Capítulo 28

El fuerte ulular del viento se oía alto y claro y con un toque espeluznante pues era de noche, las tiendas eran azotadas y hacía frío allá afuera, sin embargo, nada de eso importaba. Es más parecía una dulce sinfonía acorde a lo que experimentaba en esos momentos, León entraba en su cuerpo y ella lo recibía extasiada, apretaba sus piernas en torno a su cintura y se ondulaba hacia él. Podía gemir todo lo alto que quisiera, el viento era su aliado, el barullo era su cómplice. Sintió la incipiente barba de su esposo en su cuello, donde él solía por lo visto decantarse para morderla. Puso sus manos sobre su cabeza alentándolo, pese a que sabía que por la mañana le reclamaría esa marca. Sintió sus dientes rasparle la piel y ella apretó su agarre a la cabeza de su esposo urgiéndole a que lo hiciera y a que no dejara de moverse. Él solo lamió, disfrutando negarle lo que sabia que quería y ella protestó, pero calló cuando él la devoró con un beso largo, devastadoramente carnal. Él gritó que la amaba cuando rato después llegaron juntos a la cumbre y ella estaba tan saciada y satisfecha que se durmió en segundos.

A lo lejos se oía el trajinar ya del campamento. Gabriela se estiró en su enorme cama y se arrebujó en las mantas, buscando con la mano el ancho pecho de su esposo o algo más... sonrió con malicia y después con pesar al no encontrarlo. León era demasiado inquieto, dinámico y vivaz. Seguro se había ido a cabalgar al amanecer, a ver alguna tribu cercana o a platicar con su padre quien decían se levantaba temprano cuando estaba en el desierto pues amaba ver el salir del sol. Eso la hizo sentarse de golpe. Ella no iba a holgazanear más. Debía salir y disfrutar por igual. Para una chica que había sido criada casi toda su vida en una gran ciudad, era curioso lo mucho que le gustaba la vida en el desierto. Salma entró y ella le sonrió, tenía que preguntarle como sabía cuando justo ella se despertaba. Parecía tener una especie de alarma interna.

- Buen día mi señora. –le dijo la chica con una reverencia y le entregó lo que necesitaba para lavarse el rostro y los dientes en la cama. Era algo que solo hacían en el desierto y aunque a ella se le había hecho muy raro y trataba de llegar al baño para hacerlo sola, Salma protestaba por no dejarle hacer su deber como decía.

- Buen día Salma. No vi a tu hermana ayer ¿ha llegado bien? –Jazmín había llegado en otro auto.

- Sí Princesa, su Alteza el Príncipe León, dijo que podía tomarse la tarde libre.

- Ya veo, me alegra que lo haya hecho. –Jazmín trabajaba mucho, al igual que todos los empleados, y en el desierto no había necesidad de que lo hiciera, puesto que la vida allí era muchísimo más simple y tranquila. -¿Abdul está fuera? –preguntó para saber si León consideraba que allí estarían en peligro también, intuía que no, si no, ella no se hubiera despertado sola. –se levantó dándole a Salma quien estaba a su lado lo que le había proporcionado y fue rumbo al baño.

- Tengo entendido que también le dieron la tarde e incluso el día. –le dijo la chica a su espalda mientras tendía la cama con presteza.

- Perfecto. –sonrió ella. Así que en el desierto estaban a salvo.

- Su Alteza el Príncipe salió a cabalgar con su padre. –le informó en cuanto ella salió del baño y se dirigía de nuevo a la cama para buscar una pulsera de plata con pequeños diamantes rosa, regalo del rey y que se había puesto ayer antes de partir. Iba a preguntarle a Salma cuando registró las palabras dichas.

- ¡Con el rey! ¡Pero...!

- Nada que temer. –dijo su esposo entrando. –Gracias Salma. –le dijo a la chica y ella salió.

- ¿Seguro? Pero si hace poco estaba convaleciente. –se sentó en la cama.

