lo es– asintió el hombrecillo. –Le aseguro que no se aburrirá. Es por eso que a diario llegan montones y montones de turistas de todas partes del mundo ¿Rusia es así de colorido?–
Aliya negó.
–Solo en Navidad, aunque también es la época del año en que todo el país se cubre de nieve–
–Ya lo imagino. Debe ser espectacular–
–Lo es– asintió ella sintiéndose en confianza. Fred era muy amable y le agradaba.
Cuando se adentraron en la zona de Queens, Aliya pudo ver que a diferencia de otras partes, ahí habían menos luces. Las calles eran oscuras y se veía poca actividad nocturna.
–Por favor tenga cuidado. No digo que haya mucha delincuencia aquí, y menos durante el día, pero no es recomendable que salga sola a altas horas de la noche–
Aliya tomó nota mental y decidió que tomaría aquel consejo. No deseaba exponerse de ningún modo.
–Esas personas de la foto que tiene en el parabrisas... ¿Es su familia, Fred?–
Él sonrió con alegría.
–Sí. Tengo una hija que se llama Shailene y me recuerda mucho a usted. Debe tener su edad– despegó la fotografía y se la prestó para que ella pudiera verla. –Mañana será ingresada en el hospital para dar a luz a mi primer nieto– sonaba orgulloso y muy emotivo.
Aliya observó la fotografía. Se observaba a Fred feliz junto a la que debía ser su esposa, y tres hijos, dos varones y Shailene. No pudo evitar sentirse conmovida.
–Deben estar todos muy contentos–
–Sí, lo estamos y mucho. Este bebé le traerá alegría a todos, y sobre todo a mi hija que ha estado tan deprimida en estos últimos meses de su embarazo–
La gimnasta no pudo evitar pensar en ella misma, en lo que había vivido embarazada de Oleg, y todo lo que Alexey la había hecho sufrir entonces.
–¿Puedo preguntar por qué?–
–Su marido murió en Enero. Era militar y fue enviado a la guerra. No regresó con vida. Los dos estaban muy enamorados y esperando ilusionados la llegada de su bebé–
Aliya estuvo a punto de soltarse a llorar ahí mismo. Le dolía en el alma saber que una pobre chica estaba sufriendo por algo tan terrible como eso. Por fortuna tenía a un padre que se preocupaba por ella.
Limpió enseguida las lágrimas que habían humedecido sus pupilas.
–Por favor tómese el día mañana. Vaya con su hija, ella lo necesita–
Por instantes Fred se quedó sin habla.
–No creo que sea lo correcto, señorita Mustafina. Si yo me ausento, ¿cómo hará usted para trasladarse?–
Ella negó.
–No se preocupe. Tomaré un auto por medio de una aplicación. Solo necesitaré llegar a la agencia y es todo. Pasaré ahí todo el día–
–Se lo agradezco muchísimo, señorita–
–No me agradezca, Fred. ¿Sabes? Yo también tengo un hijo. Lo he criado sola, y sé lo difícil que es, pero también sé que es la felicidad más inmensa. Le aseguro que su nieto vendrá a reparar ese corazón roto que Shailenne tiene–
Lo más bonito de aquel momento, fue ver los ojos del hombre inundándose de lágrimas. Ciertamente nunca olvidaría aquel gesto. A Aliya le reconfortó el alma.
●●●●●
Oleg había encontrado a una gatita indefensa durante su exploración en el parque. Había sido un lastimoso maullido lo que llamó su atención en primera instancia. Ahí, a la sombra de un árbol ese animalito lo había mirado con ojos llenos de ansiedad y sollozos que habían parecido como un canto desesperado. Tan sensible e intuitivo como se caracterizaba siempre el pequeño niño, había entendido de inmediato que algo ocurría. Sin dudarlo se había acercado arrodillándose junto a ella para tratar de calmarla con suaves e infantiles consuelos. La gata se había echado a correr y Oleg había ido detrás de ella con su pequeño corazoncito latiendo fuertemente. Habían llegado entonces a un tronco. La gata se había acercado al agujero y los maullidos se habían intensificado. Oleg se había agachado entonces, sin importarle el hecho de que sus pantalones se mancharían por el barro, su carita de niño pequeño iluminada por la determinación. Con su mano había quitado ramas y tierra que bloqueaba la entrada. La madre felina por fin se había calmado y había observado llena de esperanza. Finalmente, suaves maullidos habían resonado desde el interior, y había sido así como había podido visualizar a los gatitos atrapados para enseguida rescatarlos.
