Capítulo Veintiuno

Nunca me habían gustado demasiado los besos.

Desde que tenía memoria me habían parecido algo muy íntimo entre dos personas. Un gesto que expresaba mucho más que las palabras, sobre todo las que no se decían o no se querían decir por miedo o temor a equivocarse.

Te volvías vulnerable por un momento, le dabas poder sobre ti, confiabas en ella esperando que no te traicionase, que no te alejase, que no te fallase...

Quizá por la suma de todas esas cosas, no me gustaban los besos, por todo su significado, porque podían anclarte de forma emocional con otra persona.

Y eso era una de las cosas que no quería ni me apetecía.

Aunque cuando era más pequeña tuve mucha curiosidad con respecto a los besos debido a mis padres. Siempre veía cómo se besaban por cualquier cosa y eran felices, y yo quería saber si esa alegría era por esas acciones o por otra razón.

Debido a esa inquietud, mi primer beso fue con un chico cuando solo tenía cinco años. No recordaba con quién había sido, eso era lo de menos, tampoco tenía valor para mí, solo sabía que había sido en la ciudad en la que vivíamos antes de que nuestro padre nos abandonase y todo cambiase para nosotras.

Fue un beso inocente entre dos niños que jugaban a ser mayores, unos niños que imitaban a sus padres.

No había sido el último.

Hacía unos años atrás, pese a que nos mudásemos de forma constante, una parte de mí quería tener una vida normal, por lo que había compartido esos momentos con algunos chicos con los que me había encontrado al largo de mi vida.

No fueron especiales, ni siquiera dignos de mención, y la mayoría de ellos habían sido influenciados por mi condición de hada, no porque realmente quisieran.

Al final me di cuenta de que todo lo que quería vivir eran cosas banales, que lo importante era aquello que no podía tener por no parar de mudarnos, así que dejé de relacionarme con la gente, y mucho menos de esa forma, decidí que no establecería lazos con nadie, algo que cambió cuando llegué a West Salem.

No respondí al beso y Blake no se apartó de mí pese a mi nula reacción. No cómo reaccionar o actuar, me sentía extraña con esa acción.

Lo que había empezado como un simple roce de labios, acabó con su lengua en mi boca, provocándome un pequeño estremecimiento.

Besarlo era... raro. No sabría decir el motivo, pero fue la sensación que me dio.

Era cálido, sin prisas, como si ninguno de los dos estuviera herido y no nos hubieran acabado de atacar, como si tuviésemos todo el tiempo del mundo para disfrutarlo.

No obstante, ese beso era la distracción que necesitaba para dejar de pensar en todo lo que había ocurrido. Me estaba calmando, no me sentía nerviosa ni sentía que iba a quemar el bosque de un momento a otro.

—¿Qué ha sido eso? —pregunté una vez que recuperé mi espacio personal.

—Un beso.

Alcé las cejas para reprimir un comentario irónico, me había dado cuenta de lo que era, solo quería saber el motivo.

—A qué ha venido ese beso —insistí—, quiero saber por qué me has besado.

—Quería hacerlo —admitió—. Y lo he hecho.

—¿Por algún motivo en especial?

Sabía que mis preguntas no eran las más adecuadas, pero es que me había sorprendido, no me lo esperaba. ¿Por qué querría besarme en un momento tan inoportuno?

—Aerith, es solo un beso. No le des tantas vueltas, no lo hagas esta vez.

—Un beso nunca es solo un beso —murmuré—. Siempre es mucho más de lo que se quiere admitir o reconocer en voz alta.

Blake me miró analizando mis palabras sin decir nada. ¿Había acertado y tenía razón? ¿Había más explicación de la que él había admitido?

Lo analicé, queriendo adivinar lo que pensaba, fijándome en su expresión, en la forma en la que sus ojos azules parecían luchar contra sí mismos debatiéndose con algo que no quería compartir, pero él decidió cambiar de tema.

—Primero iremos a mi casa. —Quiso normalizar la situación y dijo lo primero que se le pasó por la cabeza, era muy obvio, improvisaba y arrugó levemente la nariz—. Ahí me curaré la herida de la frente y te llevaré al hospital para que te miren.

