Capítulo 10

SWITCH importante: a partir de este capítulo diálogos en Ruso estarán SUBRAYADOS / diálogos en inglés normal.

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El Equipo Nacional de Gimnasia Artística de Rusia arribó al Aeropuerto Internacional de Los Ángeles, once horas después de su despegue.

Una hora más fue lo que tuvo que transcurrir para conseguir atravesar la ciudad y poder llegar al hotel donde se hospedarían.

Apenas entraron al vestíbulo cansados y ansiando dormir luego del cambio de horario entre aquel continente y el suyo, Sergei se ocupó de entregarle a cada una su habitación correspondiente.

Buenas noches, chicas, por favor descansen. Las quiero repuestas por la mañana. Recuerden porqué estamos aquí– se despidió de todas y cada una, pero a Aliya le pidió que se esperara un momento. –¿Estás bien?– la cuestionó antes de dejarla ir.

Lo estoy– afirmó.

Sergei asintió.

De acuerdo. Descansa. No pienses más en cosas del pasado que no valen la pena. Céntrate en tu presente y en tu futuro. En el aquí y el ahora. No quiero ver esa carita triste mañana en la competencia, ¿de acuerdo? Todo lo contrario, quiero ver tu coraje y esa energía arrolladora que tanto te caracterizan

Atleta y entrenador se despidieron dándose un abrazo.

Aliya subió por el ascensor y llegó hasta su habitación.

La soledad que encontró en la bonita y cómoda suite la hizo sentirse peor de pronto. Las cuatro paredes que la rodeaban empezaron a asfixiarla. No lo entendió.

Una sola cosa le quedó muy clara, y era que tenía que salir de ahí. Quedarse encerrada fue impensable en esos momentos.

Se miró al espejo. Llevaba un ceñido short de mezclilla que le llegaba a los muslos. Converse blancos y una blusa deportiva representativa de su equipo. Su rostro fue lo que la sorprendió. Tenía ojeras y parecía demasiado pálida. Tomó su bolso de maquillaje y se colocó máscara de pestañas y labial rojo en los labios.

No era como si hubiese quedado despampanante, pero sólo tenía intención de pasear por ahí por un rato hasta que le diera sueño. Entonces regresaría y podría dormir.

Mientras caminaba por el vestíbulo en busca de la salida del hotel, se encontró precisamente con uno de los bares internos.

El ruido y aquel ambiente que provenían de aquel sitió llamó de inmediato su atención. ¿Era eso lo que necesitaba en esos momentos?

No se lo cuestionó por mucho tiempo. Sus pies la dirigieron hasta la barra, y sin dudarlo un segundo más, tomó asiento en una de las altas sillas.

Tomó una respiración profunda y después miró hacia la nada.

Por más firme y segura que estuviese en sus convicciones, lo sucedido con Alexey no dejaba de doler. La sensación de desolación y tristeza era tan real que casi era palpable.

Se había esforzado muchísimo por sacudirse la imagen de su exmarido y su nueva vida, intentando no permitir que este inesperado encuentro empañara el propósito que la había llevado hasta aquí, sin embargo en esos momentos parecía inevitable.

Parte de su destino estaba ahí en Los Ángeles, en el suelo firme del gimnasio que la sanaría y le daría esa anhelada oportunidad de empezar de nuevo, sin embargo en ese instante el dolor y la confusión seguían arrinconados en un rincón de su mente, atormentándola.

–¿Qué le sirvo, señorita?– preguntó el joven chico que atendía, trayéndola de nuevo a su realidad.

Aliya movió la cabeza levemente. La tomó por sorpresa el hecho de que le hablara en inglés. Había olvidado por un instante que estaban en Estados Unidos.

–¿Qué es lo más fuerte que tienes?–

–Vodka, tequila, whisky...–

–¡Tequila!– exclamó decidida. –Doble, por favor–

La realidad era que no solía beber demasiado, y cuando lo hacía tomaba simplemente un poco de vino. Pensaba que quizás no estaba pensando bien las cosas. Se suponía que la Federación le prohibía ingerir cualquier tipo de bebida alcohólica en temporada activa de competencias, más prohibido debía estar beber la noche previa a una Copa del Mundo, pero aún así sentía que lo necesitaba.

Deseaba olvidarse aunque fuese por un momento de todo lo ocurrido desde que se reencontrara con Alexey en el aeropuerto junto a su nueva esposa, y hasta el momento en que lo encontró en su propia casa, en su propia cama, desnudo con dos mujeres a su lado.

Había llorado mucho durante el vuelo, pero también se había recordado una y otra vez que aquel no era más que un capítulo de su vida que debía cerrar cuanto antes.

Habían firmado el divorcio en aquel lejano enero, y verlo ahora con otra debía ser la reafirmación de que eso que había existido entre ellos, había acabado para siempre.

El amor no existía, se dijo cuando el chico volvió con su pedido.

La romántica, joven e ingenua Aliya que había sido, no existía más. Se había convertido en una mujer de hierro, una mujer fría, que no volvería a creer en semejantes tonterías.

El amor no existía, reafirmó, o quizás sí, pero sencillamente no era para ella.

Lo aceptaba y ya estaba.

