Capítulo 11

No hubo poder en el mundo que hiciera que Aliya pudiese esconder el rubor en su rostro.

Todavía se sentía demasiado afectada por el breve encuentro con aquel hombre.

Mariya que caminaba a su lado, tratando de seguirle el apresurado ritmo, la miraba con sorpresa y confusión.

–¿Pero es que cómo pudiste rechazar a ese hombresote tan guapo?– su amiga no lo entendía. –¿Qué tal que es ese el gran amor de tu vida?

Aliya negaba una y otra vez.

Deja de decir tonterías, Misha. El ratito de locura que tuvimos... él y yo no fue más que eso, una locura. No volverá a repetirse

Mariya la hizo detenerse entonces.

Musti, creo que no deberías estar tan cerrada a enamorarte. Todavía eres joven, y muy hermosa. Sobre todo hermosa porque dejaste a ese grandulón, loquito por ti

Aliya volvió a enrojecer.

¡No lo dejé loquito por mí!– replicó.

Misha arqueó las cejas con diversión.

Pues necesitas estar ciega para decir eso. Por la manera en la que te miraba... dejó más que claro que le encantas. ¡Y eso es tan genial!

¿Genial por qué?– Aliya apenas y era consciente de lo que decía Misha. Su mente evocó las últimas palabras que había compartido con aquel vikingo.

–Quiero volver a besarte... Te llamaré Ali, muñeca...–

¿Es en serio?– inquirió la rubia con obviedad. –Musti, tienes al guapísimo chico malo babeando por ti, dispuesto a todo por ti. ¿No te suena como al romance adolescente con el que toda chica sueña?

Misha, estás loca– fue todo lo que Aliya pudo decir. –¿Y cómo que adolescente? Hace años que yo no soy una adolescente. Justo ahora me siento como si tuviera cuarenta años–

¡Ay no, calla! Estás en la flor de tu juventud, en lo mejor de tus veintitantos para volver a enamorarte– Mariya le guiñó el ojo.

Aliya negó de nueva cuenta. A ella no le causaba tanta gracia.

Jamás volveré a entregarle mi corazón a ningún hombre, ¿lo oyes, Misha? Así que deja ya el tema

Mariya exhaló.

Bueno, quizás eso del amor sean palabras más fuertes, pero puedes simplemente divertirte. ¿Apoco no te gustaría vivir un tórrido romance con alguien como él? Si yo fuera tú, no perdería el tiempo y ya estaría pasándomela de lo lindo con ese vikingo

Cielo santo, sí que enloqueciste. Te recuerdo que ya soy madre. Tengo un hijo de cuatro años

¿Y? El hecho de que seas mamá no significa que te hayas convertido en una anciana. Sigues siendo una mujer, Musti, y tienes todo el derecho a vivir tu vida, a disfrutar de las cosas buenas

Aliya se hundió de hombros.

Yo disfruto mucho mi vida

Sí, pero no de ese modo. Ya sabes a qué me refiero– Mariya la miró pícaramente.

Aliya enrojeció por tercera ocasión. Negó de inmediato.

¿Sabes qué? Ya. Terminé con este tema. No me interesa escucharte más

Un día de estos, vas a terminar por darme la razón– rió su amiga. –Oye, por cierto. ¿No te parece conocido tu nuevo amigo, de algún lado?

No, y no es mi nuevo amigo. Ya olvídate de él

¿Podrás olvidarlo tú?– Mariya arqueó una ceja.

A Aliya le dio un vuelco.

Desde luego que sí. Mañana ni me acordaré de él– aseguró, aunque no estaba realmente segura de lograrlo. De pronto sintió un miedo desconocido ante las circunstancias.

La rubia la miró como si no le creyera nada, sin embargo decidió no molestarla más. El tiempo y el destino ya hablarían, de eso no cabía ninguna duda. Rezó plegarias internas para que su nueva parejita favorita se volviesen a encontrar de alguna u otra manera.

>Universo, esto lo dejo en tus manos<

¡Andando, chicas! ¡Vamos, vamos! ¡Se nos hace tarde!– la voz de Sergei irrumpió de pronto.

El entrenador estaba más que apurado. No le había agradado en nada que hubiesen retrasado el evento, pero después de saber que tendría tiempo para degustar el bufete del hotel había cambiado de parecer. Cuando terminó de desayunar y miró la hora que era, fue entonces que se preocupó. No podían llegar tarde por ningún motivo.

Estamos listas– mencionó Gelya, quien al igual que en cada evento, lucía emocionada y ansiosa por competir.

Bueno, listas lo que se dice listas, tal vez no, pero preparadas seguro que sí– bromeó Seda como ya era costumbre de ella.

Todas rieron, incluido Sergei, quien segundos después las mandó directo a la camioneta que ya las esperaba, y que las llevaría directo a la arena donde se llevaría a cabo la competencia.

Antes de que abordara el vehículo, detuvo a Aliya.

¿Te sientes mejor?– no pudo evitar preguntarle.

La gimnasta que todavía sufría por las secuelas de una resaca, miró a su entrenador horrorizada pensando que había sido descubierta.

¿Y...yo?

Sergei frunció el ceño.

Sí, tú. No creas que no me di cuenta de... del estado en el que estabas anoche cuando llegamos a Los Ángeles. Sé que ver a tu exmarido en el aeropuerto de Moscú te puso mal

Aliya tuvo que hacer grandes esfuerzos por conectar con las palabras de su entrenador.

¿Qué había sucedido en el aeropuerto? ¿Exmarido?

¡Ah, cielo santo! ¿Cómo es que lo había olvidado? ¡Alexey!

Alexey, su exmarido que le había roto el corazón, quien la había traicionado de la peor manera, quien se había burlado de ella, y quien en todos esos años no había hecho más que demostrar lo poco que le importaba y lo poco que le importaba su hijo. El mismo por el que había llorado las once horas que había durado el vuelo.

Le sorprendió en gran manera darse cuenta de que el dolor ya no era el mismo. Ya no dolía hasta sentir que se le desgarraba el corazón.

Por alguna razón ya no sentía absolutamente nada.

A decir verdad, le costaba incluso pensar en Alexey.

Maldición, todo en lo que podía pensar era en aquel grandulón de ojos verdes.

Tenía que ser una maldita broma...

●●●●●

Aliya...

Travis no podía dejar de pensar en ella. No podía sacársela de la mente.

No lo entendía pero se sentía desesperado. El breve encuentro de esa mañana no había hecho sino alterarlo más, obsesionarlo más, como una melodía cautivadora.

No era capaz de olvidar ni un solo detalle de ella. Recordaba la forma en que su risa lo había encantado, una burbuja de alegría en un mundo que a menudo le parecía sombrío. Sus ojos tan profundos que lo intrigaban y hechizaban. Su cabello castaño y sedoso cayéndole por los hombros, su espalda, cómo había deseado acariciarlo, enredar sus dedos en él y respirar su dulce aroma. Su cuerpo grácil y femenino. Hacía un par de horas lo había comprobado, había algo en su forma de moverse, una gracia innata que atraía miradas. A él en particular lo había dejado sin aliento.