En ese instante, la vida en el parque se había detenido, las risas y los juegos de otros niños se habían convertido en un murmullo reverente. La gata rebosante de gratitud, había frotado su cabeza contra la pierna del pequeño gran rescatista mientras los testigos, incluida la abuela Yelena, habían empezado a aplaudirle. Oleg, con su sonrisa radiante se había convertido entonces en el héroe de la tarde, y había descubierto además la fuerza del amor y la valentía en las acciones más sencillas.
Mientras se lo contaban a Aliya en aquella videollamada, ella se había sentido sumamente orgullosa de su hijo, y su corazón se había desbordado de más y más amor por él.
–Eres un niño muy valiente, mi amor– le había dicho ella al borde de las lágrimas.
–Sí, mami– había asentido convencido de ese hecho. –Tú tabajas, y yo cuido a abu Yeli–
Después de haber terminado la videollamada, se había dado un baño y había cenado un plato de cereal.
Había intentado ver una película pero después se había dado cuenta de que no le estaba prestando atención, así que había decidido quitarla y prepararse para dormir.
Ahí en Nueva York era ya casi medianoche y no había podido concebir el sueño. Eso era preocupante, pues debía madrugar para empezar con su nueva jornada de trabajo.
Inevitablemente su mente había pasado de estar vacía en un instante, a estar repleta de pensamientos sobre Travis Keith.
En lo guapo y simpático que era... En la casualidad tan grande de habérselo encontrado ahí mismo, en la misma ciudad, en la misma empresa, en el mismo proyecto. ¿Cuántas posibilidades había de que eso ocurriera?
Cielo santo, la vida la había vuelto a juntar con aquel hombre por razones desconocidas, pero lo único en lo que podía pensar era en el apasionado beso que le había dado. El único que podía recordar, pues dos veces la había besado ya, pero no lograba acordarse de la primera.
Todavía pensaba en eso cuando su celular sonó con la alerta de un mensaje.
Misha: Ya viste quién te sigue en Instagram?????!!!!! 😏🤩🤩🤩
Aliya no entendió a qué se refería, pero de inmediato recibió la captura del perfil de Travis Keith, específicamente en la parte de seguidos. Seguía a veintiun personas en total, entre ellas a los Rebels de Chicago, a su hermano, a su cuñada y a las marcas que lo patrocinaban, así como a algunos ejecutivos de su equipo, su manager, y de entre todos, una de ellos era Aliya Mustafina.
Lo siguiente que ella hizo no fue responder al mensaje, sino correr a Instagram para verificar que era cierto.
En efecto tenía la notificación de que una cuenta verificada la había seguido.
>Travis...<
Misha: No piensas devolverle el follow o qué??!
Aliya: Por supuesto que no!
Misha: Definitivamente estás loca! 🤷♀️ 🤦♀️ cielo santo, ilumínala! 😭
Mientras escribía una última respuesta para su desquiciada amiga, Aliya recibió entonces la notificación de un mensaje más, precisamente proveniente de los mensajes directos de Instagram.
¡Un mensaje de Travis! El famoso jugador de la NFL, el hombre cuya sonrisa iluminaba pantallas y cuyas hazañas deportivas llenaban titulares. Él le había escrito un mensaje.
Su corazón comenzó a latir como un poseso. No podía creerse que estuviera ocurriendo realmente.
@Traviskeith87: Es irreal lo hermosa que luces en todas tus fotos. Pero lo es aún más lo hermosa que eres en persona.
