Capítulo 26

Sentía que todo la desbordaba y en parte era estúpido, debería estar actuando de manera contraria, debería de estar en los brazos de él. Ahora se daba cuenta de cuanto había anhelado y callado incluso a sí misma. No dejaba de ser un hombre que la había conseguido a la mala, pero ah, pobre de ella, eso ya ni siquiera le pesaba de la misma manera. Y él había hecho cosas que sí, habían ablandado su postura inicial. No la había tomado a la fuerza, cuando bien hubiera podido. Y aunque sabia perfecto que ella merecía haber sido enamorada de nuevo, aunque claro, no había dejado de estarlo, no restaba mérito a la manera en como él lo había hecho.

Por el rabillo del ojo vio a varios empleados de palacio yendo con bandejas a la habitación del rey y haciendo reverencias a alguien que no alcanzaba a mirar, seguro León la buscaba y ella solo necesitaba un minuto a solas para no hacer el ridículo. Vio en otro pasillo una escalerilla y subió de inmediato. Recorrió otro pasillo y vio varias habitaciones a ambos lados, entró a la primera y vio lo que parecía ser el almacén de las hierbas, cortezas, flores, tallos y hojas para los tés que tomaban y remedios. Una vez allí aspiró hondo y contó hasta diez, no hizo efecto y contó hasta veinte. El aroma de allí empezó a relajarla y volvió a respirar con fuerza. Vio que la habitación tenía un balcón, fue hacia allá y abrió las puertas dobles, la vista de la ciudad y muy cerca las dunas de color ocre la calmaron un poco más.

Él la amaba se permitió pensarlo de nuevo.

Él la amaba, paladeó las palabras, la frase y se volvió a agitar y parpadeó para alejar traicioneras lágrimas de nuevo.

No solo era una posesión para él.

No era una lucha de poder entre ambos.

Él realmente sentía más que pasión por ella. Se apoyó contra una pared que no tenía ningún estante y cerró los ojos.

Se sentía feliz, pero también aterrada.

¿Y si todo empezaba ir cuesta abajo? No es que vivir en la corte fuera fácil.

¿Y sí...?

- ¿Gabriela? – la voz de León llamándola sonó amortiguada al otro lado de la puerta ¿Y si dejaba de pensar y aprovechaba lo que la vida le daba? La vida era corta ¡maldita sea! Se limpió el rostro buscando algún indicio de lágrimas. Entonces la puerta fue abierta tan rápido que ella dio un respingo, León la localizó enseguida. - ¿Algo te molestó? –preguntó con cautela quedando frente a ella. Ella negó. -¿segura?

- Necesitaba... -empezó ella aun sin atravesar el marco de la puerta.

- ¿Necesitabas...? –preguntó suavemente y ella se mordió el labio. Él me ama... pensó de nuevo empezando a divagar.

- Necesitaba solo un momento a solas. –dijo cuando vio que él esperaba una respuesta.

- ¿Por qué? –preguntó directo.

- Dijiste que me amabas... -respondió con voz entrecortada.

- Y eso te hizo salir huyendo. –concluyó y ella vio tristeza en sus ojos, pasó su mano por su cabello en un gesto que solía hacer cuando se veía cansado.

- No. –le dijo de inmediato. –no es lo que estás pensando.

- Sé de lo que soy culpable Gabriela y sé lo que merezco y lo que no. Sé que no te merezco. Lo sé perfectamente. Amenacé todo lo que amas para conseguirte. –su mirada era atormentada pero firme.

- ¿Hubieras hundido a mi familia? –no pudo evitar preguntar.

- Quise que pensarás que lo haría. Si hubieras escapado de mí de nuevo, me habría encargado de que pareciera que lo haría y no lo sé, no sé hasta donde habría llegado para conseguirte de nuevo, mejor no... no me preguntes más.

Ella sonrió levemente, ese era él. Siempre dispuesto a todo por lo que quería. No es que le agradara pensar que su familia pagaría por ello, pero la esencia de León nunca desaparecería y eso era algo que ella también había aprendido a conciliar y a amar. Ella se habría encargado de hacerlo pagar por cada cosa mala que pasara a su gente. Aunque con el solo hecho de estar a su lado sabía que él en recompensa resarciría cualquier daño. Eso era León, un hombre dispuesto a todo por ella, aunque sonaba arcaico y demasiado territorial, ese era él y era suyo ahora. Todo suyo.