Había algo en su manera de moverse, una gracia innata que atraía todas las miradas. Pero fue su mirada directa, la forma en que lo había escaneado con curiosidad, lo que lo había dejado sin aliento.

Mientras permanecía echado en el sofá de la suite, mirando al techo, Travis se sintió perdido.

Podía seguir evocando un sinfín de cosas sobre esa extranjera hermosa. El cómo su piel tersa brillaba bajo la luz, cómo su sonrisa iluminaba incluso los rincones más oscuros de su mente...

Se preguntó entonces si acaso ella estaría sintiendo lo mismo, si también lo llevaba grabado en su memoria, si sus pensamientos se entrelazaban en un mismo hilo invisible, y le dejaban el corazón palpitante.

¿Dónde estaría ahora? ¿Estaría pensando en él?

Cerró los ojos y dejó que su imagen se apoderara de su mente de nueva cuenta.

Evocar su belleza le estaba resultando casi doloroso. ¡Joder! Podía visualizarla sonriendo, y entonces cualquier cosa en el mundo se desvanecía como si solo existiera ella.

En esos momentos el ala cerrada de los Rebels de Chicago se sentía morir por tenerla en sus brazos una vez más, y volver a besarla tan apasionadamente como lo había hecho la pasada noche.

Aquellos besos ardientes lo habían dejado anhelante. Había sido como un viaje salvaje que con el simple recuerdo hacían que su corazón saliese disparado.

–¡Oye tú! ¡Keith!– Blake lanzó un cojín directo a la cabeza de Travis, haciéndolo reaccionar al instante.

Travis no consiguió esquivar dicho cojín, y fue golpeado por él, emitiendo una graciosa queja ante el singular ataque.

–¿Pero qué carajo...?–

–Tierra llamando a Travis. Tierra llamando a Travis...– Jody, otro buen amigo, también se unió al juego de molestarlo.

–No sean idiotas– Travis lanzó de vuelta el cojín, alcanzando a atinarle.

–Llevas la última hora echado ahí, con una cara de baboso que seguro te serviría para ganar el primer lugar en un concurso de caras de babosos–

Travis tomó esta vez una mochila cargada de cosas y se la lanzó a Blake, el más bromista, según él.

Blake Bell rompió a reír y Jody Fortson también. Ambos eran amigos suyos, y compañeros de equipo. Estaban ahí los tres para cumplir con el mismo compromiso laboral.

–Ya hablando en serio, sí has estado muy distraído. Jod te preguntó tres veces si querías que ordenáramos algo para comer o preferías salir–

Travis frunció el ceño entonces.

–¿Y qué pasa con la sesión de fotos para ESPN? Se supone que deberíamos estar ya en el estudio, ¿no?– se puso en pie y comenzó a rebuscar sus cosas.

–Esa es otra cosa que también tratamos de decirte, pero parecías estar soñando despierto. Han cancelado en photoshoot con los Lakers en el Staples Center, porque al parecer hay un evento de Ballet, algo así. Van a reagendarlo y nos lo harán saber cuanto antes– contestó Jody.

–Leí que es un campeonato de Gimnasia Artística– completó Blake corrigiendo la información errónea.

A Travis poco le importó que hubiesen pospuesto la sesión y también qué tipo de evento era lo que estaría llevándose a cabo en el famoso estadio de Los Ángeles.

–¿Jody, puedes prestarme tu laptop?– le pidió.

Su amigo asintió.

–Claro. Tómala, está sobre la mesa–

Travis tomó el ordenador portátil, lo abrió y de inmediato entró al buscador de Internet.

Aliya, escribió, pero no obtuvo los resultados deseados, sino los rostros de otras mujeres que en nada tenían que ver con la preciosura que él llevaba en la mente.

Aliya, Rumania, escribió pensando que quizás la chica podía ser rumana. Aliya, Alemania, escribió pensando que quizás podía ser una alemana.

Empezó entonces a quedarse sin opciones y a sentirse frustrado.

Se obligó a sí mismo a pensar hasta que algo más se le ocurriera.

Recordó entonces la extraña preocupación que había mostrado sobre su estado de ebriedad y sobre la insistencia en que nadie debía saberlo nunca.

¿Sería deportista profesional? Sí, tenía el cuerpo, precioso cuerpo, cabía mencionar. ¿Pero qué deporte sería tan estricto en ese sentido?

Bueno, pensándolo de ese modo, todos los deportes lo eran. Aunque no prohibieran del todo el consumo de alcohol, sí tenían ciertas políticas muy definidas sobre comportamientos inapropiados, y descontrol, sobre todo en temporadas de competencia.

> competencia...< la palabra resonó en su mente dejándolo pensativo.

Entonces se levantó de golpe.

–¿Qué evento dices que se llevará a cabo en el Staples Center?–

–De Gimnasia Artística– repitió Blake.

Sintiendo una enorme alegría, Travis tomó la laptop de nueva cuenta, la apoyó en su propio estomago mientras permanecía de pie, quedando en una posición bastante extraña, y con su mano empezó a buscar lo que necesitaba.

Aliya, gimnasta. Escribió en Google.

Literalmente lo primero que apareció fue su nombre completo.

Aliya Mustafina.

–Aliya Mustafina...– repitió como para memorizarlo, aunque estuvo seguro de que no lo olvidaría.

–¿Qué dices?– inquirió Jody confundido.

Blake también lo miró con el ceño fruncido.

Travis no hizo caso alguno, y continuó sumamente interesado en su investigación.

Datos personales como su lugar y fecha de nacimiento, su sitio web, su club de fans, su biografía desde los inicios de su carrera, artículos que hablaban de sus logros deportivos, y lo mejor... ¡Un sinfín de fotografías de su preciosa carita!

Travis no pudo dejar de sonreír.

Más fotografías ganando medallas y más medallas. Era toda una campeona y descubrirlo lo dejó muy impresionado pero también emocionado.

Aliya Mustafina, nacida en Yegórievsk, Rusia el 30 de Septiembre de 1997.

Un verdadero ícono del deporte. Desde su infancia, su pasión y dedicación la llevaron a destacar en la gimnasia artística, donde rápidamente se convirtió en una estrella en ascenso. Su talento excepcional la ha llevado a brillar en los Juegos Olímpicos de Londres 2012 y Río 2016, así como en distintas Copas del Mundo y Mundiales de Gimnasia, eventos en donde se consolidó como una de las mejores gimnastas de la historia contemporánea.

Aliya no solo se ha convertido en leyenda por sus medallas y sus impresionantes logros, sino también por su fuerza mental y su capacidad para superar desafíos.

La felicidad de Travis fue inmensa. Se sentía ávido por saberlo todo, absolutamente todo de ella.

Cerró la pestaña y después la laptop para dejarla sobre el sofá. Se puso en pie de inmediato y comenzó a buscar su chaqueta y su cartera, evidentemente preparándose para salir.