—¿No vas a necesitar puntos? Parece que los necesita.

—Solo es un rasguño, la sangre hace que todo sea más escandaloso de lo que es. Estoy bien, Aerith.

—¿Seguro?

—Parece que te preocupas por mí...

No contesté, solo negué con la cabeza. Nos acababan de atacar, ¿cómo no iba a preocuparme por él?

El camino hasta su casa lo hicimos en silencio y me cogió la mano del brazo que no tenía herido para ayudarme, lo que agradecí con una sonrisa.

También noté que al haber pasado tiempo desde la colisión y la lucha con el vampiro, mi cuerpo se empezaba a resentir y las consecuencias de todo ello. El brazo me dolía muchísimo y las piernas me pesaban.

—¿Estoy yendo muy rápido? —Quiso saber Blake viendo que me costaba seguirle el ritmo.

—Sí —admití—. Me está costando moverme y...

—Te duele todo —interrumpió—. Es normal, no queda mucho para llegar a mi casa. Intentaré no tardar para que podamos ir al hospital lo más rápido posible. —Asentí y lo volví a observarlo. Parecía tan normal como siempre, como si no hubiera ocurrido nada, lo que me hizo pensar en que no era la primera vez que estaba en una situación así, que su cuerpo estaba acostumbrado a esos golpes—. ¿Quieres que te lleve en brazos?

—No —negué de inmediato—. Puedo andar, no estoy tan mal.

Protesté cuando se agachó para levantarme entre sus brazos y me llevó así hasta su casa, donde me dejó en uno de los bancos que había en el porche.

—¡Mamá! —chilló—. ¡Mamá, ven!

—¿Qué pasa? —Su expresión cambió al vernos—. ¿Os han atacado?

—Hemos tenido un... accidente —explicó Blake—. Voy a curarme las heridas y la llevaré al hospital.

—¿Estás bien? —La madre de Blake se sentó a mi lado cuando su hijo se había ido—. No tienes buen aspecto, ¿te duele mucho el brazo? —Asentí sin querer dar muchos detalles—. Puedo darte un analgésico, aunque no es aconsejable si vais al hospital.

—Gracias, no quiero nada.

Sonreí como agradecimiento y vi cómo Zara salía de la casa con sus ojos marrones fijos en mí.

—Blake acaba de decirle a papá que tú has matado al vampiro —comentó con desprecio, uno que estaba acompañado por la forma en la que me miraba—. ¿Es verdad? ¿O solo está diciéndolo para que quedes bien? Para que no te veamos cómo realmente eres, débil.

—Lo he matado, sí. He arrancado su corazón mientras le quemaba vivo. ¿Quieres que te haga una demostración? —la reté con la mirada—. Porque aunque esté herida puedo hacerlo...

—Quizá no eres tan y como creía... —Zara siguió mirándome y se fijó en mi brazo—. Estás fatal.

—Gracias —respondí reprimiendo mis ganas de atacarla—. Si tu hermano no hubiera volcado la moto no estaría así, tampoco si no nos hubieran atacado y no hubiese tenido que salvarle.

—Espera, ¿qué? —repitió ella con clara sorna—. No me hagas reír, ¿salvar a Blake? ¿Tú?

—Zara, vete —ordenó su madre—. Está herida y lo último que necesita es tu carácter.

—Solo estoy diciendo la verdad, no puede creerse cosas que no son. ¡Es solo un hada! No hay para tanto.

—¿Eso crees? —gruñí y me levanté. Ni siquiera me había dado cuenta de que mis manos estaban llenas de llamas, listas para atacar sin que lo hubiera querido de verdad, solo había sido un pensamiento.

—¿Me estás retando?

—Aerith, cálmate —pidió Blake y negó con la cabeza—. No vale la pena. Nada de lo que ha dicho es verdad.

No obstante, había perdido el control, no podía hacer que las llamas desaparecieran.

—No puedo... —Me asusté de ver que no las detenía, que cada vez eran más vivas y grandes.