- Solo cabalgamos unos minutos, después yo hice un pequeño recorrido mientras él tomaba su café de la mañana sentado cómodamente en el campamento. –Gabriela había sentido alivio al saberlo y luego se había perdido en la innata sensualidad de su esposo mientras se despojaba de parte de su vestimenta, era pecado rezumar tanto poder, carisma y ser tan sensual sin proponérselo, se acomodó para observarlo mejor. Y verlo vestido así... como todo un príncipe del desierto, le hacia pensar en esas novelas donde se llevaban pudorosas vírgenes y las pervertían con sus bajas pasiones. Se mordió el labio para evitar una carcajada. Él la miró entrecerrando los ojos, ella suspiró imperceptiblemente y apretó en puños la sabana para no parecer una loca desquiciada por sexo. Él se subió a la cama y la acechó como si fuera una presa deliciosa. Ella retrocedió y se pegó al cabecero todo lo que pudo, pero León la tomó por la cintura y la puso bajo él, Gabriela sonrió encantada.

- ¿No estás cansado? El viaje de ayer, anoche... cabalgar hoy temprano. –él bajó la cabeza y le mordisqueó los labios. Fue directo después a la zona que había dejado ilesa anoche y mordió su cuello.- Sigue haciendo eso y te dejaré una marca que sea visible desde la luna. –le amenazó. –él siguió sin contestar y esta vez mordió uno de sus lóbulos. -¿te comió la lengua el ratón? –dijo ella sin aliento. –empezó a quitarle el camisón y ella lo detuvo, él le lanzó una mirada interrogante. –Quiero desayunar con tu padre.

- Después. –le susurró al oído.

- No podemos pasárnosla aquí. –dijo con voz débil. Él le sacó el camisón por la cabeza y dejó un reguero de besos pasando por su mandíbula, cuello y llegando al valle de sus senos. –hablo en serio. –gimió al sentir sus labios en un pecho. –maldición. –le espetó rindiéndose y lo escuchó reír bajito sabiendo que ya la tenía en sus manos...

Por supuesto, no habían llegado a tiempo para desayunar con el rey. Este ya descansaba en su tienda, el sol se erguía alto en el cielo y ella saludó con una sonrisa tímida a quienes se topaba, sintiéndose una haragana, aunque claro, sabia que podía hacer lo que quisiera como Princesa que era, pero la firme educación familiar de siempre tener algo que hacer no se la apartaba fácil de la cabeza. Esta no era una tribu, todos eran personal de palacio. Ajustó su manto sobre su cabeza para taparse del sol inclemente y León la miró frunciendo el ceño.

- No debes estar mucho rato al sol. –le dijo, ella rodó los ojos.

- No soy de azúcar. No me derretiré.

- Sé bien lo que te pasó la otra vez.

- ¡Solo me desmayé una vez! Y fue una combinación de cosas, no solo por el sol.

- Es que sigues sin estar acostumbrada.

- Bueno, pero debo estarlo ¿no? Ahora este es mi país y mi hogar. Así que deja de tratarme como a una muñequita. –se puso de puntillas y le dio un rápido beso en la mejilla. Él enseguida la tomó por la cintura y la pegó a él besando su sien.

- Eres mi vida Gabriela.

- Tú la mía.

- ¿Ah sí? Anoche no me dijiste que me amabas. –alzó una ceja recriminándole y ella intentó recordarlo.


- ¿Anoche? Ah.... –ella se sonrojó y se empezó a reír a carcajadas. -¡Me quedé dormida! –dijo entre risas. –Me agotas ¿sabes?- controló sus risas al ver que el personal cercano los observaba con curiosidad, si bien no con condena pero mejor intentó moderarse. Le tomó la mano y lo llevó a la orilla del campamento atrás de una tienda lejos de ojos indiscretos, le tomó el rostro con ambas manos y a cada beso que le daba por toda la cara le decía "te amo" interrumpida solo cuando él le devolvía también los besos.

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- Esto es menos glamuroso de lo que pensé. –decía Habiba leyendo un informe en la sala de juntas que tenían en el edificio del consejo.

