Viaje tedioso
«Blanco es intrínseco de nieve», alguna vez lo había escuchado en algún lugar, y ahora es un pensamiento recurrente al ver el blancuzco paisaje de un bosque nevado, durante nuestro viaje en la carretera. Lo que me hace pensar la veracidad de tal idea. ¿La nieve es blanca en realidad?, quizá así se vea a la distancia, pero dudo que sea totalmente pura. Es decir, debe ser igual de sucia que la lluvia, y al verla, lo primero que nos imaginamos es un color gris.
Al viajar en automóvil, mi mente se llena de estas inútiles ideas, cuya única finalidad es hacerme pasar el rato. Con audífonos en mi cabeza y música de todo tipo. Que me ayude a ver el mismo paisaje pasar frente a mi ventana una y otra vez, desde distintos puntos de vista. Por ejemplo: si estoy escuchando alguna canción melancólica, suelo imaginarme de pie en la nieve, viéndola caer, quizá con un gran abrigo en el que trato de esconderme, presa de mi propia tristeza. En caso contrario, si escucho algo de metal pesado, la nieve pasa a tornarse roja, como una matanza de invierno, donde me encuentro de pie, con mi chaqueta manchada de sangre, y una gran motosierra, cazando campistas. O puede que épica, donde vestido con piel de lobo, el viento recorre mi cabello y la brisa se desvanece hasta un gran castillo sobre un monte.
A veces el héroe, a veces el villano. Estampado en la ventana con mi rostro inexpresivo, viendo como nos sigue el sol, casi estático, mientras los arboles se despiden desde la cercanía, pasando a toda velocidad. Retomando el tema del sol, ¿alguien alguna vez lo ha visto moverse?, es decir, con una cámara puesta a velocidad super rápida, seguro sí. Pero pareciera que el sol no se moviera nunca, simplemente te descuidas un segundo y se mueve a otro lugar, para desorientarte. Lo mismo con la inmensa luna, distante, y con las mismas extrañas y molestas costumbres que el sol. Se podría decir que las estrellas hacen lo mismo, pero sería falso. No son las mismas las de hoy, como las de hace años. Finalmente son un retrato del pasado y este suele cambiar al presente.
—¿Ya llegamos? —Una pregunta de mi hermana. Arrastrada, molesta, cargada con una gran cantidad de aburrimiento y piedad. Sin duda alguna, bastante ingenua. La obviedad de tal pregunta es intrínseca a la estúpida respuesta.
—Veamos, si eres tan lista deberías saberlo, ¿ya llegamos? —Una respuesta más creativa que un simple: no. Mi padre, que se encuentra al volante, es un hombre de pruebas, firme creyente del método científico. No le gustan las obviedades, ni redundancias, y aún menos los berrinches injustificados. Su nombre es Ammiro, aunque su apariencia pueda parecer la de un nórdico muy severo, en realidad es tan barco, que flota en hidrogeno. Bastante amable, despreocupado y aventurero. Con un gran parecido a mí, o ¿será que yo me parezco a él? Cabello castaño claro, ojos avellana, barba larga y piel albina.
—No, no hemos llegado. ¡Ya!, fin de la discusión. —No es de sorprender la intrépida intervención de mi madre. Sabe lo que va a suceder, aunque me gustaría decirle lo torpe que es tratar de evitarlo. Una vez comienza no se le da fin tan fácilmente. Ella es Inna, una mujer estricta y poco flexible. Justo lo contrario a Ammiro. Suele tomar las decisiones que no le corresponden, y entrometerse en casi todo lo que esté en sus manos. En ocasiones, suele sentir que solo ella puede darle una solución a los problemas y subestima a la mayoría de los que la rodean. No cree en las pruebas, y es más del tipo religioso. Ese carácter, combinado con su belleza, le han hecho ganarse el apodo de «Rosa negra», ya que su cabello largo, y ojos, son negros.
—¡Sí, ya llegamos! —Como dije, imposible de evitar. Mi molesta hermana menor es de una actitud muy similar a la de Inna, incluso se le puede llamar la perfecta heredera de su apodo y legado. Su nombre es Cattiveria, y tiene un aspecto similar a mi madre, aunque sus ojos son de color avellana. Suele usar a las personas y aprovecharse de su ya bien conocida belleza para obtener cualquier cosa que desee, evidentemente de sus pretendientes. No es de extrañar que aparezca con un celular nuevo cada mes, y diariamente haya ramos de flores en el bote de basura. Su almacén de chocolates es prácticamente ilimitado y tiene una caja entera de cartas para quemar que se han ido acumulando por falta de tiempo para incinerarlas.