Seguía teniendo un hijo en común con su ex, pero Oleg era todo suyo. A él nunca le había importado, así que en lo que a ella respectaba, no compartían nada.

Ahora no debía estar amargada ni triste, sino feliz.

Con ese pensar tomó uno de los dos pequeños vasos de vidrio que le habían puesto enfrente. Lo bebió todo de un trago. No pudo evitar las muecas y el ardor en su garganta. El calor que empezaba a sentir se expandía por su cuerpo llevándose consigo parte de la angustia que había llevado a rastras.

Se tomó el segundo del mismo modo y enseguida pidió una ronda más.

No transcurrió mucho cuando el alcohol hizo que empezara a experimentar un nivel de relajación que la mantuvo muy quieta.

Los sonidos del bar, la risa de otros clientes, y las luces parpadeantes empezaron a adquirir una calidad casi mágica. Aliya se sorprendió al encontrar todo extremadamente divertido. De pronto tenía muchas ganas de reír y se sintió envuelta en una burbuja de alegría desinhibida.

De un segundo a otro, los problemas y las preocupaciones se desvanecían en la niebla etérea que ella misma había creado.

La gimnasta se aferró a ese momento, disfrutando de cada instante de libertad y desvarío.

Aún y con la ebriedad que empezaba a apoderarse de ella, seguía estando esa vocecita en su interior, persistente que le recordaba la competencia del día siguiente, y que el problema real no había desaparecido.

–¡A la mierda con todo!– exclamó en ruso.

No podía seguir sentirse triste, sino feliz, muy feliz. Sentía muchas ganas de festejar... ¡Sí! Festejar que se había librado de aquel idiota inmaduro, que ahora pertenecía a otra, que ahora le arruinaría la vida a otra.

Aliya se permitió sumergirse en la sensación de olvido, riendo y celebrando como si el mundo no tuviera otra opción más que girar a su alrededor en un desfile interminable de diversión.

Trató de alzarse encima de su propia silla, y miró a su alrededor, casi como si buscara algún rostro familiar, alguien que le hiciera compañía, pero no había nadie. Era una rusa en Estados Unidos, y no conocía a nadie. Sus amigas y compañeras habían llegado directo a sus habitaciones ansiosas por dormir en una cama.

Estaba sola ahí. Exhaló frustrada.

Su mirada se perdió en el líquido del vaso que tenía frente a ella. Sentía que el mundo se movía al alrededor como si estuviese viviendo una especie de sueño borroso.

El ruido de las conversaciones y la música de fondo parecían flotar en un mar lejano. Sus pensamientos, desordenados y arrastrados por el alcohol, se enredaban en las sombras de la penumbra.

No fue consciente del momento en que el espacio vacío a su lado fue ocupado por alguien.

–Una cerveza por favor– su ronca y gruesa voz hizo que Aliya se girara para mirarlo.

Ella parpadeó sorprendida, pues momentos antes no lo había visto ahí.

Se trataba de un hombre, uno inmenso, llegó a pensar aún en medio de sus pensamientos obstruidos por el flujo del alcohol.

De principio había sido solo una figura imponente, pero a medida que el foco de su atención se aclaraba, pudo mirarlo mejor.

¡Cielo santo! Su tamaño era impresionante. Se le vino a la mente que podía ser un gigante, o un vikingo como los de la Rusia medieval.

Parecía peligroso. Quizás era mejor idea que se marchara de inmediato, sin embargo algo le impidió moverse siquiera.

No podía dejar de mirarlo. Era como una fuerza mayor. La intrigaba demasiado, la hacía sentirse tan diminuta como una hoja en el viento.

Su silueta, robusta y sólida, contrastaba con la luz tenue del bar, creando un halo de misterio a su alrededor.

Su corazón latió más rápido, más fuerte.

Pero todo fue peor en el instante en que él se giró para mirarla también.

Los ojos verdes del desconocido se encontraron con los de ella, marrones, grandes y muy abiertos.

Aliya sintió que se desmayaba.

Travis había estado metido en sus propios pensamientos apenas se sentó tras la barra, cuando sintió una potente mirada que lo hizo voltear. Frunció el ceño confundido, aún así sonrió amistoso.

–Hola– la saludó pero no obtuvo respuesta igual, lo cual le pareció aún más extraño. –¿Estás bien?– tuvo que preguntarle.

–¿Eres un vikingo?– le preguntó ella.

Aquel cuestionamiento lo hizo reír fuerte. Dobló el cuello hacia atrás y soltó una carcajada despreocupada y divertida.

–¿Un vikingo?– volvió a reír. Un segundo más tarde se quedó mirándola simplemente. Le llamó la atención darse cuenta de que la chica era bastante atractiva. –¿Por qué piensas que soy un vikingo? Solo soy un hombre normal. Estadounidense, por cierto. Tú eres extranjera, ¿no?– lo había percibido en un dos por tres. El rostro femenino tenía rasgos europeos, además de su simpático acento al hablar. –¿De dónde eres?– su pregunta tampoco obtuvo respuesta, y él no pudo saber si lo estaba evitando deliberadamente. –¿Estás aquí sola?–

La vio asentir.

–Creo que sí–

¿Una hermosa y joven mujer embriagándose sola? Ah, porque era hermosa. Quizás había sido eso lo primero que Travis había notado.

