Capítulo 21
- Apenas empezaba... -Le dijo ella esbozando una radiante sonrisa hacia su esposo.
Víctor vio como es que su hermosa prima disfrutaba de la situación. Anoche había estado sumamente alterado imaginándose diversas situaciones bizarras, en algunas de ellas, Gabriela perdía la vida incluso. Sabía que podían estar en pleno siglo XXI pero aun así, su intempestiva e impredecible prima había elegido como esposo a un hombre que era príncipe de un País que aun luchaba por acomodarse a tiempos modernos y seguía con muchas leyes arcaicas, un País que no parecía darle mucho protagonismo a la mujer y si muchas normas restrictivas al igual que casi todos los países de oriente medio. Aun tenía demasiadas preguntas, demasiadas dudas, no entendía como es que su libre y moderna prima había acabado en semejante lugar, por mucho que dijera que era por voluntad propia. Por ahora el ver como es que ella parecía cómoda al lado de su árabe, al grado de disfrutar bromear con algo que estaba segura le habría valido la muerte a otra persona.
- ¿Y se te permite hablarle así a Su Alteza? –provocó Víctor. Gabriela le miró con ojos radiantes.
- Podría acabar en las mazmorras a mi vuelta a Durban, pero... habrá valido la pena.
- ¿Ah sí? – Víctor vio como es que León luchaba por no poner los ojos en blanco y también por esconder una sonrisa. Se limitó a mover la cabeza.
- Ahora que lo pienso, nunca las has visitado ¿verdad? –Dijo León de pronto.
- ¿Vas a llevarme cuando volvamos? –preguntó ella entusiasmada.
León había pretendido que sonara como una velada amenaza solo para devolverle un poco de su medicina a Víctor, sabía lo que el tipo estaba haciendo. Quería ver si Gabriela estaba segura a su lado. Maldito fuera, daría su vida con enorme placer y gusto por ella sin dudarlo. Jamás permitiría en lo que tuviera vida que Gabriela sufriera, él ya le había dado una cuota más que grande de malos momentos y aunque lo de anoche había sido salvaje y por momentos se arrepentía del modo en que habían reanudado su vida conyugal, sabia que no había habido otra opción, su genio se había descontrolado y ella había sido el motivo. Saber que lo había disfrutado igual que él, acallaba un poco su conciencia. Por lo pronto, su mente se llenaba de imágenes de la pasada noche y le costaba concentrarse, había maldecido al amanecer cuando supo que no podía cancelar la reunión de la mañana. Salir de esa cama, había sido de las cosas más difíciles que había hecho en mucho tiempo. El caso, es que él tampoco confiaba en ese hombre que ahora tenia enfrente, primo o no, su esposa no tenia problemas en alborotar la libido de cualquiera. Y mientras intentaba dar a entender solo por molestar al tal Víctor que Gabriela regresaría a Durban con él aunque eso significara una estancia en las mazmorras, su hermosa esposa había dejado en claro con su entusiasmo que sabia que él jamás le haría algo así.
- Claro que te llevaré. –dijo arrastrando las palabras.
- Gracias. –dijo ella contenta. –Bien, aclaremos lo de anoche. –soltó a bocajarro. –Víctor estaba tomando un sorbo de su copa y estuvo a punto de atragantarse. León miró al hombre como queriendo traspasarlo en ese momento con el primer objeto cortante que tuviera a la mano. Con cuidado Víctor vio hacia la mesa y agradeció no ver nada filoso. Aunque ese tenedor y el cuchillo de la mantequilla podían...
- Que directa Gabito. –le dijo.
- León es muy territorial ¿verdad cariño? –dijo arrastrando las ultimas palabras.
- ¿Gabito? –preguntó León alzando una ceja.
- Le digo así desde que tengo memoria.
- La tocaste. –León dijo esas palabras con voz baja y filosa.