- ¿Exactamente que esperabas? –preguntó Azima con curiosidad.

- Yo vistiéndome como esas chicas de la película "The Devils wears Prada" tomando mi café latte con caramelo y espuma de...

- Y no haciendo nada más que lucir como ejecutiva digna de pasarela ¿no?

- Exacto Azima, exacto.

- ¿Y tú que haces? –Azima vio a Baasima muy callada y concentrada en su Tablet, llevaba los auriculares puestos. –tocó la mesa para que la oyera y por fin ella se percató de que le hablaban.

- Empapándome de mi área. –respondió sin levantar la vista. Las otras dos de inmediato fueron hacia ella.

- Esa es la danza de los siete velos Baasima.

- Eso dice el video Habiba...

- ¿Acaso quieres bailársela a alguien y no nos has dicho nada?

- No boba, es simplemente que me gusta. –dijo rodando los ojos hacia Azima.

- Que yo sepa tu área no es sobre danza. –le recordó Habiba.

- Soy la que sabe más sobre ello ¿no? Es obvio que es mi área.

- Gabriela no ha designado nada todavía, nos dijo que estudiáramos las opciones y posibilidades para iniciar todo sin dilación a su vuelta.

- Llevo en danza casi toda mi vida. Así que le pediré que sea yo la encargada.

- Por mí excelente. Quiero encargarme de lo del internet. –anunció Habiba.

- Bien, estudiaré entonces esto. –Azima le quitó el informe a Habiba de las manos. Era sobre las tribus que contaban con las mejores bordadoras. Baasima quitó los auriculares y la sensual música llenó la estancia, enfocaron de nuevo la vista hacia el video. –eso es muy sensual.

- ¿Te asusta? –se burló Baasima.

- No, solo pienso que jamás podría hacerlo.

- Puedo enseñarte. Me sé la danza ¿sabían?

- ¿Sí? No nos lo habríamos imaginado. –dijo burlona Habiba.

- ¿Sería muy difícil aprender?

- ¿La dulce Azima quiere aprender la danza?

- ¿La arriesgada Baasima no sabe conducir no?

- Me callo, me callo... tú me enseñas, yo te enseño. –dijo de inmediato Baasima.

- Trato. Ahora si han decidido lo que quieren hacer, a trabajar. – esto de la danza quizás nos meta en más de un problema pensó Azima y movió la cabeza, pese a ello y a que era la precavida y sensata de las tres, deseó por un momento dejar de serlo, vivir algo loco y emocionante.

Estar con estas dos le causaba eso por lo visto. Sonrió y se concentró en buscar las mejores bordadoras para los cursos. Había una tribu que era famosa por sus técnicas ancestrales y milenarias. Era una de varias, pero era la que tenia bordados casi mágicos.

Frunció el ceño al darse cuenta de que eran nómadas y si bien muchos habían nacido en Durban y se podía considerar una tribu del país, lo cierto es que su espíritu independiente los hacía de nadie, tenían un asentamiento definido en Durban y tenían una ciudad pequeña donde pasaban varios meses del año y que en sí se podía considerar un pequeño país, uno muy pequeño que de hecho al igual que Durban daba al mar, la ciudad era hermosa y patrimonio del planeta, era famosa porque era usada con demasiada frecuencia para películas, series, comerciales y sesiones fotográficas, la tribu era rica tan solo por lo que todo eso generaba, sin incluir las minas que poseían de esmeraldas en su pequeño territorio, pero seguían siendo de nadie, excepto del Jeque Azzam, ese que se bañaba en oro, diamantes y esmeraldas como solía decir su entusiasmada madre. Él era demasiado para que ella lo tratara, suspiró, quizás no podría con esto después de todo. Pero, si había algo que no era definitivamente era ser una cobarde. Buscó fotos de Azzam en internet y aunque encontró muchas noticias sobre él y su ciudad de encanto y de su riqueza no había fotos de él, más que de espaldas o apenas de perfil. En todas ellas rodeado de mujeres, resopló, eso era tan típico. Sin embargo, se quedó viendo esas espaldas con detenimiento, el hombre las tenia anchas, musculadas y apetecibles... su cabello se rizaba levemente en las puntas y era tan negro como ala de cuervo, casi tocó la pantalla con la ilusa sensación de que podía palparlo.