No lo entendió pero no le agradó saber que esa desconocida estaba ahí, vulnerable ante cualquier maldito aprovechado.

–¿No consideras que es peligroso?– inquirió arqueando una ceja.

Ella se lo pensó por unos cuantos instantes.

–Tal vez yo sea la peligrosa–

Aliya ni siquiera estaba pensando en lo que decía. ¿Ella era peligrosa? ¿Desde cuándo?

Le dieron muchas ganas de reír. Tenía muchas ganas de divertirse, quizás la manera de hacerlo fuera inventándose una nueva personalidad, alguien quien no era. De alguna manera se sentía libre, atrevida.

–¿Tienes un arma escondida en alguna parte?– de otro modo no había manera de que fuera peligrosa, pensó Travis de inmediato. La chica era menuda como un cervatillo. Delicada como una flor.

–Quizás sea cinturón negro en un arte marcial– su respuesta lo hizo reír de nuevo.

Travis había estado sumamente estresado por asuntos referentes a una discusión con su agente. Había bajado a tomar algo y simplemente relajarse. No había esperado encontrarse riendo con una chica salida de la nada.

–¿Lo eres?–

–No, pero podría serlo–

Qué ingeniosa era... Incluso estando borracha. O Tal vez era eso lo que la hacía graciosa.

–Es cierto, podrías serlo– asintió, pero entonces deseo hacerle unas cuantas preguntas más. –¿Por qué estás sola? ¿Vienes con tu familia? ¿Amigos? ¿Novio?– tenía literalmente cinco minutos de haberla conocido, pero deseó muchísimo escucharla decir que no tenía novio.

–Mis amigas están dormidas– fue todo lo que dijo.

–Ya. ¿Y tú por qué no estás dormida?–

–No podía dormir–

–¿Muchas cosas en qué pensar?–

Aliya cerró los ojos y negó numerosas veces con evidente fastidio.

–Oye, haces demasiadas preguntas–

Él no lo negó.

–Soy muy curioso–

–La curiosidad mató al ratón, ¿lo sabías?–

–Me gusta correr riesgos– respondió. –Bien, pues en vista de que estás sola y yo también, te haré compañía. No me vendría mal emborracharme así como tú. Necesito olvidarme de algunos asuntos...–

–Yo no estoy borracha– replicó Aliya de inmediato.

Travis soltó una risa irónica. ¿Que no estaba borracha? Sí que lo estaba, y mucho.

–Sí, nena, lo que digas–

–No lo estoy...– repitió casi enfadada, pero en segundos pasó del enfado a una actitud simple. –Pero puedo estarlo– aseguró. Tomó el vaso de tequila que le quedaba y lo bebió de una, y después comenzó a reír.

–¿Es una competencia?– inquirió él muy interesado en seguirle el paso. Tomó el tarro de su cerveza y también se lo bebió con rapidez. Se dirigió después al bartender. –Dame un whisky, por favor–

Mientras era atendido, Travis fijó su mirada en su nueva acompañante de juerga. El pensar en la belleza de esa mujer fue de nuevo inevitable.

Era bonita... muy, muy bonita. Maldición. Ahora que era plenamente consciente de ese hecho, se sentía incapaz de quitarle la mirada de encima. Se bebió el whisky completo mientras un calor muy específico empezaba a envolverlo.

Pidió uno más, y después soltó un suspiro.

Ciertamente no había ido ahí en busca de compañía femenina, sin embargo esa espléndida mujercita que tenía enfrente lo había hecho cambiar de opinión. Le provocaba demasiada intriga, pero también otras sensaciones.

Fue algo loco, pero de un segundo a otro se encontró deseando saberlo todo de ella. Necesitaba saber su nombre, su edad, su nacionalidad, a qué se dedicaba, si era soltera, o... si ya tenía dueño.

¡Mierda!

Pensar en algún otro cabrón que tuviese toda la suerte del mundo por el simple hecho de tenerla, lo hizo enfadarse.

Se dijo que tenía que averiguarlo.

–¿Cómo te llamas?–

Aliya sonrió abiertamente .

–No creo que te interese– la vio hundirse de hombros y sonreír traviesa.

Travis tragó saliva mientras la miraba. Se equivocaba. Se equivocaba muchísimo. Claro que le interesaba. Toda ella.

Lamentó que estuviese tan pasada de copas, pues realmente quería conocerla.

–¿No crees que ya bebiste demasiado?– le preguntó cuando notó que llamaba al chico para pedirle otra ronda de tequila.

–Sí, pero no me importa–

Para ese momento, él vio con preocupación la manera en la que estaba bebiendo. No dejaba de ser una chica en evidente estado de ebriedad, y sola. La presa perfecta para cualquier degenerado.

Exhaló y lo siguiente que hizo fue quitarle el vaso de las manos.

–¿Qué te parece si te invito un café?–

La petición hizo que Aliya diera un respingo y frunciera el ceño.

–¿Un café?–

La intención era hacer que se le bajara la borrachera, pero se daba cuenta de que no iba a serle fácil.

–Sí, ¿por qué no?–

Aliya negó haciendo una mueca de rechazo.