- A ver... -empezó ella cortando el rollo posesivo. –Vic es como uno de mis hermanos, lo conozco desde siempre, a estas alturas sé que tienes la información. Cuando me vio ayer, Amal le dijo que tú eras capaz de matarle si me hablaba delante de ti o eso dio a entender ¿no es así Vic? –Víctor asintió.
- No andaba tan equivocada. –León dijo contundente.
- Lo sabía. –dijo su primo rodando los ojos. –No sé nada sobre protocolo, no podía acercarme así como así según lo que la morena dijo.
- Te engañó. –dijo Gabriela.
- Ahora lo sé. Escucha... ¿Cómo debo llamarlo? –le preguntó a Gabriela quien sonrió divertida.
- Es tu primo.
- ¿Te recuerdo que ayer ni siquiera se me fue permitido llamarte por tu nombre? Él se puso a recitar todos tus nuevos apellidos.
- Eso fue ayer.
- Y hoy no veo que nada haya cambiado.
- Bueno, sigues con vida Vic.
- ¿Gracias por eso? –le dijo con ironía.
- Él no mataría solo por qué sí. –le dijo ella aparentando seriedad aunque estaba medio bromeando, sabia que León podía matar oh sí, pero también sabia que no lo haría sin una causa justificada, no es que eso le agradara tampoco pero, al menos tenia esa certeza.
- Hablas de la muerte como si nada, por algo siempre nos ganabas en el gotcha*.
- Eran unos inútiles...
- León está bien. –dijo el propio León interrumpiéndolos. Si algo podía hacer, era determinar cosas en segundos. Al ver el trato entre su esposa y su primo por fin había creído las palabras del hombre, la veía como familia y nada más, sabia incluso que estaba comprometido, pero, era hasta ahora que podía ver más de cerca su interacción por corta que fuera, que en realidad solo habían lazos fraternos. Gabriela le dirigió una mirada un tanto asombrada y algo escéptica.
- ¿Sí? –preguntó cautelosa ladeando su cabeza estudiándolo
- Sí. –le aseguró él fascinado por su pose y ella le frunció el ceño.
- Si me entero que él desapareció bajo extrañas circunstancias, puedo asegurarte que no lo dejaré pasar. –le amenazó ella. Víctor parpadeó entre divertido y expectante.
- ¿Qué harías? –le provocó su marido.
- Desaparecer. –dijo ella. Víctor vio como la cara de León se ensombrecía. El hombre en realidad sentía algo por ella, sabía que sentido de posesión lo tenía, pero también y pese a ser rico, tenía la estereotipada idea de que hombres de su posición solo veían a las mujeres como simples trofeos. No es que él viera a Natalia su prometida así, pero antes de conocerla sí que había actuado de esa manera. –Y desde las sombras hacerte sufrir.
- No le haré nada. –León le aclaró de inmediato.
- Bien. –dijo ella creyéndole entonces. –Víctor, él es León mi esposo. León, él es mi primo Víctor. –les presentó como si todo fuera por vez primera. Ambos se dieron un seco asentimiento de cabeza. – Y ahora ¿comemos? –preguntó con una flamante sonrisa que encendió los ojos de León.
- Claro. –le respondió León tomando su mano y dándole un suave beso en los nudillos.
- ¿Todo arreglado? –preguntó Víctor entonces.
- Sí. –le dijo él.
- ¿Así de pronto? –dijo confundido.
- Puede leer gente en segundos. –dijo Gabriela viendo el menú. –Te vio como amenaza hasta hace unos momentos, ha quedado conforme ya. Deja de preguntar. –le dijo por fin alzando la vista a su primo y sin ver la pequeña sonrisa de su esposo, quien había sentido algo cálido deslizándose por su pecho al tener la pequeña constancia de que ella conocía rasgos de su personalidad.
La comida había ido desde allí con tranquilidad, poco a poco los dos hombres habían empezado a hablar de negocios y Gabriela había sonreído interiormente. Víctor le había comentado que la empresa familiar iba viento en popa y le preguntó el por qué no iría a ver a sus padres y hermanos estando relativamente cerca, ella se excusó lo mejor que pudo y Víctor pareció quedar conforme. Estaban en el postre cuando Amir se presentó con discreción, le mostró algo a León en una Tablet y vio a su esposo fruncir el ceño y mover la cabeza.