- Así que ¿nunca me dejarás ir?

- ¿Eso quieres? –hizo la pregunta con angustia velada en sus ojos.

- No, pero... ¿y si así fuera? ¿si eso es lo que quisiera?

- No, ni aún así. Lo siento, pero nunca te dejaré ir. –aseguró con voz ronca. Ella apretó los labios para no reír. Su hermoso, orgulloso, territorial y muy pero muy posesivo príncipe del desierto. –lo que dije allí hace un momento... es cierto. Siempre lo ha sido, te amo desde que te vi esa tarde en el desierto, desde que te subí a mi caballo, desde que...

- Bien. –interrumpió.

- ¿Bien?

- Porque no me quiero ir. –aseguró reprimiendo el cosquilleo de felicidad que le quería hacer gritar a los cuatro vientos.

- ¿Ahora o nunca?

- Bueno, creo que... nunca. –le sonrió y parpadeó para despejar las lágrimas, no era tan sentimental pero ahora se sentía tan expuesta y no era en absoluto desagradable pero le despertaba unas ganas irrefrenables de llorar.

- ¿Hablas en serio? – le preguntó, ella no había visto nunca ese grado de vulnerabilidad en sus ojos y no pudo más.

- También te amo ¿sabes? –le dijo y él la vio con enorme sorpresa. -¿en serio? ¿de verdad nunca lo sospechaste? –él simplemente negó. – Mira, que para ser tan inteligente y no... -él la atrajo a sus brazos y la estrechó con fuerza, la apretó tanto que le cortó la respiración, pero a ella no le importó. Pasados unos segundos la separó para verle la cara y le besó los parpados, la nariz, los pómulos, la frente, la barbilla con una ternura infinita. –te faltó aquí. –le dijo ella señalándole la boca y él empezó a reír. Su risa se sentía diferente, sonaba a un hombre demasiado feliz, liberado... y claro, la besó.

La comida se la habían perdido. El rey había entendido sin tantas explicaciones posteriores de León. Le hacía feliz tenerlos cerca decía, tendrían muchas más comidas juntos.

- Fue irrespetuoso de nuestra parte. –dijo ella rato después no muy convencida.

- ¿Tú crees? – respondió él besando su cuello y apretándola contra sí mientras ambos yacían en la cama. Ella se estiraba por querer alcanzar el teléfono que estaba en la mesita de al lado. -¿Qué haces? –dijo mordisqueando su hombro.

- Tiene rato parpadeando. Debe haber varios mensajes. –rio por las cosquillas de lo que León le hacía.

- Déjalo para después. –pidió él y ella casi claudicó pero vio que entraban más mensajes. –sólo un momento. – y él con un suspiro la dejó ir.

- No va ser nada importante.

Ella alcanzó el teléfono y subiéndose la sabana se sentó, él se la bajó dejando su torso al descubierto, su mano subió a uno de sus pechos y ella le dio un ligero manotazo antes de que cediera a la tentación, y por fin tomó el móvil.

Sus ojos de inmediato se agrandaron y se puso pálida.

- ¿Qué pasa? –León preguntó preocupado al ver su reacción. -¿Gabriela?

- Jaquie y Allyson. Ellas... fueron secuestradas.

La vida daba alegrías y tristezas sin pausa reflexionaba Gabriela rato después. Se había puesto físicamente enferma al leer los mensajes de su madre. Ella conocía a sus amigas y al ver en las noticias que Jaqueline había sido secuestrada y que luego Allyson había tenido una amenaza parecida, de inmediato le había mensajeado, es más había llamadas perdidas de su madre, quien había respetado su silencio pero sabiendo cuanto quería a sus amigas, había roto esa barrera. León de inmediato se había comunicado con Stefano y después con Máximo. La situación ya había sido controlada, pero Jaquie había estado a punto de morir y Allyson había estado en una situación sumamente peligrosa también, ella se sintió fatal. Se sentía egoísta, mala amiga y mala persona. Se había concentrado tanto en ella que había puesto una barrera con las personas que amaba, en gran parte era para que no se preocuparan, era cierto, pero aun así... se vio las manos y le temblaban, su estomago se revolvió y sintió las consabidas nauseas. Ella no era una debilucha, pero cuando se trataba de los que amaba...