¡Había espiado sus fotos! ¡Oh, cielo bendito! Travis se había dado el tiempo de revisar sus fotos.
Aliya sintió una revolución interna que le pegó una inyección de adrenalina a su cuerpo, un golpe de energía electrizante. Su pulso se aceleró y en un instante todo lo demás desapareció.
El rubor había subido entonces a sus mejillas, su mente incapaz de procesar lo que sucedía.
¿De verdad estaba sucediendo? ¿No sería más bien un sueño?
Releyó el mensaje y notó cómo sus manos temblaban, fue plenamente consiente de los golpeteos en su pecho. Su corazón estaba frenético.
La imagen de aquel majestuoso ser masculino abarcó su mente entera de nueva cuenta. La imagen de Travis, su risa despreocupada y su mirada intensa, llenó su mente, y una oleada de sentimientos inesperados la inundó.
Era extraño, casi prohibido. Su corazón latía con una intensidad que la dejaba sin aliento, y en su pecho floreció algo que nunca supo que necesitaba. Aliya sabía que estaba empezando a sentir algo más profundo de lo que debería, una conexión que desbordaba los límites de su vida cotidiana.
Esa mezcla de emoción y temor se instaló en su pecho. Con cada momento que pasaba, la idea de Travis se hacía más real, y aunque una parte de ella intentaba resistirse a ese torbellino de sentimientos, otra parte anhelaba explorar el misterio que representaba.
–¿Por qué me siento así?– no pudo evitar preguntarse, pero enseguida negó para sí misma. Estaba volviéndose loca. No debía caer en el juego. –No es más que un hombre. Uno común y corriente– se dijo.
No era más que un hombre guapo, demasiado alto, demasiado masculino. La apreciación física de un buen espécimen de varón. Tragó saliva. No le gustaba, no se sentía atraída por él en ningún sentido. ¡Por supuesto que no!
Y quizás fue aquel, el momento más frustrante de su vida.
●●●●●
Leído...
Eso era todo lo que iba a obtener de la preciosa gimnasta aquella noche. Un mensaje leído pero sin respuesta.
En la penumbra de su habitación del hotel, Travis giraba en la cama, incapaz de encontrar el descanso.
Nueva York se extendía ruidosa y vibrante más allá de la ventana, pero en su mente solo había un nombre: Aliya Mustafina.
Recordaba cada instante de aquel día en que se conocieron, el primer roce de sus manos, el ardor de aquel beso profundo que lo había dejado sin aliento, ardiendo en llamas y deseoso de más, mucho más. Desde entonces, no había logrado sacarla de su cabeza.
La coincidencia de que ahora trabajarían juntos en esa importante campaña de Adidas lo mantenía con el corazón latiéndole como loco. La idea de verla todos los días, de compartir espacios y momentos, era una delicia pero también una tortura.
Su pecho dolía todavía al pensar en cómo ella estaba tan insistente en rechazarlo, como si lo viera como algo que debía evitar. La frustración lo consumía, pero había algo en su interior que lo empujaba a no rendirse. Estaba seguro de que ella también había sentido aquella conexión entre ambos.
Decidido a liberar su mente, se levantó y tomó su guitarra, un regalo de su padre que siempre había sido su refugio. La acarició con ternura antes de sentarse en la cama, buscando las notas que le ayudaran a expresar lo que sentía. Con cada acorde, la habitación se llenó de un suave murmullo, y poco a poco, la música comenzó a fluir.
Mientras tocaba, sus labios se movieron en un canto que brotaba del corazón, una melodía romántica que hablaba de una hermosa mujer que le había robado el alma y que lo mantenía despierto por las noches. Las palabras surgieron con la sinceridad de un hombre enamorado, un hombre dispuesto a luchar contra cualquier obstáculo por el simple deseo de acercarse a ella.
