Capítulo Treinta y Seis


Delante de mí había un hombre que no se parecía en nada al recuerdo que tenía de mi padre.

No era posible que estuviera aquí.

—¿De verdad no te acuerdas de mí, hijita? —habló de nuevo el que decía ser mi padre—. Yo no he dejado de pensar en ti todos estos años, ni tampoco he podido olvidar tus increíbles poderes... de tu don con el fuego y cómo te descontrolabas de pequeña.

Me miró con sus grandes ojos verdes, del mismo color y tonalidad que los míos, y supe que sí, que tenía delante a mi padre.

Sin embargo, no era cómo recordaba, no había rastro de dulzura en su mirada, ni siquiera su aspecto físico era siquiera normal. Su rostro aparentaba mucha más edad de la que tenía, estaba lleno de arrugas y desaliñado.

En los recuerdos que tenía relacionados con él, los buenos, su mirada era totalmente distinta, ya no se veían sentimientos de amor en esos ojos ni ningún rastro de cariño, solo se veía en ellos... locura. Y las bolsas casi negras de debajo lo resaltaban todavía más. ¿Cuánto tiempo llevaría sin dormir?

—Mientes —articulé aunque ni yo misma me creí lo que acababa de decir.

Era verdad, pero me negaba a aceptarla.

—Oh, Aerith, ¿te acuerdas del día en el que casi me matas con tus poderes? —se mofó de mí y me guiñó un ojo—. Sé que lo haces, tu cara expresaba tanto...

Empezó a reírse, haciendo que se le marcasen aún más las arrugas de expresión alrededor de los ojos y cerca de la barba de tres días que llevaba. Si me hubiera encontrado con él algún día por la calle no lo hubiese reconocido.

—Tú no eres mi padre —espeté con rabia.

—Sí lo soy, Aerith. Créeme, sé que eres mi hija, yo mismo te hice en su momento junto a tu madre, buenos recuerdos esos. Te vi nacer —volvió a reírse—. Tienes mis ojos, veo que eso no ha cambiado. Pese a tus dones de hada sigues teniendo mis ojos verdes...

Entré en negación, no podía estar ocurriendo esto.

¿Por qué estaba aquí después de tantos años y qué quería?

¿Era él el que nos perseguía? ¿Por su culpa estábamos en peligro?

—Un padre es el que cría y tú no estuviste ahí. Te fuiste. Nos abandonaste. No eres mi padre.

—¡Y e ahí el carácter de tu madre! —se carcajeó y me sorprendió la forma que tenía de reírse, parecía que se fuera a ahogarse en cualquier momento. Era como si estuviera enfermo.—. Veo que de ella has sacado eso, de pequeña ya empezabas a mostrar ese carácter. Tan obstinada, tan orgullosa, tan desconfiada... —enumeró—. ¡Y me encanta!

Empecé a cansarme de la situación, sobre todo porque no podía dejar de pensar en las gemelas y mi madre y el peligro en el que estaban, por lo que me concentré para lanzarle una llama y atacarle. No obstante, cuando estaba a punto de hacerlo, dos personas me retuvieron de ambos brazos para inmovilizarme.

—Aerith, Aerith... —murmuró el que se hacía llamar mi padre acercándose a mí—. ¿Creías que no vendría preparado? —Negó con la cabeza—. No estoy tan loco. —De uno de los bolsillos de su chaqueta sacó un pequeño recipiente—. ¿Sabes lo que es? Es algo muy difícil de conseguir... demasiado. Es veneno para hadas de fuego, veneno para que no puedan usar sus poderes. Porque no me interesa para mis planes que uses tus trucos y que me quemes a mí o a los míos.

—¿Crees que te dejaré? —le reté, quemando más a los vampiros que me retenían, provocando sus gritos y haciendo que se movieran evitando el fuego, dejándome más margen de maniobra lanzando bolas de fuego a los vampiros.