- ¿Qué has hecho? –preguntó a Amir.
- Fotos de los tres comiendo ya están en manos de la prensa. Así como una declaración de parte nuestra.
- ¿Alguien presenció lo de anoche? –preguntó Gabriela entonces.
- Solo personal y ellos jamás dirían nada. –aseguró Amir.
- Amal... ¿no es así? – el hombrecito dio un asentimiento y bajó la cabeza. -Si el exilio no ha funcionado ¿Qué hay de las mazmorras? –preguntó ella a León quien la vio con sorpresa y luego empezó a reír. El daño no había sido causado les dijo él, al parecer un medio amarillista había especulado sin dar nombres sobre cierta princesa a punto de ser infiel y capturada en el acto por su flamante marido. Amir se había puesto manos a la obra y hablado con el equipo de relaciones publicas de Palacio, el cual había dado a la prensa libertad de usar fotos de los tres en el almuerzo y una declaración de lo feliz que estaba la princesa de haberse encontrado con su primo hermano. Ella sugirió que comieran o cenaran pero esta vez con la futura esposa de Víctor y así lo acordaron. Rato después iban en auto al hotel, ella tenia conferencia y él también. -¿Qué harás con ella? –le preguntó a León.
- Las mazmorras suenan interesantes. –dijo él pasándose una mano por su cabello y checando en un dispositivo la nota amarillista y la respuesta.
- Lo serían, pero no se usan desde el siglo pasado. –dijo ella conocedora.
- Hablaré con su abuelo.
- No servirá de nada, no creo tenga control sobre ella y a Amal dudo que le importe el daño que pueda provocar en su abuelo y familia. –ella checó su teléfono y vio que tenia un mensaje de Nadia la esposa del embajador ruso. Le decía que se sentaran juntas y ella le respondió de inmediato que sí. Vio también el articulo online del que había hablado Amir, había sido enviado por Jazmín, así como la respuesta dada por el departamento de prensa y relaciones publicas de Palacio.
- Tienes razón. Quizás es hora de que vuelva a Durban.
- ¿Cómo? –dijo ella mirándolo de inmediato.
- Sólo allí puede ser controlada.
- Maldición. –espetó ella. Tenía bastante con Fátima por sí sola. Amal era peor.
- No veo otra salida. –le dijo él mirándola con obvio fastidio por Amal. –Me aseguraré de que no ponga pie en Palacio y mucho menos cerca de ti. –Gabriela cerró los ojos y se apoyó en el suave cuero del asiento. Sintió la mano de León en su nuca, pero no se movió ni abrió los ojos. Tampoco lo hizo cuando la giró hacia él. Abrió los ojos hasta que sintió su cálido aliento en su mejilla.
- ¿Vas a besarme en un lugar público? –él pulsó un botón y una pantalla dividió la zona entre los asientos delanteros y traseros.
- Que oportuno. –sonrió ella. Él besó su mejilla y luego su oreja. –Esto no hará que me olvide que Amal volverá a Durban.
- No tendrá permitido ni siquiera el mirarte. Ley que me gustaría aplicar a todos los hombres. –le dijo con voz ronca mordiendo levemente su barbilla. Con la otra mano la tomó de la cintura y la giró al completo hacia él, haciendo que ella quedará encima.
- Deja de morderme. No me quité el abrigo en el restaurante porque olvidé la marca que me dejaste y no me puse cuello alto... -calló cuando tomó su cabello, se lo enrolló en una mano y la acercó a su boca. –Cavernícola.
- Sí. –dijo él rozando apenas sus labios con los suyos.
- Debería dejarte una marca también.
- ¿No cuentan tus uñas en mi espalda?
- Yo no... -empezó ella intentando poner distancia para verle el rostro.
