Penúltimo capítulo
Operación fuga.
Antes llamada Operación Gacela.
Integrantes:
Princesa #1 Nombre clave: La mente maestra.
Princesa #2 Nombre clave: 7 velos.
Princesa #3 Nombre clave: Oasis.
Objetivo: Que la gacela cace al León
Situación actual: fuga, retirada...
Habiba se había desvanecido por arte de magia, Gabriela ni siquiera pudo ver a donde. Así que tocaba irse y de la manera más discreta posible. Su querido esposo iba hecho una furia total, su mirada echaba chispas y por vez primera sintió que esta vez todo se había salido de control. Estaban a un suspiro de ocasionar un incidente internacional, no quedaría nada bien que la sacara de la fiesta sobre el hombro enfrente de diplomáticos, dignatarios, embajadores y monarcas incluidos. Así que se deslizó por la pista aprovechando que había más parejas y buscó una salida. Una mano la guio y levantó la mirada.
- Por aquí. –le dijo Azima indicándole una salida, Gabriela la tomó no sin antes dar una mirada atrás y ver que León seguía avanzando implacable.
- ¿Qué no deberíamos dejar que la atrape? –preguntó Baasima acercándose ya que la princesa fugitiva se había ido y observando a León que la seguía muy de cerca.
- Pero si ese es el objetivo. La va a atrapar. –sonrió divertida. –Yo solo le di algo de ventaja en esta persecución. Y al atraparla, el atrapado será él.
- ¿Qué fue eso de que un Al-Khaled está aquí?
- Visiones de Habi quizás, no hay nadie de esa tribu aquí.
- Creo que quedó demasiado asustada al ver a León.
- Mejor vamos a verla.
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A Gabriela esa parte del palacio se le hacia prácticamente desconocida y eso que llevaba meses viviendo allí. La verdad es que aun no lo conocía del todo y menos la parte más antigua. Corrió por los pasillos y notó que había cámaras por todos lados pero no guardias. Un hombre de esmoquin se le cruzó y ella dio un grito.
- ¿Princesa? ¿Qué sucede, está en peligro? –era la sombra de Baasima.
- No, o eso creo.
- ¿Disculpe?
- Solo estoy jugando con... mi esposo. No le digas por donde me fui. –lo dejó allí y corrió, había perdido valiosos segundos. Claro, era imposible que no hubiera seguridad por todas partes, solo esperaba que nadie más la parara.
León avanzaba con rapidez por los pasillos, conocía el lugar mejor que nadie y sonrió pensando en que pronto le daría alcance a su esposa. Esta vez, nada iba a salvarla. Había sido paciente y considerado y ella había tomado todo eso como prueba de que su matrimonio era deficiente. Ni siquiera alcanzaba a verla, corría como el viento y cuando tuvo conciencia de que eso significaba que estaba en óptima condición física, una vocecilla le dijo que eso era más que obvio pero que su miedo le hacía ignorarlo.
- Alteza. –dijo una voz desde las sombras, la cual se materializó y pese a los reflejos de León, no se lo esperaba. Paró, muy a su pesar.
- ¿Quién...? Ah, Lennox. –Le hizo un asentimiento de cabeza y León sonrió por dentro, Lennox no era de los que se iban a inclinar ante nadie. Le gustaba eso y agradecía que sacara tiempo de su apretada agenda y estilo de vida para checar y arreglar cualquier hueco en la seguridad de Palacio. Había sido muy difícil traerlo, solo hasta que León había hablado con él, había accedido. Para no alertar a nadie de quien era en realidad, se le había dado la tarea de ser la sombra de una de las chicas. Estaba seguro que Lennox hallaría la tarea nada aburrida pese a sus reticencias iniciales. Esos días se habían llegado a conocer e intuía que hasta podrían llegar a ser amigos.
- Busca a la princesa. –afirmó no preguntó.
- Así es.
- ¿Viste por donde?
- Sí, pero me temo que no puedo decirle.
- Lennox... -dijo con voz de advertencia.
- Privilegio de una dama. No la delataré León.
- Ah, pero ahora soy León y no su Alteza. –lo alcanzó a ver sonreír en la penumbra. –traidor.
- Simplemente caballero.
