Capítulo Trece
Que ese par de ojos hubiesen vuelto a aparecer después de muchos días solo significaba una cosa; me vigilaban. Los había observado lo suficiente para discernir que no eran ojos de animal, eran humanos, unos que estaban demasiado pendientes de mí y lo llevaban haciendo desde hace tiempo.
¿Por qué durante unos días habían desaparecido? ¿O es que habían estado ahí y no me había dado cuenta? ¿Quién me vigilaba? Y, sobre todo, ¿por qué?
El hecho de que los dos vampiros que me habían atacado tuviesen ese color de ojos, rojos, me hacía pensar que era un vampiro el que me vigilaba. Era lo más lógico. Sin embargo, había algo que no encajaba. Antes que me atacasen, no los tenían de ese color, eran distintos y yo... Yo no sabía qué significaban esos cambios de color o si era algo importante.
También tenía presente lo que me había advertido el señor Fitzgerald, el último vampiro que me había atacado no lo había hecho por casualidad, me había estado siguiendo para abordarme en el mejor momento.
Por tanto, si un vampiro ya me había rastreado, quizá esos ojos rojos eran de otro que también lo hacía y solo esperaba la oportunidad perfecta para atacar a mi familia o a mí. Quizá había captado que teníamos un olor distinto y por eso nos vigilaba, siendo yo la única que se había dado cuenta de ello.
—Has pasado mala noche, ¿me equivoco? —me saludó mi madre por la mañana al verme entrar en la cocina—. Tienes mala cara, eso solo ocurre cuando no duermes bien.
—Buenos días para ti también, mamá —murmuré y me senté en la mesa de la cocina para desayunar.
—Me preocupo por ti —se limitó a decir—. Tienes ojeras.
—¿Quieres saber la verdad? —espeté cansada—. Ya que si me dices que sí creo que no te va a gustar mi respuesta.
—¿Empezarás con alguna teoría de las tuyas? Porque si es así, no tengo paciencia tan pronto por la mañana. Deja que me tome un café, ya por la tarde discutimos todo lo que quieras.
—No son teorías —reproché indignada por su actitud defensiva—. Se suponía que no había peligro en esta ciudad, que era tranquila, y oh, ¡sorpresa! Me ha atacado un vampiro.
—No chilles —pidió mientras hacía un gesto con la mano para que bajase el tono de voz—. Febe y Hebe siguen durmiendo y no quiero que se enteren de nada.
—Tal vez lo mejor es que sepan la verdad, ¿no crees? Así no vivirán en la ignorancia durante casi toda su vida hasta que las ataquen, porque las atacarán. A partir de ese momento empezarás a contarles pequeñas cosas porque no vas a tener más remedio que explicarles la realidad, que no somos las únicas criaturas sobrenaturales que existen y que nos persiguen...
—Estás siendo injusta... —se quejó—. Lo hice para protegerte, Aerith. ¿Hubieras sido más feliz sabiendo que podías encontrarte con un vampiro? Sé sincera.
—Puede que no lo hubiese sido, en eso tienes razón —confirmé sus sospechas—. No obstante, hubiera estado más preparada para ello, no estaría cómo estoy ahora.
—Ni que estuvieras mal —apuntó y bebió un largo sorbo de su taza—. Nunca te he visto tan... —Se quedó callada, seguramente pensando qué palabra usar, porque por lo que la conocía, quería decir feliz, algo que no es cierto por mucho que se empeñase en creer que sí— viva. Esta ciudad te está haciendo cambiar, tienes amigos, antes no querías relacionarte con nadie.
—Ya sabes la razón de eso. Casi todo el mundo se acerca a nosotras porque somos hadas.
—¿Y qué ha cambiado esta vez? —quiso saber—. Porque seguimos siendo hadas, eso no cambiará.
—No lo sé... —reconocí y suspiré—. No sé qué es lo que ha cambiado. Lo más probable es que me haya cansado de estar sola. Tener amigos no está mal, ¿no? Y más aún, después de saber que pase lo que pase, no nos mudaremos. Pueden herirme de gravedad, desangrarme o cosas peores, pero no nos iremos de aquí.
—Yo no he dicho eso —negó y su voz tembló de forma sutil.
—¿Ah no? Si te hubiese dicho en otra ciudad que me habían atacado, ¿qué hubiera pasado? —Ante su silencio me quedó clara su respuesta, la misma que cuando se la pregunté hace unos días—. Lo sé, nos hubiéramos marchado, como siempre. ¿Qué tiene West Salem, mamá? ¿Qué es lo que no sé que te hace querer quedarte pese a que me hayan atacado?
—A veces huir no es la respuesta...
—¿En serio? —No me creía que ella hubiese dicho eso—. ¡Es lo que siempre hemos hecho! Huíamos para que no nos descubrieran y ahora... ¡Podría haber muerto!
Mi rabia no era solo por el hecho de que me estuviese mintiendo, también era porque parecía que lo que me ocurriese ya no le importase. Siempre decía que quería protegernos a las tres por igual, pero yo no tenía esa sensación...