- Todo está bien ya. –le dijo su esposo abrazándola y dándose un beso en la sien. –Sigues pálida ¿no ha servido lo que te trajo Jazmín?

- No mucho. –admitió.

- ¿Quieres vomitar? –preguntó con amabilidad y ella tuvo un pequeño estallido de risa nerviosa. Él la sentó en el sofá más cercano y se puso a su lado tomándole la mano. –mírame. –pidió. – te estás culpando de algo con respecto a lo que pasó ¿verdad?

- Un poco. –ella lo vio.

- ¿Por qué?

- No les he llamado desde que vine. Ni siquiera he hablado con mi familia. –confesó. –soy una persona horrible.

- ¿Por qué no...? No sabias que decir ¿no es cierto? Entonces, básicamente es mi culpa. –dijo tomando esta vez sus dos manos viéndola con culpabilidad. -Te arrastré aquí, ¿Qué podías decir? Si les decías la verdad a ellas, al terminar la llamada y por lo que Máximo y Stefano cuentan, las dos tendrían un pie en un avión con rumbo a Durban y no habría habido fuerza humana que se los impidiera. – ella asintió con una sonrisa pues las dos eran de armas tomar. - Quisiste evitar eso, evitar más preocupaciones para tu familia.

- Eso es cierto, pero aun así...

- En todo caso, el responsable soy yo. –ella negó, no iba a culpar a nadie más. -Háblales y diles que los visitaremos pronto.

- ¿En serio? –dijo totalmente sorprendida. Cuando se lo confirmó ella saltó a su regazo emocionada por saber que les vería y claro, a su familia.

- Creo que no podré negarte nada. –le dijo él mientras la sostenía.

Ella había hablado con sus amigas quienes le habían contado con lujo de detalles lo que había pasado, en realidad todo había ocurrido ayer. Se mostraron sorprendidas y sobre todo felices de saber de ella. Le preguntaron claras y directas si estaba por su propia voluntad y aunque ella había hecho todo lo posible por asegurarles que sí, no parecían muy convencidas. Ambas conversaciones de todas formas habían acabado bien, con risas y promesas de verse pronto, ahora sabia que podía prometer eso.

Hablar con su madre y padre no había sido tan fácil, ellos estaban más al tanto del verdadero motivo de su ida a Durban y descubrió que también tenia un largo camino para convencerlos de que ahora estaba allí porque quería, porque amaba a León y ese era su hogar ahora.

Ser princesa no era juego de niños. Gabriela miraba con gesto concentrado su oficina en el edificio del consejo unos días después. Había elegido la ultima, la que tenia vista hacia la ciudad. Estaba llena de ideas, pero aun no las ordenaba, además tenia que compaginar sus clases y su labor social con lo que pretendía hacer desde allí. Sus días volvían a ser agitados, sus noches también lo eran, pero en el buen sentido. Sonrió feliz y satisfecha. León era un amante inmejorable, todo estaba en un nuevo nivel entre ambos al haber amor de por medio.

- Esto está muy gris. –le dijo a Jaz mirando a su alrededor.

- En el sentido literal. –contestó su asistente personal. La alfombra era gris, lo mismo que los sofás. -¿Puedo hacer cambios?

- Tiene carta blanca, palabras de Su Alteza.

Horas después, un sofá había sido cambiado por uno blanco y el gris tenía cojines de colores, la alfombra era tejida y multicolor regalo de las mujeres de la tribu donde había estado, colgado cuadros de paisajes de Durban y había dejado los muebles de madera. Cambios mínimos pero que habían dado vida al lugar.

- Necesito una laptop, internet y conexión telefónica.

- En camino. –aseguró Jaz. –los técnicos están por llegar.

- ¿Qué hay de mis primas?

- Sus madres las hicieron desayunar con el rey y no las dejan aun que abandonen la mesa.

- Genial.

- Aseguran que llegarán en cuanto puedan.

Gabriela no podía quejarse, de la invitación que había extendido a todas las mujeres de la corte, Fátima incluida, para hacer labor social usando las oficinas para las mujeres en el edificio gubernamental, donde se reunía el consejo entre otras cosas, solo sus tres primas habían dicho que sí y lo habían hecho con entusiasmo de corazón. Las demás habían estado a punto de provocar un escandalo, hasta que el rey las había mandado llamar y callar. En pocas palabras si no querían servir al pueblo, que no interfirieran y había dado aprobación al deseo de Azima, Habiba y Baasima. Las madres de ellas tres poco habían podido hacer para impedirlo.

