DECEPCIÓN
María me presentó al llegar a casa de la familia de Yolanda.
—Ella es Angélica y se parece a mí en lo bonita ¿Verdad, Yolanda?
— ¡Hola, Angélica! ¿Cómo te trataron en el cruce? Tú eres más bonita y valiente que María.
— ¡Hola, señora Yolanda! Bien, gracias.
María le regresó las llaves de su auto.
Miré a mí alrededor analizando la casa que es chica pero acogedora, hay dos puertas al fondo y supongo que son habitaciones, un pasillo no muy largo con plantas a los lados, una puerta en medio y seguramente debe ser el baño. La sala es amplia y muy bonita decorada con muebles elegantes al igual que las mesas de cristal con dorado en las orillas y sobre ellas unas fotos familiares donde conocí a dos niñas rubias sonriendo, continúe mirando a la cocina pequeña con desayunador y el comedor de frente a la sala, justo donde dormiríamos.
Realmente no cabíamos en esa casa, su amiga debía apreciarla mucho para permitirle quedarse en su pequeña casa y alterar la forma de vida no solo de ella sino de su familia. Mi hermana interrumpió mis pensamientos... Kristell dormía como angelito en un pequeño colchón de cuna que estaba en el piso.
—Angélica, ve a darte un baño porque ya nos tenemos que dormir y apestas horrible.
Me acompañaba al baño mientras me lo decía y hacía sentirme muy triste. Me desvestí apresuradamente con asco y aventando mi ropa en el cesto de la basura, puede ver manchas de sangre. Jamás podría volver a usarla, detesto el color amarillo de esa blusa, nunca más usaré ese color.
Abrí la llave del agua caliente y dejé que el agua corriera por todo mi cuerpo frotando cada aparte de mí, anhelando borrar la saliva, las huellas que me ensuciaron dejando cicatrices, borrando cada parte de mi cuerpo que recorrieron sus labios, como su lengua, seguí frotando cada vez más fuerte con mis uñas mientras recordaba mi violación.
Mis lágrimas se confundían con el agua, continúe frotando mi piel blanca, que hasta este día fue virgen. Mi piel empezó a ponerse roja, marcada como había quedado mi cuerpo por el resto de mi vida.
Miré una navaja de afeitar en la parte de arriba de la ventana y sin pensarlo un segundo la tomé entre mis manos, en ese momento escuché llorar a Kristell y me detuve de hacer una locura por la ilusión de verla y abrazarla.
Quería matar mi dolor de tajo, quería no sentirlo más, ni angustia, ni frustración, ni miedo, no quería vivir mi infancia como una niña traumada, pero mi bebita hermosa me detuvo sin saberlo. Fue la primera vez que pensé en suicidarme.
Me quedé sentada en la tina no sé por cuánto tiempo, hasta que María tocó la puerta.
—No es para tanto, ya salte, ven a descansar.
—Sí, ya voy a salir, gracias.
Me vestí con ropa de la hija de Yolanda que generosamente me regaló al no llevar ningún cambio mío y me fui a dormir al piso de la sala con mi bebé, ella me sintió y abrió sus hermosos "ojitos rasgados" me puso sus manitas en mi cara, le di un besito abrazándola conmigo y así nos dormimos.
Desperté de madrugada asustada, aterrada, sintiendo los labios de ese desgraciado, sus asquerosas manos bruscas, torpes, sucias aventándome al suelo, reviví todo lo sucedido en segundos. Fue como si hubiera sentido la fría navaja en mi cuello, no quiero pensar ni recordar porque necesito superarlo ¿Cómo voy a lograrlo? No, lo sé, pero debo hacerlo, entonces recordé a mi hermanita Claudia... Me sentí angustiada ¿Cómo podría avisarle que no hable con extraños? Como le digo que se cuide de ese hombre si lo llega a ver cerca de casa, no lo conoce, no tengo ni su nombre, no puedo decir nada de lo que me hizo para que no le haga daño a ella también.
Vi el amanecer sentada en el piso preocupada, poco a poco se fueron despertando todos, nosotras fuimos las primeras para levantar las cobijas y dejar pasar a la cocina y comedor a los dueños de la casa.
Yolanda salió primero para preparar el desayuno, después su esposo que nos dijo con su voz ronca y fuerte.
— ¡Hola! Me llamo Mario.
Yo solo sonreí retirándome de él al sentir miedo, es un hombre alto, muy alto. Robusto y con una singular barba negra como sus ojos que expresan mal humor y pocas ganas de ser amable. Tal vez era mi miedo por lo sucedió que así lo veía. Al poco tiempo salieron dos niñas rubias muy lindas como Yolanda.
— ¡Hello!
Me dijeron sonriendo y la menor dijo:
—Yo me llamo Lizet ¿Y tú?...
—Angélica.
La niña mayor solo me miraba y yo a ella, hasta que al fin habló.
—Soy Brenda y ojaló no seas aburrida como te ves Angélica.
—Brenda, no seas grosera.