—¡Quietos! —ordenó. Segundos después aparecieron otros más que me sujetaron con más fuerza. Con cuatro ya no podía moverme, no me daban opción, aunque los quemase no era suficiente—. Por mucho que les hagas daño con tu temperatura corporal no van a dejar de usar su fuerza contra ti, hija mía. ¿Sabes qué tipo de vampiros son?

—Defensores —respondí al ver el color ámbar de sus ojos—. ¿Kier está aquí?

—Sabes más de lo que creía, supongo que Gael te lo ha contado todo, o casi todo —remarcó—. No, cariño, Kier no está aquí. Tampoco hace falta, conmigo es suficiente —aseguró—. No malgastes tus poderes, morirían obedeciendo mis ordenes. Así que quiero que te quedes quieta, muy quieta, porque si no esto te va a doler todavía más.

Intenté escapar, me moví, los quemé todavía más, pero no funcionó; ni se inmutaron.

Y al verlo acercándose a mi cuello con una jeringa supe que estaba perdida. Cuando la aguja entró en contacto con mi piel, por un breve segundo, me sentí liberada, aliviada, como si me hubiesen quitado un peso de encima.

Sin embargo, de inmediato sentí un vacío en mi interior.

No era yo, me faltaba algo...

Era una sensación horrible.

—Podéis soltarla, ya no puede crear fuego —dijo, mofándose de mí—. El veneno para hadas, tan efectivo como raro. ¿Sabes cómo se consigue?

—No me interesa saber nada de lo que quieras contarme.

—Oh, cariño, no mientas, hay muchas cosas que te van a interesar —se burló—. Supongo que ya lo notas, ¿no? Te sientes vacía, como si te faltase algo... Durante al menos un día no podrás usar tu fuego ni transformarte en hada. Eres una humana ahora mismo. Una simple e indefensa humana.

—¿Por qué estás haciendo todo esto? —pregunté mirándolo a los ojos, no dejándole ganar o que me viese derrotada.

—Paciencia, hija, paciencia. Pronto lo sabrás todo. Llevadla adentro junto a las otras. Estoy seguro de que no tardaremos en recibir visita, todo es demasiado predecible.

Los vampiros me arrastraron hasta dentro de mi casa donde vi a mi madre y a las gemelas retenidas por otros vampiros y con las manos atadas. Sin importarme mucho haber perdido mis poderes, fui corriendo hacia mis hermanas e intenté liberarlas, pero no pude, al tocar la cuerda me quemé.

—Te creía más lista, Aerith. Las cuerdas están rodeadas de una sustancia que os quema, no como el fuego que tú creas, no hay nada igual, pero es molesto. Ellas no son tan peligrosas como tú, no hace falta que las envenene, no dejan de ser niñas. Y lo mismo pasa con mi querida y dulce Camille. —Se acercó a ella y quiso acariciarle la mejilla, ganándose solo una patada de mi madre.

—Vete a la mierda, Jake.

—Sabes que no sientes lo que dices, Camille —El hombre negó con la cabeza e hizo lo que se suponía un puchero—. Si no, hubieras rehecho tu vida... Pero sigues sola, ni volviste con Joseph hasta que no fue necesario. Aún me quieres Camille, lo sé y lo sabes.

—Más te gustaría...

Centré mi atención en las gemelas, pensando cómo podía salvarlas de la situación y liberarlas.

—¿Qué es lo que está pasando Aerith? —me preguntó Hebe.

—No hagáis nada raro. —Miré también a Febe—. Ninguna de las dos, ¿de acuerdo? Quedaos quietas.

—Aerith, tengo miedo...

Intenté abrazarlas como pude mientras observaba la situación. No entendía nada. No sé qué hacía aquí mi padre, no sé qué quería de nosotras y no sé qué hacía rodeado de vampiros que le obedecían en todo.

—¡Ya estamos todos! —exclamó feliz. Hizo gestos a tres vampiros que salieron de mi casa y un golpe seco llamó mi atención. Me levanté, pero de inmediato fui retenida por otro vampiro—. Aerith, quieta —sonrió—. No querrás que haga daño a una de las gemelas, ¿verdad?