–¡Dame mi trago!– le gritó entonces tratando de recuperarlo, pero Travis no pensaba ceder.

Comenzó entonces un forcejeo entre ambos.

La chica, que no tenía el completo control de su cuerpo, se abalanzó contra él en un intento de arrebatarle la bebida.

Travis alcanzó a estirar el brazo e incluso se puso en pie para alejarla todo lo posible de su agarre. Pero ella no estaba quieta. Para mantenerla en su sitio se vio obligado a sujetarla de la cadera con la mano que tenía libre, inmovilizándola así. Por suerte era mucho más grande y más fuerte.

Bajó entonces su mirada encontrándose con aquellos ojos enormes y muy marrones.

Sintió como una descarga en ese instante. Y no estuvo seguro de si ella había sentido lo mismo. Probablemente no porque la vio removerse de nueva cuenta, mientras él apenas y se sentía capaz de moverse.

Tragó saliva.

–Te acompañaré a tu habitación– le dijo. Todavía seguía mirándola fijamente. Algo había sucedido en los últimos segundos que le impedía dejar de mirarla.

¡Estaba loco!

Ella negó, primero enfadada, después deshaciéndose en carcajadas.

–¡No! ¡No! ¡A mi habitación no!– empezó a hablar en su idioma nativo, y para Travis fue difícil identificar de cuál se trataba. Desde luego tampoco entendió lo que decía. Podía tratarse de alemán.

–¿Qué significa eso?– le preguntó. Su brazo todavía la mantenía sujeta.

–Significa que me quiero divertir esta noche– mientras respondía volvió a contonearse intentando liberarse. No tuvo éxito aún así.

Las diferencias de fuerza eran más que evidentes, pero Aliya no pensaba rendirse.

Volvieron a forcejear tanto que como consecuencia de los toscos movimientos de sus cuerpos, sus rostros estuvieron a punto de chocar, deteniéndose justo antes de que eso ocurriera. De un segundo para otro se encontraron muy cerca el uno del otro.

Travis experimentó un vuelco en el pecho que no se pudo explicar. Todavía alcoholizada, Aliya permaneció muy quieta, muy cerca, y él estaba experimentando una oleada de deseo elemental que le invadía. Un deseo primitivo. Apretó la mandíbula dolorosamente. No se lo pudo creer.

–Si eres uno de esos aburridos que no les gusta la fiesta, entonces suéltame y déjame en paz...–

Travis se mantuvo firme, antes de responder se bebió lo que quedaba del vaso que había intentado mantener alejado de ella. Lo dejó vacío sobre la barra.

–No puedo dejarte sola. No sería de hombres– maldición, sin nadie que la cuidara, y en ese estado, ahí podían hasta violarla. No pensaba permitirlo.

Ella lo miró fijamente y en su rostro dibujó una sonrisa.

–¿Piensas ser un mandón y llevarme sobre tu hombro hasta mi habitación?– le preguntó en tono juguetón. –Creo que me desmayaré–

La risa coqueta de la joven que tenía en los brazos, le hizo comenzar a arder.

No pudo hacer nada por evitarlo.

–Si supiera cuál es tu habitación, créeme que lo haría sin dudarlo– él mismo empezaba a sentirse ebrio. –Estar aquí y sin conocer a nadie, es peligroso para ti–

Peligroso parecía él, pensó Aliya, aunque apenas y podía pensar con lucidez. El desconocido con complejo de superhéroe exudaba peligro.

¡Cielo santo! Se sintió demasiado atraída.

Además... Bien podría ser lo que necesitara para olvidar a Alexey... ¡Sí!

Oh, pero teniendo a aquel Adonis griego enfrente, ¿iba a perder tiempo pensando en el idiota de su exmarido?

–Estoy muy borracha– parpadeó coqueta. Le llegaba justo al pecho, el sujeto era tan alto que ella tenía que alzar la cabeza para poder mirarlo a los ojos. –¿Acaso quieres aprovecharte de mí?–

–¡Joder, no!– Travis negó inmediatamente. Aprovecharse de una mujer borracha era algo que iba en contra de su persona, de su código de honor, de los valores que le habían dado sus padres. Todavía pensaba enfadado en eso, cuando la sintió restregándosele, y tomando las solapas de su camisa.

–¿Y qué pasa si yo quiero que te aproveches de mí?–

La pregunta lo hizo estremecerse.

–Empiezas a delirar... Mejor será que subas a descansar–

Ella negó.

–¿No te gusto? ¿Crees que soy muy fea?–

¡Ah, maldita fuera!

Travis comenzó a sudar.

–No, desde luego que no eres fea. Eres todo lo contrario a fea–

–¿Entonces vas a besarme?–

–Nena... mataría por besarte en este instante, pero no puedo...– ah y lo lamentaba desde el fondo de su alma.

–Yo no siquiera puedo recordar cómo es que alguien me besé...– Aliya ahora no dejaba de ver sus labios mientras hablaba. –Si no lo haces tú... tendré que hacerlo yo–

No hubo ni una pizca de timidez en su sexy voz, en su mirada. Lo miró fijamente bajo las espesas pestañas.

Entonces sucedió...