La laptop estaba ya conectada una hora después, se sorprendió al ver que el internet era rápido.

- Su Alteza el príncipe, es una de las cosas que insistió que debía haber en este lugar. –le explicó Jazmín. –Palacio tiene el control del servicio todavía, pero en casi todas las cosas de miembros del consejo y de la corte que así lo han querido tienen acceso.

- ¿Sólo ellos? –preguntó contrariada.

- Oh, no me expliqué. Corte y consejo lo tienen gratis, los ciudadanos tienen libertad de usarlo por un módico costo, pero pocos han decidido introducirlo en sus hogares.

- Ya veo. –se quedó pensando mientras miraba por el ventanal. –creo que lo primero que deberíamos hacer es crear una cuenta de twitter.

- ¿Disculpe...? –tartamudeó Jazmín.

- Twitter, es una red social. –aclaró.

- Sé lo que es. –Jaz tragó saliva. –Pero, ni siquiera el Príncipe tiene una, Princesa, creo que debería consultarlo primero...

- Quizás tengas razón. –admitió Gabriela. -¿Dónde está mi esposo ahora mismo?

- Seguro en alguna reunión en el último piso.

- Quiero verlo en cuanto termine.

- Por lo general jamás una esposa hace eso... aunque usted ya lo hizo cuando vino el otro día, y el príncipe pareció complacido, pero usted me ha dicho que debo informarle sobre lo bien visto y lo que no. Así que, las esposas no suelen interrumpir a sus esposos.

- ¿Ni siquiera en un caso de vida o muerte? –Gabriela preguntó entrecerrando los ojos.

- La esposa de uno de los consejeros del rey murió una mañana. La familia avisó hasta la tarde para no interrumpirle.

- ¿Qué? –exclamó. -¡Santo cielo! –fue al sofá y se desplomó en él. –bueno, León nunca me ha dicho nada al respecto. –se incorporó sopesando rápidamente el asunto.- Estamos ahora en el mismo edificio además. Jaz, quiero verle en cuanto sepas que hay un hueco en su agenda ¿entendido?

- Sí princesa. –dijo de inmediato y Gabriela sonrió, Jaz ya empezaba a entender que ella no siempre se iba a atener a todas y cada una de las reglas no escritas.

Ese hueco en la agenda estaría hasta dentro de cuatro horas. Menos mal que sus primas habían llegado y estaban en la pequeña sala de juntas que usarían.

- Me siento tan ejecutiva e importante. –dijo Baasima dando vueltas en su silla giratoria.

- Sí, ya lo creo. Sobre todo haciendo eso. –Azima movió la cabeza y se llevó la taza de té a los labios.

- ¿Entonces por donde empezamos? –preguntó Habiba.

- Esta es una lista de causas que suele atender Palacio. –les pasó Gabriela una hoja. –ahora yo les pido que me comenten sobre ella y que veamos que problemas o causas no están allí y de los cuales podamos nosotras hacer algo. –las tres vieron su respectiva hoja.

- Veamos, Palacio se encarga de las nuevas alas del hospital, ginecología será ampliada, así como pediatría. Se ha introducido idiomas en todas las escuelas. Y hay un programa sobre la preservación de las costas y de la vida salvaje. –leyó Azima. Gabriela acudiría a cada una de esas causas, para promoverlas y apoyarlas, pero había más por hacer estaba segura.

- Es lo que siempre se suele hacer, aburridoooooo. –canturreó Baasima. –propongo clases de baile. La danza de los siete velos. –Azima empezó a toser al dar un mal trago a su té gracias a lo que había dicho su prima. Gabriela se la quedó viendo seria y Habiba se encogió, no por mucho tiempo pues Gabriela no pudo más y soltó una carcajada, las demás no tardaron en unirse.

- Idea... controvertida pero interesante. Dejémoslo para el próximo ciclo. –Gabriela dijo entre risas. -¿Qué hay de introducir internet en las escuelas y enseñar a usarlo de manera adecuada? –sus primas la observaron con atención. – había pensando también en talleres para tejer y bordar con las técnicas milenarias que ya pocas mujeres conocen.

- Suena bien. –dijo Habiba. Las demás asintieron.

- Y ya que apenas han dejado que las mujeres puedan manejar sin ningún hombre acompañándolas, ¿Qué hay de enseñarles a manejar?