—Bien, entonces ya llegamos. Bajen sus cosas. —Ammiro detiene el automóvil, sale y abre la cajuela, Cattiveria le sigue y recoge sus cosas. Ambos, en una extraña forma de pelea y berrinche, caminan por la congelada carretera, que se encuentra ligeramente empinada pues estamos subiendo un monte. Esa es la forma en la que nuestras peleas se resuelven, al menos con Ammiro. Si crees tener la razón, haz de demostrarlo, y en esta ocasión, aunque es obvio que no han llegado, Cattiveria defenderá su punto caminando hasta el destino. Con Inna las cosas son distintas, ella simplemente toma el primer objeto que tenga a la mano y lo lanzará contra ti, así hasta que aceptes estás equivocado, te disculpes y ruegues su misericordia, antes de tomar el cinturón con clavos.
—¿También harás el ridículo, o te quedarás aquí? —pregunta mi madre, que toma el lugar del piloto y continúa el camino en automóvil. Son varios minutos monte arriba, seguro mi padre y estúpida hermana no llegarán hasta la noche. Prefiero mantenerme en el cálido automóvil y seguir el camino, aún sea en compañía de Inna.
Al principio, considero seriamente el irme, incluso yo solo. Ya hemos hecho un viaje muy largo y si algo es cierto, es que mi madre no es la mejor persona con la cual estar a solas. Es muy dada a ser realmente amable y hacer que todo el mundo disfrute de todo. Por esa misma razón no me dejaría fuera de esta obra teatral, y de alguna forma tenía que involucrarme. Es de esas personas que tienen la terrible costumbre de hacer las peores conversaciones en los momentos menos adecuados.
—¿Qué tal está tu relación con Emma? —Y ahí va. Durante un momento, realmente estoy pensando en abrir la puerta y tirarme con el automóvil en movimiento. Nada puede valer una conversación con mi madre, ni una cena, ni ver a mi familia, nada.
Recordarme a mi exnovia no es lo peor de todo, en realidad, lo peor es que a ella no le importa ni ella, ni yo. Lo que le interesa, era nuestra relación. Emma es hija de un adinerado hombre de negocios, y mi familia es bastante conocida, con relaciones por todos lados. Una unión de ambas familias resultaría en un negocio fructífero, y sin duda interesante para ambas partes. Excepto Emma y yo.
Inna solía encerrarnos en mi habitación cuando Emma venía de visita. De una forma nada discreta, dejaba uno de mis cajones medio abierto, con condones a la vista. En una ocasión tomé los condones y los rellené con agua, solo para darme cuenta de que tenían múltiples agujeros, es decir, los había roto con una aguja, para hacerlos inservibles.
Pero Emma no estaba interesada en mí, no soy el tipo de chico que suele ser popular, ni tampoco el más guapo. Aun así, estaba conmigo a regañadientes, tanto de su padre como de mi familia. Además, ella sí que estaba enamorada de alguien, y esa persona, resultó ser mi mejor amigo. Por lo que, durante mucho tiempo, simplemente me usó para acercarse a él, hasta que un día hace unos meses, ambos desaparecieron. Yo, ya sé que huyeron, a vivir una emocionante historia de amor juvenil, llena de desilusiones, embarazos no deseados y posibles infidelidades en el camino.
Lo peor de todo, no es que pudiera contraer alguna enfermedad venérea por culpa de mi madre y sus condones adulterados, o que ella se fuese con mi mejor amigo al fin del mundo. Lo peor, era que me había enamorado de ella, y en conjunto, todo lo anterior solo es una serie de desafortunados desastres, que me ocurren a mí.
—Se fue, seguro lo recuerdas. Estabas muy al pendiente —respondo, de mala gana, desganado y cortante.
—Pero, eran tan cercanos. Seguramente hiciste algo muy mal —No me esperaba algo distinto. Si algo sale mal, no es su culpa, ni de nadie más, es la mía por eliminación. Y como dije antes, ella no es de pruebas, simplemente basa todas sus decisiones en lo que piensa o considera correcto, es decir, casi nada. Busca culpables, siempre lo hace, y una vez los juzga, no los deja en paz—. Tanto dinero que gasté en condones para que no usaras ni uno. Seguro se fue por eso, no pudiste hacerla mujer.