–Bueno, ¿pero qué coño te pasa?– cuestionó Blake más que confundido. –¿A dónde vas ahora?–

–Saldré– respondió Travis simplemente. Se empezó a exasperar pues no lograba recordar en dónde había dejado su cartera.

–¿A dónde?– preguntó Jody.

Travis sonrió cuando encontró lo que buscaba.

–Al Staples Center–

Sus amigos no entendieron.

–¿Pero no oíste lo que te dijimos? Se canceló lo de nosotros, hay un evento de gimnasia–

Travis mostró su blanca dentadura en una sonrisa aún mayor.

–Los escuché perfectamente–

Sin más que añadir, salió de la suite a toda prisa.

> Tengo que encontrarla... Tengo que encontrarla< se decía una y otra vez mientras presionaba con impaciencia los botones del ascensor.

Soltó el aliento esperando a llegar a la planta baja. Pensó en que debía conseguir un Uber, así que sacó su celular en busca de la aplicación, pero antes de que pudiese siquiera entrar, apareció una llamada de su agente. Pensó en no responderle pues prefería mil veces apresurar su encuentro con Aliya, pero su lado responsable atacó su consciencia. Respondería la llamada, le diría a Ben que estaba ocupado y que lo llamara más tarde, sin embargo su plan no salió como esperaba.

–Ya se ha arreglado el asunto de su encuentro con los Lakers. Nos vemos a las ocho en el Soldier Field. Habrá rueda de prensa y aprovecharemos para tomar las fotografías pendientes, todavía no decidimos si se usará el estadio como set o nos moveremos al United Center, pero en un rato más les confirmo–

Travis negó.

–El Soldier Field y el United Center están en Chicago. Nosotros estamos en Los Ángeles– le recordó.

–Ya lo sé– asintió su agente tras la línea. –Ya programé el jet privado. Salen en una hora. Más les vale estar en la pista de despegue a tiempo. Será mejor que ya vayan saliendo del hotel. El tráfico de Los Ángeles siempre es terrible–

–¡¿Qué?! ¡No!– Travis no pudo evitar aquella primera reacción. No podía ni quería irse de vuelta a Chicago. No sin haber visto a Aliya. –No puedo irme en una hora, Ben. Cambia lo que sea que tengas que cambiar. Muévelo a mañana, estaré ahí a primera hora–

–Eso es imposible, Keith. Además LeBron, Kevin Durant y Anthony Davis ya vienen para acá en un vuelo improvisado. No se puede mover nada. Debemos cumplir con las fechas y con el contrato. ESPN no está nada contento con los ejecutivos del Staples por haber empalmado el evento de gimnastas con esto. No hagamos que enfurezcan también con nosotros. Vamos, no tienes tiempo que perder. Avísale a Fortson y a Bell–

Completamente enfadado, Travis se llevó las dos manos a la cara para restregársela en un intento de disminuir dicho enojo.

–Maldita sea...– murmuró.

●●●●●

El pasar de los días transcurrió, y también la vibrante atmósfera de la Copa del Mundo de gimnasia artística.

El primer día de clasificaciones había sido un torbellino de adrenalina. Aliya, junto a sus compañeras del equipo ruso, Mariya, Gelya, Seda, Daria y las otras chicas se habían movido como una pieza de un intrincado reloj.

Cada rutina, cada salto y cada giro habían sido un reflejo de todo su esfuerzo y dedicación.

Desde el inicio, todas ellas, y especialmente Aliya, habían tenido en claro, que el camino sería arduo, que no la tendrían fácil en ningún aspecto.

Se estaban enfrentando a las mejores del mundo, las estadounidenses, las rumanas, las inglesas, las chinas, las japonesas, las italianas, las alemanas, las francesas, las coreanas, y recién añadidas en el ranking mundial, las brasileñas también.

Aún y con todos aquellos retos, el equipo ruso consiguió avanzar con determinación a través de las siguientes clasificaciones y hasta las eliminatorias.

Mucho antes de saber si competirían en la final o no, Aliya, de vuelta en su papel de capitana, había reunido a sus chicas y entonces les había obsequiado unas cuantas palabras que sin lugar a dudas habían jugado una gran diferencia en ellas.

Recuerden cada paso que han dado, cada sacrificio que han hecho, todo el camino que has recorrido para hoy estar aquí, y lo que te ha costado. No importa el resultado, no importa si subimos o no al pódium. Ganemos o perdamos un lugar en el medallero, grábense bien esto... En la vida ya ganamos

A partir de ahí la competencia para las representantes de Rusia había sido dirigida de un solo modo, caídas mínimas y sonrisas abundantes.

Daria había deslumbrado con su estilo elegante, mientras Seda sorprendió a todos con un salto que se quedó grabado en la memoria de los espectadores. Gelya había sido ovacionada en barras asimétricas, y la rutina de suelo ejecutada por Mariya había hecho llorar a gran parte de la audiencia. Cada una aportaba su esencia, uniendo sus fuerzas como un verdadero equipo, unidas no solo por la competencia, sino por un lazo inquebrantable que las había sostenido en sus momentos más difíciles.

El aire se llenaba de tensión y emoción. Aliya recordaba las noches de insomnio, el peso del dolor físico y emocional, y cómo cada pequeño éxito parecía un paso hacia la redención. La imagen de Oleg, su pequeño y hermoso hijo, la llenaba de una mezcla de orgullo y nostalgia. Sabía que a pesar de las diferencias de horario entre dos lejanos continentes, él no se estaba perdiendo ni un solo día de verla competir en televisión.

Todo lo estaba haciendo por ese precioso niño que la vida le había dado como el regalo más preciado.

Luego de una semana entera de contienda, el día de la importante final se llegó.

Para ese momento, las luces del estadio eran casi deslumbrantes. La energía en el aire era palpable, un murmullo de esperanzas y anhelos.

Aliya, con todo y su trayectoria sobre la espalda, se encontraba en la línea de salida, sintiendo el latido acelerado de su corazón, el sudor deslizándose por su frente, teniendo bien en claro, que aquel suceso sería mucho más que una competición, sería la reafirmación de que tocar fondo significaba únicamente subir y volver a levantarse como un ave fénix.

Ahí en medio del recinto, para ella era como si el tiempo se hubiera detenido. Las luces brillantes del pabellón iluminaban su rostro mientras recordaba los años de sacrificio, los momentos de duda, y esa sensación de despedida que había creído definitiva. Mientras avanzaba hacia el tapiz, una única imagen la acompañó: la sonrisa de Oleg. En ese instante, todo el esfuerzo, cada lágrima y cada caída cobraron sentido. Se lanzó al aire con la determinación de una madre deseosa de dejar huella en el corazón de su hijo. La pista se convirtió en su mundo, y aunque el futuro era incierto, estaba ahí, la vida le había presentado la oportunidad una vez más, y ella estaba lista para desafiarse a sí misma y demostrar que aún tenía mucho que ofrecer.