—He dicho que no chilles —remarcó muy seria—. No quiero que las gemelas sepan nada.
—Sé que son pequeñas, pero yo no lo soy. Me gustaría saber la verdad, el motivo por el que West Salem parece tan importante para ti para no querer que nos vayamos.
—No hay una verdad absoluta. Solo me he dado cuenta de lo que he dicho antes, huir no es la respuesta. Establecerse en una ciudad, echar raíces, no es malo. Es lo mejor para vosotras tres.
—Mientes —manifesté como si nada—. Lo haces por mucho que digas que no y me engañas, no paras de ocultarme cosas para tu propio beneficio.
—Estás tan equivocada...
Podía ser, pero lo que yo le había ocultado a ella era con una razón, ¿decírselo cambiaría algo? No, no lo haría. Mi madre no cambiaría de opinión.
—Tenías razón, sin una buena dosis de café, yo tampoco puedo tener esta conversación.
Volví a mi habitación y me vestí con lo primero que encontré, lo más cómodo posible para pasear por el bosque. No me apetecía quedarme en casa y el único lugar en el que podía estar tranquila era ahí.
Salí de casa haciéndome notar, para que mi madre se diese cuenta de que me había marchado, y empecé a andar por el camino directo hacia el bosque.
—¿Aerith?
Detuve la marcha y me giré para encarar a Blake, que se había subido la visera del casco para mirarme a los ojos.
—¿Qué haces aquí? —gruñí.
—¿Y tú? —rebatió—. Yo estoy yendo a mi casa.
—Ah, muy bien, pues adiós.
—¿Quieres venir? —propuso—. Así empezamos las clases de defensa personal. Te iba a mandar un mensaje esta tarde preguntándolo.
—Sí, no estaría mal —acepté porque necesitaba alejarme lo máximo posible de mi casa.
—Bien. —Se sacó su casco y me lo ofreció—. No tengo dos ahora mismo, así que prefiero que lo lleves tú. —Me lo puse sin decir nada y me quedé callada, lo que no le pasó por alto—. ¿Estás bien? —preguntó una vez que ya estaba conduciendo.
—¿Por?
—Curiosidad.
—Estoy bien —contesté de forma seca—. Ahora conduce y calla, no quiero tener un accidente porque te has distraído al no estar pendiente de la carretera. Además, no llevas el casco, puedes hacerte mucho daño.
Noté cómo Blake se reía por el movimiento de su tórax, pero no dijo nada más, ni yo saqué tema. Me mantuve en silencio observando los caminos por los que íbamos, en ningún momento habíamos ido al centro de la ciudad o por sus calles, todo había sido cerca del bosque. Cuando detiene la moto me bajo de inmediato y observo mi alrededor.
Vivíamos muy cerca el uno del otro.
Ambos cerca del bosque, sin nada que nos pudiera molestar, se podría decir hasta que éramos vecinos.
—No sabía que vivías aquí... —dije mientras admiraba el paisaje—. De hecho, no te imaginaba en una zona así, con tanta paz.
—Bonito, ¿verdad? —sonrió—. Me encanta vivir aquí, no lo cambiaría por nada del mundo.— Cuando estaba a punto de responderle, la voz de un niño llamando a Blake hace que me detenga—. Estoy aquí, Will.
El niño se acercó corriendo y se frenó en seco al verme. No hacía alta que me dijeran quién era, por su aspecto era obvio, era el hermano de Blake. Compartían el mismo color de ojos, ese azul tan característico. Aunque la mirada del niño está llena de diversión y felicidad.
—¿Quién eres? —preguntó de forma directa sin dejar de mirarme—. ¿Debería conocerte?
—Will, sé educado —pidió Blake.
—Pero... —protestó—. Es raro.
—¿El qué? —ahora la que tenía curiosidad era yo.
—No le hagas mucho caso, es pequeño y dice cosas sin pensar.
—¡No soy pequeño! —se quejó—. Tengo nueve años, ¡soy mayor! —Sonreí al pensar en las gemelas, ellas también tenían esa edad—. Hueles raro —dijo frunciendo la nariz.
—¿Raro? —repetí sorprendida.
—Sí, diferente —asintió rápidamente.
—Will, déjalo. —Blake miró a su hermano como si estuviese haciendo algo que no debía.
—Huele parecido a unas amigas mías nuevas de clase. —Pese a la mirada de su hermano, el niño siguió hablándome—. ¿Es eso posible? —Y miró a Blake esperando una respuesta.
—Ve con mamá.
—¡No quiero!
—Blake, no me está molestando, no pasa nada.
—Tiene que aprender a no ser así con personas que no conoce. No está siendo educado contigo.
—Mis hermanas son iguales, no me molesta. —Me agaché para estar a su misma altura—. Te llamas Will, ¿verdad?
—¡Sí! —exclamó muy contento—. ¡Y tengo nueve años!
—Qué mayor —sonreí y sabía que con eso me había ganado al niño. Tenía la suficiente experiencia con mis hermanas para saber que si le decías lo que quería escuchar, acabaría diciéndote todo lo que le preguntases.
—Lo sé, ¿cómo te llamas tú?
—Aerith.