Ella se le lanzó encima, deslizando las manos por su cuello hasta entrelazar los dedos en su nuca, y lo besó, lo besó apasionadamente, olvidándose de cualquier otra cosa que no fuese la sensación de ese beso quemando sus labios. Atrevida, exigente e intensa.

Travis, que había tardado en reaccionar los primeros segundos, trató de alejarla, por su vida que intentó hacerlo, sin embargo la atracción que sentía por esa chica, junto al alcohol, junto a la euforia de la noche, hicieron que su sangre se disparara. Todo dentro de su ser ardió, sus instintos prendieron fuego.

No pudo contenerse. ¡Maldita sea!

Una llamarada se propagaba por su cuerpo. De pronto no había nada más que ellos dos y la noche. Soltó un gruñido, intentando dominarse, pero las bocas seguían unidas, seguían entrelazándose más y más, y más... La apretó contra sí con más fuerza, asumiendo así el mando. La besó con intensidad y enredó sus lenguas y disfrutó de su sabor.

Esa preciosa extranjera sabía a cerezas, a tequila, a puro pecado. Lo puso a cien. Estaba ardiendo de pasión por ella.

Sin embargo... ¡Ah! ¡Mierda!

Tenía que dejar de besarla... La chica estaba borracha. Él también, maldición. Y la deseaba. No podía evitar el deseo que corría por su sangre.

Sí, seguía besándola, devorándole los labios.

Pero entonces la alejó.

Le costó un mundo pero pudo hacerlo.

Quedó sin respiración, sin aliento. La miró.

Jamás había sido así, tan elemental, tan primitivo. De adolescente quizás, pero no ahora que era adulto. Le encantaba irse de fiesta, ahí se divertía y conocía a montones y montones de mujeres, todas dispuestas a complacerlo. Él siempre se daba el tiempo de elegir a la que más le gustaba.

En esos momentos la repentina y sorpresiva atracción no había estado en sus manos.

De pronto se sentía perdido, desorientado.

Lo más sensato que podía hacer era irse a buscar a otra con la cual aplacar aquel deseo, una que no estuviese borracha, por el cielo bendito. Pero no podía dejarla sola.

¿Qué iba a hacer entonces?

¡Ay, por fin te encuentro, Musti! ¡Estábamos locas de preocupación por ti!

La aparición de una rubia desconocida hizo que Travis se exaltara. Saltó un paso hacia atrás, alejándose de ella.

¡Mi mejor amiga!

¿Has estado aquí todo este tiempo?

Travis estaba sumamente confundido. No entendía ni una pizca de su idioma, pero deseaba saber, deseaba entenderlo.

Sin embargo, no hubo oportunidad siquiera de intentar comunicarse con la recién llegada, mucho menos despedirse de la mujer que le había dado el beso más delicioso del mundo entero.

Las vio marcharse, y algo en su pecho pulso.

Tuvo muchísimas ganas de ir tras ella.

No lo entendió. Se quedó sumamente confundido.

Llevó entonces su mano hacia sus labios. Todavía los sentía ardiendo.

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En su habitación del hotel, Travis Keith fue incapaz de cerrar los ojos y poder dormir.

Ahí en medio de la noche, sus pensamientos lo llevaban hacía una figura, hacía un rostro, unos ojos... ¡Ojazos! Oh, y unos labios...

El calor y la pasión de ese beso todavía resonaba en todo su ser, lo tenía tenso de la cabeza a los pies. No había logrado recuperarse todavía.

Se sentía demasiado afectado aún, demasiado excitado maldición.

Solo podía pensar en ella. En ellos dos devorándose las bocas.

La atracción había sido abrumadora, un fuego que ardía en su interior y que no podía ignorar, ni aplacar.

El pensamiento de que quizás no volvería a verla le provocó una punzada de angustia.

No sabía su nombre siquiera, pero la idea de no volver a saber nada de ella lo tenía loco.

Había llegado a Los Ángeles a cumplir con un compromiso laboral. Ala cerrada de los Rebels de Chicago, aclamado por los fans, famoso y millonario, había llegado al hotel sintiéndose agotado pero deseando beberse un trago para relajarse y olvidarse de los problemas ocasionados por diferencias con su manager. El plan había sido volver pronto a la habitación y dormir temprano, pues al día siguiente tendría este evento de ESPN junto a sus compañeros del equipo. No había esperado conocerla.

Ahora ella era la culpable de su insomnio. No podía dormir, se sentía arder.

La belleza de esa mujer lo había atrapado, su imagen se había quedado grabada en su mente. Cada vez que cerraba los ojos, ella estaba ahí. Increíblemente hermosa. Lo llamaba.

Pensó entonces en que aquel encuentro fugaz había dejado una huella imborrable. No iba a olvidar esa noche, y tampoco ese beso. ¡Imposible hacerlo! Vivirían en su memoria como un destello.

¡Ah, maldición!

No se resignaba a la idea de que quedara todo en un recuerdo.

Necesitaba saber su nombre. Conocerla.

Entonces se dijo que por la mañana se encargaría de buscarla.

¡Sí!

No iba a descansar hasta encontrarla.

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Aliya abrió los ojos, sintiendo una mezcla de confusión y desasosiego.

La luz del sol se filtraba por las cortinas, dibujando sombras inquietantes en su habitación.