- Tú sí. –la acercó y la besó, lo hizo lentamente y sin prisas. Como si tuvieran todo el tiempo del mundo y no estuvieran a punto de llegar al hotel. La degustó y saboreó y emitió una risita cuando ella empezó a gemir suavemente. – te van a oír. –le dijo en su oreja.
- Tú tienes la culpa. –dijo ella saliendo poco a poco del trance sensual en el que la ponía. El auto paró y ella se sentó bien y compuso su cabello lo mejor que pudo. – él salió y ella esperó que le abrieran la puerta, ella fácilmente podía hacerlo, pero era importante dejar en claro su estatus sobre todo en el extranjero, le habían enseñado. La puerta se abrió y se sorprendió al ver que era León quien lo había hecho, le dio la mano para ayudarla a bajar y no se la soltó cuando entraron. Ese gesto no era común en la realeza árabe, León parecía prescindir de esos convencionalismos y ella por el rabillo del ojo vio a varios fotógrafos captar el momento, ya en el ascensor le susurró al oído: -¿Lo hiciste por los fotógrafos? –él la vio con extrañeza.
- ¿Hacer qué? –inquirió confundido.
- Abrirme la puerta y tomar mi mano. –León frunció el ceño.
- Si no lo hago siempre es porque alguien se me adelanta y me refiero a abrirte la puerta. –aclaró. –tomarte la mano, bueno... si no lo hacia con la frecuencia que me gustaría era porque temía que me soltaras una bofetada. – le confió en voz baja, solo para que Gabriela oyera, ella rodó los ojos, no habría hecho algo semejante.
- ¿Ahora no temes eso? –preguntó burlona. –Y yo lo decía porque no es propio de tu cultura.
- No será propio, pero no es algo que esté prohibido. –cambió de idioma a continuación. – Y tomé algo más que tu mano anoche. –le dijo en italiano, así lograba dos cosas, que sonara intimo porque era el idioma de ella y para que no les oyeran los de seguridad. –Y aunque no fue precisamente fácil, al final conseguí lo que quería.
Ella se soltó de su mano y se cruzó de brazos. Por supuesto que él había conseguido lo que quería, pero de paso había logrado lo que ella también ansiaba. Aun así, no le gustaba el tono de victoria en su voz. Las puertas se abrieron y ella caminó hacia delante ignorándolo, dio un grito cuando de pronto fue levantada por los aires. Vio la sorpresa enorme en los ojos de los guardaespaldas, pero aun así no hicieron nada. Claro que no lo harían, era el propio León quien la levantaba en brazos.
- ¡Nos va a ver! –dijo ella exaltada.
- Mejor. –le dijo caminando por el pasillo y entrando a la suite. Dejando a todos fuera una vez más. La dejó en el suelo y ella movió la cabeza.
- ¿Te has vuelto loco? –lo vio sonreír, sus ojos destilando pura lujuria.
- Ah no, no, no, no. –dijo alejándose al ver sus intenciones, ella daba un paso atrás y él uno adelante.
- ¿Vamos a jugar a esto otra vez? –preguntó al tiempo que se quitaba el saco y lo lanzaba a un sofá.
Ella tragó saliva. Vio su ancho pecho, sabía lo que ocultaba la impoluta camisa, unos pectorales y abdominales definidos, cintura estrecha y caderas esculpidas y luego... Alzó una mano intentando detenerlo, aunque no tenia idea clara de por qué, sacudió la cabeza tratando de aclararse ¿Qué era? ¡Ah sí!
- Agenda. –dijo apresando la palabra que se le vino al fin a la mente.
- ¿Agenda? –dijo sonriendo ladino.
- Conferencia. –dijo ella esta vez poniendo una silla entre ellos. Él vio su reloj.
- Tenemos una hora, poco, pero bastará.