Soltó el aliento, y no pudo evitar sentir los habituales nerviosa. Imposible hubiese sido no sentirlos. Por fortuna tenía tanta experiencia que sabía bien cómo dominarlos. Se concentró entonces en leer el seguimiento del evento. Eran las ocho en punto de la mañana, el evento estaba por iniciar, los jueces y las autoridades correspondientes serían presentados de inmediato. Ahora ella debía relajarse y esperar, ejecutar cuando fuese su turno, dar lo mejor de sí, y apoyar en todo a su equipo. Solo eso.

Empezó a hacer estiramientos de cuello y entonces alguien del personal se acercó ofreciéndole una botella de Gatorade.

Aliya la tomó pero no la abrió ni la bebió, sino que la miró fijamente. Recordaba bien como había sido el primer día de clasificaciones. Se había sentido fatal por culpa de la resaca. El dolor de cabeza había sido tan punzante que había creído por momentos que le explotaría. Se había bebido tres botellas de suero y un par de analgésicos. Por culpa de esa borrachera que no podía olvidar, su pase a las eliminatorias había pendido de un hilo.

Negando, se dijo que debía olvidarse ya de todo lo relacionado a su alocada noche de copas, incluido al hombre que todavía no conseguía sacarse de la mente.

●●●●●

Cinco días exactamente fueron los que Travis estuvo anclado en Chicago.

Los asuntos de trabajo relacionados con el equipo de football, comerciales filmados en alianza con una de las cadenas televisivas de deportes más importantes de todo el mundo como lo era ESPN, y algunos otros referentes a su imagen pública, le habían impedido poder viajar de regreso a Los Ángeles, tal y como había deseado desde el primer momento en que abordó el jet y supo que quizás perdería su oportunidad de encontrarse con la preciosa gimnasta rusa.

Aún así durante todos esos días había estado muy pendiente del evento de gimnasia, siguiendo muy de cerca los resultados finales, y las fechas de cada segmento.

Sabía bien que ese día estaría llevándose a cabo la final, y también sabía bien que Aliya había conseguido ser finalista, posicionándose en los primeros lugares de la tabla.

Por eso estaba ahí, por eso había volado de regreso a Los Ángeles apenas cumplió con todos sus compromisos laborales. ¡Joder! Incluso había madrugado para poder llegar.

Bajó entonces del Uber que lo había trasladado y miró de frente el Staples Center.

La emoción de saber que la vería muy pronto, lo embargó.

Se dirigió entonces a la taquilla esperando encontrar boletos, y por fortuna sí lo hizo. Compró uno, y sin más se adentró.

Una vez que llegó a las gradas de espectadores, no tomó asiento de inmediato, sino que se mantuvo de pie mientras con la mirada buscaba a aquella hermosísima duquesa rusa.

Evidentemente eran muchas las competidoras en el recinto, pero se concentró específicamente en las que llevaran los colores de la bandera de Rusia.

Entonces las identificó.

Ah, Aliya estaba ahí, y se veía hermosa. Estaba ahí, muy cerca de sus compañeras de equipo. Al igual que ellas, vestía un femenino y cautivador leotardo rojo. El cabello recogido en un moño.

Se veía tan bonita que a Travis le dolió el pecho. ¿Y por qué ocultarlo? También las bolas. Le palpitaron de anhelo. Aliya estaba como para comérsela, y él era un hombre, después de todo. No podía hacer nada por evitarlo.

Aquella preciosura hecha mujer estaba divina, exquisita.

Ah, pero era su mirada lo que hipnotizaba. Era una mirada única. No había manera de describirla.

Travis se sintió morir. Tragó saliva.

–¡¿Travis?!– la entusiasmada voz de un adolescente que lo llamó, lo hizo despegar los ojos de la gimnasta que lo tenía vuelto loco.

–¿Qué tal?– le sonrió.

El chico estaba más que emocionado de verlo ahí.

–¿Pu...puedo tomarme una foto contigo?–

–Claro que sí, amigo– Travis mostró su sonrisa y estiró su cuerpo acomodándose para la fotografía tipo selfie.

–¡Gracias, Travis! ¡Eres el mejor!–

–No viejo, tú eres el mejor. Haz deporte y saca buenas notas en la escuela, ¿de acuerdo?– él solía ser siempre amable con sus fans. Le gustaba ser amistoso.

Cuando se despidió del chico volvió su atención a la competencia. Frunció el ceño al no visualizar a Aliya con el resto de su equipo.

–¿Dónde está?– susurró. Había estado ahí hacía unos instantes.

Entonces se dio cuenta. Ella estaba compitiendo.

¡Joder!

Travis se quedó pasmado, atónito. Tuvo que tomar asiento para no irse de espaldas.

Estaba realmente impresionado. Y aún así la palabra le parecía poca cosa. La impresión era demasiada.

Con anterioridad no se había interesado nunca en la gimnasia, ahora se sentía completamente atraído hacia aquel deporte. Absolutamente cautivado. Muy, muy, muuuuy cautivado.

Pero más que el deporte en sí, era Aliya la causante.

Aquellos días pensando en ella y estando lejos no habían sido bonitos para nada. Se había pasado el tiempo entero pensando en ella, sintiendo cómo una ola de ansia lo envolvía.

Ahora por fin la tenía cerca. No podía hacer otra cosa más que disfrutar de lo que veía.

La observó con atención y también escuchó lo que el narrador decía.

–Mustafina nos regala una magnifica y elegante actuación. Su técnica y estilo son excepcionales. Sabemos bien que no nos decepcionará en esta gran final de esta Copa del Mundo. En barras asimétricas, su precisión y fuerza la hacen destacar, ejecuta sus movimientos con una fluidez casi sobrenatural. Su rutina está llena de elementos complejos, combinaciones audaces y transiciones por demás distinguidos, estilizados. Ella tiene el poder de transformar una rutina cualquiera en una obra de arte... ¡Por todos los cielos! ¡Es miss Mustafina, y la tenemos de vuelta! ¡Aliya está en la casa!–

Travis no podía entender mucho de lo que hablaba el experto, pero si se trataba de elogiar a la nueva causante de sus desvelos, él estaba más que de acuerdo con todo.

La concentración que tenía al ejecutar su rutina era por demás impresionante. Lo dejó frío, pero al segundo lo puso a arder. Travis tuvo que limpiar el sudor de su frente más de una vez.

Se fijó ahora en la mirada que ella poseía. Era una mirada única, intensa y llena de confianza. Tenía algo especial, sumamente especial, imponente, capaz de atravesar a cualquiera que la observara. Reflejaba una combinación poderosa y un brillo intenso que denotaba una concentración inquebrantable y una pasión feroz por su deporte.

Sin duda era una mirada que intimidaba, pero él sabía que también podía adoptar una suavidad melancólica, revelando una capa más profunda de emociones. Lo había visto en su delicado y bonito rostro aquella mañana en que lo buscó para enfrentarlo. Lo había visto y no había podido olvidarlo.