- La encontraré, te lo aseguro. –dijo y esta vez corrió pues había perdido tiempo. Escuchó la risa de Lennox en la distancia.
León llegó a una encrucijada, había varios pasillos en tres direcciones ¿Cuál habría tomado ella? se giró a la derecha, ese llevaba a la torre más antigua de todo el palacio, sintió el leve aroma de su perfume allí. Sonrió cual depredador y corrió.
Gabriela había tomado el pasillo de la derecha, las cámaras seguían y pensó por un instante en que sería observada por el inmenso personal de seguridad. Gruñó por dentro. Al menos había dicho a uno de ellos que era un juego entre ella y León. Corrió al ver una puerta, esperaba que diera a una terraza y pudiera bajar las escaleras hacia algún jardín, tenia claro que en su huida ahora estaba en un piso superior. La puerta era de madera aparte de enorme y pesada, se veía a leguas antigua. La empujó y no se movió ni un ápice, le faltaba un poco el aire debido a su loca carrera, se apoyó un momento sobre ella, a lo lejos escuchó el eco de pasos y el corazón casi se le sale por la garganta, era él, estaba segura. Sacó fuerzas y empujó de nuevo, esta vez la puerta se abrió apenas con un chirrido, empujó más y entró a la oscuridad. La cerró apoyándose contra ella de nuevo, el ruido de los pasos ya no se escuchaba.
- Que no haya ratas. –susurró apretando los dientes para no dar un chillido cuando el sonido de los pasos volvió. La puerta se abrió de golpe y ella dio un brinco hacia atrás tirando algo en el proceso.
- No había escapatoria. –le dijo la voz acerada de León.
- Lo intenté. –ella fue hacia atrás, la penumbra no les dejaba ver mucho a ambos, pero algo le decía que León miraba mejor que ella y la alcanzaría en segundos si decidía correr de nuevo.
- Te lo advertí. –dijo él y por el sonido de su voz supo que avanzaba.
- Quieto. –le dijo con toda la advertencia que pudo reunir en su voz.
- Me temo que no estoy de humor para cumplir ningún deseo tuyo. –respondió con un tinte realmente enfadado, ella tragó saliva y a tientas se dio cuenta que llegaba a una esquina, en el proceso tocó la blandura de una cama y pese a lo loco de la situación se percató que no había ni pizca de polvo en el lugar pese a que estaba cerrado y sin usar. La limpieza en palacio sí que era eficiente.
- La pregunta es – se obligó a decirlo en voz baja y tranquila. -¿Por qué me persigues? –notó que él seguía en el mismo sitio, daba por hecho que ya sabía donde estaba y que la tenía arrinconada sin lugar para huir.
- ¿Por qué huiste?
- Tenías cara de querer matar a alguien.
- Al de verde y sabes bien por qué, te lo advertí Gabriela. Ahora, ven aquí y terminemos este juego absurdo. –le ordenó. A ella se le salió una risita nerviosa. El de verde eran tres en realidad y primas de él. –Así que piensas que estoy de broma ¿te demuestro que no es así?
- Ósea que no puedo bailar con quien carajos quiera. –respondió recordando el motivo inicial de la pelea de esa noche.
- Exacto.
- ¿Porque supuestamente un Al-Khaled está aquí?
- Porque yo no quiero y punto. –se acercó un paso en su dirección, pese a la oscuridad reinante, ella sintió en todos los huesos de su piel que él estaba disfrutando acecharla.
- Sabes que no puedo con esas intransigencias.
- Y sabes que lo que me importa: nada.
- ¿En verdad un Al-Khaled está en Palacio?
- Siguen buscando... -se acercó otro paso.
- Esto te divierte ¿No es así? ¿acecharme?
- En realidad estoy furioso Gabriela. –sonaba molesto claro, pero la manera en como decía su nombre seguía dejándola en mal estado, la derretía, se dio una cachetada mental para no perder los papeles. -¿Y que si un Al-Khaled está aquí? No saldrá vivo, te lo aseguro. –ella lo creyó por supuesto. Ella iba a decirle toda la verdad, pero él habló. –salimos hoy mismo, esta noche.
- ¿A dónde?
- Al desierto, a donde nunca has estado, donde nadie más pueda siquiera verte. –arrastró las palabras con deleite perverso.