–Hermosa Ali...– susurró en medio de la canción, como si su nombre pudiera atravesar la distancia que los separaba. –No sé cómo llegar hasta ti, preciosa, pero lo intentaré mil veces. Tu luz me llama, aunque tú te alejes–
La música lo envolvía, y en ese momento, Travis se sintió más cerca de ella que nunca. Con cada nota, imaginaba su sonrisa, sus ojos brillantes, y su corazón latía con fuerza, esperanzado. Sabía que el camino no sería fácil, pero estaba dispuesto a poner todo su empeño simplemente porque la sola idea de perderla sin siquiera haberla tenido le resultaba desoladora.
Necesitaba urgentemente que las horas en el reloj avanzaran. Necesitaba verla.
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El sol apenas comenzaba a asomarse en el horizonte, tiñendo el cielo de un suave tono dorado cuando Aliya llegó a la agencia de publicidad. El bullicio de la ciudad despertaba lentamente, pero ella ya llevaba un torbellino de pensamientos en su mente. Era su primer día trabajando en una campaña de Adidas, y la emoción la envolvía como un abrigo cálido en medio de la brisa fresca de la mañana.
Mientras se dirigía a la entrada, revisaba mentalmente su apretada agenda: cita para maquillaje, prueba de vestuario y la larga sesión de fotos que le aguardaba. La adrenalina pulsaba en sus venas; era una oportunidad única, una forma de reafirmar su identidad más allá del tapiz. Pero, en medio de la euforia, una sombra de nerviosismo se deslizaba entre sus pensamientos. Se preguntaba si estaría a la altura, si lograría captar la esencia del objetivo de la campaña.
Sus pasos resonaban sobre el pavimento, y justo cuando estaba a punto de cruzar la puerta de vidrio que la llevaría a su nuevo mundo, un grito familiar la detuvo en seco.
Al girarse, su corazón se hundió en un abismo de confusión y sorpresa al ver a Alexey, su ex marido, emergiendo de la bruma matutina.
Él la miraba con esa mezcla de emociones que siempre la habían desconcertado. Su presencia era un eco del pasado, un recuerdo doloroso que ya había decidido dejar atrás.
Aliya sintió que la adrenalina se transformaba en un nudo en su estómago. ¿Cómo podía estar ahí? ¿Cómo se había enterado de que estaba en Nueva York?
–Aliya– la llamó acercándose a pasos apresurados. –Es...es toda una sorpresa encontrarte aquí– la voz tan familiar pero a la vez tan ajena.
–¿Cómo me encontraste?– las facciones endurecidas de su ex mujer tuvieron que haberle advertido a Alexey sobre lo furiosa que ella estaba. –¡¿Quién demonios te dijo que yo estaba aquí?!–
–Vi tu nombre en un promocional que vi en redes sociales. Solo tu nombre, no tu cara. Pensé que podía ser una coincidencia, pero hoy he venido aquí para investigar, y lo primero con lo que me encuentro es contigo. ¿Por qué no me dijiste que vendrías?–
–Porque no quería que lo supieras– Aliya fue tajante en su respuesta. –Era en serio cuando te dije que no quería volver a verte. Por favor, Alexey, vete de aquí. No me molestes más–
–¿Pero es que no recibiste mi mensaje? ¡He estado esperando una respuesta tuya! Anulé mi matrimonio, Aliya. Lo hice por ti. No pude continuar con esa farsa porque a quien amo es a ti–
Ella negó rechazando todas y cada una de sus palabras. No podía siquiera soportarlas. Le causaban repugnancia. Casi deseó gritar y empujarlo. No deseaba que estuviera cerca, tampoco seguir escuchándolo.
–Cállate– le exigió pero no se alteró. Estaba a las afueras de la agencia publicitaria de Adidas, lo último conveniente en circunstancias como aquella era llamar la atención de las personas a su alrededor.
–Vamos, necesitamos hablar. Tú me quieres y yo te quiero, lindura. Podemos arreglar las cosas. Hagámoslo por Oleg. Él se merece una familia, ¿o no?–
Aliya odió con todas sus fuerzas el hecho de que aquel sinvergüenza se atreviera a mencionar a su hijo. El desgraciado no lo había ido a ver en aproximadamente dos años, quizás más. No lo llamaba, no preguntaba por él, no se preocupaba por él... ¡Aquello era el colmo!