La resaca la golpeó como un martillo, recordándole la noche anterior: una copa tras otra.

Ah, tenía que ser una maldita broma... ¿De verdad se había emborrachado la noche previa a la Copa del Mundo? ¡¿Pero es que había enloquecido?!

Se levantó con esfuerzo, su cabeza latiendo al ritmo de su corazón.

>¿Qué hora es?< se preguntó, mientras la ansiedad comenzaba a enredarse en su pecho.

El evento comenzaría temprano. Se suponía que debían estar en el recinto en punto de las ocho.

Siete, cuarenta.

¡No!

Tenía solo veinte minutos para arreglarse, y... y... Miró a su alrededor.

¿En dónde estaba su maleta? ¿Su uniforme? ¿El leotardo?

Se detuvo entonces frente al espejo, y horrorizada miró su reflejo.

Ojos hinchados, ojeras, piel pálida.

Por favor, tenía que ser una pesadilla. En verdad se había vuelto loca. O quizás estúpida. Enfureció entonces con el imbécil de Alexey. Aunque no podía recordar nada, sabía bien que se había alcoholizado hasta la inconsciencia por culpa de aquel maldito.

Con una determinación temblorosa, se arrastró hacia la ducha, esperando que el agua helada pudiera despejar la niebla que la envolvía.

Mientras el agua caía, su mente comenzaba a despejarse.

¿Qué estupidez había hecho? ¿En verdad se había atrevido a correr el riesgo de arruinarlo todo? ¡Cielo santo! Estaban en juego muchas, muchas cosas, entre ellas lo más importante, y esa era la fe que su pequeño tenía en ella.

No podía fallarle. No podía hacerlo sencillamente.

Debía intentar rescatarlo todo. Aun tenía unos cuantos minutos para lograrlo.

Salió del baño y consiguió secarse rápidamente.

Se colocó el leotardo, y mientras terminaba de subirse las mangas, escuchó que alguien tocaba a su puerta. De inmediato corrió a abrir.

Le dio un gusto enorme encontrarse ahí a Mariya.

¡Ah, gracias al cielo estás aquí!– exclamó más que feliz de verla. –Pensé que se habían marchado ya. Pensaba tomar un taxi o lo que fuera para alcanzarlos. Hice una estupidez anoche y no pude despertar a tiempo, pero creo que puedo lograrlo

Su amiga rió al verla tan apurada.

Tranquila, Musti. El evento fue corrido a las once por problemas de electricidad, o algo así. Está bien si llegamos a las nueve. Aún tenemos tiempo. Vamos, relájate

Escuchar aquella nueva información, fue para Aliya un bálsamo.

Exhaló aliviada. Agradeció su suerte mentalmente.

–¡Ah, esas son excelentes noticias! ¿De verdad? No estás bromeando, ¿cierto?

Te juro que no bromeo. De otro modo no estaría aquí tan campante, ¿o sí?

Bueno, eso es verdad

Las chicas aprovecharon el tiempo para desayunar en el buffet. ¿Tienes hambre?

Pensar en comida hizo que a Aliya se le revolviera el estómago. Negó prontamente.

Mariya soltó una carcajada.

Eso pensé– rió. –La borrachera que te pusiste anoche seguro te tiene asqueada

Aliya cerró los ojos sintiendo el peso del arrepentimiento sobre sus hombros.

¿Me viste?

Claro, ¿quién crees que te trajo a la habitación. Estabas hecha una cuba– recordarlo era demasiado gracioso para Misha, quien no había parado de reír. –Bueno, pero ese no es el tema ahora, sino... ¿Quién era el hombre con el que te estabas besando anoche?

La pregunta de su amiga le tiró el alma a los pies.

A Aliya le costó demasiado conectar las palabras con el propio significado de estas.

¿Qué cosa había dicho Mariya? ¿Había escuchado bien? ¿De qué demonios hablaba?

Se quedó en shock cuando los recuerdos acudieron de golpe a su mente.

Un hombre... Alto, de cuerpo grande, sí, muy grande, demasiado grande según recordaba. Fuerte y viril, de sonrisa provocativa, y ojos verdes... Hermosos ojos verdes.

¡Ah, cielo santo!

Lo recordaba perfectamente. Tenía su imagen mirándola grabada, pero ¿se había besado con él?

¿Me... me besé con él?

No... No podía ser cierto. ¡No podía ser cierto!

Misha soltó otra carcajada.

¿Besarte? ¡Aliya, ese vikingo te estaba devorando la boca! ¡Y tú estabas devorando la suya!

Aliya cubrió su cara avergonzada con ambas manos.

¡Ay, nooo!– exclamó angustiada. Ese beso era lo que no recordaba, y a la vez lo que más ansiaba poder recordar. Sin embargo en ese momento una preocupación aún mayor acudió a su mente. –Espera, espera... Este tipo me vio borracha, ¿cierto? Estuve con él, borracha

Supongo que estabas con él cuando te pusiste así

Sabes lo que eso significa, ¿no?– cuestionó Aliya con una angustia aún mayor. –Si a ese desconocido se le ocurre hablar de más... mi carrera estará acabada...– se sentía demasiado consternada. Lo peor de todo era que no podía acordarse. –No puedo creer que me atreví a hacer algo tan estúpido... ¡Tan doblemente estúpido!