Arcaica, de ideas antiguas, y a mi parecer, un ser insufrible. Es mi madre, debería amarla, pero ella no genera esos sentimientos en mí. Durante un rato estuve pensando en qué contestarle, algo como «¿Te refieres a esos coladores de látex?», o «Te los regalo, puedes usarlos con su padre, quizá un hijo en común, una a ambas familias», y «Sabes, dicen que el sida no es tan malo, si quieres te acompaño a la esquina». Pero prefiero dejarlo así, no gano nada respondiendo, es mejor mantener el silencio y ponerme mis audífonos, para no escuchar nada más y esperar hasta llegar al destino. Inna responde de la misma forma, no continuará hasta que yo lo haga, pues pelear sola no le resulta satisfactorio, y eso le molesta.
El único consuelo en mi hogar es mi perro, Canne. Un Golden Retriever, hermoso, que he cuidado desde pequeño. Curiosamente no es un regalo de mis padres, es un regalo que me hizo hace años mi tío Frodde. Un sujeto extraño, y aún más cuando resulta ser hermano de Inna. No son nada parecidos, pues Frodde es lo más cercano a un diablillo, mientras mi madre se parece más a una madre superiora con pintas de dictadora.
Este viaje es para pasar la navidad en su hogar, bastante alejado de casi cualquier ciudad. Lo más cercano es un pueblo muy pequeño. Se encuentra en lo alto de este mismo monte, al cual ya hemos llegado. Una reja de acero oxidado, rodeado de plantas es nuestra carta de bienvenida, seguido de un gran patio descuidado y una fuente mohosa sin funcionar. Al fondo, una gigantesca mansión bastante descuidada, con un sobresaliente color esmeralda en cada detalle, sin mencionar los yerbajos que crecen en las paredes.
Inna estaciona el auto en la entrada. Despierto a Canne, acostado en mis pies, y ambos bajamos. Debido al largo viaje, sale corriendo de inmediato a oler cada sitio con una alegría apenas entendible, hace del baño en el árbol indicado, y sigue explorando el resto. Mientras tanto, abro la cajuela y tomo mis maletas. El silencio se conserva, no es tan raro que siempre lleguemos a cualquier sitio y haya ocurrido una discusión o pelea en el camino, en realidad, se puede considerar una nada gustosa tradición.
Frodde, un tipo alto y desaliñado, treintañero, de ojos verdes y cabello negro. Nos espera portentoso en la inmensa puerta principal, vestido con una larga gabardina esmeralda y un esmoquin negro por debajo. Al verlo, tú primera impresión es la de un lobo, muy astuto, y esa es la mejor descripción para él. Esa gigantesca mansión y su fortuna, no la amasó con años de arduo trabajo y noches en vela. Nada similar, en realidad, la obtuvo con estafas, engaños y hurtos inteligentes, haciendo que obtuviera todo eso, sin sufrir ni un solo castigo.
—¡Danniel!, que bien te ves amigo, cada día más grande. Seguro eres todo un rompecorazones ¿cierto? —Amable, al menos lo finge. Con cierto carácter pícaro y ocurrente, sin filtro alguno.
—Gracias, es un gusto verte también —respondo cordialmente.
—¿Eso es todo?, ¿ninguna adulación para mí? Me he vestido elegante, me bañé, y me atrevo a mentirle a mi sobrino favorito, para recibir una hipócrita respuesta que ni tú mismo te crees. ¿Te parece justo? —dice, evidentemente en broma, o quizá no tanto. Es cierto, yo no soy cordial, me atrapó allí.
—¿Tú? ¿Mentir?, para nada, si en este mismo momento no me has estafado porque no tengo nada que perder —respondo, estrechando su mano con fuerza, ambos sonriendo. Esto es lo que podemos llamar, un típico saludo familiar.
—Espera, cuando lo tengas, lo habrás perdido antes de obtenerlo, créeme —Soy consciente de eso, viviré en la miseria, siempre que el tío Frodde esté cerca—. Vennus está dentro, les enseñará sus habitaciones.
Al entrar, simplemente el recibidor es tan grande como mi habitación, con dos pisos, y elegante. Un gran candelabro de oro cuelga majestuoso del techo, mientras la habitación se divide en dos escaleras que suben a los dormitorios y una puerta de cristal por en medio que lleva a la sala de estar. Siendo sincero, esperaba que la mansión fuera más tétrica, pues su aspecto por fuera no le favorece, pero una vez dentro, es bastante cálida, armoniosa y acogedora. Admiro la belleza de cada detalle, cada decoración. Hasta que, bajando por las escaleras, me distraigo con algo que realmente no me esperaba. Vennus, en un entallado vestido esmeralda, que combina perfecto con sus ojos del mismo color, cabello largo y oscuro, una figura perfecta y sin duda alguna, un rostro envidiable. Para tener diecisiete años, se ve de veintiuno. En ocasiones, presiento que, de no ser primos, ella se encontraría a una galaxia y media de distancia, tan lejos que no hablaríamos, ni nos conoceríamos.