Le llamó la atención su padre. Se despidieron y todos se fueron juntos dejando un desorden en la cocina y comedor, pero María no se fue a trabajar, que raro... Tal vez hoy descansa.
— ¡Ven, Angélica! tráeme a kristel, vamos a lavar porque hoy o mañana nos vamos de aquí a otra casa más grande.
— ¿Porque?
—Yoli tiene problemas con Mario, él tiene un carácter muy fuerte y no quiero que vayan a tener un problema más grave por estar nosotras en su casa. Además aquí está muy chico y no hay espacio suficiente, no hay patio para salir a pasear a Kristel y jugar con ella.
—Qué bueno, eso quiere decir que... ¿Nos vamos a casa con mamá?
—No, ja, ja, ja que tonta eres, acabas de llegar y ya te quieres regresar, ¿Cómo crees? No es tiempo de regresar porque Jorge aún no me busca.
— ¿Le podemos llamar a mamá?
—Yo creo que sí, más tarde le pregunto a Yoli si nos presta el teléfono.
Volvíamos a casa cuando vimos que venía Yolanda "llorando"
—Quédate aquí con Kristel voy a ver qué le pasa.
Más tarde llegó un auto rojo del que bajó un hombre alto y delgado, de cabello muy chino.
— ¡Hola, Kristel! ¡ahh! tú debes de ser Angélica ¿Verdad?
—Sí, yo soy, pero no lo conozco. ¿Cómo sabe mi nombre?
—Ya lo sé, pero yo a ti si porque María me hablado mucho de ti y no ha exagerado al decir que eres bonita. Tienes ojos hermosos como tu cabello, mira nada más que largo.
Se acercó para acariciarlo y retrocedí inmediatamente asustada jalando un mechón de sus manos, él lo notó.
—No, no me tengas miedo, ya me vas a conocer cuando vivas en mi casa y con mis padres en un rancho muy lindo.
— ¿Y tienes caballos?
—Claro, patos y gallinas. Vengan, vamos por sus maletas. Yo soy Víctor el hermano de Yolanda
Entramos a casa y abrazó a Yoli sin extrañarse al verla llorar.
—Cuando tú quieras cambiar tu forma de vivir hermana esto terminará, cuando quieras dejar de sufrir vas a denunciar a tu marido, yo no puedo hacer nada por ti, solo tú puedes hacerlo. Mario no va a cambiar, la solución está en tus manos y no tardes mucho por el bienestar de tus hijas y por ti. ¿Estás de acuerdo María?
—Sí, Víctor.
—Yo vine por María y las niñas porque ya hablé con nuestros padres y están de acuerdo en recibirlas ahora mismo en nuestra casa.
—Angélica, trae la ropa de la secadora.
—Sí, María.
Volví y ya estaban subiendo las últimas maletas al auto.
— ¡Listo, vámonos mis mujeres bellas!
—Nos vemos Yoli, muchas gracias por tu hospitalidad.
Al escuchar a María agradecerle a su amiga yo hice lo mismo mientras subía al auto.
—Gracias, nos vemos pronto.
Nos marchamos de esa casa, el tiempo pasaba lento o era muy lejos a dónde íbamos. Abracé a Kristel que empezaba a aburrirse e inquietarse, ya teníamos más de 30 min en carretera cuando por fin se quedó dormida en mis brazos porque aun no tenía su porta bebé.
—Ya falta poco. ¿Estas enfadada, Angélica?
Víctor me preguntaba mientras me veía por el espejo retrovisor.
—No, ¿Cómo se llama a dónde vamos?
—El cajón, es en las montañas. Allí les voy hacer columpios para que no se enfaden. No puedes hablar con nadie, nadie debe saber que estas ilegal en este país Angélica, debes ser muy cuidadosa.
—Está bien, Víctor.
—No debes contestar el teléfono, ni asomarte por las ventanas, siempre deben estar cerradas al igual que las cortinas, al menos solo por un tiempo mientras mamá va a divulgar a los vecinos que sus nietas se vendrán de vacaciones con ella. Después podrán salir al patio cuantas veces quieran, el fin de semana las llevo de compras porque ya me dijo tu hermana que no tienes ropa.
—No gracias, mamá me puede mandar mi ropa.
Ellos sonreían a carcajadas al escuchar mi respuesta inocente.
—No te puede mandar nada. Ya te dijo Víctor que te vamos a comprar ropa.
¿Porque tendría que comprarla él y no mi hermana?
Por fin llegamos al rancho que es muy grande el terreno como se ve la casa, Kristel despertó justo a tiempo, le mostré los animales y se reía feliz moviendo sus manitas emocionada, los patos volaban entrando y saliendo del estante.
—Mira aquel café !Qué lindo!
Le gritaba emocionada a Kristel mientras se lo señalaba con mis dedos. Ella estaba feliz de verlos y algo extrañada, solo manoteaba de felicidad.
— ¡Allá están los caballos! —Grité emocionada— ¿Podemos ir María?
—Sí, pero con cuidado.