—Piensa en algo que te relaje, no querrás incendiar mi casa, ¿verdad? —bromeó Blake—. ¿Dónde viviría? No puedes dejarme sin casa, sería un adolescente sin casa.

Me reí al escucharlo y consiguió lo que pretendía, distraerme, por lo que pude concentrarme para que el fuego desapareciera.

—¿Veis? —resopló Zara—. Si no tiene control de sus poderes, ¿de qué nos sirve que sea el hada de fuego? No los domina. Es una carga.

—¡Suficiente! —Blake se giró para encararla con furia en los ojos—. Haz el favor de callarte, Zara.

—¿La estás defendiendo? —Estaba incrédula, abrió sus ojos y parpadeó sin creérselo.

—Sí. Hemos hablado mucho de esto ya. Ella lo intenta, pero el fuego es...

—Demasiado volátil —completó su padre—. He avisado a tu madre, Aerith. Está muy preocupada por ti, quiere verte.

—Aerith tiene que ir al hospital. —Blake sonó lo más seguro que pudo sin titubear—. No puede quedarse más tiempo aquí, necesita que le curen el brazo y comprobar que no hay ningún problema interno.

—Irá al hospital, no he dicho lo contrario. Vas a llevarla tú y después la dejarás en su casa. Si ves que van a tardar mucho, llámame e iré a hablar con Camille. —Blake asintió—. Cualquier cosa extraña, posible amenaza o acciones sospechosas, sabes cómo actuar. No se puede correr ningún riesgo más.

—No dejaré que ella vuelva a estar herida —aseguró—. Confía en mí, papá.

Nos despedimos de su familia y Blake me ayudó a subir al coche. Al llegar al hospital me sorprendí lo rápido que nos atendieron, algo que comenté con Blake.

Según sus palabras era porque su familia era muy conocida en la ciudad, pero había más, siempre había medias verdades en sus palabras.

También me resultó curioso que la persona que se ocupó de mí puso una expresión extraña al vernos, lo que no me pasó por alto. ¿Se trataría de otra criatura sobrenatural?

No le pregunté a Blake si lo era, estaba muy cansada y el dolor seguía siendo casi insoportable. Tal y como él había dicho, tenía el hombro dislocado, y el cúbito roto por varias partes, entre otras múltiples contusiones y magulladuras por todo el cuerpo.

—Si te mareas, sientes que te duele mucho la cabeza, o la vista borrosa, vuelve al hospital —explicó la doctora, que seguía mirándome con curiosidad en los ojos—. Intenta no mover mucho el brazo —siguió diciendo y lo observó, me lo habían enyesado y colocado un cabestrillo—. Cualquier otro síntoma que no haya mencionado, vuelve al hospital y pregunta por mí, soy la doctora Lindberg.

El trayecto hacia mi casa fue en silencio. Blake prefirió mantenerse en silencio y yo, yo no sabía qué decir. ¿Estaba esperando que hablase primero? Porque si era así se equivocaba.

—Aerith. —Me giré antes de entrar en mi casa—. Lo siento mucho por lo que ha pasado.

—¿Por qué deberías sentirlo? —No lo entendía, ¿a qué venía esa disculpa?

—Porque podría haberte defendido, haber conducido la moto más rápido, evita que ese vampiro nos atacase, evitar que tú tuvieras que intervenir en la lucha...

—Todo eso son casos hipotéticos —intenté tranquilizarlo—. Son posibilidades que ni siquiera sabes si podrían haber sido reales. No sirve de nada pensar en ello. Lo hecho, hecho está. Arrepentirse de lo que ha pasado es inútil, no se puede cambiar.

—¿Puedo besarte otra vez?

Mi rostro fue demasiado expresivo y lo notó, ya que entornó los ojos y el cabello rubio ceniza le cayó un poco sobre la frente. ¿Cómo cambiaba de tema de forma tan brusca?

—No sé yo si...

—Déjame besarte otra vez —pidió en voz baja—. No te lo volveré a pedir, no forzaré la situación. Solo que me apetece mucho y...

—Blake, ¿para qué?

—Me siento culpable —reconoció—, pero no es por eso que quiero otro beso. Me apetece besarte, me ha gustado y quiero hacerlo...