Si los de la FIG se llegaban a enterar era seguro que la descalificarían. Se suponía que en época activa ninguna gimnasta tenía permitido ingerir alcohol. Palideció aún más.

Mariya que no había pensado en algo así, también se quedó de piedra, de inmediato tomó su celular y comenzó a buscar algo, lo que fuera.

Aliya se le rejuntó para ver.

Aliya Mustafina, escribieron en el buscador de Twitter, Google e incluso en Facebook.

Las noticias más recientes que encontraron eran todas sobre su regreso a la gimnasia y a las competencias, y toda la expectación y emoción que había con respecto a la Copa del Mundo.

Ambas exhalaron aliviadas.

Cerrando los ojos, Aliya agradeció mentalmente y se dijo que nunca más volvería a ser tan estúpida, nunca volvería a arriesgarlo todo por una idiotez tan grande.

Aún así quedaba algo pendiente...

Musti...

Tengo que encontrar a ese sujeto...

Mariya asintió en acuerdo.

Sí. Tienes que hacerlo, y además tienes que decirle que te bese otra vez–

Aliya la miró casi exasperada.

¡No le pediré eso!– exclamó. –Ah y tú vienes conmigo– la jaló de la chaqueta y juntas salieron de su habitación.

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Tenía que encontrarla... ¡Maldita sea! Tenía que encontrarla.

Travis había despertado muy temprano en la mañana con una única intención, y esa era averiguar el paradero de aquella preciosa y ardiente extranjera.

Las horas habían transcurrido, la noche se había convertido en día, y él no había conseguido olvidarla, no había podido dejar de pensar en ella.

La llevaba clavada en la retina todavía. En su mente, en su pecho.

Podía evocarla, y se sentía arder. Sus ojos oscuros, su mirada indescifrable, su sensual sonrisa dirigida solo para él. Ah, y cómo se habían besado...

Sí, la tenía que encontrar. No podía dejar que se esfumara así sin más.

Empezaba a frustrarse. La había buscado en cada rincón del hotel, preguntaba a cada empleado que encontraba a su paso. Pero parecía como si la tierra se la hubiese tragado.

Si hubiera sido cualquier otra chica, quizás para ese momento se hubiese rendido ya, pero no... Esta no era como cualquiera. Con esta le latía el corazón, no solo la entrepierna. Se sentía desesperado por conocerla.

Fue una tremenda sorpresa cuando a lo lejos la visualizó.

¡Por fin!

Casi se puso a saltar de alegría. Una gigantesca sonrisa se dibujó en su rostro. La felicidad le llenó.

¡Ahí estaba! ¡La había encontrado!

Era ella. Radiante y furiosa por alguna razón. Caminaba hacia él.

Se quedó paralizado y la esperó mientras admiraba lo bien que lucía por la mañana.

Llevaba una blusita blanca de algodón y jeans de mezclilla que moldeaban sus piernas deliciosamente. Además tenía el cabello recogido en un moño que la hacía verse sexy, muy sexy... ¡Ah, estaba divina! Preciosa mientras le miraba de aquel modo.

Eso lo confundió. Sus ojos miel centellaban peligrosamente para la delicada criatura que ella era.

¿Qué habría sucedido?

–Necesito que hablemos– demandó.

Travis casi se estremeció al tenerla cerca y frente a frente. Fue una sorpresa verla completamente a como la recordaba la noche anterior. Provocativa, seductora, divertida, desinhibida. Ahora estaba sobria, evidentemente, además de elegante, sofisticada... Oh, y le hablaba con frialdad.

–Yo también estaba buscándote– le dijo y le sonrió genuinamente.

Ella no respondió a su sonrisa, sino que mantuvo la compostura gélida. Sus ojos parecían más intensos. Lo tenían hechizado.

–Sígueme– dio media vuelta y espero que de verdad la siguiera.

A Travis no se le hubiese ocurrido no hacerlo. En esos momentos sentía capaz de seguirla a cualquier parte que le pidiera.

Se dio cuenta entonces de que no estaba sola. Iba acompañada de una rubia silenciosa que había estado mirándolos con mucha curiosidad. Por educación, él alzó la mano para saludarla, ella hizo lo mismo. Parecía amistosa.

Aliya fue directo uno de los salones vacíos que el hotel rentaba para eventos.

Ese hecho confundió demasiado a Travis.

Misha se detuvo justo en la puerta y le hizo ademán a Travis para que entrara.

Él seguía sin entender.

–¿Puedes decirme qué es lo que pasa?– le preguntó.

No hablo inglés, perdón pero no sé qué es lo que dices

–Ya. No hablas inglés. Entiendo–

Sin más, Travis entró a la habitación. La chica le estaba dando la espalda pero entonces se giró para mirarlo.

Aliya notó entonces un vuelco en el estómago cuando se sostuvieron la mirada. Se quedó sin respiración.

Por instantes, sintió que podía desmayarse en cualquier instante. Trató por todos los medios, mantener la compostura.

Aquel hombre había resultado ser más de lo que había esperado.