—¡Danniel! —grita alegre, mientras baja lo más rápido posible para abrazarme con fuerza. Es más pequeña que yo, pero con sus zapatillas de tacón alto, está de mi estatura. En el abrazo me siento realmente apretado, pues tiene un gran busto, y yo trato de mantener la postura, sin tocar de más. Y pensar que hace años, ella y yo éramos tan unidos, cuando vivía cerca de mi casa. Quizá, demasiado. Nuestra relación era de lo más natural para nosotros, pero bastante escandalosa si alguien más lo veía en perspectiva, y es que ahora que he crecido, entiendo las razones, aunque de niño apenas las notaba.
Tiernos e inocentes juegos infantiles, que una vez creces, ya no son tan inocentes. Cosas como jugar al doctor, parece algo incluso lindo, de no ser que en ocasiones yo era su ginecólogo. O jugar a la familia, adorable, el único problema era que nos tomábamos el papel de mamá y papá muy en serio. Al llegar a casa, ella me besaba y me hacía una serie de preguntas que apenas puedo recordar, cosas como: ¿Prefieres cenar, o prefieres bañarte, o quizá me prefieras a mí?
Al igual que su padre, no tiene filtro alguno. Hace lo primero que se le viene a la cabeza, y no piensa si es correcto o no, en realidad, parece ni importarle ese simple detalle. Una vez jugábamos en el patio cuando comenzó a llover. Ambos subimos a la casa del árbol, donde ella comenzó a desnudarse para dejar secar su ropa. Yo, pude verla totalmente desnuda durante un buen rato, hasta que le presté mi chamarra que no estaba tan mojada. Eso se vería raro, incluso para niños pequeños, el problema es que ella ya tenía trece años cuando ocurrió. Y se desarrolló mucho más rápido que el resto de las niñas de su edad. Quizá su confianza en su primo más pequeño hacía que se contuviera incluso menos.
—¡Vamos te mostraré tu habitación! —dice en voz alta, pero mientras subimos las escaleras, se acerca a mi espalda, y con voz sensual me susurra al odio—. O podemos jugar al doctor en mi habitación.
Como dije, sin filtro. Es muy típico de ella jugar con su sensualidad y ponerme nervioso. A este punto, ya debería ser inmune a sus juegos, pero no es así. Hasta ahora, la única chica con la que he estado fue Emma, y la historia ya la he contado, es decir, no suelo pasar mucho tiempo con mujeres. Soy bastante débil ante sus encantos, normal a mi edad, y fácilmente me avergüenzo, cosa que no ayuda para nada. Aun así, no planeo seguir su juego, y tratando de parecer despreocupado, continuando mi camino.
—Es aquí. —Abre la puerta, se trata de una habitación sencilla, apenas una cama, ropero y tocador. Elegante, aunque arcaica, todo de madera, con vistas al patio principal. Canne entra y da vueltas por todos lados, huele cada sitio, salta a la cama, regresa al suelo y se retira corriendo.
—Gracias —digo, invitándola a cerrar la puerta.
—Como pediste, una habitación solo para ti. Y alejada lo más posible de las demás, seguramente podrás dormir tranquilo, y quizá los gemidos no se escuchen en las demás habitaciones. —Cierro la puerta de un golpe, dejando a Vennus fuera, con su cara pervertida y sus pocas visibles intensiones. A veces, pienso que ella realmente quiere violarme un dia de estos. Para alguien como ella o Frodde, el incesto no debe ser un problema, dudo que les importe mucho, lo ven como una forma de clasificación. Algo que quizá dice más de mí que de ellos, puede que vivir rodeado de imágenes religiosas y una madre severamente creyente, me hayan hecho bastante cerrado de mente, o quizá, ellos estén locos.
Veo por la ventana a Frodde ayudando a Inna a bajar todas las cosas. Tal parece que la ausencia de Ammiro y Cattiveria no le resulta nada extraña. La cena será en horas y no tengo mucho que hacer, de pasar el rato con Vennus puede que pierda algo más que un juego de póker. Como es normal en un pueblo, no hay mucho que hacer en las cercanías y no quiero que me tomen como auxiliar en la cocina. Tomo mis audífonos, y pongo música a un volumen bajo. Me recuesto en la enorme cama y tomo una ligera siesta, para esperar a que empiece la cena, y el tiempo se pase más rápido. De algo estoy seguro, como siempre, esta navidad será una serie de eventos extraños y desafortunados, que me ocurren a mí.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top