- ¡Yo, yo! ¿puedo entrar a ese taller? No sé manejar. –pidió Baasima alzando su mano con insistencia.

- A Dios gracias que no sepas. Haznos un favor y quédate así. No queremos titulares anunciando el caos que cierta prima del príncipe hizo en su primer día manejando.

- Oh, cállate Habiba, seguro que tú también querrás.

- ¿Qué hay de danzas tradicionales? –preguntó Azima ignorando la pelea que tenia lugar entre las otras dos.

- Bueno, la de los siete velos es tradicional y cultural. –se metió Baasima poniendo en pausa su discusión con Habiba.

- Danzas tradicionales será. –Gabriela anotó sonriendo. –siete velos... No, por ahora.

- ¿Y si hacemos visitas a los hospitales de vez en cuando y llevamos juguetes a los pequeños? –propuso Habiba.

- Eso suena bien Habi. – Habiba le sonrió orgullosa a Gabriela.

- Y sería genial que alguien fuera a hacerlos reír un poco también. Cuando niña tuve apendicitis, es muy aburrido estar allí. Más para los que su enfermedad les obliga a estar más tiempo.

- Y quizás que nosotras demos alguna que otra clase sobre internet.

- Imagino sabes usarlo bien Azima. –comentó Gabriela.

- Sí prima, sé usarlo bien. Si nosotras les enseñamos, quizás no haya tanto temor de lo que dirán los demás, quizás los cabezas de familia sea más laxos y dejen a sus hijas por ejemplo utilizarlo. Se podría añadir información también sobre los peligros de usarlo demasiado. Aunque dudo que aquí les dejen usarlo demasiado.

- Quiero abrir una cuenta de twitter.

- Buena idea, ¿podemos nosotras? –preguntó Baasima.

- Aun no sé si me dejarán a mí. Lo hablaré con León. Y en cuanto a ustedes quizás sea buena idea si me dan visto bueno, que manejen una cuenta especial para todas las cosas que haremos.

- ¿Cómo la llamaremos? ¡Ya sé! Princesas de Durban punto ORG.

- Mejor si es relativo a la causa Habiba. Algo así como programas especiales de Durban. Ya lo veremos, mientras tanto ¿queda aprobado todo esto? –preguntó Gabriela. Todas asintieron. –lo siguiente es que nos den visto bueno y aparte de la cuenta quizás sea bueno una pagina especial dedicada a todos estos programas.

Y aunque ella esperaba que no hubiera demasiadas trabas, sabia que existirían. Como tenían que esperar a hablar con León. Las cuatro estaban revisando información vía documentos e internet lo que podría añadir o quitar de cada programa, y así estructurar su propuesta.

- Fátima dijo tonterías en el desayuno. –soltó Baasima de pronto, las otras dos la regañaron con la mirada. -¿Qué? Es cierto, ella debe saber para no estar en ignorancia.

- Solo son tonterías. –dijo Azima.

- Decir que Gabriela le quiere quitar su legítimo lugar puede ser una estupidez, pero en serio parece creerlo.

- La invité a unírsenos.

- Todos lo saben, solo está nerviosa porque por vez primera Omar no cede ante sus caprichos y parece ser que se ha mudado de sus habitaciones. –dijo Habiba.

- No sabía eso. –Gabriela estaba sorprendida.

- Se rumora que se divorciara finalmente de ella, no es que no sea una noticia desagradable para la mayoría. Su amargura la comparte con todo el mundo como si de dulces se tratara. –aseguró Baasima.

- Bueno, pero eso no es mi culpa.

- Claro que no Gabriela. –dijo Azima rápidamente. – ahora sin embargo, el divorcio parece real.

- ¿Aunque ella no tenga la culpa de que sean solo niñas?

- Así es, esa ley no ha sido cambiada. Aunque supe que León iba a hacerlo, puso en pausa la reforma hace un tiempo.

- Princesa Gabriela... -interrumpió Jazmín entrando. –quieren verla.

- ¿Quién?

- La Princesa Fátima. Ella está aquí, en su oficina –todas quedaron sorprendidas y voltearon a ver a Gabriela. Genial pensó ella, sencillamente genial.

Feliz ombligo de semana

¡Pásenlo bien!

Pd. Las invito a darle una "vuelta" a mi nueva historia "Un Ángel a la medianoche"

Besos

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