—¿Qué eres de mi hermano? Antes tenía una novia, o eso es lo que decían papá y mamá. A papá no le gustaba esa chica, siempre discutía con Blake por eso. Pero nunca la trajo aquí, no está permitido que...
—Suficiente —gruñó Blake—. Largo, Will.
—No quiero. Aerith me cae bien, es mi amiga.
—¡He dicho que te vayas!
Lo gritó tan fuerte que consiguió lo que quería, que su hermano se fuese corriendo con los ojos llorosos.
—No era necesario...
—Sé que no debería haberle gritado, pero... —De nuevo otra voz nos interrumpió, aunque esta vez no era un niño pequeño—. Papá. —A Blake le cambió la expresión, se puso serio de repente.
—¿Por qué Will se ha ido llorando? —quiso saber y parecía que no se había dado cuenta de que estaba ahí hasta que dejó de caminar y me miró—. Eres Aerith. —Parpadeé sorprendida, ¿cómo sabía mi nombre? Por mucho que le hubiesen hablado de mí, no podía asegurarlo con tanta solemnidad, era como si no hubiese dudado.
—Sabes el motivo —explicó Blake—. Había que cortar el tema en seco. Will estaba hablando de más.
—Hay maneras y maneras, deberías aprenderlo. Hay que ser diplomático y dar órdenes sin faltar el respeto o hacer llorar a los demás, menos aún si se trata de uno de tus hermanos.
—Papá...
—Lo sé, te entiendo, pero no son formas —remarcó y volvió a mirarme. No sé qué tenía esta familia con mirarme de ese modo tan extraño—. Un placer conocerte, Aerith. Ya me he enterado de tu... situación.
¿Situación? ¿A eso se le llamaba ahora que te atacasen? Y ellos no sabían que habían sido vampiros. ¿Cómo lo llamarían entonces?
Intenté no mostrarme sorprendida y sonreí con educación.
—El placer es mío.
Blake y su padre eran copias exactas, eso sí, con años de diferencia entre uno y el otro. Aunque la mirada del señor Lycaon era mucho más dura y expresaba algo que no sabría decir con exactitud.
Me sentía demasiado examinada, y no me gustaba. Quizá me precipitaba, pero no me había dado buenas sensaciones.
—¿Le has enseñado el sitio?
—Acabamos de llegar, papá.
—Que no se te olvide pedirle perdón a tu hermano —recordó.
Hizo un gesto de cabeza para despedirse y se fue tal y como había aparecido, sin dejar rastro. Por la expresión de Blake no le habían gustado esas interrupciones y se había sentido incómodo.
—Lo siento, creía que no nos molestarían, pero me equivocaba.
—No te preocupes, mi familia también es... especial.
—No es lo mismo, solo tienes dos hermanas. No puedes compararte conmigo —dijo riendo.
—¿Cuántos hermanos sois?
—Seis, bueno, en realidad ocho.
—¿Es eso posible?
—Mi madre está embarazada y espera mellizos —se encogió de hombros—. Es posible.
—Familia numerosa... —verbalicé lo obvio para evitar el silencio.
—Sí, toda mi familia lo es. Tengo diez tíos por parte de padre, así que no es extraño para mí tener tantos hermanos, me gusta de hecho.
—¿Eres el mayor?
—Sí. El mayor de los seis, casi ocho.
—¿Puedo preguntarte algo? —No puedo obviar lo que ha dicho antes Will. Ha hablado de Lydia y de algo que no me esperaba, que aunque fueran novios, ella nunca había venido aquí, a su casa.
—De hecho no has parado de preguntar cosas desde que has llegado, Aerith —bromeó—. Pregunta.
—Es sobre lo que ha dicho tu hermano Will...
—¿Lo de Lydia? —se anticipó a lo que asentí—. Déjalo, es pequeño y no sabe lo que dice, se hace sus películas y sus historias. Es pequeño.
—Blake, no quiero más mentiras en el día de hoy —pedí en un susurro—. He tenido suficiente con mi madre. Si no quieres contestar solo di eso, que no quieres decírmelo, pero no me mientas, por favor.
—De acuerdo —accedió—. Lydia nunca ha estado aquí, nunca la he invitado. Siempre nos veíamos en la ciudad o en su casa. Tampoco veníamos al bosque.
—¿Por qué? Si no recuerdo mal tuvisteis una relación más o menos larga.
—Eso ya no puedo decírtelo, lo siento.
—¿Por?
—Acabas de decir que no quieres que te mienta, no lo estoy haciendo. Te he contestado la verdad, no puedo decírtelo.
—De acuerdo...
—No pongas esa cara —dijo con una sonrisa y cambió de tema—. ¿Preparada para que te dé una paliza?
—Eso es muy distinto de cómo ofreciste enseñarme. Recuerdo que dijiste que no me pegarías si no hacía falta, que eres todo un profesional.
—Estoy bromeando —admitió y lo vi distinto, muy relajado y tranquilo—. No te haría daño, Aerith. Nunca te haría daño. ¿Preparada?
—Tampoco tengo otra opción, ya estoy aquí...
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top