Casi dos metros de altura, con una presencia que parecía llenar todo el espacio a su alrededor, la tenía temblando. Incluso su voz la hacía estremecer. Era ronca, áspera, dominante. No se trataba de ningún muchachito que pudiese rondar su edad. Debía ser mayor. Eso era seguro.

De pronto la hizo sentirse pequeña. Diminuta. Pero no podía flaquear. No aunque fuese increíblemente atractivo, no aunque sus ojos fueran hermosos, no aunque su mirada mostrase esa chispa burlona y perezosa.

Tomó aliento y después habló.

–¿Cuánto dinero quieres a cambio de tu silencio?– le preguntó directamente.

–¿Mi silencio?– él frunció el ceño, y todo fue aún más extraño. –¿Mi silencio sobre qué? No sé a qué te refieres–

–Necesito que seas discreto con lo que pasó anoche–

Travis sonrió encantado.

–Ah, ¿te refieres al increíble beso que nos dimos?–

Aliya tragó saliva. De pronto había empezado a sentir el ancestral impulso femenino de pensar en que aquellos inmensos y musculosos brazos la habían acogido mientras se besaban, que la habían atraído a su fuerza masculina y sumamente viril. Solo con imaginarse viviendo aquella experiencia con semejante macho, se puso a temblar de la cabeza a los pies. Era una imagen tan increíble que incluso llegó a dudar de que en verdad hubiese sucedido. Oh, pero así había sido. Incluso Mariya los había visto.

¡Ah, deseaba tanto recordarlo! La frustración la llenó de nuevo.

–Me refiero a... al hecho de que me viste alcoholizada. Es primordial que mantengas la boca cerrada y no se lo digas a nadie–

La situación era completamente fuera de lo común para Travis, quien trataba de comprender, pero no lo conseguía.

–Puedes estar tranquila. No pensaba decir nada– la vio exhalar con un alivio que tampoco entendía. ¿De qué iba todo aquello? ¿Era que la chica era famosa? ¿Pero famosa por qué? Él no la conocía. Si rostro no le era conocido de ningún lado. Estaba seguro que de haberla visto antes, no la habría olvidado. –No deseo ofenderte, de ningún modo. Pero ni siquiera sé quien eres. No hay manera de que vaya y se lo cuente a alguien porque no sé tu nombre, ni tampoco las razones que tienes para no querer que se sepa que anoche te fuiste de juerga–

Las palabras del desconocido hicieron que Aliya enrojeciera de vergüenza.

¡Maldición!

Había estado tan preocupada por todo lo acontecido que ni siquiera había sido consciente del todo lo que había estado haciendo y diciendo.

Asumir que aquel hombre la conocía, y que estaría contento de vociferar a los cuatro vientos su momento íntimo, era quizás la cosa más tonta y vergonzosa que había hecho nunca.

Se tapó el rostro con una mano.

¡Tonta! ¡Tonta! ¡Eres una tonta!– se dijo en ruso, con toda la intención de que él no entendiera. Tomó aliento y lo soltó, después, aunque le daba demasiada vergüenza, lo miró a la cara. –Escucha, lo siento. Olvida todo lo que dije, ¿sí? Yo... yo tengo que irme– y lo decía de verdad. Miró la hora en su celular, y los cientos de mensajes de Sergei, de Ksenia y de Tatiana.

Deseaba decirle algo más al sujeto que tenía enfrente, pero no le daban las palabras para hacerlo, tampoco la voz. Simplemente negó, guardó su celular en el bolso, e intentó salir de ahí.

Al notar que ella se marchaba, Travis la alcanzó deteniéndola al tocarle el brazo.

No había esperado la descarga que experimentó, y tampoco ella.

Luego de aquella sorpresa la miró con fijeza.

Los dos se miraron por segundos en los que ninguno habló.

Perderse en aquellos ojos marrones fue una sensación maravillosa. Dos espejos profundos, que reflejaban un universo de emociones que no había experimentado jamás. Tan profundos y misteriosos, como si guardasen secretos que únicamente él podría descubrir.

Oh, y cuánto deseaba descubrirlos. No pensaba negarlo.

La mujer era hermosa de una manera que desafiaba toda lógica. Cada uno de sus rasgos parecía diseñado para atraerlo, su femenino y menudo cuerpo para envolverlo. Todo de ella lo llamaba como el canto de una sirena.

Tuvo que morderse el interior de la mejilla para no besarla ahí mismo. Usó todo su dominio para contenerse.

–Quiero volverte a ver...– la manera en que se lo dijo casi sonó a suplica.

La petición fue totalmente inesperada para Aliya.

–¿Por qué?– tuvo que preguntarle.

Travis no se fue con rodeos. Siempre había sido directo. Directo y letal.

–Quiero volver a besarte–

A Aliya le dio un vuelvo en su interior. Al hombre le hubiese podido salir una segunda cabeza del cuello, y no habría estado más impresionada.

–Tienes que estar loco...– consiguió decir.

Él asintió. Lo tenía loco, ella, precisamente ella.

De nuevo trató de marcharse, pero Travis la detuvo por segunda ocasión.

–Dame al menos tu nombre– tenía que saberlo. Necesitaba saberlo.

–Aliya– le respondió quedamente.

Travis sonrió.

–Te llamaré Ali, muñeca– 

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