En esos momentos, sus ojos mostraban una fragilidad que contrastaba con la imagen de fuerza proyectada durante sus actuaciones. Había un resplandor en su mirada que podía ser dulce y vulnerable, reflejando tanto la presión que enfrentaba como los desafíos personales fuera del tapiz.

A Travis Keith, ala cerrada de Rebels de Chicago, le palpitó el corazón. La mujer lo tenía fascinado.

●●●●●

Oro en barras asimétricas, en el completo individual y en el completo por equipos. Plata en suelo y bronce en barra y salto de potro.

Aliya se convirtió la gimnasta más condecorada del evento, también la más aclamada, la más aplaudida y ovacionada.

Fue tanta la emoción de verla de nuevo en las competencias internacionales, que incluso sus colegas gimnastas se unieron en línea para aplaudirle y reverenciarla, regalándole así un momento que pasaría a la historia, una foto que daría la vuelta al mundo y un recuerdo grato que ella jamás olvidaría.

Mustafina, sobreviviente de depresión y ansiedad, dos enfermedades silenciosas que por poco habían conseguido destruirla. Mamá de un niño por el que luchaba y se esforzaba cada día. Leyenda viva de Rusia y del mundo, haciendo su regreso como la más grande, ganándose el respeto y la admiración de todos los que habían tenido la fortuna de mirarla.

En el tapiz había demostrado una extraordinaria capacidad de combinar fuerza, flexibilidad y ritmo, así como dominio técnico y una esencia emocional que pocos atletas poseían. Había cautivado a jueces, a rivales y a espectadores, por una simple y sencilla razón... Había puesto el corazón en cada presentación, había desafiado los límites, y los había atravesado todos y cada uno de ellos.

Escuchar el Gosudárstvenni Gimn Rossíiskoi Federátsii, mejor conocido como el Himno Nacional de la Federación Rusa, estaba siendo un momento sumamente significativo para Aliya, quien segundos antes había recibido su segunda medalla de oro, y también la sexta y última de toda la competencia.

Mientras todos demostraban su respeto hacia el simbólico momento, desde las gradas Travis se sintió aún más maravillado.

Aplaudió efusivamente. La adrenalina y entusiasmo que sentía le dominaban todo en su interior. Festejaba con ella como si fuera un familiar, un amigo o alguien cercano, pero no podía evitarlo. Se había emocionado demasiado.

Notó entonces que el acontecimiento estaba anunciando su final.

Las personas comenzaron a salir, pero él permaneció en su sitio. No le quitó la mirada de encima a Aliya quien estaba ocupada siendo fotografiada y asediada por un montón de reporteros.

Pensó entonces en la manera de acercársele pero no parecía posible el paso a aquella área. Sabía que lo echarían de uno si intentaba cruzar la restricción.

> Bueno, en algún momento tiene que salir< se dijo. Mejor sería esperarla cerca de las puertas de salida.

Caminó entonces por las afueras de los accesos pero no salió del recinto, sino que permaneció en un punto, cerca de bastidores. Ahí tendría que verla cuando saliera sí o sí. No iba a escapársele.

Esperó paciente. Transcurrieron unos cuantos minutos cuando la vio aparecer. Venía rodeada de su equipo y un hombre mayor no dejaba de abrazarla. A Travis le dio un pinchazo.

Es increíble que hayas retornado de esta manera. ¡Eres una maravilla del mundo, Mustafina! ¡En verdad lo eres!

Él trató de acercarse, pero no deseaba llamar la atención. Mucho menos cuando vio que los reporteros los seguían pues deseaban obtener más entrevistas del equipo ruso, de los entrenadores, y también de Aliya, la gimnasta prodigio.

Se dijo entonces que esperaría. Ya había esperado demasiados días, qué más daba unos momentos más.

En ese instante una sorprendente oscuridad se ciñó sobre todos en el gigantesco vestíbulo del Staples Center.

Al parecer se había tratado de un apagón. En la semana se había comentado mucho sobre fallas eléctricas, así que no causó gran sorpresa.

Fue solo cuestión de segundos cuando la luz regresó.

Sin embargo para Travis no todo fue viento en popa.

Maldición... Ahora no veía a Aliya por ninguna parte. La había perdido de vista y ahora no conseguía encontrarla de entre todo el tumulto de personas que se encontraban ahí.

–Tiene que ser una broma...– se dirigió entonces hasta las puertas de entrada/salida e interrogó al guardia. –El equipo ruso– le dijo un tanto agitado. –¿Sabe si el equipo ruso ya ha salido? Hace unos segundos estaban aquí adentro–

El guardia asintió.

–Aprovecharon el apagón para salir. Se han marchado–

Apenas escuchó eso, Travis salió a la parte central mientras trataba de buscarla en todas las direcciones.

Había gente saliendo del recinto, incluso atletas de otros países, pero no parecían ser las rusas, tampoco Aliya.

Él no pudo creerse su mala, malísima suerte. La había perdido de nueva cuenta.

Se recriminó furioso por haberse confiado y haber sido tan idiota y distraído.

Se sintió entonces muy decepcionado. Habría dado lo que fuera por volver a verla. Pero entonces una idea brilló en su cerebro. ¿Y si había regresado al hotel? ¡Sí! ¡Ahí tenía que estar!

Y con todo el gusto, él iría hasta ahí solo por ella.

●●●●●

En el transporte privado, lejos de los focos y del estruendoso aplauso, Aliya se permitió un momento de reflexión.

Las medallas, ahora guardadas cuidadosamente en su bolso, eran más que simples símbolos de éxito; eran un recordatorio de que el esfuerzo y la pasión, cuando se combinaban con la resiliencia, podían superar incluso las expectativas más bajas.

La emoción y la gratitud le inundaron, y aunque había regresado con la idea de simplemente compartir su amor por el deporte, el destino le había dado una despedida digna de su legado. Ahora le tocaba disfrutarlo pero también seguir trabajando pues se acercaban cosas importantes como los Juegos Olímpicos.

La sensación de ser galardonada como la mejor gimnasta actual, según la Federación Internacional de Gimnasia la hacía sentir mil emociones, el eco de los aplausos aún resonaban en su mente, su corazón latía con fuerza, entre la euforia y la tensión acumulada de la competencia, pero todo se desvaneció cuando tomó su celular y vio que tenía una videollamada entrante directa del celular de su madre. Una calidez y un amor inmenso la embargaron cuando respondió y lo primero con lo que se encontró fue con la hermosa sonrisa y los traviesos ojitos azules de su hijo.

Tan risueño y lleno de vida que el corazón se le desbordaba al verlo.

¡Mami, mami! ¡Te vi, te vi en la tele!– los gritos de Oleg fueron tan fuertes y efusivos que Aliya temió que fuesen a despertar a sus compañeras que viajaban en los asientos de adelante, y dormían exhaustas. De inmediato sacó los audífonos inalámbricos de su maleta y los conectó.

Sí, mi amor, ¿me viste?