Abracé a mi bebé de lado a mi cintura y con la otra mano les llevamos alfalfa, nos reíamos a carcajadas por su forma tan curiosa de masticar, caminamos más adentro y vimos conejos de todos los colores corriendo y comiendo felices, eran blancos, cafés, grises, negros y uno como dorado.
—Vengan niñas, entremos a casa.
Nos llamó María.
— ¡Qué lindo está aquí! Estamos maravilladas kristel y yo.
No me prestó atención y entramos a la casa que fui recorriendo con la mirada. Hay una sala enorme con grandes ventanales enfrente con una vista espectacular al jardín, a los árboles, a los animales, con una alfombra peluda en color café oscuro.
—Ven, Angélica. Ellos son los papás de Víctor y Yoli... El señor Johnny y la señora Mary.
— ¡Hola!
—¡Aló!
Respondió el señor Johnny. Él es un hombre alto, calvo y gordito, usa anteojos y se ve que le agradaban los niños, parecían felices ambos porque estábamos allí. Ella es morena clara, chaparrita con una mística mirada que a mí me daba miedo.
— ¡Que bonitas son las tres Víctor! —Exclamó gustosa la señora Mary— Vengan niñas porque les voy a dar un dulce ¿Quieren?
—Sí, señora Mary.
Respondí contenta me dio una paleta de chocolate y a Kristel un caramelo de colores.
—Las voy a llevar a mostrar su habitación a las niñas, bueno a Angélica ¿Puedo?
Le preguntó María y a Víctor
—Sí.
Víctor fue quien respondió.
—Espérame María, les voy a mostrar la casa a Angélica y ahorita cenamos. —Caminé detrás de ella—Aquí es la cocina, la sala ya la conocieron.
Caminamos por un pasillo algo ancho y María nos siguió.
—Esta es mi habitación. —La señaló sin abrir la puerta— A la derecha es la de mi esposo Johnny, hay un baño en medio y enseguida otra habitación que es la de Víctor.
Sin abrir ninguna de esas puertas. Seguimos caminando hasta topar con otra puerta.
—Acá estará su casa.
Abrió la puerta y era un espacio bastante grande, era como un departamento dentro de la misma casa con una cocina pequeña pero linda con un comedor de cristal. Yo corrí a ver a través de una puerta corrediza de vidrio y me maravillé con la vista al jardín, flores, árboles, césped. Camine por un pequeño pasillo y había una puerta que abrí sin pedir permiso, era nuestra habitación muy grande, tiene televisor, un radio-alarma, estaba algo oscuro porque las cortinas estaban cerradas y así debían permanecer. Regresé sonriendo y vi otra puerta de frente a la habitación y la abrí para descubrir que era nuestro baño no muy grande pero hermoso.
—Ya es tarde, vamos a cenar.
Llegamos a la sala mientras yo iba pensando que la casa es muy linda y grande, solo me sorprendió una puerta que vi y ella no mencionó que había allí dentro, en ese justo momento que pensaba esto ella dijo:
— La puerta que no les mostré así debe permanecer Cerrada.
Llegamos a la mesa para cenar pero yo no tenía apetito.
— ¿Puedo irme a la habitación?
—No... Es de mala educación Angélica que te retires sin cenar. —María respondió.
—No la obligues a comer si ella no quiere, debe estar cansada. —Intervino Johnny en mi favor.
—Gracias señor.
—Solo dime Johnny.
— Está bien.
—Llévate a Kristel a dormir. —Me dijo mi hermana.
—Gracias, buenas noches.
Me retiré y caminé hasta nuestra habitación, Kristell se durmió inmediatamente, también estaba cansada, estando en la habitación noté que solo hay una cama ¿Y María dónde va a dormir? Ella tiene que dormir con Kristel es su bebé y sin dudarlo tomé una cobija para recostarme en la alfombra. Me daba miedo que el bebé se cayera pero la puse de lado y con una cobija por un costado.
Tenía sueño pero no podía dormir, pensaba en mi hermanita Claudia, en mamá, en Luigi ¿Que habrá pensado de mí? ¿Me extrañará? Ya no podré verlo a los ojos ¿Qué tal si se da cuenta de lo que me pasó? Ya no me va a querer, creo que olvidarlo será lo mejor.
Me despertó el llanto asustado de Kristell ¿Y María dónde está? Miré el reloj y ya era tarde, la abracé arrullándola y cantándole una canción, la dormí de nuevo, la recosté y salí a la cocina a preparar su biberón, se despertó de nuevo y estaba algo caliente, (siempre me pasaba y le quemaba su lengua) así que le canté de nuevo haciéndola reír en lo que se enfriaba el bibi dentro de un vaso con agua fría.
Se tomó su biberón y volvió a dormir, ya por la mañana le encendí la televisión y le puse caricaturas, fui a la cocina para hacerle una avena que le encanta de manzana con canela, desayunábamos cuando llegó María, (Muy feliz por cierto) ¿Que acaso no sufría?
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top