- ¡Dios! Eso es terriblemente cavernícola y fuera de lugar. –escuchó un click y el lugar se iluminó aunque de forma tenue.
Ella vio a su alrededor y abrió la boca sorprendida, la habitación no solo estaba impecablemente limpia, estaba decorada de tal forma que parecía estaban en la tienda de un ardoroso Jeque dispuesto a satisfacerse de la mujer que introdujera allí. Inspeccionó en segundos viendo que la cama tenia dosel y este era alto desde donde caían telas en color borgoña, había una multitud de cojines en la enorme cama, en serio ¿Dónde conseguían esas camas gigantescas? Todo el lugar estaba ricamente alfombrado con motivos de las etnias locales, en una esquina había más cojines sobre el suelo y una mesa baja con fruta fresca y agua ¿Quién puso todo eso allí? Que ella supiera no había sido dada esa habitación como alojamiento, estaba muy alejada de todo. En las paredes había cuadros de campamentos árabes y oasis y cortinas haciendo alusión a una tienda, estas en tonos cafés. Otra puerta indicaba un baño y se imaginó que estaría igual de esplendido. Tenía una ventana a su derecha y se asomó, estaba alto, muy alto. León seguía en semi oscuridad y ella lo prefirió así, por eso había inspeccionado todo antes que verlo a él.
- ¿Buscando donde salir? Estamos en un torreón. –ella vio la habitación y se fijó que era mediana pero lucía espaciosa por la ubicación de lo que contenía y que era redonda. –Para salir tendrías que pasar por mí. –le dijo con perversa diversión.
- Lo sé. –susurró. -¿De quien es esta habitación?
- ¿Importa?
- Deberíamos irnos. –él dio una risotada.
- ¿Crees que saldrás de aquí tranquilamente? –avanzó hasta que la tenue luz le dio en la cara. –le sonrió sabiendo que él haría lo que malditamente quisiera.
- Borra esa sonrisa satisfecha de tu cara. –le espetó intentando no admirar una vez más ese bello rostro, que ahora lucía una expresión oscura.
- Pero si aun no estoy satisfecho, para nada...
- ¿Qué vas hacer... conmigo? –tragó saliva, esperaba que quisiera hacer todo con ella, pero la desilusión de los últimos días había sido muy grande y no tenia expectativas altas, pese a que el plan de las chicas y del cual apenas se había enterado (las mataría después) estaba dando frutos, para que fuera un éxito él tenía que rematar la faena. Sospechaba que la pondría en sus piernas y le daría unos toquecitos en el trasero y después se lamentaría por haberle puesto la mano encima. Pensar en esa posibilidad la enfureció. - ¿O esto fue todo? Creo que corrí por nada. Si al final, el castigo es irnos al desierto lejos de todo y todos, eso no es para nada un castigo León. Es ridículo, amo el desierto. –empezó a reír para enmascarar su decepción. – Y si así vas a castigarme bien, porque seguiré bailando con quien malditamente quiera, seguiré hablando con quien desee y tú no vas a cambiar eso ¡Que vengan todos los Al-Khaled que quieran! –gritó esto último. –que se batan en duelo contigo, a ver si eso despierta un poco de fuego en tu sangre. No es que importe ya. Y no me iré al desierto, pensándolo bien, me largo a Italia, te parezca bien o no, me importa un soberano cacahuate. –dicho eso avanzó dispuesta a pasar a un lado e irse de una vez por todas. –él la detuvo del brazo y ella gritó cuando le dio la vuelta y tomándola de la cintura la levantó y la mandó a la cama, estaba cerca pero aun así rebotó en el colchón. En un segundo lo tuvo cerniéndose sobre ella. -¿Qué te pasa? –preguntó quitándoselo de encima, lo hizo con tanta rapidez que lo tomó desprevenido, saltó de la cama lista para irse, pero él llegó antes a la puerta ya que le quedaba más cerca, resopló enfadada. - ¡Quítate!
- Quítame.
- Eres como un maldito muro de ladrillos.
- No te había oído maldecir tanto en tan poco tiempo. –alzó una ceja arrogantemente.
- Ni siquiera he empezado.