- ¿Qué es tan interesante?- le dijo Baasima.

- Los bordados. –contestó con rapidez.

- Déjanos ver. –pidió la otra y ella cerró la página donde aparecían esas gloriosas espaldas y dejó la de los bordados nada más.

*************

Gabriela intentaba ajustar su telar, escuchaba atentamente las instrucciones que le daban y las mujeres rompían en carcajadas con las respuestas graciosas de Gabriela quien sin tapujos se burlaba de ella misma y de su inutilidad.

A lo lejos León la contemplaba con tal adoración en la mirada que al verlo su padre se acercó y se sentó a su lado, su hijo ni siquiera lo notó.

- Ya había perdido la fe contigo. –le dijo y León sonrió sin verle.

- ¿La fe?

- Sí, no pensé que encontrarías a alguien a quien amaras así como la amas a ella. Mujeres, oh, claro que las tuviste pero fueron y vinieron y pensé que nadie te atraparía, aunque me alegraba que ninguna interesada o malvada lo lograra.

- No buscaba atarme a nadie en realidad. Ver a Omar sufrir y obsesionarse fue suficiente para que no me pasara nunca por la mente querer una obsesión así. Pero caí con ella y gracias a Dios no me arrepiento, lamento solo no haberla encontrado antes.

- Ella es única y especial.

- Lo sé.

- ¿Por eso nos sacaste casi corriendo de palacio a causa de una leve amenaza?

- No consideraría a Fátima una leve amenaza. –le dijo al fin mirándole.

- Es una mujer loca sí, pero tenemos personal de sobra para contenerla.

- Tengo serias sospechas de que ella intentó asesinarte.

- Ella no estaba cuando pasó... -dijo su padre pero atento a lo que tenia que decir León.

- Una empleada o empleado de ella pudo haberlo hecho.

- ¿Por eso instalaste cámaras en más sitios?

- Sí, también por eso casi nadie conoce a los empleados que están al tanto de las cámaras, no quiero se filtre la vigilancia extra que hemos puesto.

- ¿Qué ganaría Fátima con matarme? Por lo que me dijiste, no quiere ser reina.

- No lo sé con exactitud. –admitió. Abdul se acercó veloz e hizo la consabida reverencia.

- Tenemos informes de que Fátima ha salido de Durban.

- ¿A dónde? –preguntó el rey.

- Tomó un avión para Inglaterra.

- Quiero que confirmen esa información. –León se sentía dudoso al respecto. –Puede que solo quiera despistarnos. ¿Cómo es que logró salir?

- Salió vía terrestre hacia la frontera, tomó el avión en el país vecino. Sin embargo, su sombra la encontró.

- ¿Su sombra? –preguntó el rey.

- A quien asignamos en caso de ser hallada, la siguiera sin que se diera cuenta.

- ¿Por qué no simplemente atraparla?

- Queremos ver que trae entre manos.

- Bien pensado. –felicitó el rey.

- La sombra va en el mismo avión.

- Perfecto. –dijo León aun intranquilo.

Había sido fácil para Fátima, le había prometido ayudarla con su más grande anhelo, ahora, ella se hacía pasar por la princesa esposa de Omar, la que buscaban. Por eso se había mostrado, por eso la otra había tomado su lugar.

Ahora estaba libre para entrar al desierto sin ser hallada.

Por fin lograría lo que tanto ansiaba... 

Feliz Lunes

Aunque  me digan que actualice rápido pues, no lo haré, porque esto sale como va queriendo en mi cabeza. 

Sin día ni hora para LAS ACTUALIZACIONES

Puedo actualizar mañana, en una semana o dos... NO LO SÉ XDDDD

Hay unas breves y pequeñas historias de las primas llamadas "Extras" y están en mis Obras.

¡Saludos!

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