¡Sí, sí, sí, mami! ¡Te diste madomas y volaste! ¡Ota vez volaste!

¿Te gustaron mis participaciones?

¡Sí! ¡Me gustadon!–

¿Sabes que hice todo eso porque estaba pensando en ti? Todo lo que hago es para ti, mi vida. Te amo

Te amo, mami

Para Aliya escuchar la voz de su pequeño era sin duda lo más extraordinario del mundo. Al final todo valía la pena porque lo tenía a él.

Mientras lo escuchaba hablar del bicho que había encontrado en el patio, y por el que la abuela Yeli casi se desmaya, la joven gimnasta sintió que con todo y lo que implicaba ser campeona en una Copa del Mundo, su verdadero triunfo estaba ahí, en Oleg. Su amado Oleg, y ese amor inquebrantable que los unía. Nunca nada cambiaría aquello, porque era suyo. De nadie más.

●●●●●

¡Maldito tráfico de Los Ángeles!

Travis había tardado hora y media en conseguir llegar hasta el hotel. ¡Maldita suerte que se estaba cargando!

Casi no podía creérselo.

Corrió a los adentros del hotel, sin embargo fue detenido por distintas personas antes de conseguir poner siquiera un pie en la alfombrilla de bienvenida.

–¡Ah, joder!– la palabrota salida de su boca fue imposible de contener. Ver a esos reporteros precisamente ahí, deteniendo su paso, estorbándole, quitándole tiempo preciado para ir en busca de su duquesa rusa.

¡Maldita fuera!

Deseó gritar con fuerza, casi ponerse a patalear de frustración y enojo.

–¡Travis, Travis! ¡Unas palabras por favor! ¡Travis!–

Él exhaló. Detestaba la idea de ser grosero con quien fuera. Su mamá le había enseñado a ser educado, pero en esos momentos no se creía capaz de lograrlo.

Suspiró y trató de caminar, trató de esquivarlos pero ellos parecían moverse en la misma dirección.

–¡¿Travis, puedes decirnos que hacías en el Staples Center hace un par de horas?!–

–¡¿Travis, qué hacías en la Copa Nacional de Gimnasia esta tarde?!–

Caramba... Al parecer no había pasado tan desapercibido como había creído.

Abrió la boca para responder pero no salió ninguna respuesta. No solía ser bueno mintiendo, al menos no si lo tomaban por sorpresa.

–Eh... yo... Bueno... Me gusta apoyar al deporte. Tuve tiempo libre y lo aproveché–

–¿Fuiste a apoyar al equipo estadounidense?

–Eh... Sí, sí, claro– ni siquiera las había mirado. Solo había tenido ojos para Aliya, tan preciosa y majestuosa Aliya. El pecho le dio un vuelco al evocarla. –En realidad soy neutral. Ganó quien merecía ganar. La gimnasia es un deporte increíble, y creo que está poco valorado. Hoy me di cuenta del nivel de exigencia que tiene. Los futbolistas nos quedamos cortos comparados con cualquier gimnasta–

–Ah, mi buen amigo Travis, siempre tan bromista– para Travis fue una sorpresa ver a Ben Siller, su agente, aparecer de pronto. Por el comentario, supo que no le había hecho en gracia la comparación que había hecho, pero no le importaba. –¿Saben que a este muchachote le encanta jugar a las escondidas conmigo? ¡Lo vengo persiguiendo desde Chicago!– su tono era bromista, juguetón, pero Travis que lo conocía, sabía que estaba molesto. No entendía por qué, si había cumplido con todos sus compromisos de esa semana.

¿Pero a quién le importaba que su agente estuviese enfadado y que hubiese ido hasta ahí para buscarlo?

Aprovechó entonces un momento en el que lo cuestionaron sobre los próximos proyectos que se avecinaban. Dado que fue el mismo bien quien se encargó de responder, él empezó dando un paso hacia atrás, después dos, luego tres, cuatro y hasta que pudo dar media vuelta y entrar rápidamente al hotel.

Aliviado de haberse escapado, caminó por el vestíbulo y tomó el ascensor. Recordaba bien cuál era el piso y número de la habitación de Aliya, así que no dudó ni un poco al dirigirse ahí.

La decepción y desesperación aumentaron cuando vio cómo una camarera sacaba el carrito de limpieza precisamente de esa habitación.

–Disculpe... La persona que estaba hospedada aquí, ¿se ha marchado?–

La mujer asintió.

–Entregaron la llave en recepción hace aproximadamente una hora–

> ¡Noooo!< saber que de nuevo se le iba la oportunidad de verla de entre las manos, fue un duro golpe para él.

–¿De casualidad escuchó hacia donde iban?–

Ella lo miró con desconfianza.

A Travis no le quedó más remedio que sonreírle.

–Le aseguro que no soy un psicópata. Solo pasa que... me quedé flechado de la mujer que salió de aquí mismo. Necesito encontrarla aunque sea para verla una última vez–

La camarera exhaló.

–No puedo ayudarle, joven. Hablaban otro idioma entre ellos. No entendí ni una pizca de lo que charlaban, pero una de las chicas, ella podía hablar inglés. Mencionó algo de volver a su país–

Desanimado, Travis bajó de vuelta al vestíbulo. Ni siquiera tenía esperanzas de encontrársela por ahí. Si se habían marchado hacía una hora lo más seguro era que fuesen llegando ya al aeropuerto para volver a Rusia.

–¡Claro!– gritó emocionado, sin importarle parecer un loco ante las personas a su alrededor. –¡El aeropuerto!–

Con suerte y su vuelo todavía no salía. Sí, con suerte...

Quizás aquel día esa suerte había brillado por su ausencia, pero no podía perder la fe. Era perderla o resignarse a no volver a ver a esa belleza rusa nunca más.

Por fortuna al salir del hotel, los reporteros habían desaparecido, y Ben también.

Sin embargo no podía perder más tiempo ni siquiera pensando en ellos. Aquella era la última oportunidad que tenía para ver a Aliya.

Exhaló, tomó un Uber y en cuestión de media hora, consiguió llegar al LAX.

–Por favor... por favor... por favor...– rogó.

Travis respiró hondo mientras atravesaba las puertas automáticas del aeropuerto, la brisa artificial le golpeó el rostro. El bullicio del lugar lo envolvió como un torrente, con el sonido de maletas rodando y anuncios intermitentes que resonaban por los altavoces. Cada paso que daba hacia la zona de llegadas estaba impregnado de una mezcla de ansiedad y esperanza.

Recordaba la noche que lo había cambiado todo. Risas, copas que se desbordaban, y los besos furtivos que compartieron en la oscuridad del bar, la sensación de tenerla en sus brazos, contra su pecho. Había sido maravilloso... Mucho más que eso, y ansiaba repetirlo.

Aliya, con su risa contagiosa y esa chispa en sus ojos que lo había hipnotizado, que lo tenía fascinado de una manera como ninguna otra mujer lo había hecho.

No podía dejar que se marchara sin volver a verla, sin saber si había algo más entre ellos.