Ella hizo que iba salir disparada a la habitación a su derecha, hizo el movimiento para despistarlo y correr al otro lado a la puerta de salida, era un juego sí, uno que le divertía mucho en realidad. Sabía que él no dejaría que llegara a la puerta. Sin embargo adivinó su movimiento y la atrapó entre sus brazos, ella se echó a reír.
- Esta vez no me muerdas. –dijo cuando él la alzó en sus brazos.
- No sé...
- Promételo. –dijo ella mirando esos ojos ambarinos que tanto amaba.
- Lo intentaré. –mordisqueó sus labios.
- Se van a inflamar...
- Tendré que morder entonces donde no sea visible. -prometió con mirada brillante.
Rato después Gabriela salía prácticamente corriendo de la habitación, mientras se ponía unos pequeños diamantes en las orejas, seguida de Jazmín también a la carera que le decía que llegarían a tiempo, escuchó a lo lejos la risa de León y resopló. Él tenía más tiempo aun que ella, la había soltado hacía escasos minutos, lo justo para ducharse y cambiarse. Al menos no había marcas visibles esta vez. Un rubor se extendió por su cara y Jazmín preocupada le preguntó si se sentía bien, asintiendo salió al final de la suite, mientras era informada de la conferencia en términos generales, ya que ella ya había leído lo importante. Era de la UNIFEF, todas las primeras damas y esposas presentes estarían ese día. Al llegar saludó a Nadia con la mano y se acercó a ella sonriendo. A lo lejos vio una melena negra y frunció el ceño.
- ¿Qué pasa? –dijo Nadia siguiendo su mirada.
- Me pareció ver a alguien que conozco.
- ¿La de largo cabello negro? Estaba cerca de tu mesa anoche. Es de tu país, por eso la reconoces.
- Amal... -dijo Gabriela ocultando su rabia. –No tiene por qué estar aquí.
- Dijo que era nieta de un poderoso hombre de Palacio de Durban. Fue investigada para ver si era cierto y al ser comprobada su información, se le ha dejado acceder.
- Entiendo. –Se esforzó en componer una sonrisa. Iba a ignorarla por supuesto. Y más le valía no se acercara. Nadia le presentó a otras personas y se encontró charlando a gusto, antes de que todo iniciara, casi había olvidado la presencia de Amal. Cuando un aroma dulzón e intenso llegó a su nariz, ella tosió al sentir picor en la nariz. Amal se abrió paso moviendo las caderas casi demasiado y le hizo una reverencia a Gabriela, ocultando la sonrisa cínica. Gabriela la observó deseando poder sacarla de allí por los cabellos.
- Princesa. –dijo con fingida dulzura.
- Amal. –Gabriela se retiró a un lado con una radiante sonrisa, le dijo a Nadia que iría con ella enseguida. Y le dijo a Amal que la acompañara. –No deberías estar aquí.
- No tienen ningún control sobre mí aquí. –le dijo con una maliciosa sonrisa.
- ¿No? –Gabriela sonrió con frialdad. Lanzó una mirada a uno de seguridad y la señaló con un leve movimiento de cabeza. Se acercó enseguida con otro.
- Ya había sido advertida. –le dijo. –Acompáñenos a la salida.
- ¡No puedes hacerme esto! –dijo enardecida.
- Yo no, ellos sí. –se alejó y por el rabillo del ojo vio el rostro enrojecido de furia de Amal y su ultima declaración en árabe que entendió perfecto.
- Vas a pagarlo...
- Ya veremos. –le respondió en el mismo idioma y fue hacia Nadia. Afortunadamente todo estaba por iniciar y el revuelo que pudo haber causado Amal solo fue visto por los de seguridad. Sin embargo no subestimó sus palabras, algo dentro de ella le dijo que no lo hiciera.
*Gotcha/paintball: Normalmente en una partida de paintball se enfrentan dos equipos con el fin de eliminar a todos los jugadores del bando rival o completar un objetivo (como capturar una bandera o eliminar a un jugador concreto). Un juego de paintball típico no profesional suele durar de unos cinco minutos a media hora.
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