- No irás a ninguna parte. Maldice todo lo que quieras.
- ¿Cuál es el objeto de estar aquí? –ella zapateó en un arranque de desesperación. Lo vio sonreír de medio lado y respiró hondo para no gritar. Lo vio cruzarse de brazos cual guardia custodiando la entrada a una cueva llena de tesoros, la invadió la desdicha. Sintió el picor de las lágrimas y luchó contra ellas. -¿Qué quieres? –preguntó triste. Seguro tenerla allí para que no la viera nadie que pudiera intentar quitársela. Se llevó la mano a la cabeza, sentía la tensión de todas esas semanas debido a la situación. Lo vio acercarse y ella retrocedió. Estaba harta. –estoy muy cansada de todo esto.
- Lo sé.
- Déjame ir.
- Nunca. –ya estaba frente a ella.
- ¿Por qué?
- Porque te amo más que a nada. –le dijo él con voz suave, pero ella permaneció firme.
- Eso no sirve ahora mismo.
- Te he hecho sufrir...
- Quiero ir a casa. –le dijo alzando la mirada y encontrándose con esos ojos dorados que tanto amaba.
|- Estás en casa. –la alzó en brazos, ella rodeó su cuello y él la besó. Ella esperaba un beso blando, dulce pero blando y cargado de precaución, así habían sido sus besos después de lo sucedido, por eso gimió de sorpresa cuando él introdujo su lengua y saqueó su boca. La depositó en la cama con cuidado y llevó sus manos a su vestido abriéndolo de la parte delantera para luego regar besos por su cuello rumbo a sus senos. Ella lo hizo para de pronto, él alzó la cabeza para verla con gesto interrogante.
- Si después de esto te lamentas, te recriminas, te culpas o algo parecido, juro que no me vuelves a tocar en la vida, nunca más. Y pasaremos a ser un matrimonio meramente de papel, así que piénsalo bien porque... - él la calló besándola de nuevo, sintió su risa en sus labios. Ella se despegó. -¡Hablo en serio maldita sea!
- Y yo voy en serio...
- Pero... -insistió ella. él abrió mas su vestido dejándola expuesta. –Salma va preguntar por esto. -Calló en cuanto León besos sus pechos. -¡Dios! –gimió.
La desnudó sin prisas, tomándose su tiempo, torturándola con deleite, se veía cuanto disfrutaba verla retorcerse de necesidad. Sin embargo, ella no pudo más y en cuanto pudo se dio la vuelta quedando encima de él a horcajadas.
- ¡Basta! –exclamó y la risa de él retumbó por ambos cuerpos.
- Haz lo que quieras conmigo, pues. -ella vio unas tiras que adornaban el dosel y tomando una junto las manos de León y lo amarró con ellas por encima de su cabeza, él la vio con cierta sorpresa pero no perdió tiempo y atrapó un pecho entre sus labios aprovechando la posición que tenia, ella no con cierta dificultad se apartó.
- Tú me diste luz verde. –ronroneó en su oído. Procedió a besarlo y bajó por su cuello, deteniéndose en sus partes sensibles y haciendo que gimiera como ella lo había hecho hacia tan poco, succionó, besó y pasó su lengua por ese maravilloso cuerpo. Pensó que moriría de felicidad.
- Ya, Gabriela, ya... -le pidió y ella emitió una carcajada feliz. –hasta para reírte eres sexy. –le dijo sofocado. –vamos, hazlo ya. –pidió. Ella ya estaba desnuda y él quien sabe en que momento se había despojado de casi todo, ella quitó la ultima prenda que los separaba. Lo oyó inspirar con fuerza. –vas a matarme. –le dijo respirando con dificultad.
- Te lo mereces. –respondió con maldad admirándolo en toda su gloria desnuda. Pero algo recordó y por un momento se detuvo. –estoy protegida ¿sabes? Por todo un año, Karim se encargó de eso, no hay nada de que preocuparse.
- Esa parte lo sé. Karim me tiene al día. –dijo aun con la respiración pesada.
- Debí sospecharlo. –León elevó sus caderas buscándola y ella se aferró con las piernas para no caer. –tranquilo muchacho. –palmeó su cadera como quien calmaba un caballo.