El reloj en la pared avanzaba implacable, y su corazón latía con fuerza. Se preguntaba si había llegado a tiempo, si su vuelo ya habría despegado. Las filas de pasajeros se deslizaban ante él, cada rostro una posibilidad, pero cada segundo que pasaba parecía un pequeño golpe a su esperanza.

El lugar era gigantesco. Terminales, puentes de embarque, zonas de control, áreas de carga, tiendas, restaurantes... Parecía todo un mundo, y de pronto a Travis lo atravesó el temor de no poder encontrar a la gimnasta.

Tratando de no desanimarse, se acercó a la pantalla que anunciaba los siguientes vuelos. En cuestión de minutos empezaría el abordaje para el vuelo más próximo con destino a Rusia.

Travis tuvo que llevarse la mano al pecho para poder calmarse. Había corrido demasiado, la adrenalina le subía por las venas. De pronto había experimentado un fuerte impulso de comprar un boleto para dicho vuelo, subirse al condenado avión y llegar a tierras rusas solamente para ir en busca de tan preciosa y perfecta mujer. Sin embargo negó y descartó aquella idea. Todavía no había llegado a ese grado de locura, así que perseguirla hasta su país era impensable. Y aún así... ¡Ah, maldición! Aún así cada vez que su mente la recordaba, y recordaba los apasionados besos que habían compartido, sentía que perdía la cordura.

Se sintió más exasperado cuando su celular empezó a sonar. Era Ben.

–¿Qué quieres ahora, Siller?–

–¿Cómo qué quiero ahora, Travis? ¡Saber dónde estás, hombre! No entiendo nada de lo que está pasando–

El futbolista negó.

–Estoy en el aeropuerto de Los Ángeles, ocupado, pero tú no tienes nada que entender aquí, ¿vale? Este asunto es mi asunto, así que ya no molestes– le colgó.

●●●●●

¿Segura que no quieres un latte o algo de Starbucks?– Mariya le preguntó a su amiga, pues ella junto a las otras chicas irían a comprar bebidas y sándwiches.

Aliya negó.

Gracias, Misha, pero prefiero dormir en el camino. La cafeína arruinará mi tiempo de sueño

Puedo pedírtelo descafeinado

No, de verdad. Vayan ustedes. Yo iré al tocador. Sabes que odio hacer pipí cuando estamos por los aires

Mariya rió. Aquella era una vieja broma entre todas desde que eran adolescentes y viajaban juntas por toda Europa y Asia para eventos deportivos.

Mientras sus compañeras y amigas se dirigían al famoso establecimiento, Aliya se dirigió al baño mientras pensaba en que ya ansiaba el momento de llegar a Moscú y reencontrarse con Oleg.

Su hijo ocupaba todos y cada uno de sus pensamientos en ese momento.

Salió del baño, iba mirando quizás hacia la nada, caminando por el largo y solitario pasillo. Cuando salió de regreso al acceso, recibió la sorpresa de su vida.

Chocó contra lo que pareció ser una montaña inmensa.

–Disculpe– murmuró, pero entonces miró hacia arriba y parpadeó con impresión. Los sobresaltados ojos color miel se encontraron luminosamente con aquellos verdes.

–Ali...– lo escuchó decir, lo vio sonreír. Lucía muy contento por alguna razón en específico.

Aliya se preguntó si estaría soñando. El tipo con el que se había embriagado, y a quien aparentemente había besado, estaba ahí, de pie ante ella. Su presencia magnética como un faro en medio de un océano. De pronto sintió que el mundo empezaba a desvanecerse, que cualquier ruido a su alrededor se convertía en un murmullo cada vez más distante.

Él la estaba mirando, su sonrisa iluminando. Se veía encantador.

–¡Por fin te encontré! ¡No puedo creerlo! ¡Qué suerte tengo de que no te hayas marchado todavía! Fui a verte al Staples, y me sorprendí bastante. No me dijiste que eres gimnasta. Por cierto, me dejaste con la boca abierta... Lo que hiciste ahí fue... ¡Wow! Me quitaría el sombrero si ahora mismo tuviera uno–

A Aliya comenzaba a marearla tantas palabras. Negó para concentrarse.

–¿Q...qué haces aquí?– alcanzó a preguntar, aunque la voz le temblaba. Se sentía flaquear. Por alguna razón las rodillas corrían el riesgo de no poder sostenerla más.

–Quería verte– Travis fue muy sincero. –Te perdí de vista durante el apagón, y de ahí corrí al hotel pero tampoco te alcancé. Por eso estoy aquí. Vine con la esperanza de poder verte antes de que subieras a tu avión–

Aliya cada vez entendía menos.

–¿Pero por qué hiciste todo eso? ¿No te parece que fueron demasiadas molestias las que te tomaste?–

–Nope– Travis negó contento. –Pretendo volver a besarte, muñeca, y un beso tuyo vale cualquier molestia que deba tomarme, eso te lo aseguro–

Completamente enrojecida, Aliya abrió los ojos como dos platos y dio un respingo.

–¿De que hablas? ¡Ahora sí enloqueciste!– miró hacia los lados tratando de no llamar la atención de nadie, aunque en esos momentos se sintiera eufórica.

Travis soltó el aliento dándose cuenta también de que tenían a demasiadas personas a su alrededor. Necesitaban más intimidad.

No le preguntó ni le dijo nada más. La tomó de la mano y la llevó consigo hasta el pasillo que conectaba a los baños, y que parecía vacío. Perfecto para lo que quería.

–Escucha, nena, esto que voy a decirte es muy serio...– la expresión de él cambió por completo. Ahora se mostraba serio, afligido. –Moriré en poco tiempo. En todos estos días no pude sacarte de mi mente, y... mi último deseo es un beso tuyo...–

La cara de Aliya reflejó entonces una mezcla de emociones, sus ojos marrones abriéndose una vez más, parpadeando más de lo habitual, procesando la información que recién había recibido.

–¿E...estás hablando en serio?– lo cuestionó, y se quedó sin aliento.

Travis no lo soportó por más tiempo.

–¡No!– confesó travieso. –De acuerdo, perdóname, es falso, pero lo que sí es verdad es que no he podido sacarte de mi mente, y que moriría en este preciso instante por besarte–

Más que molestarse, Aliya sintió un tremendo alivio de saber que aquel grandote no moriría pronto. Aún así le mostró su enojo por medio de un ceño fruncido y una mueca en los labios apretados. Le soltó un golpe en uno de sus bíceps.

–¡Eres un idiota!– le gritó.

–Vamos, no te enfades– le pidió él. –Solo quiero saber si sentiste lo mismo que yo o... si de verdad enloquecí. Y de pasó volver a disfrutar de lo bueno que fue... ¿No lo recuerdas?–

–Por supuesto que no lo recuerdo– respondió Aliya tajante. –Estaba borracha. Tú me besaste borracha y eso es aprovecharte de la situación–

Travis negó entonces.