No siguió hablando, me besó de nuevo. Esta vez no me dejé llevar, no me había pillado por sorpresa y no era el momento ni el lugar, por lo que me alejé.

Teníamos que hablar del beso, necesitaba saber si para él habían significado algo o había sido por un impulso.

Sin contar que yo también debía pensar en ello...

¿Había supuesto algo para mí?

—Mañana vendré a por ti —afirmó—. No puedo dejarte sola en tu estado.

—Mis piernas funcionan a la perfección, puedo andar.

—No puedes conducir y el instituto está lejos de nuestras casas. Con un brazo roto no puedes hacerlo.

—De acuerdo —accedí, tenía razón—. Mañana te espero. Adiós, Blake.

Caminé hacia mi casa bajo su atenta mirada, que no apartó y tuve la sensación de que me vigilaba, y solo entrar mi madre me avasalló.

—¿Es cierto lo que me ha dicho Joseph?

—No sé de lo que has hablado con él.

—Que tus heridas son por la lucha contra un vampiro, que ha ido a por ti, y Blake, que habéis intentado huir y no habéis podido...

—Nada de lo que preocuparse, mamá. He matado a ese vampiro. —Estaba restándole importancia porque la veía muy alterada—. Solo es un brazo roto y el hombro dislocado.

—No sé si me gusta que hables de la muerte con tanta naturalidad —murmuró examinándome con sus ojos azules—, aunque sean vampiros, no dejan de ser... personas.

—Era él o yo, mamá. Lo ha dicho ese vampiro, quería llevarme con él.

—¿Cómo?

—Sí, eso es lo que ha dicho, que si me iba con él no le haría nada a Blake. También mencionó que iban por delante de alguien, ¿sabes algo?

—¿Por qué debería saberlo? No creerás que... —No siguió, mi mirada fue su respuesta—. Lo crees. Crees que yo tengo algo que ver con todo lo que te ha pasado.

—¿Qué quieres que piense? No paras de ocultarme cosas.

—Acepto que puedas pensar otras cosas, pero no estoy detrás de esto. ¡Soy tu madre! —Su tono de voz, dolido y desesperado me abrumaron—. Todo lo que hago, lo hago por ti, para que estés a salvo, para que tengas una vida lo más normal posible...

—Sé que tú y el padre de Blake os conocisteis y que le pediste permiso para volver a la ciudad —confesé.

—¿Blake te ha contado toda la verdad?

—No, me ha contado una parte de la verdad, sigo pensando que me oculta algo.

No lo creí, y su actitud me hacía darme cuenta de que tenía razón. Sin embargo, una parte de mí quería confiar en lo que me había dicho, creer que esa era toda la verdad.

—¿Qué te ha dicho?

—Que su familia protege la ciudad. ¿Es por eso que querías que entrenase con él?

—Más o menos. Sé que él puede enseñarte a defender por ti misma.

—Mamá, ¿por qué vinimos a West Salem? De todas las ciudades, a una con tantas criaturas sobrenaturales...

—West Salem es más tranquila de lo que te está pareciendo. Es un buen lugar, uno en el que tus poderes pueden pasar desapercibidos y Joseph nos puede resultar de ayuda para ello.

—¿Cómo os conocisteis? Hablas de él con demasiada familiaridad.

—Eso es lo de menos. Lo único que importa es que los Lycaon antes de que viniéramos a esta ciudad me dijeron que te protegerían, que las cuatro estaríamos a salvo.

—Por eso Blake me entrena y ha intentado que nos fuéramos —pensé en voz alta—. ¿Por qué nos ayudan? ¿Qué tenemos de especial?

—Un hada de fuego a tu lado es una buena ventaja... —Sonrió—. Por tus poderes la gente se querrá aprovechar de ti, no confíes en nadie.

—¿Ni en ti? —hablé—. ¿En ti debo confiar, mamá?

—Nunca deberías dejar de hacerlo, Aerith, aunque creas que no.

Sin embargo, esas palabras no tienen el efecto que ella quiso.

No podía confiar en alguien que no dejaba de mentirme.












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