—No te atreverías —gruñó mi madre.

—Camille... —se relamió el labio inferior—. Queda tan poco del Jake que conociste. Ya no tienes el efecto que tenías en mí por el hecho de ser un hada.

—Quizá nunca conocí al Jake real.

—Quizá no —rio—. ¿Sabes? Sigues igual de guapa y...

—Vete a la mierda, Jake.

Los vampiros que habían salido volvieron junto a otros sujetando a caras conocidas para mí: Blake, su padre y Gael.

¿Qué hacían aquí los dos primeros?

¿Y Gael? ¿Por qué no se había marchado?

—Sí, ya estamos todos —secundó y sonrió sin que se le vieran los dientes—. Joseph, cuánto tiempo sin verte —lo saludó con familiaridad—. Veo que tu hijo ha crecido, es igual a ti a tu edad. Exactamente igual —Me miró después de decir eso—. ¿Sabías que nos conocíamos? No sé si tu querida madre te lo habrá contado... es muy reservada para las cosas importantes. Ha sido siempre así.

—Jake, cállate.

Giré la cabeza para observar a mi madre, ¿iba a callarse algo así en un momento así?

—Si dices eso es que Aerith no sabe nada de nada. Me lo imaginaba. ¿Sabías que naciste aquí, hija? —Intentó poner una expresión de pena que resultó grotesca—. Y viviste aquí durante muchos años. Éramos muy felices hasta que descontrolaste tus poderes, yo me fui y tu madre decidió irse de West Salem para tu seguridad.

—¿Qué?

No podía ser cierto, me acordaría si fuera así.

—Sí, Aerith. Naciste aquí, al igual que tus hermanas y al igual que yo. Yo nací en West Salem y me crié en la ciudad, viviendo una vida normal rodeado de mi mejor amigo, Joseph Lycaon. —Le guiñó un ojo al padre de Blake—. Todo iba bien hasta que apareció una chica de larga cabellera rubia que me fascinó, bueno, nos fascinó a ambos, ¿verdad, Joseph?

—¿Vas a contarlo todo? —gruñó el aludido.

—Y tanto que voy a contarlo todo, ¿tu hijo lo sabe? No creo, después de todo nos llevábamos bien con Carla y saber la verdad no sería agradable para él.

—Yo no nací aquí —interrumpí—. Me acordaría de esta ciudad y me acordaría de Blake si lo hubiese conocido.

—No si te han hecho un hechizo de magia élfica bloqueando esos recuerdos —rebatió Jake—. Sé que Camille lo habrá hecho, la conozco tanto para afirmarlo sin tener pruebas. Todos esos recuerdos de tu infancia están bloqueados, todos los relacionados con West Salem. Debe ser duro, ¿no? —se dirigió a Blake—. Que tu mejor amiga de la infancia, con la que pasabas casi todo el tiempo posible, vuelva y no se acuerde de ti y más aún con vuestras cosas de lobo extrañas. —Miré a mi madre con los ojos abiertos, ¿me bloqueó los recuerdos? ¿Por qué? ¿Por qué quería ocultarme tantas cosas?—. Continúo con la historia que parece que a Aerith le interesa mucho —se congratuló—. Conocí a Camille Ignis y me sentí atraído hacia ella de forma magnética. Más tarde supe que era porque era un hada, pero bueno, eso no es importante. Lo curioso fue que mi mejor amigo también se sintió atraído por la misma chica, pero más allá de una simple atracción. ¿Conoces las características de un hombre lobo, Aerith? —Al ver que no dije nada, siguió—. Ellos eligen a una pareja para toda la vida, a una persona que amarán pase lo que pase sin importar lo que suceda. Lo llaman mate. ¿Entiendes lo que quiero decir?

—¿Mamá es la mate del padre de Blake? —articulé.

No era una respuesta a su pregunta, eran más mis pensamientos en voz alta.