–Ah no. Eso no es verdad. Fuiste tú quien me besó a mí. Y de hecho precisamente por eso no pudimos seguir. Estabas demasiado pasada de copas, pero por eso he venido ante ti, Ali. Quiero besarte mientras estás sobria. Necesito que lo recuerdes... que lo recuerdes y que no lo olvides. ¿Quieres ahora que te lo pida de rodillas? Porque lo haré... Créeme que lo haré–

Ella no podía creerse que aquel vikingo estuviese ahí solo por eso. ¿Por besarla?

–N...no, esto no puede ser. No sé ni siquiera tu nombre–

Mil cosas pasaron entonces por la mente de la gimnasta. Un sinfín de pensamientos, un mar de emociones.

No fue consciente siquiera del momento en el que él se acercó más, y más hasta tomarla de la fina cintura, provocando que se quedara estática.

Aliya fue entonces plenamente consciente de todo lo que podía llegar a abarcar aquel hombre que con su altura y anchura la empequeñecían.

De pronto no pudo sentir nada que no fuera él. La enormidad de su cuerpo pegado al suyo, sus manos bajando hasta sus caderas. El calor que emanaba. El viril aroma.

Una escalofríos la recorrió como si hubiera recibido una descarga, una sacudida, un destello de anhelo.

Se miraron fijamente.

–Me llamo Travis, preciosa. Y estoy a nada de saborear tus labios. Vamos dime que no, dime que te suelte y mándame a la mierda, y te juro que te dejaré en paz... Te lo juro...–

Él le dio una última oportunidad, pero Aliya no pronunció palabra alguna. Para Travis fue toda la autorización que necesitaba. Sus dos grandes manos se juntaron de nueva cuenta en su cintura, y la pegaron hacia él, notando encantado como las curvas y depresiones de su delicado cuerpo encajaban a la perfección con el suyo, tosco, grande. Sus músculos se tensaron con lujuria, y un segundo más tarde se giró consiguiendo levantarla por las axilas para pegarla contra la pared, dejándola ahora atrapada entre aquella planicie y su propio cuerpo, provocando que la suavidad de sus senos se aplastara contra el muro del pecho masculino, haciéndolos arder ante el contacto.

Ella contuvo el aliento ante aquel ardor, buscando desesperada un ancla en ese mar de deseo. Pensó vagamente en que aquello no era más que una locura, en que debía detenerlo, no estar dispuesta, no ofrecerse, no ceder, pero no pudo moverse siquiera. Su respiración se disparó, y entonces la besó.

Travis se apoderó de su boca sumergiéndola en las profundidades del beso más apasionado, más catastrófico, donde las lenguas se unieron y los alientos se mezclaron.

Se negó entonces a soltarla pasara lo que pasara, sino todo lo contrario. La pegaba más y más, rayando a lo imposible. Había algo en esa mujer que estimulaba todos sus sentidos. La tenía en sus brazos, con sus labios sobre los suyos, y las exuberantes caderas llenándole las manos. Empezó a anhelar tantas y tantas cosas.

Pero Aliya no quería que la soltara. Ella ahogó un gemido cuando el fuego la consumió, cuando la pasión comenzó a desbordarse.

Ya no podía pensar, pero sentía, sentía con cada poro de su ser. El poder del deseo la dominaba, recorría su cuerpo y la hacía sentirse viva como nunca antes. El corazón le palpitaba, respondía con fervor ante cada latido.

–Joder... sí...– lo escuchó decir en el microsegundo que dejaron de besarse para después volver a unirse en otro arrollador beso. Entonces las femeninas manos subieron a su nuca, y ahí encontraron el camino dentro de su cabello claro, donde se perdieron.

Él era muy grande, muy fuerte, muy masculino, y Aliya se sentía perdida. Se pegó todo lo que pudo al cuerpo de hombre. Sus manos continuaron acariciándolo, volviéndolo ahora más loco.

Para Travis era ahora inconcebible parar. ¡Maldición! ¡Era preciosa! Deseaba tanto poder ir más allá... Tenerla desnuda, besarle los pechos, enredar los dedos en aquel glorioso y sedoso cabello, reclamar su cuerpo como suyo, no solamente su boca.

Soltó un gruñido e intensificó la manera en la que la besaba. Desesperado porque necesitaba sentirla. La devoró con todas sus ansias, con todo su anhelo. La besó con todo el ardor que estaba sintiendo, todo el ardor que le quemaba el interior, que incrementaba su pasión.

Sí, había enloquecido. Travis Keith estaba siendo consciente de ello. Una gimnasta extranjera le había robado el aliento, los pensamientos y también el corazón.

●●●●●

La sonrisa gigantesca que Travis llevaba en el rostro difícilmente sería borrada.

El hombre caminaba como si fuera en una nube, encerrado en su propia burbuja de felicidad, en su propia fantasía.

Incluso ver a Ben Siller bajar de aquel vehículo e ir tras de él, le pareció cosa insignificante.

No existía espacio alguno para el enojo en esos momentos. Su agente podía decirle lo que le viniera en gana, y no le importaría, porque únicamente llevaba una cosa en la mente, y era Aliya Mustafina... La preciosa reina de gimnasia.

La había visto abordar aquel avión, maldición, había visto al avión despegar, y ahora no podía dejar de pensarla, en los ardientes e intensos besos que se habían dado. Recordaba bien la pasión que los dos habían compartido, los ruidos de sus labios negándose a separarse, los alientos fundidos. Recordaba cómo ella había tocado sus mejillas, como había acariciado su nuca mientras era besada con toda vehemencia. ¡Ah, dulce placer!

Tan hermosa que dudaba poder olvidarla algún día.

Aliya de piel perfecta, tez clara y saludable que resaltaba toda su belleza natural. Los ojos más llamativos que hubiese podido conocer nunca. Grandes y expresivos, con una forma almendrada que acentuaba una mirada intensa. Sus labios llenos y bien formados, los cuales él ansiaba volver a besar.

Los besos todavía lo atormentaban.

Besarla había sido la gloria. Había sido aniquilador, un volcán, un terremoto, la ascensión a un cielo terrenal.

Travis se sentía atrapado ahora, seducido, aferrado al recuerdo de la duquesa rusa tan solo porque había sido llevado a una cima de pasión y deseo que no había experimentado antes.

Maldición, y en esos momentos debía tapar la erección entre sus piernas con aquella chaqueta que llevaba en la mano, pero no le importaba.

–¿Ahora quieres explicarme qué demonios haces aquí en el aeropuerto? O mejor dicho, ¿qué haces en Los Ángeles? Ah, y también, ¿qué carajo hacías en ese mundial de la copia de gimnasia? ¿Vas a decirme ya por qué has estado actuando tan raro toda esta semana?–

Travis no tomó en cuenta nada de lo que su agente decía. Ni siquiera lo escuchó ni se preocupó en hacerlo. El ala cerrada seguía flotando en una nube.

Su sonrisa se hizo mayor y entonces lo dijo.

–Ben... Creo que me he enamorado–

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top