- Pagarás por esto. –amenazó con los dientes apretados, ella se restregó contra él - y se rio burlona. - Con un gritito de sorpresa vio como él hacia trizas sus amarres y la tomaba de la cintura para ubicarla justo donde la quería.
- Tus nudos daban lastima. –dijo acercándose a su entrada, ella cerró los ojos esperando y se vio de espaldas a la cama en un santiamén. Sin darle tiempo a nada más la penetró, ella se arqueó recibiéndolo y exhalando un suspiro mitad gemido y mitad liberación, aun no creía que eso estaba pasando, León la estaba amando de nuevo, ella se entregó con todo, no había delicadeza, tampoco era salvaje, pero por lo pronto era un punto intermedio delicioso que ya la estaba fragmentando en mil pedazos y cuando al fin lo hizo y él llegó poco después, no pudo evitar llorar. -¿estás bien? –preguntó preocupado tomando su rostro entre las manos. Ella lo vio llorosa.
- ¿Bien? Mejor, imposible. –Y para demostrárselo lo tomó de la nuca y le devoró la boca. Él enseguida pudo ver lo bien que ella estaba....
********************
- ¿Qué fue eso de que viste un Al-Khaled? –le preguntaban a Habi.
- Estoy casi segura.
- Ajá. Casi...
- Sí Baasima, lo vi. Ese rostro no se olvida así como así.
- Si es cierto, eso puede complicar todo, León puede reconocerlo y...
- Ve y encuéntralo y sácalo de aquí. –dijo Azima con el ceño fruncido.
- ¡Lo dices como si fuera mi culpa!
- No, no lo es, solo estoy preocupada. Solo espero que León y Gaby se hayan arreglado.
- ¿A dónde la guiaste? –preguntó Baasima mirando de reojo como Habiba se paseaba nerviosa de un lado a otro.
- A la parte más vieja de aquí. Dependiendo el camino que tomara acabaría en algún torreón o habitación que preparé.
- ¿Preparaste todas?
- Cinco. –dijo Azima con una sonrisa. –solo espero que la decoración ayudara a que nuestro León se comiera a nuestra gacela.
- Roguemos por ello. –suspiró Baasima.
- Volvamos a la fiesta y tú busca al Al-Khaled, nosotras no lo conocemos. Úrgelo a que se retire, de inmediato ¿me estás oyendo Habi?
- Sí, Azima, sí. –las tres se fueron a la recepción.
- ¿Por qué estás tan nerviosa? –preguntó Baasima a Habiba una vez entraron al salón.
- Por lo que me dijo la ultima vez que lo vi.
- ¿Y eso fue?
- Que era una frutita deliciosa pero que aun me faltaba un poco más para estar a punto.
- ¡Qué! –Azima la escuchó y se volteó a verla. -¿Sabes lo que eso significa no?
- ¡Por que no dijiste nada! –le increpó Baasima desde el rincón donde se habían detenido.
- Pensé que solo era un presuntuoso.
- Y ahora está aquí. Habrá un reclamo después de todo. –dijo Azima con preocupación.
- No, no puede, no pasó nada entre nosotros.
- Te vio desnuda. –susurró Baasima furiosamente.
- Bueno, sí, pero no me tocó.
- Creo que necesito una copa, algo fuerte. –dijo Azima y las otras dos la vieron con sorpresa. -Oh sí, aunque sea en público, quiero la botella. Es que no sé como saldremos de esta.
Los extras de las primas de León aparecen en mis obras, es cuestión de buscar y al buscar solo encontrarán una sinopsis jijiji. Pero allí irá todo sobre ellas. Lean los datos previos POR FAVOR.
A quien dice que actualice allá, le pido lea los datos que puse ANTES de la sinopsis, no actualizaré si ni siquiera he empezado.
Aunque no lo piensen, reconozco a las que comentan seguido... GRACIAS y sobre todo GRACIAS POR SOPORTARME. Ellas quizás me conocen un poquito más y agradezco la paciencia.
Seguiré siendo sincera: No me gusta para nada que me pidan que actualice, cuando por activa o pasiva he explicado mis razones. Lo siento si suena pesado, quien ya me conoce un poco, sabe que no es en mala onda, en realidad es cansancio.
Besos y el final próximamente.
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