—Exacto. Pero Camille se enamoró de mí y Joseph tuvo que soportar perder al amor de su vida porque ella no lo amaba. Se casó con una de las lobas de la manada y tuvo hijos, eso era lo que esperaban del futuro alfa de la manada de West Salem. Era feliz —paró su relato para fijarse en el padre de Blake—. Lo eras, ¿verdad? Sé que llegaste a querer a Carla pero nunca de la forma en la que quieres a Camille, es un amor distinto. Te era suficiente ver cómo Camille era feliz conmigo, pero te debiste enfadar mucho cuando ella se fue de la ciudad, ¿verdad, Joseph?

—¿A alguien le interesa esta historia?

—A mi hija le interesa mucho, ¿ves su cara? Está intentando entender todo, siempre ha sido muy curiosa y odia las mentiras. Es por eso que voy a seguir explicando mi historia porque supongo que Aerith se debe preguntar muchas cosas y yo soy un buen padre que quiere hacer feliz a su hija.

»Al nacer en West Salem yo sabía que había criaturas sobrenaturales, la mayoría de personas que muestran un poco de interés lo acaban por descubrir. Sabía acerca de los hombres lobos, de los elfos, de las hadas y de los vampiros. Me maravillé con esas criaturas, con su inmortalidad, con sus poderes, con su posición en la cadena alimenticia... Y quise ser uno de ellos.

—¿Todo esto porque quieres ser vampiro? —interrumpió Gael—. Si quieres hago que uno de estos vampiros que te rodean te muerdan y acabas con toda esta mierda.

—Gael, Gael... —empezó—. No me interrumpas antes de tiempo que luego seguiré contigo. Además, yo no quiero ser uno más, si me transforma un vampiro normal seré uno común, uno más. Yo quiero más que eso. Yo quiero ser alguien como tú, Gael. Un gobernante.

—¿Qué? —pregunté.

¿Gobernante? No era posible. No... Gael no me hubiese mentido con eso.

—Aerith, ¿no te enseñó tu madre a no interrumpir a los mayores? Si es que no podía dejarla a cargo de tu educación... Volviendo a lo importante, quiero ser un gobernante, ser la mano derecha de Kier, que ya lo soy, pero quiero serlo como vampiro. Quiero que todos los aquelarres fieles a Kier me reconozcan como su siguiente soberano el día que Kier renuncie.

—Eso no pasará —volvió a interrumpir Gael—. Kier no va a renunciar.

—¿Por qué? ¿Porque el hada de fuego está empezando a enamorarse de ti? También siente algo por el hijo de Joseph. No me hagas hablar, Gael, no me hagas hablar.

—Habla —pedí, ignorando a todo el mundo. Necesitaba la verdad.

—Paciencia, Aerith, primero va mi historia —comentó y se relamió el labio inferior—. Quise ser un vampiro desde antes de casarme con Camille y vi una oportunidad cuando empezaste a desarrollar tus poderes. Tu madre estaba convencida de que serías un hada del aire, o una de agua como su padre, pero el destino me quería y me dio una gran oportunidad, fuiste un hada de fuego. El hada de fuego —remarcó con mucho énfasis—. La que los reinos de las hadas esperaban que naciese. No eran los únicos, ¿sabes quién más quería que nacieras? Dos vampiros. Uno de ellos está aquí y el otro es Kier.

—Estás mintiendo —murmuré al pensar que Gael estaba esperando mi nacimiento porque eso solo quería decir una cosa; que todo lo que había vivido con él era una mentira.

¿Él también me había usado?

—No miento mi querida Aerith. No lo hago —se rio de nuevo—. Camille nunca supo mis verdaderas intenciones. Me casé con ella por amor, sí, y tú eres el fruto de ello. No obstante, el poder era mucho más importante para mí, mucho más. Y tu madre lo notó. ¿Recuerdas el día que me fui?

—Sí...

—No es como recuerdas. No me fui porque tú desarrollaras tus poderes o intentases matarme, me fui porque tu madre me echó de casa.

—¿Qué querías que hiciese? —gruñó mi madre—. ¡Casi haces que se consuma por su propio fuego! ¡A tu hija! —gritó—. ¡La llevaste al límite!