–No te atrevas a usar a mi hijo de acuerdo a tus conveniencias. Eres de lo peor, Alexey, y estoy segura de que eres muy consciente de eso. No sé cómo no lo vi antes. Supongo que estaba cegada por el amor que creía tenerte–
Alexey se quedó muy tenso, sus facciones endurecidas. Evidentemente una ira inmensa lo corroía en su interior.
–¿De verdad crees eso?–
–Sabes que sí–
–¿Te arrepientes de lo que tuvimos? ¿De nuestro hijo? Porque te recuerdo que Oleg también es mío, Aliya–
–Lamentablemente eso es algo que yo no olvido. Lo contrario de ti– apuntó ella con cinismo. –Oleg es lo mejor que tengo en la vida, y jamás me arrepentiré de tenerlo. Solo lamento el no haber sido lo suficientemente inteligente para haberme alejado de ti mucho antes de que llegaras a hacerme todo el daño que me hiciste–
Las imágenes de su matrimonio, de las promesas y las desilusiones, la invadieron con fuerza. El tiempo que había pasado intentando sanar se sentía frágil en su interior, como un cristal a punto de romperse. La diferencia ahora era que Aliya era más sabia, más fuerte, y sabía sin lugar a dudas de que realmente nunca lo había amado.
–Por eso te he buscado, porque soy consiente del daño que te hice. Quiero reparar mi error. Quiero recuperarte, recuperar lo que teníamos antes–
–Eso se rompió hace mucho, Alexey. Y no hay manera de repararlo–
–Aliya, te lo suplico...–
–Vete de una vez. Por favor no me busques más–
–¡No! Tenemos que hablar, y será de una buena vez por todas! ¡Terminarás convenciéndote de que aún me amas! ¡Yo sé que así será!– de un momento a otro Alexey empezó a jalonearla. No iba a rendirse. Creía que realmente tenía oportunidad. No entendía lo equivocado que estaba.
–¡Suéltame!– empezó a exigirle Aliya. –¡Suéltame, Alexey!–
El firme agarre de su ex la mantenía imposibilitada para defenderse, su rostro se tornaba cada vez más frustrada, desesperaba.
Ella intentaba soltarse, pero él no la dejaba ir.
En medio de su tormento emocional, una figura sólida y de gran tamaño apareció, devastador e iluminada por la luz matutina.
Era Travis.
–¡Suéltala, cabrón!–
Al verlo, un torbellino de emociones recorrió el cuerpo de Aliya, pero la preocupación se apoderó de ella cuando notó la expresión en su cara. Sus ojos, normalmente cálidos y amistosos, ahora chisporroteaban con una intensidad peligrosa. La combinación de ira y algo más se hacía evidente en sus pupilas. Un escalofríos recorrió su espalda.
La inconfundible amenaza ocasionó que Alexey por fin la soltara, y que se girara para ver quién se había atrevido a meterse en sus asuntos.
–¿Y tú quién diablos eres?– lo cuestionó utilizando el inglés. –¡No te metas donde no te importa, maldito idiota!–
Travis apretó los puños a sus costados y después ladeó su cuello de lado a lado, dejando que la furia y toda adrenalina afloraran a la superficie. La necesidad de protegerla era una parte de él que hasta entonces no había experimentado con tanta determinación. Casi sentía deseos de ponerse a maullar, de llevarle la boca al cuello y marcarla como suya, únicamente suya...
–Resulta que Aliya es muy importante para mí, y tú eres un jodido imbécil si crees que voy a permitir que le pongas un dedo encima, así que más vale que te alejes de ella–
Alexey se quedó paralizado.
Aliya también.
¡Cielo santo!
Travis con su increíble altura y su amenazante postura, con las manos hechas puños y los ojos verdes destellando enfurecidos. El mensaje estaba más que claro... Estaba ahí para protegerla.
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