—Te forcé a que usases tus poderes para ver todo lo que eras capaz de hacer siendo tan pequeña. Y al verlo lo tuve claro, si quería ser un vampiro gobernante tenía que usar a mi hija.

—Demostrando que no te importaba para nada —completó mi madre.

—Te equivocas, Camille, sí me importa mi hija, pero me importo yo más. Mataría a cada una de ellas si es necesario para obtener lo que quiero.

No entendía algo, ¿por qué mi madre no me dijo la verdad?

—¿Por qué, mamá? —susurré mirándola.

—Porque el recuerdo de tu padre era tan grande y lo querías tanto que no quería arrebatártelo...

—Tan preocupada por nuestras hijas, Camille... Has hecho tantas cosas por ellas, te fuiste de West Salem yendo a todo tipo de ciudades, intentando evitar el peligro. Sabías que mis vampiros os rastreaban pero siempre llegábamos tarde, siempre. ¿Cómo lo hacías? —se interesó—. ¿Quién te ayudaba? —no obtuvo respuesta—. Por lo que decidí esperar, sabía que tarde o temprano acabarías volviendo a West Salem, tenías demasiados buenos recuerdos en esta ciudad. ¿Qué te pidió Joseph para aceptar tu regreso?

—No sé a qué te refieres —negó mi madre.

—Sí lo sabes. Si Joseph era orgulloso cuando era adolescente lo debe ser más aún como alfa de la manada. Si volvías a West Salem querrías tener protección de él, ¿a cambio de qué? —preguntó de nuevo.

—Nada.

—Mientes. ¿Sabes lo bueno de ser considerado una persona importante en el mundo de los vampiros pese a ser humano? Que tienes espías en todas partes. Sé lo que te pidió, ¿lo sabe nuestra hija?

—No tiene que saberlo —lo cortó el padre de Blake—. Es algo entre Camille y yo.

—¡Y entre vuestros hijos! —exclamó de forma obvia—. Aerith, aquí tu querida madre aceptó un trato un tanto extraño para ti, aceptó un compromiso sin tener en cuenta tu opinión.

»Tú y Blake para la manada de lobos estáis comprometidos —explicó al ver que no decía nada—. Joseph decidió aprovecharse de la desesperación de tu madre y ya de paso tener al hada de fuego de su lado. Contigo podría desterrar a todas aquellas criaturas que no le gustasen de su ciudad. Sin contar que tendría un nieto híbrido de hada y lobo, ¿sabes lo que supondría eso? ¿El poder que tendría esa criatura? El poder es tan tentador... —Miré a Blake dolida, ¿él lo sabía? ¿Sabía que su padre me quería usar? ¿Sabía las intenciones reales de ese interés?—. Tu molestia es tan evidente, hija mía. Si lo noto yo que soy medio humano, tu amiguito Blake lo debe oler por las señales termoquímicas. Todo el mundo quiere usarte, Aerith. Todo el mundo. Incluso tu querido Gael, ¿verdad que sí? ¿Le has hablado de Carlin?

Procesar todo lo que estaba escuchando me era casi imposible.

Si no fuera porque no podía dejar de pensar en que tenía que salvar a mis hermanas de algún modo, el dolor por la traición sería horrible.

—Deja de jugar conmigo —pedí.

Por mucho que quisiera la verdad, no quería saberla de ese modo.

—¿No sabes la historia hija? Carlin fue un hada de fuego de hace 500 años que se enamoró perdidamente del vampiro aquí presente. Pero él solo quería usarla para derrotar a Kier y volver a tener el puesto que según él merece: ser el rey de los vampiros. Ha estado buscando a otra hada de fuego desde que Carlin murió consumida por su poder al estar encerrada. No es ningún vampiro cazador de vampiros, es solo uno que quiere tener el poder de nuevo.

»¿Sabes que todos los vampiros que te atacaron al principio fueron por orden suya? Él quería que confiases en él y esa fue su manera de conseguirlo.

Si tuviera mis poderes y no me hubiesen envenenado estaría totalmente descontrolada. Demasiada información en muy poco tiempo. Mi madre me había usado, el padre de Blake me había usado, Blake me había usado y Gael... Gael también lo había hecho.

¿Por qué? ¿Por qué toda la gente que me importaba quería usarme? Me sentí sucia, había matado a muchos vampiros que podían ser inocentes por una causa que no era la mía.

—¿Tenías que decírselo? —susurró mi madre—. ¿Qué ganas con esto, Jake?

—¿Ganar? Nada como tal, pero ver la expresión de dolor y traición en los ojos de nuestra no tiene precio. —Se encogió de hombros—. En fin, ahora que sabes toda la verdad nos vamos, Aerith. Kier está deseando conocerte.

—No pienso ir contigo a ningún lado, papá —remarqué la última palabra con mucha ironía.

Saber la verdad no me hizo más libre, solo hizo que quisiera estallar de rabia.

Pero no era el momento, tenía que encontrar una forma de solventar la situación.

—Y tanto que vendrás conmigo, no tienes opción. No dejas de ser humana ahora mismo y yo soy quien manda aquí.

Golpeé a uno de los vampiros que me estaban reteniendo y no fui la única que lo hizo, el señor Lycaon, Blake y Gael hicieron lo mismo.

Eso provocó una batalla en la que estaba en clara desventaja, al no tener mis poderes sobrenaturales, mis golpes ni eran tan fuertes como lo eran antes ni tan rápidos.

Una ráfaga de aire me sacó a un vampiro de delante y supe que mi madre me estaba ayudando. Quería que escapase.

—Vete, yo te cubro —me habló Gael acercándose a mí y protegiéndome de otro ataque.

—No pienso dejar a mi familia aquí.

—¡Es la única opción de que seas libre!

—¿Para qué? ¿Para que puedas usarme como a Carlin?

Mis palabras le molestaron, pero no hizo ningún comentario de ellas. No era el momento.

Por mucho que el señor Lycaon y Gael supieran lo que hacían, eran demasiados contra nosotros, no era suficiente.

—Bueno, esta tontería se acaba ahora —Al escuchar a Jake padre todo el mundo se quedó quieto—. Parad o la mato.

Hebe estaba retenida por él con un cuchillo en su cuello.

—Déjala —pedí, tragando saliva y acercándome a él—. Por favor.

—Si vienes conmigo dejaré ir a mi otra hijita sin hacerle daño.

—Iré contigo —acepté sus condiciones—. Solo deja a Hebe tranquila.

—Aerith, no lo hagas —dijo Blake que no había hablado hasta ahora—. Es lo que quiere, que vayas con él. Te va a usar.

—Como lo hacéis todos, ¿no? No voy a jugar con la vida de una de mis hermanas. Iré con él.

—Yo no te he usado, Aerith. Yo no sabía nada de esto y...

—Drama amoroso, qué tierno y a la vez de aburrido —interrumpió Jake—. ¿Vienes conmigo, Aerith? —Pasó el filo del cuchillo por el cuello de Hebe con movimientos exagerados haciendo que un pequeño hilo de sangre cayese por el cuello de mi hermana.

—Sí, ya he dicho que sí. Deja ir a Hebe.

—De acuerdo, la dejo ir. —Lo que no me esperaba era que en lugar de dejarla ir hiciera un gesto rápido con el cuchillo, cortándole la garganta. Los gritos de mi hermana me helaron, hasta que su propia voz quedó ahogada por la sangre y solo hubo silencio—. La he dejado ir —sonrió como un loco mientras observaba el cuchillo lleno de sangre, para luego lamerlo.

Y sin inmutarse, tiró al suelo el cadáver de Hebe.


Alba se va corriendo para que no la maten.. ¡Lo siento! Tenía pensada esta muerte desde el principio, es de vital importancia para el desarrollo de Aerith y para la saga.

¿Os lo esperabais? ¿Y lo demás? Os leo (aunque bueno, hago maratón y nadie comenta hahaha).

Muchos besos xx


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